Pueblo Nudista

El amor llega en un pueblo tranquilo, nudista y tranquilo.

Pueblo nudista.

Nací, crecí y vivo en un pueblo nudista en una isla bastante habitada pero en la cual nadie molesta a nadie por sus ideologías. Creo que también moriré aquí, pues no hay nada en este mundo que me guste más que estar con la gente que he visto crecer junto a mí.

Mi nombre es Pablo. Encantado. Como antes dije, nací en un pueblo nudista. Mis padres se vinieron a vivir aquí cuando la dictadura franquista fue derrocada y la monarquía restaurada afortunadamente para nosotros. La verdad es que no conozco otra forma de vida, pues para mí, esta es la mejor que existe. Aquí somos una gran familia. Es una comuna muy abierta a recibir nuevas personas que amen sus cuerpos desnudos en contacto con la naturaleza limpia y sabia. Pero desde hace ya unos cuantos años, no ha venido nadie nuevo. Bueno, mentira, vino una familia hace poco más de dos años, y gracias a esa familia nueva, descubrí el amor y el sexo en su totalidad.

Ahora cuanto con 20 años. Soy bastante culto, inteligente y trabajador, y eso que estudio en la escuela del pueblo, pues nunca me atrajo la idea de irme a estudiar a la universidad como hicieron otros jóvenes de aquí. La maestra del pueblo es mi madre, y por lo tanto, todo lo que sé, se lo debo a ella.

En cuanto a mi cuerpo, pues es bastante normal. Lo único que se podría reseñar de él es mi abdomen, que lo tengo bien trabajado, pues me gusta mucho el deporte. Mi polla es normal, algo gruesa pero nada fuera de lo normal, un pene de 15 cm, corriente. En cuanto a mi cara se refiere, cada resaltar mis ojos, de los que estoy muy agradecido a dios por dármelos, pues son de un color grisáceo que adoro yo y todo el que me mira a los ojos, jejeje.

Aquí todo el mundo anda desnudo, en bolas, como dios los trajo al mundo, por eso es un pueblo nudista. Para nada utilizamos ropa, excepto claro, cuando tenemos que salir de él para ir a algún sitio.

Como decía antes, somos una gran familia, y realmente todos nos respetamos mucho, seamos adolescentes, niños o mayores.

Me acuerdo el día que me llegó el despertar sexual. Me levanté con una tremenda erección. Había mojado un poco la cama, y la verdad que no sabía el por qué. Fue entonces cuando mis padres me soltaron la típica charla del sexo, las mujeres y todo lo relacionado con ellas, pues ya era hora de enterarme de todo: empezaba a ser un hombre.

En aquel entonces veía a las chicas desnudas en clase, o por el pueblo y se me ponía dura de ver sus tetitas prominentes y sus coñitos cubriéndose de vellos. Pero no solo me fijaba en las de mi edad. Veía y miraba a todas las mujeres, fuesen mayores que mi propia madre o menores que ella. Me daba igual la edad. Siempre me empalmaba viéndolas y pronto descubrí lo placentero que era tocarse pajas viendo a las mujeres bañándose o afeitándose sus partes o simplemente sentadas con las piernas abiertas, o corriendo, mientras sus tetas saltaban con sus movimientos.

Poco a poco fue pasando el mal rato que sentía por ir siempre con la polla tiesa. Los hombres y mujeres mayores que yo reían a mi paso, pero sabían, sobre todo ellos, que también, en su juventud, les había pasado lo mismo que pasaba ahora a mí.

La primera vez que tuve un contacto sexual fue con una compañera de clase. Unos juegos en su fiesta de cumpleaños nos llevaron a tocarnos nuestras partes y darnos grandes morreos mientras nuestras manos inspeccionaban por primera vez un cuerpo contrario al nuestro propio. Fue la primera vez que toqué una teta y la primera vez que metí los dedos en un coño. La primera vez que metí mi lengua dentro de un coño, como había visto hacer a los mayores expiándolos, y la primera vez que me comían la polla y me corrí de gusto en unos segundos escasos.

Fue maravilloso, aunque nunca pasamos de ahí. Marta, la chica con la que pasó todo eso, tenía 2 años menos que yo, pero ya sus tetas eran bastante apetecibles para un chaval de 14 años.

Un buen día, ya yo con 16 años, en clase se presentó mi madre con una pareja de hermanos, recién llegados al pueblo. Todos los chicos nos quedamos embobados mirando el cuerpo de aquella chavala, un año menor que yo. Morena de piel debido seguramente al sol ofrecía un espectáculo impresionante. Su melena larga rubia, sus ojos verdes, sus labios carnosos, sus pechos florecidos y con unos pezones grandes y rosados, su figura modelada por un artista desconocido, su entrepierna con un ínfimo vello dorado y sus piernas largas terminadas en unos pies perfectos. Mi polla reaccionó bajo en pupitre, al igual que creo que la de mis compañeros varones. Su nombre: Sara.

Por su parte, las chicas de la clase, algunas mayores que yo y otras menores, no quitaron ojo a la nueva polla que había caído del cielo en nuestra clase. Carlos, de mi misma edad era también bastante moreno. Se parecía a mí en el físico. Esta bastante musculado. Rubio como su hermana, pelo corto, ojos verdosos más tirando a azules, y, según pude escuchar entre los cuchicheos de mis compañeras féminas, bastante bien dotado entre sus piernas.

Justamente Carlos se sentó a mi lado, en un asiento libre que había después de la presentación que mi madre hizo de amos.

Habían llegado de otra isla, y su padre, al ser naturalista declarado, prefirió venir a vivir aquí directamente, que estar viviendo en un pueblo de gente vestida y tener que desplazarse para pasar desapercibido entre la gente.

Enseguida cogimos buena sintonía Carlos y yo. Pasamos la mañana entera juntos, hablando de su vida y la mía, y de cómo había llegado aquí. Me preguntaba el nombre de las chicas de la clase y se quedaba pronto con el nombre de las que más le gustaban. Cuando salimos de clase, para irnos a casa, tuve la suerte de encontrármelo con su hermana, y aproveché la ocasión para saludarlo y que me la presentara.

Mis ojos estaban clavados en el cuerpo de Sara. Era espectacular, aunque su cara no era para despreciarla. Me había enamorado a primera vista. Como todos los de la clase, que la buitreaban esperando algo a cambio, pero al parecer, nadie obtuvo recompensa alguna.

Nos marchamos los 3 en dirección a casa, pues resulta que vivían justo en la calle de atrás de la mía. Nos despedimos de momento y marché a mi casa. Nada más entrar, fui al baño y me di un festín en forma de paja pensando en Sara.

Por la tarde, casi oscureciendo, acababa yo de llegar de montar unas olas en la playa, cuando sonó el timbre. Carlos se presentó para ir a pasear y conocer el pueblo, ya que yo le había dicho que cuando quisiera, que me avisara.

Por cierto, se me había olvidado mencionar a mi hermana Claudia, 2 años menor que yo, con la que no me llevo muy bien, por tonterías, pero siempre estamos discutiendo, como dos niños impertinentes. La verdad es que me he hecho varias pajas pensando en ella, y viéndola masturbarse alguna que otra vez cuando mis padres no estaban en casa. Casi siempre dejaba la puerta entreabierta de su habitación para oír cuando la puerta principal se abriera y saber que mis padres habían llegado. Pero no contaba con que yo la espiara. Y fueron muchas las veces que la cogí frotándose el coñito depilado. Creo que cientos de pajas me he hecho con ella, la verdad.

A parte de Claudia, tengo un hermano más, Tomás, Tommy para los amigos, pero tiene 10 años, y todavía no podría entrar en cosas de las nuestras.

Bueno, fue ella la que abrió a Carlos. Con su desparpajo habitual, se presentó dándole dos besos. Me llamó y bajé para ver quién era el que me buscaba. Carlos seguía atontado mirando como mi hermana veía la tele echada en el sofá bien abierta de piernas, cosa que después de todo, yo ya había superado.

Nos marchamos mientras me decía lo bonita y lo buena que estaba mi hermana. A mí me daba igual lo que dijese de mi hermana, porque yo no la miraba como una mujer, solo como una hermana. Sin embargo, le devolví la misma moneda diciendo exactamente lo mismo de su hermana Sara, y me sorprendió que me respondiera con total normalidad que él sabía que estaba muy buena, y que si por él fuese, se la metía por todos los agujeros de su cuerpo.

Le enseñé un poco los sitios que más visitaba yo. El salón de los jóvenes, el recreativo, la plaza del pueblo (bueno, la parte de atrás, donde nos reuníamos todos los amigos y amigas), la zona de la playa donde íbamos todos los jóvenes, etc.

Me invito a cenar a su casa, y acepté de buena gana, para ver a su hermana, la verdad.

Llegamos al momento, pues estábamos cerca. Cuando entramos, Sara ayudaba a su madre a preparar la mesa. Carlos me presentó a su madre, a su padre, que llegaba en ese momento también, y luego yo saludé con dos besos muy cariñosos a Sara. Tuve que pensar en mil cosas diferentes para no empalmarme delante de los padres de Carlos y Sara, porque las ganas eran tremendas de ver ese cuerpo que me tenía loco.

Acabada la cena, Carlos y yo nos fuimos a la parte de atrás de la casa, donde había un pequeño jardín, y una piscina muy pequeña que todavía no habían llenado. Nos sentamos y hablamos de las chicas del pueblo, de quién era más guarra y todas esas cosas que quiere saber un recién llegado a un pueblo nuevo y una escuela nueva.

En esto, apareció Sara. Se sentó frente a nosotros, y nos preguntó de quién hablábamos. Le dije que era de una chica de la clase, que seguramente todavía no conocería.

  • Sí, seguro que es de Marta. Todas las demás chicas dicen que es una guarra, y que le gusta follar como una loca donde sea y cuando sea. – contestó dejándonos boquiabiertos.
  • Pues….. sí, tienes toda la razón. – le respondí yo.
  • Joder, tengo que probar como funciona eso, porque la tía esta buena – agregó Carlos frotándose las manos como si hubiese descubierto un tesoro.
  • ¿estás salido, hermanito? – preguntó de nuevo Sara.
  • Un poco la verdad, jajaja.

Miraba a uno y a otro como si estuviese en un partido de tenis y se tirasen la pelota de un lado a otro. Se llamaban de todo, hasta casi terminar discutiendo, pero de pronto, cuando yo pensé que llegarían a las manos y todo, comenzaron a reírse como dos locos.

  • Tranquilo, siempre estamos así, discutiendo pero terminamos riéndonos porque no se sabe quién dice más tonterías. – replicó Carlos al ver mi cara de asombro.
  • Sí, normalmente él es más gilipollas, pero da igual – contestó Sara.

Nada, siguieron riéndose y yo medio asustado todavía.

Marché a casa ya bastante tarde. Me acosté y dormí como un lirón.

Nos encontramos de nuevo en clase. Ellos llegaban cuando yo acababa de sentarme en un banco para esperar a Carlos. Buenos días, dos besitos con Sara y todos a clase, que sonaba el timbre.

Los tíos de la escuela seguían babosamente a Sara por todas partes. Yo solo me limitaba a verlos y esperar que ella se acercara a mí a saludarme o a contarme algo. Mientras, Carlos se dedicaba a darle vida a mi hermana y parecía que a ella le gustaba mucho, porque hasta se volvió amable conmigo. En cada cambio de clase, mi hermana Claudia aparecía por nuestra clase para ver a Carlos y reírse de cualquier cosa que dijera. Se notaba que estaba loquita por él. Y a él le gustaba ella, sin duda alguna.

Cuando acabaron las clases, Sara nos buscó y nos fuimos los 4 para casa. Mi hermana agarró a Carlos por el brazo y fuimos todo el camino hablando entre los 4. Al ser viernes, mi hermana les dijo a ambos hermanos que viniesen a cenar a casa, que como mis padres salían de fiesta todos los viernes, siempre estábamos solos. Aceptaron y se marcharon a su casa.

Claudia estaba muy atenta conmigo. No regañamos en todo el día. Parecía otra distinta. Mandó a mi hermano Tommy a casa de un amigo, sin que éste rechistara, pues no le gustaba quedarse en casa con nosotros. Entre ambos preparamos pasta con gambas y nata y la mesa, esperando a nuestros invitados.

Llegaron sobre la hora indicada. Hablamos un rato y nos sentamos a disfrutar de la cena, que no estaba mal, aunque no tenga que decirlo yo, pues de todas formas, mi hermana es una estupenda cocinera, para la edad que tiene, y aunque haya que reconocerlo hasta delante de ella.

Terminada la cena, las chicas recogieron la mesa y nosotros las esperamos viendo la tele. Carlos no paraba de decirme lo buena que estaba mi hermana y que si no me importaba que tuviese algo con ella.

  • Claro que no. Ella es mayorcita para elegir con quién debe estar o no.

Nada más sentarse las chicas en el sofá, Carlos se fue directamente hacia Claudia y agarrados de la mano, se marcharon al pequeño jardín que tiene nuestra casa detrás.

Sara comenzó a preguntarme cosas sobre chicas y chicos del pueblo, hasta que soltó:

  • Y dime una cosa, ¿por qué tú no eres como los otros chicos que siempre están rodeándome para ver si quiero algo con ellos?
  • Pues… por eso mismo. Tienes siempre mucha gente a tu alrededor. Eres la nueva, y todos quieres estar contigo.
  • ¿y tú no quieres? – preguntó acercándose más a mí.
  • Mujer, no te voy a engañar de que me gustas desde que te vi. Pero prefiero esperar a ver qué pasa.
  • ¿y qué quieres que pase?
  • Nada. Solo quiero saber cómo eres, y que cosas te gustan para no meter la pata el día que quiera algo contigo, o tú quieras algo conmigo, si es que algún día pasa eso.
  • Pues a mí sí me gustas tú. Y me gustaría conocerte mejor.

Vaya con la niña, pensé. De buenas a primeras estábamos besándonos tranquilamente en el sillón. Sus labios rozaban los míos. Sus pechos caían sobre mi pecho. Sus manos me acariciaban la espalda y la nuca. Las mías paseaban por la espalda una y por uno de sus muslos la otra.

Subía el acaloramiento y nos besábamos con más fogosidad. Mis manos llegaron a sus pechos y ella no dijo nada. Los agarré y los estrujé entre mis dedos, tirando suavemente de los pezones rosados, mientras ella me mordía levemente el labio inferior. Una de sus manos encontró mi polla, que poco a poco se levantaba de su letargo. La acarició como si nunca hubiese tocado una y apretó un poco, haciendo incluso un poco de daño, pero que llevé estupendamente.

Se despegó un instante de mi boca, nos miramos y comprendí que quería llegar más lejos. Hundí la cara entre sus pechos y lamí sus bonitas tetas, mordisqueando muy despacio sus pezones y amasándolas con mis manos. Gemidos muy escuetos salieron de su boca.

Pero en esto, se abrió la puerta de casa, y mis padres entraron empapados. Estaba lloviendo y regresaron antes a casa.

Me quedé muy cortado. Sara agachaba la cabeza avergonzada. Nos había pillado in fraganti, ella haciéndome una estupenda paja con sus manos, y yo comiéndole las tetas.

Y encima, a mi padre, lo único que se le ocurrió decir fue:

  • Hostia, lo siento. No sabía que estabais aquí. – acompañado de una carcajada, que aumentó en sonido cuando mi madre se unió a él riéndose.

No dijimos nada. Sara seguía con la cabeza hundida en su pecho. Las manos sobre sus piernas y sentada muy recatadamente.

  • ¿dónde está Claudia? – me preguntó mi madre.
  • En el jardín, con Carlos, mamá – le respondí.

Salió en su búsqueda, y soltó un poderoso:

  • JODERRRR ¡!!!!!!!!-

Me levanté del sillón y caminé detrás de mi padre, que comenzó a reírse al ver a mi hermana haciéndole una mamada a Carlos, que parecía poseído en el suelo del jardín. Mi madre se separó de la puerta, y entonces Claudia se levantó del suelo, pidiendo perdón a mi padre.

  • Tranquila. Son cosas que pasan – le dijo mi padre mientras se reía.

Mi madre no estaba para tanta risa ahora que había visto a su pequeña con la polla de un hombre en su boca.

Carlos entró en el salón, se disculpó y agarrando a su hermana salieron de mi casa muy avergonzados los dos.

Mi madre nos hizo sentarnos en el sofá a mi hermana y a mí. Nos hecho un sermón de esos de hay que usar protección, y todavía sois muy jóvenes, pero ni puto caso, la verdad. Había descubierto una mujer que me atraía muchísimo y yo a ella, y mi hermana lo mismo, un hombre que le llenaría de goce y placer, lo que estaba buscando desde hacía tiempo.

Yo dormí después de hacerme una paja viendo como mi hermana se masturbaba. Era increíble como aquella niña se metía los dedos a pares en su coñito.

El sábado por la mañana, fui a buscar a Carlos. Estaba durmiendo cuando llegué, y me recibió su madre. La verdad es que no estaba nada mal. Estaba cerca de los 40 años, pero tenía unas tetas impresionantes, y el coñito con unos pequeños vellos rubios. Ya decía yo que su hija era un calco de ella. Sara bajó las escaleras. Me saludó como si nada y me llevó al salón, para esperar a su hermano. Cuando su madre desapareció en la cocina, me besó apasionadamente, diciéndome que le había encantado lo de ayer, pero deberíamos terminarlo la próxima vez. Para colmo, me confesó que se había masturbado pensando en cómo le comía las tetas, y yo le confesé que me pajeé pensando en ella, aunque en parte no era del todo cierto, ya que si bien, no borraba su cara y su cuerpo de mi mente, los gemidos y la visión de mi hermana me ayudaron un poco también, pero no era cuestión de contárselo.

Poco después, apareció Carlos. Nos fuimos dejando a Sara allí. Nos dirigimos a la playa y comentamos lo de la noche anterior. Le dije que no le diera más importancia, que después de todo, solo nos habían dado una charla más bien, informativa que otra cosa.

Pasamos la mañana en la playa. Algunas chicas se acercaban a saludarnos y charlaban con nosotros de cosas, pero no les prestábamos mucho caso. Enseguida que Carlos me rozó el brazo en forma de aviso, avisté a lo lejos a mi hermana Claudia con Sara. Solo se llevaban un año entre ellas, pero estaban muy ricas las dos. Nos levantamos, nos despedimos de la gente que nos rodeaba y nos fuimos en su busca. Se habían alejado bastante, caminando por la playa, y se tendieron sobre la arena pegado al gran risco que separa la playa del pueblo nudista de la playa de "los vestidos", como la llamamos nosotros. Estábamos solos. A esas horas de la mañana, nadie solía pasarse por allí, y mi hermana lo sabía porque era su lugar favorito de toda la costa de nuestro pueblo.

Nos tendimos sobre las toallas. Yo en la de Sara y Carlos en la de mi hermana. Nada más tenderme al lado de Sara, nos comenzamos a besar, pero mucho antes que nosotros, ya estaban enrollados mi hermana pequeña y Carlitos.

Se le veía muy fogosa a mi hermanita. Unos besos, unos magreos y le dijo que se fueran al agua. Sara y yo los mirábamos. Fue la primera vez que me fijé en el culazo levantado y duro que tenía mi hermana. Con las yemas de los dedos de una de sus manos, Sara giró mi cara de nuevo hacia ella y me besó de nuevo. Sentía como mi polla se levantaba de nuevo.

  • Si quieres, podemos terminar lo de anoche aquí.

No dije nada, y seguí besándola, más contundente ahora, metiéndole toda la lengua en su boca, recorriendo su cavidad bucal hasta donde podía. Las manos de Sara llegaron a mi entrepierna y manosearon mi polla dura. Estaba que reventaba. Me tumbé sobre ella y lamí sus tetas, frotando mi polla contra su coñito rubio. Sentía como mi polla recorría toda la longitud de su rajita, y sentía el cosquilleo de su vello en mi glande cada vez que subía del todo. Sara gemía muy despacio, cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer que sentía con mi polla en su entrepierna y mi boca en sus pechos.

Parecía que no podía aguantar más. Me separó y me besó de nuevo.

  • Métemela. – atinó a decir con voz lujuriosa.

Iba a ser mi primera vez. Y como un niño tonto se lo dije.

  • No te preocupes. Será mi primera vez también. – resopló entre beso y beso.

Miré hacia atrás. Carlos tenía a mi hermanita subida sobre él, dentro del agua y se notaba que se la estaba metiendo por los movimientos y los gemidos de mi hermana, nada preocupada de si alguien la oía o la veía.

Miré de nuevo a mi chica. Me puse en posición y con sus manos ayudó a que mi glande se apoyara en su entrada. Apreté el culo y la hundí muy despacio. Un pequeño dolor me llamó desde la punta de mi polla, como si hubiese tropezado con algo. Miré el huequito que quedaba libre entre nuestros cuerpos y noté como un hilito de sangre resbalaba hacia la parte trasera de mi pene.

  • Tranquilo. Eso es normal. Sigue. – dijo Sara cuando la miré asustado.

Apreté de nuevo el culo y hundí de nuevo un poco más mi polla. Parecía que había tocado fondo, pero las manos de Sara, apoyadas en mi culo, me apretaron más contra ella y entró del todo en su interior.

¡Qué gozada, madre mía! La penetré muy despacio. Ella gemía entre dolor y excitación, creo que más lo segundo, nunca se lo pregunté. Cuando ambos nos acomodamos a la situación nueva para nosotros, el vaivén de mi cuerpo era un poco más rápido. Pero no duramos ni apenas unos 5 minutos. Nos corrimos. Casi al mismo tiempo. Apretó fuerte mi cuerpo contra el suyo, y me clavó un poco las uñas, lo que me pareció excitante, ya que estaba corriendo en ese momento.

Saqué mi pene de su coño y descansé tumbado a su lado. Levanté la cabeza y vi como mi hermana le comía la polla a Carlos, extasiado de su polvo con ésta.

Se acercaron. Se tendieron en la toalla y no dijeron nada de nada.

Sara y yo nos miramos. Sonreímos. Nos besamos. Cerré los ojos y me dejé llevar por el buen día que hacía.

Esa fue la primera vez que mi hermana folló. La segunda de Carlos y la primer también para Sara y para mí.

Hace 4 preciosos años de eso. Ahora, después de ese tiempo, Sara y yo somos padres de un precioso bebé llamado Ian. No nos hemos casado, pero tenemos nuestros planes. Además, vivimos juntos en un pequeño piso justo frente a la casa de sus padres y detrás de la de los míos.

Por su parte, Carlos y Claudia se han dejado y han vuelto infinidad de veces. No se llevan nada bien cuando están juntos, pero siempre resuelven sus problemas en la cama. Creo que de tanto que se quieren y se desean, no saben expresarse y por eso siempre están así.

FIN.