Pudrirse de Celos

¿Es mejor lamentar que nuestro ser deseado no nos haga caso, o es mejor disfrutar de ella?

Pudrirse de celos.

¿Bastará una copa fuerte para acallar el horrible sentimiento de saberla en brazos de otro? Llevo ya tres y aún no puedo acallar la voz de ese impío fantasma que me lo susurra al oído. Es una suposición, lo se, nada me consta. Pero es lo mas lógico que esté pasando en este instante. Si casi puedo imaginar sus bramidos lujuriosos mientras se revuelcan sudorosos en alguna cama de hotel. ¿Qué casualidad que tanto ella como él tuvieron que salir de viaje de trabajo en las mismas fechas? No he hablado a la aerolínea para cotejarlo, capaz de que hasta se fueron en el mismo vuelo a Vallarta. ¿O se habrán ido en su moto de él? Ella seguro mojará su ropa interior solamente de treparse detrás de él en ese armatoste motorizado mientras se abraza, pegando sus senos a su espalda.

La he amado tanto, cada sueño mío ha sido rendido a ella, noche a noche, día día. Jamás sabrá ella cuántas veces he pronunciado entre dientes su nombre al estallar yo, solitario en mi cama. Flores por montones le he mandado, chocolates, regalos, invitaciones, ¡de todo! La he tratado caballerosamente, con respeto, como a una dama. En su cumpleaños le organicé una fiesta y le compré con gusto ese disco compacto de esa música la cual aborrezco. ¡Hasta la invité a ir a un concierto de ellos! Y nada… apenas una sonrisa de agradecimiento y un beso en la mejilla… de amigos. ¿Para qué demonios quiero yo un beso de amigos si llevo tantos años deseándola!

Sé de sobra que es una amante consumada. Ahora mismo la veo arrodillada ante él. Mamando su dura tranca con avidez desbordante, paseando su lengua por el duro glande de ese maldito; cerrando sus dulces ojos azules mientras succiona con denuedo de esa verga que se extiende orgullosamente malévola frente a su rostro. Su mejor amiga me contó una vez que es una descastada afecta al sexo oral. Ella es su confidente y me envenena la mente con sus escurridizos comentarios dichos por falsa casualidad. ¿Para qué saber de ella lo que ahora sé y saber que otro lo disfruta? Seguro que ella estará ahora llenando su hermosa boca con esa verga. ¡Esa hermosa sonrisa que me mata de amor desecha por el afán de engullir completo su falo! Quizá ahora mismo él se esté desbordando dentro de su boca, chorreándose entero mientras lanza obscenos alaridos de placer inmundo mientras yo aquí trasiego alcohol estúpidamente.

Los celos me corroen, esta sensación es espantosa. ¡Me llego a pudrir de celos! ¿Qué ha hecho él por ella? ¿Qué estratagema perversa usó para seducirla en tan poco tiempo? ¿De qué valieron mis respetos y mi incondicional afecto durante tantos años? ¡De nada! De eso han servido. Ahora todo mi cariño queda eclipsado ante el solo roce de la lengua de ese bastardo a lo largo de su sexo. ¡Ja! Porque seguro que no se habrá perdido ese perro de comerse el coño de ella. Seguro lo lame, lo saborea deleitándose de su sabor de hembra completa. Penetrará despacio su orificio con la punta de su lengua haciéndola gemir quedamente. Beberá él de los fluidos enervantes de la vagina de mi amada, degustándolos, sonriendo malévolamente como aquel predador que termina de saborear la presa inocente que ha cazado. No evitará pegar su boca entera al clítoris de esa hermosa muñeca, como si fuera una ventosa que no quiere despegarse nunca, y succionará de su botón suavemente, arrancando gemidos portentosos que ya quisiera yo poder conseguir. ¡Carajo, si hasta parece que puedo verlo devorándola como un lobo malo mientras ella explota en un orgasmo fabuloso!

Lo peor de todo es que se trata de él, de mi viejo camarada y rival. De ese viejo compañero de juegos de la niñez, de aquel amigo que me acompañó a juergas y viajes, de aquel ingrato que fue dejándome atrás cuando yo mas afecto le tuve. No es otro que aquel que alguna vez me preparó sonriendo unos huevos con salsa y tocino durante un campamento donde yo olvidé mi comida. Sé lo que hace, sé lo que le gusta. ¡Cuántas veces regresamos al bar después de que durante la noche nos refocilamos cada uno con alguna conquista y nos reímos sin parar por nuestra buena suerte. ¡Y ahora es él el que se resbala entre las piernas de ella, penetrándola salvajemente, embistiéndola sin piedad y horadando su cadera de diosa mientras aquí yo me consumo de la rabia! Su habitación olerá ahora mismo a sus sudores, a sus fluidos; sus aromas se mezclarán en el aire caliente que impera debajo de las sábanas. Ahí, en esa cámara perversa se confundirán sus siluetas con la oscuridad del lugar, escuchándose únicamente sus hondos bufidos, sus entrecortados gemidos de placer pecaminoso, los guturales gruñidos de él cuando eyacule vencedor dentro de ella. Los fluidos de ambos resbalarán infames por sus pieles y apostaría que se acariciarán aún, desvergonzadamente, sus rostros empapados, sus cuerpos agitados respirando con dificultad.

Estoy seguro que él sabe lo que estoy pasando y sonríe cínicamente. Jamás creí en sus sabios consejos de amigo para que yo pudiera seducirla. No me cabe duda de que me aconsejó justo lo contrario a lo que yo necesitaba para obtener su amor y entonces él tomar su oportunidad. ¡Maldito sea! Pero no encuentro el engaño por más que lo pienso.

  • El problema es tu forma de acercarte a ella- me dijo una vez. – Eres amable con ella, si, pero amable de la misma forma en que lo haría el mesero de un restaurante de lujo, no amable como lo hace un amante.- Cosa que sigo sin entender.- No se trata de que la convenzas. ¿Quién quiere tener a una mujer que aceptó? Se trata de que ella lo desee también, de que ella se encienda y anhele tenerte, no que acepte darte tu premio. Eso está bien para una mascota, no para alguien que ama y desea.– Maldita sea, aún no hallo la trampa en todo ello.

¿Pero qué importa eso? Lo conozco bien, sé que no pasará mucho tiempo en que ella se ofrezca entera a él, que no le niegue nada, ninguna perversión, ni la más abyecta concupiscencia, ninguna entrada a su cuerpo. Me horrorizo al pensar que ella misma se lo pedirá. ¡Me cago en esta maldita vida! No puedo soportarlo. ¿Gritará ella al ser penetrada analmente, o simplemente cerrará sus ojos y gemirá al ser sodomizada por primera vez? No me chupo el dedo pensando que no pasará. –Trátala bien en ese momento, estimúlala despacio y procura lubricarla cuando eso llegue a pasar- ¿Por qué carajo me llegan todas sus palabras ahora a la mente? ¿Es acaso una sucia jugarreta del destino? ¿O acaso él se burlaba ya de mí en ese entonces informándome de cada cosa que pensaba ya hacerle cuando la tuviera?

Penetrará su ano, sin duda. Buscará que su esfínter dé de si después de acariciarlo y estimularlo con sus dedos o lengua, le dará confianza con sus palabras engañosas y luego se la cojerá así, sin temor a equivocarme. Encontrará un lubricante ahí cerca, alguna crema o algo así. ¡Quizás hasta él mismo lleva un pote en su chamarra de cuero inseparable! Esparcirá la crema por el exterior de su seguramente delicioso culo para que clave esa verga por primera vez entre las nalgas de ella. Ni dudarlo que estará tomando sus manos, montado detrás para darle seguridad y para acentuar su dominio sobre de ella. Me carcome esa maldita imagen que ante mi aparece de su palo erecto entrando despacio pero sin piedad entre sus oquedades mas recónditas. ¡Piedad!

¡No lo soporto!

¡No!

¡No mas!

Ciertamente el gusano que corroe nuestra mente cuando eso pasa ha de ser brutal, por eso

por eso prefiero girar sobre el colchón para alcanzarle a ella su copa a medias, apagar mi Camel y dejarlo a él, en su casa, con todos estos horribles pensamientos.