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Dos chicas jóvenes deciden llevar su amor a la calle (Segunda parte de "Cheese and sex").

Segunda parte de "Cheese and sex"

— Para… nos van a oír, Ane… —los ojos de Ema se pusieron en blanco nada más terminar la frase por la dulce lengua de su amante pasando lentamente por sus muslos desnudos.

Había pasado apenas una semana desde que le abrió el mundo del placer conjunto a su novia, pero la había desatado totalmente. Le daba igual el lugar, la gente que hubiese o el tiempo que tuviesen, si tenía ganas lo intentaba, si Ema respondía positivamente a sus silenciosos besos en el cuello para provocarla, seguía.

Esta vez no había sido distinto. Un tierno paseo por el parque se había subido de tono en el mismo momento en que se habían sentado en un banco algo alejado de la gente.

Ane empezó con tímidos besos en la boca de su pareja, poniéndose algo romántica y abrazándola más de lo usual. Lo siguiente fueron los besos en el cuello, dejando la suave marca del pintalabios de la pálida norteña en la piel de la americana. Las manos de la autora de dichos besos se deslizaban por el cuerpo de la víctima de su amor, deseando tocarlo sin ropa de por medio, deseando disfrutar cada centímetro con sus labios y su lengua, deseando morder levemente esos pezones que tanto le gustaban y que no sabía como no había probado antes.

En cuanto Ema asentía con una traviesa sonrisa, Ane apretaba suavemente los pechos de la susodicha, haciéndole soltar un suspiro de placer. Se deslizaba lentamente hasta meter las manos bajo esa camiseta y levantarla un poco, para arrodillarse en el suelo y besar su vientre.

Ema se deleitaba con la actividad que su pareja había tomado, le gustaba no ser la que llevaba las riendas siempre, y le ponía a mil no saber cuando se le iba a insinuar.

La lengua de Ane pasó por el borde del sujetador de Ema, por debajo de la camiseta. Lo siguiente un suave tirón con unas finas manos que soltaron ese sujetador. Los pezones quedaron al descubierto y la norteña se relamió los labios antes de besarlos, sabiendo que su saliva haría que, en cuanto se separase de ese punto de placer, el aire lo enfriase y su amada sintiera un escalofrío placentero. Repitió la acción en el otro pezon y después lamió lentamente el canalillo que separaba ambos pechos, respirando el aroma de la excitada joven que tenía frente a sí.

Abrió lentamente la boca para morder con suavidad uno de esos perfectos pechos, haciendo que soltase el primer gemido por la sorpresa. Fue bajando las manos hasta desabrochar el pantalón y meter la mano a esa cálida intimidad.

Delineó con el índice cada uno de los adornos del encaje de esa braga imaginandoselo, pensando en cómo sería verla sin los pantalones ahí mismo, y no pudo reprimirse. Empezó a bajarlos despacio, tumbandola en el banco, alertandola levemente.

—Para… nos van a oír, Ane… —ahí es donde esa cálida lengua rozó el interior de los muslos de la oradora, haciéndole soltar un suspiro lleno de placer, poniendo los ojos en blanco para controlarse y no agarrarla para tener sexo salvaje ahí mismo y que les oyese todo el parque.

La lengua acarició esa braga de encaje blanco con cuidado, notando la humedad del coño de su amada y la miró a los ojos.

—¿Le tienes mucho afecto a estas bragas…? —en cuanto Ema empezó a mover la cabeza hacia los lados Ane las mordió con cuidado de no pillar carne y estiró de ellas para bajarlas despacio.

En cuanto Ema sintió el aire rozarle el clítoris, húmedo con sus propios jugos, deseó estar en un ambiente más privado para hacer realidad esa ensoñación de sexo salvaje.

La lengua de Ane dio uno, dos, tres lametones antes de ponerse a jugar con ese hinchado clítoris que tenía Ema en esos momentos, metiendo un juego de dedos de por medio, acariciando los labios exteriores y tentando la entrada para jugar con los labios interiores, sin penetrarla con sus dedos.

La lengua humedece más la feminidad de esa joven que no aguantaba sin retorcerse de placer. Las palabras sobraban, cada caricia demostraba amor puro y los movimientos estaban casi coordinados entre las dos, ambas sabían lo que la otra quería que hiciese.

Ema empezó a arquear la espalda, el orgasmo era inminente para ella, y Ane lo notó. Metió su lengua en ese húmedo y cálido agujero, estimulando aún más a su pareja, queriendo darle el máximo placer posible.

—An-ne… —un suspiro escapó de sus labios junto al nombre de la joven que tanto amor le estaba dando en el mismo momento en el que llegó al orgasmo, sintiendo un placer inmenso.

Notó los labios de su pareja, húmedos de sí misma, besándole con cariño y comenzó a vestirse.

Oyeron un ruido y, al girarse a mirar, un chaval de unos 20 años las espiaba, grabandoles con el móvil. En cuanto se dio cuenta de que lo habían visto, salió corriendo. Al acercarse, las jóvenes vieron un charco de semen. No eran las únicas que se había divertido, y tampoco sería él el último en divertirse a su costa si ese video se filtraba a algún lado.