Pub de ambiente
Estaba en mi pub favorito una aburrida noche de agosto ante un 43 cola. No había encontrado a ninguno de mis amigos ni de los habituales para conversar o alguna otra cosa. Sobre todo para alguna otra cosa. Pero un desconocido me ofrece una opción interesante y su hijo ayuda. (solo chicos)
Verano en la ciudad. Estaba en mi pub favorito una aburrida noche de agosto tomando una copa.
No había encontrado a ninguno de mis amigos ni de los habituales para conversar o alguna otra cosa. Sobre todo para alguna otra cosa. Así que relajado ante mi cuarenta y tres cola sentado en la barra, bromeando con el guapo camarero y mirando alrededor esperaba algo interesante.
Eso se presentó al rato en la forma de un cuarentón guapo y cuidado, delgado, rubio y con unos profundos preciosos ojos azules. Solo vestía un vaquero Lewis, una camisa blanca y unos náuticos, un poco pijo para mi gusto habitual. Hacia calor esa noche, mucho calor. Yo en cambio con unas bermudas, una camiseta sin mangas y unas sandalias enseñaba mas piel que él. Mi cuerpo fibrado y moreno de dieciocho años relajado se lucia a la vista de los demás.
Ni siquiera me había dado cuenta de su presencia al otro lado de la barra hasta que me invito a la siguiente copa. Le sonreí y le hice un gesto con mi vaso. Me devolvió la sonrisa y vino a mi lado. Como habrán deducido se trata de un local de ambiente y no hacia falta mas que la intención para establecer contacto. No pretendía ponérselo muy difícil.
Su primera frase no fue muy original pero como me adulaba le di pie.
-¿Que hace un chico tan guapo solo?.
-no han venido mis amigos.
-¿y puedo ser yo tu nuevo amigo?.
-desde luego si me sigues adulando y me invitas a la siguiente.
Sonreí y apenas hizo falta más para seguir charlando, intercambiando opiniones, hablando de lo guapo que era este, lo bueno que estaba aquel otro, o lo cariñosos que se estaban poniendo esos dos.
Al poco tenía su mano en mi rodilla y empezaba a subirla acariciándome el muslo. Mi mano fue sola a su cintura, era fácil hablar con él, seguir intimado y dejar que me acariciara.
Nos acercábamos el uno al otro cuando me señalaba como dos de mis colegas que acababan de entrar se morreaban junto a una columna del local. Se metían mano de forma salvaje incluso antes de haber pedido unas copas. Teniéndome distraído mirando a mis amigos aprovechó entonces para besar mi cuello girado y pasar la lengua por mi piel hasta alcanzar la oreja. Eso me excitó, un escalofrío de placer me llegó al cerebelo, a la zona más primitiva de mi cerebro, y volví la cabeza buscando su boca. La abrió recibiendo mi lengua y acaricié con ella sus dientes y la suya, puede que hasta mi paladar.
Mis amigos que habían ido llegando por separado en ese rato, también me habían visto. Pero se habían dado cuenta que ya estaba ocupado y me dejaron tranquilo. Estaban viendo que me lo estaba pasando bien con el madurito interesante.
Mis manos casi solas agarraron su culo duro atrayéndolo hacia mí. La suya subía por el interior de mi muslo desnudo por las cortas bermudas deslizándose por debajo de la tela lo mas arriba que podía. Casi hasta llegar al mínimo slip que usaba ese día.
No separábamos los labios intercambiando suaves mordiscos con ellos. Nos dábamos profundas sesiones de lengua con las que intentábamos llegar hasta la garganta del otro, cambiando saliva y pequeños tragos de nuestras copas de una boca a la otra. Ya no nos importaba quien estuviera cerca o nos mirara y comentara lo que estábamos haciendo. Al fin y al cabo quien no hacía lo mismo que nosotros lo estaba buscando.
En uno de los descansos para recuperar el resuello me invitó a seguir la fiesta en su casa.
-vámonos, tengo el coche ahí mismo.
Pero no me dijo que automóvil era. A la vuelta de la esquina estaba aparcado su Audi nuevecito con asientos de suave cuero, sentarme allí con los muslos desnudos ya era en si misma una experiencia sensual. Y eso que nunca fui fetichista del cuero. Durante el trayecto yo me dejaba acariciar el muslo y el paquete en cada semáforo. Incluso me levantaba la camiseta para provocarlo y enseñarle mi tableta.
Casi no conseguimos llegar, estábamos muy excitados y a punto estuvimos de buscar un rincón discreto donde aparcar y seguir metiéndonos mano. O hacernos una mamadita. El garaje estaba lleno de los vehículos más elegantes y caros. En el ascensor del elegante edificio me subió la camiseta y se agachó a lamer y chupar mis pezones.
Ya no había tiempo para hablar, solo para gemir y darnos placer el uno al otro.
Antes de cruzar la puerta yo ya tenía el torso desnudo. Le daba igual que lo vieran sus vecinos. Y le quité la camisa en cuanto llegamos al salón, para entonces mis bermudas estaban por los tobillos y terminé de sacármelas de una patada. Solo con los slips lo empujé a su sofá para seguir metiendo la lengua hasta la garganta y pellizcar y acariciar sus pezones. Lamía su cuello y bajé a sus axilas depiladas y cuidadas que olían a limpio. Todo él parecía depilado con láser. Los mordisquitos en sus pezones parecía que le gustaban. Quería ser todo lujuria y vicio para él.
Al pasar por el vientre y el ombligo con la lengua le arranqué suspiros y gemidos. Mientras le abría los vaqueros y besaba su polla bien dura por encima de la lycra del tanga. Me pone la lencería y verlo así me excitó más. Lo bajé con los dientes liberando la polla. También llevaba el pubis depilado lo que me facilitó lamer la base del nabo, los huevos y bajar lo que quedaba de su ropa hasta los pies. Sacársela del todo y dejarla a mi lado en el suelo.
Dejé su polla de momento para que no se corriera pronto y me dediqué a sus cuidados pies. Se debía dejar una pasta en pedicuras. Me daba morbo lamerlos, chupar los dedos uno a uno y su planta haciendo que se retorciera de placer y cosquillas. Me cogió de las manos y tiró de mi para volver a besarme con el sabor de sus pies en la lengua. Era tan vicioso como yo.
Terminó de desnudarme, no me quedaba mucho, dejando mi slip sobre el resto de su ropa. Cuando quise darme cuenta me tenía de rodillas encima el sofá, de cara a la pared, bajaba lamiendo mi espalda desde el cuello, y me estaba comiendo el culo, los huevos y me estaba llevando al borde del orgasmo casi sin tocarme la polla.
Desnudos del todo me llevó a su dormitorio, a su enorme cama, con lo que parecían unas sábanas carísimas como ningunas que yo hubiera visto. Buscó el lubricante y los condones en un cajón. Me hizo sentar en cuclillas sobre su lengua para seguir lamiendo mi ojete y huevos a la vez que empezaba a abrirlo y dilatarlo con sus dedos. No sé en que momento se calzó el preservativo pero si noté perfectamente la yemas de sus dedos extendiendo el lubricante por mi ojete.
Me moví hacia atrás hasta poder poner mi ano sobre su glande e ir dejando caer mi peso despacio empalándome en su duro rabo. Él sujetaba mis muslos para conseguir una penetración controlada y no caer demasiado fuerte. Pude inclinarme y seguir morreándonos mientras yo mismo me follaba despacio. Con mis manos seguía excitando sus duros pezones. Quería sentir su firme polla bien dura en mi interior todo el tiempo que pudiera.
Mi rabo daba botes sobre su vientre llegando hasta su ombligo. Bien duro, él lo acariciaba con la mano suavemente en una placentera masturbación. Gemía y suspiraba. Con todo lo que sentía en el culo y en la polla me corrí antes que él. Dejando mi lefa en su vientre y pecho llegando hasta sus pezones. Era mi propio semen así que poniendo cara de vicio lo recogía con los dedos y me lo llevaba a la boca. Acariciando su piel y pecho en el proceso. A él también le tocó algo, una pizca, llegó a probarlo y a llevarlo a su lengua con un dedo.
Sin prisa, como a mí me gusta, el polvo pareció durar horas hasta que se corrió en el condón y su polla empezó a perder consistencia. Me hubiera gustado arrancarle el preservativo y lamer su lefa. Pero como no sabia con quien había follado antes me limité a relajarme tumbado sobre su pecho. Aún húmedo de mi semen, disfrutando de sus caricias en mi espalda y culo y lamiendo su cuello, barbilla y oreja y besando sus pezones.
Lo normal es que todo hubiera quedado ahí, me habría vestido y salido del piso contento y follado. Aunque a mi también me gusta meterla en caliente lo había pasado bien con él y no me propuse follarlo. Pero no fue así. No me fui a casa y la acción continuó.
Tan relajados nos quedamos que dormitábamos. No sabía la hora que era cuando me levanté al baño. Él parecía profundamente dormido. No quería despertarlo por una tontería. Como no conseguía orientarme en ese piso tan grande y después de abrir un par de puertas en falso volví hacia el salón donde la tele estaba puesta con una porno a un nivel de sonido muy bajito.
Sabía que nosotros no habíamos sido, no habíamos puesto la tele. Tanto el tanga como mi slip que habíamos dejado en el suelo sobre las ropas estaban ahora en el respaldo del sofá. Pero allí no había nadie. Por fin me orienté hacia un baño y al abrir la puerta me encontré a un chico de mi edad, mas o menos dieciocho o diecinueve, rubio y delgado. Era una versión joven del que en ese momento creía que era su padre y que acababa de follarme.
Me llevé un susto de muerte pero su bonita sonrisa me quitó el sobresalto inicial. Con unos ojos azules preciosos, desnudo del todo y con una polla bonita y morcillona, depilada y con fimosis. No podía dejar de mirarlo.
Nos quedamos paralizados y excitados un momento mirándonos el uno al otro en bolas. Debió notar mi sonrisa lasciva y mi cara de vicio como un espejo de su expresión. Me acerqué al wáter para descargar sin que él me perdiera de vista.
Me senté en el bidet y le pedí:
-¿me ayudas a enjabonarme?.
-será todo un placer.
Se inclinó sobre mí con gel en la mano y empezó por la polla, los huevos, siguiendo por el culo, donde me metió dos dedos puede que para comprobar la faena que había hecho antes su padre. Empezó a follarme con sus dedos con suavidad.
-parece que mis dedos no es lo primero que ha pasado esta noche por ahí.
-imagino que no lo dudabas.
Inclinado sobre mí, mi rostro muy cerca del suyo lo besé. Abrió los labios dejando entrar mi lengua que se enredaba con la suya intercambiando saliva. Mis manos se fueron derechas a su cadera, una a su culo hurgando en su prieto y limpio ano y la otra a su pene ya durísimo a esas alturas. Me incliné un poco más y conseguí meteme el glande en la boca. Como acababa de hacer lo mismo que él me estaba haciendo a mí sabía a limpio y fresco, el mismo olor del gel con el que me había lavado el rabo.
-mi padre se ha superado hoy contigo. Eres un bombón.
Parece que a los dos les gustaba alagar mi ego.
-tú no estas nada mal por cierto. ¿Es él quien te trae los chicos?
Pregunté con algo de sorna.
-no hace falta que me los traiga. Me las apaño bien para ligar.
Y prometo que podía creerlo sin problemas. Él también era toda una ricura.
- Pero si se da la ocasión nos gusta compartirlos.
-no hace falta que me lo jures.
Y en su mano crecía y se endurecía mi polla a pasos agigantados. Abrí el grifo para aclarar la zona y fue él quien cogió la toalla y me secó con ternura volviendo a besarme.
Volvimos juntos al salón donde la porno en la tele daba una iluminación suave y temblorosa. No había soltado mi polla en todo el camino. El chico tenía ganas de rabo. Se arrodilló en el sofá de cara a la pared tirando de mí. La misma postura en la que yo había estado un rato antes. Un par de horas antes era yo el que había estado en esa posición.
-¡venga! ¡Vamos! ¡Follame!
Empecé besando su cuello y nuca, la suave piel de sus hombros y bajando lamiendo su firme espalda. Me incliné sobre su duro y firme culo para lamerlo y comerlo. Clavé la lengua en su ano abriéndolo y dilatándolo con ternura acariciando a su vez los testículos para mantenerlo caliente. No hacía falta nada, estaba ardiendo.
Usando uno de mis propios condones pues los de su padre habían quedado en el dormitorio arrimé el glande. Lo busqué en el bolsillo de mis bermudas. Separando sus nalgas con las manos lo penetré despacio pero firme, tal como me gusta a mí. Empecé a bombear sin prisa, notando mi polla bien apretada en el estrecho agujero.
Debíamos estar haciendo mas jaleo del que pensábamos con nuestros jadeos y gemidos pues cuando volví la cabeza vi como su padre nos miraba con cara de morbo, desnudo y con una erección que apuntaba casi al techo.
-me parece muy mal que no me hayáis invitado a la diversión.
Nos dijo sonriendo.
-pues únete.
Se acercó a mí para morrearme, para meter su lengua hasta mi garganta y sustituir mi mano por la suya sobre el pene de su hijo. La otra mano se deslizaba por mi espalda cada vez mas abajo hasta meter dos dedos en mi ano ayudándome a penetrar con mas profundidad al chico de mi edad.
Padre e hijo también se besaban con lascivia intercambiando saliva y dándome mas morbo a mí. Supongo que eso del incesto era lo que me daba mas vicio todavía.
Pensaba que el mayor volvería a follarme a mí pero en cambio se fue colocando poco a poco delante del muchacho que mordisqueando con suavidad los hombros y el cuello de su progenitor empezó a ensartarlo sin desengancharse de mi polla. Así que eso era el famoso trenecito, costó unos momentos sincronizarnos pero al rato ya estábamos moviéndonos sin dejar de recorrer el cuerpo de los demás con la manos. Teníamos que hacerlo con cuidado o alguna de las pollas se salía del correspondiente ano. Pero lo estábamos consiguiendo gimiendo al unísono.
Era la primera vez que experimentaba algo así, follar con dos chicos incestuosos. Ellos follaban sin condón y el hijo fue el que primero se corrió, con un ronco gemido, liberando su lefa en el culo de su progenitor. Al hacerlo apretaba el ano exprimiendo mi rabo. Yo le seguí al poco en mi condón dentro dentro de su ano.
El padre se había sentado en el sofá y su pene seguía duro. El chico se arrodilló a sus pies, cogió uno de ellos y lo apoyó en su pubis. Empezó a lamer la polla de abajo arriba empezando por los huevos con glotonería. Tiró de mi mano para que me arrodillara junto a él y lo ayudara en su labor. Se la chupamos juntos, a veces en los huevos, el tronco o el glande, cruzando nuestras lenguas sobre su piel. Mojándolo con nuestras salivas que escurrían por el pene. Dejé de lado mis precauciones si follaban juntos se cuidarían. Compartiendo el semen de su padre en un lascivo beso al que se unió, un beso blanco a tres lenguas.
La sesión había sido intensa. Aprovechando que estábamos despejados nos acercamos desnudos a la cocina a reponer fuerzas. Tuvieron que indicarme donde estaba. Seguía perdiéndome en ese piso. Y de vez en cuando nos besábamos o acariciábamos. No volví a casa hasta media tarde después de volver a follar con los dos. He regresado muchas veces a ese piso caro y hemos salido juntos por ahí a divertirnos, con el padre, el chico o los dos.