Prueba y aprueba (II)
Una pequeña lección práctica de placer.
Mi primera relación con Esther, mi alumna, había dado un giro a mi vida. Quizá había culminado un camino que seguía un filo de cuchilla cada vez más afilado. Una cuchilla sobre un barranco en el que caí. La adrenalina de la caída era lo que me daba vida de nuevo.
Era fácil que me pusiera en erección recordando la imagen de esa cría completamente desnuda, bañada en sollozos, tragando mi semen. Recuerdo su rimen corrido por las lagrimas y sus labios rojo oscuro llenos de esperma y mocos.
Una cría con la que no pude ni soñar a los dieciocho, ahora estaba dispuesta a todo conmigo. Lo curioso es que la muy idiota estaba dispuesta a repetir dos veces más.
A la semana siguiente Esther se presento en mi despacho según lo convenido.
Don Carlos, ¿Puedo pasar?
No os lo podéis imaginar. Estaba preciosa. La tonta se había maquillado para la ocasión. Incluso su ropa era mucho más cuidado de lo normal.
Pasa Esther, te estaba esperando. Nos vamos ya.
Le dije en tono amistoso.
Don Carlos, yo creo... verá...
Balbuceó confundida.
Me quieres decir que a estas alturas ¿prefieres arrastrar una asignatura Dios sabe cuanto tiempo?
Respondí serio y distante.
Aprobar una asignatura en contra de tu profesor es una tarea realmente difícil, quizás quieras cambiar de Universidad...
No desde luego.
Respondió agachando la cabeza y con los ojos húmedos.
Había comenzado el segundo acto. Esta vez su resistencia fue aun más leve. Una ligera amenaza y ya íbamos de camino al Motel. En el coche incluso me dio conversación.
Don Carlos, tengo novio, ¿sabe?... si él se enterara de esto...
Me decía en tono preocupado, dándole vueltas a insignificancias, supongo que para evitar pensar en la realidad o puede que por inmadurez. ¿Quién sabe?
Esther, creo que ni a ti ni a mí nos interesa que nadie sepa nada de esto. Es nuestro secreto. Los dos ganaremos con ello. ¿Qué estudia tu novio?
Está en la mili.
Contestó algo sorprendida por mi curiosidad.
Mira si en los tiempos que corren tu novio va a la mili, se merece que le hagan lo que estás haciendo. No les des vueltas. Aunque una cosa es que le engañes por tus estudios y otra que se lo cuentes...
Yo le quiero Don Carlos...
Críos...
Llegamos al Motel y conseguimos una habitación sin mas preguntas. Al entrar esta vez permaneció de pie.
Empecé a desnudarme.
¿A que esperas?
Le grité.
Perdone Don Carlos.
Comenzó apresurada pero ordenadamente a desnudarse. Primero pendientes y reloj. Luego se quitó una camiseta para mostrar su pecho cubierto por su sujetador. Primera sorpresa el sujetador era a todas luces más caro que el e nuestra primera cita. Nuestra joven estaba de gala.
Continuó bajando la cremallera y quitándose la falda. Con el calor de nuestra ciudad en verano no llevaba medias, así, que dejó al descubierto sus braguitas. En ropa interior y con sus zapatos de tacón, que coquetamente no se había quitado, parecía una modelo, o actriz, o puta.
¡Continua!
Le apremié. Para entonces yo estaba sólo con mis calzoncillos blancos y mis calcetines oscuros. Comencé a masturbarme a través del bolsillo para orinar de los slips. Me senté en la cama y la observé atentamente.
Continuó con su sujetador, se lo quitó sin demasiada prisa. Esta vez parecía no tener tanta vergüenza como la primera. Probablemente segura de su destino.
Sus bragas se deslizaron por sus muslos morenos ayudados por un insinuante movimiento de sus rodillas.
Cuando se alzó tras quitárselas y sacudió la cabeza para retirar los rizos de su cara creo que el tiempo se paró. Era realmente perfecta. Los Rolling Stones estaban tocando un concierto dentro de mi cabeza. No podía dar créditos a mis ojos. Era mía. Era perfecta y era mía.
La historia esta llena de creadores y de destructores. Los creadores construyen, diseñan, pintan o inventan. Son los listos mejoran la historia. El Yang somos los destructores. Realmente somos el motor de la historia. Somos los tontos que poseemos y destruimos lo que los listos crean. Yo iba a poseer ese cuerpo.
Me desnudé y tumbado en la cama y le dije:
¡Acércate!
Entregada se dirigió hacia mí.
Bésame Esther! Hazlo como se lo haces a ese novio tuyo
Esther comenzó tímida, con sus labios cerrados. Sin embargo, mi lengua abrió su boca. Otra sorpresa, ¡su lengua jugaba con la mía!. Esta chica aprendía con facilidad.
Esther, hoy te voy a enseñar algo que te va a ser muy útil.
Le dije en tono docente.
Voy a enseñarte a dar placer a un hombre de verdad. Pero para ello deberás ser muy obediente.
De acuerdo Don Carlos.
Respondió. Le sonreí.
Quiero que me beses con tu boca, con tu lengua. Como lo estas haciendo ahora. Pero donde yo te diga. Sé muy obediente. No me digas que no a nada o habrás estropeado tu futuro para siempre.
Parecía sorprendida. Pero asintió.
Bajé su cabeza hasta dirigirla a mi cuello. Creo que los adolescentes por aprender son capaces de cualquier cosa. Apenas tuve que orientarla para que cruzara mi pecho y mi barriga fláccidos por la grasa y la edad. Dejando su rastro de saliva llegó hasta mi polla. Comenzó de nuevo a lamer dispuesta a repetir su anterior cita. Sin embargo, esta vez no la deje lamer mucho tiempo. Esa lección ya la conocía. Creo que le corresponde a un profesor llevarla por nuevos caminos. La aparte de mi polla con mis manos y levante las piernas.
Sigue lamiendo hacia abajo mi niña.
Sus ojos se abrieron como platos. No creo que un hombre de mi edad ofrezca así la mejor perspectiva, pero ella era mía.
¡Sigue! ¡No pares idiota!
Bajó su boca hacía mis testículos. Su expresión era de asco. Pero continuó. Aunque su lengua al principio apenas sobresalía de sus labios cerrados; Esther pronto empezó amoldarse a la nueva situación.
¡Sigue! ¡Baja!
Le gritaba, esta vez gimiendo.
Levanté algo las nalgas y Esther continuó hasta llegar mi culo.
Yo gritaba de placer y ella no paró.
Comenzó a lamer mi ano.
Cada vez con más saliva.
Cada vez con la lengua más adentro.
Cada vez más rápido.
Estaba a punto de estallar. Que placer tan increíble.
Juraría que ya salían los espermatozoides de mis testículos cuando en mi mente todavía cruzo otra idea.
¡Sube! ¡rápido! ¡bésame!
Le grité apresuradamente.
Esther obedeció. Y subió colocándose sobre mí.
Cuando comencé a manipular mi polla, pudo imaginar mis intenciones.
¡Profesor sin condón no por favor!.
Suplicó. Intentó zafarse
¡Calla! ¡Cómo te quites te doy una ostia!
Y acerté. Mi polla entró sin problemas en su estrecho coño. De nuevo una sorpresa, la niñata estaba lubricada. Esta claro que tenia alma de puta. La excitación de la situación y sentir el calor y humedad de su flujo vaginal me hizo correrme como un loco. Agarré con su cintura para que no pudiera evitar mi leche y tres envites de mi pelvis bastaron para llenar su joven vagina de mi semen.
Creo que fue una clase magistral. Al despedirla le recordé.
- Sólo te queda una visita para aprobar la asignatura...