Prueba difícil de superar

Carmencita y Gabriela eran por aquellos años dos bomboncitos irresistibles. Recuerdo más ardiente a Carmencita pero Gabriela tenía el mejor cuerpo.

Prueba difícil de superar

por Clarke.

Carmencita y Gabriela eran por aquellos años dos bomboncitos irresistibles. Recuerdo más ardiente a Carmencita pero Gabriela tenía el mejor cuerpo.

H ace unos cuantos días recibí un correo de un lector complacido por algunos de mis relatos, en especial los publicados en la categoría tríos, y ahí me confesó cierta historia de su juventud que como verán enseguida hubiera resultado inolvidable para muchos de nosotros. El amigo, que se me ocurre llamar Raúl, ya que usó un nick bastante rebuscado, conocerá esta versión -he querido darle la sorpresa- con unos pocos agregados imaginados por mí. Así comienza: "Las dos estaban enojadas, además de sentirse heridas. Afirmaban que yo debía ser anormal, una especie de maniático sexual, que no habría mujer en el mundo capaz de tolerar mis andanzas. La furia y sus reclamos estallaron cuando mis primas descubrieron que mis visitas a sus camas no habían sido exclusividad de ninguna y para peor habían sucedido casi simultáneamente, durante los últimos tres meses. Carmencita y Gabriela -tales son sus nombres, según cuenta Raúl- eran por aquellos años dos bomboncitos irresistibles. Recuerdo más ardiente a Carmencita pero Gabriela tenía el mejor cuerpo. Con Carmencita nos prodigábamos todo tipo de juegos sexuales pero no me había permitido penetrarla, por ninguna vía. Gabriela no conocía tantas variantes, pero tenía unas tetas firmes, compactas, con pezones rosados, una colita movediza y siempre me resultaba más excitante que su prima. De todas formas Carmencita también me ponía a mil cada vez que se lo proponía. Las dos tenían un largo cabello rubio y ojos azules, comunes en nuestra familia de antepasados inmigrantes: alemanes y del norte de Italia, por las dos ramas. Eran competitivas y celosas, aunque unían fuerzas cuando se trataba de enfrentar ciertas situaciones. Las dos tenían temperamentos muy enérgicos. La única defensa que se me ocurrió fue explicarles que me sentía atraído por las dos y nunca les había prometido nada. Siempre pensé que sólo buscaban una buena culeada sin compromisos. Ellas insistieron con que yo no tenía autocontrol y me desafiaron a probármelo. Estuve de acuerdo y no tardaron en develarme el plan que tenían para zanjar la cuestión. El reto consistió en que pasara toda una noche durmiendo con las dos, pero sin tener sexo con ninguna. Les dije -sin terminar de convencerme de que hablaban en serio- que podría cumplir con ese desafío. Luego confirmé que lo que en realidad querían era establecer a cuál de las dos prefería. Me di cuenta con sólo pensarlo un poco y les seguí el tren, a ver como acababa todo aquello. Nos acostamos los tres juntos, parecía un sueño estar entre las dos bellas blondas. Me quedé vestido sólo con mis calzoncillos, Gabriela tenía un camisón de seda negro y Carmencita uno cortito y semitransparente. Apoyaron los traseros sobre mi costado. El juego comenzaba. Deslicé las manos por debajo de las colas y entre sus piernas: las vaginas de ambas ya estaban húmedas. Carmencita era la que siempre se excitaba más rápido. Después de hurgar un rato con los dedos en su hendidura, acerqué esos jugos a la nariz de Gabriela. Cuando ella dio vuelta la cabeza los lamí imitando la manera en que ella me había chupado la pija una semana atrás. Gabriela contuvo el aliento y se quitó en un rápido movimiento el camisón. Tenía los pezones temblorosos y enrojecidos. Los acercó hacia mí y comencé a lamerlos. Al ver a su competidora avanzando, Carmencita no tuvo mejor idea que llamar mi atención apretándome inesperadamente los testículos. Froté mi culo contra su vagina húmeda mientras continuaba succionando con fuerza el pecho palpitante de mi prima. Las dos chicas temblaban. Gabriela estaba tan húmeda como Carmencita. Ella jugó con mi estaca hasta que quedó metida entre sus piernas, por debajo del camisoncito. --¡Estás lleno de leche! --murmuró en mi oído--. ¡No tenés autocontrol! Para demostarle que se equivocaba la besé. Tenia la concha dilatada y se frotaba mi verga por todo el largo del muslo. Su lengua estaba a medio camino a mi garganta y sus pequeños pechos se apretaban contra mis costillas. Parecía haberse olvidado del asunto de la apuesta y hasta de la competencia con su prima. Con los ojos cerrados mientras arremetía, supuse que estaba a punto de alcanzar un orgasmo. Comencé a penetrarla, pero Gabriela me detuvo. Agitó su pierna sobre mi cuerpo y atrapó mi verga a la entrada de la vagina. De inmediato Carmencita protestó porque le había quitado el premio. Separó los labios de su concha con los dedos y la acercó a mi rostro. Penetré a Gabriela mientras lamía profundamente a Carmencita. Gabriela acabó primero, inundándome con una abundante emisión, sentí que su sexo palpitaba apresándome, como intentando impedir que la abandonara. Casi de inmediato, Carmencita comenzó a cabalgarme furiosamente. Lamiendo y succionando, llegué después con fuerza profundamente en su interior. Cuando todo hubo terminado, las primitas me miraron muy sonrientes: --Mirá --dijeron--. ¡Nosotras lo sabíamos! ¡Sos un animal en la cama! Y yo estuve muy contento de no haber cumplido con la prueba." El amigo Raúl no me ha contado que ha sido de sus primas. Pero creo que ha tenido una juventud muy afortunada. Y con estas líneas intento alentarlo a volcar en algunos relatos sus experiencias amorosas, que si han comenzado con tanto viento a favor, descuento serán muy jugosas. ¡Ánimo, amigo, te esperamos pronto por aquí!