Proyecto y ejecución de una desvirgación anal.
Relato, en primera persona, paso a paso, de como fué planeada y llevada a la práctica la primera enculada de mi joven sumisa.
Ayer te dije, Paula, que hoy sería un día especial para nosotros y sobre todo para tí. Que algo importante ocurriría y se convertiría, así lo espero, en un bonito e imborrable recuerdo para el resto de tu vida. No te di más detalles y te pedí llamarme hoy a las cinco en punto de la tarde.
Sorprendentemente, no solo no me haces preguntas estúpidas sinó que, además, cumples mi demanda con precisión y llamas exactamente a la hora indicada, demostrando de esa forma que, poco a poco y a pesar de tus tiernos 20 añitos, con grán esfuerzo y dedicación por mi parte, estoy consiguiendo hacer de ti una mujer disciplinada y respetuosa, por lo que decido aplicarme al máximo en preparar para hoy algo realmente digno de ti.
Te doy cita para dos horas después en un hotel barato del barrio viejo de la ciudad. Uno de esos miserables hoteles cuyas habitaciones hace años que retuvieron de manera definitiva ese olor rancio tan particular mezcla de cuerpos sudados, vómitos y humo frío de cigarrillo. Ruinoso, de mobiliario vetusto, con amarillentas sábanas y manchadas colchas en sus camas. Un patético hotel únicamente frecuentado por marginados y prostituas baratas acompañadas de sus repugnantes clientes, la grán mayoría de ellos sucios y viejos borrachos decrépitos y apestosos.
Llegas con trés minutos de retraso (sabiéndo la importancia que para mí tiene la puntualidad!) y llamas a la puerta con un suave golpecito de tus nudillos en la vieja madera. Con un irritado... "Llegas tarde... otra vez", te hago pasar y apenas te dedico una fugaz mirada, solo para asegurarme que viniste vestida y maquillada como te ordené que lo hicieras. Compruebo satisfecho que tu aspecto es exáctamente el que deseaba, el de una vulgar furcia barriobajera.
Me excita verte así. Sin más pérdida de tiempo, ni mucho menos romanticismos inútiles, te ordeno desnudarte y tumbarte bocabajo sobre el colchón.
Empiezo por atar tus manos firmemente a la cabecera de la cama, una a cada extremo. Tus brazos quedan muy abiertos y tu cara hundida entre las sucias almohadas... "No te muevas, ni te atrevas a mover un cabello mientras yo no te lo ordene ¿entendiste perra? Aunque te cueste respirar o encuentres la postura incómoda, no te quejes, o me harás enfadar. Odio oir lamentos de ramera."
Tienes las piernas plegadas bajo el cuerpo, por lo que el culo te queda en alto ofreciéndome en magnífico primer plano tu agujerito rosado del que hoy me voy a ocupar especialmente. Ese orificio que hoy, por primera vez, vas a sentir penetrado, follado inexorablemente por mi desvirgadora verga que abatirá así ese último reducto de inocencia, pureza y virginidad que queda en tu cuerpo.
Admito para mis adentros que disfruto viéndote así, sometida, atada, entregada a mi deseo e indefensa ante mis caprichos. Si, me excita, acaricio mi pene semierecto mirando el suave movimiento de tu espalda al respirar (el único movimiento que tolero) y viendo tu rico coñito, completamente depilado, como me gusta, al que también dedicaré un poquito de mi tiempo. Y lo haré porque sé que eso te provoca gemidos de placer, esos gemidos de hembra en celo que tanto me excita oir.
Sigo tocándome mientras con la otra mano acaricio tus nalgas, tu espalda, bajándo por la suave pendiente hasta tu nuca. Paso la mano bajo tu cuerpo y busco tus tetas, tus pezones. Compruebo que ya están erectos y duros... "Que puta que eres! Ya estás muy excitada, verdad?" Atrapo uno de tus pezones entre mis dedos y lo aprieto, lo retuerzo entre las yemas de mis dedos, suavecito al principio pero cada vez más y más fuerte hasta hacerte lanzar un gritito de dolor. Aplico el mismo tratamiento al otro pezón. Lo pellizco entre mis dedos sintiendo el deseo ardiente de chuparlos, apretarlos entre mis labios y mis dientes, morderlos. Pero eso es algo que no entra en el programa de hoy.
Libero tus maltrechos pezones, vuelvo a pasar mi mano por tu espalda y me coloco de nuevo detrás de tí. Arrodillado sobre la cama, separando tus nalgas con las manos, abriéndote el culo. Con mi polla ya bien erecta e hinchada de deseo de follarte apuntando tu agujero virgen, como si fuera a taladrarlo de golpe, como si fuera a metértela entera sin más preámbulo, lo cual te destrozaría de dolor. Pero hoy no mereces un castigo demasiado severo y, además, antes quiero jugar un poco y satisfacer mis deseos. Y también darte placer, mi viciosa perra lúbrica.
Te deslizo un dedo por la rajita del culo, de arriba abajo, despacio, apenas rozándote con la yema del dedo. Me paro en tu cerrado agujerito y lo acaricio, con un masaje circular, describiendo su contorno y sintiéndolo reaccionar a mi caricia con una dilatación apenas perceptible pero delatadora del deseo naciente. Sigo bajando, ahora te acaricio el coño, haciendo un movimiento de ida y vuelta con el dedo por entre tus labios mojados. Mi caricia te provoca un gemido, levantas más el trasero y empujas tu vicioso y empapado coño contra mi dedo, queriendo acentuar la presión que éste ejerce sobre él.
Y eso no me gusta nada.
¿Como te atreves?! ¿Como pretendes buscar placer por tu cuenta, buscar intensidad en una caricia que aún no considero que merezcas?
Me incorporo y agarro tu pelo fuerte, de un puñado, levantando y echando bruscamente tu cabeza atrás. Mientras gimoteas del dolor pego mi boca a tu oido y te pregunto... "Ay Paula, Paula! ¿Por qué siempre has de ser una maldita puta desobediente y acabar haciéndome enfadar? Te ordené no moverte ¿recuerdas?"
He de corregirte.
Me incorporo y sin dejar de tirar de tu mata de pelo hacia atrás empiezo a azotarte el culo con mi mano libre. Fuerte, con dureza. Los azotes llueven sobre tu piel haciéndola ponerse muy roja. Te azoto sin preocuparme de tus lamentos, sin soltar tu cabello, aplicándote el merecido castigo. Los chasquidos de los golpes y tus gritos se tienen que estar oyendo en todo el hotel, pero no me importa, en realidad yo casi ni los oigo, y sigo azotándote, duramente. Paso de una nalga a la otra, golpeando 5 o 6 veces seguidas cada una, hasta ponerla completamente colorada. El esfuerzo me pone sudoroso, tu cuerpo se agita y gimes a cada una de mis fuertes palmadas que sacuden tu trasero de puerca desobediente, me suplicas... "Basta, ahhhhhh, me duele! Noooo, por favor mi Señor, perdón! Ahhhhhh, basta, mmmmm..."
Cuando ceso mis azotes, suelto tu pelo y tu cabeza cae como una piedra pesada entre las almohadas, tu respiración está muy agitada y lloriqueas.
Pasan unos minutos. Mi respiración se estabiliza. Sigues sollozando. Pobre putita mía!
También a mí me dolieron esos azotes! Lo sabes ¿verdad? Yo quiero ser dulce y cariñoso contigo pero tú me obligas a castigarte! Y no vayas a pensar que porque mi verga está ahora mismo totálmente erecta el hecho de azotarte me provocó placer ni excitó mi instinto de macho dominante.
Además, Paula, sabes, porque te lo he demostrado muchas veces, que eres mi putita querida, que siento una debilidad especial por ti y te adoro. Y el verte así, con las manos atadas, derrotada y llorosa, con la cabeza hundida en las apestosas almohadas, me provoca una descarga de ternura y compasión, por lo que decido darte un poquito de placer.
Y es que soy un blando! Un incorregible romántico!
Hundo mi cara entre tus nalgas separadas por mis manos y paso la lengua por toda tu raja, lamiéndote intensamente. Llego a tu delicioso agujerito rosado y lo lamo, lo acaricio con la punta de la lengua, humedeciéndolo. De nuevo noto que dilata un poquito. Continuo lamiendo un buen rato tu dulce intimidad, delicioso sabor a hembra entregada, y percibo que tu coño está completamente empapado.Lo penetro con uno de mis dedos, entero, hasta el fondo, y lo empiezo a mover pajeándote despacio, mientras escupo un salivazo sobre tu otro orificio. El calor de mi saliva le hace dilatar un poco más y una parte de ella se introduce en tu cuerpo. ¿Sientes mi saliva entrarte por el culo y resbalar en tu interior dirijiéndose hacia tus repugnantes tripas? Vuelvo a escupirte en el culito dos o tres veces más, queda muy mojado y te empiezo a penetrar con un dedo. Tu culito virgen va dilatando cada vez más, receptivo, ansioso de ser follado! No podía ser de otra manera, estaba seguro que a la mujerzuela viciosa que eres le iba a encantar sentirse enculada... "Abreme bien el culo, puerca ramera, siente mi dedo follarlo, meterse bien adentro, te gusta ¿verdad? Que puta que eres mi cielo!"
Ahora dos de mis dedos te pajean el coño mientras otro te penetra el culo, tus gemidos y grititos me excitan tanto que el deseo de de clavarte la polla hasta el fondo de una sola embestida se hace dificil de resisitir. Pero es aún demasiado pronto y no me gusta hacer las cosas a medias. De momento me conformo con añadir un segundo dedo a la penetración anal y aumentar la fuerza y el ritmo de la misma.
Mis dedos te entran y salen ya enteros, de manera que paso a la etapa siguiente. Saco del cajón un pequeño consolador. Sin sacarte los dedos del culo, sin dejar de moverlos adentro y afuera y con movimientos circulares para mantener ese estado de dilatación, froto el consolador contra tu empapado coño. Quiero que esté bien lubricado para poder metértelo por el culo sin que te resulte demasiado doloroso.
¿Vés lo mucho que me preocupo por tí a pesar de tu indisciplina y falta de respeto?
Apoyo la punta del consolador sobre los babosos labios de tu pelado coño y te pregunto... "¿Deseas que te lo meta? ¿Quieres que te folle con este rabo de plástico?"
Tú, por supuesto, como la buena perra lúbrica que eres, me suplicas que lo haga, que te lo meta profundo y fuerte. Lo hago, te lo introduzco poco a poco hasta tenerlo casi entero dentro y seguidamente empiezo un moviemiento de ida y vuelta más y más rápido. Así continuo un rato. Hasta que considero que el consolador está lo suficientemente lubricado, sin preocuparme de cuando o cuantas veces te corriste. Entonces el consolador viene a remplazar mis dedos en tu pequeño agujero, ya un poquito menos virgen.
Entra con menos dificultad de la que temía y, a pesar de que dejas escapar algunos quejidos que delatan dolor, lo sigo introduciendo, empujando poco a poco. Con paciencia, sigo pajeándote el coño con tres dedos y enculándote con el vibrador. Al cabo de unos minutos, está entrando casi por completo y tus gemidos revelan intenso placer ante tal penetración.
Llega entonces el momento tan deseado por ambos. Por fin estás lista para acojer mi polla y olvidar definitivamente esa "virginidad". Es un momento muy importante y te lo anuncio... "Ahora si, voy a follarte el culo ¿me oyes? Te voy a dar por el culo como a una perra, preparate a acojer mi rabo, a sentirte enculada, mi zorra!"
Separando tus nalgas y agarrándome la polla con la mano, situo mi hinchado glande sobre tu dilatado ano y comienzo a empujar, haciéndolo entrar. Durante unos segundos quedas como paralizada, sin moverte, y dejando apenas oir un suave gemido, no sé si de placer o de dolor, pero no me importa, sigo empujando y haciéndo penetrar mi extraordinariamente gorda y excitada polla, despacio, milímetro a milímetro, y sintiendo una enorme descarga de placer ante el roce tan intenso y cálido que tu delicioso culito me aporta al follarlo.
Cuando de un solo golpe introduzco 4 o 5 centímetros más de mi duro tronco venoso, das un brusco respingo, chillas, te duele, sufres y me gritas... "Para cabrón! aaah, noooo, me estás partiendo el culo! mmmmm, hijo de puta! me dueleeeeee!! aaaaaaah, siiiii, joder que gusto! Cabrón, me vas a reventar el culo, aaaaaah, sii, cabrón de mierda, fóllalo, más, más fuerte, ooooooh, jódemelo, asiiiiiii..."
¿Así que soy un cabrón?! ¿Así que quieres que te parta el culo?!
Muy bien, pues agarrando con fuerza tus nalgas te doy fuertes embestidas de mi polla y, poco a poco, la penetración se va haciendo profunda, también más húmeda y fácil y el movimiento de nuestros cuerpos se va sincronizando.Mi placer es indescriptible y el tuyo... bueno, el tuyo no me importa mucho en este momento, aunque sospecho, por tus gritos y gemidos, por lo obsceno y vulgar de tu vocabulario, que también es muy intenso.
Mientras te sodomizo, cada vez mas rápido, tú no dejas de gemir, transmitiéndome con el intenso y estrecho contacto los temblores de placer que sacuden tu cuerpo al correrte.
También yo siento la venida del orgasmo, que poco a poco se va insinuando más intensamente, anunciando que ya no podré controlarme mucho tiempo.Trás un nuevo espasmo de tu cuerpo acompañado de fuertes gemidos, anunciadores de que de nuevo te corriste, saco mi polla de tu ensanchado culo, suelto uno de tus brazos y agarrándote de él te doy la vuelta de un solo movimiento brusco y te coloco boca arriba.
Quiero ver tu carita de furcia viciosa, ver tu boca entreabierta y tus ojos entornados y vidriosos, y descargar sobre ellos la incontrolable avalancha de esperma caliente que brota a fuertes borbotones de mi polla. Quiero que abras la boca, meter en ella mi polla recién salida de tu culo y terminar de eyacular dentro, metértela entera para derramar las últimas gotas directamente en tu garganta. Y sentir prolongarse el placer de mi orgasmo con la mamada de tus labios y las caricias de tu lengua.
Mi orgasmo que ha sido bestial.
Cuando regreso a la realidad y empiezo a recuperar el sentido veo que una enorme mancha de sangre ensucia la sábana en el centro de la cama. También veo sangre sobre mis muslos, mi vientre y mi pene, en tu cara mezclada con los chorretones de mi leche, y en tu boca.
Tu sangre.
Eres increible!
Tuviste que volver a estropear un bonito momento, íntimo, intenso y placentero, ensuciándonos con tu sangre! Tu repugnante sangre que aún te sigue saliendo por el culo.
Me das asco y así te lo digo.
Me levanto, recupero mis ropas esparcidas por el suelo y me empiezo a vestir. También encuentro entre ellas esa blusita blanca tan escotada que vestías al llegar y la utilizo para limpiar mi vientre y mi polla de tu sangre, dejándola hecha un asco, tras lo cual la arrugo de un puñado y la arrojo de nuevo al suelo.
Termino de vestirme y te dedico una rápida mirada.
Permaneces acurrucada en la sucia cama, en posición fetal, con los ojos cerrados, callada, con la boca entreabierta y la respiración acelerada. Meto la mano en uno de mis bolsillos y saco de él un par de viejos y arrugados billetes de escaso valor y algunas pequeñas monedas, que lanzo hacia ti y caen sobre tu cuerpo y a tu alrededor sobre la cama.
Doy media vuelta y, en silencio, salgo de la habitación y me marcho.
Los protagonistas de este relato somos: Paula (la hembra sodomizada, mpp1002@yahoo.com.ar ) y Antonio (narrador, antalicge@hotmail.com ) y estaremos encantados de recibir vuestros comentarios.
Gracias por haberme leido.