Proyecto: Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo I

I. La salida de la sexta

Sinopsis: Doce chicos son reclutados para la sexta y última misión del Proyecto Séptima, un proyecto secreto del cual ninguno tiene idea. Azul, una de las tripulantes, logra cambiar la ruta de su misión, por la ruta que atravesaron los tripulantes de la misión anterior, con el único propósito de encontrar a sus padres. Un error que le hará ganar el reproche y enojo de sus compañeros, pero más allá de eso, los secretos que están a punto de descubrir, les hará poner en duda la verdadera finalidad del dichoso proyecto.


Les esperaba un viaje de tiempo indefinido. Luego de que su civilización se hubiera transformado; luego de haber conseguido la imposible verdad absoluta, de haber estado sedientos de conocimientos y haberlos encontrado, un grupo de 12 tripulantes era reclutado para realizar un viaje a través del universo conocido y llegar a mundos sin conocer; eran la sexta de las seis misiones del proyecto Séptima . La curiosidad había crecido en ellos como un árbol de gruesas raíces y luego de haber estado cuatro años esperando para poder salir, por fin había llegado el momento.

La nave, que se hacía llamar Sawyer, tenía un enorme ventanal circular que dejaba ver las inmensidades de su universo cercano. Millones de estrellas con nombres impronunciables, cometas que se desvanecían en la oscuridad y otros miles de planetas inmersos en sus soledades.

Azul era su nombre, era de las primeras que habían reclutado para ser parte de la última misión del proyecto. Y ahí en el salón principal frente al ventanal, temblaba de miedo.

– Tus manos en los bolsillos – escuchó decir – ¿estás nerviosa?

– Detesto que me conozcas tanto – bufó poniendo los ojos en blanco y cruzando sus brazos.

– Soy tu hermano, te conozco aunque no quieras – rio cuando su hermana le golpeó el hombro.

– ¿Vas a extrañarlo? – preguntó señalando el planeta que se veía a lo lejos.

– Ya veremos – dijo el chico suspirando – extrañaré los amaneceres.

– Por supuesto – dijo dándole la razón.

Yael llevó sus manos a ambos bolsillos y su hermana esbozó una sonrisa. Él también estaba nervioso.

Los 12 tripulantes se fueron a sus asientos, preparados para salir de la estación espacial. Azul pudo ver a varios de sus compañeros de estudio; los gemelos, Hurán y Leinor con los que había compartido una clase de idioma draconiano. Hurán era extremadamente musculoso para su edad, mientras que Leinor era delgada y tenía de inteligente lo que su hermano de músculos. Lo rubio de sus cabellos y lo pálido de sus rostros hacía que sus compañeros los compararan con la estrella agonizante de su planeta que los iluminaba durante doce horas diarias.

Vio también a los cinco hermanos que habían quedado huérfanos pocos años atrás. Stefan, Suri, Thalia, Lyo y Warren; los dos primeros eran bastante nerviosos, se notaban incómodos y el sudor en sus rostros los hacía parecer enfermos. Lyo y Warren eran más temerarios. Azul recordaba que eran los primeros en todas las actividades deportivas espaciales, eran ágiles y muy egocéntricos, pero eso no le molestaba, pues tenían razón en serlo. Thalía era la más tranquila de todos los cinco, amante de los animales y mediadora en las peleas constantes de sus dos temerarios hermanos. Los cuidaba a todos y aconsejaba cuando era necesario, era una chica dulce y tanto a Azul como Yael les caía muy bien, especialmente a Yael que se sonrojaba cada vez que la chica le sonreía.

A los demás los había visto una que otra vez, caminando por los pasillos de los transportes interplanetarios; Kamm, Hanz y Dent, eran los tres inseparables y mejores amigos desde la infancia. Ninguno estaba atado a su hogar, eran libres y jóvenes, razón por la cual cada uno de ellos habían aceptado sin dudar cuando los reclutaron para el viaje más importante de sus vidas y el más largo jamás contemplado.

– Tendremos una linda lluvia de meteoros como despedida – dijo Yael desde su asiento.

Todos formaban un círculo y sobre ellos una enorme ventana traslúcida que les dejaba ver lo oscuro e infinito del pedazo de universo que los rodeaba. Y justo en ese momento las estelas de luz empezaron a correr por encima. Azul sonrió y cerró los ojos mientras la nave se deslizaba fuera de la estación espacial.

La verdad era que recorrerían la misma ruta que varios tripulantes habían cruzado diez años antes, pero solo la chica de ojos azules lo sabía. Azul recordaba a sus padres vestir aquel mismo uniforme y subir a una nave similar. Nunca entendió el por qué los habían abandonado, por qué se habían enlistado en la quinta misión del proyecto, tal vez eran las mismas ansias que ella había heredado de aventurarse, de vivir cosas totalmente nuevas; no podía reprocharles nada, lo entendía, pero el vacío en su pecho la había estado ahogando los últimos diez años.

Yael era lo contrario a ella, le gustaba lo seguro y la rutina. Lo miraba de reojo mientras la nave preparaba las cámaras de hibernación, él estaba ahí por ella, ya había descubierto que estaba muerto de miedo, su palidez y la inquietud en sus manos lo delataba.

– Todo va a estar bien, hermanito – le dijo mientras le palmeaba los hombros – va a ser increíble.

– ¿Cuánto tiempo estaremos dormidos? – le preguntó.

– No lo sé – le dijo con una enorme sonrisa – ¿no te emociona? – preguntó divertida.

– Sí, claro – dijo frotándose la mejilla.

Se cambiaron su uniforme gris por ropa más ligera y cada uno fue ingresando a sus cámaras.

– ¿No vienes? – le preguntó Yael a su hermana.

– Tengo que arreglar unas cosas primero.

Azul se dirigió a la habitación principal donde estaban las pertenencias de cada uno y sacó un bolso desde lo alto de una estantería. Dentro de él estaban montones de libros de tapa dura en diferentes idiomas, una chaqueta de color vinotinto y una foto de sus padres.

Todo había empezado con aquella foto. Cuando Azul decidió ir a la vieja casa de sus padres en busca de respuestas. Yael no quiso acompañarla, él insistía en que ya debía dejarlo ir, pero ella no podía.

Había encontrado la foto en una caja de madera muy vieja y se había sorprendido por lo jóvenes que se veían y, sobretodo, por el paisaje que tenían al fondo. No se parecía en nada a algo que existiera en su planeta. Las montañas del color más verde que haya visto, un cielo azul intenso y líneas de agua que se hacían llamar ríos, según los libros que había robado de su instituto y que, según ella, solo había tomado prestado por tiempo indefinido. Concluyó que la foto había sido tomada en otro planeta y, cuando descubrió que sus padres habían viajado a otro lugar muy lejos, se esforzó en lograr las mejores notas en la academia y, de esa forma, poder ser reclutada. Completó los permisos, los entrenamientos y las duras sesiones de supervivencia necesarias. Mintió, robó, amenazó y consiguió la última ruta de viaje espacial que se había hecho diez años antes. Calculó las distancias, los años, la diferencia de tiempo, se aseguró de conocer cada una de las estrellas, planetas y agujeros negros cercanos al sistema planetario que hasta ahora era desconocido para ellos.

Guardó la foto en la cinta elástica de su pantalón, cerró el bolso y regresó a la sala donde ya casi todos estaban hibernando. Solo quedaba Stefan, un chico moreno de aspecto enfermizo que respiraba con dificultad apoyado de la pared.

– ¿Estás bien? – le preguntó la chica.

– Tal vez me esté arrepintiendo de esto – dijo.

– Venga, estarás dormido todo el viaje, no notarás los años – dijo riendo.

– No es eso – se recompuso acercándose a Azul – ¿Y qué si no llegamos a ningún lugar? – Preguntó asustado – ¿Si no hay nada allá afuera? Estaremos vagando hasta morir.

– ¿De verdad crees que un universo infinito no tendrá nada más que draconianos y humanos? – Dijo con ironía – abre tu mente, llegaremos a algún sitio y será maravilloso, ahora duerme – abrió la cámara del chico y lo invitó a entrar – llegaremos a un lugar mejor que el que dejamos – insistió – y sin draconianos – agregó guiñándole el ojo.

El chico la miró con tristeza y asintió, ella sabía que todos los reclutados dejaban un pasado atrás al que no querían regresar. Se dio la vuelta hacia su cámara y acarició la foto por encima de su ropa antes de dirigirse a la consola de mando. Tecleó numerosos códigos, hasta que la pantalla se iluminó de color verde con el mensaje que había estado esperando: ingrese nueva ruta . Azul se mordió los labios y miró sobre su hombro, nerviosa; trazó las líneas con sus manos temblorosas, marcó los números y símbolos que indicaban las coordenadas de destino. La consola emitió un bip de aceptación y el mapa que se dibujaba en la pantalla principal cambió. Sus ojos azules brillaron con la nueva ruta. La distancia ni siquiera era cuantificable por la consola, pero nadie lo notaría, todos estarían dormidos.

El frío que se escabullía por sus pies descalzos la alertó. Caminó a paso rápido hacia su cámara de hibernación y se quedó dormida con una sonrisa en su rostro. Los iba a encontrar.


Mucho tiempo sin publicar, pero aquí vamos de nuevo. Si les interesa la historia, pueden seguirme en wattpad y twitter donde estaré actualizando más a menudo los capítulos.

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