Proyecto Hypnodiva

Un chico está cansado de su trabajo como asistente de una mal criada estrella pop, pero pronto descubrirá que el empleo tiene unos buenos beneficios

Las luces del escenario se encendieron dándole a este una iluminación azul, la música comenzó a sonar de a poco al tiempo que miles de fanáticos alzaban sus varitas brillantes y rugían de la emoción cuando una bella adolecente de largo cabello castaño y brillantes ojos verdes apareció para cantar la última canción del concierto de esa noche.

♫ No permitas que este amor

Se convierta en la tragedia de Julieta

Ayúdame a escaparme

De este sentimiento... ♫

Ahí estaba Mia Cantú, dando un espectáculo como sólo ella sabía hacerlo, moviendo ese sensual cuerpo que volvía locos a millones de hombres en la edad de la calentura y tal vez se me podría considerar el hombre más afortunado del mundo al tener un trabajo que me ponía tan cerca de la señorita Cantú: su asistente personal, quien en ese momento miraba el espectáculo desde su privilegiado lugar tras bambalinas.

Pero la realidad estaba muy lejos de ser un sueño hecho realidad, un par de días en ese empleo me habían bastado para darme cuenta que era una pesadilla trabajar para Mia.

Si bien a ojos de sus fans Mia se comportaba como una adolecente linda e inocente, la cruda realidad es que eso sólo era parte de una brillante estratagema de la disquera para hacer a Mia un producto más deseable para el público masculino. La verdad es que en privado, Mia no era nada más que una mocosa malcriada que se sentía la reina del mundo sólo por ser tener un físico de acuerdo a los cánones actuales de belleza junto con una voz privilegiada.

Me habían bastado quince días para ver convertido un trabajo de ensueño en un infierno del que ya estaba deseando escapar cuanto antes al ver la cantidad absurda de exigencias que pedía la “niña”, además de muchos problemas en los que se metía y que yo debía sacarla (y si algo salía mal, la culpable no era Mia, sino su seguro servidor). No me extrañó que la anterior asistente personal de Mia haya renunciado alegando que había encontrado una mejor oportunidad laboral, pero yo sabía la verdad: se había hartado de Mia como yo lo estaba ahora. Aunque ahora que recordaba a la anterior asistente…

El tipo de la disquera me estaba explicando todas mis obligaciones como el nuevo asistente de Mia. Tras terminar mi inducción me invitó a beber y luego de unas copas me dijo:

—Me caíste a toda madre chico, así que te voy a dar un regalito.

—¿Qué tiene en mente señor? —pregunté un poco tímido, no sabiendo qué esperar.

El hombre metió la mano en su saco, sacó una hoja de papel y comenzó a garabatear algo en ella.

—Mia podrá parecer un sueño hecho realidad, pero… bueno, no diré más y dejaré que sea sorpresa. Sólo te digo que leas esto cuando Mia sea un verdadero dolor en el trasero. Créeme: me lo agradecerás.

Y tras decir eso, dobló la hoja en la que había escrito y me la entregó, conmigo guardando el pedazo de papel en mi cartera.

No le tomé mucha importancia al asunto pues pensé que tal vez era una novatada por parte del jefe. Pero esa noche, como estaba de hastiado por los últimos berrinches de la diva, decidí darle una revisada a mi “regalo de nuevo ingreso”.

Saqué mi cartera y busqué aquella hoja de papel, la saqué, la desdoblé y leí lo que ahí estaba escrito: una sola línea de texto.

Leí esas pocas palabras y levanté una ceja incrédulo. ¿Qué clase de broma era esa? ¿Por qué el jefe quería que hiciera eso? Era una mamada, así de simple. Miré la televisión, Mia estaba por terminar la canción y ahora estaba moviendo de una manera muy sensual sus caderas mientras miles de fans calenturientos aullaban de la emoción.

Tras terminado el concierto y atender a algunos de sus fans en el back stage , Mia y yo finalmente pudimos ponernos en marcha al hotel. Durante el camino creo recordar vagamente que la diva se quejaba de lo insoportables que eran sus fanáticos, y luego comenzó a hacerme un montón de ridículas exigencias para el día siguiente que yo fingía anotar en mi Tablet, sabía que eso me iba a dar problemas más adelante, pero luego de darle vueltas al mensaje que me había dejado el jefe, me tenía intrigado su significado, en especial las posibilidades de “esa frase del final”.

Llegamos al hotel, uno de los más caros y lujosos de la ciudad. Evadiendo a algunos otros fanáticos que nos habían seguido, Mia y yo logramos llegar hasta la habitación de la diva en el pent-house.

—¡Al fin!  —exclamó Mia sentada en la cama y quitándose los zapatos con los pies y arrojándolos por la habitación—. Pensé que nunca terminaríamos con esos frikis.

Yo seguía perdido en mis pensamientos, recordando lo que la nota decía:

Espera a que tú y Mia estén solos, entonces di “activar doll.exe” y chasquea tus dedos.

«Doll.exe», pensé. Eso sonaba como un programa de computadora, pero me llamaba la atención la parte de “doll”, ¿esa mamada convertiría a Mia en una especie de muñeca para usarla para “lo obvio”? ¿O tal vez era algún chiste que molestaría lo suficiente a Mia como para hacer que me corrieran? Sea como fuere, estaba bastante hastiado como para intentarlo.

—Oye baboso —me di cuenta de que me llamaba Mia cuando salí de mis pensamientos—. ¿Estás bien? Te veo más idiota que de costumbre.

Sin contestarle, levanté mis manos y antes de chasquear mis dedos, dije:

—Activar doll.exe

Nada pasó. Mia solo se quedó ahí, mirándome, extrañada por lo que acababa de hacer. Suspiré, consciente de que me había visto como un idiota ante la bien que mal mi jefa.

«Idiota», pensé, viendo confirmadas mis sospechas de que de seguro eso era una novatada del jefe.

—Perdón, no me hagas caso, estoy borracho —traté de disculparme diciendo lo primero que me vino a la menta, pero Mia no dijo me respondió. Y fue cuando lo noté:

No es que Mia me mirará extrañada, era que su mirada estaba perdida, a su vez que su boca estaba un poco abierta. Se podría decir con toda claridad que “las ventanas estaban abiertas, pero no había nadie en casa”.

Me preocupe, ¿qué le había pasado a Mia? Si algo le había pasado a la principal estrella de la disquera, sería mi culpa y ahora sí sería despedido.

—¿Mia? ¡¿Mia?! —le llamé tratando de hacerla reaccionar, pero cuando puse mi mano en su hombro para sacudirla, la chica se puso de pie como impulsada por un resorte, lo que me hizo caer de espaldas del susto, y con movimientos mecánicos que la hacían parecer un robot, fue hasta uno de sus bolsos, buscó algo dentro y cuando lo encontró, regresó a mí, se arrodillo de forma bastante sumisa y me ofreció un sobre de papel.

—¿Gra-gracias? —dije tomando el sobre, pero Mia no contestó. Sólo se quedó ahí manteniendo esa posición sumisa.

Abrí el sobre y dentro encontré otra nota escrita con la letra del jefe. En ella decía:

Si estás leyendo esto, ¡felicidades! Veo que sí decidiste usar mi regalo. Te explicaré rápidamente qué está pasando: No te aburriré con los detalles para no hacer el cuento largo, pero Mia fue sometida a un lavado de cerebro en el que la condicionaron para que al escuchar la frase “activar doll.exe”, ella entré en un estado en el que obedece todas las ordenes que le den, tanto en ese estado como para después de salir de él.

Lo usamos para hacer actuar a Mia de acuerdo a lo que necesitamos y… otras cosas, si sabes a lo que me refiero.

La cosa es así, cuando digas su frase gatillo, Mia hará cualquier cosa que le ordenes sin quejarse, si le dices que haga algo después de salir del trance, ella lo hará sin siquiera darse cuenta de que está haciendo algo que ella no haría (así fue como la programé para que te diera esta nota la primera vez que la activaras tú). Finalmente, para sacarla del trance, solo tienes que decir “desactivar doll.exe” (que obvio).

Diviértete con tu nuevo juguete, estoy seguro que hará más llevadero tu tiempo como el cuasi esclavo de esta diva, solo ten cuidado: no la vayas a descomponer y darle pretexto a los de la disquera para que te quieran arrancar la cabeza.

¡Saludos!

Terminé de leer la nota, y aun así no podía creer lo que pasaba, así que la leí dos, tres y cuatro veces más. Aun con todas esas leídas, esto no podía ser verdad, no podía estar pasando…

«¿Pero no está Mia ahora mismo con cara de idiota arrodilla a tus pies? », dijo una vocecita en mi cabeza.

Pasé saliva y miré a Mia, quien no se había movido ni un ápice desde que me había dado la carta. Si esta era una broma, era muy buena, y entonces decidí ver hasta donde llegaría la actuación de Mia.

—Bien Mia —dije tras pasar saliva nuevamente —cuando salgas del trance, quiero que te quites tus pantis y me las des como si fuera lo más normal del mundo… desactivar doll.exe.

Solo terminar la frase, la vida regresó a los ojos de Mia, parpadeó un par de veces y como si nada hubiera pasado, se puso de pie y me miró con burla.

—En serio gusano, espabila, o voy a tener que hablar con los jefes para pedir un nuevo asistente… y es tan difícil encontrar buenos empleados hoy en día.

En otras circunstancias, me hubiera molestado por lo que estaba diciendo esa engreída, pero no con el espectáculo que me estaba dando: mientras hablaba, Mia se había llevado las manos debajo de su falda, y comenzó a bajarse la tanga blanca hasta las rodillas, después, sacó una de sus largas piernas y luego la otra. Cuando tuvo sus bragas en su mano, se acercó a mí y me las ofreció como si eso fuera lo más normal del mundo. Yo solo pude estirar mi mano y tomarlas.

Mientras yo contemplaba estupefacto ese tesoro en mis manos por el que miles de fanáticos darían su brazo izquierdo, Mia se dirigió su cama y se dejó caer en ella. Mientras se estiraba y bostezaba, dijo:

—Bueno, como fue un día largo por el concierto supongo que estarás cansado, así que te perdonaré esta vez, pero mañana tenemos muchas cosas qué hacer. Ahora largo, quiero dormir.

Mia se reincorporó, pero al verme ahí en el suelo sin mover, ignorando que todavía tenía su tanga en mis manos, frunció el cejo y exclamó:

—¡¿Qué haces todavía aquí idiota?! ¡En tus beneficios no está el ayudarme a ponerme la pijama! Lárgate ahora antes de que cambie de idea y decida hacer que te despidan ahora mismo.

No me inmuté por las amenazas, en lugar de eso miré a Mia y solo dije:

—Activar doll.exe.

El truco dio resultado de nuevo, los ojos de Mia se vidriaron y quedaron desprovistos de toda vida, su boca quedó un poco abierta y sus músculos se relajaron, mientras adoptaba una posición que recordaba a la de una muñeca.

Me puse de pie y con curiosidad me acerqué a la muchacha. Pasé mi mano frente a sus ojos y no obtuve respuesta, al final, la empujé para que cayera sobre su cama y tampoco hubo reacción: cayó en ella como un peso muerto, como una verdadera muñeca de tamaño natural.

Ya no podía negarlo más: era verdad, los de la disquera en verdad le habían hecho algo a Mia para convertirla en una maldita muñeca de carne al escuchar la frase gatillo.

En ese momento, muchos pensamientos pasaron por mi cabeza: si se lo habían hecho a Mia, muy probablemente se lo habrían hecho a las otras chicas que trabajaban para ellos. ¡Era una maldita locura! ¡Tener a todas esas chicas esclavizadas no sólo para convertirlas en estrellas, sino también como esclavas sexuales! (Porque obviamente alguien no hipnotiza a una chica de buen ver para ponerla a lavar platos). Tenía que ir a la policía y denunciarlos, era lo correcto…

Estuve a punto de sacar a Mia del trance e ir corriendo a la policía, cuando algo me detuvo: la vista del sexo lampiño de Mia que en ese momento estaba al aire gracias que había hecho que me diera sus bragas y que con la caída su falda de había levantado un poco.

Pasé saliva y vi que era una oportunidad única: una adolecente hermosa, ahí tendida completamente a mi merced, lista para hacer lo que yo quisiera… sabía que no era lo correcto, pero era un oportunidad en la vida y yo tenía un buen rato que no me había echado un buen polvo… Decidí entonces aprovecharme un poco, solo un poco de sexo oral, total, si no había penetración no podía ser tan cara la sentencia, y ya pagaría por mis crímenes cuando denunciara a la disquera, y tal vez la policía tendría algo de piedad conmigo por denunciar el hecho.

Me trepé sobre Mia como un animal apunto de devorar a una presa inocente, y comencé a olerla por todos lados; el olor de su sudor mezclado con perfume y maquillaje era delicioso. Desabroché su blusa hasta dejar al descubierto sus pequeños pechos de iris rosado.

«Esta cabrona no usa bra», fue lo primero que pensé con una gran sonrisa en mi rostro al ver libres a sus niñas.

Comencé a besar con locura esos pequeños montes de carne, y tras unos segundos me di cuenta de que el cerebro de Mia podría estar apagado, pero no su cuerpo, pues tras mi estimulo sus pezones no tardaron en ponerse duros, lo cual yo aproveché para chuparlos con glotonería infantil. Tras unos segundos deleitándome con el sabor de estos, me fije en su boca que estaba un poco abierta, y desde la cual se podía ver su lengua. Decidí para de una vez a lo que quería hacer.

Me puse de pie, me deshice de mis pantalones y mis bóxers, me monté sobre su pecho y comencé a pasear mi miembro por toda la cara de la cantante. Era divertido embarrar mi líquido pre seminal en la cara de la muchacha sin que ella hiciera ninguna expresión. Apoyé mi pene en los labios de ella y ordené:

—Lamela.

Mia sacó su pequeña lengua rosada y comenzó pasarla con delicadeza por la punta de mi verga. La sensación era tan estimulante, que no tardé en comenzar a mover mi cadera como si estuviera cogiendo su cara. La sensación de mi pene contra la piel de su cara y su lengua, me provocó en pocos minutos y sin que pudiera evitarlo un orgasmo que hizo que derramara una gran cantidad de leche sobre su cara.

—¡Mierda! —exclamé al ver una cuantas gotas de semen colgando peligrosamente de sus pestañas sobre uno de sus ojos.

Me puse de pie y busqué algo para limpiarla, lo primero que se me ocurrió fueron su tanga que había dejado al lado de ella cuando comencé a “jugar”, así que la tomé y se la pasé por la cara.

Tras terminar, su cara estaba ahora limpia (pero algo pegajosa), pero ahora apestaba a mi semen.

«Ya te viniste en su cara —dijo la voz en mi cabeza—, ya: si te van a condenar cuando confieses, que te condenen bien»

Pensé con detenimiento mi siguiente paso y entonces recordé algo que siempre había querido intentar pero que ninguna de mis anteriores parejas había querido hacer. Me acosté boca arriba con una gran sonrisa, y dije.

—Mia, quiero un 69.

La muñeca que en ese momento era la cantante obedeció. Se movió por su cuenta deshaciéndose de su falda, para luego poner sus labios vaginales frente a mi cara, mientras ella sostenía con su suave mano la base de mi pene y comenzaba a masajearlo, antes de darle unas últimas pasadas con su lengua como hiciera hacía unos momentos.

Yo por mi parte acerqué mi cara a esa rajita que ya comenzaba a escurrir en babas, su olor era fuerte… pero de seguro su sabor era mejor. Tomé valor y le pasé mi lengua; tenía razón: el sabor de ese rincón de Mia sabía mejor de lo que olía, así que comencé a beber de las babas de esa muñeca, al tiempo que ella comenzaba a introducirse mi pene en su boca. Estuvimos un momento así, ella tratando de succionar más de mi leche, y yo bebiendo de ese manantial de agua perfumada y viscosa que ella tenía entre las piernas, cuando no pude contenerme más, volví a gruñir en un fuerte orgasmo, mientras sentía mi semen subir por mi miembro. En la nubles mental que me producía el orgasmo, un pensamiento horrido llegó a mi mente: ¿y si Mia sacaba mi pene de su boca y toda mi semen le volvía a caer en la cara? Me preocupó la mera posibilidad de que ahora sí le cayera algo en el ojo… pero nada pasó, Mia se quedó con mi pene en su boca, recibiendo todo mi semen en su garganta.

Cuando mi pene volvió a ponerse flácido y logró escapar de las fauces de Mia, quité a la muñeca de encima de mí con un manotazo y ella giró hasta quedar inerte junto a mí. Me reincorporé para verla mejor; tenía algo de semen escurriendo por sus labios, y tenía el presentimiento de que tenía mi semen en su boca.

—Trágatelo —ordené y ella ni tonta ni perezosa se lo pasó sin hacer ninguna expresión.

En lo que  me recuperaba, busqué los calzones de Mia y cuando los encontré, procedí a limpiar de sus labios los restos de mi semen. Una vez su cara volvió a estar limpia (o lo más limpia considerando lo que le había limpiado y con qué se lo había limpiado), la miré y no pude evitar sentir ternura ante la muñeca que era en ese momento. Rápidamente mi pene volvió a ponerse duro y a tomar control de mis pensamientos. Ya la había hecho chuparme el pito dos veces, ¿qué más daba si me daban cadena perpetua? Podría aceptar a la pena de muerte si eso significaba irme con la satisfacción de que me había cogido a una diosa musical, una mujer que miles, no, millones de hombres en todo el mundo deseaban poseer.

Corrí a mis pantalones y saqué mi cartera, siempre listo para lo que fuera y encontré solo un condón: solo tenía para un polvo y tendría que disfrutarlo, así que rápidamente pensé cual era mi postura favorita para el coito. No tuve que pensarlo mucho.

—Mia, ponte en posición “de perrito”.

Con movimientos mecánicos, Mia comenzó a mover su cuerpo hasta quedar hincada en la cama, mostrándome sus nalgas y esos labios que estaba por profanar… ahora con mi pene.

Me acerqué a ese trasero y sobé esas firmes nalgas antes de comenzar a lamerlas para aumentar mi excitación. Me puse el condón, y tras asegurarme que no se saldría, apunté mi miembro contra ese desprotegido trasero y de un rápido movimiento, guardé mi sable en esa funda.

Mi pene alcanzó las entrañas de ese cuerpo sin problemas, se notaba que hacía mucho tiempo que ese rincón no era virgen, pues no encontré nada que romper y sus cavidades vaginales tenían la elasticidad necesaria para mantener mi erección sin apresurar el orgasmo.

Comencé un vaivén lento, disfrutando de la sensación, pero luego se convirtió en una serie de envestidas furiosas, Mia solo estaba ahí, recibiendo el castigo de su vida y no diciendo ni una palabra, lo que no ayudaba a controlar el nivel de rudeza que estaba empleando con ella. Tras varios largos minutos, nuevamente sentí la sensación del orgasmo, cogí a la muñeca por sus caderas, y dando una estocada final vacíe toda mi leche al fondo de ella… lo que era imposible dado que usaba un condón, pero la imagen mental bastó para hacerme sentir mejor la corrida.

Tras el embate final, saqué mi pene de las entrañas de Mia, mientras ella caía boca arriba sobre la cama, y yo recuperaba el aliento. Fui el baño donde me saqué el condón y lo arrojé al escusado, mientras lo miraba irse no podía creer la cantidad de leche que había sacado en mi tercera corrida de la noche; si no hubiera usado condón, estoy seguro que habría embarazado a la cantante.

Regresé a la cama y me dejé caer rendido junto a la muñeca, era sorprendente lo tranquila que podía estar luego del maratón que nos habíamos echado. La miré, acaricié su rostro, sonreí y dije:

—Mañana… mañana haré lo correcto… ahora… necesito descansar…

La besé en los labios y entonces me quedé dormido como una piedra.

No sé qué fue lo que me despertó, si el sol que me daba en la cara o la alarma del despertador.

Abrí los ojos y me sentí desorientado al no reconocer mi habitación y sentirme sin pantalones, y casi se me sale el corazón al ver a Mia, en la misma posición que la había dejado ayer, junto a mí. Un flash de recuerdos llegó a mi cabeza recordando todo lo que había pasado la noche anterior, lo que ayudó a tranquilizarme. Vi las nalgas al aire de Mia y me dieron ganas de dar un último polvo antes de regresar a la realidad, pero me contuve.

—Mia escucha —comencé a ordenar—. En cuanto yo salga de aquí, vas a desactivar doll.exe, y cuando lo hagas, no te parecerá extraño estar desnuda en tu cama, ni apestosa ni pegajosa. Te irás a bañar y lista para iniciar tu nuevo día, ¿entendido?

Mia solo movió la cabeza en un vago sí.

Tomé mi ropa y me la coloqué con rapidez, me dirigí a la puerta y me aseguré de que no hubiera nadie en el pasillo: ver salir al asistente personal de la habitación de una cantante podría desatar un escándalo que podría destruir la reputación de Mia, pero para mí buena suerte no había nadie, el pasillo estaba tan vacio como la cabeza de Mia en ese momento.

Salí de la habitación, y me recargué en la puerta aliviado, cuando un grito proveniente de la habitación me volvió a poner tenso.

—¡No puede ser! —gritaba Mia—. ¡Ya es tarde! ¡¿Cómo pude quedarme dormida tanto tiempo?!

Escuché un escándalo en su habitación y luego la llave de la regadera abriéndose.

Sonreí recordando el maravilloso sexo que me había dado esa muñeca, pero también triste sabiendo que ahora debería entregarme a la policía.

«¿Pero cuál es la prisa? —dijo la voz en mi cabeza—, Si te van a refundir en prisión, al venos trata de darte la buena vida con este poder »

Ante ese pensamiento, sonreí.

—Algún día —dije—. Algún día haré lo correcto y destaparé esta coladera al mundo… pero no hoy, ni esta noche.

Y regresé a mi habitación, pensando que cosas podría poner a Mia a hacer para satisfacerme.

Y recordé lo mucho que me gustaban las maids.