Proyecto Hypnodiva 2

Nuestro protagonista ha visto su vida profesional bastante mejorada tras descubrir la frase gatillo de la estrella pop Mia Cantú, sin embargo no ha podido disfrutar de ella como le hubiera gustado, hasta que

Me encuentro conduciendo hacia Villas del Pedregal, una finca en las afueras de la ciudad donde la elite puede ir a retirarse tranquilamente por una temporada. El complejo cuenta con grandes condominios cada uno con su respectiva extensión de tierra, para asegurarle tanto tranquilidad como privacidad a cada uno de los inquilinos de esas magnificas casas.

La razón de esto es que aunque Mia Cantú, la cantante que tengo a mi cuidado, se las da de diva, la verdad es que es una humana y como tal necesita descansos de vez en cuando, por lo que se ha tomado unas vacaciones en esta exclusiva finca para alejarse del ajetreo de la vida de cantante. Esto pone una sonrisa en mi rostro por una buena razón: aunque tengo la frase gatillo que la convierte en mi juguete, no he podido disfrutar de ella como yo quisiera. Durante estos meses que he disfrutado de este “beneficio laboral” me pasó por la cabeza ponerle algunas sugestiones post hipnóticas, modificar su comportamiento o algo por el estilo… pero no quise arriesgarme, después de todo aunque mimada, Mia es una de las estrellas top de la compañía y si pasaba algo que saboteara la mina de oro que es ella… sobra decir que los grandes quesos querrían mi cabeza en bandeja de plata. Pero ahora que tendremos privacidad en estos condominios alejados del ojo público, voy a divertirme mucho.

Atravieso los muros y caseta de vigilancia que delimitan el complejo  hasta que me detengo frente a una casa. Me estaciono y bajo del auto con una gran sonrisa por lo que sé que va a pasar.

Abro la puerta de la entrada con la copia que se me dio por ser el asistente de Mia y me recibe una estancia de muebles y pinturas elegantes colgadas en las paredes. Sin embargo lo que captura mi atención no es la decoración sino Mia, que está haciendo exactamente lo que le ordené que hiciera cuando le llamé antes de venir para acá.

La cantante de cabello castaño y ojos verdes tiene su cuerpo bien torneado por largas horas en el gimnasio enfundado en un conjunto de lencería que emula la vestimenta de una maid, complementado con unas largas medias de red sostenidas por un liguero y unos tacones de aguja sobre los que puedo notar que batalla para sostenerse. Su rostro está bastante maquillado y aunque su mirada se ve perdida, tiene una sonrisa exagerada. Y aunque la visión es bastante lasciva, lo que de verdad me arranca una sonrisa es lo que está haciendo: con un plumero está sacudiendo los muebles. Más munición para mi fetiche por las maids.

Con la polla dura por esta visión, me aclaro la voz, lo que basta para que el nublado cerebro de Mia deje lo que está haciendo y al fin se fije en mí y sin perder su sonrisa exagerada por ningún momento, hace una reverencia doblando las rodillas y tras soltar una risita boba dice con un muy mal acento francés:

—Amo, bienvenido a casa.

Rio un poco por lo ridícula que se ve. Si sus fans pudieran verla en este momento, me la juego que su carrera se vendría abajo… pero debo recordar no hacer algo que arruine su carrera o mi trabajo junto con mi cuello se terminarán.

Sin pensar más en venganzas elaboradas voy directo al sillón, me siento con las piernas abiertas y con una gran sonrisa en mis labios digo:

—Mia: oral.

El cuerpo de Mia comienza a moverse nada más recibir mi orden. Se gira hacia mí, hace otra vez su tonta reverencia y dice:

—A la orden amo.

Dicho eso, Mia camina hacia mí tambaleándose en esos zapatos de tan alto y delgado tacón hasta que llega ante mí. Se pone de rodillas y con sus manos desabrocha mi cinturón, luego mi pantalón y lo baja un poco junto con mi bóxer hasta que mi pene ya erecto queda libre y a la vista de la muchacha.

Mia primero lo ve como si fuera la primera vez que lo hace, luego empieza a darle unas lamidas como si mi miembro no fuera nada más que una deliciosa paleta y una vez que suficiente líquido preseminal ha salido de la punta, al fin se lo introduce a la boca y comienza a chuparlo con una desesperación que podría indicar que está hambrienta y espera que así salga su alimento favorito.

Aunque no es la primera vez que hago que esta mocosa me haga una felación, nunca se vuelve vieja la sensación de cómo su me cojo a esa boca-vagina, ya que la humedad es perfecta y los movimientos de Mia son rápidos y precisos, sabiendo muy bien a qué velocidad ir para mi disfrute y cuándo aumentarla para acelerar mi orgasmo al tiempo que su lengua se las arregla para ir acariciando mi falo a cada movimiento.

Yo por mi parte sólo me recuesto en el sofá y acaricio aquella cabeza de suave cabello castaño mientras la veo subir y bajar y no dejo de pensar en lo afortunado que fui al agarrar este trabajo.

Pronto la cabeza de Mia aumenta su velocidad de sube y baja y aunque no necesito esa señal para saberlo, sonrió: un orgasmo está cerca.

Empiezo a jadear a medida que el placer aumenta y tomó la cabeza de Mia para prepararla para lo que se viene. Pronto el orgasmo llega y sujeto la cabeza de mi esclava para que se mantenga en su lugar, aunque yo sé que lo haría de todos modos, y pronto siento esa explosión de placer junto con la sensación de que todo mi semen sale disparado de mi pene y comienza a bañar la garganta de Mia.

La sacudida pronto termina y puedo sentir como todos mis músculos así como mi miembro comienzan a relajarse. Me recuesto en el sillón para recuperar un poco de aire. Miro a Mia, sigue en la misma posición con mi pene dentro de su boca, por lo que la jalo del cabello para levantar su cabeza y que me mire. La escena es bastante graciosa: todo mi semen está escurriendo a chorros por la comisura de sus labios mezclado con su saliva hasta caer sobre sus tetas, aparte, el labial rojo que llevaba se ha escurrido dándole un aspecto como de payaso.

Me recuesto de nueva cuenta en el sillón y mientras mi pene se recupera para un segundo asalto, me pongo a pensar de qué nueva y degradante forma puedo jugar a continuación con esta muñeca: ¿Convertirla en una ninfómana? ¿En un robot? ¿En una cachorrita tal vez? Decido hacer algo que hasta el momento no había intentado y que podría ser bastante divertido…


Mia abrió los ojos y vio el techo de su habitación en esa casa que había rentado para pasar tranquila sus vacaciones de la ajetreada vida de estrella pop.

Se sentía bastante desorientada, no pudiendo recordar cuándo había sido que había ido a dormir. En eso, al fin fue consciente de un pequeño vaivén en su cama.

«¿Un temblor?», pensó recuperando un poco más el sentido ante la urgencia que parecía tener la situación.

Intentó ponerse de pie para salir de la cama y de la casa hacia la seguridad de la calle como dictaban los protocolos, pero no pudo, ya que se vio acostada y con las piernas abiertas, con el perdedor que le había asignado como asistente personal también desnudo y claramente metiendo su verga dentro de su vagina, cogiéndosela.

La visión la dejó congelada un momento, por lo que el asistente, con una cruel sonrisa en los labios, tuvo que comenzar con la interacción.

—Buenos días princesita.

Que ese maldito hijo de perra se estuviera burlando fue la chispa que Mia necesitó para que su cerebro se reactivara.

—¡Hijo de puta! —gritó tratando con más fuerza de alejarse de ese cerdo, pero su cuerpo no respondía tan bien como su ahora ya más despierto cerebro—. ¡Aléjate de mí o llamaré a la policía!

Obviamente las amenazas no funcionaron, es más, incluso le arrancaron una carcajada de burla al asistente.

—Claro que no muñeca —dijo el hombre sin dejar de embestir la vagina de la cantante—. No lo harás porque yo no te lo he permitido.

Un pequeño golpe de miedo dio directo en el pecho de Mia.

—¿D-de qué hablas? —preguntó.

—Estás bajo mi control Mia —respondió el asistente con una sonrisa sádica en el rostro—. No eres nada más que un juguete que obedece mis órdenes.

—¡No digas estupideces! —gritó Mia todavía tratando de escapar de la verga de aquel hombre.

—Veo que necesitas una prueba —dijo el asistente y acto seguido, una de sus manos se dirigió al pecho izquierdo de la cantante, pellizcando uno de sus pezones.

Mia sintió una punzada de dolor, pero pronto sintió que unas palabras se formaban en su cerebro y viajaban hasta su boca, saliendo de esta mientras sentía como sus mejillas se jalaban para formar una sonrisa exagerada.

—Mia es la muñequita estúpida del amo —luego Mia recuperó el control y aterrada miró a su asistente—. ¡¿Co-cómo…?! ¡¿Qué diablos me hiciste?!

El asistente sonrió al ver que Mia ya era consciente del poder que él tenía sobre ella y dijo:

—Los juguetes sólo necesitan saber que van a ser usados. Ahora la parte divertida es, ¿qué haré ahora?

—¡Déjame ir maldito cerdo! —gritó Mia mientras tanto, tratando de zafarse. El asistente mientras tanto sonrió y dijo:

—Ya lo tengo, y ya que estás tan obsesionada con los cerdos…

El asistente detuvo sus embestidas, estiró la mano nuevamente y esta vez fue por el pecho derecho de la cantante y así como hiciera antes, pellizcó el pezón de este, pero nada pasó. En lugar de eso, dijo una oración:

—El placer que vas a sentir se va a sentir 20 veces más fuerte y además, en lugar de gemir, vas a hacer como cerdo.

Mia miró aterrada al asistente, ¿de verdad iba a ocurrir eso que acababa de decir él?

El asistente mientras tanto hizo para atrás su cadera y tras unos segundos de suspenso, envistió a Mia con todas sus fuerzas.

La cantante por su parte fue tomada por sorpresa: desde su vagina le recorrió una ola de placer que le dejó en blanco la mente, justo como si hubiera tenido un orgasmo, pero no lo había tenido. Pero aún así con golpe de placer que había sentido, fue capaz de escuchar el sonido que salió de su boca.

—¡Oink!

El asistente comenzó a reír mientras que Mia recuperaba un poco del sentido.

—¿Quién es la cerda ahora? —preguntó el asistente ebrio de poder.

Mia miró al asistente con terror: si eso se había sentido recibir sólo una estocada por parte de él, no estaba segura de poder soportar todas las que vinieran hasta que él se cansara.

—No… no más… —suplicó.

—Oh, parece que ya estás comenzando a comprender que no debes tratar a los demás como basura —dijo el asistente—. Pero ya es un poco tarde.

Y diciendo eso, dio otra embestida, lo que le arrancó otro “¡Oink!” de placer a Mia, pero el asistente no se detuvo, dio una estocada más y luego otra y otra más, pronto la habitación se llenó del sonido de sus carnes chocando, las tablas de la cama rechinando y los constantes “¡Oink!”s de Mia.

«¡No lo soportaré! —pensó Mia en desesperación con la garganta seca por tantos oinks, los ojos llenos de lágrimas y la vagina comenzando a dolerle por tanto placer—, ¡va a matarme!»

Pero las lágrimas que escapaban de los ojos de Mia, pese a que su boca inconscientemente dibujaba una sonrisa por tanto placer, no conmovieron al asistente, quien había maquinado nuevas formas de continuar con su enferma diversión:

—¿Qué más puedo hacerte? ¡Ya sé!

Nuevamente pellizcó el pezón derecho de la cantante y dijo:

—Mia, en el momento en que sientas que me vengo dentro de ti… te vas a enamorar de mí.

El cerebro de la cantante podía estar nublado por tantas olas de placer, pero fue capaz de escuchar esa orden y ahí ya no supo que era peor: si esa tortura que estaba recibiendo, que se la estaban cogiendo sin protección y podía quedar embarazada… o que la iban a hacer enamorarse de ese maldito gusano. Intentó protestar, pero de su boca sólo salió otro “oink” ahogado.

El asistente continuó embistiendo a Mia cada vez aumentando más y más la velocidad pues quería venirse y ver la reacción que tendría Mia una vez se activara el nuevo gatillo, cuando al fin lo sintió: el orgasmo llegó y sintió como su semen comenzó a salir disparado en el interior de la cantante, mientras que está sentía como ese líquido caliente y espeso le inundaba las entrañas… y sus pensamientos.

Cansado, el asistente se dejó caer sobre Mia, deteniéndose con los brazos, miró a la muchacha y preguntó:

—¿Y cómo te sientes ahora Mia?

La cantante giró la cabeza para verlo, jadeó un poco por el cansancio y luego una sonrisa se dibujó en sus labios, pero no era la sonrisa exagerada que le había estado obligando a poner todo el día, era una sonrisa sincera, de una mujer enamorada.

—De maravilla… mi amor —dijo Mia sintiéndose de repente la mujer más feliz del mundo.


Comienzo a despertarme. Abro los ojos y veo la habitación de Mia comenzando a ser iluminada por la los primeros rayos de la mañana. Me giro y la cantante está a mi lado, acurrucada cerca de mi pecho, con el cabello y el maquillaje hecho un desastre pero con una gran sonrisa en la cara.

Luego de que hice que se enamorara de mí tras esa venida, continuamos cogiendo toda la noche y tengo que admitirlo: enamorada Mia es mejor amante de lo que es bajo cualquier escenario que la ponga bajo trance… Dios, creo que yo también me estoy enamorando.

Veo a la muchacha, así dormida no parece ni la mitad de odiosa de lo que es despierta. Le beso la frente y me acurruco más frente a ella. Me ganan las ganas de dejarla así, dejarla como mi enamorada incondicional… pero sé que no puedo. Hasta que deje de ser útil para la disquera no puedo arriesgarme a modificar su comportamiento, por lo que uso toda mi fuerza de voluntad para convencerme de que al terminar esas vacaciones, le haré olvidar todo y la regresaré a su “agradable” ser de siempre.

Después de todo, mientras pueda seguir jugando con su vagina y con su mente, creo que ya es algo.