Proyecto Dos

Una aventura homosexual con un antiguo conocido.

Me llamó un día por teléfono y después de los saludos iniciales me preguntó si una tarde podíamos quedar y charlar y tomar unos vinos.

Le dije que sí y aquella misma tarde nos vimos. Tomamos un par de vinos en dos bares diferentes. Y me reí algo. Luego propuso ir a cenar. Acepté porque estaba aburrido, porque hacía tiempo que no salía y por algo de curiosidad. He de reconocer que la cena estuvo bien, aunque la comida no se salió de lo corriente. Escuché y pregunté. Dejé llevar la conversación, puntualmente, a nivel de la pequeña confidencia. La botella de vino que vaciamos cumplió su cometido habitual. Después tomamos una copa más en un lugar de moda que tenía poca concurrencia. Cuando ya nos íbamos me pregunto si había estado alguna vez en un bar de gente gay. Y trás mi negativa dijo que el había ido alguna vez, que eran curiosos de ver. Y me propuso ir a uno que había cerca, que seguramente sería interesante para mí el conocerlo. Y fuimos. Una vez allí hablamos poco y observamos más. En un momento dado me señaló un chaval joven y dijo: ‒Pues ese no está nada mal.

Su comentario me sorprendió, aunque a esas alturas ya poco.

Al poco rato me preguntó si conocía el cuarto oscuro. Que allí estaba lo interesante de los bares de gays. Insistió en que entrara y observase.

‒Ve, Te espero aquí. Dijo. Y así lo hice.

Allí no se veía absolutamente nada. Me pegue a una pared y allí estuve un rato tratando de ver algo. Hubo alguien que al pasar cerca me paso las manos por la entrepierna, brevemente.

Mas tarde proseguí caminando, tanteando la pared. Ví moverse alguien con una pequeña linterna de mortecina luz. En otro descanso en la pared se acercó alguien que empezó a toquetearme por  todo el cuerpo. Y me puso caliente. Luego me besuqueó en el cuello y yo me dejé. Luego me metió la lengua en mi boca. Y yo le respondí metiendo la mía en la suya. En cierto momento quedé convencido de que el tío con el que me morreaba era el amigo con el que había venido. Interrumpí entonces el magreo, aunque sin brusquedades, y me retiré a un lugar próximo para serenarme. Después de un rato salí al bar de nuevo. Ya estaba allí. Yo había decido hacer como que no le había reconocido allí dentro.

Con un cierto miedo en la mirada me preguntó qué me había parecido. Con pocas palabras le dije que no lo había encontrado demasiado interesante. Luego seguimos hablando y observando alrededor, pero estaba claro que quería ligarme. En algún momento insinuó que había sido él quien me había morreado allí dentro, pero no me di por enterado. Cuando nos fuimos me propuso tomar la ultima copa en su casa, que no estaba lejos.

Y tras algunas reticencias acabé aceptando.

Me pasó a una sala de estar mas bien pequeña y amueblada en exceso y ofreció a siento en un sofá delante de la tele mientras preparaba unas ginebras con

tónica. Menos mal que no se le ocurrió encender la televisión. Pensé que iba a poner alguna película porno. Creo que estaba bastante nervioso.

Luego puso música psicodélica.

Yo apoyé mi cabeza en el respaldo, cerré los ojos. Así estuve relajado durante un rato, hasta que sentí su mano deslizarse por mi muslo hacia arriba, hacia los huevos. Allí se quedó unos momentos, tanteando suavemente. Luego volvió a porrearme, despacio y delicadamente. Y yo dejándome hacer, totalmente pasivo, hasta que me separé y le dije:

‒¿De que color son los calzoncillos que llevas puestos? Enséñame el cuerpo que tienes. Y luego añadí: me gustaría verte con slips blancos. Me dijo que tenía unos en la habitación. Yo le sugerí que fuese a ponérselos. Y a sí lo hizo. Volvió desnudo, solo con los slips. Hice que desfilase así delante de mí y luego despacio me quité yo la ropa. Después le pedí que trajera algo que pudiese usarse como antifaz y que se tapase los ojos con ello y permaneciese quieto de pie en el centro de la habitación. Cuando lo hizo pasé la punta de mi dedo por la mayor parte de su cuerpo, despacio. Estaba empalmado a tope. La polla no era grande. Luego le propuse bailar algo lento. Me apretó fuerte contra sí y me morreó metiendo la lengua con fuerza. Yo ya que estaba metido en aquellas lides, para disfrutar más, le propuse no ir tan rápido. Pero al cabo de poco ya estaba yo también explorando su polla. Luego le dije que se tumbase, quería ver con detalle su culo y tumbarme encima. Casi me corro allí. Luego le pedí que me mamase la polla como a mí me gusta. Lo hizo bien. Le pregunté si le molestaba que me corriese en su boca y dijo que no le importaba pese a que le advertí de que cuando ya me corriese, yo dejaría de jugar. Y le metí la polla hasta que me vomitó encima, justo cuando yo me corría. Fue la hostia.

Después con muy escasas palabras, me lavé y me fui. Me preguntó si podíamos volver a vernos y le respondí oscamente que no lo sabía pero que probablemente no.