Provocativa y problemática
A veces hago cosas que no sé ni porque las hago...
Lo que voy a relatar es una historia sencilla sin partes ni continuaciones, y así como el relato de brujita sucedió hace un par de años, este es muchísimo más reciente. Aprovecho para dedicar algunos de los próximos párrafos de texto a aquellos que quieren que describa más como soy. Como apunte, a pesar de lo que parezca cuando cuento mis situaciones y pensamientos, en realidad soy muy muy muy tímida.
Será que ando sin mucho sexo últimamente, ¿será culpa del coronavirus?, pero soñé que estaba en una especie de fiesta, en una casa enorme, donde todo se iba volviendo muy sexual hasta acabar en orgía. Montón de tíos buenos, jovencitos musculados y maduritos bien dotados por todas partes. Aunque no había muchas chicas tenía la imagen de que casi todos estaban follando por algún rincón del enorme jardín.
Yo estaba en cuclillas comiendo polla sin parar entre un circulo de hombres que se iban turnando. ¡Y me gustaban todos! Mientras yo chupaba con muchas ganas, mis pequeñas tetas estaban fuera del vestido manoseadas por varios de ellos. Otro me comía las nalgas al tiempo que masturbaba mi pollita dura fuera del tanga, y yo estaba por correrme antes que ellos cuando me despertó un sol muy molesto pero maravilloso.
Eran los primeros rayos de sol que se colaron por la ventana, como en las mañanas buenas de verano. Y como en esas mañanas de verano en las que despierto desnuda y ando más caliente de lo habitual, había tenido un sueño erótico. Que digo erótico, era totalmente pornográfico y ¡ojalá hubiera durado más!
Me levanté con un bultito en el pijama, con la puntita mojada y mi culito agradablemente dilatado. Pocas veces recuerdo que me despertara tan excitada ¡Que pasada de sueño! Y ahora iba a estar todo el día caliente, así que una ducha fría era lo que necesitaba... o una bien caliente.
Al entrar en el baño y verme en el espejo me detuve unos instantes. Me sentí orgullosa de aquella chica que veía reflejada y que soy hoy. Un metro con sesenta y nueve de pura timidez, pero también de puro fuego. Mi cabello ondulado castaño oscuro, a veces largo, pero casi siempre de melena cortita, a veces con algún rizo suelto seductor y a veces con pelos de loca. Y de repente sentí el deseo de besarme a mí misma en el espejo para celebrar los pelos de loca mañaneros.
Mi nariz es respingona y chocó con el espejo y mi boca dejó marca en el espejo igual que allí por donde pasa. Me han dicho más de una vez, en momentos sucios en los que me gusta que me digan guarradas, que tengo boca de puta. La verdad es que no es grande ni tengo labios gruesos, pero he de reconocer que esta boquita la uso mucho y ha hecho de casi todo. Una pena que ahora tengo que taparla con mascarilla para salir, y a mí me gusta que me la tapen de otra forma.
Aún frente al espejo, levanté la camiseta del pijama haciendo poses. Soy de piel blanquita y a mis ojos, color café, les gusta recorrer mi cuerpo y observar mi pequeñísimo ombligo. No soy delgada ni atlética, y no soy nada de gimnasio, aunque si tengo una historia sexual que podría contar otro día y está relacionada con una vez que me apunté a uno. Tampoco soy rellenita, creo que estoy en mi peso y tengo la suerte de mantenerlo sin preocuparme demasiado por lo que como.
También me gusta observar el nacimiento y forma de mis pequeñas tetis. Ellas, a las que me encanta pellizcar y sobretodo que me den lametones y me chupen, avalan que mi proporción está ideal y me hacen sentir bien. En ese momento ensalivo un dedo y rodeo un pezón en círculos lentos. Bajo un poco mi pantalón. Mi pequeña pollita que ya despertó emocionada está caliente y mi culo pide sesión privada.
Me desnudo toda y me miro de nuevo ladeando el cuerpo. Quizá tengo culo de más, pero es un culazo campeón que traga todo y nunca he tenido queja. Ladeo más la cabeza y abro mis nalgas. Repito el proceso que empecé en el pezón, pero ahora en mi agujerito. ¡Uf! Pocos me han dado el placer que me doy yo misma... aunque donde esté una buena polla... ¡Dúchate ya Vania! Me digo a mi misma y me meto en la ducha, pero no puedo evitar masturbarme con lo primero que pillo. Mi cepillo del pelo con mango redondeado y suave fue el testigo final de una buena sesión de ducha con orgasmo.
Me tomo mi café para ser persona y me dispongo a salir a las compras. Llevaba ya unas semanas leyendo relatos eróticos y pensando que yo también tenía mucho que contar si me ponía. ¿Quizá por eso tuve más sueños eróticos? Siempre me ha gustado leer y escribir. Incluso de pequeña tenía delirios de escritora. La cuestión es que soy un desastre con el ordenador y con la tecnología. También lo soy escribiendo, aunque no lo parezca, pero no sabía cómo empezar, ni cómo hacerlo bien. Solamente sabía que quería contar cosas.
Fue cuando en la pescadería de Angelita me fijé que ella tenía un ordenador y que se manejaba muy bien. Así que le pregunté discretamente por sus habilidades con el ordenador, ya que es una señora mayor pero muy simpática.
-Eso es mi marido -respondió-, que como él siempre ha trabajado en oficina sabe y me enseña. Pero hay unas clases aquí cerca que aprendes de todo con ordenadores, mi nieto está apuntado -dijo alegre mientras cortaba unas colas de pescado.
No insistí, pero es que tampoco puedo permitirme unas clases para ello. ¿Y si hablo con su marido para unas clases particulares? ¿O su nieto? No, no puedo hacer eso, ni siquiera sé quién son, me moriría de vergüenza y quizá a ella no le guste mucho la idea, ha sonado fatal. Así que en silencio me fui con esa idea y unos días después sucedió.
Estaba llegando al portal de casa cuando un hombre mayor se aproximó.
-Hola, tu eres la chiquita que le compra pescado a Angelita, ¿verdad? -preguntó de repente. ¿Chiquita? ¿Me ha llamado chiquita? Bueno soy jovencita para él. Y al ver que yo no reaccionaba continuó. -Yo soy el marido y me ha comentado lo de las clases... -y me soltó un largo monólogo que estaba sin trabajo y un dinero extra le vendría bien, que tenía todo el día y podía darme esas clases. -¿Que necesitarías? -se interesó finalmente.
-Muchas gracias, pero es que no le pedí a tu mujer porque tampoco me viene bien pagar unas clases ahora -contesté muy agradecida.
-Bueno, mi mujer no lo sabe, ella... es mejor así... y bueno, por el dinero pues podrías pagármelo cuando te venga bien -insistió. ¿Ya no necesitaba el dinero? ¡Parecía más interesado él que yo!
Charlamos unos minutos más, me quejé de sus palabras y actitud, remarcando lo simpática que es su mujer y le ofrecí subir a casa para explicarle muy brevemente. Me puso la mano en la cintura para dejarme pasar delante a casa y se me erizó todo el cuerpo. Tenía las manos grandes. Me vuelven muy loca las manos grandes.
El hombre era mayor, medio calvito y un poco barrigón, nada muy atractivo. Y yo ya estaba recorriéndole de arriba a abajo solo porque tenía las manos grandes. Pero él no se quedó atrás, sus intenciones eran más descaradas que las mías, pero me daba curiosidad la situación porque soy súper tímida y él estaba nervioso y yo no.
Le ofrecí mi portátil y le dije que yo solo quería el Word o un programa bueno que me ayudara a escribir y corregir y esas cosas. Le enseñé un pequeño texto que ni siquiera era mío y que nada tenía que ver con la pornografía que había empezado a escribir recordando cosas. Soy un desastre con los ordenadores, pero me dio unas ideas y me dijo que podría instalarme el Word y enseñarme unas cosillas, así que acepté.
No le di mi número de móvil, pero al día siguiente se presentó en casa por la tarde, casi noche. Nos sentamos en el sofá con el portátil, tomamos una cerveza mientras hacía cosas que no entendí, pero ¡por fin tenía el Word! y empezó a explicarme muchas cosas. No era tan falso, sí que sabía cosas pro lo noté nervioso como el día anterior y aunque no soy así, sin confianza, me dio por jugar a ser una chica un poco mala.
Le rozaba una teta en su brazo, le ponía la mano en su pierna casi acariciando, me agachaba mucho o me situaba casi encima de él con la excusa que no veía bien donde había pinchado con el ratón. Aún hoy no sé muy bien porque hice todo eso, si en realidad no me interesaba el tipo y a mí me excita más cuando me provocan. Y entré en ese juego en el que no tenía muchas opciones ya cuando el hombre puso su enorme mano sobre mi muslo.
Yo llevaba unos vaqueros rotos y sentí su calor a través de los hilos. Recuerdo que nos miramos como si fuéramos a besarnos en una de esas películas románticas, pero yo no acababa de sentir ese romanticismo y ni siquiera me sentía atractiva ese día con mi vieja sudadera rock y casi sin maquillar. Y entonces me sorprendió abriendo otro texto. Uno inacabado con muchas notas guarras sueltas que aún no he publicado. Pero ¿cuándo ha encontrado eso que no lo he visto?
-¿Revisamos este? -preguntó y su mano acarició la mía y la guió lentamente hasta su paquete.
No me esperaba ese movimiento de alguien nervioso como él y me puse excitada y nerviosa yo. Él había tomado el control repentinamente y me dejé llevar. No tengo ni idea de porqué lo hice de nuevo, pero estaban claras sus intenciones casi desde el principio y al final se atrevió a sacarlas.
Empezó a leer el texto mientras su mano guiaba la mía acariciando su bulto. Yo ya estaba excitada por la extraña situación morbosa de escuchar mi texto leído, pero sobre todo por su mano enorme encima de la mía. La apretaba contra su bulto que se había vuelto enorme. ¿Tendría la polla tan grande? Abrí el cierre de su pantalón y, curiosa, saqué aquella polla de su prisión. Era pequeña pero muy muy gorda. Seguí frotándole lentamente cuando observé que también era muy venosa para su tamaño y descubrí una cicatriz extraña. Mientras él dejaba de leer para recostarse invitando a mi cabeza a bajar para chupársela, pero no me atrajo nada la idea, ni su polla.
-Si no llevas un preservativo, no, no, no -dije segura y levantándome con un lametón rápido de despedida.
-¡No me puedes dejar así! Fallo mío, no llevo, pero bajo aquí cerca... -hablaba demasiado.
Me senté encima de él, de espaldas, restregando mis nalgas bien marcadas por los vaqueros. Ahora haría yo la revisión del texto. Desde atrás, sus grandes manos cubrieron al completo mis pequeñas tetas y mis pezones reaccionaron al instante. Me puso caliente de nuevo, pero no al punto de comérsela o follar con él y como había tomado el control de nuevo, y él se dejaba, decidí que se corriera así.
-Continua tú, quiero verte -dije. ¡Mentira! Quería que acabara pronto.
Me levanté y él empezó a pajearse con ganas. Dejé que lamiera mis tetas un poco porque así yo también disfrutaba lo mío. Los lametones en mis pezones me vuelven loca, pero él también la tenía ya durita, durita. Luego me di la vuelta y le ofrecí mi culito apretadito en los vaqueros e inclinándome hacia abajo muy de cerca empecé a bajarme los pantalones lentamente. Ese movimiento arrastraba hacia abajo el estrecho tanga morado que llevaba y, sin llegar a bajarlo del todo, noté que se levantó y se acercó a mí.
Creí que querría forzar un poco la situación y metérmela. Yo no sé si me hubiera dejado porque ahora lo recuerdo todo mucho más caliente que cuando sucedió, y cuando me pongo zorrita creo que se me va la cabeza. En lugar de intentar follarme lo que noté fue su semen caliente chorreando por mi culo. Para mí es una pasada cuando se corren solamente provocando. ¡Me siento una Diosa! Para que mentir...
Después de aquello ya tenía lo que quería para escribir bien y fui un poco mala ignorándole en los días siguientes. Pero he de decir que él también fue un poco pesado viniendo varias de veces a mi casa sin avisar y parándome varias veces por la calle, siempre para recordarme que llevaba condones. Me parecieron muy bruscas y desacertadas sus aproximaciones a mí y eso eliminó el poco atractivo que quedaba. Al final un poco harta le pregunté: "¿Qué pensaría tu mujer de que yo conozca tu polla con detalles?"
Desde entonces no he vuelto a hablar con él, pero mi amiga Marta me escribió un mensaje muy apurada, contándome que había rumores sobre mí. Los rumores decían que yo pajeaba a viejos en mi casa y gratis. Tenemos mucha confianza, así que quedé con ella para tomar un café y contarle la verdad. Nos reímos un rato del tema y ya veremos a donde llega la tontería...