Provocando y provocado por unos pechos 2
La tensión es irresistible, ya no hay control ni voluntad de tenerla
Maite, tumbada, tenía a su hijo de pie a su lado, y dispuesto a mostrarle su rabo duro, el juego se le había ido de las manos. Un rato antes ella se sentía observada y le gustaba, pero la cosa se había desbordado por completo, y no debía ir a más. Su mente solo decía “páralo, páralo”.
Sergio puso sus pulgares dentro del calzoncillo a la altura de las caderas y empezó a bajarse el pantalón. Era evidente que iba totalmente empalmado, el bulto tensaba totalmente el calzoncillo, y Maite totalmente consciente de que tenía que mantener el control o al menos un poco de cordura, me miraba a la cara como mostrándole de que nada de lo que vería la sorprendería, pero estaba claro que deseaba ver ese rabo que años atrás había visto en erección, seguro que sería más grande, pensó. E inconscientemente bajo una mano hacia su entrepierna, solo tocar su vulva a través de la ropa le dio un respingo todo el cuerpo, y la quitó rápidamente, le parecía propasarse.
Sergio notó el fresquito del aire cuando por fin liberó su palpitante rabo. Se quedó un rato con las manos aguantando sus calzoncillos, mostrando sin pudor la erección a su madre.
-Me atreví – dijo Sergio y decidió quitarse los pantalones y calzoncillos. Y se tumbó en la tumbona, con el hasta perfectamente visible. En el fondo se moría de vergüenza, pero la situación lo había puesto así, empalmado y mostrándose a su madre. La pelota estaba en el tejado de su madre.
Maite por su lado sentía la respiración alterada, ver a su hijo empalmado tan cerca de ella y mostrándose sin pudor la había puesto muy caliente, se moría por tocarse, se moría por acariciar ese rabo y dejarse poseer, ¡pero era su hijo! ¿Cómo había dejado que el juego llegara hasta allí? Miraba a su hijo, al lado con el rabo tieso y se calentaba aún más. Cerró los ojos y miró de calmarse.
Sergio se tumbó y dejó que su cuerpo fuera admirado por su madre, sabía que le miraba su rabo, y le gustaba mucho, le excitaba, y sentía como su rabo le pedía guerra, le latía y este se movía con un espasmo. Ni se lo había mirado, pero estaba seguro de que tendría la punta mojada con el líquido pre seminal, pero no tenía de qué esconderse. Ella le había tentado y él no se había cortado.
Ambos, tumbados, respiraban profundamente, cada uno miraba al cielo, Maite procuraba tener la mente fría y parar aquella locura, por su parte Sergio, orgulloso haber perdido la vergüenza y de haber conseguido callar a su madre, esperaba que ella diera el siguiente paso. La miró varias veces, pero ella no se movía, tenía su cuerpo al sol, los ojos cerrados, sus pechos perfectos con esos pezones ligeramente excitados, y sus piernas también sintiendo el calor del sol. Parecía ajena a todo el juego que habían tenido. Volvió a mirar al cielo pensando si se había pasado, si el juego había ido muy lejos, sí, estaba claro, ¿y? ambos eran libres de hacer lo que quisieran…
-Bueno me voy a quitar tus pantalones a ver como reacciones, ¿te apetece? – dijo Maite tirándolo todo por la borda, no podía frenar sus impulsos. Sergio volvió en sí de sus pensamientos, y su rabo dio un brinco, Maite disfruto al verlo. - ¿eso es un sí, verdad?
Sergio tumbado asintió con la cabeza y se incorporó un poco para ver el espectáculo que le iban a dar.
-¿Cómo prefieres que lo haga, de espaldas a ti, de cara o de lado?, ¿quizás de lado, no? – le preguntó a Sergio.
-Mmmm – pensó Sergio – de lado estará bien.
Maite se puso de pie, al lado de él, le miró a los ojos, a su rabo, y de nuevo a sus ojos, inclinó su cuerpo y empezó a bajar el pantalón, lentamente. Sergio no perdía detalle, por un lado tenia los pechos que se movían como una gota cuando está en el saliente de la cornisa, llenos y ondulantes, y por otro lado veía como empezaba a vislumbrar el tanga negro que llevaba su madre, el hilillo pasaba por la parte baja de la cadera de su madre. Y Maite seguía bajando pausadamente. Cuando el pantalón dejó el culo fuera, esta rotó sobre sí y le ofreció el culo. Sergio podía verle el tanga perfectamente, ver el triangulito, que formaban las tres tiras, de una tela transparente y ver ese culo terso a escasos centímetros de su cara.
Maite agachándose miraba hacia atrás, disfrutando con la cara de su hijo y viendo como él absorto dirigía una mano hacía su rabo, y lo agarraba fuerte. Eso la puso muy cachonda, a punto estuvo de apartarse el hilillo del tanga y sentarse encima de él, pero decidió hacerle sufrir un poco.
-¿Te tocas porque no te altera tanto verme el culo? Déjalo – se mandó, pero él ni se inmutó. Alzó la mano que tenía libre y la pasó por encima la telita del tanga que cubría la hinchada vulva de su madre.
Maite sintió una pequeña descarga que recorría su cuerpo, y aún sin haberse bajado el pantalón se incorporó y puso su mano encima de la de su hijo y apretó hacía ella. La suave tela estaba empapada, abrió ligeramente sus piernas para ayudar a Sergio a acariciarle el coño.
Estaba dándole la espalda, con la cadera tirando para atrás y las piernas ligeramente abiertas, tenía la boca abierta, respirando alterada, y los ojos cerrados disfrutando del placer. Se le escapó un gemido.
Sergio dejó su rabo y ayudo a bajarle el pantalón a su madre, mientras seguía magreándole el coño a través de la telita mojada. Maite levantó los pies para que pudiera salir el pantalón y se giró para ver a su hijo sentado con el rabo tieso. Le pidió que se levantara y una vez a su altura acercó sus labios hacia él y se unieron en un tórrido beso, ansioso y húmedo. Tras unos instantes lamiéndose las lenguas, Maite agarró el culo de Sergio y lo apretó hacia ella, quería sentir ese rabo erecto en su piel. Noto la erección en la tela del tanga, dejó que se colocara entre sus piernas y empezó a mover la pelvis estimulando su clítoris.
-Quiero que me folles – le susurró al oído y siguió moviéndose y compartiendo el placer.
Sergio no recordaba haber tenido jamás unas ganas tan locas de follar, y acercó a su madre a la barandilla del balcón sin plantearse si alguien les podía ver, le levantó una pierna y Maite apartó el tanga para mostrarle a Sergio su cueva del placer escandalosamente lubricada. Él acerco la punta y notó como si esa vulva le engullera todo el rabo. Entró hasta el fondo y ambos soltaron un gemido de satisfacción. Maite le agarraba el culo y lo atraía hacia sí, notando como el rabo de su hijo la penetraba fuertemente. Sergio por su parte apartó un poco el torso de ella para mirar esos pechos que tan caliente le tenían, subió una mano y agarró desde abajo el pecho, fuerte y empezó a pellizcarle el pezón.
-Dame fuerte, mi niño, dame fuerte – dijo entre dientes Maite sintiendo un gran dolor en el pezón, a la vez ese dolor se transformaba en un placer inmenso en cada embestida que recibía.
-Sí, sí, sí – es lo único que emitía Sergio, con su madre ensartada en su vigoroso rabo y magreándole el pecho. El pezón se había endurecido al tacto de sus dedos y él seguía apretando al comprobar que a su madre la mataba de placer. Cada embestida chocaba contra la barandilla, se aguantaba con una sola pierna, ya que la otra la seguía teniendo Sergio agarrada para facilitarle la penetración.
Sergio tenía aguante, aunque ahora lo dudaba, ya que con la calentura que llevaba encima sentía que se podía correr al momento, pero no quería acabar ya. Así que saco su rabo lubricadísimo por todos los jugos de su madre, la cogió de la mano y la entró al salón. Le hizo tumbarse boca arriba en el sofá y le abrió las piernas, apartó la tela del tanga para que no molestara y empezó a lamerle el clítoris, de arriba abajo, llegando incluso al ano. Las manos de Sergio le agarraban el culo y lo atraían para poder comerle mejor el coño.
Maite se agarraba los pechos mientras iba sintiendo un placer salvaje cada vez que la lengua de su hijo pasaba por su hinchado clítoris, gemía sin parar, tenía el orgasmo cerca. Bajo las manos y le agarró la cabeza a Sergio manteniéndole clavado en su coño. Un instante después soltó un grito de placer, abrió los ojos y empezó a gemir fuerte.
Sergio sentía el movimiento descompasado y espásmico de su madre en su cabeza, y se levantó rápido, se puso de pie y mientras su madre seguía gimiendo y con sus dedos acariciando el clítoris, la volvió a ensartar, con fuerza. Se puso a follarla enérgicamente, viendo como ella se mordía el labio inferior con fuerza. Ese orgasmo no se acababa jamás, y sintió como el suyo se acercaba e incrementó el ritmo, feroz y salvaje.
-Me voy a correr – pudo decir con esfuerzo Sergio, mientras golpeaba el sexo de su madre con el suyo.
-Dame, dame, córrete en mi – y Maite saltó hacia atrás y con un movimiento gatuno se metió el rabo durísimo y lleno de su flujo en la boca, y empezó a masturbarlo con energía, con la mano, apretando fuerte y absorbiendo con ansias. Notó como el rabo le palpitaba en la lengua y un instante después una descarga de leche llenó su boca. Le miró a la cara y vio como abría la boca, con una especie de mueca de dolor mientras gemía de placer.
La leche le caía por la comisura de los labios mientras seguía masturbándole, ahora con la boca abierta y mirándole a los ojos. Sergio sentía una explosión de placer tras otra y expulsaba leche que al final acababa derramándose de la boca de su madre.
Instantes después estaban abrazados en el suelo, medio apoyados en el sofá, acariciándose el pelo, el pecho, y sonriéndose cada vez que cruzaban la mirada.
Se les fue de las manos y aprovecharon el momento.
N.A. si os ha gustado me encantaria que me lo comentarais, estaré encantado de contestaros. Tengo algún relato más en sexo con maduras. Saludos y placer!