Provocación

Exhibicionismo, fetichismo, sexo gay,... todo en una noche muy caliente y desenfrenada.

Cogí el coche y conduje durante unos minutos hasta las afueras de la ciudad, hacia un parque separado donde acudían las parejas por la noche junto a mirones, que se agolpaban por los alrededores excitados con las escenas que veían. A veces se había producido algún altercado, por que se acercaban más de la cuenta. Tenía claro a quien iba buscando esa noche y quería buscar nuevas experiencias.

Aparqué en un lugar apartado, apagué las luces y cerré el cierre centralizado. Comencé a quitarme la ropa hasta quedarme completamente desnudo en el asiento trasero. La sobreexcitación por las circunstancias iba en aumento y empecé a y tocarme. Dirigí las manos hacia mis turgentes y suaves glúteos, apretando, cachondo y fogoso. Presioné mi anhelante agujero y dejé deslizar uno de mis dedos hacia el interior hasta introducirlo completamente a la par que exhalaba un suspiro de gozo. Un segundo dedo se coló en mi cada vez más dilatado orificio anal, balanceándome en un cadencioso y sensual ritmo de mete saca que fui acelerando. Busqué en el neceser sin dejar de meterme los dedos y saqué un consolador. Mis dedos fueron sustituidos por el grosor del consolador que empujé lentamente sintiendo como se insertaba en mí, ahondando en lo más profundo de mis entrañas, exaltando mis sentidos con su roce. Seguí durante unos deliciosos instantes introduciéndomelo absorto en el placer y la excitación que me estaba proporcionando. Sin embargo, un tenue ruido en el exterior me retornó a la realidad, dirigiendo la mirada hacía el lugar de donde procedía. Una sombra delatora se mostró ante mí acentuando aún más el ardor que recorría mi cuerpo, multiplicando las sensaciones al sentirme observado. Continué sodomizándome, empujando el consolador más y más hasta el fondo, totalmente extasiado y voluptuoso, dejándome llevar, gimiendo de gusto. Me saqué el consolador y goloso comencé a lamerlo apasionado, más aún al volver a meterme un par de dedos por mi dilatado culo. Giré mi cuerpo hacia la sombra chupando con fruición, provocador y lascivo, recorriéndolo al competo con la lengua. La sombra se hizo nítida, acercándose al coche, pudiendo verle del todo. Continué la chupada, relamiéndome los labios insinuante a su vista y morboso, sobre todo al comprobar que llevaba su miembro asomando erecto. Se colocó delante he intentó abrir la puerta lo que me permitió ver a escasos centímetros de la ventana su tersa y empalmada verga. Saqué la lengua y empecé a lengüetear el cristal insinuante hasta que se acercó aún más rozando con la verga el cristal a la altura de mi boca, sin dejar de lamer. Se la agarró y comenzó a meneársela, frotándola contra la ventana.

- Abre la puerta y esto será todo tuyo... Venga, verás como te gusta mi polla... No seas estrecho, déjame...

Sus ruegos me enardecían y acaloraban aún más, y volví a penetrarme con el consolador, gimiendo en un tono más alto y fogoso.

Alguien intentó abrir la otra puerta lo que hizo que me volviese para ver fascinado otros dos tíos con sus vergas entre las manos. Me deslicé hacia atrás para que pudiesen ver como me metía hasta el fondo el consolador entre jadeos entrecortados lo más obscenos y provocativos posible.

- Hazle caso, abre la puerta... No te arrepentirás...

- Estoy seguro que te apetece que te follemos ese culazo tan rico…

Alargué la mano hacia el botón del elevalunas y bajé el cristal unos centímetros, por los que no sé de que manera, consiguió colar su erecto miembro al que dirigí ladeándome la lengua y lamí repetidas veces. Bajé un poco más la ventanilla permitiéndole que metiese toda su verga que me introduje en la boca y chupé fogoso, mientras me suplicaba que siguiese y bajase un poco más el cristal. Pasé la lengua por su aterciopelado y terso glande, relamiéndolo y chupando, hasta que descuidado, le empujé y volví a subir la ventanilla, volviendo a chupar incitante el cristal. Aquello le acaloró y me lanzó una serie de improperios, intentando abrir de nuevo la puerta, a los que respondí con mi juego de provocación perversa y lasciva, que no sólo les excitaba aún más sino que hacía que me sintiese más cachondo. Acerqué de nuevo el consolador a mi boca y pasé la lengua lentamente desde la base hasta la punta con un suspiro obsceno, y me lo introduje en la boca mamándolo y succionando de forma estridente. Sin embargo su enfado se fue acrecentando y la excitación se tornó malestar hasta que finalmente se apartaron del coche y comenzaron a alejarse con suponía un buen calentón. El silencio que se apoderó en su adiós fue roto por el sonido del cierre centralizado que les paró en seco volviendo sobre sus pasos hasta situarse enfrente. Uno de ellos sujetó la manilla de la puerta y la abrió, alargó su mano hacia mí y despacio me sacó fuera, completamente desnudo. No había vuelta atrás. Sin soltarme me guiaron unos metros hacia unos árboles que atravesamos hasta llegar a una especie de caseta desvencijada en la que entramos y donde se podía intuir un colchón raído y sucio donde me dejaron. Uno de ellos apoyó una de sus manos sobre mi hombro y presionó ligeramente dejándome caer de rodillas, permaneciendo inmóviles. Los destellos de la luna se colaban por el abierto techo pudiendo observar excitado como me rodeaban a escasos centímetros sin hacer nada. Mire a uno de ellos y arrastrado por el morbo y la necesidad, le bajé la cremallera y saqué su bien tieso rabo, abrí la boca y lo engullí entero dejando escapar un suspiro de placer. Abrí todo lo que pude la boca para comérmela entera y pude sacar la lengua y chuparle las pelotas. Comencé a mamársela con frenesí buscando con mis manos a los otros dos que ya me esperaban dispuestos y sujetando sus apetecibles vergas se las empecé a menear. Abandoné la polla que tenía en la boca para dirigirme a la de la derecha pasando la lengua por el descubierto glande, recorriendo desde su prepucio hasta las pelotas, las succioné y regresé lamiendo hasta la punta y me la tragué. Volví a separarme para acudir al encuentro de la última polla que esperaba mi boca. La besé y le di unos lametones en círculos recreándome en tan sublimes sensaciones.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando entre cuchicheos los tres se apartaron de mí y se propusieron devolvérmela. Me excitó la idea de entrar al juego.

- “¿Te gusta, verdad?... ¿Quieres chupárnoslas?...”.

- “Sí”.

- “¿Qué dices que quieres?... a lo mejor si nos lo pides bien… jejeje”.

- “Has sido un nene muy malo, jejeje.”

- “No me podéis hacer esto…, necesito vuestras pollas, os la mamaré enterita y me lo tragaré todo,… uuuhhhmmm…, sólo de pensarlo se me hace la boca agua…, uuhhhmmmm… y si queréis por haberme portado tan mal me podéis follar el culito… ¿por qué no os sentáis ahí? –señalé un viejo sillón- , así mientras os la chupo me podéis encular. Estoy muy cachondo”.

- “Has sido un nene muy malo y ahora nos la vas a chupar hasta el final”.

- “Sí, lo que tu digas,  ¿quieres  follarme el culo?”.

- “A ver... me gusta, cachondón y bien depiladito… –me lo sobó y palpó y me metió un dedo por mi ansioso agujero- y bien abierto”.

- Uuuuuuhhhhh… que bueno… -dos de ellos ya se habían sentado y a gatas avancé hacia ellos y empecé a mamársela de nuevo con ansia, saboreándolas con fogosidad, deteniéndome en sus texturas, en la rugosidad salpicada de voluminosas venas, en la suavidad de sus glandes, húmedos por mi saliva y sus suculentos propios flujos que saciaban mi apetito y me turbaban, balanceando insinuante mi voluptuoso trasero que ansioso esperaba me rellenase con su divino falo- ¿a qué esperas?... tómame, te lo suplico… es todo tuyo…”.

Miré hacia atrás y vi como se aproximaba volviendo mi atención nuevamente a la mamada. Dos de sus dedos se colaron diestros provocando que me abalanzase sobre la polla que tenía en la boca, sintiéndola tocar el fondo de mi garganta. Los movía con maestría, atrapándome en un estado de lujuria irrefrenable que se multiplicó hasta el infinito al notar como los sustituía por su abultado falo. Mi agujero cedió sin resistencia percibiendo cada centímetro que penetraba en mi dilatada angostura, rozando escalofriante mi ano, estremeciéndome al sentir un picor cosquilleante al iniciar el armonioso vaivén que definitivamente me arrastró al paroxismo. El ritmo se aceleró lo mismo que mis ansias de mamar, embistiéndome y empujándome hacia las pollas que encerraban la esencia que ahora necesitaba. Vehemente chupaba y mamaba arrebatado por la enculada que acrecentaba mi apetito y afán por obtener su preciado néctar, que se precipitó para mi deleite como un torrente hirviente y delicioso. Un primer chorro de lefa brotó con ímpetu en el fondo de mi garganta, resbalando gustoso hacia mis entrañas. Sujeté su mano y me la apoyé en la cabeza, que balanceaba al ritmo de la enculada, para que presionase coincidiendo con una nueva riada de ardiente leche que mamé con fruición, goloso, paladeando su exquisito sabor, convertido gracias a la maravillosa polla que albergaba mi culo, en placentero manjar. Sorbí su profusa eyaculación, relamiéndome de gusto y vicio, lamiendo semen absorto. Suspiré varias veces agradecido en el instante en que el otro me sujetaba la cabeza y meneándosela delante de mí comenzó a correrse. Saqué la lengua y sentí caer sobre ella la espesura abrasadora de su orgasmo en sucesivos latigazos, agolpándose sobre mi lengua que iba anegándose, balanceándose acuoso y rezumante, hirviendo. Lo paladeé unos instantes mágicos, engulléndolo en el instante en que sentí en mi culo como se derramaba dentro. Aspiré directamente de la polla recogiendo unas últimas gotas que sorbí notando fluir su semen en mi culo. Seguí lamiendo ambas pollas hasta que se retiró, escurriendo su simiente por mi agrandado orificio anal.

No hubo más palabras y sin más se marcharon por la puerta de la caseta. Me incorporé y sin ropa salí de vuelta al coche pero me detuve al oír un ruido que atrajo mi atención. Avancé rápido descubriendo a un joven adolescente que me miró azorado, con una mezcla de vergüenza y excitación. Pese a la situación el ambiente no se hizo tenso y me confesó que había estado viendo lo que había pasado dentro de aquel chamizo, pero había preferido permanecer oculto por que creyó que éramos un grupo que veníamos juntos. No hizo falta ser insistente, reconoció que le había gustado y mi “inocente” interés le animó y dio confianza.

- “Ha sido muy excitante verte,  me has puesto a mil”.

- “Ya será para menos, ¿te gustan los tíos entonces?”.

- “No, soy hetero, pero la mamada que les has hecho…, y la verdad, tienes un culo…”.

- “Gracias, eres muy generoso y me da un poco de vergüenza. No sé que me ha pasado antes, me he dejado llevar por el morbo, sin conocerles…”.

- “No tienes porque, yo también soy muy cortado, sino…, con ese culazo que tienes…”.

- “¿Me has visto bien? –me giré y arqueé un poco ofreciéndole una perfecta panorámica de mi culo- . Parece que nunca hayas visto uno…, puedes acercarte”.

- “Ver he visto muchos, pero no como el tuyo…, depilado y tan sugerente,  además es una de mis fantasías, hacerlo por detrás…, que no se ha cumplido…”.

- “Todavía…, y no será por falta de oportunidades, eres un chico muy guapo”.

- “¿Te gusto?”.

- “Sí… tengo un poco de frío, ¿me acompañas hasta le coche?”.

Me siguió a escasos pasos por detrás hasta llegar al coche. Abrí la puerta trasera y entré lentamente exhibiendo mi culo a su pervertida mirada y le invité a que pasase sentándonos el uno al lado del otro tras cerrar la puerta. Me incorporé y dirigí hacia delante dejando a su voluntad mi sugerente trasero mientras cogía unas toallitas de la guantera durante unos eternos segundos que se agotaron al sentir su mano palparme con delicadeza y que motivó un tenue y hondo suspiro, recorriendo al completo mis nalgas, manoseando y sobándome, acariciando las curvas de mi tentador y dispuesto culito. Mantuve la postura dejando que se recrease excitado y conseguí reclinar el asiento delantero hacia delante, dejando un mayor espacio y permitiéndome recostarme, acentuando mis gemidos al notar sus dedos hurgar en mi agujero avanzando sensuales y apetecibles hacia el interior, derritiéndome de gusto. Pese a la excitación oí como se bajaba la cremallera y curioso quise ver lo que estaba haciendo, descubriendo una descomunal erección atrapada entre sus manos que sobresalía por la cremallera. Separé las piernas y descendí a su encuentro sintiendo su roce entre mis glúteos, restregándome sobre ella hasta notarla tocar la entrada al abismo del placer. Sus manos se posaron sobre mis nalgas y la presión aumentó forzando la entrada al ir deslizándome sobre él. Mi orificio cedió y abierto fui acogiendo su celestial verga que lentamente me atravesaba incandescente para mi regocijo, frotando deliciosamente las paredes de mi ano hasta que noté aquella dureza golpear el fondo de mi cavidad anal. Sin embargo no paré y le entregué todo mi culo, hundiéndola en lo más profundo, hasta que me senté sobre él. Permanecí un instante, disfrutando encajado, moviéndome en círculos sobre él. Con su ayuda ascendí despacio fascinado por cada milímetro que me traspasaba irradiando escalofríos de gozo desde lo más profundo de mi cachondo culo hasta todos los poros de mi piel. Volví a descender pero en esta ocasión me dejé caer y subí rápido, iniciando un vibrante sube y baja sobre su maravillosa polla que me daba un placer voluptuoso y lujurioso, acelerándome extasiado en las sensaciones que aquello me estaba  produciendo, gimiendo ardoroso, arqueándome hacia delante para facilitar una intensa penetración. Sus manos me tenían atrapado por las caderas y me impulsaba frenético, gozando con mi culo y yo con su nabo, en un lapso eterno de estremecedor mutuo placer, friccionando mi dilatado ano

- “¿Te gusta?... uuummmm…”.

- “Sí, oh sí, aahhhh… aahaaahhh… ¿y a ti?...”.

- “Uuuummm…   oooohhhhh… follas como los ángeles…”.

- “Creo que me voy a correr…  aaahhhh…  aaahhhh…”.

- “Sí, córrete…  uuuhhhhmmm… lléname el culito de tu lechecita…  aaahhhh…”.

El grosor de aquella fantástica verga se multiplicó sobre la angostura de mi agujero, presionándome sobre él sin dejar espacio entre nuestros cuerpos, acompañado de un hondo suspiro en el instante en que comenzó a correrse, derramando su hirviente esperma en mi interior en sucesivos trallazos, que eran mi deleite, regodeándome con la sensación de calidez que me inundaba y sus pequeñas sacudidas involuntarias que se fueron apagando lentamente junto a su ahogado jadeo. Permanecí sentado sobre él disfrutando de unos instantes últimos con su declinante verga apunto de abandonarme. Me sujetó por las caderas con una leve caricia y se retiró no pudiendo evitar que al sacármela una parte de su orgasmo se deslizase de forma involuntaria por mi dilatado ano, como queriendo regresar al lugar de donde había brotado. Al girarme observé tan gratificante nabo, surcado por un hilo de esperma, resbalando por su resplandeciente punta. Como pude me coloqué raudo frente a él, me incliné, busqué su mirada y acerqué la lengua hasta rozar el delicado glande, sobre el que esparcido escurrían los restos de su corrida que habían fluido desde mi ano. Sentí aquella humedad sobre mi ávida lengua, lo lamí y recorrí en su búsqueda la menguante largura de su miembro hasta recogerlo todo, balanceándose acuoso sobre mi lengua. La introduje y aspiré profundamente mientras se precipitaba por mi garganta. Exhalé un hondo suspiro de aprobación mientras él cerraba satisfecho sus ojos.

Unas palabras de agradecimiento y una breve despedida acompañaron su sombra desaparecer. Recogí el vibrador y con la ventosa lo adherí a la puerta, por fuera, me giré y me lo introduje despreocupado enterito por el culo, sujeté mi semiflácida polla y balanceándome sobre el consolador me empecé a masturbar. Cerré los ojos, visualizando las escenas que había vivido, recreándome en las sensaciones experimentadas, en aquellos extraños sodomizándome, en su semen brotando y saciando mi lujurioso apetito. Saqué la lengua de forma refleja y me relamí los labios, meciéndome sobre el consolador y pajeándome a la vez. Absorto, estaba a punto de correrme, cuando un ruido me retornó a la realidad. Abrí los ojos y me topé a escasos centímetros con lo que parecía un poli, golpeando la porra sobre una de sus manos. Incontrolable un chorro de lefa salió disparado sobre aquel tipo. La mayor parte fue a parar a la porra y otra parte cayó sobre una de sus botas.

- “Vaya con el pedazo de maricón este, se acaba de correr encima de ti”. –allí estaba su compañero y sí, eran dos polis-.

- “Se te va a caer el pelo, exhibicionismo y además esto. Vaya como me has dejado. Date la vuelta”.

- “Joder, se estaba metiendo una polla de plástico por el culo”.

- “Lo siento señor agente…” -atiné a decir, casi en estado de shock y completamente avergonzado, tratando de encontrar una rápida solución -.

- “¿Te habrás quedado a gusto?”

- “Un poco… aunque podría estarlo más”.

Di con la tecla adecuada a tenor de la sonrisa que esbozó, pero hacía falta un empujoncito más para no sólo salir bien parado sino incluso sacar algo de partido de la situación.

- “¿Ves esto?” – se dirigió a mi en tono autoritario mostrándome los restos de semen que salpicaban su bota -.

- “No se preocupe, yo me encargo”.

Sin vacilar, me incliné solícito hacia la bota y me puse a lamerlo, mezcla de rubor y de morbo. Alargué aquella situación consciente, ya más por vicio que por temor, de lo que suponía y dejando bien a las claras mis intenciones. Ladeé la cara para que pudiesen observar como lamía unas botas donde no quedaba ya ningún resto de mi corrida. Su mueca de asentimiento endulzó el manjar que acababa de libar y encendió de nuevo mis instintos más básicos, azuzado por la calentura de vislumbrar la escena que por mente comenzó a pasar junto a aquellos dos agentes del orden. Tomé la iniciativa.

- “Ya está señor agente, le he dejado la bota bien limpita. ¿Quiere que haga lo mismo con su porra”.

- “¿A qué porra te refieres?”.

- “A cualquiera donde haya mucha lechecita para que yo me la beba”.

Arrodillado avancé unos centímetros y alcancé la porra que tenía sujeta, busqué el líquido blancuzco que adherido había ido resbalando hacia el extremo, abrí la boca y me la introduje bien adentro iniciando un lento vaivén acompañado de un gemido de satisfacción e incitación, simulando una verdadera felación.

- “Ahora entretente con esto y pórtate bien”.

De su bragueta ya asomaba un incipiente pedazo de carne surcado de venas, dispuesto a ser devorado. Atraído sobremanera por la idea de mamársela a dos hombres uniformados, en mitad de la nada, quizás observados, dirigí toda mi atención a su exuberante porra. Abrí mis fauces y engullí voraz todo aquel pollón y empecé a mamar absorto y complacido, pudiendo notar el efecto de mi boca en su casi imperceptible acelerada y entrecortada respiración. Por un instante me embriagué con la textura y delicadeza del glande, sintiendo el prepucio con la lengua y los pliegues y pequeñas venas que surcaban toda su extensión entre mis labios. La introduje hasta rozar el fondo del paladar. Retrocedí y dejé que escapase apremiado por la otra polla que esperaba su turno. Erecta aguardaba mis atenciones que dispuesto presté regalándole un lametón en la sedosa punta, lamiéndola en círculos y sorbiéndola. La recorrí descendiendo sin dejar que mi lengua perdiese contacto, hasta topar con el cierre de la cremallera. Introduje la mano y palpé sus sensibles cántaros de néctar, logrando con delicadeza dejarlos a la vista, dándoles sucesivos lametazos, anhelante de su contenido. Volví a ascender y me la metí en la boca iniciando una generosa mamada. Estaban tan cerca el uno del otro que me resultó sencillo y gratificante poder ir pasando de una a otra, mamándoselas casi al unísono. Disfrutaba con una en la boca y masajeaba la otra, complaciente y apasionado, lamiendo ávido y entregado sin reservas. Comencé a saborear unas deliciosas gotas de líquido preseminal y me detuve, separándome, quedando unido a aquella suculenta verga por un hilillo de saliva.

- “Correros sobre mi, a la vez, por favor”.

- “Uuufffff… yo estoy apunto, ¿y tu?”.

- “No me queda nada, chúpamela una poco más…  aaahhhh… así, así, lo haces muy bien, aahhhh… ya vaaaa,… aaahhh…”.

Sujeté ambas pollas preparadas para derramarse sobre mí, en el conspicuo acto de sensualidad dimanada de mi celestial afán. Placer por mamar, placer por lograr su éxtasis, placer por apoderarme de su esperma y placer por saborearlo, multiplicado por dos y sumado a lo carnal e impúdico del escenario. Como si de un manantial hallado en medio del desierto se tratase, busqué sediento, entre ambos, con la lengua fuera y abierta la boca, el anhelado néctar que iban a eyacular. Afortunado, recibí un copioso raudal hirviente sobre mi boca y lengua. Sentí el ardor espeso de su semen caer por mi cara, rebosando en mi boca y escurriendo por la comisura de los labios, resbalando por el cuello, mientras seguían bañándome con sucesivas lechadas. Su apetitoso orgasmo anegaba mi rostro y rezumante esperaba a ser paladeado. Aspiré y tragué su acuoso semen con gran fruición y deleite, relamiéndome instintivo, lo que me permitió tomar parte de la lefa que empapaba mis labios, bebiéndola y exhalando un hondo respiro de satisfacción. Ardiente recreé mis sentidos percibiendo como se deslizaba por mi garganta hasta lo más profundo de mi ser. Me estiré hasta rozar con la lengua la punta de sus generosas pollas de donde aún germinaban goterones de preciado licor seminal, recolectándolas vehemente y sorbiendo, embriagándome con su fragancia y regusto. Me restregué contra ellas, calándolas bien del propio esperma que recorría mi piel. Me introduje cada una de ellas en la boca y absorbí el jugo que las empapaba, Uno de ellos acercó su mano a mi rostro y con un par de dedos recogió un resto de su corrida que  salpicaba mi cara, ofreciéndomelo. Chupé goloso y sumiso, apoyando mis manos sobre sus fornidos muslos durante un instante. Permanecí arrodillado absorto en el regusto que se expandía por mis papilas gustativas y se internaba por mi pituitaria a la vez que contemplaba su marcha silenciosa. Entré en el coche con las sensaciones a flor de piel aún.

Todo había salido a pedir de boca, una noche desenfrenada que se cerraba con un broche de oro. Me pregunté cuándo volvería a disfrutar de semejante manera y dónde. Quién sabe.