Protegido, enculado e inseminado
Relato corto de sexo interracial e intergeneracional
Como todas las mañanas, había salido a correr por el parque que hay enfrente de mi casa, muy cerca de una zona de ligoteo frecuentada sobre todo por tíos mayores, aunque alguna vez se veía a algún jovencito como el que ese día me abordó pidiéndome ayuda porque le perseguía un grupo de chicos de su edad que le querían robar la mochila, aunque no se veía a nadie por allí. Se trataba de un adolescente de origen sudamericano, bastante mono, al que seguramente le habían pillado intentado ligar por allí, motivo por el que debían andar buscándole. Iba muy acalorado y se notaba el miedo en su cara, por lo que le ofrecí que se viniera conmigo para poder despistarlos.
Al llegar a casa, le ofrecí algo de beber y le intenté relajar tocándole primero un brazo y abrazándolo después, a lo que no opuso resistencia, por lo que una vez nos sentamos en el sofá, le empecé a acariciar una de sus piernas que, si bien no retiró, tampoco dio señales de ir más allá. Empecé a pensar que quizás me había equivocado por lo que le dije que me iba a duchar y que si le apetecía irse lo podía hacer, que no me debía nada ya que lo había ayudado encantado.
Al salir de la ducha ya no estaba en el salón pero para mi sorpresa estaban su mochila y toda su ropa sobre el sofá, encontrándole en la habitación acostado boca abajo sobre la cama con tan solo los calcetines blancos puestos, que contrastaban con su piel morena. Tenía un cuerpo precioso, aniñado pero con las piernas ya peludas y un culito redondo y carnoso que acabó enseguida siendo devorado por mi ávida lengua, disponiéndome a aprovecharme de tener a un yogurín así sobre mi cama, dispuesto a dejarse hacer por un tío que casi le doblaba la edad.
A pesar de su aparente pasividad, sus gemidos delataban que estaba disfrutando de lo lindo de aquella comida de culo en la que trataba de meter mi lengua hasta bien dentro, disfrutando del aroma de sus jugos y preparándole para lo que vendría después. Tras un buen rato sin parar de lamer su ano, intenté con cuidado meterle la polla. No encontré resistencia hasta que, al llegar más o menos a la mitad, empezó a revolverse diciendo que le estaba haciendo daño. Me levanté para ir al baño a por un bote de crema que hiciera más fácil la penetración pero al volver se había girado y, al ver su polla oscura y dura pidiendo guerra y aquellos labios carnosos con dientes blanquísimos, me coloqué en posición de hacer un sesenta y nueve y me metí su verga en mi boca, a lo que el chico correspondió haciendo lo mismo con mi polla.
Nos la mamamos durante un buen rato y a continuación aproveché la postura para, levantándole las piernas, irle embadurnando el culo con una generosa ración de crema de manos, primero con un dedo y luego con dos a la vez. Cuando me pareció que ya estaba preparado, me coloqué dispuesto a follármelo levantándole las piernas y colocando sus pies sobre mi pecho, comenzando a penetrarle despacio y con cuidado pero sin cejar en mi empeño de follármelo. El chico se dejaba hacer pero se notaba que no estaba acostumbrado a ser sodomizado por un rabo de un tamaño y grosor nada despreciables. Por fín entró hasta el fondo y comencé un breve mete y saca que él interrumpió para sacar mi polla de su culo y colocarse de nuevo boca abajo, postura en la que quizás sentiría menos dolor. Me tumbé encima de él y por fin en aquella posición relajó su esfínter y comenzó a responder a mis embestidas con leves movimientos de su culo. Suelo aguantar bastante por lo que, a pesar de sus meneos y jadeos, que poco a poco fueron subiendo de intensidad cuando por fín se deshinibió y se rindió al placer de verse penetrado, le estuve taladrando el culo durante un buen rato mientras le lamía el cuello o le metía la lengua en su boca hasta que me vine dentro de él y, sin sacársela, le coloque de lado mientras le masturbaba hasta que enseguida el también acabó corriéndose abundantemente sobre las sábanas.
Aquella no sería la última vez, ya que he vuelto a repetir en varias ocasiones con este chavalín ya que, aparte de estar bien bueno, se nota que disfruta de lo lindo cuando me lo follo y, a diferencia de otros, deja que me corra dentro de él, es más hasta que no lo hago él no quiere correrse y eso es algo que me encanta.