Prostituidos por Roberto Segunda Parte.

Nuevas humillaciones de la pareja formada por María y Juan, esta vez por parte de unos amigos de su dominador Roberto.

Este relato se puede leer independientemente de la primera parte, no obstante, para conocer el origen de los hechos, es conveniente leerla, podéis hacerlo en este enlace https://www.todorelatos.com/relato/176716/.

Llamaron a la puerta y María abrió, como le habían ordenado, vestida únicamente con un pijama de verano casi transparente sin nada debajo, yo esperaba completamente desnudo en el salón.

Cuando entraron los hombres, que resultó que eran cuatro, uno de ellos de más de dos metros y muy musculoso, que resultó ser portero de discoteca, dos de ellos empujaron a María contra la pared, mientras un tercero comenzaba a arrancarle el pijama en el propio hall, mientras, el cuarto me ató de pies y manos a una silla en el salón y me dijo “así gozarás del espectáculo sin molestar”.

Cuando ya María estaba desnuda, el portero comenzó a besar y estrujar sus pechos, causándole daño por la fuerza que tenía; el que me había atado se acercó a ellos y le vendó a María los ojos quedando ella completamente indefensa y privada de visión.

Entonces dijo “vamos a probar a la guarra” y María notó cómo le empujaban, la cogían dos por los brazos y uno por los sobacos desde detrás y el portero cogía sus muslos, era una violación en toda regla, entonces la escuché gritar desde mi silla, al parecer el grandullón la había penetrado con un miembro enorme y estaba follándosela sin miramientos, a los 10 minutos los otros empezaron a protestar “a ver si terminas, tío, que la guarra pesa”, otro… “¿y nosotros cuando?”, pero el violador no paraba y gemía de placer hasta que pasados casi 18 minutos eyaculó llenando de semen el coño de María, semen que goteó hasta el suelo, cuando la pusieron en pie, el que la había penetrado le ordenó “limpia el suelo so guarra”, ella no preguntó y se puso a cuatro patas a lamer los restos de la abundante corrida, mientras lo hacía, los otros tres hombres se desnudaron tirando sus ropas en el propio vestíbulo y uno de ellos, tirando de su pelo, guio la boca de María hasta su pene, introduciéndolo hasta la garganta y provocándole un ataque de tos apenas reprimido por el miembro, largo aunque no demasiado grueso que la ocupaba, mientras otro se puso de rodillas y, sujetando sus caderas, la penetró violentamente por el ano, provocando un ahogado grito de sorpresa y dolor de María, ya que el pene, sin ser demasiado largo, era bastante grueso.

Mientras, el cuarto de los visitantes, alto y corpulento, se masturbaba esperando su turno.

El portero, miraba el espectáculo y dijo “terminad pronto que quiero que sigamos la fiesta delante del cabrón, así que aquí no se sigue follando”.

Los penetradores sacaron sus penes y, cogiendo del pelo uno de ellos a María, la obligaron a ir hacia el salón, ella intentó levantarse pero le ordenaron que siguiera a cuatro patas.

Otro de los penetradores fue a la cocina y llenó un plato hondo con leche, colocándolo delante de mí, cuando llegó María, le ataron las manos a la espalda y le ordenaron que bebiera del plato, cosa que hizo como pudo, la escena no podía ser más humillante para ella y para mí pero tampoco más morbosa, “mirad, el cabrón está empalmado”, dijo uno de los cuatro...

Cuando tenía la cara llena de leche de haber bebido en el plato, además de la que había caído sobre su cuerpo al levantarse, el cuarto dijo “me parece que me toca, ¿qué tal es la puta?”, entonces los tres que ya la habían probado comenzaron sus comentarios, a la vez soeces y humillantes, “el mejor dinero que he gastado en mi vida”, dijo uno, “vaya buen culo, y poco usado”, afirmó el segundo, mientras el portero de discoteca, relamiéndose, dijo “yo sólo digo que, en cuanto termines, sigo, que tengo que probar ese culo”, cosa que hizo que tanto María como yo diéramos un respingo, dadas las dimensiones que gastaba, “mirad por ahí a ver qué lubricantes hay, que tampoco es cuestión de estropearla”.

El que aún no había follado le dijo a uno de sus amigos “sujétala por el pelo y que abra la boca” y desde una pequeña distancia ordenó a María “trágate mi polla guarra”, cosa que era imposible por la distancia que situaba el glande a tres- cuatro centímetros de la cara de ella.

Ella lo intentó, mientras el otro sujetaba su pelo, consiguiendo únicamente que su cabeza llegara a dolerle por los tirones, entonces el otro cogió y le introdujo bruscamente su polla hasta la garganta provocando casi un vómito de ella.

Mientras violaba su boca, los demás acariciaban sus pechos y sus respectivos penes para volver a penetrarla, uno de ellos afirmó “tenemos toda la tarde y tenemos que amortizar nuestra inversión”, los demás rieron y aplaudieron.

Cuando estaba a punto de correrse, el penetrador extrajo su pene, eyaculando abundantemente sobre su cara y pecho, dejándola totalmente manchada.

Entonces, el portero de discoteca, que parecía el jefe del grupo, dijo: “¡atadla a la mesa bien abierta de patas!”, cosa que hicieron los demás sobre la marcha, cuando estaba bien atada de manos y pies, ordenó: “¡lubricadle el culo con todo lo que encontréis!”, los demás procedieron en consecuencia, mientras uno abría las nalgas de María, otro le empezó a untar abundamente vaselina, mientras el tercero la iba penetrando con los dedos, ella gritó y recibió como respuesta: “¡si gritas ahora ya verás cuando Pepe te la meta...!”, a todo esto, tres dedos habían entrado en su esfínter anal, que se iba abriendo poco a poco, el que le abría las nalgas dijo: “todavía es poco” y siguieron untándola mientras el portero se iba masturbando para tenerla bien tiesa.

Al fin, el cuarto dedo entró entre las nalgas y pensaron que podría ser penetrada, el portero, como una erección increíble apoyó su glande en el agujero anal y ella comenzó a sentir el calor del pene ansioso que, poco a poco, fue abriéndose paso entre las nalgas de ella, esta vez el portero no fue tan brusco como cuando la violó nada más entrar pero, claro, él mismo sabía que con su tamaño hubiera podido causarle lesiones.

Ella sudaba y gemía mientras mordía sus labios ante la intrusión, al fin, la punta consiguió entrar y, tras parar un poco, se notaba que no era la primera vez que el portero rompía un culo, continuó la penetración, hasta que, cuando metió algo más de la mitad, inició un movimiento de vaivén.

Los otros tres lo animaban mientras uno afirmaba “este culo ya va a dejar de dar placer, se va a quedar tan grande que no servirá para nada”.

Al poco, el penetrador comenzó a gemir, María estaba con las lágrimas saltadas y se quejaba pero, atada como estaba, poco podía hacer más que implorar una piedad que le fue denegada.

Por fin, el follador eyaculó y, al retirarse, los demás pudieron ver el esfinter anal totalmente dilatado y la gran cantidad de leche que había dentro y salía por los muslos de María hasta sus pies.

Entonces, la soltaron, teniendo que ayudarla a incorporarse, y le ordenaron que se lavara con agua fría, lo que también mitigaría el dolor, no había sangrado gracias a la lubricación pero si estaba muy molesta y tenía el trasero y las piernas sucias de semén.

Mientras los cuatro visitantes comenzaron a hablar entre ellos diciendo que la última follada los había calentado a todos y que había que follarla de nuevo, mientras se repartían unas pastillas de viagra.

Cuando María salió, uno de ellos se tiró al suelo y le ordenó que se metiera la polla mirando hacia él, cuando lo hubo hecho, otro se puso de rodillas entre las piernas del primero, empujó a María sobre el que la tenía penetrada y éste la abrazó fuertemente comenzando a morrearla de forma muy lasciva, entonces, el otro, aprovechando que aún tenía el culo abierto, se lo penetró.

Cuando comenzaron los movimientos, el tercero se puso de rodillas detrás del que la follaba vaginalmente y le agarró el pelo obligándola a abrir la boca y la penetró oralmente, sólo quedaba el portero, al que, al parecer, le gustaba jugar solo y que cogió la mano derecha de ella, obligándola a masturbarlo, a pesar de que la mano apenas podía abarcar el grueso de la polla.

El espectáculo era brutal, una sola mujer satisfaciendo a cuatro hombres simultáneamente, ella gemía de placer pero a la vez se atragantaba con la polla que tenía en la boca, larga pero no demasiado gruesa, pronto ella se corrió, dejando de masturbar a la bestia que tenía a su derecha y echando la cabeza hacia atrás para gritar de puro placer.

Los penetradores dijeron “esta guarra va a poner a tono a todo el vecindario”, con lo que el portero dijo “veréis como deja de gritar” y metió su enorme polla en la boca de ella, que se atragantó y comenzó a salivar.

El que penetraba su coño comenzó a gemir, pero el portero le dijo, para y no te corras, tirando del pelo de María la levantó dejando al primer follador a medio orgasmo, el que penetraba su culo decía que podía seguir un rato ya que estaba aún tan abierto que daba poco placer, el portero le dijo que mejor y obligó a María a ponerse de rodillas, les ordenó a los demás que esperaran y volvió a penetrar su boca con un violento mete y saca hasta que, cuando se iba a correr, la sacó y echó la nueva eyaculación en su cara y pelo mientras decía “haced vosotros lo mismo”, el que había penetrado últimamente su coño tomó la cabeza de ella y comenzó a follar su boca hasta que, cuando sintió los primeros placeres del orgasmo, la sacó asimismo y la volvió a lefar, uniendo su leche a la de su amigo, los otros dos hicieron lo mismo, María tenía leche desde el pelo hasta el pecho ya que, aunque se habían corrido en su cara, era tanta que goteaba.

Entonces el portero, viendo mi erección dijo “coged al cabrón y que se beba toda la leche dejándola bien limpia”, me soltaron y, tras ordenarle a ella que se tumbara en el suelo, me obligaron a chupar su pelo, cara y pecho, mientras los folladores se reían.

Después se marcharon pero el portero prometió regresar pronto...