Proposición indecente

El jefe de mi marido le propone un ascenso a condición de disfrutar de mi.

Proposición indecente

Estaba harta y muy preocupada por mi marido. Él, que desde que nos conocimos era una persona con mucha confianza y con mucha ilusión estaba desencantado. Tras los años en la universidad en la que nos conocimos yo me dediqué a trabajos sencillos, como traductora y cosas así mientras que él, primero de su promoción encontró trabajo en una gran multinacional. Tenía un futuro muy prometedor y nos casamos al año. Yo por entonces era virgen, fruto de colegios religiosos y de una familia muy conservadora. Juan, mi marido me respetó hasta la noche de bodas, en la que al fin me pude entregar. Las cosas en el trabajo no andaban muy bien. Había conseguido un par de ascensos y ya era coordinador de planta a sus 29 años. Pero ahí se truncaron sus aspiraciones. Su supervisor Eduardo era una persona despreciable. Lo explotaba hasta la saciedad, casi sin vacaciones mientras él viajaba constantemente. Y lo que era peor, luego se llevaba todos los méritos. Todos y cada uno de los proyectos que presentaba mi marido (era muy inquieto) eran "robados" por Eduardo. Y tras 4 años todo seguía igual.

Pero todo cambió ese verano hace 3 años. Vino a la sucursal de Madrid un director de la empresa matriz llamado John a hacer una inspección y ver porqué las ventas habían caído el último año. Y ya se sabe, mucho peloteo por parte de todos y todos intentando hacerse notar. Mi marido estaba en esa época hecho polvo porque Eduardo le había vuelto a robar una muy buena idea y se la había presentado a Paco, el director de planta que a su vez se lo presentó a John. Éste quiso conocer al precursor del proyecto. Y Eduardo se lo expuso en una reunión, tras la cual John quiso saber el grado de implicación de todo el equipo de la planta en ese proyecto. Y para ello convocó a mi marido Juan para una cena de negocios esa misma noche. Y ahí Eduardo se quedó de piedra al no ser invitado. De hecho, sólo iríamos John, Juan y yo como acompañante.

Mi marido llegó exultante a casa. Me lo explicó todo y me instó a prepararme. Para la ocasión me puse un vestido color pistacho ceñido, con el primer tanga que me había comprado mi marido en las últimas rebajas y sin sujetador, ya que el vestido daba forma. Me sentía muy sexi, lo que era una sensación bastante nueva para mi a mis 29 años.

Llegamos al hotel de 5 estrellas donde se alojaba John a las 9 de la noche y nos dispusimos a cenar en el restaurant del hotel. La velada iba de maravilla. Juan y John se entendían muy bien. Quedaba muy claro que Juan conocía mucho mejor el proyecto que Eduardo. Y en esas alturas de la noche, tras 2 botellas del mejor vino tinto del hotel John hico un comentario que nos dejó anonadados:

  • Queda claro que el proyecto es tuyo Juan, pero para ponerte a ti al frente debo destrozar la carrera de Eduardo y eso es algo incómodo. Para que de ese paso tenéis que hacer algo por mi.
  • ¿Qué quiere que hagamos nosotros por usted? Es usted mucho más poderoso e influyente.
  • En realidad es tu mujer la que tiene que hacer algo para mi. Desde que la he visto entrar no he podido dejar de pensar en ella. Es la mujer más guapa que he visto en mi vida y me gustaría pasar una noche completa con ella. Siempre con tu consentimiento, claro. Tras eso, serás nombrado director del proyecto, y Eduardo será despedido. Y por supuesto esto no saldrá de nosotros tres nunca. Bueno, me voy a mi habitación. Si aceptáis venid allí. Si no lo hacéis, no voy a despedirte, pero desaprovecharas la ocasión de tu vida.

Yo me quedé de piedra y por la cara que puso mi marido creo que el estaba también alucinando. Ante la cara de duda que ponía yo me sentí muy molesta. Y le dije que me quería ir a casa. Juan dijo que bien. Pero en eso me asaltaron las dudas. Pensé que no era para tanto. Que solo sería una noche. Ir, abrirme de piernas y volver. Tampoco era tan diferente a lo que hacía con mi marido. Y cuando íbamos a salir por la puerta del hotel cogí el brazo de mi marido y le dije que si me podría perdonar algo así. Juan contesto que me estaría eternamente agradecido… Así que casi sin pensarlo cogimos el ascensor y subimos a la habitación de John. Parecía muy contento al abrir la puerta. Y nos dijo:

  • Mañana mismo Juan será nombrado supervisor y tú, no tendrás que volver a verme en tu vida si no quieres, pero esta noche serás mía y harás TODO lo que yo te pida, ¿ok? Juan, baja al bar del hotel y espérala allí. Carga todo lo que tomes en mi cuenta.

Y con este corto y simple dialogo despidió a mi marido. Yo estaba muy nerviosa y asustada. Nunca había tenido más relaciones sexuales que las "normales" con mi marido y ahora estaba a punto de dejarme hacer por un desconocido lo que él quisiera. Se acerco al mini bar y sirvió un par de copas del mejor champaña. Puso música y me dijo:

  • Brindemos por esta noche.

Yo no solo tome esa copa, tomé dos más en un intento desesperado de que la situación se volviese menos violenta. John propuso bailar a lo que accedí. Puso una música muy lenta para bailar pegados. Y así comenzó todo. Le toqué por primera vez. Me di cuenta de que tenía una gran espalda y unos músculos muy marcados. Yo apretaba mi cabeza contra su pecho para no tener que mirarle a los ojos. Pero eso cambio a los 5 minutos. El champaña empezaba hacer efecto y yo me sentía cada vez más cómoda. John me subió la cara con su mano apoyada en mi barbilla y me besó suavemente en la boca. Fue un beso dulce, acaramelado. Para nada se diría que yo no tenía más elección que entregarme a ese hombre. Podía ser perfectamente una cita entre dos amantes enamorados. Y me sentí derretir. Su boca muy agradable. Su pecho se hinchaba con la respiración y la mía también se estaba acelerando. Bajó sus manos desde la cintura a mi culo y empezó a acariciármelo por encima del vestido. El contacto de sus fuertes manos sobre mi culo era increíble. Pero mejor fue cuando una de sus manos subió hasta mi pecho derecho. Buffff Y todo sin dejar de besarnos. Empezó a besarme el cuello y yo eché mi cabeza hacia atrás. Soltó un tirante del vestido y el pecho quedó al aire. Mi pezón desafiaba la gravedad y pedía a gritos que lo besaran. Y así lo hizo. Sentí como sus labios se posaban sobre mi pezoncito y creí que me moría. Los pensamientos de culpa y los recuerdos de que estaría pensando mi marido se desvanecieron. Me solto el otro tirante y dejó que mi vestido cayera hasta el suelo. Me acercó a la cama y me tumbó sobre ella. Y ahí empezó a besarme por todo el cuerpo. Mientras su boca recorría todo mi cuerpo sensaciones hasta entonces nunca vividas por mi recorrían mi espina dorsal. Mis orejas, cuello, pechos, barriguita… y hasta que llegó a mi entrepierna. Me levantó las piernas, me quitó el tanga que me había regalado mi marido, y puso su boca sobre mi coño… bufff eso no me lo habían hecho nunca, pero desde el momento que empezó, un orgasmo tras otro me impedían dejar de gritar y pensar. ERA DEMASIADO BUENO¡¡¡ Tras 5 min en los que no paró de chuparme el coñito mientras con sus manos estrujaba mis pechos yo lo único que podía hacer era gritar y estrujar con mis manos las sabanas. Y cuando bajó un poquito más y me dio un lengüetazo por mi agujerito posterior creí que me moría. Cuando más caliente estaba se incorporó y me dijo:

  • Ahora tienes que hacérmelo tu a mi.

Se quitó la ropa rápidamente y al fin pude observar ese cuerpo escultural que se adivinaba tras su traje mientras estaba bailando con él. No se si era por mi calentura pero era muy atractivo. Y cuando se quitó los calzoncillos pude observar un pene semierecto mucho mayor que la de mi marido. Aquello debía tener unos 20 cm y no estaba en todo su esplendor todavía¡¡¡¡ Me acerqué a John y me dispuse a hacerle lo que no le había hecho nunca antes a mi marido, pero como me lo estaba haciendo pasar tan bien no podía ni quería negarme (ahora ya no se trataba de una obligación, quería ser follada en la más ruda y posesiva de las formas posibles). Se lo acaricié y me lo introduje en la boca. Y empecé a mover la cabeza tal y como se veía en las películas que en ocasiones le había descubierto a mi marido. Y pareció que John se venía abajo. Le flojeaban hasta las piernas y me sentí muy femenina y poderos. Por primera vez me sentía mujer. Su pene creció hasta lo que parecían unos 22 o 23 centímetros. Pero eso no era lo más impresionante. Lo más impresionante era su grosor. Parecía un tubo de espuma para el pelo. De repente se apartó y me dijo que no aguantaba mucho más. Me tumbó de nuevo sobre la cama, me abrió de piernas y se posicionó. Empezó a restregar su polla por mi rajita y yo estaba increíblemente desesperada por sentir aquello dentro de mi. Pero por vergüenza no se lo pedía. Al final lo cogí de las nalgas y lo empujé hacia mi interior. Eso era lo que John estaba buscando: que fuera yo la que necesitara ser follada. La que lo deseaba igual que él me deseaba a mi desde que me vio entrar en el restaurante.

Y así la sentí. Me abrió como nunca había estado abierta y creía morirme cuando con su punta llegaba hasta mi matriz. Y ahí recordé algo que hasta en ese momento ni Juan mi marido ni yo habíamos pensado: no estaba tomando precauciones. Pero casi que me dio igual. Aquello era demasiado maravilloso para detenerlo. Empezó a bombearme despacito. Dejando que mi hasta esa noche estrecha vagina se acostumbrara a aquel monstruo. Luego poco a poco aumentó el ritmo haciéndome gemir una y otra vez. Enrosqué mis piernas a su cintura y me dejé follar por ese casi desconocido. De repente paró. Me volteó y me puso a cuatro patas mirando hacia el armario, en el cual había un espejo. Y me dijo:

  • Mírate mientras te follo. Y piensa en cómo nunca te ha visto tu marido de abierta. Y en como me voy a correr en tu coño.

Y me volvió a penetrar. Aquel recuerdo de mi marido en vez de sentirme culpable hizo que me sintiera muy morbosa. Pensar como mi marido estaría esperándome en el bar del hotel sabiendo que me estaban follando en la suite era demasiado para mí. Y me miraba en el espejo y veía mis tetas balanceándose al ritmo de las embestidas. Y cada vez me embestía más y más rápido. Adiviné lo que venía entonces… Y en eso lo sentí. Algo que no he olvidado desde aquel día. Un chorro caliente de semen invadió mi vagina, útero y ovarios. Y otro, y otro y otro. Parecía que aquello no acababa. Yo no dejaba de correrme lo que me impedía pensar. Poco a poco me fui tranquilizando y John se apartó. Cuando salió de mi un chorro de semen cayó sobre la cama. Yo caí sobre este desfallecida. Creyendo que todo había acabado. Pero no, su erección no había desaparecido. Y aprovechando la lubricación que proporcionaba el semen me puso boca arriba otra vez, me abrió de piernas y cuando creía que me iba a penetrar por la vagina otra vez apuntó hacia mi culito. Yo me puse nerviosa ya que era mi primera vez por ahí pero él me dijo que me iba a encantar. Y que estaba orgulloso de que le entregara esa primera vez a él. Y poco a poco me la fue introduciendo. Al principio sentí un poco de escozor, pero luego fue increíble. Me sentía llena con una sensación completamente nueva y morbosa. Y así seguimos hasta que se corrió de nuevo esta vez en mis entrañas. Y caímos desfallecidos. Me cubrió de besos y me abrazó de una forma muy sensual y cariñosa. Y así, apoyada en su pecho, me dormí.

Me desperté de golpe a las cuatro y media de la madrugada. Habíamos estado follando más de una hora pero luego habíamos estado durmiendo casi cuatro¡¡¡ Y pensé en mi marido. Pobrecito, estaría todavía esperándome. Así que me levanté, me puse el tanguita para evitar que el semen fuera resbalando hacía abajo y goteara y me acabé de vestir. Cuando me estaba poniendo los zapatos John despertó, se levantó y sin mediar palabra me puso contra la puerta de salida de espaldas. Me levantó el vestido, apartó el tanga y me volvió a penetrar. Me estuvo follando diez minutos más hasta que se volvió a correr dentro de mi y me dijo:

  • Para que se lo lleves a tu marido como la firma de nuestro contrato. Desde mañana es supervisor, Eduardo será despedido y él dirigirá el nuevo proyecto.

Y me dio un profundo beso en la boca. Salí de la habitación, bajé por el ascensor y fui al bar. Allí encontré a mi marido con la cabeza contra la barra. Estaba completamente borracho. A malas penas pudo mirarme. Lo cogí y con la ayuda del botones que me miraba de forma muy especial (creo que se había dado cuenta de lo que habíamos hecho) lo cargué en el coche. De camino a casa se fue espabilando y me miró. Era como si estuviese viendo a otra persona. Y cuando descubrió un hilito de semen que caía por mis piernas al conducir me preguntó:

  • ¿No usasteis condón?
  • Pues no, era hacer todo lo que él quisiera, ¿recuerdas?

Y se quedó callado. Ya en casa me preguntó por los detalles. Yo se lo conté todo, como había disfrutado y como me había poseído. Y mi marido se fue excitando y a pesar de la borrachera que llevaba todavía sacó fuerzas para follarme. Pero su pene no era ni por asomo el de John así que tuve que fingir que disfrutaba. Despues de eso nos quedamos dormidos.

John cumplió su parte del pacto y al día siguiente Juan fue nombrado supervisor, Eduardo fue despedido. El sexo con mi marido ha mejorado mucho ya que ahora estamos abiertos entre nosotros a cosas nuevas. Ahora me enloquece el sexo anal. Al mes descubrí que estaba embarazada y todos nuestros conocidos, familia y amigos nos felicitaron, especialmente John el cual nos hizo un regalo de 30000 que junto con el sueldo que ganaba ahora mi marido nos permitió comprar un chalet. Un chalet con una habitación de invitados al lado de la de matrimonio para cuando John venga a España a hacer una supervisión del nuevo proyecto