Proposición indecente (2)
El jefe de mi marido nos visita...
Proposición indecente II. Mi nueva vida.
Despues de aquella noche ya nada fue igual entre mi marido y yo. Como os conté, lo ascendieron en el trabajo y nuestra vida sexual cambió mucho. Esa misma noche me folló como nunca lo había hecho, pero yo ya no lo sentí igual. El probar un pene como el de John hizo que me convirtiera en adicta. Adicta al buen sexo. Pero a pesar de ello quería a mi marido. Cuando descubrimos que estaba embarazada nos invadieron sentimientos encontrados. Juan estaba más que contento. Por lo menos de cara a la galería aunque por las noches se echaba a llorar más de una vez casi convencido de que el niño no era suyo. Yo si estaba realmente contenta, pues me daba igual que el padre fuera uno u otro. A partir de entonces iba a ser mujer de por lo menos 2 hombres.
Compramos el chalet con la habitación al lado de la nuestra pensando en nuestro futuro bebe. Y poco a poco fuimos asimilando lo ocurrido. Las noches de sexo salvaje entre Juan y yo se repetían una y otra vez. Y en todas ellas me obligaba a contarle todo lo ocurrido con John. Que había sentido, como me había excitado, como se la había chupado, como me había penetrado, cuantas veces se había corrido dentro de mi y le gustaba. Le gustaba escuchar toda esa historia. Le daba morbo me decía. Yo le preguntaba: ¿Te da morbo recordar cómo me follaron y me dieron por el culo mientras tu esperabas? Y eso lo volvía loco. Me daba por atrás, por delante todo con cuidado para no dañar el feto. Me compró un consolador del tamaño del pene de John. Para que yo disfrutara, ya que le confesé que desde entonces
John vino a Madrid a los 2 meses y medio a supervisar el proyecto el cual iba muy pero que muy bien. Las ventas se habían disparado y mi marido era el gran triunfador del momento en la empresa. Para celebrarlo el jefe de la delegación de Madrid nos invitó a una cena en un restaurant de la ciudad por lo que Juan no tuvo más remedio que invitar a John a casa. Se quedaría dos noches después de la cena. Cuando me lo dijo mi marido casi me desmayo. Una mezcla de miedo, morbo, excitación y, si, porque no decirlo, deseo. Deseaba volver a estar con John, pero no me atrevía a confesarlo. Esa noche me folló con fuerza. Sabía que a Juan también le daba morbo y al mismo tiempo sentía grandes celos, pero ninguno de los dos se atrevió a comentarlo.
Me arreglé lo mejor que supe para la cena. Me puse un vestidito de seda fina de color negro que remarcaba mi todavía esbelta figura que todavía no necesitaba sujetador. Debajo solamente llevaba un tanguita que me compré expresamente para cuando volviera a ver a John si se presentaba la oportunidad. Era rosita con un toque muy infantil de un conejito en el centro. Nadie se esperaría algo así en una mujer embarazada.
La cena fue muy bien. Fue una velada muy pero que muy divertida con numerosísimos brindis. Todo el mundo agasajaba a Juan y le hacían beber. John me había saludado efusivamente y luego me había estado lanzando miradas toda la noche. Y me fijé como en cada brindis él solo bebía un sorbito. Yo, por mi estado, no probé una sola gota. Y así la noche fue transcurriendo y desfasando. Llegado el momento mi marido estaba muy pero que muy ebrio. Así que entre John y yo lo cargamos en nuestro coche y nos fuimos a casa. Lo acomodamos en la parte trasera y yo me senté en el asiento del acompañante. De camino el silencio se hacía insoportable hasta que yo me atreví a romperlo:
- Juan está muy contento con su nuevo puesto. Nuestra vida ha cambiado mucho a mejor y todo gracias a ti.
- No, todo a sido gracias a ti. ¿O se te ha olvidado por lo que pasaste para conseguirlo?
Solamente con esa frase tan directa hizo que me excitara, que lo deseara y que no me importara que mi marido estaba atrás completamente borracho ni que estaba esperando mi primer hijo.
- No ha pasado una sola noche sin que pueda olvidar la noche que pasé contigo. Mi marido ha querido que se lo cuente muchas veces y cada vez nos excitábamos más.
Le confesé sin venir a cuento. Sin saber muy bien porque quería que supiese que estaba disponible para él. Y que sabía que mi marido aun sin estar borracho no pondría impedimentos. John puso su mano sobre mi pierna y continuó conduciendo. Mi marido comenzó a balbucear. Por lo visto aun estando borracho había conseguido entender la conversación. Eran palabras de protesta. De las cuales solo entendí que una cosa era calentarnos recordándolo y otra repetirlo. Por lo visto en ese momento entendió que yo no volvería a ser la misma y que me iba a tener que compartir si quería que estuviese con él.
Llegamos a casa y descargamos a mi marido, al que llevamos a mi habitación. Lo pusimos sobre la cama. Enseguida se levantó corriendo al baño a vomitar tras lo que se metió en la bañera y allí se quedó dormido.
John aprovechó la ocasión. Estaba en mi dormitorio y sabía que yo lo deseaba. Se acercó a mi, me miró a los ojos y sin mediar palabra me dio un suave beso al que yo correspondí. Y así, suavemente me fue besando el cuello, las orejas, los hombros Soltó el tirante derecho y mi pecho medio hinchado de embarazada apareció. Puso suavemente sus labios sobre el pezón. Y empezó a darles pequeños mordisquitos. Yo empecé a gemir. Me deshice del vestido y quedé en ropa interior. El tanguita con el conejito apareció. John se sentó sobre la cama y empezó a besarme los pechos. Luego bajaba hasta mi barriguita y volvía a subir a mis pechos. Como visitando su futuro hijo y volviendo al deseo que sentía hacia mi. Yo le acariciaba la cabeza. Y poco a poco fue deslizando su dedo por debajo de mi tanguita sin quitármelo. Sintió mi humedad y me penetró con su dedo índice mmm yo casi no podía mantenerme en pie. Y me corrí. El primer orgasmo de la noche recorrió mi espina dorsal y me derrumbé encima de la cama. John aprovechó para quitarse el traje entero. Y de nuevo quedó de pie, mirándome en la cama con su gran miembro mirando hacia mi. Y yo sin pensarlo me incorporé y empecé a mamarselo. Si mamarselo. Una palabra que hacía 3 meses no estaba en mi vocabulario y que ahora aparecía en mi mente cada vez que pensaba en John. Y a John parece que le enloquecía. Al rato me apartó la cabeza. Me bajó el tanguita, me pegó dos lengüetazos y me la clavó entera. Y yo no pude más que gemir y gemir. Cada vez más alto. Así estuvimos sobre 10 minutos, tras lo cual me puso a cuatro patas mirando a la mesita donde había una foto de Juan y yo en nuestras últimas vacaciones. Cuando todavía no había estado con otro hombre. Y me sentí muy puta y morbosa. Y me hizo esperar. Me pasó la mano por mi coñito y me preguntó si era suya. Yo le conteste que si. Y luego me preguntó por mi marido. Yo estaba en shock, no sabía que contestar. Por un lado ansiaba que me la metiera, pero por otro no quería decir nada malo de mi marido, mi pobre marido que tanto había hecho por mi y al que ahora le estaba poniendo los cuernos mientras el dormía la borrachera en el baño de al lado. Y me volvió a preguntar si era suya. Si iba a ser siempre su puta. Yo continuaba sin decir nada, pero cada vez más caliente. Y más caliente. Y en eso me penetró. Yo volví a gemir. Y así, ensartada estuve sobre 5 minutos más. Me cogía un pecho y me lo estrujaba. Me lo soltaba y me metía un dedo por mi culito. Me lo sacaba bufff demasiadas sensaciones juntas. Y justo cuando estaba a punto de correrme se salió de mi de golpe, cortándome el orgasmo. Me volvió a preguntar por mi marido mientras pasaba su mano por mi rajita suavemente. Yo sabía lo que quería y le grité sin poder aguantar más:
- Si, seré tu puta¡¡¡ Seré la mujer de mi marido siempre, pero también seré tu puta para siempre¡¡¡
- ¿Para cuándo y para quien yo quiera?
- SIIIIIII¡¡¡¡
Entonces me ensartó con su miembro mientras me señalaba la puerta del baño. Allí estaba mi marido que se había despertado mirando. Con una mano en su paquete y la otra enjuagándose las lágrimas. Por un lado me sentí morir, pero por otro lado no pude evitar sentir un morbo indescriptible. Ser vista por mi marido en esa posición siendo follada por el que seguramente es el padre del hijo que se está gestando en mis entrañas fue demasiado. Me corrí como nunca. Y mira que la noche en el hotel había sido apoteósica. Pero esta vez casi me desmayo. Estuve sobre 35 segundos corriéndome mientras John me follaba por el coño y me metía un dedo en el culo. Y yo cruzando la mirada con mi marido mientras sentía como John se corría dentro de mis entrañas Cuando conseguí calmarme me aparté como pude y me puse a llorar. Empecé a pedirle perdón a mi marido por lo que había hecho