Proposición

Su jefe se aprovecha de ella cuando le pide un favor.

La proposición

¿Puedo decirle algo?

Hacía largo rato que trabajábamos en silencio, después que se fuera el último de los empleados y nos dejaran más tranquilos para terminar el informe que debíamos entregar a primera hora del día siguiente.

Levanté la vista y nuevamente, como cada vez que la miraba, me sentí atrapado por sus hermosos ojos y esa sonrisa que desplegaba sin restricciones de ningún tipo. Debía hacer esfuerzos para no bajar la vista a sus piernas, que me tenían atrapado por su belleza, especialmente ese día en que se había puesto una faldita que cuando se sentaba permitía ver gran parte de sus muslos. Me costaba separar mi mirada de sus muslos blancos, apretados y seductores, pero logré mantener los ojos fijos en los de ella, aunque estoy seguro que sabía la atracción que ejercía sobre mí desde el primer día en que nos pusimos a trabajar.

¿Si?

Es por el puesto de ayudante del que me conversó ayer, ¿recuerda?

Claro, ¿por qué me lo pregunta?

Es que mi marido necesita cambiar de trabajo y pensé que podría servirles.

Mmm, venga y conversemos

No podía dejar pasar esta oportunidad. Sus piernas cerca de mí y ese hermoso rostro mirándome y pidiéndome que intercediera por su marido. Ví en ello una oportunidad y sin pensarlo decidí aprovecharla.

Se acercó y poniendo un asiento al lado mío, se sentó. Ahora sus dos piernas juntas, mostrando la blanca carne de sus muslos, estaban muy junto a mí, casi rosando las mías. Sentí que una sensación indescriptible me invadía y me llenaba de deseo. Creo que el nerviosismo que su cercanía me produjo fue superior a mis fuerzas y ella, estoy seguro, se dio cuenta de ello.

Cuénteme

Yasna se explayó respecto de las dificultades que tenían como matrimonio debido a que su marido trabajaba en un lugar en el que no estaba a gusto, por el exceso de trabajo y lo bajo del sueldo, lo que hacía que fuera ella quien sostuviera el hogar. A las dificultades económicas se le agregaban otras de tipo familiar, lo que hacía que su matrimonio estuviera en crisis y la única salida que veía era dejar la madre de él, con la que vivían, e independizarse. Pero para ello necesitaban que el ganase un sueldo mejor que el que tenía en su trabajo actual.

Todo esto ella me lo contaba con la cabeza baja, como avergonzada de estar abriendo su corazón a su jefe, pasando por encima del hecho de que entre ambos no debía haber mayor confianza. Ella era mi subordinada y las cosas personales debían quedar fuera del trabajo. Pero yo no veía en su actitud una trasgresión a las reglas de jefe y empleada, más bien me parecía que sus palabras me estaban ofreciendo una excelente oportunidad de aprovechar la situación.

Con una mirada de angustia terminó de exponer su situación:

Necesitamos irnos de esa casa, a como sea

Esa mujer necesitaba comprensión y estaba dispuesto a ser el más comprensivo de los hombres si con ello me ganaba su confianza.

Tranquila, Yasna, que las cosas van a cambiar, se lo aseguro.

Puse una mano sobre una de sus rodillas, dando un par de golpecitos sobre ella, transmitiéndole confianza. Todo parecía de lo más natural en ese momento, aunque para mí era el primer paso que daba para intentar conquistarla. Ella nada dijo, pero su vista se clavó en mi mano, que había quedado sobre su rodilla. Esa mirada me dejó perplejo pues no supe comprenderla: ¿era curiosidad por mi gesto, o una manera de decirme que se había dado cuenta de que mi mano estaba en su rodilla pero que a ella no le molestaba? Sus siguientes palabras me aclararon la situación.

Pensé que usted podría ayudarme a que mi marido obtenga ese puesto.

En ese momento, con mi mano en su rodilla y ella consciente de donde la tenía, me pareció que sus palabras eran más que una petición. No podía ser que ella aceptara mi mano sin decir nada y que en ese mismo momento me pidiera un favor. Para mí era evidente que usaba sus encantos para lograr de mí lo que pretendía. Y si era así, faltaba saber hasta dónde estaba dispuesta a usar esos encantos por obtener lo que deseaba.

Mi mano apretó ligeramente su rodilla, como respondiendo al mensaje sin palabras que creía captar en ella.

Sí, creo que puedo intentar algo.

Se lo agradecería tanto, don Ismael

¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar en su agradecimiento? La cosa parecía encaminarse muy bien y todo hacía pensar que las cosas estaban sucediendo de la mejor forma para mis deseos, por lo que decidí que había que poner las cartas sobre la mesa, mostrándole abiertamente mi juego.

Empecé a mover mi mano lentamente de su rodilla hacia arriba, en dirección a esos hermosos muslos que tanto de quitaban el sueño, mientras mi mirada no se apartaba de sus ojos, esperando una reacción de su parte.

¿Cuánto?

¿Cuánto qué?

Preguntó sin moverse ni intentar ningún gesto de rechazo, mientras mi mano iba ya por sus muslos, en pos de su objetivo.

¿Cuánto lo agradecería?

Ella comprendió que habíamos pasado el límite de la insinuación y era el momento de decir las cosas por su nombre. Era el todo o nada y mi mano subió con decisión hasta ponerse entre sus piernas, sobre la tela de su calzoncito, donde el bulto de sus labios vaginales se apretó contra la palma de mi mano, que lo acarició con suavidad.

Abriendo sus piernas, creo que para facilitar mis movimientos dentro de sus muslos,  me miró profundamente a los ojos y sonrió.

Creo que acabo de responderle.

Ya estaba todo dicho. Metí mi mano por debajo de la tela del calzoncito y me apoderé de los labios de su vulva, húmedos de excitación.

¿Tienes tiempo ahora?

Dije en la casa que llegaría un par de horas tarde.

Entonces dejemos el trabajo hasta aquí y vayamonos

Por mí no hay problemas

Pero antes, déjame darme un gusto

¿Qué cosa?

Sácate el calzón

Mmmmm, bueno

Se levantó y se sacó el calzoncito para volver a sentarse, con sus piernas abiertas. Me arrodillé frente a ella y metí mi cabeza entre sus muslos, hasta alcanzar su vulva, donde mi lengua empezó a explorar ansiosa la suavidad de sus paredes. Al parecer Yasna era una gozadora pues empezó de inmediato a moverse, me tomó de la cabeza y comenzó a gemir.

Mmmmm., don Ismaelllllllll

Glupppp, gluppppppp

Síiiiiiiiiiiiiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Gluppppp, gluppppp

Aghhhhhhhhhhhhh, Siiiiiiiiiiiiiiiiii

Sin poder contenerse, la muchacha se aferró a mi cabeza y la apretó contra su vulva, en tanto de esta salía el exquisito jugo de una acabada sensacional. Era impresionante el efecto que mi mamada había producido en ella, que después del orgasmo quedó extenuada, con los brazos caídos, intentando recupera su respiración normal.

¿Realmente la había hecho gozar tanto o estaba fingiendo?

¿Te gustó?

Fue exquisito, don Ismael.

Parece que te gusta gozar

No crea, es que usted lo hizo de maravillas

¿Y tu marido?

En la casa las cosas son normales, sin novedad

¿Tienes amantes?

No

¿No? Me cuesta creerlo después de verte acabar como lo hiciste

Es que siempre deseé que me hicieran lo que usted me hizo

Y eso que aún falta lo mejor

Yo casi nunca acabo cuando lo hacemos con mi marido

¿Por qué?

Bueno, el lo hace y cuando yo estoy empezando a sentir cosas todo terminó

Es decir, ¿el acaba y tu no alcanzas a hacerlo?

Si. Más o menos

¿Cómo es eso de más o menos?

Es que por lo general me voy al baño después que el se duerme y ahí me consuelo solita.

¿Te masturbas?

Si

Veamos si ahora te pasa lo mismo.

Ojalá, don Ismael

Ven y siéntate encima de mí, clávate mi verga

Guauuuu, qué grande la tiene don Ismael

Súbete y métetela

Yasna puso un pie a cada lado mío y poco a poco empezó a enfilar su cuerpo, buscando hacer coincidir su vulva con la cabeza de mi verga, hasta que finalmente lo logró. Cuando sintió que mi instrumento pugnaba por penetrarla, se dejó caer y de un solo golpe se tragó todo el trozo de carne, hasta  que se hundió completamente en su interior.

Ya con toda mi verga hundida en su vulva, se abrazó a mí y me sonrió, satisfecha.

Qué se siente rico, don Ismael

¿Te gusta?

Siiiiiiii

Ahora empieza lo bueno, mijita

La tomé de las nalgas y empecé a dirigirla, de manera que su cuerpo subiera y bajara, tragándose y dejando libre mi verga, una y otra vez. Me gustaba ver como mi instrumento desaparecía tragado por su insaciable vagina para volver a aparecer.

Sácate las tetas, mijita

Mientras su cuerpo subía y bajaba, aprovechó de dejar libres sus senos, que me ofreció para que les hiciera los honores. Mi rostro se apegó a ellos y empecé a chupar sus pezones alternativamente, teniendo cuidado de apretarlos en mis labios de manera que aumentara la excitación que ella sentía.

Mijitooooooooooooooo

Mmmmmmmmmmm

Qué ricoooooooooooooono

Mmmmmmmmmm

Asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Mmmmmmmm

Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Mmmmmmm

Estoy acabandooooooooooooooooooooooooo

Continué cabalgándola sin darle tregua, mientras la joven recuperaba sus fuerzas y con cara de asombro veía que yo seguía metiendo y sacando mi instrumento, como si no me hubiera dado cuenta que ella había acabado por segunda vez.

Una vez que se repuso de su acabada, renovó su cabalgata sobre mi verga, que se metía y salía de su cueva con renovado brío. Mis labios en sus pezones la habían hecho acabar, ahora sería mi verga la que la haría tener otro orgasmo. Mis manos apretaban sus nalgas y un par de dedos se acercaban peligrosamente a la entrada de su culo, sin dejar de moverla sobre mí, que seguía metiendo y sacando mi instrumento.

¿Te gustó?

Exquisitooooooooooooo

Ahora vas a volver a acabar, mijita

Ricoooooooooooo

Tomaaaa, tomaaaaaaaaaa

Mijitoooooooooo, asíiiiiiiiiiiiiiiii

Mmmmm, gozaaaaaaaaaaaa

Dale, Ismael, daleeeeeeeeeeeeeee

Mijitaaaaaaaaaaaa

Aghhhhhhhhhhhhh, acaboooooooooo, mijitoooooooooooooooo

Síiiiiiiiiiii. Ricoooooooooooooo

Me muerooooooooooooooooooo, mijitooooooooooooo

Aghhhhhhhhhhhhhhhh

Su cuerpo se envaró y pareció estar con corriente por la forma en que se movía mientras de su interior manaba abundante líquido mientras ella daba grititos de placer.

Cuando hubo terminado su orgasmo, se apretó a mí, completamente agotada, pero feliz de haber tenido tres orgasmos, cosa muy difícil de lograr en su vida matrimonial.

Nunca creí que se pudiera gozar tanto

Bueno, es que no es fácil ser un buen amante

Usted es increíble, don Ismael

Es que intento que sea mi pareja la que más goce. Me aguanto hasta que ella acabe y después lo hago yo.

Es decir, se preocupa por ella.

Pero claro. Los maridos se preocupan de ellos solamente

Tiene razón, los hombres en general no se preocupan de una.

Ahora, dime la verdad ¿has engañado a tu marido?

Si, para qué voy a mentirle. Pero comparados con usted, no valen nada.

¿Por qué?

Usted es el único que me ha hecho acabar. ¡Y tres veces!

Cómo, ¿ninguno se preocupó de que fueras feliz?

Ninguno. Lo meten y listo. Y una queda frustrada con cada amante.

¿Y han sido muchos?

Ni tanto, pero no vale la pena acordarse de ellos, después de lo que sentí con usted.

Entonces, ¿estás dispuesta a que volvamos a hacerlo más adelante?

Pero claro. De todas maneras.

Entonces, vamos a tener varias horas extras por delante.

Entre risas se vistieron y salieron en pos del motel más cercano. Aún tenían un par de horas por delante y pensaban aprovecharla bien.

Esa noche estrené el culo de Yasna, que no puso reparos en que fuera el primer hombre que la enculara. Y valió la pena, por la forma en que gozó cuando le inundé de semen el trasero.

A partir de entonces, nuestras jornadas extras de trabajo se hicieron frecuentes, en las que ella demostró sentirse muy a gusto.

El marido de Yasna no obtuvo el puesto, pero eso a ella le importó poco pues se había ganado un amante que le hacía olvidar todas sus penurias.