Propina para el repartidor

La idea de entregarme a un repartidor llevaba muchísimo tiempo rondando mi cabeza

¿Cuántas féminas hemos tenido sexo con un desconocido? Pienso que muy pocas. Esto de coger con anónimos se le da más a los hombres que son los que generalmente recurren al mundo de la prostitución y en segundo lugar a las trabajadoras sexuales que realizan tal trabajo y que por ende deben satisfacer las necesidades y exigencias de sus clientes.

No sucede de la noche a la mañana ni de una semana a la siguiente aunque me ha pasado. Por lo general es una idea que desde que nace en la mente poco a poco se debe alimentar hasta que un día, el morbo y el deseo de hacerla realidad es tan intenso que te sientes preparada y segura de dar el paso definitivo.

Muchas de estas fantasías se presentan con más facilidad cuando tienes pareja y dicha persona es igual o más mente abierta que tú, pero cuando estás soltera, las posibilidades enormemente, a menos que seas una mujer ardiente y pervertida como yo.

Pienso con toda seguridad que a todas nos ha pasado por la mente al menos una vez revolcarnos con el profesor, el amigo de papá, un hermano, un tío, un primo, el vecino, un amigo del novio, el taxista, el cajero del supermercado, el jefe, el conserje, el electricista, el entrenador del gym, el panadero o carnicero, un chico de la discoteca, un compañero de clases, el novio de una amiga, el papá de una amiga, un sexagenario, un indigente, los obreros de un sitio en construcción, etc.

Todas las mujeres fantaseamos con desconocidos, al menos una vez a la semana ya que en nuestro día a día nos topamos con un sin número de situaciones de índole sexual. Los hombres siempre están al acecho, esperando que mordamos el anzuelo, sobre todo si eres bella como yo lo soy.

En mi caso no sucede que me guste el profesor, el cajero, el jefe ni ninguno de los tantos personajes y sus roles que se puedan presentar, simplemente me veo invadida por el morbo y el intenso placer de vivir tal situación. Recordad que soy algo narcisista, de las que nos vemos al espejo y nos masturbamos viendo lo deseables que somos, de las que creemos que el mundo debe girar en torno nuestro, que todo debe pasar porque seamos las protagonistas y nadie más.

¿Habéis leído el relato del anciano que me cogió? Les dejo un extracto:

"No se trata de que me llame la atención una persona de la tercera edad, no se trata de que cualquier anciano que se me insinúe conseguirá que yo le preste atención y a las primeras me enrede con él. Es el simple hecho de vivir una aventura loca, es un morbo que no puedo explicar, solo sucede, se presenta la oportunidad, me gusta y si todo sale bien, pues, me divierto hasta donde pueda y quiera." (Leedlo completo en mi perfil).

¿Se lee delicioso, verdad? Pues, así soy. Apuesto a que queréis leerlo de otra forma: "Así de puta soy". Pero no soy vulgar, prefiero que sea mi pareja quien me diga obscenidades mientras mete su trozo de carne dentro de mi, la mayoría de los hombres ama el vocabulario sucio y me parece bien.

La idea de entregarme a un repartidor llevaba muchísimo tiempo rondando mi cabeza y aquí debo hacer un spoiler: La primera vez sucedió con una pareja que tuve, no una sino varias veces, él me entregó a varios repartidores y lo disfruté. Prometo escribir un relato sobre esos encuentros, estoy segura de que os gustará como todo lo mío.

A pesar de haberlo experimentado con mi pareja, deseaba vivirlo a solas. Esa sensación era más fuerte que la de dejar que mi pareja controlara la situación aunque como dije también lo disfruté, al máximo.

Las primeras veces sirvieron para ganar confianza y preparar el camino. Recuerdo que la primera oportunidad que se presentó fue un chico joven, de menor edad que yo. Lo recibí en mi apartamento, lo invité a pasar. Yo vestía muy poca ropa así que era inevitable para él mirarme los senos, las piernas, las nalgas que se asomaban un poco en mi diminuto short.

Me excité tanto esa vez pero no pasó nada, no tuve la valentía de decirle lo que tenía en mente: coger con un repartidor.

Pasaron meses y me comporté igual o parecido con los próximos y afortunados repartidores que visitaron mi apartamento pero que no fueron lo suficiente afortunados como disfrutar de mis encantos.

Tiempo después estuve de novia con un hombre mayor con el que viví muchas experiencias locas que luego contaré, entre esas, me entregó a varios repartidores y aunque lo disfruté al máximo la idea de hacerlo yo misma sin ayuda de mi pareja continuaba viva y latente en mis pensamientos, de hecho se mantiene a pesar de haberla experimentado, deseo volver a repetirla.

Desde entonces las cosas han cambiado mucho para todos, la situación en Venezuela se fue deteriorando así que soy una venezolana más que se vio en la obligación de salir de mi país. Llegó la pandemia y precisamente fue esta nueva situación mundial la que aceleró mis planes de entregarme a un repartidor.

Estaba en el apartamento, eran poco más de las 23.00h cuando realicé el pedido. En la aplicación podía ver a la persona encargada del servicio. Me dio la impresión de que era venezolano, algo que confirmaría más tarde. Me pareció agradable quiza porque le aparenté unos 30 y tantos y me encantan los maduros aunque me daba igual, solo quería vivir la experiencia y esa noche tenía muchas ganas de cumplir esa fantasía.

Me quité las chanclas, quería estar descalza, llevaba puesto un conjunto de dos piezas que consistía en un short y franelilla de tela muy suave, solía ser mi pijama de vez en cuando. Era amarillo en su totalidad, adornado con flores rosadas y azules. No me puse panti, quería estar lo más accesible para el afortunado repartidor. Me puse unos lentes oscuros, no quería que me viera a los ojos.

Esperé sentada en el sofá, un poco nerviosa y también excitada, observando en la aplicación que el chico ya venía en camino.

El conserje avisó por el citófono que había llegado el repartidor y le pedí que lo hiciera pasar.

Transcurrirían como dos minutos, escuché que tocaron a mi puerta.

—Buenas —dijo mirándome a los ojos y luego le dio un repaso fugaz a mi figura.

Su tono de voz y esa frase de presentación tan común en mi país confirmaron mis sospechas, era venezolano.

Lo invité a pasar, pidió permiso para poner su bolso en la mesa que estaba en la sala y procedió a sacar la comida que pedí. El pago debía hacerlo en efectivo así que para confirmar el total le pregunté cuánto debía pagarle y una vez que mencionó la cantidad me fui a mi habitación pidiéndole que esperara un momento.

Busqué el dinero que tenía sobre la cama y pensé las palabras que le diría. Ya no estaba nerviosa, curiosamente me sentía segura de lo que pretendía hacer así que lo llamé.

—Ven —le dije en voz alta

Cuando se asomó a la puerta de mi habitación lo invité a pasar, lo noté un poco desubicado. Cómo no iba estarlo, lo normal habría sido que recibiera el pedido fuera de la puerta, le pagara y se fuera, no hacerlo pasar y llamarlo a mi habitación vistiendo ropa de dormir.

—Ven —le volví a decir. Quería tenerlo de frente y cerca a mi cama.

Le entregué el dinero.

—Cuéntalo.

Empezó a contar. Me aseguré de que fueran varios billetes y unas cuantas monedas, así se tardaría varios segundos mientras yo preparaba lo que iba a decir.

—Si. está completo —dijo al terminar de contar.

—Te iba a dar propina pero no tengo más —le dije poniendo cara de excusa

—No, vale, no te preocupes —dijo mientras buscaba dar la vuelta para irse

—¿Pero quieres propina? —le pregunté como quien pregunta a un invitado si desea comer algo.

—La aplicación me paga el viaje, tranquila, vale

Fue entonces cuando pronuncié una frase que sinceramente no se me hizo difícil pronunciar. No le temo al rechazo, si lo hacía simplemente me reiría, el chico se iría y colorín colorado, me habrían rechazado.

Pero no, no fue así, cuando le dije:

—¿Te gustaría cogerme?

dijo:

—¿Qué?

—¿Si o no? —pregunté con necesidad, como quien pide a papá que le compre un helado.

—¿En serio? —preguntó con absoluta sorpresa

—¿Si o no? pregunté una vez más

—Bueno —y luego preguntó: ¿no me estás jodiendo, verdad?

—Es una fantasía que quiero cumplir y tú eres el afortunado

El chico se rio levemente y dijo:

—Bueno, si en realidad no me estás jodiendo, estás muy bella y sí, claro me gustaría cogerte —dijo, esbozando una sonrisa incrédula

—Ponte en la puerta —le dije

Entonces el chico retrocedió hasta quedar en el umbral y empecé a desnudarme delante de él, sin un pisco de vergüenza, con mucha excitación por lo que estaba a punto de hacer y recordando las veces que lo hice con mi pareja.

Me quité la franelilla y aparecieron de inmediato mis senos firmes, luego me quité el short y se lo lancé aunque lo hice mal, pues, el short no llegó a sus manos sino que cayó al piso pero él lo recogió y olió

—Déjame ver esos ojos, vale —dijo mientras olía mi prenda

—Shhhh —le dije que hablara más bajito que había vecinos en el piso de abajo y también de arriba

Me quité los lentes y le sonreí levemente

—Qué bella, vale —dijo mirándome fijamente y con inequívocas señales faciales de un fuerte deseo hacia mi.

No me di cuenta de que ya se había desabrochado el pantalón y tenía el pene erecto, un pene color café que me provocó llevarlo a mi boca aunque no lo hice.

—¿Y me vas a coger con el casco puesto? —pregunté y agregué—: Déjalo sobre la mesa.

Se quitó el casco de inmediato pero en lugar de salir de la habitación puso el casco sobre la cama y se acercó a mi para acariciarme.

Dejé que lo hiciera y me agradó el contacto de sus manos sobre mi piel.

—Vamos a hacerlo rápido ya que el conserje puede llamar en cualquier momento —le dije

Le di la espalda y busqué en mi mesita de noche un condón, le dije que se lo pusiera él, rápido.

Me recosté en la cama, quedando mis pies fuera de ella, como en pose de perrita y en cuestión de segundos él se posicionó detrás de mi y antes de penetrarme se mojó los dedos con su saliva y jugó unos segundos con mi vulva que ya ardía de deseo. Me excitó tanto entregarme como lo hice, ya mi vagina lloraba de placer deseando su pene dentro de mi.

Me penetró y lo hizo a un ritmo que me encantó. Lo oí decir que yo estaba deliciosa y que no aguantaría mucho. Gemimos, me corrí, el alcanzó a eyacular, fue todo tan rápido, menos de 5 minutos.

Me sentí tan perra y tan puta a pesar de que fue una experiencia veloz. Me sentí sucia, una cualquiera que se entrega a un desconocido invitándolo a su propia cama. Me encantó, ese breve momento, sin tantas previas, sin ser amigos, novios, amantes, solo dos personas que quieren sexo por un breve momento, como animales que se juntan por el simple hecho de experimentar y alivianar el placer que nos recuerda día a día que estamos hechos para el sexo.

—Qué rica estás, vale, mira toda la leche que saqué dijo el muy morboso enseñándome el condón lleno de semen.

A pesar de que su comentario me pareció ordinario me reí y le dije:

—Esa es mi propina

—Es la mejor propina que me han dado

—Lo sé —dije sonriendo con picardía

Me cubrí con una toalla de baño y lo apuré para que se fuera.

El muy tonto volvió a los pocos minutos, pues había olvidado el casco, lo dejé esperando en la puerta mientras se lo buscaba y al despedirse me dijo.

—Llámame, si va? —y extendió su mano entregándome un papelito

—No, vete, —le dije, sin aceptar el papel.

Me dirigí a mi habitación y me quedé de pie en la puerta recordando la escena. No podía creer lo que había hecho. Me sentí diosa y también toda una vulgar puta. Me recosté en la alfombra y me masturbé, la habitación continuaba impregnada del olor masculino del chico que acaba de cogerme y del sexo fugaz que habíamos mantenido.

A pesar de que otros repartidores me cogieron mejor que él cuando estaba con mi pareja, en esta ocasión lo disfruté mucho porque fui yo la que planeó todo, la que se entregó a un desconocido por cuenta propia.

Son situaciones muy placenteras para mi, no sé si lleguéis a entender mi comportamiento. Besos.

Escrito por: mariacoorinave@gmail.com