Pronosticaron lluvias....

-Póntelos ahora!.- fue todo lo que dijo, y cortó la comunicación.

-Me llueven los ojos. – dijo.

Yo ya no podía verlo, mi vista se había nublado hacía rato. Los recuerdos del pasado, nos estaban invadiendo y no podíamos…no podíamos,  o no queríamos,  eludirlos. Siempre vuelven. Están ahí. Conviven con nosotros. Son parte de nuestra historia, son parte de nuestra vida. Nos amábamos. Éramos niños, luego fuimos jóvenes, casi adultos, y ninguno de nosotros sabía que estábamos definiendo nuestras vidas. Esas decisiones que se toman, con la liviandad propia de la edad, con el entusiasmo de un poder que nos parece ilimitado. Para colmo esa música… parecía a propósito. Hacía un tiempo me había preguntado, qué emisora pasaba música brasileña, como en aquel  entonces…y lo quise sorprender. Allí estaba sonando, música brasileña, de la mejor…y justo ahora, al musicalizador se le ocurre poner algo de Raza Negra…

-Você jogou fora a minha ilusão, a louca paixão

-É Tarde demais

--Que pena

-Que pena, amor

La melodía es bellísima, yo ya la conocía. Él mismo me la había dedicado en alguna oportunidad…pero dolía, dolía mucho.

Yo estaba sentada en el piso, así me había puesto Él. Mi ropa estaba arrugada, en mi cintura. No podía levantar la mirada. Me lo había prohibido. Yo era su perrita, sumisa, obediente. Mi cuerpo no dejaba de temblar.  Tenerlo cerca me excitaba, y hacía horas que estábamos jugando, amándonos, deseándonos, entregándonos…

Había sido una mañana diferente.

Me desperté con un dolor en el cuello. El collar era realmente molesto, para dormir, y así se lo había manifestado, el primer día que lo usé. Que me lo pusiera, me había encantado, me había dado una sensación de pertenencia inigualable. Me sentía tan suya…Me había ordenado comprarlo, hacía meses, pero cada vez que yo trataba de sacarlo del envoltorio, o sugería probármelo, recibía una lluvia de azotes.  La noche que lo vio en su paquete, encintado y con una etiqueta que decía “confidencial”, me miró y me dijo : “no se te ocurra tocarlo. No te lo mereces”. Otro día osé sacarlo del cajón, y dejarlo descuidadamente sobre la mesa de luz.

Cuando Él entra en mi casa, su primera mirada siempre es para mí, me mira de arriba abajo, me tira sobre la cama, el sofá, o la mesa. Me separa las piernas, me toca primero cuidadosamente, oliéndose sus dedos. Si estoy poco húmeda, me pone sobre sus rodillas, y dejando mis nalgas a la vista, comienza una serie de golpes, introduciendo cada tanto sus dedos en mi coño, como si fuera un higrómetro. Providencialmente, esperaba al octavo golpe para hacer su primera medición. Ambos sabíamos que el solo hecho de colocarme sobre sus rodillas, y dejar expuesto mi culo, hacía que mis jugos salieran a borbotones de mi coño, chorreando por mis piernas, pero simulaba no enterarse, para no privarnos de ese primer reconocimiento Amo – esclava. Cuando considera que estoy lo suficientemente mojada, me mete varios dedos en el coño, me pasa la mano por la cara, obligándome a lamer sus dedos hasta dejarlos limpios. Luego me pasa su lengua por la cara, por mis pechos, o por donde se le ocurra. Para algo es mi Amo, y no me permite olvidarlo en ningún momento. Luego pasea la vista por la habitación, como buscando ideas para nuestro encuentro. Ese día en que vio nuevamente el paquete sobre la mesa de luz, se detuvo unos segundos a observarlo. Yo lo miraba con curiosidad. Miraba el paquete y me miraba a mí, una y otra vez.  Yo yacía en el sofá, donde me había dejado luego de la golpiza inicial. Se aproximó a mí. Se agachó a mi lado. Me tomó del pelo, y tirando de él me hizo parar. Me tomó por la cintura y me llevó en vilo, hasta darnos contra la pared. Todo su cuerpo presionando el mío. Podía sentir la dureza de su polla, clavándose en mi pubis, a través de la ropa. Solo se separó un segundo para con sus manos, tomar mi camisón de seda animal print, y rajarlo a la mitad, quedando los pedazos colgando de mis hombros. Vuelve a aplastarme, y comienza a mordisquearme el cuello, los labios, los lóbulos de las orejas…comienzo a quejarme e intento forcejear. Me toma de las muñecas, e inmoviliza mis brazos por arriba de mi cabeza. Me pellizca los pezones, me apreta la cara con su mano libre…parecía que quería explotar mis labios con la presión. Su mano envuelve mi cuello, y mientras besa mis labios, ya morados por la presión, con su pierna, separa las mías. Me suelta la cara para introducir sus dedos en mi coño. Comienza un mete y saca desenfrenado, y cuando siento que no puedo contener mi orgasmo, me toma por la espalda, y me pone sobre el respaldo del sofá, introduciendo su polla, entera en mi culo. Fueron solo dos estocadas, y eyaculó allí mismo. Yo no estaba preparada para eso, y grité.

-Te dije que te haría gritar- dijo denotando cierto orgullo en su voz.

  • si- sonando apenas audible

  • Bien.- dijo. – Muy bien, ahora sí, putita, ahora sí te lo ganaste.

Cuando intenté girarme para ver de qué hablaba, me tomó por el pelo otra vez, y casi me arrastró hasta el dormitorio. Allí, sentada en el piso como estaba, me colocó mi collar. Me había ganado el derecho a usarlo, el derecho a sentirme por fin una perra de su propiedad. Me lo ajustó con mucho cuidado, y me hizo posar para Él. Me tomó algunas fotografías. Luego dijo: “falta algo”. Me colocó en el culo, el más grande de los juguetes que encontró en el cajón, haciéndome caminar por el dormitorio, tomando más fotografías. Tomó la correa, y me paseó por el patio de mi casa. No estaba habituada a esta forma de moverme, pero la felicidad me embriagaba. Por mis piernas corrían ahora mezclados nuestros jugos. Ese día del estreno, lo llevé puesto apenas un par de horas, y Él mismo me lo quitó, guardándolo cuidadosamente. Cada vez que nos veíamos, yo tenía la obligación de lucirlo, y a veces, incluso debía llevarlo puesto, hasta dos horas antes de nuestro encuentro. Siempre me lo quitaba antes de marcharse, quería ver la marca que dejaba en mi cuello, y me la besaba, largamente, me besaba, me acariciaba el cuello. Él me explicaba que no se trataba de besos cariñosos, para mí, sino de sellar la marca que Él mismo me imponía con ese collar, como para asegurarse de que yo, le pertenecía. Él no podía disimular el cariño, ni yo. Nuestro juego, provocarnos, desearnos, tenía un contenido bastante más afectivo que lúdico. Raras veces lo reconoce, pero es así.

Sin embargo, ayer fue diferente. Nuestro encuentro no había podido ser. Me llamó muy molesto, una reunión familiar, le impedía acudir a nuestra cita. Traté de entenderlo, quise justificarlo, pero finalmente mi rabia afloró, atacándolo. Siendo sarcástica, fría, o bien, agresiva. Discutimos un poco. Me pidió que entendiera que sus compromisos familiares, a veces son ineludibles.

-Te dije que sería complicado. Ya lo sabías. Deberías entenderme.- había intentado frenar mi protesta.

-No!.- casi le grité, en el teléfono.- Tú deberías defenderme, no soy cualquiera. Tenemos algo, algo nuestro, y tú no te interesas por mí. Te importa un bledo si yo estoy esperando diez horas este momento. Era nuestro, nuestro momento. Y justo ahora tienes que hacer eso con ella?  Es mi tiempo, en mí tiempo, quiero que me respetes. Yo me había preparado para ti. No me gusta quedarme así, como una tonta, esperando. Yo ajusté todos mis horarios para ti. Por qué tú no puedes hacer lo mismo? Es que no te importo ni siquiera un poquito? – las palabras, y las frases recriminatoria se sucedían una tras otra, sin que yo pudiera hacer nada para detener a mi lengua.

-Póntelos ahora!.- fue todo lo que dijo, y cortó la comunicación.

Tiré el móvil, contra la cama, con fuerza. Me miré al espejo. Sabía que le gustaría. Me había puesto un camisolín blanco, de una seda casi transparente, muy parecida al ripstop , con un portaligas, también blanco, medias de red, y tacones. Toda la pureza que representa el blanco, parecía burlarse de mí desde el espejo. Mi primera reacción, con lágrimas en los ojos, fue mirar una porno, y acariciarme, una y otra vez, hasta quedarme dormida, en un charco de mis propios juguitos…

”Póntelos”, había dicho. Mi obediencia y mi sentido de pertenencia para con Él, eran más fuertes. Sabía que debía hacerlo. Yo era una perrita fiel, obediente, y los premios que recibía a cambio me convertían en un ser totalmente vulnerable, aún cuando estaba sola en mi casa. No me atrevía a no cumplir sus órdenes. Por lo menos, no lo desobedecía si Él, no estaba ahí, como para cobrarse al contado mis faltas. Fui al placard, saqué la caja, miré el plug inexpulsable, me quité la tanguita blanca, y con el juguete en mi boca, me puse a tocar. Primero encontré mi coño, increíblemente húmedo, rezumando, y no pude evitar, poner allí mi juguete. Mi dedo meñique ya se había aproximado a mi culo, y mis manos comienzan a acariciar mis nalgas. Estaban preparadas para recibir unos cuantos azotes ese día, pero en su lugar, estaban siendo acariciadas por mis manos. Me tiré sobre mi lado izquierdo en mi cama, y me metí un dedo en el culo, luego dos. Quité el juguete de mi coño. Salió goteando, y ayudándolo con mis dedos, fue introduciéndose en mi agujerito más virgen. Me quedé un ratito, sintiendo, temblando, tocándome toda. Hasta que en un impulso, salté de la cama, parándome…para dejarme caer sentada. Estaba allí, había entrado en mi culo casi de golpe, sin avisar. Sentir su presencia allí, me hizo recordar, que también debía colocarme el collar. Era su manera de controlarme. Me tenía ensartada, y con mi correa. Me corrí, solo de pensar que me había impuesto una manera de hacerse presente. Me saqué cuidadosamente el portaligas,  las medias. Volví a usar los tacones, y así, con su “mano “en mi cuello, su “polla” en mi culo, y con los tacones, que tanto le gustaban…. me acosté. Creo que volví a temblar pensando en Él, sabía que lo había hecho enojar. No le gustan mis reclamos. Me excité pensando en lo que me esperaba. Sabía que sus próximas palabras serían “te pasaste, esto desmejora”, o algo así.

Cuando desperté, me dolía el cuello. Tal vez, el collar había estado muy apretado. El juguete se había salido. Los tacones, habían agujereado la sábana, supongo, porque no podía mover esa pierna. O tal vez, se me habían acalambrado, por dormir con los pies apretados, pero tampoco podía mover la otra. Estaba boca abajo, con las piernas, demasiado abiertas, y el cuello me dolía…me dolía demasiado. Nunca creí que me dolería tanto por dormir con él.  Pienso que en cuanto logre salir de mi letargo y abra los ojos, iré a por un analgésico. Trato de abrirlos, pero tengo demasiado sueño, y está todo tan oscuro. Qué hora será?. Estiro mi mano para tomar el móvil de la mesita de noche, pero mis brazos están atados a mi espalda…atados a mi espalda???...Me despierto de golpe. No veo nada. Tengo los ojos vendados. Intento voltearme para aclarar la situación, pero mis piernas están inmovilizadas. Estoy boca abajo, con las piernas abiertas, muy abiertas, atadas. Los ojos vendados. El collar en mi cuello, y las manos atadas en mi espalda. Intento protestar, algo me lo impide. Tengo la boca ocupada. No puedo creerlo. Estoy allí, sin poder hacer nada, y un golpe resuena en toda la habitación. Me había destapado, y me golpeaba las nalgas, y la espalda.  Fue su forma de decirme “buen día”!

Siento como me desabrocha la mordaza, y quita la venda de mis ojos. Toma mi cabeza, la pone de lado, me dá un profundo beso….de esos que no se olvidan, mientras con su mano, me acaricia la espalda, las piernas, se detiene un momento en el pliegue entre mis piernas y mis nalgas. Está utilizando alguna crema o aceite, algo muy tibio, muy suave, acaricia mi agujerito trasero. Qué bien le viene esa caricia, supongo que dormir con el inexpulsable dentro, lo había dejado demasiado sensible. Me dejo llevar, siento que estoy borracha, caigo en un abismo de pasión, en el que todo parece desvanecerse a mi alrededor, nuestras lenguas exploran incansables…

-Uaaaaaaahahhhhhhhh- quiso salirse un grito de mi garganta, pero quedó atrapado entre nuestras bocas.

Me había clavado su polla de una, sin permisos, en mi culo. Primero fue dolor, luego incomodidad, luego temblores, luego mi primer orgasmo matinal. Fue increíble. No podía moverme, y mis entrañas se sacudían, no podía casi respirar. Trato de desembarazarme de su boca, para poder tomar el aire que necesito, mi cabeza se agita, pero el collar no me permite muchas libertades. Claro, Él también se había encargado de apretarlo un poco más. Cuando estoy sacudiéndome en lo mejor, la quita.

-Gracias por decirme donde guardabas esa llave de repuesto.- susurró en mi oído.

Ahora podía recordar todo mucho mejor. Mi cuasi orgasmo, había logrado oxigenar mi cerebro, y ya todo se volvía más claro. Recordé la discusión de la noche anterior. Reviví en cada centímetro de mi cuerpo, cómo me había impuesto su “presencia”. También comprendí que había entrado en algún momento de la noche. No sabía cuánto hacía que me observaba. Se había dado el lujo de prepararme un despertar muy fuera de lo común. Debió haber estado muchas horas allí, para preparar todo sin que yo me despertara.

Está acostado a mi lado, me observa. Lo miro. Me encanta. Intento besarlo, pero no llego. Mi cuello está atado. Pienso que consiguió una correa para utilizar la argolla que tiene mi collar. No sé a qué la ató, pero no puedo moverme demasiado. Intento observarme. Mi camisolín sigue allí, no estoy completamente desnuda, pero mi culo parece sobresalir. Está allí, invitando.

-Gracias por este despertarme a-intento decir.

Me tapa la boca, y vuelve a colocar la mordaza. Le digo que no con la mirada. Nunca me gustó la imagen de la mujer con esa bola en la boca, pero tampoco importaba mucho mi opinión. A Él sí le gustaba. Me había sacado montones de fotos con esa pelota horrible, las subió a internet, y sé que las mira cada tanto. Me ayuda a levantarme, aún con las piernas atadas a la cama, obligándome a permanecer de rodillas y se retira un poco, como admirando su obra. El camisolín, aunque ya debe estar muy arrugado, parece gustarle. Me mira con aprobación. Se acerca, me acaricia la cara, me mira con ternura. Me gusta esa mirada. Está arrodillado en la cama, frente a mí. Me pasa la mano por el pecho, toca los breteles. Son finitos, muy delicados. Desliza su dedo índice por debajo de uno de ellos. Me mira. Sabe que elijo cuidadosamente la ropa para él. Cada detalle. Su mirada me está diciendo que una vez más, aprecia mi elección. Toma con fuerza el bretel, y lo revienta de un tirón. Hace lo mismo con el otro. Mis tetas quedan expuestas.

Sabía que mi escenita de la noche anterior, iba a tener consecuencias, y en el fondo de mi ser…deseaba sentirlas cuánto antes. Se inclina, toma uno de mis pezones con sus labios, lo saborea, lo aprisiona, tira de él, y su otra mano, busca el otro, para hacer lo mismo. Su mano es implacable. Parece querer arrancarlo, pero me calienta. No puedo contener un gemido, que queda retenido en esa pelota horrible. Está un rato sobándome las tetas, los pezones están duros, rojos, turgentes. Siento que me caigo, y me empuja hacia adelante, nuevamente.

Se retira un poco, para comenzar a decirme cosas.

-Éste?.- y me pega un azote en una nalga  - es para que sepas, que sí, te respeto.

-Y éste?- otro golpe cayó en la otra nalga.- para que sepas que te defiendo cada vez que puedo frente a mi familia.

-Para que recuerdes que sí, me importas.- me estaba golpeando con algo más que su propia mano.

-Deberías saber que anhelo estos encuentros más que tú misma.- era algo flexible, más frío, más excitante.

-Sueño con lo que tú tienes preparado para halagar a tu amo.- sus azotes, resonaban, y me hacían temblar, pero de placer.

-También creo que a estas alturas sabes perfectamente que no te considero tonta.- cada vez caían en un lugar diferente.

-Me gustaría que apreciaras, qué tanto… te conozco.- un golpe más corto.

-Tanto que sé que esto no es ni cerca, el castigo que merece una puta desobediente, y rezongona como fuiste tú ayer – tres golpes seguidos.

-Aún así, quiero ver como tu culo se pone rojo, implorante, porque pienso follártelo, como si nunca lo hubiera hecho- son tres o cuatro golpes más.

Ya duele mucho, o no. No puedo evitar retorcerme, pero no quiero esquivar los golpes, quiero que la ropa de cama, me acaricie la entrepierna, quiero que me bese, quiero que haga algo….aunque no sé bien qué quiero. No importa. Él sí sabe, qué es lo que deseo. Me dá varios golpes más, y me toma del pelo. Me levanta un poco la cabeza, y me vuelve a hablar al oído.

-Pídemelo!

-Quero que e foffss eeel cooulooffh.- intenté vocalizar.

Su voz, era como una caricia. Me daba todo lo que yo necesitaba, su olor, su voz, su idea, su autoridad. Me observa. Puedo sentir como recorre mi cuerpo con su mirada. Puedo sentir que disfruta de lo que hace…y de lo que siento. Su mano recorre todo mi cuerpo, puedo sentir el calor de su cuerpo, muy cerca. Su respiración también se agita. Me apreta, y a la vez, tira de mi collar. Se acuesta sobre mí. Puedo sentir toda la dureza de su miembro, y deseo que me folle ahora.  Pasa una mano por debajo de mi cintura, toca mis pechos aplastados por su propio peso. Se detiene un momento para tocar la tela arrugada de mi camisolín roto. Lo logré. Se dio cuenta. Es una tela sedosa, pero firme, con una extraña textura que nos recuerda una tela muy conocida. Cuando conseguí esos retazos de tela ripstop, en aquella valija vieja, dudé. Me tenté y lo hice, pero sabía que los resultados podían ser muy diversos. Él podía ponerse muy contento y premiarme, o también podía tomarlo como un desacato, y …premiarme con su castigo?. Sentí como su boca se aproximaba a mi cuello, y su mano, había alcanzado mi clítoris, comienza a tocarlo, con cuidado, parece estar haciendo un reconocimiento. Desabrocha la mordaza, y tirando mi cabeza hacia atrás por medio de la correa, comienza a comerme la boca, en un beso apasionado. Sus dedos invaden mi coño, y el jugo está mojándolo todo,  se puede escuchar el ploch, ploch de sus dedos entrando y saliendo. No sé cuántos son, pero me hacen temblar. Solo se aleja un segundo de mí, para decirme algo al oído.

-Zorra, sos una zorra. Yo sí puedo decirte zorra, porque eso es lo que sos conmigo.- suena amenazador.

-Tuya, soy toda tuya.- es lo único que me atrevo a exponer.

  • Ese tacto, sabés que ese tacto me pone.- explica.- De dónde sacaste esa tela? Es un chute de verdad?

Mientras me dispongo a explicarle todo lo que tuve que hacer, convenciendo a una costurera, que confeccionara un camisolín sexy con retazos de esa tela extraña, pero llena de recuerdos, me da un golpe en la cara, no llego a decir nada. Comienza a desatarme, libera una pierna, luego su mano suave, recorre toda la otra pierna, hasta llegar al tobillo, y desatarla.  Me gira, dejándome boca arriba en la cama, libera mi correa, y me sienta. Me abraza, me besa la frente. Puedo sentir que la emoción le ganó al juego. Aún así, me apreta, tomando mis brazos atados, me mira a los ojos. Puedo ver más allá de ellos. No sabe si castigarme, o agradecerme el recuerdo. En su interior se desata una lucha. Intenta jugar, porque sabe que es nuestra infantil forma de esquivar el dolor de lo que pudo ser y no fue.

-Putita.- me dice.- Mi putita. No te pases. Ya sabes que no puedes verme a los ojos, a menos que te lo pida!

-Sorry.- me apresuro a decir, bajando la cabeza.

-Sabes, el tacto del T.U., las tardes de plegado viéndote, verte marchar en el avión….y no poder ir…- está saliéndose del juego.

Me besa, a la vez que con el collar me obliga a bajar de la cama, y me hace quedar en el piso. Sentado en el borde de la cama, agarrándome de los pelos, me obliga a chupársela, una y otra vez. Ya no entra, creo que me va a hacer vomitar. Parecía enojado, y a la vez, entusiasmado. Me guía la cabeza para que alterne sus huevos, su polla, de a ratos, baja a mi lado, para besarme con pasión, y finalmente, me folla la boca, literalmente, no dándome casi tiempo a tomar aire…eyacula en mi boca. Sabe que no me gusta tragarlo todo…pero esta vez no me animo a portarme mal. Trago todo lo que sale, y me quedo saboreando lo que queda en su glande. Parte ha chorreado por mi cara, y mis pechos. Pellizcándome un pezón, hasta hacerme gritar, lo limpia, y me mete dos, tres dedos en la boca.

-Trágatelo todo, putita- impone.

Nos quedamos largo rato en esa posición.  Me había sacado el collar, mi collar, así que ahora podía bajar la cabeza para observar mi camisolín arrugado en torno a mi cintura. La música acompaña.

Nos llovían los ojos….