Promesa 5

La historia sigue.

Promesa 5

Nos levantamos todos, uno a uno nos fuimos duchando, como el primero en ducharme fui yo, me toco hacer el desayuno. Las chicas tardaban en bajar, estuve a punto de subir para decirlas que el desayuno se enfriaba.

Cuando me dirigía a avisarlas, las vi bajar. Las tres tenían una cara muy seria, nos sentamos a desayunar sin abrir la boca. Colette fue la primera en hablar.

• Lo de ayer fue una locura, no pude evitar sentirme celosa - Dijo Colette agachando la cabeza avergonzada.

• A mí también me pesa lo hecho Víctor - decía Alba.

• Haber chicas, solo fue el calor del momento y yo tampoco tengo intención de repetir, estaros tranquilas.

Las tres levantaron la cabeza con los ojos muy abiertos, reconozco que a mí también me dio celos ver como Alba besaba a Alizee. El beso en sí no era lo que más me preocupaba, sino que ese beso rompiera la buena sintonía que siempre habíamos tenido los cuatro.

Una vez aclaradas las cosas y teniendo claro que solo fue una vez y no se volvería a repetir, seguimos desayunando. Pase la mañana rumiando para que me habían citado otra vez en el cementerio.

Como todavía teníamos tiempo decidimos cuál sería el siguiente golpe y decidimos que fuera en Berlín, la verdad que tanto Berlín y Moscú eran los dos sitios más complicados para robar. Alizee estuvo buscando información de la comisaría, por fin dieron las doce, esta vez nadie vino a buscarme. Cogí las llaves y me dirigí al coche.

Antes de irme, bese a Alba en los labios y abrace a las tres chicas, depende de cómo fuera la reunión, la siguiente vez iría con las chicas. Alizee y Colette eran unas hábiles francotiradoras.

Cuando llegue al cementerio, aparque el coche y me dirigí a las tumbas de mis padres. Carlo no se encontraba allí, me pareció raro porque él siempre estaba esperándome. De repente noté la presencia de varias personas a mi espalda.

• Ya sabes quien nos manda, está perdiendo la paciencia.

• Ya se lo dije a él y ahora a vosotros, no pienso darle nada hasta tener los cuatro libros.

• ¡No hemos venido a negociar, ni a discutir!

Me di la vuelta, delante de mí tenía a cuatro hombres del mafioso, no sé por qué, pero en ese momento me vino a la cabeza, que esos cuatro hombres estando armados, no despertaban en mí la misma inquietud que me producía Carlo.

• No he traído los libros, podéis disparar si lo deseáis.

• ¡Lo haremos si es necesario!

De repente vi como uno de esos hombres hincaba la rodilla, con claros gestos de dolor. Me fijé bien y pude ver a Carlo agarrando a ese hombre del hombro y clavándole los dedos con mucha fuerza.

• Os dije que están bajo mi protección, ¡que parte no habéis entendido!

• Solo cumplimos órdenes.

• Estamos empezando a pensar que asociarnos con vuestro jefe fue un error, ¿ya sabéis como arreglamos los errores verdad?

Todos bajaron sus armas, en sus rostros se podía ver el terror reflejado, Carlo dejo de clavarle los dedos en la clavícula a aquel hombre que le doblaba en peso y tamaño. Los hombres decidieron replegar velas y volver donde el mafioso.

• Decirle a vuestro jefe que otra insubordinación como esta, tendrá consecuencias.

• El jefe no acepta órdenes de sus socios.

• Ya veo cuál es el malentendido, decirle de mi parte que no somos socios, él es nuestro operario.

Una vez que los hombres se fueron, Carlo se acercó con claro rostro de circunstancias, me estrecho la mano y me dijo.

• Siento todo esto, sois los únicos que estáis haciendo bien el trabajo, no permitiré más tonterías.

• ¿Qué piensas hacer?

• Voy a mandar a algunos hombres para que los pongan en su sitio, no nos podemos permitir semejantes niñerías.

• ¿Bien, que es lo que querías contarme?

• He hablado con mis jefes y aceptan tus condiciones.

• Muy bien.

Volvimos a despedirnos dándonos la mano y él volvía a tener esa sonrisa en su rostro. Si no supiera lo peligroso que es, pensaría que es un trozo de pan. Me dirigí a mi coche y antes de arrancar respiré tranquilo, de no haber aparecido Carlo, no sé lo que habría pasado.

Desarmado como estaba, no hubiera podido contra esos cuatro hombres armados. Sé que la idea del mafioso no era herirme, si no darme una lección y dejar claro quien mandaba. Lo peligroso del asunto era que esos gorilas no eran muy inteligentes y la mayoría de las veces, se les iba la mano.

Cuando llegue a casa, aparque el coche, mire mi casa y sonreí. Volver al lado de las chicas era genial, volvía a tener la sensación de tener una familia. Metí las llaves en la puerta y cuando abrí, Alba se levantó corriendo y se me echo encima cayendo al suelo los dos.

Alizee y Colette se descojonaban vivas, la cómoda estaba casi preparaba, solo faltaba el último toque. Según me dijo Alizee, tenía el tiempo justo para darme una ducha rápida.

Así lo hice, me vestí con algo cómodo y cuando baje la mesa estaba puesta y Alizee estaba sirviendo la comida.

Durante la comida las tres me miraban llenas de curiosidad, querían saber lo que había pasado, se lo contaría, pero después de comer.

• Chicas, os lo cuento luego mientras tomamos el café.

• Adelántanos algo – dijo Colette.

• Bien, la siguiente vez vendréis conmigo.

Las chicas se miraron entre ellas, pero no dijeron nada, esperaron pacientemente a que terminara de fregar los platos y cubiertos y preparara los cafés. Nos sentamos en el salón y empecé a narrarles lo sucedido.

Les conté como llegue al cementerio y me percate que en las tumbas de mama y papa no estaba Carlo. Como me emboscaron por detrás los gorilas del mafioso y como Carlo les puso en su sitio con amenaza seria en contra de ellos.

• ¿Tú crees que el mafioso se quedara quieto? – pregunto Alba.

• No, estoy seguro de que trama algo, lo que si tengo claro que de momento no hará nada.

• Has dicho que la siguiente vez iremos contigo – Dijo Colette.

• Así es, tú y Alizee me cubriréis desde la distancia con un rifle de mira telescópica.

• ¿Y yo? – pregunto Alba.

• Tú estarás a mi lado, te enseñaré a defenderte y a manejar un arma.

• Sabes que no me gustan.

• Lo sé Alba, pero hasta que esto termine, toda precaución es poca.

A partir de esa tarde, empecé a adiestrar a Alba, al principio se quejaba, pero que rápido aprendía la jodida, al final termino cociéndole el truco y le empezó a coger gusto. Con las armas de fuego fue otra cosa, puso empeño, pero se veía que le gustaban menos que a mí.

• ¿Por qué tengo que llevar esto?

• Esto es como los condones, más vale llevarlos y no necesitarlos que necesitarlos y no tenerlos.

Alba me miro con una media sonrisa, en ese momento las chicas nos llamaron. Alizee había conseguido encontrar el tercer libro de cuentas y donde lo tenían. Cuando lo vimos los cuatro tragamos saliva, eso parecía más seguro que For knox.

Era un edificio de quince plantas con lo último en seguridad, además para más inri el libro se encontraba en el despacho del jefe de policía alemán. Colette había preparado unas transparencias. Según pude observar, el sistema de seguridad tenía un pequeño fallo, entre las cámaras había un punto ciego, en mitad de la pared trasera del edificio había espacio de un metro que las cámaras no podían captar.

Ese espacio iba desde el piso bajo hasta la azotea, mi entrada iría por ahí. Se lo comenté a las chicas.

• ¿Cómo piensas subir? - Pregunto Alizee.

• Usare copas de succión.

• ¿Qué es eso? – pregunto Alba.

• Son unas ventosas grandes y cada una soporta setenta quilos sin soltarse.

• ¡Pero tú pesas más! – dijo Alizee.

• Al escalar, siempre tienes que tener tres puntos de apoyo, tres copas de succión aguantan doscientos diez kilos.

• Las has usado antes - pregunto Alba.

• Si en las fuerzas especiales.

Lo que más me preocupaba eran los vigilantes que custodiaban el edificio de noche, tendría que noquearlos sin matarlos. La idea era sencilla, consistía en subir los quince pisos hasta la azotea. Allí colocar una cuerda y bajar hasta el piso donde el jefe de policía tenía su despacho.

Cortar el cristal de fuera y entrar dentro, por suerte el jefe de policía no tenía ningún sistema de seguridad en su despacho y la alarma se podía desconectar desde fuera hacheando el sistema, de eso se encargaría Alba.

La caja fuerte ya era otra historia, necesitaría un taladro potente y nitrógeno líquido, eso sería un problema. Esperaba estar en suficiente forma como para poder escalar catorce pisos con peso extra, no me preocupaba las ventosas, sino mi estado de forma.

El plan ya estaba listo, solo faltaba conseguir todos los materiales y dirigirnos a Berlín. Colette consiguió los billetes y Alizee consiguió todo el material que nos dejarían en un guardamuebles que había alquilado con un nombre y dirección falsa.

Mire a Alba, esta vez se le veía más relajada, como si se estuviera acostumbrando a esta vida. Alizee y Colette desaparecieron en dirección hacia el baño, la madre que las parió. Como las pillaran se iba a armar una gorda, menos mal que el avión estaba volando y no nos podían echar de él.

Al poco de que esas dos desaparecieran, el móvil de Alba sonó. Al abrir el WhatsApp tenía un mensaje que decía.

“Tú decías que no nos atreveríamos, pues aquí tienes la prueba”

La madre que las parió dos veces, en el video salía Alizee despatarrada con una pierna sobre el lavabo y la otra sobre la taza del water, con las bragas en los tobillos y una Colette que tenía que hacer malabares para poder comerle el coño.

A Alba le entro un ataque de risa de la ostia, no podía parar de reír, el video terminaba ahí. Al rato volvieron a sus asientos, las dos sonrientes.

• Ya os vale a las tres.

• Pues si sabes lo a gusto que me he quedado – decía Alizee.

• Ya me imagino ya, ¿tú que dolor de espalda Colette?

• Sarna con gusto no pica, jajajajajaja.

Entre una cosa y la otra llegamos a Berlín, lo primero que hicimos fue alquilar habitaciones en una pensión donde aceptaban metálico y no hacían preguntas. Por suerte a Colette se le daba mejor que a mí hablar el alemán. Una vez habiendo dejado todo en las habitaciones, fuimos al guardamuebles para revisar todo el material que nos habían conseguido. Las ventosas eran de la mejor calidad, en vez de cuatro me dejaron seis, dos de ellas para colocar cuerdas por si fallaba algo.

Con todo volvimos a la pensión y lo volvimos a repasar todo, la huida la haríamos como en París, viajaríamos por carretera secundaria y pasaríamos a Francia donde coceríamos un avión para volver.

Pasamos el día haciendo turismo y aprovechamos para sacar fotos al edificio en el que teníamos que entrar. Las fotos era por si habían cambiado algo a última hora y no nos pillara desprevenidos.

Cuando llego la noche, Alba y yo nos preparamos, nos vestimos enteramente de negro, con pasamontañas y todo. Menos mal que era invierno, si no nos habríamos muerto del calor. Aparcamos cerca, yo me fui acercando con mucho sigilo, me escondí en unos arbustos que tenían fuera de la comisaría.

El agente pasará por delante de él, en un momento que se parió para mirar el móvil. Le pasé el brazo por el cuello e hice presión hasta que perdió el conocimiento. El segundo vigilante estaba dentro de una garita de esas de seguridad, lance una piedra cerca de la garita. De esa forma tuvo que salir, la maniobra fue la misma.

Una vez inconscientes, les inyecté unos calmantes para que no se despertaran. Avise a Alba para que viniera y desconectara la alarma, con su destreza no el costo mucho hacerlo. Llego mi turno, cogí las ventosas y me dispuse a empezar la escalada. Alba me beso y se fue a esperarme al coche.

Tengo que admitir que la escalada fue dura de verdad, casi toda la fuerza la tenía que hacer con los brazos. Por suerte las ventosas estaban funcionando a las mil maravillas, en el piso séptimo tuve que parar. Tenía calambres en los brazos, temí no ser capaz de conseguirlo, pero pensé en las chicas y seguí adelante.

Una vez escalados los quince pisos, llegue a la azotea, esta era de hormigón. Eso era bueno, de esa forma los anclajes se quedarían bien fijados. Puse dos por si acaso, hice el nudo en la cuerda y me dispuse a bajar. Una vez delante del despacho, utilice un cortador de diamante para cortar el cristal, previamente lo tenía sujeto con una de las ventosas.

Una vez cortado pude introducirme en el despacho, vi el cuadro y lo moví, detrás estaba la caja fuerte, cogí el taladro y empecé a agujerear la caja fuerte, lo hice con sumo cuidado. Cuando el agujero estaba terminado, vertí en él, nitrógeno líquido. Después con ayuda de un cincel y martillo rompí los engranajes de la puerta.

La puerta se abrió, dentro estaba el libro, lo cogí y me dispuse a bajar los trece pisos hasta llegar al suelo. Una vez en él, cruce la calle y me metí en el coche que conducía Alba. Fuimos directo a la pensión donde nos esperaban Alizee y Colette con todo preparado para marcharnos.

Tardamos horas en salir de Alemania, pero para cuando se enteraron del robo nosotros les llevábamos ventaja, por carreteras secundarias, llegamos a cruzar a Francia y allí fuimos a la primera ciudad que tuviera aeropuerto. Al llegar no tendríamos vuelo hasta la tarde, cogimos dos habitaciones en un pequeño hotel que se encontraba cerca del aeropuerto.

Mi intención era dormir un rato, pero Alba no me dejo, estaba muy excitada. Tumbado como estaba sobre la cama empezó a quitarme toda la ropa. Arrancármela diría yo, mi polla se puso en guardia enseguida, esa mirada llena de ardor que tenía Alba hubiera animado incluso a un muerto.

Una vez tuvo mi polla liberada, se la metió en la boca. Su lengua jugaba con mi glande. Proporcionándome un placer indescriptible, se me empezó a nublar la vista. Sus mamadas siempre habían sido excepcionales, pero esta las superaba a todas.

Ninguno de los dos quería que me corriera, así que levantándose sé bajo el pantalón y las bragas y subiéndose sobre la cama puso su coño sobre mi boca, agarrándose al cabecero me dio de beber el néctar de los dioses. Alba empezó a jadear más fuerte, termino corriéndose y poniéndome perdido de flujos.

Cuando termino de recuperar el aliento, se fue empalando con mi polla, nunca me cansaré de ese placer que se siente cuando tu polla empieza a entrar en el coño de la mujer que estás enamorado, la sensación es indescriptible.

Me empezó a cabalgar como una amazona desbocada, llegue a pensar que terminábamos por romper la cama, subía y bajaba sobre mí mirándome a los ojos. Esos ojos preciosos que me decía lo enamorada que estaba de mí. Nos corrimos los dos a la vez, se tumbó a mi lado y puso la cabeza sobre mi pecho.

• A sido increíble Alba, estabas desbocada.

• Si, la verdad que verte ayer a la noche me excitó muchísimo.

• Podríamos probarlo alguna vez.

• ¿El que?

• Colgarnos con las ventosas y hacer el amor a quince pisos de altura.

• Venga ya, estás loco.

• Si, por ti.

Alba sonrió y me dio un beso para que dejara de hablar, dormimos un poco. Alizee nos despertó para que nos preparáramos, salimos del hotel y cogimos el avión de vuelta a casa. En el viaje de vuelta Alizee y Colette volvieron a meterse en el cuarto de baño.

Esta vez fue Alizee la que se sentó sobre la taza del water, Colette poniendo el culo delante de la cara de Alizee y sujetándose como podía, mientras gemía de placer, se le escaparon gemidos demasiado altos y una de las azafatas se dio cuenta.

Pensé que ya la habíamos liado, para mi sorpresa la azafata sonrió y se mordió el labio de forma muy sugerente. Cuando las dos salieron, les esperaba y les dio algo, volvieron a sus asientos partiéndose la caja a dos manos.

Cuando llegamos a casa, los cuatro nos fuimos a dormir un rato, antes de eso guarde el tercer libro, ya teníamos tres y nos faltaba el que se encontraba en Moscú. Alba y yo ya estábamos medio dormidos cuando empezamos a escuchar como el cabecero de la cama de Alizee y Colette golpeaba salvajemente contra la pared.

Esta vez nos reímos los dos, pensamos que si seguían así no solo terminarían por tirar abajo el tabique, alguna de las dos terminaría lesionada por follar con tanta intensidad. Alba comento, cuál de las dos andaría raro al día siguiente.

Descansaríamos por unas semanas y empezaríamos a preparar el último golpe, el que más miedo me daba.

Continuará.