Promesa 4
La historia sigue
Promesa 4
Me monté en el coche, no hablamos ni una palabra, pero sus miradas y gestos me lo decían todo, cuando llegamos me cachearon. No fue un cacheo muy exhaustivo y no encontraron la pistola pequeña.
Me exigieron que entregara mi Beretta 92 y le di ese capricho al mafioso, también me fije que a un lado de esa habitación había un hombre que no había visto nunca. Bestia elegante y tenía un aspecto amenazador.
No era porque tuviera una cara de mala leche o algo así, su simple presencia te decía que tuvieras cuidado con él. Me senté en el mismo sitio de la otra vez y me quede mirando al mafioso.
• ¿As traído el libro?
• ¡No!
• ¿Por qué?
• Lo primero porque no me fio de ti y lo segundo te dije que te los entregaría cuando estuvieran todos y Alba quedara libre.
El mafioso puso gesto de desaprobación, me tiro un sobre y me dijo que lo abriera. En él aparecían unas fotos de cuando dimos el golpe en Venecia.
• Como puedes comprobar, tengo la sartén por el mango.
Lo primero que hice es no ofuscarme con las fotos, pero la acción me toco los cojones y sacando mi Beretta pico, le apunte a la cara.
• Te advertí que la siguiente vez, la recamara no estaría vacía.
El mafioso se puso blanco, los gorilas empezaron a sacar sus armas. Entonces el hombre que hasta ese momento había estado impasible hizo un gesto y todas bajaron las armas, todos menos yo.
Aquel hombre se acercó a mí, poniendo su mano sobre el arma, la fue bajando con cuidado, después me metió una nota en el bolsillo de la chaqueta.
• Lo necesito con vida, si le ocurre algo os haré responsable y sabéis las consecuencias – el hombre misterioso.
Todos incluso en mafioso se quedaron blancos, el hombre hablaba bien castellano con acento italiano. El mafioso dio por terminada la reunión y sus gorilas se prepararon para llevarme a casa.
Antes de entrar en el coche, mire la nota y ponía mañana a las doce en la tumba de tus padres. La vuelta a casa fue tan silenciosa como en la ida, solo que esta vez los gorilas no osaron a ponerme malas caras.
Cuando llegue a casa todas vieron mi semblante, Alba se acercó y con el mayor cariño del mundo me abrazo y me beso en los labios. Que capacidad tenía esa mujer para hacer que las preocupaciones desaparecieran.
Puse el sobre en la mesa, Alizee lo cogió y al abrirlo se le cambió el semblante. Las chicas se pusieron blancas.
• Si chicas, el mafioso tiene pruebas que nos pueden llevar a la cárcel.
• ¿Qué vamos a hacer? – pregunto Colette.
• De momento nada, hoy he conocido a un posible aliado.
• ¿Posible? – pregunto Alba.
• Si, todavía no sé si me puedo fiar de él, me ha citado mañana a las doce delante de las tumbas de mis padres.
• ¿Y vas a ir? - pregunto Alizee.
• Claro, quiero saber que es lo que quiere, además con un solo gesto ha hecho que el mafioso y sus gorilas se mearan encima.
Las chicas no estaban muy convencidas, esa noche no hubo juegos. Nos pusimos a ver la tele un rato y nos fuimos a la cama, notaba a Alba rara y una vez que estuvimos metidos en la cama le pregunte.
• ¿Qué ocurre Alba?
• ¿Qué es esto?
• Una grabación, tú mírala y después hablamos.
En ella se veía como el mafioso quiso follarse a Alba a cambio de perdonarle la vida a su novio, Alba se negó saltándole un tortazo brutal al mafioso. El video acababa con el mafioso dándole un tortazo a Alba.
• Nunca dude de ti Alba.
• Lo sé, pero ese hombre es muy malo y podría intentar meterse entre nosotros.
Yo le sonreí y la acerqué a mí. Ella apoyó la cabeza sobre mi pecho y empezó a decir.
• ¡Jamás follaría con el hombre que estaba implicado en la muerte de nuestros padres!
• Tú también sospechas de él, por lo que veo.
• Intente conseguir pruebas pero fue imposible.
En esa misma postura en la que estábamos nos quedamos dormidos, nos despertamos pronto, las chicas ya estaban en la cocina preparando el desayuno. Yo primero pase por la ducha, después mientras me vestía entro Alba.
Desayunando no hablamos nada, yo notaba como las tres se miraban entre ellas y después me miraban a mí.
• ¿Se puede saber que os pasa?
• Deberíamos ir contigo.
• No es necesario, si hubiera querido hacerme daño, ya lo abría hecho.
Paso la mañana, llego la hora de ponerme en marcha y dirigirme al cementerio, cuando llegue había personas por allí, mire a las tumbas de mis padres y allí estaba él. Me acerqué con mucho cuidado, les había dicho a las chicas que no pasaba nada, pero toda precaución era poca.
Me acerqué a él por su espalda, no se giró, había notado mi presencia desde hacia rato, cuando estuve a su altura me alargo el brazo y con una sonrisa estrechamos nuestras manos.
• Me alegra que hayas venido, mi nombre es Carlo y represento a las familias mafiosas.
• ¿Hablas por todos?
• Así es.
• Muy bien, tú dirás.
• No queremos que entregues los libros a ese hombre, no es de fiar.
• Eso ya lo sé, ¿pero por qué debería entregároslos a vosotros?
• Digamos que son errores del pasado que queremos enmendar.
• Bien, no es de mi incumbencia, ¿podría hacerte una pregunta?
• Dime.
• ¿Por qué asociarse con un mafioso que no os llega a las suelas de los zapatos?
• Por vosotros.
• ¿Cómo?
• Sabíamos que él acudiría a vosotros para que robarais los libros, si te lo hubiéramos pedido nosotros la respuesta hubiera sido no.
• Claro, como que es fácil deciros que no.
Carlo se rió a mandíbula partida, me contó que conocía a mis padres. Que fueron ellos los que los contrataron mediante el mafioso para robar los libros. También me dijo que en realidad no tenían necesidad de contactar con el mafioso, pero lo hicieron por cortesía.
Yo le dije que estaba seguro de que el mafioso tuvo la culpa de la muerte de mis padres y los de Alba, quería pruebas de ello y los libros serian suyos sin chistar. Carlo se disculpó y fue hacer una llamada, yo me quede mirando las lápidas de mis padres.
Después de un buen rato Carlo se volvió a acercar y me dijo que no había ningún problema, que ellos conseguirían las pruebas. También me dijo que cuidarían de nosotros.
• ¿Para qué quieres las pruebas?
• La policía quiere hincar el diente a ese mal nacido, es para que puedan encerrarlo de por vida, la muerte es un castigo muy suave para él.
• Muy bien estaremos en contacto.
Otra vez con una sonrisa me tendió la mano, se la estreché y se despidió de mí, montándose en un coche y saliendo del cementerio, fue muy cordial y amable, pero ante su presencia, todas mis alarmas se encendieron. Si le fallaba estaba seguro de que ese hombre me partiría por la mitad sin pensárselo.
Solo de pensarlo se me ponían los pelos de punta, decidí coger mi coche y dirigirme a casa. Las chicas estaban esperándome sentadas en el sofá hechas un manojo de nervios. Cuando me vieron entrar, saltaron las tres a abrazarme. Alba no pudo contener su llanto que se acrecentaba mientras me abrazaba con más fuerza.
• ¿Cómo ha ido? – pregunto Alizee.
• Bien, era un hombre muy amable.
• Me alegro, entonces no estamos en peligro – dijo Colette.
• Al contrario, ese hombre es infinitamente más peligroso que el mafioso.
Las tres se quedaron calladas mirando al suelo, les dije que estuvieran tranquilas, mientras le diéramos los libros a él, estaríamos a salvo. Después de comer empezamos a preparar el golpe de París. En este no utilizaríamos explosivos.
Según los planos que Alizee pudo obtener, el libro se encontraba en el sótano de una comisaría, el sótano daba a una alcantarilla. El suelo tenía un metro de espesor, el problema era que el edificio era muy viejo y una explosión podía acarrear que parte del edificio se nos cayera encima.
Esa parte de las alcantarillas estaba cerrada con rejas con barrotes de cinco cm de acero templado, y unas cámaras que enfocaban al pasadizo en ambas direcciones.
Para acceder a esa parte del alcantarillado había unas entradas, relativamente nuevas. Alizee consiguió averiguar que en un callejón, había una vieja entrada de la que nadie se acordaba, teníamos que dar más rodeo, pero nos permitiría entrar sin llamar la atención.
Para abrir el boquete en la pared, usaríamos termita, este producto químico ardía a unos cercanos tres mil grados. De esa forma haríamos un agujero en el suelo del cuarto de las pruebas sin una onda expansiva. Sellaríamos todos los accesos a la alcantarilla soldando las tapas de alcantarilla, de esa manera me daría tiempo de abrir la caja fuerte.
Colette y yo nos adelantamos y viajamos a París, allí conseguimos en el mercado negro, los materiales que necesitaría Colette para hacer la termita. Como no podíamos usar un soldador, sellaríamos las tapas como sueldan los raíles de los trenes.
Usando una pequeña cantidad de termita para que las esquinas se fundieran y quedara soldado. Trabajamos durante la noche, la entrada que usaríamos se encontraba bajo un container, como tenía ruedas podíamos moverlo y siendo de noche nadie se daría cuenta de nuestra presencia.
Pasadas dos semanas fuimos a buscar a Alba y Alizee al aeropuerto, todas las entradas estaban selladas menos la que usaríamos nosotros, la termita estaba preparada para cuando fuéramos a cometer el robo, Colette la pondría en el techo de la alcantarilla y lo agujerearía dejando caer la caja fuerte.
Esa misma noche mientras Colette y yo hacíamos la cena, Alba y Alizee viajaron para que Alba pudiera inutilizar las cámaras que estaban colocadas para vigilar las dos rejas. Grabaría un video y lo pondría en bucle, de esa manera podríamos andar por allí sin ser vistos.
Una vez hecho el trabajo las dos volvieron al piso que Colette y yo habíamos alquilado, todo estaba listo, lo haríamos a la noche siguiente. Durante las horas que nos quedaban decidimos repasar el plan, Colette y yo entraríamos con unos monos y dejaríamos ropa para cambiarnos cuando saliéramos de las alcantarillas.
Lo haríamos en unas horas donde no abría mucha gente, pero que tampoco estuvieran las calles vacías, Aparcamos el coche cerca. Nos acercamos al callejón y dejamos dos maletas, en una llevábamos la ropa y en la otra llevábamos el material y un cortador de tubos con punta de diamante para cortar los barrotes.
Las verjas no estaban lejos de la entrada a la alcantarilla, gracias al bucle puesto por Alba, podíamos trabajar sin ningún problema. Cortar los barrotes me llevo un rato, lo bueno es que esa herramienta no hacia ruido. Una vez dentro, Colette empezó a colocar la termita en forma de cuadrado en el punto exacto en el que ponía en los planos conseguidos por Alizee.
Mientras ella hacia eso, yo infle una especie de colchoneta que amortiguaría la caída de la caja fuerte. De esta manera no haríamos ruido. Una vez colocado todo, nos apartamos y la termita empezó a hacer su trabajo. Perforo el metro de hormigón como si fuera mantequilla, la caja cayo junto al suelo. Me puse manos a la obra, esta caja fuerte era más segura que la que tenían en Venecia.
Me costó un poco más, pero gracias a mi oído, moviendo la ruletita pude escuchar todos los clics que me indicaban la combinación de la caja fuerte. Una vez abierta cogimos el segundo libro de cuentas y nos pusimos en marcha, salimos de las alcantarillas y quitándonos los monos de trabajo, nos vestimos rápido.
Guarde el libro en una mochila y Colette se agarró a mi brazo como la otra vez, llegamos al coche y nos pusimos en marcha en dirección al piso que habíamos alquilado. Al llegar las chicas ya tenían todo preparado para que nos fuéramos de París.
Decidimos hacer el viaje en coche yendo por carreteras secundarias, tardaríamos más, pero rara vez solían estar vigiladas. Tardamos más de diez horas en llegar a nuestra casa, pero mereció la pena. Conducía Alizee y Colette iba de copiloto, en la parte de atrás íbamos Alba y yo que no paraba de temblar.
• ¿Estás bien Alba?
• No entiendo como podéis estar tan tranquilos, no me acostumbro.
• Son muchos años Alba – dijo Colette.
• Aunque no parezca, nosotros también tenemos miedo – dijo Alizee.
Yo cogí la mano de Alba y la acerqué a mi pecho, el corazón me iba a mil por hora, entonces se dio cuenta de que todos estábamos como ella, eso relajo a Alba que se apoyó en mi pecho y se quedó dormida. Cogí una manta y se la eche por encima, la noche era fría y no quería que cogiera frío.
Una vez en casa, metimos el segundo libro en la caja fuerte y todos fuimos a ducharnos, después de ponernos algo cómodo. Alizee nos obsequió con una comida maravillosa, pasamos el día descansando. El golpe podría parecer fácil, pero no lo había sido y la tensión nos estaba pasando factura.
Llego la noche, pusimos una película, pero la verdad que ninguno le pusimos atención, subimos a nuestras habitaciones. Yo me empecé a desnudar cuando note como Alba me abrazaba desde la espalda y pegaba sus pechos en mi espalda. Tire la camiseta que llevaba al suelo y me di la vuelta para darle un tierno beso, estaba totalmente desnuda.
Jamás me cansaré de admirar el cuerpo de Alba, me fue besando, primero en los lóbulos de los oídos, después en el pecho y por último se agachó y paso su lengua desde los huevos hasta la punta de mi polla. Esta se puso dura como el acero.
Alba me miraba de una manera que me tenía tan caliente que pensé que me iba a derretir, beso la punta de mi polla y después se la metió entera en la boca. Note como el latigazo de placer me subía por la espalda y se metía en mi cerebro. Levante a Alba y la tumbe sobre la cama, ella abrió sus piernas, dejándome camino libre a su apetecible coñito.
Sus gemidos y jadeos fueron música celestial para mis oídos, la pobre se metía la mano para no gritar y alertar a las otras dos. Le daba vergüenza que nos oyeran hacer el amor, no pare hasta que se corrió en mi boca. Entonces me tumbe, Alba agarro mi polla y se fue empalando poco a poco. Notar su vagina apretada y caliente me daba un placer indescriptible, ella tenía la cabeza echada hacia atrás.
Sus ojos estaban en blanco de puro placer, estábamos tan ensimismados en darnos placer el uno al otro que no nos dimos cuenta de que entraron en la habitación Alizee y Colette. Cuando notamos que el colchón se movía paramos y lo que vimos nos dejó sumamente sorprendidos, pero también muy calientes, todo hay que decirlo.
Estaban haciendo un 69 a escasos centímetros de nosotros, pensé que eso cortaría a Alba, pero no sé por qué produjo el efecto contrario. Alba y Alizee se cogieron de la mano mientras jadeaban de placer, entonces Alizee se acercó a Alba y le beso.
Después de ese beso las chicas y nosotros nos corrimos a la vez, fue una experiencia muy agradable. Nuestra cama era grande y decidimos dormir todos juntos en ella. Después de que acabáramos note a Alba intranquila, pensaría que se pasó por besar a Alizee.
Le di un beso y le dije que bajáramos a la cocina a hablar, no hacia más que dar vueltas en la cama muy inquieta.
• ¿Qué te ocurre Alba?
• Siento que te he traicionado.
• No lo has hecho, no soy de compartir a mi pareja, pero con Alizee y Colette es diferente.
• ¿Por qué?
• Porque confió en ellas y sé que jamás se interpondrían en nuestra relación, además a sido espontáneo no le des importancia.
• Seguro que no estás enfadado.
• Te lo prometo.
De repente escuchamos como las otras dos bajaban por las escaleras con la cabeza agachada y muy preocupadas.
• Vosotras también, os diré lo mismo que le he dicho a Alba, yo confié en vosotras y sé que no haríais nada que nos haría daño a ninguno de los dos.
• Eso tenlo por seguro – dijo Alizee.
• Entonces no le demos más importancia y vayamos a dormir.
Cuando subimos Alizee y Colette se iban para la habitación cuando Alba y yo les dijimos que durmiéramos todos juntos, ellas sonrieron tranquilas y así lo hicimos.
Alba era la mujer que amaba, pero Alizee y Colette eran muy importantes para mí, habíamos pasado por mucho y nos habíamos salvado la vida los unos a los otros más de una vez.
Esa noche dormimos con Alba sobre mi cuerpo y escoltado por Alizze a mi izquierda y a Colette a mi derecha, las tres se durmieron enseguida yo me quede un rato despierto mirándolas dormir.
Ya era de día cuando nos despertó un mensaje que me llego al móvil.
“A las doce en el cementerio”
Continuará.