Profundizando en Begoña

Esta es la continuación de las aventuras de la joven travestí Begoña. Espero que las disfrutes leyendo tanto como nuestra joven protagonista viviéndolas.

Ante todo quiero agradecer las muestras de apoyo por parte de los lectores y en especial de Sole, a la que quiero mandar un beso muy especial. Esta es la continuación de las aventuras de la joven travestí Begoña. Espero que las disfrutes leyendo tanto como nuestra joven protagonista.

Del anterior relato:…" Otra vez me Vd. llena de semen, desmaquillada y temblorosa. Pero esta vez me desnudé, me metí en la bañera y me di un baño caliente. Me limpie y desmaquillé bien. Me sequé, me perfumé, me apliqué un maquillaje suave y me puse unas braguitas rosa que encontré en el baño y el kimono dorado. Cogí el tabaco y me dirigí al dormitorio donde André descansaba rendido, desnudo sobre la cama. Encendí un cigarrillo y lo fumé mientras le observaba. Le acaricié el pecho y volví a observar mis manos, mis uñas, las pulseritas. Me fijé en su pene fláccido y lo tomé entre mis dedos.

Estaba acariciando el pene de André, pensando en todo lo ocurrido esa noche, en la primera vez que deje a Ángel violarme y en como había cambiado cuando vi. a Ángel mirándonos desde la otra habitación. Lo había visto todo. Me acerqué a él, y sin decir nada le acaricié el rostro y le besé en los labios. Le tomé de la mano y lo dirigí a la enorme cama donde André descansaba.

-¿Es preciosos verdad?- Le dije.

-Claro, -dijo él- sabía que te encantaría.

Le besé en los labios y busqué entre el kimono negro que llevaba puesto su pene. Lo tomé, lo acaricié y mirándole a los ojos me lo llevé a la boca. Solo lo saqué para decirle:

-Te toca disfrutar de la mujer que has creado, no?"

Estuve lamiendo su pene despacio, disfrutándolo, escuchando sus gemidos y segura de que el estaba gozando. Había comprobado que tenía un talento natural para dar sexo oral a los hombres, y me encantaba. Su pene alcanzó un tamaño considerable en mi boca. Antes de dejar que e corriera me incorporé y le alcancé un tubo de lubricante. Le di la espalda y me acerqué al cuerpo tendido de André, que dormía plácidamente. Miré a Ángel de reojo le sonreí, no necesitó saber más. Acariciando el cuerpo apolíneo de André sentí a Ángel situarse tras de mi y colocar su pene en la punta de mi ano. Sosteniendo su cabeza, besé a André mientras se apoderaba de mí la poderosa sensación del pene de Ángel penetrando mi culito, despacio, sin dolor, de forma segura y firme. Ángel siguió penetrándome muy despacio, con dulzura, pero sin detenerse y con firmeza. André se despertó con mis besos y caricias y me miró.

-Ey nena, que haces?- me dijo

-Shhh!- le dije poniendo mi dedo índice en sus labios mientras me dirigía a su sexo.

Levanté un poco mi trasero, sintiendo la penetración de Ángel más profunda y me lleve el pene de André a los labios para hacerle una maravillosa mamada. Tenia un pene en mi culo y otro en mi boca, y los dos los puse yo ahí. Las dos pollas me penetraban muy despacio, muy dulcemente, saboreando y sintiendo cada movimiento, cada pulso de sus venas. Seguimos así no se cuanto tiempo, yo estaba en la gloria. Me sentía más sexual que nunca, tenía a dos hombres hermosos y varoniles para mí y los estaba disfrutando casi más que ellos a mí.

De repente la suave penetración de Ángel se torno mas intensa, y sus embestidas ganaron en fuerza hasta que en tres o cuatro empujones se vino dentro de mi, inundándome de semen que rebosaba cayendo por mis muslos trayendo una sensación que ya empezaba a resultar conocida. Casi al tiempo noté que la polla que estaba mamando estaba también por eyacular e intenté apartarme, pero las manos de André me retuvieron viniéndose en mi boca. Tuve que tragarlo todo, lo que no me costó ningún trabajo. Las manos de Ángel buscaron mi sexo, que masturbó sin sacar el suyo de mi culo, y en un par de golpecitos me corrí. No salió mucho semen en comparación con el de ellos, y menos con la oleada de placer que me inundó. Caí rendida encima de André, con Ángel a mi espalda, y quedé dormida entre dos hombres.

Al despertar ninguno estaba en la casa. Serían como las 13:00 del sábado por la mañana. Me di una ducha larguísima. Repasé mi depilación, hidraté mi piel con crema y casi instintivamente me aplique un maquillaje suave, mascara de pestañas y brillo de labios. En la silla del dormitorio encontré unas braguitas, un camisoncito blanco y mi kimono dorado. Estaba sola en la casa y no tenía nada que hacer. Encendí un cigarrillo y vi que mis uñas no estaban tan magníficas como el primer día. Así que fui al baño y cogí lo necesario para arreglármelas. Retiré el esmalte dorado y le aplique un precioso blanco perlado, que hacía mis manos elegantes, femeninas y realmente preciosas. Además, así combinan con casi todo. En la mesa del salón había una nota en la que Ángel decía que llegaría sobre las seis, que me relajara y que me sintiera como en casa. Que esperaba verme descansada cuando llegara y como posdata dejo indicado que usara el plug que dejo en el baño y que no me tocara el pene hasta que el lo dijera. Afortunadamente no pensaba tocarme, me encantaba ese estado de permanente excitación en el que me encontraba. Y bueno, el plug lo coloqué en mi culito justo después de la ducha. Así que todo iba como la seda. Me recosté en el sofá, comí algo de fruta y un refresco y me dormí viendo una película de no se qué princesa austriaca.

No sentí entrar a Ángel, que me despertó con una suave caricia en el pelo.

-Despierta princesa, hay que arreglarse.-me dijo dirigiéndose al baño.

-Esta noche vamos a una fiesta, es en casa de unos amigos.- ¿Unos amigos?

-No te preocupes, saben quien eres y están deseando conocerte.-dijo al ver mi cara de preocupación.

-¿Cada día tiene que haber una sorpresa? ¿Que es lo próximo, casarme? –pregunté con un poco de malicia, y un poco de miedo también.

-No, eso aún no. - ¿Aún no? - Venga Begoña, al baño.

Casi ya ni me asombraba este ritual, lavarme, perfumarme e hidratarme con la crema brillante bajo la supervisión de Ángel, que me trataba casi como una entrenadora o un manager trata a su modelo. Mimándome. Cuidándome. Guiándome.

El maquillaje quería hacérmelo yo pero Ángel no me dejó. Decía que debía lucir espectacular esta noche.

Además de la base habitual y los polvos sueltos, que daban a mi piel una textura aterciopelada, se esmeró realmente en el maquillaje, el colorete, mas abundante del que solía usar dio a mis mejillas un precioso tono rosado. Delineó mis ojos con esmero y uso unas sombras de ojos que nunca me había enseñado, muy profesionales, que dieron a mis ojos una apariencia realmente esplendida. Una mirada felina, bañada en negro y plata. Además, colocó dos pestañas postizas, realmente abundantes, que hacían de cada parpadeo un espectáculo. Delineó mis labios con un lápiz cereza oscuro, realmente intenso, y los coloreó con un color un tono ligeramente menor que al secarse quedaba fijo, por más que lo tocara. A continuación, los remató con un brillo efecto "diamond" que dejó mis labios pidiendo que los besaran. Un lunarcito falso con el lápiz de ojos en mi mejilla y lista, este maquillaje era realmente el mas bonito que había visto nunca. Mi rostro se veía más femenino que nunca, bonito, joven, suave y estremecedoramente sexy.

Ángel cambió el plug por unas bolitas chinas de color rosa, que me encantaron, ya que al moverme sentía millones de caricias por dentro de mi culito. Era lo mas dulce que había sentido nunca. Me costaba mantener la concentración y me tenía permanentemente excitada.

La lencería que iba a llevar era un corsé blanco de raso con perlitas, medias de seda blanca sujetas por ligas y unas braguitas de raso y encaje blanco a juego con el corsé.

-¿Seguro que no me vais a casar? – le pregunté divertida mientras me ponía la lencería. Mientras él se limitaba a sonreír y mirarme de manera maliciosa.

El corsé estaba realmente apretado, tanto que me acordé de Scarlett O´hara en "Lo que el viento se llevó". Afortunadamente para mí, Ángel era mucho más sexy que la esclava negrita, y cada apretón del corsé le empujaba sobre mi trasero, que deliberadamente apoyaba sobre su entrepierna sintiendo su paquete cada vez más duro.

-Con lo tontita que viniste y te estás volviendo un peligro. Desde luego…- me dijo riéndose.

-¿Yooo? Que va, debes de confundirte con otra, por favor. – le dije guiñando mis larguísimas pestañas.

A continuación le toco el turno al traje, que realmente llegó a sorprenderme. Era por completo de raso de color rosa. Pero era un pantalón muy ajustado y una chaquetilla torera, con adornos en pedrería y perlitas. Los pantalones estaban realmente ajustados aunque parecían en verdad hechos a mi medida. Costó lo suyo, pero entré en ellos. Un cinturón blanco de casi cuatro dedos de grosor, con la hebilla en perla remató el pantalón. Dejando el corsé, a modo de top, quedaba precioso. La chaquetilla era muy ajustada también, pero realmente bonita y podía dejarla desabrochada o, como hice, abrocharle el primer botón tan sólo. La peluca que me colocó Ángel estaba peinada con un precioso moñito que recogía casi todo el pelo atrás, dejando solamente dos mechoncitos que caían graciosamente a ambos lados de mi cabeza. Los pendientes eran largos, en plata y pedrería rosa, al igual que el collar.

Un bolsito de raso de color blanco y no podía dejarme los zapatos. Zapatos de salón de 8 centímetros de tacón de charol blanco, preciosos. Al verme en el espejo mi silueta era tremendamente sexy, andrógina, algo menos femenina que con los vestidos, pero innegablemente atractiva. Terriblemente sexual.

Ángel se estaba vistiendo mientras yo fumaba un cigarrillo tranquilamente en el salón, sin poder dejar de mirarme en el espejo. En ese momento entró André. Al verle mi corazón dio un vuelco, quedé paralizada y sin saber que hacer, que decir o que sentir. Vestía un traje oscuro muy elegante, zapatos recién pulidos y estaba realmente guapo. Me sonrío, me dijo lo preciosa que estaba y se acercó a mí. No sabía porqué, pero mientras ese hombre se acercaba yo me alegraba cada vez más. Me acarició la cara y me beso en los labios. Por un instante me acordé del primer beso que me dio Ángel y como reaccioné entonces. Al verme reaccionar ahora casi me entra la risa, levantando la pierna en un gracioso gesto, poniendo mi mano en su pecho y dejando pasar su lengua con dulzura mientras me excito como una gata en celo y me sonrojo como una quinceañera.

Ángel entró justo cuando nos separamos. Me cogió amablemente del brazo y nos indicó que saliéramos. Cogida del brazo entre mis dos hombres salimos de la casa de Ángel y nos subimos al deportivo de André. Por el camino no hablaron mucho, tan sólo se miraban entre ellos y sonreían. Si no les conociera diría que se acostaban. Retoqué mi maquillaje antes de llegar y cuando lo hicimos, André me abrió la puerta caballerosamente y Ángel tomó mi mano. Dios mío! Dos hombres estupendos me hacen reverencias y retratan como a su princesa. Me sentía en la gloria, y cada vez que miraba a Ángel sentía lo agradecida que estaba por ayudarme a sentir todas estas maravillas. Nos dirigimos a nuestro destino, un hermoso chalé a las afueras de la ciudad, muy íntimo y rodeado de setos y paredes de granito y mármol. Llamamos al timbre y nos recibió un caballero, vestido elegantemente, con traje negro y corbata, como Ángel y André. Era de la edad de Ángel o un poco mayor. Igual superaba un poco los 50 años, y estaba algo mas subido de peso que mis hombres. A pesar de todo su apariencia era agradable y se le veía fuerte y vigoroso. André hizo las presentaciones. Se llamaba Héctor, era un rico empresario, discreto y elegante que como pude comprobar, compartía aficiones y gustos con mis dos hombres.

Héctor me tomó amablemente del brazo y me dirigió al salón donde estaban los demás, alabando mi feminidad y belleza por el camino. Yo no podía estar más abrumada. Miraba divertida a Ángel y a André, señalando lo lujosa que era la decoración y lo bien que lo estaba pasando. Ellos reían al verme disfrutar.

Ya en el salón, Héctor me presentó a su esposa, Ana. Una señora de barcelonesa de unos 45 años, llamada Neus, que pese a su evidente sobrepeso, mantenía una elegancia y una belleza absolutamente envidiables. Vestida con un elegante traje negro, muy maquillada y con abundante bisutería, resultaba femenina, poderosa y terriblemente sexy. Me dio dos besos y pese a saludarme y mirarme con dulzura me sentí bastante intimidada por su feminidad. Y más llevando unos pantaloncitos rosa.

La mayor sorpresa me la llevé cuando me presentaron a Irene, una travestí de 25 años, vestida exactamente igual que yo. El bolsito era idéntico, incluso el cigarrillo que sostenía era de la misma marca. Sólo las uñas eran distintas ya que las mías eran de un blanco perlado y las suyas rosa nacarado. Y claro, el pelo, que en su caso era de un precioso rubio platino. Por lo demás, todo igual. Incluso el maquillaje era similar. Su carita lucia preciosa, como una muñequita de porcelana. Y el traje resaltaba en ella una figura más andrógina que la mía, menos femenina incluso. Se la veía una chica dulce y deliciosa, y pude percibir que estaba más nerviosa y perdida que yo.

La velada transcurrió de forma encantadora. Irene y yo apenas si dijimos nada que no fuese asentir o negar. Nos lanzábamos miradas de complicidad y, al menos yo, sentí por ella una amistad casi inmediata. Ella y yo apenas tocamos los canapés, sólo fumábamos y bebíamos el excelente vino mientras escuchábamos a nuestros anfitriones hablando de cómo nos conocieron y sí, de cómo nos rompieron.

Neus, mientras acariciaba dulcemente a Irene, contaba divertida como su marido violaba su boca mientras esta lloraba sin parar. – "Si incluso le tuvo que soltar una bofetada para que abriera la boquita" – dijo con su fuerte acento catalán mientras le pellizcaba dulcemente la mejilla. Irene sonreía mientras Neus relataba como ella sujetaba las manos de la joven travestí mientras Héctor la penetraba sin su consentimiento. Entre lágrimas y ruegos.

-Y mírala ahora, toda una putita, ¿verdad que si Irene, cariño?- le dijo Héctor.

-Claro que si- dijo sonriente Irene. Después de decir esto, Irene me dirigió una mirada llena de vergüenza a pesar de su sonrisa, y sentí que buscaba mi aprobación. A lo que respondí con una mirada llena de dulzura y simpatía, además de lanzarle un guiño, que disipó cualquier resto de vergüenza.

Ángel les contó a todos que si bien yo fui algo dura de roer en un principio no le costó demasiado trabajo romperme, que ni siquiera me defendí y que volví como una niña buena al momento en que me llamó. Mientras les contaba como fue mi desvirgue, André acariciaba mi trasero enfundado en raso y me dirigió una mirada dulce y serena. He de confesar que yo me sentí igual que Irene algo avergonzada escuchando ese relato e igualmente busqué la mirada de mi "compañera" esperando su guiño de aprobación. Cosa que no dudó en corresponderme.

La velada transcurrió de manera divertida, Irene y yo fuimos al baño cogidas de la mano y comentamos como nos asustamos el primer día, o lo que sentimos cuando nos violaron, y sobretodo como disfrutábamos de las pollas de nuestros hombres ahora. De cómo eran en la cama y como las tenían. Sí noté un poco fría a Irene cuando se refería a Neus, pero notaba su cariño cuando hablaba de Héctor, y se refería a él como "su hombre".

Cuando volvimos, cogidas de la mano por supuesto, Héctor me reclamó un momento, indicándome que quería enseñarme su última adquisición en una subasta, ya que Ángel le había comentado cuanto me gustaba la pintura impresionista. Le indicó a Irene igualmente que acompañara a Ángel y a André al saloncito, donde nos reuniríamos después.

Héctor me acompañó escaleras abajo y entramos en una pequeña sala parecida a una mazmorra de Sadomaso (perdónenme los versados en la materia).

-¿Qué hacemos aquí Héctor?- pregunté. Mientras él cerraba la puerta por la que habíamos entrado con llave.

No obtuve respuesta inmediata. Solo me quede quieta, en medio de la sala de paredes rojas llena de cuero y cadenas de plata, de potros y abrazaderas. Mirando una cama que había junto a la pared, con sabanas de seda roja y sin almohada, con un cigarrillo en mi mano, mi bolsito rosita en la otra y expresión curiosa en mis ojos.

Héctor se acercó despacio sin decir nada. Solo abrió su boca, sacó su lengua y la acercó a mi rostro, mirándome lleno de deseo. Casi instintivamente acerqué mi rostro al suyo y tomé su lengua entre mis labios. Él no hacía nada con su lengua, solo dejarla relajada a mi cuidado. Sintiendo como la acariciaba, la besaba y la masajeaba con mis labios color cereza. Cuando sentí entrar a Neus por una puerta que ni siquiera noté que estaba ahí. Llevaba en pelo suelto y fumaba un cigarro habano de buen tamaño. El olor de su perfume tapaba el mío y su figura grande y femenina junto con la forma de mirarme, casi con desprecio me hicieron sentir mucho más intimidada que al principio.

-¿Te gusta mi marido mariconcito? – me dijo. No acerté a decir respuesta, sólo abrí la boca sorprendida.

-Estos mariconcitos son todos iguales, al final solo quieren polla. Te gusta la polla, ¿verdad, mariconcito?

-¿Por…..porqué me llamas así? – sabía por que me llamaba así, solo tenía que mirarme al espejo. Mis pantaloncitos rosa, mi chaquetita rosa, incluso pintadito. Me sentía como un maricón, avergonzado y descubierto. Sentía mi fantasía desvanecerse. Me vi otra vez a punto de llorar y sólo quería salir de ahí, volver a los brazos de André, él sí sabía tratarme con dulzura

-Ya sabes por qué te llamo así "reina" – me dijo Neus, con su fuerte acento catalán y haciendo hincapié en la palabra "reina", mientras me miraba y observaba de arriba abajo. – Tendrías que ver a Irene, Héctor, ya está llorando otra vez.

Entonces supe lo que iba a pasar, Neus y Héctor me iban a violar, al igual que a Irene la estaban violando mis hombres. Pues ni hablar, si mis hombres pueden violar a otra, yo puedo entregarme a otros. No estoy dispuesta a sufrir pudiendo disfrutar.

Neus debió notar algo en mi mirada, porque su expresión de desprecio y superioridad cambió por una de curiosidad e interés. Se acercó a mí contoneando sus enormes y femeninas curvas y me dijo al oído:- Tú quieres ser una mujer, ¿verdad mariconcito?- decía mientras acariciaba mi rostro con su larga uña, de un profundo color rojo.

-….Sssí, - dije, venciendo la timidez y el miedo.

-Entonces tienes que hacer cosas de mujer mariconcito, tendrás que pintarte y vestirte como una dama. Pero sobretodo una mujer devora a los hombres, no se deja follar como un mariconcito como tú

Mientras decía esto desabrochaba mi cinturón y soltaba la cremallera de mi pantalón. Quitó tres broches que no había notado y en un movimiento brusco mi pantalón se soltó por completo cayendo al suelo, dejando claro que era un pantalón especial diseñado para eso. A continuación me sacó la chaquetita bruscamente y me empujó a un lado apartándome de los pantalones. Me quitó un par de horquillas del pelo y lo dejó caer suelto sobre mis hombros, dejándome a mí en lencería y el pelo revuelto

-Eso está mucho mejor. Ahora ya no pareces una maricona.- dijo- ¿Ves ese hombre?, ¡cómetelo y demuéstrame que eres una mujer!

Dicho esto cogió la goma de mis braguitas y las arrancó dejando mi diminuto sexo al aire. Cogió la arandela de mis bolas chinas y me empujó a los brazos de Héctor mientras sentí salir de golpe las tres bolas, lanzando un gritito de sorpresa. Héctor me recogió en sus fuertes brazos, nos miramos y le besé con pasión, demostrándole a Neus que podía ser tan hembra como ella a pesar de mi pequeño pene. Besaba sus labios con fuerza mientras le despojaba de su ropa, le quería desnudo frente a mí. Quité toda su ropa sin dejar de besarle, los labios, el pecho, los pezones. Sentí como se estremeció al devorar su cuello. Ya desnudo le tumbé sobre la cama y ante la atenta mirada de Neus me lancé sobre él dispuesta a hacerle mío. Arañé su pecho velludo mientras dirigía mi boca hacia su polla. Su pene era enorme, no muy largo pero bien gordo, duro, venoso. Con el glande perfectamente liso y brillante, como más me gustan. Devoraba su polla más que mamársela cuando noté la cálida voz de Neus decirme :-Tranquila preciosa, disfrútalo, siente lo que haces. – y a continuación me beso en los labios.

Neus se recostó sobre la cama junto a mí y entre las dos mamamos la polla de Héctor entre caricias y besos. Si una tenia el pene en su boca, la otra lamía sus testículos, o sus pezones, o le besaba dulcemente tranquilizando a la bestia que estábamos domando. Cuando llevábamos un buen rato, Neus me tomó de los hombros y besándome me dijo:- Ven princesa, esto es tuyo.- y coloco mi rostro frente al pene de Héctor que se corrió salvajemente por todo mi rostro, pillándome de sorpresa. Lancé un gritito de sorpresa y de alegría intentando cazar algo con mi boca y dirigiendo alguno de los últimos chorros de semen al rostro de Neus mientras nos besábamos divertidas. Entre caricias y semen. Héctor se incorporó y nos tumbó en la cama juguetón y divertido.:- Vaya dos putas que estáis hechas-

Neus y yo nos limpiamos entre caricias y besos, como dos ninfas mientras Héctor nos acariciaba al mismo tiempo que se frotaba el pene devolviéndolo a su estado erecto.

-Begoña, prepárate que quiero follarme ese culito precioso que tienes.

Neus y yo nos miramos y nos reímos.

-Vamos niña, deja que te ayude.

Héctor se tumbó bocaarriba dejando su mástil apuntando al cielo, esperando que mi culito se lo tragara todo. Neus me aplicó suficiente vaselina y me ayudó a colocarme sobre Héctor (y es que no es nada fácil andar con tacones por una cama) mientras ella se colocaba frente a mi, con su sexo sobre la cara de su marido. Cogidas de la mano comencé a introducirme el enorme pene de Héctor en mi culo. Era la primera vez que yo me introducía un pene, y debo confesar que estaba muerta de impaciencia. Las bolas hicieron su trabajo, al igual que la vaselina. Aún así dolía cuando entraba. Y yo quería que dejara de doler, quería clavármelo todo, quería empalarme en ese hombre. Así, y un poco empujada por Neus me deje caer del todo sobre él sintiéndome partir en dos, el dolor era intenso, solté un grito de dolor mezclado con placer infinito. Tuve que parar un momento para respirar bien, me estaba partiendo en dos, sentía un kilo de carne dura dentro de mí, y me encantaba. Volví a tomar las manos de Neus, que disfrutaba como una loca del cunnilingus que le hacía su esposo y comencé a cabalgarle. La sensación era genial. Notaba los espasmos de placer de Héctor a través del rostro de Neus. Lo que sentía fallándome a mí lo reflejaba en el sexo de su esposa. La actitud de Neus hacia mi era completamente distinta ahora, y entre la lujuria y el placer que había en sus ojos pude ver satisfacción y aprobación hacia mí. Eso me impulso a aumentar el ritmo de mi propia follada y cuando Neus llegó al clímax entre gemidos de placer y se retiró de su hombre, yo me incliné sobre él mirándole a los ojos. En ese momento pensé en André, y en cuanto lo deseaba. Pensaba que era André y no Héctor el que me partía en dos, al que cabalgaba como una amazona dándole un placer intenso y enorme. De repente noté el pene de Héctor inflarse aún mas y descargar otra oleada de leche caliente en mi culo, que una vez más rebosaba por todos lados y le producían espasmos de placer. Héctor me apartó de encima suyo y salió de la habitación dejándome tirada sobre la cama, caliente y usada. Neus me abrazó y me besó. Yo me sentí fatal por cómo salió él de la habitación y empecé a llorar.

-¿No le ha gustado Neus?- Le pregunté entre sollozos.

-Tranquila corazón, claro que le has gustado. Has estado increíble.

-¿Entonces por que se ha ido así?¿Por qué me ha dejado así?

-Tú tranquila, él es así. Ven conmigo que te limpiemos y te vistamos como una señorita.

Enjugó mis lágrimas y me llevó a un enorme y precioso cuarto de baño. En la bañera preparó un baño de espuma donde me indicó que me metiera mientras iba a por ropa limpia. Una vez metida en el agua perfumada y caliente me sentí mejor. Las palabras de Neus y la forma de tratarme ahora me habían reconfortado. Realmente había disfrutado, y realmente había pensado en André. Le deseaba, quería que me follara sin parar y me dijera lo puta que era para él. Quería lamer su precioso pene hasta que se corriera en mi cara, que me usara, me besara y me amara.

En esto, a la hora o así, entró Neus para vestirme. Ella vestía un traje negro, muy parecido al anterior, solo que más bonito. Adornado con pedrería y estaba menos recargada de bisutería y maquillaje. Me ayudó a secarme y me dejó en un porta pelucas, una preciosa peluca pelirroja, ondulada y de pelo brillante y perfumado.

Cuando volví al salón vestía un vestido de noche, en seda y satén, de color rojo. Medias blancas y zapatos salón de raso rojo. El maquillaje, que me hice yo misma era más natural y suave que el que me hizo Ángel. Aunque no pude evitar abusar de la sombra de ojos blanca y darle a mi mirada brillos de plata. Mis labios rojos, del mismo color que el vestido y un collarcito de perlas adornaba mi cuello. Mi ropa interior era un precioso conjunto de sostén y braguita en raso y encaje rojo, y en el sostén coloqué dos prótesis de silicona que me prestó Neus, dándole a mi pecho relieve y un gracioso busto de mujer joven.

Al entrar los tres hombres me miraron llenos de admiración y deseo, Neus sonrió con aprobación. Irene no estaba. André se acercó y me ofreció una copa de champán y un cigarrillo. Sus ojos dieron con los míos y noto que le miré llena de carió y deseo. Junto a él me vi reflejada en un espejo. Y sólo vi a una hermosa chica joven que estaba a punto de tirarse a un tío buenísimo.

Sólo veía una chica, de pie junto a su novio