Profilaxis de cuarentena Jaime, el amo novato 6
El Amo hipocondriaco y la sumisa reservada ¿Harán buenas migas?
Jaime apretó un botón en la pantalla del coche conectado al móvil y la verja de la parcela se abrió. También la puerta de un garaje pegado a la casa unos metros en el interior de la parcela.
Jaime salió mientras ellas esperaban en el coche. Tomó algo del banco que había al final del garaje.
—Ahora os daréis un baño. Está encarando a la puerta del garaje —explicó Jaime— y Luego os indicaré dónde pasareis la noche.
»Roció quítate la ropa y el calzado y déjalo en esta bolsa.
Ella se quitó el vestido túnica azul y lo metió en a bolsa. A un gesto de Jaime introdujo el tanga y el bolso. Jaime se puso un segundo guante encima y con estos abrió la puerta que daba acceso a la vivienda. Señaló la del baño que ya estaba abierta.
—No toquéis nada. Solo meteros en la bañera. Ahora abro el grifo.
Cruzaron la casa y entraron en la bañera. Mientras él tiró los guantes de látex a la basura antes de seguirlas. Tomo un frasco blanco con la etiqueta de jabón desinfectante. Rellenó por completó el mango del cepillo de baño y abrió el grifo en la posición de caliente y enfocó la ducha contra ellas. Rocío empezó a quejarse porque le quemaba.
—Más queman otras cosas y tendrás que aguantar —le espetó María—. Si el Amo quiere fregarnos con agua caliente solo tienes que dejarte hacer.
Parece que la diatriba de María sufrió su efecto y Rocío se dejó mojar sin protestar. Entonces les ordenó que extendieran las manos y las llenó de jabón, para que se lo frotasen por todo el cuerpo. Les hizo repetir tres veces la toma de jabón.
—Bien ya que sois dos mejor que aprovechéis para enjabonaros mutuamente la espada —les dijo en la tercera.
Primero una y después otra se dieron la espalda. Por gesto indicó a María que tomase una cuarta vez y que le enjabonase el pelo. Rocío iba a quejarse pero oyó un chasquido de lengua y calló su amago de protesta. Las aclaró con agua caliente. Rocío le ofreció la cara, pues al parecer se le había metido jabón en los ojos.
Hizo que María extendiese otra vez la mano. Le llenó esta de jabón.
—Sigamos aprovechando que sois dos: límpiale el coño y en ano bien a la guarrilla. Y tú abre bien las piernas.
Cuando acabo de enjuagarla, quejando otra vez de que le quemaba, fue Rocío quien tuvo que limpiar el sexo a Maria. Creían que ya habían acabado cuando ordenó a Rocío que pusiera la cabeza sobre el retrete, cuya tapa estaba abierta, sin salir de la ducha. Tomó una maquinilla eléctrica y cortó el pelo casi de raíz dejándolo caer al inodoro. De cuando en cuando tiraba de la cadena para que el agua arrastrase los restos. Cuando acabó la hizo ponerse en la ducha y roció su cabeza con espuma, indicando a María que la extendiese y afeitase con una maquinilla de cuchilla desechable. Tras esto hizo que tirase la cuchilla en una bolsa y le entregó una nueva mientras daba instrucciones a Rocío para ponerse abierta de piernas haciendo una especie de pino puente. Roció su pubis e ingles de espuma y le indicó a María que procediese mientras él lanzaba chorros de espuma sobre los sobacos de la joven.
Retiro las maquinillas y les entregó el cepillo cargado de jabón indicando que ahora podían bañarse y tocar el rociador de teléfono de la ducha, así como abrir y cerrar el grifo, pero que no lo cambiasen de caliente. Les indicó que se bañasen bien, como si hasta ahora no hubieran hecho nada, y que se secasen metiendo la toalla en la bolsa.
Media hora después salían del baño. Acompañó a María al sótano dónde estaban tres grandes jaulas vacías y otras seis más pequeñas. Ordenó a María que se metiese en la mayor de ellas.
—En cuanto a ti —se dirigió a Rocío— de momento eres mi invitada, aunque dices que aspiras a algo más. Hoy ya es tarde, así que mañana hablaremos. Puedes elegir entre entrar en una de las dos jaulas o subir a la habitación de invitados.
—Si me lo permite Amo —respondió Rocío olvidándose de pedir permiso para hablar—, preferiría probar aquí… a menos que me ofrezca otra opción más cercana.
—De momento aun no. Bien te quedaras aquí. Mañana vendré a abriros y que hagáis vuestras necesidades como mis nuevas perritas. No hagáis nada durante la noche o seréis castigadas.
Jaime apagó la luz y subió a la casa. Aún lo oyeron trastear antes de apagar completamente las luces.
—¿Es siempre así? —preguntó Rocío—. Por favor. Soy novata en estos temas. ¿Es siempre así? ¿Cuándo nos violará y nos pegará?
—Chits.
—Por favor.
—Chits.
A la mañana siguiente Jaime bajó al sótano en bata. Les abrió las jaulas y las sacó a una parte del sótano que daba al jardín aprovechando la pendiente hacia el sur del terreno. Les indicó una zona con arena para que hicieran sus necesidades. María solo orinó y Rocío siguió su ejemplo. Luego les puso sendos collares de perro al cuello y las ató sobre el césped a una anilla clavada en tierra. Era una zona dónde empezaba a dar el sol naciente pero que quedaba fuera de las miradas de vecinos por la forma del terreno. Las dejó allí y se fue a la casa.
Pasaba del medio día cuando volvió. Iba vestido con shorts y camiseta, pese a ser finales del verano y refrescar ya algo el clima. Les dijo que se quitasen los collares. Les dio una rociada con la manguera con agua fría y les lanzó del bote del champú desinfectante para que se volviesen a enjabonar. Les lazó dos toallas para que se secasen y les entregó dos pares de zapatillas, unas de tira de plástico playeras y las otras de una sola banda con plantilla anatómica. María optó por las de tira de plástico pues eran planas y le venían un poco pequeñas. Ambos pares aprecian de la misma talla. Subieron a la casa y las hizo entrar en el baño. Sobre el lavabo había dos botellas de litro de agua con algo de color naranja y otras cuatro botellas de agua. También una cámara de vídeo con un trípode.
—Esto es lo que tomareis hoy. No es zumo de naranja. Es un purgante muy fuerte, así que poco después sentiréis ganas de ir al baño. No quiero que ensuciéis el suelo. Si una necesita ir y la otra está ocupándolo que vaya al bidet y que luego lo eche al baño. Ahí tenéis jabón para lavaros luego. Como el lavabo está lleno de trastos y muy cerca de la cámara os laváis en el bidet.
»Más adelante y a estableceremos los permisos para ir al baño y demás… de momento quiero que os vaciéis a fondo. —dejó seis botes etiquetados, tres como perra y tres como perrita—. Lo primero que hagáis cada una lo hacéis en el bidet. Cogéis una parte y lo metéis en cada bote.
»Lo voy a grabar y luego ya firmaremos el papeleo para poderlo subir a internet si hay algo útil. Cada una debe beber toda la botella del purgante y dos litros de agua. Si me parece que no os ha limpiado bastante mañana repetiremos, tenemos tiempo pues hasta el lunes no iremos a haceros el análisis.
»Por cierto Rocío necesitare tu documento de identidad para el papeleo de internet y para los análisis del lunes.
—No… Amo… no podéis usar mi nombre… no deben relacionaros conmigo…
—¿Quieres decir que no me vas a dar tus documentos?
—Es mejor así… lo hago por vos… para protegeros…
—Bueno vaciaros y ya hablaremos luego de los documentos.