Profesora se venga

Continua los relatos de Alba y se vengará del padre del alumno. Y lo hará de una manera muy dolorosa.

Antes que nada agradecer el apoyo y comentar que mi correo es rositameler69@gmail.com

Alba estaba muy enojada por lo que había sucedido. El dolor persistía en su cuerpo y tuvo que pedir la baja un par de días además de estar con cremas y hielo tanto en su culo como en su vagina. Debía hallar la manera de vengarse y pronto no tardó en aparecer en su mente una forma muy dolorosa y que hizo que esbozase una sonrisa, y no solo eso, sino que sus bragas comenzaron a humedecerse.

Lo primero fue ir a visitar a Sergio al hospital, el chico al verla se horrorizó pero luego recordó que su padre le había dado su merecido. Simplemente acudió allí para decirle que le dijera a su padre que quería hablar con él, que quería disculparse personalmente.

—Eso le pasa por zorra—dijo ya con el orgullo recuperado—seguro que mi padre le da otra ración de lo suyo—comentó entre risas. Su padre Roberto, a diferencia suya, era mucho más fuerte y grande que él. Además ya había ganado una vez.

Ella asintió haciéndose la inocente y aguardó. Al día siguiente, en el tiempo de recreo recibió un mensaje de su compañera de profesión, Roberto iría después de clases, cuando no había nadie.

—Gracias por el aviso—dijo ella sonriente.

—No seas muy duro, su hijo ha tenido un accidente—desconocía el motivo real.

—Es para explicarle como va a ir el curso a partir de ahora—era toda una maestra del engaño.

—Oh, claro.

Lo tenía todo preparado y aguardó a que la campana sonase. Como de costumbre vio a Raquel irse la última ya que debía ir con el conserje.

—Veo que te has acostumbrado rápido—le dio un ligero azote en las nalgas y se deleitó la mirada mientras la joven salía.—Joder, ojalá tener una buena polla para incrustarla en ese culito—su lengua se relamía.

Los minutos pasaron y pronto escuchó el ruido de la puerta. Suspiró, estaba preparada para la venganza y dio la voz de que pasase. El hombre abrió la puerta cual macho con fuerza y tenía en su cara una gran sonrisa. Avanzó turgente y se aproximó a la mujer, siempre guardando las distancias para no recibir una patada.

—Bien, mi hijo dice que se quiere disculpar—empezó.

—Si, aunque debería ser usted quien lo haga por todo el daño que me hizo—se giró un momento y él, enfadado por aquella respuesta, la agarró desde atrás para manosear fuertemente sus tetas—¡parece que voy a tener que enseñarle otra vez!—sus carcajadas resonaron en la clase.

Alba notaba como restregaba su dura erección que aún estaba dentro de su pantalón. Sentir su respiración jadeante mientras sus pechos eran mancillados era horrible pero todo era acorde al plan. La risa del hombre cesó cuando notó una fuerte y tremenda descarga eléctrica por todo su cuerpo que lo hizo sacudirse violentamente contra el suelo.

—Por los pelos—pensó ella.

Por fin pudo respirar tras el amarre de este y aprovechó para recuperar fuerzas. Había tenido que aumentar mucho la potencia para poder noquearlo. Enseguida llamó a su amigo el conserje quién estaba atareado con Raquel. Ambos llegaron y le ayudaron a desnudarlo y llevarlo hasta otra sala.

—Llevarlo al gimnasio va a costar tiempo—dijo este sacando el cuerpo por el pasillo.

—No vamos al gimnasio—respondió ella.

—¿A donde entonces?—ella señaló una sala no muy lejos.

—No quiero ni imaginar que harás—dijo con cierto temor en su rostro. Pero sus pantalones no podían ocultar su erección.

Raquel callada, tampoco quería imaginar nada. También estaba desnuda y una vez llevado a Roberto a la sala, se marchó a cuatro patas como una buena perrita tirada de una correa.

El hombre despertó al cabo de un buen rato. Abrió los ojos lentamente, tratando de recordar lo sucedido y pronto recordó todo y comenzó a echar juramentos por la boca. Pero pronto calló, estaba desnudo y amarrado por las manos hacia arriba. Vio a la mujer enfrente, aún con la ropa algo desabrochada por el ataque de antes.

—¡Maldita zorra!—gruñó enfadado.

—No deberías insultarme, no con tus huevos así—ella le dijo con la mirada que bajara su cabeza para ver.

Ahora que se fijaba, estaba en el aula de tecnología. Y sus huevos estaban ligeramente apretados en un torno de banco, donde se colocaban las piezas que iban a ser cortadas aunque en su caso, eran sus huevos los que estaban en juego. Un sudor frío recorrió el cuerpo de este, estaba aterrado, y tragaba saliva.

—Parece que tu amigo no ha despertado—dijo señalando su polla.

Esa virilidad que tanto se alzaba el otro día ahora estaba escondida entre la mata de vello púbico. Parecía la de un niño pequeño.

—No deberías haber hecho algo tan horrible a mi culo—su cara sensual unida a que se llevó la mano lentamente hasta tocar su propio culo, aquel que fue mancillado, resultaba erótico.

—¡Será mejor que me sueltes!.

Ella negó con la cabeza.

—Grita si quieres, el aula está insonorizada.

Se aproximó a Roberto lentamente, excitada, mojada, sintiéndose dueña de la situación y como un depredador a punto de cazar a su presa. Una vez en su espalda, acarició aquellos fuertes músculos. Deslizó sus uñas lentamente por su espalda, besando y provocando que los pelos de su cuerpo se alzasen. Acarició sus pezones con suavidad, agachó su cabeza y mordió sus apretadas nalgas mientras con sus manos frotaba sus muslos.

Roberto se sentía extraño ya que nunca había recibido semejante masaje, si es que se le podía llamar así. Su amigo despertó de su letargo levemente, desperezándose. Alba estaba cachonda perdida, pero quería disfrutar al máximo del juego.

—¡Menudo culo!—un par de azotes bien sonoros hizo que el hombre saliera de aquel mundo de placer.

Tomó un poco de aire, las manos le temblaban por el placer que sentía. Por fin iba a cobrar su venganza y recordando todo lo que le hizo, alargó la mano, agarró la manivela del torno y apretó un poco haciendo que este comprimiera los testículos del hombre que dio un grito de dolor.

—Esto...no ha hecho...más que empezar—dio otro giro y el cuerpo de Roberto se sacudió violentamente mientras lloraba pidiendo clemencia por sus pelotas. —¿acaso lo tuviste tú maldito cerdo?—apretó con intensidad y este sacudió tan fuerte que por poco la tira a ella.

Unos segundos agónicos terminaron cuando aflojó la tensión y sus huevos se liberaron haciendo suspirar a este.

—Mírate, un hombre con tanta fuerza y una gran polla llorando como un crío a manos de una simple e inocente profesora—le sujetó el mentón y le hizo mirarla a la cara—¿qué se siente cerdo?, ¿sientes que deberías disculparte?—con la mano restante la agarró la polla y le comenzó a masturbar.

Tras unas sacudidas, su dolorida hombría se puso erecta ante la vista de ambos. Pero ella no terminó ahí y siguió hasta que notó que estaba a punto para cesar y al igual que a su hijo, arruinar el orgasmo pero apretando el torno.

—No tan rápido perrito—dijo ella antes de soltar su pene y irse detrás.

Roberto estaba agotado mentalmente, quería salir de allí pero estaba sin fuerzas. De pronto, un sudor le volvió a recorrer todo el cuerpo. Sintió que algo intentaba entrar en su ano.

—Aquí lo tienes de vuelta—escuchó decir antes de sentir como el dildo de la mujer penetraba su culo.

Mientras chillaba como un cerdito pidiendo que lo sacase, Alba disfrutaba meneando sus caderas mientras agarraba las del hombre. Aquella visión la excitaba a mil, se sentía muy poderosa cabalgando a un semental con tremenda polla. No bastante con eso y excitada a más no poder, mientras embestía, iba girando muy lentamente la manivela haciendo presión sobre los huevos que ya eran de un color morado.

—¡Bastaaaaa!—gritaba él.

Pero para Alba, esa venganza sabía a poco y estuvo empujando su pene de goma y sacándola de su culo hasta que finalmente se corrió mientras el cuerpo de Roberto se sacudía desesperadamente por escapar de aquella horrible tortura.

La eyaculación manchó toda la mesa de trabajo, realmente descargó mucha leche, casi tanta como la que sacó de su ano cuando fue enculada.

—Por favor...suéltame—rogaba él—me duelen mucho.

Pero sus ojos se volvieron como platos cuando vio que los dientes de una afilada sierra se encontraban sobre la base de su pene. Intentó moverse pero con sus huevos bien apretados le era imposible.

—¿Prefieres que te espachurre las bolas o te corte el amigo?—preguntó sensual y dando saltos como una niña pequeña.

—No...no...por favor no me hagas daño—las piernas le temblaban e incluso se orinó encima.

Alba suspiró y rebuscó en un cajón. Sacó un martillo y Roberto quería saber que haría con eso en la mano. Aprovechando que su pene reposaba encima de sus huevos en el torno, lo levantó alto para golpear.

—No...no...¡noooooooooo!—recibió un fuerte martillazo en la base de su pene haciendo aullar de dolor a este.

Pero no bastante con ello, giró la manivela con tanta fuerza que el hombre sintió como sus huevos estallaban bajo aquel duro metal.

Roberto que estaba a punto de desmayarse vio como ella limpiaba la mesa con sus calzoncillos y se los introdujo en la boca.

—Espero que hayas aprendido la lección—le susurró al oído mientras liberaba la presión de sus huevos y este perdía el sentido.

Sergio estaba leyendo un cómic cuando vio que entraba una camilla a la habitación, era un nuevo compañero y no le gustaba la idea porque le gustaba estar solo con sus huevos doloridos cuando le cambió el gesto al ver que era su propio padre.

—¿Qué le ha pasado?—le preguntó a la enfermera.

—Un accidente, casi pierde los huevos, los tiene muy mal. Y su pene...tardará un tiempo en tener erecciones—informó ella.

Sergio notó como su pene se empequeñeció al escuchar todo. Roberto estaba inconsciente, y con su virilidad a salvo, pero sabía quien había sido la causante.

Mientras tanto y a los pocos días, Alba estaba corrigiendo los exámenes en el aula, a solas, bueno, no exactamente. Debajo de la mesa, un joven, enamorado de ella le lamía las piernas y su luego su coño. Fue tal la manera que la hizo llegar. Y como recompensa, le hizo una buena paja con los pies.

—Hasta mañana profesora—dijo este rojo.

—Hasta mañana estimado alumno—le agarró del paquete ya vestido y acercó su cara—dime, ¿de quién son estos huevos?—preguntó sensual y mostrando su escote.

—Suyos por supuesto—dijo firme este.

—Muy bien—le dio un ligero bocado que le extrajo al joven algo más que un gemido.

Espero que les haya gustado el relato ;). De paso agradecer a Grabi por su relato. Mi pregunta es; ¿desean saber más de esta profesora?, ¿quieren el retorno de Raquel o prefieren que otro joven sea castigado?.

Un saludo.