Profesora muy particular (5)
Sugiero leer los relatos previos de Eduardo Castaño, con el mismo nombre, del 1 al 4.
Profesora muy particular (5)
Nota del autor ..Esta entrega es la continuación de los relatos del mismo nombre que Eduardo Castaño publicase hace algún tiempo. Debo mencionar que le envié un mail indagando sobre sus intenciones de continuar la historia y he aguardado ante la promesa de retomar las aventuras de Izán y la profesora. Pero como no he encontrado nada nuevo y un mail reciente donde le pedía a Eduardo su autorización para continuar con los relatos no ha sido respondido, he decidido aplicar aquello de "quien calla, otorga" .
Una vez en la ciudad, Izán me hizo dejarlo en su casa, no sin antes aprovechar la oscuridad de la noche para hacerme estacionar cerca de un árbol en una zona muy oscura para darme "las buenas noches". Corrió el asiento del auto lo más que puedo hacia atrás y señalando su bulto me dijo "comienza". No fue necesario decir más y baje su cremallera, saliendo una verga dura y ansiosa. Me introduje su pene completo y comencé a lamerlo despacio, poniendo una de mis manos en la base de su miembro y la otra acariciándole los testículos. Por primera vez, Izán no presionaba demasiado fuerte mi cabeza contra su pene. Pensé que podría haberse cansado por todo el sexo que tuvimos pero por si no era así, quería excitarlo mucho y hacerlo eyacular sin posibilidad que me pidiese el culo. En verdad tenía miedo de eso. Durante todo el viaje, en cada sobresalto que daba el coche en la carretera había sentido ardor y dolor y no quería ni imaginar lo que sentiría al momento que tuviese que ir al baño.
Izán parecía muy relajado, su respiración se hacía más rápida pero yo presionaba la base de su pene con suavidad para que no llegase tan pronto. Mi lengua lamía todo su glande una y otra vez y succionaba con más fuerza. Luego de un buen rato, acelere los movimientos y los jadeos de él, me indicaban que se acercaba su eyaculación pero justo cuando me afanaba en hacerlo llegar el me aparto y me dijo "no creerás que me quiero despedir con una mamada ¿verdad?". Mi corazón se acelero, ¡seguro me iba a pedir el culo! Pero no fue así; he hizo sentar sobre su pene y entro de un solo golpe en mi vagina y comenzó un bombeo frenético. "Abre tu boca, bésame" me ordenó, mientras seguía con el ritmo incesante. Esta vez demoró en terminar, seguro por todo lo vivido en la playa, pero igual fue una cantidad asombrosa de leche la que llenó mi coño. Su lengua salió de mi boca y su verga de mi concha. Me empujó a mi asiento y mientras se arreglaba me dijo "Tu video esta seguro" y sin más se bajo del coche y entro en su casa.
De camino a mi hogar trataba de ordenar mis pensamientos y mi vida. Ese criajo y sus amigos habían cambiado toda mi vida y me sentía muy vulnerable. Por otro lado mi esposo, lo había tenido un poco abandonado por épocas y claro, ahora menos que nunca deseaba que me tocase. "Por suerte llega mañana" pensé mientras entraba en la casa y prendía las luces. Mi mayor deseo era tomar una ducha larga, larga y ponerme alguna crema en el culo. Me quite los zapatos y subí a mi dormitorio solo para darme con la sorpresa que mi marido había llegado y debía estar en el baño por el sonido del lavabo. Me acerqué a la puerta entreabierta y ahí estaba él, ¡masturbándose! "pobrecillo, de verdad lo he tenido muy descuidado" pensaba, cuando giró su cabeza y me miró. Dejo de tocar su verga erecta y me dijo "amor, en que buena hora llegas, te necesito" y abriendo la puerta se acercó decidido a besarme y quizás hacerme suya. Tenía que pensar rápido, no podía permitir que se percatase del sabor a polla de mi boca o que se diese cuenta de lo mal que estaban mis agujeros.
"Amor" le dije "estoy enferma del estomago y quiero vomitar y necesito defecar" le dije cubriendo mi boca con mi mano y sentándome en el acto en la taza del baño. Su cara cambió a preocupación. "¿Qué te ha pasado?". Inventé una historia de comida sin refrigerar, de salsas al sol y otras bobadas para justificar mi supuesta enfermedad, pero como no hay mentira perfecta, por querer cubrirme del dolor en el ano, le dije que había estado muy estreñida y que había expulsado tal cantidad y de que calibre que me había hecho daño en el ano y que ya me lo curaría en los días. "Eso es indigestión, no has de haber eliminado todo" y corriendo se fue al cuarto abrió su maleta y se apareció con un frasco de purgante que solía llevar en sus viajes. "Tomate un buen trago, vamos" y no tuve mas remedio que beberlo. "Con eso en unos minutos vas a expulsar el resto y verás lo bien que te quedas" me dijo.
Yo, ahí sentada, quería llorar, había comido poco para no tener ganas hasta que el culo se recuperase y ahora era mi propio marido quien me haría sufrir al expulsar lo que hubiese en mi intestino con su brebaje. Instintivamente me apoye en su vientre desnudo y en el acto su pene que había perdido erección, volvió a llenarse. "Perdona mi amor, es que hace tiempo, yo " pero no lo dejé continuar y le di un beso en el glande y desabrochando unos bonotes de la blusa jale su pene a mis senos "Anda, mételo en mis senos y termina, amor". Después de todo era lo menos que podía hacer por mi marido. Además, por suerte no tuve que quitarme la blusa ya que no había tenido ocasión de revisar si Izán o los turcos me dejaron marcas.
Mi marido no se hizo de rogar y clavo su verga dura entre mis pechos y empezó a moverse. Luego de tamañas vergas que había tenido dentro mío, la de mi marido era casi la de un niño tierno y de verdad, me hacia sentir bien que se corriese en mis tetas. En ese momento el laxante empezó a hacer su efecto y sentí ganas de pujar. Mi marido aceleraba sus movimientos y las tripas luchaban porque el contenido tuviese permiso de paso por mi ano maltratado y yo resistía inútilmente. Juan empezó a gemir y presionarme mas y mas hasta que sentí temblar su cuerpo y como su leche caliente inundaba mis tetas. ¡Que cantidad!, de verdad estaba mal el pobre. Otra fiesta se preparaba en mis intestinos, si el grito de Juan fue de placer, el mío fue de dolor cuando todo salió con una fuerza bárbara por mi ano. Juan me abrazó "¿Qué te pasa?". Le respondí que me había dolido mucho y acto seguido él mismo cogió papel y quiso ayudarme para sorprenderse al ver que había algo de sangre. Le dije que me dejase sola y yo me encargaría pero se negó, me ayudo a levantarme y me dijo que debía estar con una infección pues hasta moco había eliminado. "Moco" pensé dentro de mi, sabiendo que debía ser el recuerdo de uno de los turcos o del mismo Izán. Le pedí que me dejase que quería tomar un baño en la tina, lo que acepto pero me dejó helada con sus palabras "Claro, amor, pero apresúrate que en cuanto termines nos vamos al hospital para que te hagan unas pruebas, para mañana podrías estar peor"
Mientras me despojaba de mis ropas, Juan me trajo agua con cubos de hielo y se fue a cambiar al cuarto. Sabía que al ir al hospital cualquier médico se daría cuenta que mi dolor de culo no era por una evacuación descomunal sino por unas descomunales cogidas y ninguna por Juan. Sin meditarlo mucho cogí los hielos y me los introduje en el ano y aguante, algo debía ayudar, pensé, ya que si en los golpes los hombres se ponen hielo, ¿Por qué no habría de darle resultado o ayudar a una mujer con el culo desfasado?
Camino al hospital me hice la dormida. Trataba de adelantarme y pensar que decir, que responder. Al llegar por emergencia nos dijeron que estaba de guardia el Dr. Uchida, que pronto me vería. Pregunté si había alguna doctora y me dijeron que no. Primera derrota. Tendría que soportar a un hombre mas revisando mis orificios; aunque sabía que era profesional pero de verdad hubiese deseado una mujer. Sentados en la sala Juan estaba pensativo. "¿Uchida no es el apellido de aquel alumno que tuviste al empezar tus clases hace años? ¿Aquel japonés que reprobaste y se quejo su padre? Menudo escándalo hubo". Era cierto. Cuando iniciaba de profesora, lo hice con un reemplazo y justo a finales del curso. Tome el examen final del curso y me advirtieron que este era un crío muy flojo cuyo aprobado pendía del examen final. Al momento de calificarlo no obtuvo el calificativo necesario si bien aprobó. No pude ayudarlo. Supe que su padre fue a quejarse a la directora llegando a criticar el examen y mi poca capacidad. Por suerte yo solo aplique el examen dejado por la docente que enfermó. Me comentaron que era un japonés de malas pulgas y llegamos a enterarnos que le dio tal paliza a su hijo que casi lo manda al hospital. De hecho el crío dio el examen de subsanación en otra provincia. Me preguntaba si esa era mi segunda derrota de la noche.
Se abrió la puerta del consultorio y me llamaron. Mi esposo quiso entrar pero el médico, un japonés bajito con cara de pocos amigos lo detuvo. "Solo la paciente, luego entra usted". No le gusto, me dio un beso en la mejilla y se fue a sentar. Yo entré al consultorio y me senté frente al doctor. El Dr. Uchida se sentó y comenzó a leer el relato que le había contado a la enfermera. Me miró sin decir palabra. Luego me preguntó "¿Ha sido usted profesora del instituto de enseñanza local?". Le respondí que aún lo era. Su rostro se puso mas serio. Me hizo unas preguntas mas sobre el cuadro que respondí como pude y con la sensación que el médico se estaba dando cuenta que algo no iba. "Póngase la bata y se recuesta en la mesa de examen, una pierna en cada sujetador". Me quiete toda la ropa que llevaba, me puse la bata que era abierta por detrás y me recosté como me lo indicó. De inmediato me hizo un tacto vaginal y el látex de su guante me produjo tal incomodidad y ardor que el médico se percató en el acto. Puso luego un espéculo que me pareció mas grueso que la polla de Izán y lo abrió todo. El dolor fue grande pero duró poco. "Suba a la camilla, pecho en la camilla y nalgas hacia arriba". Asumí la posición mientras el doctor se cambiaba de guante. Sin mayor aviso introdujo un dedo, lo sacó y ahora sentí dos dedos moverse con dolor pero cuando quiso poner tres dedos me dolió de verdad. Aun así empujó y entraron. "Siéntese en la camilla". El doctor desde su escritorio comenzó.
"Mal digestivo nada. Su coño esta irritado de las cogidas que ha tenido y su culo esta dilatado como el de puta trajinada. ¿el hombre de afuera se lo hizo? ¿Qué es él de usted?". "Mi esposo", le respondí. "Bien, que pase y vea su obra" dijo mientras se encaminaba a la puerta. "¡No!" le dije. Le pedí que no lo apenase, que había estado abandonado y que seguro fue el ímpetu del reencuentro. Pero el fue tajante y dijo que lo haría pasar. "¡NO!" esta vez alzé la voz. El médico volteó y me dijo. "Yo se que eso no lo ha hecho un solo hombre. Hable o lo haré entrar". Me sentí totalmente humillada pero tuve fuerza para inventar una historia de un amante al que le gusta compartirme y que se nos había ido la mano. "¡Yo creo que ese amante es ese hombre, igual lo haré entrar, quizás no sea ni su amate sino su proxeneta!" . Le supliqué que no lo haga, que si era mi esposo y que no estaba al tanto de nada. "¿Lo hace por algún trato?" "Sí" le dije sin entrar en detalles. "Bien, aquí dice usted que es profesora, cambiaremos eso a RAMERA". Le volví a suplicar que no pusiese eso pero me dijo que si no firmaba la atención ese oficio, lo haría entrar en el acto. Tercera derrota. Firmé el conforme de la atención. Me dejó unas cremas, unos análisis que incluían HIV y enfermedades venére y antes de salir del consultorio me dijo. "Tenía yo razón hace años al decir que era una putas miserables las que reprobaron a mi hijo" y me cerro la puerta.
Camino a casa, trate de explicar lo menos y le dije que le había pedido los análisis de sangre porque duran unos meses y ya no me darían otro pinchazo. Al acostarme, mi esposo me abrazó y por primera vez quise sentirme segura pero algo en el corazón me decía que aún habrían cosas por venir.
CONTINUARÁ
Agradeceré comentarios sobre estas nuevas historias. GRACIAS.