Profesora en práctica

Iniciándose en el rubro que le acompañaría durante mucho tiempo, Nathalie aprende que en un colegio más que enseñar se puede aprender... de todo un poco...

Estando en mi último año de universidad, correspondía realizar mi práctica profesional. Había oído hablara de muy buenos colegios, pero uno me llamó la atención, por el sector social y el tipo de gente en la que me vería envuelta. Colegio de renombre y de prestigio adinerado. Buen sueldo, era lo mío.

Nunca me he definido como alguien extrovertida, muy por el contrario, soy tímida, de esas que les cuesta entablar conversaciones con quien no conoce.  Mi compañera, Piera, totalmente opuesta a mí, posee la habilidad social para caer bien y romper el hielo con todo el mundo. Por cierto, soy Nathalie y esta es mi historia.

Era el primer día de trabajo. Había tenido una entrevista con la sostenedora y la directora muy por la mañana y ahora me dirigía junto a mi compañera quien hacía la práctica conmigo, hacia la cafetería donde se realizaría una charla  para todos los docentes.

De inmediato comencé a notar que escaseaban mujeres en este lugar. La mayoría eran profesores y las pocas profesoras que había superaban los 40. No es que a esa edad no sean atractivas, todo depende del gusto de cada uno, pero en cuanto a los hombres, concordábamos más en edad.

Yo tenía 25, Piera 23 y seguro que muchos de aquí...

  • ¡Oh lo siento! mierda, no fue mi intención. Iba...

El muy idiota dio vuelta una bebida en mi blusa y ahora estaba como imbécil mirándome las tetas. Soy de busto grande y seguro que en una blusa traslúcida y ahora mojada serían aún más notorias.

  • Debiste haberte fijado.

  • Sí, pero por suerte no lo hice

  • ¿Disculpa?

  • Si hubiese tenido cuidado no tendría tan linda vista en estos momentos. - Dijo sin apartar la mirada de mi pecho. Un ardor me subió hasta estancarse en mis mejillas. Imaginé que estaban rojas y me dio aún más rabia.

Tratando de imaginar algo mordaz para responderle, mas no se me vino nada. Así que solo me limité a llamarle - Idiota.

  • Qué pena por tu blusa, te quedaba linda, aunque... deberías quitártela.- y el muy imbécil me guiñó un ojo antes de seguir su camino hacia la cafetería.

Piera se acercó extendiéndome su Jersey de hilo que traía por si helaba. Agradecí el que fuera tan precavida, mas no me sentía cómoda usándolo, ya que ella era unas cuantas tallas menos de brasier y mis abultadas bubies eran más notorias aún.

Luego de la charla, se nos entregó a todos una carpeta en la que aparecía un listado con las jefaturas de curso.

Primero básico, ¿Quién lo diría? el karma de toda profesora nueva. Al igual que Piera y Javier.

  • ¿Disculpe? - pregunté a una mujer de unos 50 años - Soy Nathalie, soy nueva y me preguntaba quién es el profesor Javier Santander, para la reunión de pauta.

  • Hola, bienvenida. Yo llevo diez años trabajando en el Colegio. El Javier... suspiró lo vas a reconocer inmediatamente es lo mejor que hay en el colegio - susurró la mujer - Es uno morenito, de barba cerrada, jovencito y muy buen mozo.

La mujer comenzó a buscar con la mirada por encima de todas las cabezas hasta que le detectó. Al seguir su mirada me pregunté si esto podría ser un error. En fin, acababa de enterarme de que el idiota al que le gustaron mis tetas, se llamaba Javier Santander. Aunque tenía que darle un punto a la señora, realmente era lo mejor que había en el recinto.

  • ¿Se te ofrece una bebida? - preguntó el para nada gracioso.

  • ¿Para qué me la derrames otra vez?

  • No es mala idea, a ver si se te trasluce algo más.

Piera interrumpió y finalmente coordinamos los contenidos y actividades para el semestre.

Para el final de la jornada mi amiga y yo nos despedimos, ella se fue en su auto y yo me subí al mío.

El día siguiente constaba en que cada profesor trabajara en su sala planificando, tendríamos media jornada para aquello y luego los directivos ofrecían un asado para darle la bienvenida al año escolar y a todo el personal que comenzaba a trabajar allí.

Durante las primeras dos horas todo estuvo tranquilo. Piera tocó mi puerta para que desayunásemos juntas. Nuestras salas, las tres de primer año, estaban interconectadas de cierta forma, todas tenían una puerta trasera que daba a una pequeña sala, donde guardábamos material y cosas personales.

Alrededor de 15 minutos luego que Piera entrara a mi sala, se abre precisamente la puerta de atrás.

  • Ah, estabas aquí, fui a tu sala para invitarte a desayunar y no te encontré - Dijo Javier a Piera.

Por alguna extraña razón, me sentí incómoda con eso. Llevábamos un día ¿Cómo podría haber tanta confianza entre ellos? y Piera ¿Cómo podía ser tan amable después de lo que me hizo el día anterior? Una extraña pero pequeña rabia se apoderó de mí amargándome el desayuno. Como era de esperarse, Javier se nos unió y mi desayuno se basó en ver cómo ese par se desenvolvía tan bien entre risa y risa.

  • ¿Es mi imaginación o estás de mal humor? - preguntó Javier.

  • Es que no soy muy comunicativa como ustedes. Además no tenía idea que se llevaban tan bien. Es solo eso. No estoy de mal humor, y no podrías saberlo porque no me conoces.

Mi respuesta causó que ambos se me quedaran mirando. Piera tenía el ceño fruncido, como reprochándome por la forma en que le traté y Javier, Javier me miraba con los ojos entrecerrado y un atisbo de sonrisa se formaba en su boca. Mis ojos se encontraron con los suyos y sonrió.

  • Bien, muchas gracias por este agradable desayuno - dijo sin quitarme los ojos de encima, podía sentir la sangre subirse hasta mis mejillas abrigando todo a su paso- Me voy a trabajar. ¿Nos vemos en el asado? ¿Se quedarán a la tarde verdad?

  • La verdad...

  • Sí, obvio que sí. - Respondió Piera por mí.

Con una sonrisa satisfecha, Javier cerró la puerta al salir de la sala.

  • ¿Se puede saber qué te pasa?

  • Me cae mal.

  • ¿Por lo de ayer? Vamos, hablé con él. Dijo que sabía que se había desubicado, pero que no puede evitar hacer, está en su esencia, pero que no fue su intención insultarte, ni mojarte.

  • ¿Y por qué te lo dijo a ti? ¿Era muy difícil que viniese hasta aquí y me pidiese disculpas? ¿O es que eres su vocera?

  • Te pones insoportable ¿Sabes? si lo conocieras un poquito, te darías cuenta de que es muy agradable.

  • Llevamos un día, ¿Cómo lo puedes conocer tan bien?

  • Ayer conversamos casi todo el día por chat.

Eso no lo esperé jamás.

  • ¿Oh, en serio? Ya veo de qué lado estás. Yo simplemente no lo soporto y si lo vas a defender mejor que me lo digas ahora. Así no pierdo más el tiempo y me pongo a trabajar, porque a eso vine, ¿Sabes? a trabajar, no a conocer idiotas.

  • Te hace mucha falta conocer a alguno de vez en cuando. ¿Pero sabes qué? Te dejo para que sigas trabajando, yo por mi parte iré a lo mío y a seguir conversando con Javier, al menos él es agradable. Más que tú.

Eso último colmó mi límite de rabia y algo más se apoderó de mí. Algo que no entendía por qué florecía pero allí estaba. No me importa , traté de convencerme. Que hagan lo que quieran. Yo vine a trabajar.

El resto de la jornada continuó sin incidentes, pero mi rabia y ese otro sentimiento no me abandonaban ¿Qué era? ¿Celos? posiblemente me molestaba que mi amiga me dejara por un recién aparecido.

La hora del asado estaba llegando. Comencé a cerrar programas y guardar documentos. Tendría que enviarlos a la Jefa de U.T.P. para que los revisara más tarde.

Mi puerta sonó.

  • Pasa-  dije, asumiendo que se trataba de Piera. Obviamente me equivoqué.

  • ¿Podemos hablar?

Respiré profundo pensando en lo que había discutido con Piera hace un rato atrás.

  • Claro, dime ¿Qué pasa?

  • Quiero pedirte disculpas por lo que pasó ayer. Fue un accidente y no quise ser grosero.

Levanté mi vista hacia él por primera vez desde que había entrado sólo para ver que sus ojos estaban fijos en...

  • Sin embargo sigues mirándome los senos

  • Es que no lo puedo evitar. Me siento atraído hacia ellos, hacia ti.

Levantó su mirada encontrándose con la mía y un calor interno me recorrió desde la cabeza a los pies. El brillo que había en su mirada reflejaba exactamente el burbujeo que se formaba en mi interior, un hambre salvaje se asentaba en ellos y por la forma en que me sentía, sabía que los míos expresaban exactamente lo mismo. Sin decir una palabra, avanzó hasta mi lado del escritorio, me tomó por la cintura y me sentó sobre él. La siguiente en moverse fui yo. Tomándolo fieramente de la nuca lo atraje hacia mí y lo besé. Lo besé con rabia, odiándole por hacerme sentir de esta manera.

El beso era grotesco, salvaje y húmedo, muy húmedo. Nos separamos un segundo para poder tomar aire y el abrió mis piernas ubicándose entre ellas. Y con su mano empujó mi trasero hacia él, apegando del todo nuestras pelvis. Instintivamente comenzamos a mecernos al vaivén del otro, frotándonos a un ritmo cardiaco. Podía sentir su erección tan firme y una ola de electricidad me recorrió completamente.

Entre jaleo y jaleo, la blusa se me desabotonó debido a la tensión que hacían mis enormes pechos, me sorprendía de que ese botón no hubiese cedido antes, sacándole un ojo a alguien. Al darse cuenta de esto un sonido animal surgió de la parte trasera de su garganta, mezclándose con los jadeos alocados y su respiración agitada. Se separó de mí lo suficiente para desabotonar cuidadosa y delicadamente el resto de mi blusa.

Aproveché esta distancia para entrar un poco en razón.

  • Esto está mal. No podemos hacer esto. No aquí. Alguien, alguien podría entrar y...

No pude continuar, me tomó la barbilla y estampó sus labios contra los míos, no era un beso, era un intercambio de saliva, nuestras lenguas ardientes se abrazaban salvajes dentro y fuera de nuestras bocas.

  • Puse seguro a la puerta, nadie podrá entrar. - dijo y con una mano en mi trasero y la otra en mi espalda, me levantó apegándome hacia él como un koala mientras que desataba hábilmente mi sujetador con la mano que sujetaba mi espalda. El sujetador voló lejos y mis enormes senos quedaron libres moviéndose casi con vida propia. En un rápido movimiento fue él quien se sentó sobre mi escritorio montándome en sus piernas y la mano que antes se aferraba en mi culo pasó a mis tetas.

Las masajeó, apretó, acarició, pellizcó, las besó y las mordió.  Cada toque suyo rebotaba en mis entrepiernas, enviándome olas y olas de electricidad que se escapaban de mi cuerpo, atrayéndolo más hacia mí, haciendo que el deseo fuese tan grande que dolía.

El deseo estaba en ambos, y en todo nuestro ser, en nuestros ojos vidriosos, en nuestro aliento caliente, en nuestra respiración entrecortada, en nuestro vaivén desenfrenado en nuestras manos que querían tocarlo todo, insaciables. En mis entrepiernas que golpeaba exigiendo ser explorada y en su erección que pedía a gritos ser liberada.

Me bajé de sus piernas y mis manos se fueron a su pantalón más hábiles de lo que yo sabía que podían ser se deshicieron de su cinturón y del amarre de su pantalón deslizándolo por sus fornidas piernas hasta el suelo. No podía quejarme, el hombre era un adonis y yo, estaba a punto de montármelo con él en mi sala de clases.

Con sus manos en mi cintura, me giró, flexionó mi torso hacia delante, levantó mi elasticada falda y rajó mis medias pantys de un solo tirón, me bajó la braga diminuta y teniéndome sí, expuesta para él y sólo para él me acarició el culo. Apretó mis glúteos y los abría con firmeza.

  • Voltea y apóyate en el escritorio- me dijo mientras él se arrodillaba tras de mí.

Obediente y desando lo que sabía que venía a continuación, me volteé y apoyé todo mi pecho en mi escritorio, corriendo con cuidado mi notebook hacia el otro extremo del mueble.

El primer roce de su lengua en mis nalgas fue estremecedor, era un camino ardiente que quedaba tras su paso, pero mientras más se acercaba, más fuerte palpitaba mi entrepiernas húmedo y latente.

Deseaba que ese camino fuese recorrido directamente por su lengua y no por sus dedos, afortunadamente así fue. Mi cuerpo se estremeció, gemí sonoramente cuando él lamió por primera vez mi clítoris me sentía aliviada y ansiosa a la vez, insaciable quería que no acabara jamás. Su lengua siguió dando suaves y satisfactorias pinceladas en toda mi vagina, intentando introducirse en lo más hondo y endureciendo mi clítoris en su barrido. La ola de electricidad crecía subiendo por mi vientre, luego la sentía en mis pezones igualmente duros y sentí la necesidad de tocármelos, pero él al verme reemplazó mis manos por las suyas, adueñándose de mis tetas, ahuecando sus manos sobre ellas y presionando mis pezones en el punto preciso para que repercutiera en mi vagina.

Más y más gemidos se escapaban de mí y tras ellos, gruñidos suyos le acompañaban. Su lengua seguía inserta en mi vagina, bailando y recorriendo todo. La ola de electricidad se asentó en el centro de mi pecho y todo mi cuerpo vibraba con cada lamida, sentí un fuerte cosquilleo en mi pecho directamente conectado con otro que provenía de mis entrepiernas. La excitación crecía desmesuradamente y sabía que estaba a punto de explotar. Y lo hice.

Él apretó mi clítoris con sus labios, succionándolo y girándolo y yo no pude resistir más. Mi interior explotó y acabé majestuosamente no solo en su boca sino en toda su cara. Fue delicioso, tan liberador que por unos segundos no pensé en nada más y disfruté todo el tiempo que duró el orgasmo.

Él con la cara empapada de mí, me giró hacia él y me besó desenfrenadamente. Nuevamente se sentía como si no me besara, se sentía como si escupiera litros de su saliva en mi boca y yo lo disfrutaba, y mi lengua salía hacia su boca en busca de más. Los sonidos que emitíamos eran similares a un perro lamiendo su comida y la saliva se escapaba y chorreaba por nuestros mentones goteando caía sobre mis duras tetas.

Haló mi pelo hasta que quedé recostada boca arriba sobre mi escritorio, en menos de un segundo tenía todo su trabajado y esculpido cuerpo sobre mí y sin pensarlo dos veces entró en mí brutalmente. Al principio dolió, pero estaba tan lubricada, que su grueso y duro pene acariciaba el interior de mi vagina haciéndome gemir con cada embestida.

Primero el vaivén era lento y acompasado, desarmándome y reconstruyéndome cada vez que su glande salía y entraba de mí. Poco a poco el compás se fue acelerando y el golpeteo de sus testículos contra mí era más y más sonoro. Era perfecto, cada célula regenerándose en mi interior con cada penetración. Mientras pasaban los segundos sus embestidas se hicieron cada vez más salvajes hasta llegar el punto en el que mi cuerpo se arqueaba cuando él sacaba su pene y luego mi espalda se golpeaba contra el escritorio cuando volvía a entrar. Reconocí ese cosquilleo nuevamente subiendo por mi vientre, rozando mis pezones y asentándose en mi pecho, conectándose directamente con mi vagina. Comencé a gemir más seguido y agudo y él gruñía de una forma felina, salvaje, monstruosa. No aguanté más y sucumbí nuevamente ante el placer que me producía su miembro dentro de mí y unos segundos después le sentí vaciarse dentro de mí. Su garganta gruñía gravemente mientras su boca formaba una enorme o que dejaba escapar deliciosos jadeos. Su cuerpo cayó desplomado sobre el mío y ambos nos movíamos al compás de nuestra agitada respiración. Aún no salía del todo de mí y no quería que lo hiciese. Jamás. Pero un golpe en la puerta nos sobresaltó a ambos.

  • Nath? ¿Estás? Ábreme la puerta. Ya comenzaron los preparativos, están todos en el patio.

Maldiciendo en voz baja intenté controlar mi respiración y encontrar mi voz para responder pero requería de más esfuerzo del que creía. Por su parte Javier no ayudaba mucho, ya que estaba succionando mis pezones mientras introducía sus dedos en mi vagina. Así no lograría articular palabra jamás. Sobreponiéndome a todo el placer y el cansancio, grité con una voz irreconocible.

  • Ya voy, tuve un percance. Adelántate y voy en seguida.

  • ¿Estás bien? ¿Puedo pasar?

  • ¡No! digo Sí, estoy bien, pero no puedo abrir. Voy en seguida. - Repetí.

Luego de unos minutos que me parecieron eternos le oí alejarse, no antes de decir.

  • Iré a buscar a Javier, también tiene su sala cerrada y no responde.

Ante eso, Javier ahogó una carcajada mientras lamía mi otro pezón.

  • Creo que debemos ir - dijo aún  con una sonrisa en su boca. La misma sonrisa de satisfacción que había tenido por la mañana. La misma sonrisa que sabía, ahora, que me derretía.

  • ¿Qué pasa si no vamos? - pregunté me negaba a abandonar este pedazo de cielo en el que me encontraba.

  • Lo más probable es que nos vengan a buscar, primero a mí, pero no estaré en mi sala. Entonces vendrán a ti. Y tendrás que salir a recibirles, y nos encontrarán a ambos desnudos, sudados y con esa hermosa cara tuya que grita lo que acabas de hacer.- Mierda tiene razón.

Intentando convencerme de que su argumento era suficiente para mover mi culo lejos del suyo, me puse de pie. Y él tras de mí. Tomé mi ropa y la dejé sobre el escritorio. Fui a recoger mi sujetador que había aterrizado cerca de la puerta y bajo el escritorio se encontraban mis bragas y mis pantys medias destrozadas.

Rápidamente, él se adueñó de mis bragas diciendo que eso se lo quedaba como recuerdo de nuestra calurosa reconciliación. Me rendí tras unos débiles intentos por que me las devolviera, no hubo caso, y finalmente cedí. Me puse la Falda y el sujetador. Y cuando comenzaba a abotonarme la blusa, él me detuvo.

Apretó mis tetas con ambas manos. -Estas son mías, ¿Está claro?- Un jadeo se escapó de mí. Sonreí y le besé. Un beso apasionado, pero menos húmedo. Metí la mano bajo su pantalón aun abierto y sus bóxeres, tomé firmemente su pene con una mano y mientras lo manipulaba hacia adelante y hacia atrás le respondí. - Y esto es mí y de ninguna perra más - Él sonrió y tiré fuertemente de su pene. - ¿Está claro? - Exigí. -Claro- Respondió.

Una vez listo se dirigió hacia la puerta trasera de la sala. Y antes de salir, dijo.

  • Esto se repetirá constantemente. Ya ansío que te corras en mi cara nuevamente, fue delicioso.

Cerró la puerta tras de él y yo me quedé pensando con una sonrisa de oreja a oreja en cómo había dicho correrse, en vez de acabar.

Me arreglé rápidamente el pelo y el maquillaje y salí al patio. Piera, estaba esperando a que saliera y una vez que lo hice, siguió mirando hacia la puerta de mi sala esperando que alguien más saliera por ahí. Cerré la puerta con la satisfacción de no darle en el gusto.

  • ¿Por qué tardabas tanto? - Me preguntó inquisitiva.

  • Tuve un percance.- Fue todo la respuesta que tuvo por mi parte.

  • ¿Y Javier? - Preguntó.

  • ¿Qué ocurre con él? - Puse mi mejor cara de inocente.

  • No está, lo fui a buscar a su sala y no abrió jamás la puerta, tampoco respondió su teléfono ni los gritos. Intenté entrar por la puerta de atrás pero estaba cerrado con seguro, al igual que tu sala.

  • Oh, seguro fue sin darme cuenta, en cuanto a la sala de Javier, no tengo la más mínima idea.

Lo que fuese que quisiera decirme, se quedó en el olvido, en ese momento Javier salía de su sala, en su mano enrollaba unos audífonos conectados a un reproductor MP3 o MP4. Se sentó a mi lado en la mesa provocando unos enormes ojos de huevo frito en Piera. Quien me tironeó a su lado y me susurró. Casi indignada.

  • ¿Que no lo odiabas?

  • Sí, lo odiaba, tiempo pasado. Hicimos las paces - Y qué manera de hacerlo. Pensé.

  • ¿Cuando ocurrió eso? - Preguntó incrédula.

  • Luego que te fuiste. Pasó por mi sala, me pidió disculpas, conversamos las cosas y se fue a su sala. Debió haber sido él quien le puso seguro a la puerta.

  • Piera miró al piso tratando de encajar todas las piezas y evidentemente notó que algo faltaba.

  • ¿Que no estabas con pantys?

  • Seguramente se corrió - Dijo Javier, haciendo que escupiera la bebida que estaba tomando y ahogándome. Me repuse rápidamente.

  • ¿Qué? - Mi voz salió más aguda por el dulce de la bebida.

  • La panty- aclaró Javier- ¿No se dice así cuando las pantys se estropean? - y el muy idiota me guiñó un ojo.

La nada idiota de mi amiga encajó la última pieza. Su rostro denotaba comprensión, conocimiento y asombro. Con los ojos y la boca abierta, intentó decir algo, pero fue silenciada por la directora quien comenzaba a dar el discurso de bienvenida.

Aliviada suspiré y puse atención. Era obvio que esto continuaría más tarde. No así para Javier, ya que con todo el disimulo del mundo y sin que nadie lo notase, sacó de su bolsillo algo negro y pequeño y se limpió la boca antes de centrarse del todo en las palabras de la Directora. Yo reconocí ese minúsculo trozo de tela y encaje. Era mi braga.