Profesora castiga a alumno y alumna

Continuación de los otros relatos.

Alba estaba tremendamente feliz gracias a que se había cobrado la venganza contra Roberto, el padre de Sergio. Pasaron dos meses muy rápidos y tranquilos. El joven regresó al aula y con un comportamiento mejorado. Todo gracias a las ''lecciones'' privadas de la mujer.

Amaia, una joven de la clase con el pelo largo y teñido de rojo, con unos buenos pechos y un cuerpo cuidado gracias a los entrenamientos que realizaba, veía algo raro ya que Raquel, su amiga de toda la vida había cambiado demasiado. Cuando le preguntaba, ella decía que estaba madurando y que deseaba labrarse un buen futuro. No muy convencida, se marchó de clase y pasados unos quince minutos cuando ya todo estaba vacío. Fue hasta la clase de siempre y se asomó levemente. Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué narices?.

Raquel estaba apoyada sobre la mesa siendo enculada por Alba. La mujer tenía un dildo atado en su cintura y estaba desnuda de cintura para arriba. Sus pechos se balanceaban con el vaivén de sus caderas. Su amiga, en lugar de quejarse o forcejear, se dejaba hacer con una cara de pervertida que nunca había visto antes en ella. Los cachetes en su culo iban cayendo mientras la alumna pedía más y más. Amaia sintió un hormigueo en su estómago al verlo y notó como sus propios pezones se ponían tiesos.

—¿Quién es la putita de la profesora?—le tiró del pelo levantando su cabeza y le lamió la mejilla.

—Soy yo—dijo excitada y con cara de querer más.

—Buena chica—le apretó las tetas haciendo que esta soltase un gran gemido de placer.

Amaia no terminaba de creerlo, su amiga, su mejor amiga y que siempre había sido una chica con un fuerte carácter, estaba mostrando su lado más pervertido.

Le pareció escuchar unos pasos en la lejania y se marchó en silencio pero sin olvidar lo que había pasado. A la noche le mandó un mensaje a la joven para quedar ese Sábado en su casa. El día esperado llegó y Raquel se presentó en su habitación, ambas tenían la casa a solas.

—Tengo que hablar contigo—dijo.

—Tú dirás—ella se sentó sobre la cama.

—El otro día...te vi

—¿Dónde?

—Con Alba.

La chica abrió los ojos y se quedó en silencio, no esperaba ser descubierta y mucho menos por su amiga. Le rogó que no dijera nada a nadie, se lo suplicó. Ella le pidió que le dijera como había llegado a tal situación. Raquel asintió y con vergüenza, le contó absolutamente todo. Amaia solamente guardó silencio.

—Ya veo—dijo finalmente.

—¡Pero por favor, no le digas a nadie!—rogaba—antes, me dolía pero ahora...me encanta—dijo tímidamente.

—¿Te pone que te humillen y dominen?—preguntó sorprendida.

—Si—agachó la cabeza.

Amaia acercó la mano y le levantó el mentón.

—No se lo diré a nadie...a cambio de algo—dijo.

—Lo que sea.

Al cabo de unos diez minutos, Raquel se encontraba desnuda sobre la cama de Amaia, podía oler su perfume en sus sábanas. Con un trozo de tela, le ató las manos a la parte superior de la cama. Amaia se desprendió de su camiseta dejando sus tetas al aire. Eran un poco más grandes que las de su amiga pero igual de bonitas.

—¿Empezamos?—preguntó está.

—¡Sí!—respondió enseguida y excitada Raquel.

Amaia respiraba, estaba cachonda. Su amiga siempre le había atraído un poco pero verla desnuda y a su merced sacaba su lado más salvaje. Hundió su cabeza entre las piernas de su amiga quien tenía el coño depilado y comenzó a succionar como una aspiradora haciendo gemir a esta. Mientras, sus manos fueron hasta sus pechos para apretar sus pezones haciendo que Raquel sintiera una mezcla de placer y dolor. La lengua recorría todo y pronto sintió los jugos de la joven que sabían muy bien.

—Ya te he dado algo de placer, ahora viene el castigo—dijo yendo a por un dildo y poniéndoselo en la cintura.

—Es...grande—la joven veía el grosor y la longitud. Sin duda, bastante dotado.

Amaia se acercó y le levantó las piernas y comenzó a acercarlo a su boca para que lo comiera como tocaba y lo llenase de saliva. Verla tragarse aquella polla de goma era una vista increíble, sentía como si relamente fuera un hombre.

—Bien,es hora.

Descendió hasta sus piernas.

—Ten cuidado, es muy grande y apenas entrará en mi coñito—dijo dulcemente.

—¿Quién ha dicho que te la vaya a meter por tu vagina?—preguntó con una sonrisa maliciosa.

Raquel se asustó cuando la vio restregar la punta en su culo. Antes de poder hacer algo como hacer fuerza para evitar ser penetrada por el culo, la gran y vigorosa polla de plástico penetró su culo. El grito fue enorme pero nadie podía escucharla allí. Amaia sonreía sintiéndose poderosa y comprendiendo a Alba, se recogió el pelo mientras seguía follando a su amiga.

—Venga perra, dame tu mejor orgasmo—el cuerpo de Raquel se sacudió hasta tal punto que pronto comenzó a salir chorros de su coño mientras gemía.

Luego, su cuerpo se relajó quedando ella tumbada aún amarrada y respirando para recobrar el aliento. Amaia estaba decepcionada porque había durado muy poco.

—Dos minutos y regresamos perrita—la sacó y se sentó al borde de la cama.

Aquel día, Amaia hizo de Alba y estuvo follando su culo, su coño y su boca como si no hubiera un mañana donde además, le estuvo azotando el culo con una regla de madera que usaban sus abuelos dejando su culo rojo como un tomate. Raquel aquel día durmió en casa de Amaia, pero lo hizo desnuda.

Cuando volvieron a clase, Raquel se quedó después de clases como era ya costumbre. Alba la notó rara al andar o al sentarse y supo que algo andaba mal. Al desnudar a la joven, se percató de lo que le habían hecho y ella confesó que Amaia había sido la culpable.

—Ya veo...dile que mañana quiero verla después de clase.

Y así sucedió, Amaia con la mirada chulesca estaba frente a frente con Alba. Raquel miraba como si de un duelo se tratase.

—¿Así que estás ocupando mi territorio?—preguntó con la mirada fija en ella.

—Raquel es mi amiga y su culo es mío—respondió sonriente.

Pero esa sonrisa se esfumó cuando sintió el rodillazo de la mujer en su vagina. Dejó escapar un sonido ahogado y entonces recibió un manotazo. Antes de caer, Alba la agarró del pelo y le dio otros cuantos golpes en su entrepierna haciendo llorar a esta. Había descuidado su defensa y sobretodo, olvidado como le hizo a Raquel para ganarla. Tenía ganas de llorar.

—Ahora vas a aprender a no tocar mis cosas—dijo desgarrando su uniforme por completo—veamos si también tienes los pelos del coño rojos como tu pelo.

Las fuerzas de Amaia ya no estaban con ella, en un último intento miró a Raquel en busca de ayuda pero solo vio como su amiga desviaba la mirada. Alba amarró a esta con una cuerda que siempre guardaba en el cajón y la puso sobre la mesa.

—Maldito zorra—le dio con una regla de madera como había usado ella en Raquel, su propiedad.

—Ahhhh—gritó.

Alba le dio unos fustazos fuertes haciendo que pronto las nalgas de la joven se volvieran de un color rojizo. Raquel miraba la situación, no sentía pena por su amiga, sino todo lo contrario, felicidad de ver como recibía un castigo.

—Ven Raquel—ordenó—toma.

Le cedió la fusta y la joven examinó el instrumento. Luego miró las nalgas de su amiga.

—Adelante—susurró ella—piensa en como te ha castigado.

Raquel esbozó una sonrisa y comenzó a golpear el culo de su amiga como si de una pelota se tratase, con cada golpe sentía el poder de controlar a Amaia. Alba se masturbaba detrás de ellas con los dedos y disfrutando del espectáculo.

Pero todavía quedaba lo mejor. Desnudó a Raquel y le hizo ponerse un dildo muy largo pero sobretodo grueso y con ciertas puntas, tenía pinta de ser muy doloroso.

—No por favor...amiga...sabes que nunca lo hice con malas intenciones—decía nerviosa y tratando de librarse del castigo.

Alba abrió con fuerza las nalgas dejando el culo de la joven al descubierto. Raquel se aproximó y poco a poco fue incrustando su polla mientras cada segundo era llenado por los gritos de Amaia. Finalmente todo el pene entró en ella y dejó caer su cabeza en la mesa, había recibido el mismo castigo que Raquel.

—Te dejo al mando, ¿vale?—le dijo—tengo que ir a ver una cosa, pero si me entero de que has sido floja con ella...me aseguraré de que cada día seas follada por todas partes y no parara hasta que te desmayes, ¿me has escuchado?—preguntó seria y con voz aterradora.

Ella asintió firme y aumentó el ritmo del castigo. Alba se fue cerrando la puerta dejando que los gritos se quedasen allí dentro.

Alba fue hasta el aula de tecnología donde Sergio ya estaba desnudo y con los testículos bien sujetos al torno como lo estuvo su padre. El chico había aguardado el regreso de la mujer ya que antes de ir a por Amaia, había dejado bien atado al joven.

—¡Alba!—dijo alguien saliendo de un cuartito dentro del aula.

—Carmen, ¿qué tal la limpieza?—preguntó.

—Bien, veo que te vas encargando de los alumnos problemáticos eh—dijo con una sonrisa.

Carmen tenía la misma edad que ella y al igual que el conserje, eran amigas de la infancia y conocía ese lado de ella. Pelo corto, castaño, guapa y buenas caderas.

—No sabes la cantidad de mierda que tiraba al suelo este desgraciado—comentó apoyándose en su escoba.

—¿Quieres vengarte?—preguntó con una sonrisa.

—No, yo no soy como tú en ese aspecto.

—Oh venga...será divertido.

Llevó la mano de la mujer hasta la manivela y le hizo dar una vuelta. Enseguida Sergio se puso a gritar como un cerdo.

—Si que es divertido—dijo feliz—¿puedo?.

—Adelante, son sus huevos, no los míos—contestó.

Carmen hizo un giro más y pronto el cuerpo del joven se sacudió. Era doloroso y cada vez lo era más. La mujer, lejos de sentir lastima, sentía orgullo y apretó duramente.

—Para que aprendas a ser limpio—apretó más fuerte pero enseguida Alba le retiró la mano y libero las pelotas del chico.

—Se las ibas a reventar mujer.

—Eso es lo que se merece este cerdo.

—¿Y quedarme sin diversión?.

Carmen le susurró algo al oído, algo que no alcanzó a escuchar ya que la cabeza del chico estaba en otro sitio. Ella asintió y la felicitó por tan brillante idea.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que te hiciera una paja?—preguntó dulcemente y empezando a masturbar al joven con el guante de limpiar.

El miembro del chico se pusó dura a pesar del dolor de huevos. Por fin, tras tanto dolor llegaba un mínimo de placer. Al poco paró de hacerlo y trajó algo consigo. Pero sus ojos aún estaban borrosos.

—Te voy a hacer esa paja—dijo.

Notó algo áspero y pronto se percato para su horror de las intenciones de la mujer. Sus piernas temblaron pero su polla seguía tiesa. Alba miraba sonriente y apoyada sobre una parte de la mesa.

—No...no....no....—rogó.

Carmen usó un rollo de lima en forma de trapo e hizo un rollo. Luego metió el pene del joven en ello y comenzó a masturbarlo con ganas mientras sonreía feliz. El chico por su parte lloraba de dolor. Notaba como la piel de su polla era desgarrada lentamente pero su polla estaba a punto de eyacular con fuerza.

—Venga, suelta tu leche—dijo ella aumentando el ritmo.

A pesar del dolor y tras el rato más doloroso hasta el momento, el joven soltó toda la descarga mientras lloraba. No había sido nada placentero, pero cumplió la orden de la mujer. Al sacarla, mostraba el rojor de ella con algunos diminutos cortes de sangre.

—Sí, tenias razón, ha sido divertido—comentó—en fin, me voy a limpiar que para eso me pagan.

Carmen se despidió con un beso de Alba y cerró la puerta quedando ellos dos. Sergio lloraba largamente mientras su pene se puso flácido. Ella le acarició la espalda, el pecho, los huevos, sus nalgas, pensando en que castigo debía aplicar a alguien ya derrotado.

—No tengo muchas ganas de darte por culo la verdad—dijo mirando el ano—¿qué debería hacer?.

Su teléfono sonó. Ella fue a responder y tuvo una conversación con alguien, su cara estaba seria y mostraba preocupación. Luego revisó unas fotos y vídeos que había recibido. Se quedó apoyada y mirando de vez en cuando a Sergio que no entendía nada.

Alba se acercó después de unos minutos incómodos.

—Me han dicho muchas cosas sobre ti, tenía que investigar. Y además he recibido ciertas pruebas y cosas que has podido ocultar gracias a tu padre. Has abusado de muchas chicas, incluyendo algunas de mis alumnas—aquello le hizo temblar de miedo al joven—pensaba que solamente eras un macarra o un rebelde de su edad, pero ya veo que no.

—¿Qué va a hacer?.

La mujer ahora usó el torno para apretar la base del escroto dejando caer los huevos en una posición colgante. Luego se fue a buscar algo y regresó con un soplete.

—Te voy a chamuscar las pelotas—dijo.

Sergio con todas sus pocas fuerzas intentó moverse pero estaba tan bien atado que toda resistencia era completamente inútil. Vio acercarse la llama hasta sentir el calor por su cuerpo y pidió a gritos clemencia. Levantó la cabeza y gritó por auxilio en aquel aislado sitio.

Escuchó un ruido y vio que la mujer había grabado todo, su completa y entera humillación. Dejó el soplete a un lado, mirando a este con lágrimas en los ojos. Alba tenía tanta rabia que deseaba acabar con sus huevos por todo lo que sabía.

Llena de rabia estiró el pie hacia atrás y luego lo estampó con fuerza en los huevos del chico que aulló de dolor mientras se comprimían con el torno. Poco después perdió el sentido quedando en aquella posición tan ridícula.

Sergio fue ingresado de nuevo, la enfermera que le atendió le preguntó que habia hecho ya que era la segunda vez. Al ver sus pelotas, vio que estaban muy mal aunque no tanto como la otra vez. Pero lo más preocupante era el estado de su polla la cual tuvó que curar con cuidado y ponerle una pequeña pero mona venda sobre ella.

—Hemos terminado—dijo guardando las cosas.

—Gra-gracias enfermera.

—De nada, es mi trabajo.

Al ser verano, el traje de la enfermera estaba algo abierto dejando su escote a la vista para que entrase un poco de aire. El joven al ver alguien tan guapa con aquellos pechos tuvo una fuerte erección que fue seguida de un dolor.

—Uahhh—dijo agarrando su pene.

—¿Pero como se le ocurre tener una erección?—preguntó viendo que tendría que volver a vendar.

—Lo siento...me duele mucho.

—Bueno, por lo menos sabemos que funciona.

Apenas estuvo tres días ingresado, pero fueron tres horribles días. Por su parte, Alba envió los vídeos y fotos a las chicas abusadas quienes disfrutaron de saber que había recibido lo suyo, incluso fueron a clase más contentas.

Estaba descansando cuando por la puerta entró su madre, Celeste. Eran un calco la una de la otra y se dieron dos besos. Alba le invitó a cenar y le puso al corriente de todo. Ella asentía con la cabeza y luego cambió a una cara seria.

—Veo que aún tienen sus pelotas unidas—dijo.

—Sí...—sabiendo por donde iba.

—¡Eres muy blanda!, ¿acaso no te he enseñado nada?.

Celeste era una persona muy aterradora, los rumores sobre ella asustaban a cualquier hombre que se atreviera a acercarse a ella.

—Lo siento madre—se apresuró a disculparse.

—A partír de ahora yo me haré cargo de Sergio. Y llama a Roberto, voy a darles una buena lección.

Alba no tuvo el valor de discutir con ella y sintió lástima por lo que le iban a pasar a los dos, pero prefería su propio bienestar. Si ella daba miedo, su madre era cien veces peor y era más sádica.

Bueno, espero que les haya gustado. ¿Les gustaría ver a Celeste en acción?. Espero sus opiniones y posibles ideas.