Profesora castiga a alumno
Continuación del otro. Esta vez a un chico.
Las clases resultaban muy aburridas en aquel instituto y Alba estaba terminando de explicar unos ejercicios antes de que sonase el timbre. De vez en cuando escuchaba los largos bostezos de Serigo, un chico problemático. Le recordaba mucho a Raquel en cuanto actitud pero no podía hacer nada más que darle una breve regañina.
Al terminar la clase, Raquel pasó cerca suya y desvío la mirada. Ella le susurró en voz baja que fuera a hablar con el conserje, que tenía que ayudar a hacer una ''tarea'' y ella asintió marchándose. Sergio estaba con el teléfono. Era el típico chulo, delgado y musculoso, con unos abdominales marcados, pelo corto, pendiente en la oreja y apuesto. Le ordenó que se quedase a final de clase porque tenía una cosa que hablar.
—Joder vieja, menuda turra me vas a dar eh—dijo con desgana.
—Solamente será un momento—dijo ella fingiendo sonrisa.
Aquel día era de mucho calor por lo que nadie se quedó allí, ni en la biblioteca ya que lo único que deseaban eran llegar a sus casas. Sergio suspiraba por las altas temperaturas. Mientras, Alba aguardó a que no hubiera nadie más en los alrededores, afuera pronto cesaron los molestos ruidos de los jóvenes quedando únicamente el poco personal quienes iban al departamento porque allí había aire acondicionado.
Sergio no pudo evitar fijarse en la camiseta apretada de la mujer, tenía que reconocer que estaba muy buena y sus tetas estaba presas entre aquel sujetador haciendo una imagen muy sexy de ella. Eso le provocó una dura erección que logró ocultar. Ella se acercó y recogió un trozo de papel con lentitud, deleitando al chico con aquel precioso escote.
—Pedazo de puta, si es que lo pide a gritos—pensó para él—le voy a dar lo suyo.
Alba se giró y fue hasta su mesa donde se apoyó para depositar el folio encima del montón y dando la espalda al joven que se aproximó de manera rápida. Alargó la mano y apretó las nalgas de la mujer que dio un pequeño grito de sorpresa.
—Señorito Sergio, ¿qué está haciendo?—preguntó sorprendida.
—Voy a darte un placer inolvidable—dijo con una sonrisa y le dio la vuelta—si, hay que liberar a estas—y le desabrochó la camisa. Los botones volaron y ella enseguida se cubrió mientras soltaba un kyaaa avergonzada.
—¡No, no puede hacer esto!—sus piernas abiertas dejaban entrever unas bragas negras muy finas.
—Claro que puedo—la levantó del pelo y le desabrochó el sostén dejando sus grandes tetas al descubierto—menudos pezones—acercó la boca y succionó estos haciendo gemir a la mujer que mantenía sus manos en su cabeza.
Sergio estaba como un toro, casi echaba humo por la nariz. Su dura polla pedía a gritos salir y después de saciarse con los deliciosos pezones, se desprendió de los pantalones y calzoncillos dejando su gran y larga polla a la vista.
Alba se agachó mediante la fuerza de este y pronto vio como su boca fue ocupada por aquel trozo de carne. Sergio daba largos gemidos de placer, sentía como la saliva de ella mojaba todo su miembro viril haciendo que llegase al paraíso.
—Que bien lo haces putita, seguro que te has comido muchos rabos, ¿verdad?—lo sacó y le dio unos golpes en la cara con ella mientras reía.
—Yo soy una señorita—dijo con una cara inocente.
—Ya, ya...—otra vez dentro de su boca.
Tras unos intensos minutos de placer, el joven apretó la cabeza de ella mientras liberaba toda su leche en su interior. La punta de su rabo pareció una fuente con tanta cantidad.
—Si, pfff...joder que bien—la quitó de encima y se sentó en la silla—desde luego, está noche no hace falta que cenes—soltó una carcajada mientras tiraba la cabeza hacia atrás.
En ese momento sintió como una corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Antes de desmayarse vio que la mujer tenía un taser en la mano.
Despertó al cabo de un rato, atado y completamente desnudo. Le dolía todo el cuerpo, fruto de la descarga recibida. Alba se encontraba solamente en bragas, con las tetas al aire, meneándose con cada movimiento que realizaba. Está al verle despierto se acercó y le acarició la cabeza como a un perrito. Sergio no tenía fuerzas para hablar ya que aún estaba despertándose de ello.
—Pobre cachorrito—dijo—¿te duele el cuerpo?.
La sonrisa maléfica que tenía en la cara discernía con la habitual inocente de clase. Ella le dio unas cuantas cachetadas suaves con la regla transparente. Luego, presionó en el pecho del joven y fue bajando la regla suavemente hasta llegar a su virilidad ahora encogida y flácida. Sus huevos reposaban sobre la silla, peludos y gordos.
—Has sido un chico malo—su voz sensual al oído habría excitado a cualquiera—¿verdad?.
Su mano apretó suavemente su miembro mientras comenzaba a darle un masaje para ponerla tiesa de nuevo. Aquellas caricias hicieron volver a la vida su polla que se levantó ante la sonrisa de la mujer. Continuó con la paja, desde la base hasta la glande retirando el prepucio para ver el rojo bien claro.
—Suel...teme...—dijo sin fuerzas.
—Shhh, no digas nada—le puso el dedo índice en los labios—pronto te sentirás mejor.
Colocándose de rodillas, metió la polla entre sus pechos haciendo que sintiera como si estuviera derritiéndose. Sergio jadeó excitado, su mente se iba poniendo poco a poco en blanco por el placer. Ella dejó escapar un poco de saliva que cayó sobre la punta y el cuerpo del joven se estremeció.
—Venga...libera esa carga...venga—ordenó ella con tono erótico.
Las caderas del chico se movieron por sí solas penetrando aquellas grandes y hermosas tetas mientras Alba tenía la boca abierta, deseando recibir la descarga. Ver a la mujer deseando su leche le puso el corazón y la polla a mil.
—Me...me...me...¡me corro!—dijo el chico levantando su cuerpo.
Pero algo sucedió, el placer desapareció de golpe y no pudo correrse. La mujer se había quitado, se había echado a un lado en el último momento y su semen no pasó de los huevos, se quedó a nada.
—¿Qué ha hecho?—preguntó el joven atontado.
—No he dicho que puedas correrte.
Alba amarró el escroto bien fuerte provocando un dolor al joven que tenía ganas de correrse después de ser desprovisto de la eyaculación. La mujer dio unos pocos tirones de la cuerda asegurándose de que estaba bien ligada alrededor de los testículos del chico. Llevó su mano a sus huevos y comenzó a apretarlos duramente haciendo que Sergio chillase de dolor, de está manera, su polla volvió a su estado de flacidez.
—Venga, vamos a dar...un paseo—le liberó las manos no sin antes hacer otro nudo a su espalda para evitar cualquier intento de fuga, aunque en ese momento estaba sin fuerzas.
La mujer sostuvo la punta del otro extremo de la cuerda y fue con él por los pasillos que estaban vacíos en aquel momento. No sin antes ponerse de nuevo su falda y su camisa, sin sujetador, dejando sus amigas libres.
El chico iba en zig zag mientras estaba desnudo, con su orgullo roto y sin poder oponer resistencia alguna. Alba cuando veía que se rezagaba, le estiraba un poco y disfrutaba viendo su cara de dolor. El chico soltaba algunas lágrimas y deseaba que nadie lo viera en aquel patético estado.
Llegaron al gimnasio donde le amarró a una de las paredes. Justo en la de las barras donde se practicaba escalada.
—Bien, hora de hacer deporte—dijo sonriente.
Fue hasta el almacén y salió al cabo de un poco, llevaba una bolsa de algo. Eran pelotas de béisbol y el chico no comprendió nada en ese momento. Ella dejó caer esta a una distancia de pocos metros y se agachó a recoger unas pocas.
—A ver si tengo puntería—hizo el gesto de jugadora y lanzó la primera pelota que le dio en un pie—vaya, muy baja.
El chico comprendió entonces el porque estaba amarrado, con las piernas algo abiertas y su polla con una pequeña cuerda levantada y exponiendo sus huevos.
—¡Allá va!—esta vez le dio en el pecho. Dolió, no tanto como si hubiera dado en su entrepierna pero tenía fuerza la mujer.
Alba tomó aire de nuevo y ¡PUM!, directo al escroto haciendo que soltará un largo grito agónico. Pero no le dio tiempo cuando otra bola impacto en su testículo derecho. Luego el izquierdo, luego el derecho. Tenía una gran puntería.
Una tras otra, todas las pelotas iban justo en esa zona, en las pelotas je,je. El chico perdió la cuenta a la quince cuando ya cesaron los recibimientos. Sus huevos estaban tan hinchados que daban lastima y tenían un color morado.
—Hora de terminar—al alzar la vista, un sudor frío recorrió su cuerpo.
—No...no...no...NOOOOOOOOOOOOOO—grito viendo como un bate subía desde abajo rápido hasta su escroto.
Lo vio todo a cámara lenta, el duro metal aplastando sus huevos contra su pelvis antes de sentir como perdía el conocimiento. Más que un grito, fue un aullido que resonó por todo el lugar.
Sus huevos pudieron salvarse, no dijo nada de como ocurrió por miedo. Sergio regresó a clase dos meses después. Su comportamiento nunca fue el mismo desde entonces y sus compañeros se extrañaron de que se quedase a final de cada clase con Alba.
Espero que les haya gustado este relato ya que lo pidieron, corto pero intenso supongo. Y me encantaría saber sus opiniones al respecto.
Un saludo ;)