Profesor de natación y algo más

Cuando su amiga la invitó a aprender a nadar no sabía que la iba a pasar tan pero tan bien con el apuesto profesor.

Mi amiga Mary me insistía que fuera al club con ella para aprender a nadar. Me contó que el nuevo profesor era un tipo muy bueno, además de buen mozo, y seguro me iba a gustar.

Casi sin que le diera mi visto bueno un día me dijo que me había anotado en el curso y que tenía que ir al natatorio a las 20 horas, ya que era el último turno porque sabía que tengo los días muy ocupados y que ese horario no me iba a resultar complicado.

Me decidí y concurrí a clase porque de una vez por todas tenía que aprender a nadar. No podía ser que no pudiera ni flotar cuando me metía al agua.

Cuando vi al instructor me di cuenta el por qué de la insistencia de Mary. El profesor tenía una facha que mataba. Era alto, alrededor de 1.80 mts. y un físico privilegiado. Encima usaba un diminuto sleep que le resaltaba todo su instrumento. Parecía un adonis.

Sentí un cosquilleo dentro de mi que no sabía cómo explicármelo.

El joven me hizo meter en el agua para ver qué sabía hacer y como no hacía pie casi me ahogo. El se tiró rápidamente en mi auxilio y me tomó entre sus brazos lo que, a pesar del susto, me hizo calentar un poco más de lo que estaba.

Me sostuvo con un mano bajo mi vientre y me propuso patalear para ir aprendiendo a mover las piernas. Al moverme su mano se deslizaba de mi vientre hacia arriba y hacia abajo tocándome suavemente mis pechos y la entrepierna. Eso me excitaba mucho.

Después me hizo girar y puso su mano en mi cintura y me hizo repetir el movimiento anterior con lo que al moverme me tocaba, supongo sin querer, de vez en cuando la cola. Me sentí mojada y no precisamente por el agua de la pileta.

Así transcurrió la primera clase y me despidió con un beso cuando me retiraba para el vestuario de damas. Ahí sin querer, escuché una conversación de otras dos mujeres que, sin advertir mi presencia, se pusieron a hablar del instructor y de lo bien que estaba, llegando a decir una de ellas de lo bien que hacía el amor. Presté mucha atención a la conversación sin perder el más mínimo detalle.

Para la próxima clase ya me había comprado una malla de lo más provocativa. Era bastante cavada y con un pronunciado escote por delante. La verdad es que no se cómo se sostenían mis pechos dentro, dado mis 95 cms. de busto.

El profe ese día se había venido con un pantaloncito ajustado de lycra que le marcaba todo. Por lo que podía intuirse tenía flor de verga. Suspiré solamente de pensar en lo que había escuchado en el vestuario las otras noches.

Cuando me hizo realizar el ejercicio de pataleo boca arriba casi me hundo y en la desesperación moví las manos yendo una de ellas a sujetarse de su pantaloncito justo en la entrepierna, la que no se por qué motivo comenzó a abultarse rápidamente. Supongo que hasta me puse colorada de vergüenza y le pedí disculpas por la acción.

El respondió sonriente que no me preocupara, que estaba acostumbrado a que sus alumnas cuando tuvieran un inconveniente se tomaran de su cuerpo porque era lo más próximo que tenían a mano.

Eso me hizo poner más tranquila, aunque no se si realmente a todas las que les pasa lo que a mí, se agarran de su miembro.

La clase continuó sin sobresaltos y al despedirnos me comentó que Mary sería mi compañera la próxima clase porque había pedido cambiar su horario. No me disgustó la idea.

Cuando ingresé al vestuario me di cuenta que había quedado sola así que despaciosamente me fui sacando la malla. Desnuda y sin cubrirme, ya que no había ninguna otra mujer y la señora que suele ayudar ese día se había retirado antes, me dirigí hacia las duchas.

Como hice las cosas con todo mi tiempo como nunca me había sucedido antes por la presencia de las otras mujeres, cuando regresé a mi armario en busca de la ropa apenas tapada con una pequeña toalla escuché un ruido en los armarios del fondo y me asusté.

No obstante, mi curiosidad pudo más y así como estaba me dirigí hacia atrás y grande fue mi sorpresa al descubrir al profesor tratando de abrir su armario, que hasta ese momento no sabía que lo tenía en el mismo vestuario que nosotras.

Lo que sucedía era que él concurría a cambiarse mucho tiempo después que todas nos habíamos retirado y hoy como yo me había retrasado es que lo encontré.

Me quedé espiando y cuando comenzó a sacarse el pantaloncito y ver el tremendo pedazo que quedaba al descubierto me quedé perpleja y giré rápidamente para retirarme del lugar produciendo un pequeño ruido que él, en la soledad del vestuario percibió y preguntó quien estaba.

Me quedé quieta y no respondí con la intención que pensara que no había nadie, se cambiara y se retirara del lugar.

Pero no fue así, de repente lo vi aparecer desnudo, con su pantaloncito en la mano y me quería morir. ¡Qué papelón!

Se me acercó y me preguntó el por qué de mi presencia ahí todavía sin percatarse que no tenía su pantaloncito puesto y que su miembro empezaba a crecer a pasos agigantados. ¿Sería tal vez porque yo estaba apenas tapada por esa pequeña toalla?

Le expliqué en forma entrecortada el motivo ya que no podía apartar mi vista de esa enorme verga que estaba cada vez más erecta. Estaba muy excitada y pienso que se me notaba.

Se me acercó tanto que no podía responder ya por mis actos. Lo había visto en malla pero desnudo era realmente excitante. Me empecé a calentar. Mis pezones empezaron a endurecerse y parecían querer atravesar la toallita. Mi vagina comenzó a humedecerse.

Al notarme tan excitada me tomó por los hombros y dejó que cayera lo que apenas me cubría, dejando caer también su pantaloncito y me besó apasionadamente en la boca.

Estuvimos así un rato hasta que comencé masturbarlo suavemente. Luego bajé y me puse su verga en la boca. La tomé con las dos manos y me la introduje hasta la mitad, que era toda mi capacidad bucal. El también excitado empezó a empujar queriéndome llegar a la garganta y casi me ahogó y tuve un pequeño acceso de tos.

Se la chupé un buen rato mientras trataba de controlar el orgasmo que me venía por la situación.

Me hizo subir y me recostó delicadamente en uno de los bancos del vestuario y acercó su voluminosa pija a las puertas de mi vagina y me la puso hasta el fondo ya que estaba totalmente humedecida..

La situación era maravillosa. Acabó de inmediato y a pesar de que su verga se ablandó no me dejaba ir ya que estaba gozando mucho con ese miembro fláccido dentro..

Terminamos los dos extenuados pero felices.

Me cambié rápidamente y salí sin decirle palabra. No se qué pasará en la próxima clase y sobre todo con la presencia de mi amiga Mary. Podíamos compartirlo entre las dos ¿no?.Se lo voy a proponer

Piru