Profe encuentra exalumna

Tórrido encuentro tras varios años de alejamiento

Hotel Brick Barcelona

La pandemia ha traído aparejados muchos cambios en nuestra vida cotidiana, tanto en las relaciones sociales como en el ámbito laboral. Uno de los sectores más afectados es el educativo donde nos hemos visto obligados a impartir clases a nuestros alumnos ayudados de las nuevas tecnologías para la comunicación.

Eso no ha evitado que ciertos contactos se hayan tenido que mantener de forma presencial, como el que hoy congrega en los amplios salones de un hotel de la ciudad,  a un centenar de profesores de educación primaria. Deben realizar varios cursillos para la mejora en las habilidades TIC que necesitan para comunicarse mejor con los alumnos de corta edad.

El departamento de Educación donde trabajo ha organizado un encuentro presencial en el hotel Brick. Este goza de una ubicación ideal en el distrito Sants-Montjuïc de Barcelona, a 700 metros de la Fuente Mágica de Montjuic. Sé que mi amiga Davinia estará presente, he podido ojear el listado de asistentes de cada centro educativo, tengo acceso a esa información porque trabajo en el Departament d'educació.

Estoy emocionado, hace mucho tiempo que deseo encontrarme con ella, conocí a Davinia en la facultad hace trece años cuando estaba de adjunto del dpto. de Pedagogía. Me llamó mucho la atención su carácter alegre y extrovertido. Al entrar a la clase, ésta se iluminaba, cambiaba el ambiente. Todos los compañeros se la rifaban para que se sentara junto a ellos. A ella le gustaba sentirse agasajada, y disfrutaba mucho con este ambiente festivo que generaba.

Como profesor debía que imponer mi autoridad para devolver la tranquilidad previa. Al verla sentía una dulce y sana envidia de los jóvenes que la  rodeaban. Sin embargo, yo no podía dejarme llevar por la fuerte atracción que ejercía sobre mí. En aquellos días rozaba los cuarenta, casado y dos hijos…Davinia era toda juventud y entusiasmo, con todas las ganas del mundo por vivir una vida llena de ilusiones.

En aquel tiempo esa chica me atraía muchísimo. Me enteré que al poco de terminar la carrera se había casado y trasladado a una ciudad cercana, por lo que le perdí el rastro. Ahora, estoy deseando de localizar a Davinia en medio de gentío para poder saludarla y darle un fuerte abrazo que compense esta larga ausencia. Ahora las circunstancias son distintas y podré relacionarme de forma distinta.

El salón principal del hotel Brick, donde se reparten las acreditaciones está a lleno de la variopinta fauna que constituye el colectivo de maestras y maestros, cada cual con su estilo y personalidad. Si algo caracteriza a los docentes es ese punto de originalidad, que hace que los niños los distingan fácilmente asociando su imagen a su carácter.

He podido comprobar que mi devoción por ella no han decrecido, y que quizás ahora pueda acercarme más, sin el condicionante de ser su profe. Seguro que nuestras experiencias vitales no han dado experiencia y serenidad para comportarnos como adultos responsables. He localizado a Davinia cerca del stand de acreditaciones, sin pensarlo me acerco a ella.

Me agrada como viste. Lleva una falda de tubo roja que se ajusta a sus caderas con una larga raja en la parte posterior. Una blusa blanca de gasa sin mangas y un sweater, también rojo sobre los hombros, complementan su atuendo.

Resalta la rotundidad de sus caderas y su pecho generoso apenas disimulado por las mangas del sweater que descansan sobre sus curvas. Se mueve con elegancia sobre unos zapatos de medio tacón también rojos. Davinia no es muy alta pero sobre los tacones tiene muy buen porte, se mueve grácilmente y hace volver la mirada de los hombres que la rodean.

Para mí es como una amapola que destaca en un verde mar de trigo. La distinguiría entre cientos, tan bonita, tan simpática… después de los años pasados, vuelve a provocar en mi la misma pasión que en aquella época de estudiante.

Lo que sí ha cambiado es la forma de moverse. Ya no es la jovencita vivaracha de movimientos exagerados y continuos que tanta jovialidad transmitían. Ahora, Davinia se mueve mucho más pausada, recreándose más en las posturas, es comedida y elegante.

En el salón hay corrillos donde los asistentes se saludan e intercambian impresiones. Algunos parecen viejos conocidos y otros actúan como quién se acaba de conocer. Voy saltando de un corrillo a otro,  Davinia, está en una zona algo alejada y discreta, rodeada de varios maestros que comentan las dificultades para dar clases telemáticas a niños de corta edad.

Después de revolotear por los distintos grupos, por fin me acerco hasta dónde está ella. Está mucho más guapa que como la recordaba, una pizca de maquillaje, los labios con un ligero toque rojo, el pelo recogido en una especie de moño muy natural, y unos ojos almendrados llenos de chispa.

La saludo y también a las otras personas que allí están aparentando que se trata de un saludo protocolario de alguien que forma parte de la organización del evento.

-        “Hola Davinia. ¿Te acuerdas de mí?” le digo llamando su atención.

Me mira, me examina de arriba abajo, para finalmente exclamar:

-        “Uy!!, claro que si…mi profe preferido…con el que tantas veces soñé!!!”, dice en voz alta.

Su declaración llama la atención a todos los asistentes, por lo que rápidamente improvisa una continuación que se avenga con la afirmación inicial.

-        “Este señor…en la facultad, cuando yo era estudiante, nos ponía unos ejercicios muy difíciles…y nos hacía pasar muchas noches en vela”, dice a continuación.

Ninguna de las otras maestras presentes le aceptan la excusa propuesta y todas ríen la ocurrencia. A mi edad me conservo bien y creo que todas han deducido que con unos años menos no resultaría extraño que una joven estudiante se enamorara de su profesor.

Pasados los años, ambos tenemos otras circunstancias personales y creo es buen momento para el reencuentro. Aprovechando que hay tantísima gente nuestro alrededor, me permito ponerle cariñosamente la mano en la parte baja de la espalda y en cuanto tengo ocasión le doy un golpecito en el cachete que la pone en un serio aprieto.

Por fin la tengo a mi alcance y veo que ella también se ha alegrado al encontrarme.

Mi pasión por ella ha subido tanto de nivel que me cuenta contenerme, hace que me arriesgue al máximo, nos pone en peligro de ser descubiertos… pero no me puedo dominar…tampoco me apetece resistir a mi impulso más apasionado. Mi corazón palpita alegre, se acelera y envía la sangre a todos los capilares de mi cuerpo. Me siento acalorado y excitado.

Davinia, demostrando que tiene bastante más sentido común que yo, maniobra tratando de alejarse disimuladamente de mi acoso. Discretamente se aleja tratando de evitar que mi osadía vaya a más. La sigo y vuelvo a intentarlo. Me doy cuenta que ella lo que ha hecho es buscar un sitio mucho más discreto para nuestro juego.

Me vuelven a la cabeza las escenas que protagonizamos en aquellos tiempo pasados en la facultad. En alguna ocasión, Davinia haciendo gala de su alocada juventud quiso ponérmelo fácil durante la revisión de exámenes en mi despacho. Me ponía a cien…y cobardemente yo me escaba pues pensaba que no era muy ético confraternizar con una alumna, y que si empezaba no podría detenerme sin llegar hasta el final… mi fantasía era acostarme con ella y comérmela enterita.

Quizás hoy ha llegado el momento de desquitarnos de esa ausencia. Nos sonreímos compartiendo la complicidad de nuestro gesto. Hemos encontrado un rincón menos concurrido y discreto, donde nos mantenemos alejamos de las miradas indeseadas.

-        “Aquí estaremos más tranquilos! “ dice haciéndome ver que acepta mi envite y que está dispuesta a jugar conmigo.

Participamos de un deseo compartido, Davinia quiere hacer realidad su antigua fantasía con el profe preferido. Yo esto ansioso por tener a mi alcance la joven que me quitó el sueño tantas noches. Los maestros presentes en esta zona más apartada,  están centrados en sus respectivas conversaciones, sin prestar demasiada atención a nuestra presencia.

Es el sitio adecuado para que alargue la mano colocando los dedos sobre la falda para rozarle los glúteos. Davinia da un respingo con el trasero, aunque  lejos de evitarme se coloca de manera que me resulte fácil recorrer con la yema de mis dedos sus curvas por encina de la tela.

Descubro que debe llevar una braguita tanga pues no noto los bordes y siento que debajo de la tela de la falda sólo está su culo. Me gusta acariciarla mientras disimulamos conversando con el resto de personas del corrillo. El riesgo de ser pillados “in fraganti” genera un alto voltaje entre ambos que nos estimula y nos empuja a continuar con el juego.

Mientras disfrutamos del morbo de la situación, el director de su colegio se acerca al corrillo y se une a las varias conversaciones dispersas del grupo. Lejos de asustarme y cohibirme en mis tocamientos, lo que hace es subir la intensidad de la emoción y sigo con él extremando las precauciones.

Tras un tibio rechazo, mi exalumna se deja llevar y me sigue la corriente. Ha comprobado una y otra vez que estamos a salvo y que nadie nos va a descubrir. Unos minutos más tarde…

-        “Voy a salir a fumar, ¿Quién me acompaña?, dice en voz baja uno de los contertulios y con el tono del que se auto inculpa de cometer un pequeño delito. Los demás le ríen la gracia y varios le acompañan hasta el jardín del edificio para poder echar un cigarrillo a escondidas.

Es nuestra oportunidad. Tenemos quince minutos antes de que empiece el cursillo para dar rienda suelta a la pasión que nos une. Aprovechando que el corrillo se deshace y cada cual busca nuevos interlocutores, hago señas a Davinia para que tomemos un ascensor de servicio por el que he visto aparecer al grupo de limpieza del evento.

En un abrir y cerrar de ojos pasamos del salón principal lleno de gente a un pequeño cubículo donde nuestra intimidad está garantizada. En cuanto la puerta se cierra nos fundimos en un apasionado beso.

-        “Davinia….cuanto tiempo…que linda estas…me gustas todavía más que cuando te conocí”, le digo atropelladamente entre beso y beso.

-        “Vaya con el profesor, se ha tornada muy fogoso y osado… quien te vio y quién te ve”, dice entre beso y beso.

Me sujeta la cabeza tratando de mantenerme prisionero de sus besos. Yo le paso las manos por encima de sus caderas en busca de su cachetes. Los tomo con fuerza y la atraigo hacia mi haciendo que el bulto de mi polla se clave en su entrepierna.

Davinia me responde con un apasionado morreo, le gusta verme así…tan fuera de control, tan salvaje… Sabe de mi debilidad por ella, parece que ha llegado el momento de dar rienda suelta a mi pasión. En medio de este abrazo hago que se suba la falda hasta por encima de la cadera y deje su pubis a la vista.

Lleva unas braguitas blancas, estrechitas que se sujetan en el hueso de la cadera y se hunden en su entrepierna. Me encanta cogerla por los cachetes desnudos, poner mis manos sobre su tibia piel y atraerla hacia mí con fuerza.

Levanta una pierna para ponerla sobre mi cadera mostrándome el camino para que la posea.  No pierdo ni un instante, me la saco y me encaro a ella. La cojo por las piernas, la levanto, hago que me rodee la cintura con sus piernas mientras ella me besa apasionadamente. La llevo hasta la pared del elevador y aprieto fuerte.

Estoy tan loco que tengo ganas de follarla allí mismo, sin pensar que alguien nos puede sorprender, sin preámbulos… casi como un animal dominado por el instinto…

-        “ Mira otra pareja de tortolitos follando en el ascensor”, dice una voz femenina desde la puerta del ascensor que ya lleva varios segundos abierta sin nos diésemos cuenta.

-        “No te metas con ellos…y déjalos en paz…”, dice la otra voz que corresponde a una mujer mayor. “Nosotras a lo nuestro…y ellos que hagan lo que más les plazca”,”qué nos importa a nosotras lo que hagan…nos pagan por limpiar no por curiosear”

Los comentarios de estas dos mujeres nos ha dejado paralizados. El ascensor ha subido hasta el último piso de palacio de congresos y no nos hemos dado ni cuenta. Ahora estamos medio desnudos y a punto de caramelo, frente a dos empleadas que nos contemplan con su mirada curiosa.

Atropelladamente tratamos de recomponer nuestra imagen, nos echamos a un lado y tratamos de disimular lo que han visto.

La mujer mayor se dirige a mí, con serenidad y tono templado me dice:

-        “Vosotros quedaos aquí… terminad lo que estabais haciendo…la vida solo se vive una vez, y hay que aprovecharla”.

-        “Siguiendo el pasillo, hay un rincón muy adecuado para terminar con eso tan rico en lo que estabais”, me dice guiñándome un ojo, al tiempo que nos empuja fuera del ascensor, ocupa nuestro sitio  y pulsa el botón de bajada antes de cerrar la puerta.

Davinia y yo nos hemos quedado fuera de juego. Hemos pasado de abrazo apasionado, del inicio del polvo más animal de mi vida, a una situación de extraña perplejidad que nos ha dejado paralizados como actores de una mala película.

A pesar de todo, en cuanto se cierra la puerta del ascensor corremos hacia donde nos ha indicado la buena mujer para continuar donde lo habíamos dejado. Al final del pasillo, hay un recodo sin salida. Un ventanal grande permite ver el puerto , un trozo de playa y el horizonte perfectamente azul. La vista es espectacular y es un sitio estupendo donde disfrutar de nuestro reencuentro.

Consciente de que tenemos muy poco tiempo me lanzo directamente sobre Davinia. La volteo  para que me dé su espalda, pongo mi cabeza junto a la suya por encima de su hombro, su perfume me embriaga.

-        “Davinia, esto solo puede acabar de una manera…llevo muchos años esperando una ocasión así”, le digo al oído al tiempo que me aprieto a ella.

Después con la mano sobre su hombro la obligo a inclinarse hacia delante con lo que su culo queda en pompa delante de mí.

Rápidamente me bajo el pantalón y el bóxer, mi polla, ya erecta, queda entre sus muslos. Le levanto la falda hasta por encima de las caderas, dejando su culo presto a recibirme. Le doy un empujón fuerte para que ella sienta entre sus nalgas lo dura que la tengo.

Me humedezco el capullo con la saliva que pongo sobre la mano, y la dirijo hacia su rajita que ha quedado expuesta tras retirar a un lado el tanga con la otra mano. Tras frotar unas cuantas veces con la punta sobre sus labios vaginales, noto como ya se ha humedecido y me espera deseosa por sentirme bien adentro. Separa un poco las piernas para ganar estabilidad y facilitarme el camino.

Es la señal para metérsela con dos enérgicas embestidas. Davinia gime, se descompone al sentir que este pedazo de carne dura y caliente la está invadiendo sin contemplaciones. Lejos de retirarse, lo que hace es culear hacia atrás, acompasándose con mis embestidas para que la penetración sea lo más intensa y profunda. Se agarra fuerte a la baranda, manteniéndose firme para que el impacto de mi pubis contra sus nalgas sea lo más enérgico posible.

Es momento de darle fuerte y con energía, la tomo con ambas manos por las caderas para acompasar el movimiento y que éste sea bien intenso. Ella se tiene que aferrar con fuerza al tirador de la venta para poder mantener el equilibrio ante mis impetuosos empujones.

Davinia lleva unos zapatos de medio tacón que hacen que sus nalgas queden levantadas en posición ideal para esta postura. Sin embargo, no le dan la estabilidad suficiente por lo que empieza a temblar de forma incontrolada. La sujeto con determinación y fuerza, y así poder seguir bombeando fuerte.

A cada embestida me contesta con un gemido o suspiro que me llega hasta lo más profundo del cerebro. Levanta un poco la cabeza para inspirar más aire y arquea la espalda. Me separo lo suficiente para darle una sonora palmada en la nalga y luego la vuelvo a penetrar profundamente. Con tanto empujón su mono se deshace y se desborda haciendo que su media melena caiga sobre su cuello. Llevo mi mano hasta allí para poderla sujetar para que mis empujones sean intensos.

Con este apresurado mete y saca pasamos unos deliciosos minutos, que llegan a su fin cuando unas espasmos incontrolados la sacuden desde la cabeza hasta la punta de los dedos del pie. La abrazo por la cintura manteniendo mi polla dentro de su vagina mientras duran sus contracciones, disfrutando de la rica placidez que viene a continuación.

Tenemos muy poco tiempo, Davinia se pone en cuclillas y me da una linda chupada, que continua con un rápido meneo con la mano hasta que provoca mi generosa eyaculación. Con cuidado de que ninguna gota se escape y manche su vestido, recoge mi leche en su boca para a continuación tragarla como si fuese un rico licor.

-        “Davinia, cuantas veces he soñado con un momento como este!!!”, le digo mientras todavía duran mis espasmos veo que sus labios juguetean con mi glande que no se cansa de escupir gotas de leche.

-        “Esta vez no te escaparás tan fácilmente”, me dice mirándome a la cara. “Te he pillado bien y por fin eres mío”, me dice interrumpiendo durante un instante sus caricias con sus labios y lengua.

Me vacío por completo, a mis piernas temblorosas les cuesta mantenerme de pie frente a ella, y necesito buscar asidero para no derrumbarme.

Unos instantes después, los dos bien satisfechos nos vestimos y nos disponemos a salir de nuestro escondite. Oímos claramente unas risitas de mujer y unos rápidos pasos que se alejan escaleras abajo. Parece que no hemos estado tan solos como creíamos, le hemos ofrecido a alguien un espectáculo muy rico.

Solo espero que le haya gustado mirar tanto como hemos disfrutado Davinia y yo en el ascensor, y sobre todo en este bendito rincón de la azotea que tan bonitas vistas tiene hacia el mar abierto, hacia la montaña de Montjuïc.

Mientras bajamos en el ascensor hacia el salón, tenemos unos segundos extra para mirarnos a los ojos, darnos un piquito cariñoso y disfrutar de esta locura que tenemos entre manos. Al abrirse la puerta, el bullicio del salón principal de congresos nos devuelve a la cotidianeidad que afrontamos con una media sonrisa que nadie sabe a qué viene.

Deverano.