Profanación del domicilio paterno (El examen, 2)

Como escenario de un buen polvo, el hogar materno puede resultar tan morboso como peligroso.

Profanación del domicilio paterno (El examen, segunda parte)

A las cinco y media he salido precipitadamente, sintiendo excitación ante el presentimiento de la profanación del domicilio materno. Ander estaba apoyado en un árbol, junto a los de su clase. Algunos fumaban. El trayecto no era muy largo, pero no ha tardado nada en preguntarme:

-¿Cómo me ha ido el examen?

-Tú sabrás...

-Vamos, hombre, que sé que ya lo has corregido. Te tengo muy estudiado... -sonreía astutamente- Siempre corriges antes los de los chicos que te caen bien.

-¿Cómo? -no podía creer que me hubiera pillado.

-Cuando llegas a clase y repartes los exámenes corregidos, el mío siempre está el penúltimo o el último. Eso significa que lo has corregido el primero o el segundo.

-Será casualidad...

-¿Casualidad? Si el mío es el primero, el de Alberto es el segundo... y viceversa... En definitiva, ¿qué nota he sacado?

-Un 7,4. Tenía una guardia y he podido corregir un rato.

-¿Los has corregido todos?

-No me ha dado tiempo.

-¿Qué nota ha sacado Alberto?

-¡Y yo qué sé!

Me ha mirado resueltamente burlón. Me sentía pillado en mi favoritismo, algo que jamás debe ocurrirle a un profe. Finalmente he respondido:

-Un nueve.

-Será cabrón. ¿Y Marta?

-No lo sé.

-Ya. Sólo has corregido los nuestros -ha concluido triunfante. Y se ha callado durante un rato.

Después de abrir la puerta de su casa se ha puesto a gritar sonoramente:

-¡Mamá, mamá! ¿Ves? No está. Vamos a mi habitación.

Su alcoba consta de una cama bastante ancha puesta a un lado. Separada por la ventana, una mesa demasiado larga para un adolescente sustenta el ordenador, una pantalla de televisión y un aparato de música. A un lado, la play. Delante, una wii. Después del armario, una batería. Yo calculaba que rompería el hielo con el inventario de sus juegos preferidos, tal como sucede habitualmente en esos casos, pero no ha sido así.

-Una cosa que me gusta mucho es andar desnudo por casa -ha dicho-. ¿Te importa?

-Se ha quitado la ropa que llevaba. Una a una, las prendas han sido depositadas organizadamente sobre el respaldo de una silla. Frente a la mesa, un sillón de ejecutivo ocupaba el espacio del ordenador. A su lado, una silla más baja, también sobre ruedas. Cuando se ha quedado completamente desnudo se ha sentado en la butaca.

-¿No te desnudas? El año que pasaste las vacaciones conmigo me dijiste que te gustaba practicar el nudismo.

-¿Eso te dije? El nudismo es otra cosa.

-Sí, ya sé, el contacto directo con la naturaleza y esas cosas... Pero aquí, la naturaleza es esta habitación.

-He mirado hacia la puerta. Tenía cerrojo, pero no estaba echado. Antes de desnudarme, lo he echado. El chico no ha prestado atención alguna a mi operación. Había puesto en marcha el ordenador. Ha aparecido la pantalla del ubuntu y la percusión que lo acompaña. He dejado mi ropa sobre la batería, no fuera a ocurrirsele mostrarme sus habilidades. Me he acercado y me he sentado. De reojo ha comprobado mi desnudez, hasta el momento carente de excitación.

-Quiero enseñarte una cosa -navegaba por un chat conocido-. No, no está todavía. Pues te enseño un cuento que he escrito.

-¿Un cuento?

-Sí, un cuento erótico.

-Vaya...

El cuento pasaba en Japón. Un joven descubría a un dragón escondido en el fondo de un almacén del puerto. Se disponía a matarlo cuando aparecía un chico, el cuidador del dragón. Luchaban hasta quedar exhaustos uno encima del otro, incapaces de dar un golpe más. “¿Sabes que eres muy bello?” “Y tú también.” Y se besaban apasionadamente introduciéndose la lengua y acariciándose el paquete hasta que...

-Ya está -ha cambiado de pantalla.

Ha aparecido la habitación de un joven enfocada a través de una webcam. El joven en cuestión llevaba una sudadera con la capucha puesta. Lucía el pelo largo mayormente por fuera de la capucha, por lo cual el rostro quedaba bastante camuflado y en penumbra. Al fondo se veía un póster de Nirvana. A un lado, la cama.

-¿No lo reconoces?

-No.

-Es Jorge.

-¿Qué Jorge?

-El de mi clase.

-¡Venga, hombre!

-Te lo juro. Ya verás.

Le ha mandado un mensaje. El interlocutor miraba con atención la pantalla, sonriendo de vez en cuando. “Vamos, hardboy19, comienza el espectáculo”. “Aún hay poca gente”. He mirado el marcador que había a un lado: 37 viewers. Sobre la pantalla un titular rezaba: “selfsuck para chicas, 19”. Comenzaban a lloverle los mensajes, pero el chico se mantenía imperturbable leyéndolos, contestando de vez en cuando, incluso alguno en inglés.

-Jorge no tiene 19 años -he comentado, incrédulo.

-¿Y a quién le importa? Nadie le va a pedir que lo demuestre.

Ander comenzaba a practicarse tocamientos elementales, nada eróticos. Con la punta de los dedos se masajeaba el glande, o se acariciaba los huevos. Todo ello sin perder de vista la pantalla. Los espectadores iban aumentando, pero Jorge, si es que era él, estaba todavía leyendo los mensajes que le mandaban acariciándose el pecho por debajo de la sudadera. La mayor parte de los comunicados le pedían que se desnudara y mostrara sus atributos. Los mirones ya llegaban al centenar.

-Hasta que no llegue a 300...

-Yo aún dudaba que el exhibicionista fuera su compañero de clase, mi alumno.

-Oye, ¿seguro que es él?

-Claro. Yo lo veo casi cada día. Y me manda saludos.

Jorge, delgaducho y mal afeitado, de estética grounge, alumno disperso y holgazán. Diecisiete años, doblemente repetidor. Cursa tercero por segunda vez, cuando ya debería estar en Bachillerato. Basto, vulgar, da la sensación de no ducharse muy a menudo. Tiene un andar un poco desestructurado, con los brazos más largos de lo normal que le cuelgan descontrolados. Presenta una apariencia simiesca, incluso cuando habla. De hecho habitualmente se expresa por medio de frases inacabadas y gruñidos... Gesticula mucho, y parece que sus largos brazos se le vayan a escapar de control... Podría bien ser ese joven expuesto a cientos de miradas en la intimidad de su habitación... Recuerdo que el curso pasado me sorprendió, en una redacción sobre las aficiones... comentó que le gustaba pasarse las horas mirando páginas porno de internet... incluso adjuntaba algunas direcciones... Yo imaginé que era una provocación. La expresión era infame, no se había molestado en usar el diccionario, cientos de faltas...

He mirado a Ander. Se estaba trabajando el sexo. La erección era evidente, pero por lo visto no deseaba compartirla. Su cuerpo pequeño quedaba hundido en el sillón, separado de mí por los brazos del asiento. Me he puesto a contemplarlo, puesto que hablando de atractivos no había comparación posible. Su vientre tan plano parecía un catálogo de suavidades, sus pezones, pequeñitos, se erguían como si fueran botones de dulzura, la guinda sabrosa de un pastel delicioso. Y si yo no tenía muy claro qué hacía allí, en aquella alcoba junto a un joven distante, mi polla sí que sabía lo que quería. Se ha alzado cargada de vigor y se ha humedecido ella solita, sin esperar mis instrucciones.

Ander ha tecleado algo mientras decía simplemente:

-¡Ya!

He mirado hacia la pantalla pero antes de notar los cambios en el contenido he reparado en la webcam que había en la parte superior. Automáticamente la he agarrado y la he girado.

-No hacía falta -ha aclarado Ander-, no está conectada.

-Por si acaso...

Jorge estaba mostrando su estómago, delgado, plano. Había retrocedido la silla donde estaba sentado y parte de su paquete quedaba enfocado en primer término. Se tocaba descaradamente, de acuerdo con lo que la gente le pedía. Aunque participaban algunas chicas, la mayoría de mensajes eran de nicks masculinos.

-Siéntate conmigo, cabemos los dos -ha soltado Ander cuando menos lo esperaba.

Lo hemos intentado, pero aunque él es pequeñillo, la evidencia ha demostrado que si quería sentarse junto a mí debía hacerlo sobre mí. Sin perder la vista de la pantalla, se ha acomodado sobre mi muslo. Yo he corregido la posición, centrándolo sobre mi regazo. Así mi polla quedaba justamente en el centro de su raja.

-No tan de prisa...

Y ha regresado a la posición inicial. Era lógico, porque lo que él quería era manosear mi sexo hiriente. Lo ha agarrado con delicadeza, ha separado la piel que cubría aún el capullo y ha acariciado con las yemas el terminal excitado. Yo tan sólo abrazaba su cuerpecito. Notaba sus nalgas sobre mi muslo, pero mis manos preferían explorar la diminuta geografía con ternura. He sumergido mi rostro entre su cabello, tan suave, y he respirado su excitante olor, ese suave perfume mezcla de ternura, sudor joven y colonia infantil. Él ha comenzado a masturbarme con sabiduría y paz, hasta que ha buscado mi mano izquierda, que acariciaba su pecho, para conducirla hacia su polla, dura como un bate de béisbol.

-Ya verás... -ha añadido, refiriéndose al contenido de la pantalla.

Jorge, si es que era él, se estaba bajando el chándal. Aparecía un miembro durísimo, muy largo, aunque no demasiado grueso. Una polla delgaducha como él que impresionaba por su longitud. La mostraba orgulloso, con los huevos de regalo, destacando sus dimensiones formando una pinza con los dedos.

-¿Qué te parece? -ha inquirido mi compañero.

-No es él -he sentenciado.

-¡Claro que es él! Me refiero a su polla.

-Con esa longitud no me extraña que se la chupe él mismo.

-¡Pero un buen cacho!

-Y tú, con lo elástico que eres, ¿no te llegas?

-Prefiero chupar pollas más grandes.

-A mí me da igual el tamaño. Lo que me importa es el sabor.

Mi insinuación ha comportado que el chaval se haya puesto en pie. Pero su limitada estatura dejaba su miembro lejos de mi boca, por lo que me he agachado casi sentándome en el suelo. Sabrosa, exquisita, la he hallado en el momento en que he degustado su piel tirante y aterciopelada. El frenillo, insignificante, provocaba toda la atención del ápice de mi lengua. Eso durante los repetidos intermedios de los momentos dedicados a lamer, contener y alabar mediante lengüetazos la belleza espontánea de sus testículos.

Jorge estaba ahora tendido sobre la cama, cubriendo su rostro y cabeza pero mostrando claramente su polla enorme. El chándal había desaparecido y se disponía a tragarse el apéndice. Ha doblado el espinazo y se ha zampado un buen pedazo de carne con extrema facilidad.

-Me encanta cómo se la chupa -ha aclarado, con voz temblorosa, Ander-. Y tú, ¿tú te llegas?

-Sólo llego a lamerme la punta. A mi edad la elasticidad se va perdiendo... ¿Se va a correr?

-Sí, pero no aún.

El exhibicionista quedaba un poco lejos de la cámara, hecho que facilitaba el camuflaje de su identidad. Sus labios succionaban con deseo su propio miembro, serenamente y sin prisas. Los mirones iban aumentando, ahora pasaban de los 400. Ander se ha sentado y ha alzado las piernas, con lo cual mi lengua ha obtenido el privilegio de conocer nuevos sabores, refinamientos ya catalogados. Cada porción de piel del chaval era tratada con igual respeto y devoción. Y todas ofrecían frescor y dulcísimos efluvios. El chico entero olía a frescor, pulcritud y frutas exóticas. Los sentidos se confabulaban para favorecer una experiencia inolvidable. He abandonado el interés por la pantalla durante el rato que he estado lamiendo su dulce nido de placer, pero de pronto se me ha ocurrido girar noventa grados el sillón para poder echar un vistazo de vez en cuando. Por muy interesante que parezca una imagen, prefiero mucho más las emociones del directo. El chaval, sin embargo, no quitaba ojo del monitor. A veces, entre los gruñidos de placer que soltaba de vez en cuando, un comentario brusco me recordaba que no estábamos solos.

-Vamos, así, ¡chúpatela entera!

He buscado su boca mientras con los dedos realizaba sabias exploraciones. Sus besos han sido poco entregados, superficiales. Su culo, en cambio, se derretía bajo mis caricias. Me he alzado y le he puesto mi polla frente a la cara. Se la ha engullido pero ha buscado una posición para continuar disfrutando del espectáculo telemático. Cuando abandonaba la calidez de su garganta la miraba unos segundos, la lamía brevemente y volvía a practicarle un masaje profundo.

He acercado la silla de oficinista. Estaba muy claro que el muchacho sería incapaz de dejar de observar la pantalla, por lo cual era realmente difícil encontrar una posición ambivalente sobre el sillón, que contaba con sendos brazos laterales. La silla, en cambio, no contaba con impedimentos molestos, así que lo he agarrado de la cintura , le he besado las nalgas y lo he colocado boca abajo sobre el asiento, con la cabeza perfectamente dirigida a la exhibición. He colocado dos cojines en el suelo, he acercado la crema que había traído y he apuntado.

-Si me haces daño me chivo a mi madre -ha dicho en un tono ambiguo.

-Se iba a poner contenta -he respondido, intentando desdramatizar.

El cuerpo era pequeño, pero su hoyo suficientemente preparado para una entrada suave y delicada. He avanzado poco a poco, esperando algún espasmo o reflejo de dolor. No los ha habido. Ander callaba y se entregaba, esperaba pacientemente que el recorrido finalizara para gozar del movimiento majestuoso que se preparaba. Pronto estaba completamente ensartado, y mis manos, que nunca se quedan en reposo, recorrían ahora su tórax firme, sus omóplatos bien marcados, su cuello embriagador. En esos momentos Jorge se tragaba varios centímetros de su esbelto miembro. He reculado para empujar vigorosamente, con los ojos cerrados.

-¡Ya era hora!

No he podido descifrar si la disquisición estaba destinada a mi acto penetrante o a la exhibición sorprendente del compañero de clase, pero eso era lo menos importante. Lo que importaba es que un precioso muchacho se había entregado espontáneamente y los dos gozábamos del vínculo de forma radiante y desenvuelta. He profundizado en la ruta deliciosa por su interior, arrancando gemidos y respiraciones entrecortadas. No podía dejar de mirar sus nalgas bien formadas tragándose con esmero mi miembro perforador, venciendo con naturalidad ese contraste de tamaño que pudiera considerarse amenazador.

Una variación en el movimiento de la pantalla me ha llamado la atención. Con Jorge había otra persona. Se veían unos pantalones vaqueros a un lado, como contemplando la operación.

-¿Quién es ese?

-Su hermano.

-¿Su hermano? ¿El de primero?

El hermano de Jorge, que no sé cómo se llama, es un chico también alto y delgado, pero bastante atractivo. Como él lleva el pelo muy largo, pero da la sensación de ser mucho más limpio y ordenado. A pesar de estar en primero tiene bien marcado el bigote, y supongo que no se lo afeita por su temprana edad. Con su aparición en la pantalla el chat ha encloquecido. Todo el mundo solicitaba que el propietario de esas piernas y paquete que se veían le practicara a hardboy19 una espléndida mamada. Otros le pedían que enseñara la polla a la concurrencia.

Quería olvidar la pantalla y concentrarme en el delicioso culo que me tenía admirado por su afabilidad y cobijo, pero la presencia del pequeño me producía una excitación paralela, que Ander parecía compartir.

-No creo que se la chupe.

-¿Por qué?

-Algunos días se ha quedado ahí, a un lado, observando. Pero no hace nada.

-¿No se pajea?

-Se toca la polla por encima de los pantalones.

Exacto, tal como Ander ha dicho, el hermano menor ha comenzado pronto unos masajes sobre la parte de sus vaqueros que forraba su polla. Era una escena enardecedora e intrigante, un buen complemento a la follada exclusiva que mi alumno y yo estábamos viviendo en propia carne. El hijo de mi amiga jadeaba y se impacientaba:

-¡Cómesela!

Una fuerza extraña me separaba del trasero de mi amante. Era simplemente Ander que se había agarrado a la mesa y tiraba de la silla para acercarse a escribir en el teclado.

-¡Que te la chupe tu hermano!

El chaval ha relajado de nuevo el cuerpo y se ha concentrado en el intruso que se le clavaba en las entrañas. Ha querido retroceder un poco para ver mejor, y las ruedas han ayudado. Yo no me había movido casi de mi espacio sobre los cojines, por lo que he intuido que uno de los más antiguos inventos de la humanidad iba a proporcionarme un ingrediente extra. He agarrado al chico de la cintura y he comenzado a balancearlo hacia adelante y hacia atrás sobre la plataforma con ruedas que conformaba la silla. Parece que la novedad ha excitado al hombrecito, porque ha exclamado “joder” en medio de un suspiro.

He cerrado los ojos. En pocas horas el hijo de una amiga que sólo me inspiraba ternura se había presentado ante mí como un huracán de empuje sexual. Lo sentía parte de mí, el roce satisfactorio de mi miembro en sus adentros me confirmaba que, a pesar de la pequeñez de su cuerpo la entrega del muchacho era algo real. El vaivén de la silla me ponía al alcance estimulantes sensaciones de felicidad, aunque me asaltara una vaga sensación de duda, una manifiesta incertidumbre que no conseguía apartar de mí la satisfacción del evento.

-¡Mira, mira, mira! ¡Se la va a comer!

Sin olvidar el balanceo he mirado la pantalla. El pequeñajo se había agachado y, con la capucha bien colocada, se acercaba al miembro interminable de su hermano. Sólo aparecían la nariz y los labios, pero bastaba para excitar entusiásticamente a los casi mil usuarios que contemplaban el show. Con la punta de la lengua ha lamido el glande puntiagudo y, sin siquiera preocuparse por los espectadores que podían testificar su valerosa acción, se ha zampado un buen pedazo de carne tiesa. Me he fijado en su ritmo constante, adelante, atrás, adelante, atrás, y ha adaptado el recorrido de las ruedas a su cadencia. Así, sumergido en un pozo de lujuria pertinaz, apegado a un ser amable y diminuto, conteniendo en mi derecha la polla rígida de Ander y en la izquierda sus suaves huevecillos, contemplando la bravura del joven incesto, he descargado ferozmente en su interior, mientras él mascullaba palabras ininteligibles animando a cualquiera de los tres, buscando sus mejores instantes de placer, que han llegado segundos después, entre espasmos y latigazos. Toda la leche que su preciosa arma ha escupido en mi mano la he absorbido, aún a cubierto, mientras por mi vista pasaban, borrosas, las imágenes de una excitante autofelación, una imponente mamada incestuosa y una follada en un cuerpo tremendamente atractivo y singular.

Nos hemos quedado quietos durante un rato. Faltaba ver si Jorge se correría en la fraternal boca que lo recibía gustosa. Los mensajes se sucedían con tanta rapidez que era imposible leerlos. He abrazado afectuosamente al ser que me ha brindado su calidez, sin dejar de acariciar sus testículos y su talle. Al fin, Jorge se ha tendido de nuevo, se ha chupado vigorosamente la punta, se ha separado un momento y más de diez chorros han salido con violencia para llenar de semen su boca ansiosa. El hermanito se ha quedado a un lado, como antes, refregándose enérgicamente su paquete hinchado.

He buscado las mejillas y los labios de Ander para sellar una complicidad que compartía ya dos secretos, pero el enano no apartaba la vista de la pantalla. Cuando Jorge se ha vestido y ha apagado la cámara ha parecido regresar a este mundo.

-Se hace tarde. No tardará en llegar mi madre.

Me he vestido un poco decepcionado, aunque he intentado disimularlo mediante una simpatía algo forzada. Él se ha quedado desnudo, se ha secado la humedad del trasero con pañuelos de papel y se ha sentado en el sillón. Ha comenzado a buscar otras webcams.

He echado una mirada a la casa y he tomado el ascensor. Cuando he llegado a la planta baja había alguien esperando para subir.

-Hombre, Soc, ¿tú por aquí?

-Hola -le he dado dos besos a mi amiga-. Ya lo ves.

-¿Vienes de mi casa?

-Pues sí. He estado repasando con Ander una parte de la asignatura que lleva floja. El present continous.

-Sube, nos tomaremos una copa.

-Es que...

-Venga, sube, no nos veíamos desde... ¿las reuniones de padres de principios de curso?

-Pues...

Con una copa en las manos, Rosa ha atacado pronto.

-Ya tiene delito que no nos hayamos visto en cinco meses...

-¿Qué quieres? Quien más quien menos tiene un montón de trabajo...

-Pues me va perfecto que hayas venido, porque estoy preocupada por el chaval.

-Ah, ¿sí?

-Lo veo inestable, disperso... Se pasa horas en internet... No tiene amigos...

-Bueno, como casi todos los adolescentes. Porque aunque tenga un cuerpo aniñado... es un adolescente.

-¡No hace falta que lo digas! Estoy de manchas en los calzoncillos hasta...

No he podido evitar una sonrisa. Hacía poco rato se había ahorrado una mancha abundante.

-Lo que me preocupa -ha continuado-, es que no tenga amigos. Ni amigas. Sale los sábados con una pandilla, van al cine, pero regresa pronto a casa.

-Hombre, en clase no es de los más populares, pero... es un chaval muy inteligente.

-Ya, pero me preocupa... ¿No le has notado nada?

-No. Parece feliz. Se ríe de todo y de todos.

-Sabes, me iría bien que una persona de confianza, un amigo... hablara con él.

-¿Un amigo?

-Sí, tiene que ser un hombre. Ya sabes que mi ex marido... Está con él cada quince días, pero...

-¿Qué crees tú que le pasa?

-Pues... creo que mi hijo me ha salido gay. Sí, ya sé que es muy joven para tenerlo claro, pero...

He reflexionado unos momentos y he decidido recorrer el vertiente pedagógico.

-Verás: empezamos mal. Tú eres una persona moderna y...

-¿Qué he hecho mal para que me salga un niño maricón? ¿Por separarme de mi marido?

-Para y escucha: cometes distintos errores. Primero, no puedes decir mi hijo me ha salido. No debes usar el posesivo. Tu hijo es un ser independiente, aunque viva contigo. Tiene opiniones personales, intereses que quizá no tienen nada que ver con los tuyos, problemas propios que necesitan soluciones propias...

-Lo acepto. Pero no me negarás que una madre siempre es una madre.

-Segundo: un chico no “sale” gay, como si fuera un número de lotería. “Es” o “no es” gay, budista o lo que sea. No interviene el azar, sino la personalidad de cada uno.

-Vale. Ya veo que me expreso mal. Tú sabes que yo no tengo nada contra los homosexuales.

-Perfecto. Pues entonces, ¿por qué usas palabras que generalmente son insultos?

-No sé... Me ha salido así... Tú, ¿qué piensas?

-¿Qué te hace sospechar que es gay? ¿Que no salga con chicas?

-No sólo eso. Para una madre no hay secretos. Los cuentos que escribe... las páginas de internet... ¿Tú podrías hablar con él?

-¡Pues claro! Si eso te tranquiliza... Pero vaya, yo no lo voy a cambiar...

-Ni yo te lo pido. Es porque... ¿Cómo voy a hablar yo con mi niño de las fotos de tíos con pollas enormes que colecciona?

-¡Ja, ja, ja! ¿Te da vergüenza?

-Es que hay cada uno que... ¡yo no he visto eso en mi vida!

-Pues por lo que dices puede ser que sea gay. ¿Te afectaría si lo fuera?

-Claro que no. Es mi hijo. Quiero lo mejor para él. Si él lo tiene claro...

-Pues hablaré con él, si lo deseas... aunque no es fácil... Una pregunta: las fotos que guarda, ¿son de hombres hechos y derechos o de jóvenes modelos?

-No sé, hay de todo. Creo que predominan los modelos, porque están buenísimos.

-Te lo pregunto porque... no sé si sabes que Ander es un poco descarado...

-¡Dímelo a mi!

-¿Y si se confiesa y quiere algo conmigo?

-Hombre, pues...

-Es un caso hipotético, pero podría ocurrir.

-¿Tú crees?

-Ya sabes que yo estoy con Teresa, mi compañera de Departamento, pero... en determinados casos... hay veces que...

-Ya lo sé. Cuando nosotros éramos adolescentes, en casa de Begoña... ¡os lo montasteis los chicos! ¡Os estábamos espiando! ¿Te crees que nosotras no...?

-No sé, yo sólo planteo una posibilidad. Ander es pequeñajo pero muy guapo, a veces me mira y se chupa los labios...

-Eso es un tic que tiene, no te preocupes. Pero bueno, yo confío plenamente en ti. Para algo somos amigos desde la infancia, ¿no?.

-Claro, en mi puedes confiar, aunque a veces los adolescentes van muy quemados, y...

-Me da igual. Confío en ti para que aclares sus tendencias sexuales. ¿Lo he dicho bien?

-Sí.

-Y te diré más: si tiene que lanzarse algún día al sexo con hombres prefiero que sea con alguien conocido que tenga sensibilidad y no abuse de él.

-Bien. Te tendré informada. Aunque no esperes resultados inmediatos. No puedo abordarlo y decirle: “Hola, Ander. ¿Tú eres gay?”

-Ya lo sé. Por lo menos que todo esto sirva para que nos veamos más. Eres un buen amigo.

-Gracias.

Iba a levantarme y marcharme, pero la conversación no me había dejado del todo satisfecho.

-Tú, por si acaso -solté sin pensarlo,- vete haciéndote a la idea de que Ander...

-¿Sí?

-Es gay.

-¿Cómo lo sabes? ¿Es una suposición?

-Yo diría que no.

-¿Cómo lo sabes? ¿Te lo ha contado él?

-Más o menos.

Se ha establecido un silencio embarazoso. De repente Rosa se ha crispado como si hubiera deducido lo peor. Se ha alzado y me ha señalado con un dedo acusador.

-¿Te has tirado a mi hijo? ¿Ha sido eso?

-Pero mujer...

-¿Has pervertido a mi niño? ¡Si es un niño! ¡Si siquiera tiene pelos en la cara! ¡Eres abominable!

-Pero...

-¿Cómo te atreves a mirarme a la cara? ¡Cerdo! ¡Has destrozado la inocencia de mi hijo! ¡Te has aprovechado de nuestra amistad para abusar de él!

-Pero no me acabas de decir...

-¡Un chavalillo inocente, que aún no sale con chicas! ¡Monstruo! ¡Eres un monstruo, un violador!

Se ha abierto la puerta de la recámara de Ander. Él ha aparecido en ropa interior, extrañado.

-Mamá, ¿por qué gritas tanto? -Y cuando me ha visto a mí:- ¿Aún estás aquí?

-Ven aquí, hijo mío, no quiero que te acerques a este monstruo. Lo único que desea es aprovecharte de ti.

Rosa se ha abalanzado sobre el chaval, abrazándolo protectoramente. Él se ha separado enérgicamente, incómodo.

-¿Por qué gritas tanto?

-Hijo mío, ¿qué a venido a hacer este individuo a mi casa? ¿Te ha tocado? ¿Ha abusado de ti?

Y como si se le hubiera ocurrido de repente certificar sus sospechas con una prueba, se ha acercado al chaval de nuevo y lo ha olido violentamente.

-¡Hueles a hombre, hueles a semen y a sudor! Dime, ¿qué te ha hecho? ¡Ahora mismo vamos a llamar a la policía!

-¡Pero Rosa! -he intervenido.

-¡Cállate, mamá!

-¿Que me calle? ¿Quieres que un violador se quede sin castigo?

Ander ha dado un empujón a su madre y ésta ha caído, histérica, sobre el sofá. Yo iba a ayudarla a colocarse, pero ha huido de mí.

-¡No me toques! ¡Ahora mismo llamo a la policía!

-¡Mamá! ¿Quieres callarte? ¡Como no te calles te pego una hostia!

La mujer ha mirado a su hijo como si no lo conociera. Después me ha mirado a mí, con odio.

-¿Qué le has hecho a mi hijo?

-Ni se te ocurra llamar a la policía, porque te mato. ¿Lo oyes? Soc no tiene la culpa de nada. Ha venido a darme repaso y yo lo he seducido. ¿Lo entiendes?

-¿Que tú lo has seducido? ¿O sea que reconoces que habéis...?

-¡Sí, hemos follado! ¡Entérate bien, follo con quien quiero! ¡Yo quería que me follara y él ha cumplido como un macho. ¿Vale?

-Hijo mío, no te conozco...

-¿No me conoces? ¡Pues bien que me registras mis cosas! ¡Bien que sabes qué clase de fotos guardo en el ordenador! ¿Qué derecho tienes a revolver mis papeles?

-Soy tu madre, y quiero tu bien.

-Mira, mamá, me cansas un montón. Me voy a vivir con papá. Soc, ¿me llevas?

-No digas locuras. ¡Soy tu madre! Eres menor. Tengo tu custodia.

-Voy a cumplir dieciséis años. ¡No crees que el juez me dejará decidir con quién quiero vivir?

-No lo hagas, hijo mío! Puedes hacer lo que quieras. Puedes traer a quien quieras! Pero a este... -mirándome a mí,- a este ser despreciable...

-Soc, ¿nos vamos?

-No te puedes ir a casa de tu padre -ha interrumpido, feliz-. No está.

-¿No está?

-Está de viaje. Quédate conmigo.

Esta última frase la ha pronunciado en tono suplicante. Ander ha respondido con una mueca de contrariedad. Luego ha sonreído.

-Tengo la llave. Además, está Aitor.

-Aitor? ¿Quién es Aitor?

-¿No lo sabes? Un chico de veinte años, muy guapo, el novio de papá.

Rosa se ha puesto a llorar desconsoladamente. Iba a abrazarla y a confortarla, pero no ha querido permitirme ningún acercamiento. Sin embargo, su cara de odio había desparecido. Ahora reflejaba el terror de quedarse sola.

-Rosa, no hagas ninguna locura...

-No te preocupes, no voy a denunciarte. Pero mi hijo...

-Yo estoy tan sorprendido como tú. Puedes seguir contando conmigo como amigo.

Me ha mirado con desprecio y se ha tapado la cara con las manos. Desde la puerta, Ander me ha llamado.

Ya en el coche, el chaval intentaba camuflar su nerviosismo.

-Me ha gustado que me folles. Me ha gustado mucho.

-Me alegro. Pero la escena de después...

-¡Que se joda la vieja!

-No hables así. Es tu madre.

-Pues parece que sea un agente de la Cía. Tú no sabes lo que es aguantarla... Oye, qué, ¿vamos a follar de nuevo?

Ha metido mano en mi paquete y ha hallado que su huésped estaba preparado.

-¿Dónde?

-En casa de mi padre.

-Pero está Aítor- he dicho sin poder evitar de pensar en un trío.

-¿Aitor? Aitor no existe. Lo he dicho todo para putear a mi madre.

-Eres un cabrón. Creo que te quedas sin follada.

-¡Pues tu polla no opina lo mismo!

Hemos llegado al ático donde vive su padre. Hemos repetido espontáneamente la ardiente escena, pero esta vez sin pantallas de por medio.

De regreso a casa, siento un vago desasosiego. No sé si sentirme satisfecho por haber participado casi involuntariamente en la profanación del domicilio paterno. Ander me parece un chico caprichoso, voluble y egocentrista, incapacitado para alimentar un vínculo humanamente provechoso. Debo huir de su influencia perniciosa.