Producto de mis decisiones (Parte 3): Cap 90 y 91

Marina, Mauri y Miguel dan consejos a Mario sobre cómo afrontar su complicada situación.

Capítulo 90

-Mario…

-¡FUERA HE DICHO!- Grité.

Aina se puso a llorar de nuevo, pero yo seguí:

-Me voy con Marcos a dar una vuelta. Quiero que dentro de dos horas no haya nada tuyo cuando vuelva.

-No sé qué me pasa… no sé cómo expresarlo… desde el puente de Mayo y todo lo que pasó, que hay mil dudas en la cabeza- Decía ella, con lágrimas en los ojos.

Yo la miraba, sin decir nada. Mientras ella seguía:

-De verdad no lo entiendo… estaba vulnerable, quería parar pero no podía…

-Da igual déjalo, no vamos a aclarar nada ahora. No quiero verte más- Dije finalmente.

Dejé mis cosas y me fui de casa, dejando ese tiempo a mi mujer para que hiciera las maletas. No había ya llanto en mi expresión, ni tristeza. Solamente había rabia, ira. Parecía que hasta ella me quisiera seguir humillando, con todo lo que yo había tenido que ver y aguantar el día antes.

Me encontré abajo con Marcos y le comuniqué lo ocurrido:

-Necesitamos ambos un tiempo… si decido algo ahora en caliente la enviaría a tomar por culo para siempre. Le he dicho que cosas sus cosas y se vaya… en un par de horas volvemos y me quedo ya aquí.

-¿Seguro que prefieres estar solo aquí? Ya sé que te dije de no huir de tu propia casa… pero estos primeros días…

-Sí, no te preocupes. Estaré bien.

Fuimos ambos entonces a un centro comercial a pasar el rato. Dimos una vuelta y vimos una película en el cine. Por lo menos así intentaba no pensar en todo aquello. Ya al salir volvimos hacia a casa. En teoría Aina no debería estar, ya habían pasado dos horas y pico.

Subimos ambos y en efecto no estaba, así que Marcos se pudo ir a casa yo me quedé en la mía, en soledad. Aina se había llevado muchas cosas, sobretodo ropa y algunos cacharros. No era un adiós definitivo, sino directamente le hubiera pedido el divorcio. Pero como le había comentado a Marcos, necesitaba un tiempo de reflexión.

No dudaba en que Aina estaría arrepentida de todo aquello, pero también estaba claro que habían despertado en ella nuevas sensaciones, nuevas necesidades que yo no podía satisfacer. Lo tendríamos que haber hablado sí, pero ya era tarde para eso.

Llegó la semana siguiente, una semana que pasaría solo en casa. Por primera vez, sin mi mujer y sin mi trabajo. Había perdido ambos en un abrir y cerrar de ojos. A ella directamente por culpa de Ricardo, al trabajo de forma indirecta… aunque también por su aparición. Ese tío me había destrozado la vida. Y encima se había querido tirar a mi hermana embarazada… y según él, se había tirado a mi ex.

Sabía que no era lo mejor, no era el momento oportuno, pero decidí llamarla. Llamar a Marina y preguntarle por su estado… así como aclarar lo sucedido. Seguramente me enviaría a la mierda, tras tantos años sin contacto y yo llamándola para preguntarle si me había sido infiel. Pero tal era mi obsesión por Ricardo, que necesitaba saberlo.

Me esperé a la tarde ya que estaría trabajando… y llamé a mi ex.

-¿Mario?- Preguntó Marina.

-Hola… ¿Qué tal?- Dije.

-Pues no sé… bien supongo jaja.

Estuvimos un buen rato poniéndonos al día. Ella no tenía pareja en esos momentos, estaba en Sevilla trabajando y la vida le iba bastante bien. Yo le conté por encima mi situación sentimental, aunque no le dije nada del trabajo… no quería parecer tan fracasado.

-Y nada eso… nos estamos dando un tiempo- Le dije sobre mi situación con Aina, sin entrar en más detalle.

-Vaya… bueno seguro que lo arregláis, sois muy majos ambos- Respondió Marina.

-Bueno el tiempo dirá. Es que no sé como decírtelo… me da un poco de corte.

-Dime Mario, sin problema- Me animaba ella.

-¿Te acuerdas de Ricardo no?- Pregunté.

-Sí…

-Pues hace año y pico no encontramos en un local… y nada fuimos entablando relación. También tuve contacto de nuevo con Mauri y Miguel… y bueno…

-¿Se la ha follado no?- Soltó Marina de repente.

Me quedé unos segundos en silencio, sabiendo la respuesta pero sin saber qué responder.

-Bueno… para qué te voy a engañar, sí- Dije finalmente.

-¿Me llamas por eso no? Por si también me folló a mí- Adivinó de nuevo Marina.

-Sí…

-Pues sí, follamos una vez. Pero tú y yo ya habíamos cortado. No tenía nada que ver. Ya estando libre pasó un tiempo… y nada que surgió- Me dijo mi ex.

Estaba un poco aturdido, sin saber como sentirme. Habían follado, pero no me había sido infiel. No sabía si tenía que estar aliviado o malhumorado. Entonces ella dijo:

-Volverá.

-¿Cómo dices?- Pregunté.

-Que volverá contigo. Follarán las veces que quieran, pero volverá contigo. Porque tú eres un hombre, Ricardo es un ego con polla grande.

De nuevo no sabía qué decir, así que Marina siguió:

-Tiempo después de romper contigo, se me acercó. Se notaba a leguas que estaba deseando la ruptura para intentar algo conmigo. Por lo que sea, estando juntos no intentó nada. El caso es que yo estaba dolida aún y demás y nada… no tenía compromisos y follamos. Pero entonces vi de qué palo iba.

-¿Sólo sexo no?- Pregunté.

-Sí… pero no solo eso. Se cree mejor que los demás. Se puede ser amigos con derecho a roce y ya. Pero hay dos personas involucradas sabes… Pues con Ricardo no, es él y él.

-Ya…- Dije, mientras Marina siguió:

-Follamos una vez porque sí, pero vi rápidamente como era. No es que yo fuera su segundo o tercer plato… es que no era nada. Me follaba a mí, luego a la otra y a la otra… tenía la sensación que tan siquiera le daba valor al sexo. Llegué a pensar que me folló solo por ser tu ex, por morbo.

No le dije nada del pacto, pero estaba claro que era por eso. Al fin y al cabo Ricardo lo respetó, aunque a la que lo dejamos el tío se lanzó directamente al cuello de mi ex.

-Pff vaya tela- Me limité a decir.

-Yo ya sabía cómo era, no quería una relación con él. Pero es lo que digo, no estaba ya comprometida y bueno… el tío tiene un magnetismo extraño, como que te atrae solo con su presencia. Es difícil de explicar. Pero si te dejas llevar un poco, eres suya- Me dijo.

-¿Entonces cuando estábamos juntos… no probó nada?- Le pregunté a mi exnovia.

-No no, de verdad. Si no te lo diría. Ya sabes cómo es… o como era. Bromista, ligón… pero nada especial.

-Bueno… me alegro que estés bien Marina… espero ir hablando algún día- Le dije, a lo que respondió:

-Claro, no te preocupes que no molestas. Y ya verás como Aina vuelve. Créeme. Ya luego será cosa tuya si la perdonas. Y otra cosa, apártate de Ricardo entonces… porque todo lo que toca lo pudre ese chaval- Me dijo finalmente Marina.

Nos despedimos y me quedé pensando en ese último comentario. En que todo lo que tocaba Ricardo, lo podría. Tenía razón. Tanto de forma directa como indirecta, todos los que habíamos tenido contacto últimamente con él estábamos jodidos.

Durante esa semana pude relajarme en casa, dormir mucho y descansar. Ver películas y series, leer… matar el tiempo en general. Alguna tarde quedaba con Marcos y Núria también, siempre me abrieron sus puertas.

Llegó el sábado y quise aprovechar para hacer otra llamada. En ese caso a Mauri. Hacía tiempo que no sabía nada de él… necesitaba saber cómo estaba.

-Hola Mario, cuánto tiempo…

-¿Qué tal estás Mauri?- Pregunté.

Como con Marina, nos estuvimos poniendo al día. En este caso sí que me abrí más y le conté mi situación de desempleo, junto con las infidelidades de Aina. Él me dijo:

-Qué voy a decirte que no sepas.... ese tío está enfermo. Solo puedo decirte que te alejes de todo eso. Vete a otra ciudad a vivir, bien lejos como yo hice.

-No puedo alejarme de Aina… aún la quiero- Le dije.

-Y yo quiero a Raquel, pero ya nos hemos separado. Estaba demasiado enganchada a ese pene, no había vuelta atrás. Un día se dará cuenta de su error, pero a mí ya no me encontrará- Me decía Mauri.

-No sé si sería capaz de algo así…

-Es decisión tuya. Pero de verdad, aléjate de todo este círculo. Empieza una vida desde cero- Me dijo.

-Entonces Raquel…- Dejé caer.

-Raquel es buena chica, no la culpo de todo. El problema es Ricardo- Decía Mauri.

-Pero si os habéis separado…

-Porque lo nuestro no tenía arreglo. Se enganchó a Ricardo, es como una droga. Y cuando te drogas ya no eres la misma persona. Ya ni dejándolo. Yo la quería más que a mi vida, pero no podía soportar este sufrimiento, verla con otro… pensar en las barbaridades que estarían haciendo… no soy tan fuerte Mario.

Tras esa confesión de Mauri, me limité a decir:

-Vaya mierda…

-Pues sí Mario, una gran mierda. Pero si quieres ser feliz, aléjate de todo esto. Sí, también de Aina. Nadie te garantiza que no vuelva a ocurrir… yo no podría dormir tranquilo- Me fijo finalmente.

Nos despedimos y me quedé pensando de nuevo en esa reflexión. En si lo correcto era hacer como Mauri y escapar de todo eso, sin intentar tan siquiera recuperar a Aina. Pero aún tenía otra llamada pendiente ese sábado.

Mi otro gran amigo… o ex amigo. Miguel. También hacía tiempo que no sabía de él. En su caso tenía una especie de relación abierta con Rocío. Ambos se ponían los cuernos, aunque no sabía si siempre eran ambos conocedores de la situación. Con lo que vi en la boda, sin duda que no.

-Ey Mario… ¿Qué te cuentas?- Me dijo Miguel.

De nuevo le fui totalmente sincero como con Mauri un rato antes. Entonces Miguel me respondió:

-Ves… ves como Aina no es superior a nadie. Mucha moralidad, mucho quedar bien pero se lo está follando igual que todas.

-Ha sido un desliz…

-Claro… y otro y otro. Anda ya. Todas son iguales. Yo lo tuve que aceptar con Rocío. No solo aceptarlo, sino participar también. Es lo mejor tío, ya que te los ponen… ponerlos tú también- Decía Miguel.

-Así que seguís siendo liberales…

-Liberales, swingers… consentidores jajaja. Llámanos como quieras. A veces hacemos tríos, otras intercambios… otras veces se va ella un fin de semana y vuelve más abierta que el bolsillo del gato cósmico jajaja. Así es la vida- Dijo para finalizar la conversación.

Y de nuevo me quedé pensando, tanto en su reflexión como en la de Mauri y Marina. Tres personas, tres experiencias con Ricardo y tres puntos de vista bastante distintos.

Y yo de nuevo, sin saber qué hacer.

Capítulo 91

La última opción estaba descartada.

Ni me planteaba lo que me había comentado Miguel. Y no era así, no podía serlo ni lo pretendía. No podía aguantar el hecho de tener que compartir a Aina. Miguel lo vería solamente como un juego, solo sexo... pero yo no. A lo mejor era muy conservador, pero dejar que se follen a mi chica no entraba en mis planes.

La otra opción, en las antípodas de esta, era la de Mauri. Seguir sus pasos, apartarme de todo. Cambiar totalmente de vida e irme lejos. Pero ni estaba preparado para eso ni lo veía justo. Era cobarde, eficiente pero cobarde. Y por encima de todo… no estaba preparado para dejar a Aina. Una parte de mí la quería perdonar. No sabía cómo, pero esperaba que el destino me pudiera dar alguna opción.

Así que lo más sensato era lo de Marina. Alguien que había visto realmente la faceta más personal de Ricardo. Mis amigos y yo le conocíamos bien y nos había quitado a las esposas… pero lógicamente no habíamos convivido con él como amantes. Marina sí aunque fuera muy poco. Y eso le bastó para ver cómo era ese tío en realidad.

Tenía la esperanza de que a Aina le pasara lo mismo, que viera tarde o temprano como era Ricardo y decidiera por su propio pie alejarse de él. Podría volver a mis brazos, pedirme perdón de forma definitiva. No sabía si la perdonaría de nuevo, pero en caso afirmativo, tenía claro que no deberíamos tener contacto con Ricardo nunca más. Ni por trabajo ni por nada de nada.

Fueron pasando los días y ya tenía una rutina más o menos clara. Por las mañanas me quedaba en casa tranquilo. Desayunaba, me ponía a ver la tele o hacía el vago y comía ya al mediodía. Por la tarde, empecé a ir a correr con Núria y Marcos. Habían diseñado una ruta bastante atractiva cerca de su casa, así que iba hacia ahí en coche y empezábamos la ruta. Se fueron apuntando incluso un par de amigas de Núria, vecinas de la zona. Una estaba casada y la otra soltera. Así pasé todo lo que quedaba de Agosto, haciendo el perro por las mañanas y corriendo por las tardes.

Llegó Septiembre y me empecé a buscar trabajo ya de forma seria. Tenía un mes de margen, sino ya no tendría dinero para pagar todos los gastos… encima sin el dinero de Aina. Por suerte Marcos me dijo que en caso de necesidad, me podría enchufar en una oficina de una empresa donde tenía buenas relaciones. Yo por si acaso fui buscando más opciones, aunque la de Marcos no estaba mal del todo. Sobretodo por el horario, intensivo como yo lo quería. Para así tener las tardes libres.

Durante los primeros días del mes seguía con la misma rutina, siempre feliz por la llegada de la tarde y poder a salir correr con mis amistades. Marcos, Núria, Andrea y Victoria. Así se llamaban las dos vecinas de mis dos buenos amigos. La primera casada con Alfredo que venía también de vez en cuando a hacer la ruta. Y la segunda, Victoria, soltera. Hice muy buenas migas con ella, tenía mi misma edad.

No tenía noticias de Aina, aunque siempre iba mirando el móvil por si acaso. Tenía la esperanza de ver algún mensaje suyo pidiendo perdón… o diciendo que quería volver. También deseaba encontrarla en casa algún día. Y a veces los deseos se hacen realidad.

Volví una de esas tardes a casa, más pronto de lo normal. Me dolía un poco un pie y no quise forzar, así que no llegué ni a empezar la ruta con mis amigos. Metí la llave en la cerradura de mi piso y noté que no estaba cerrada del todo, con ambos giros. O alguien la había forzado… o sería Aina. Estaba convencido de lo segundo, así que abrí y entré.

Caminé por la casa, esperando encontrarla. Esperando que se lanzara a mis brazos pidiendo perdón. Pero no vi nada, hasta encontrar restos de cocaína en la mesa del salón.

Entonces escuché:

-Ahhhhh…. ah ah ah…. ahhhh…

Avancé hacia nuestro dormitorio, de donde provenían esos sonidos. La puerta estaba entreabierta, miré ligeramente y lo vi:

Ricardo sentado en mi cama, en nuestra cama. Totalmente desnudo. Con Aina sentada encima de él, dándole la espalda… y siendo follada suavemente. Arriba y abajo, arriba y abajo. Y con los ojos cerrados, porque si no hubiera visto mi cara de estupefacción.

Él la estaba agarrando por los muslos con sus enormes manos, separándolos. Así Aina quedaba totalmente abierta de piernas, sentada encima de un Ricardo que seguía bombeando arriba y abajo en esa postura… con una brutal fuerza física y una no menos brutal puesta en escena.

Pero él sí que tenía los ojos abiertos. Me vio. Y entonces levantó ligeramente a Aina, sacando poco a poco su interminable polla del coño de mi mujer (depilado al 100%). Yo lo vi totalmente abierto, rojo… parecía hasta irritado. No sabía cuántas veces habían follado en ese tiempo, pero mi mujer tendría ya el coño destrozado.

Acto seguido Ricardo la fue bajando de nuevo. Pero con un cambio. Y es que fue encarando su polla al ano de mi chica. Ver para creer. Su capullo ya rozaba el ano de Aina. Ahí yo esperaba una reacción de ella. Que protestara, que abriera los ojos y me viera… y horrorizada detuviera todo eso. Pero no. Aina usó su mano derecha para terminar de dirigir bien la polla de su amante hacia su ano.

Su cuerpo fue bajando poco a poco, entrando esa monstruosidad igual de despacio dentro del culo de mi mujer. Ricardo la estaba enculando… en mi presencia. A la vez que veía todo eso entrar en la parte trasera de mi mujer, me fijé en la cara de ella. Seguía con los ojos cerrados, aunque parecía que le caía alguna lágrima. No era la primera vez que la enculaba, estaba seguro. No hubiera entrado con esa “facilidad”. Pero también estaba claro que le seguía doliendo bastante. Vi también como hacía muecas, como tenía la cara desencajada. Ya no sabía si de dolor o de placer.

Los únicos sonidos que ella emitía eran:

-AH…. AHHHHHHHHH… OHHHHH UFFF….

Me fijé que la polla estaba ya entera dentro del ano de mi mujer. Ricardo empezó a entonces a subirla y bajarla de nuevo como antes, cuando tenía su aparato en el coño de Aina. Yo tuve suficiente y me fui. Les podía haber interrumpido, cagarme en ellos… pero para qué. Me fui hacia la salida, sin ver nada pero escuchando ya unos fuertes gritos de Aina, producto de la tremenda follada anal que le estaría pegando Ricardo. Ya definitivamente, nos había dado a los por el culo.

Me fui a andar por la zona para pasar el rato. Quería volver a casa en el horario que lo solía hacer cuando iba a correr. Y ahí nacía otra duda. Cuantas veces habrían follado esos dos en mi ausencia… cuantas veces habría esperado Ricardo a que yo viniera antes para humillarme de nuevo al verlos, como acababa de pasar. Como podía acceder Aina a follar ahí… y por el culo. No podía ser ella, Ricardo la había transformado en otra persona.

La estaba perdiendo por momentos… y por momentos pensaba que era lo mejor para todos. Ya no me hacía rabia perder a Aina… ella se lo había buscado. Ya ni me produjo dolor esa escena. Lo de la sauna me había herido de muerte, lo del chalé me había matado. Esa enculada fue casi indiferente para mí. Pero me hacía rabia Ricardo, él siempre ganaba. Destrozaba matrimonios como quien come palomitas. De hecho se podría hacer sin duda una película sobre sus conquistas. O un relato.

Llegó la hora de volver a casa, pero no tuve valor. Lo lógico es que ya no estuvieran, pero seguía con miedo a volverlos a encontrar. Así que estuve hasta altas horas de la noche dando vueltas por el parque, donde solía coincidir con Lara. Y cosa del destino, la vi. Estaba con capucha pese a que no hacía frío. Me acerqué a ella y me reconoció.

-Ho… hola Mario.

-Hola Lara- Respondí.

-¿Quieres un poco?- Me dijo ella, enseñándome una bolsita con unas pastillas.

-Como has terminado así…

-No… no lo sé Mario. Es que Ricardo me trata bien… hace fiestas, me da dinero…- Decía ella, con la voz rara.

-¿Por qué Lara? ¿Por qué motivo me odias y me has querido arruinar la vida?

-Ricardo… todo Ricardo. Me convenció que todo fue culpa tuya. Lo de Fidel, lo del reencuentro… también lo de Juan Carlos. Le perdí por tu culpa, por abrir la relación- Me decía ella con un tono de voz muy leve.

-No Lara, lo siento pero no. Tú la cagaste con Fidel, igual que con Juan Carlos. Que te folles a todo el mundo no es mi culpa Lara. No te consiento que me culpes. Llevamos años de amistad verdadera, ese hijo de puta te ha lavado el cerebro… y te ha ensuciado el alma- Respondí.

-Mario… lo siento.

-Ya… en fin cuídate Lara- Me despedía de ella sin mirarla y me fui definitivamente a casa.

Entré y la puerta ya estaba cerrada con doble giro, así que Ricardo habría terminado de darle por culo a mi mujer. Entré y me tumbé en el sofá, exhausto. Al poco rato fui a la habitación y no había rastro de sexo. Ni olor, ni manchas. Deberían haber abierto bien la ventana… y habrían traído alguna sábana o toalla para no manchar nada y así no dejar rastro. No lo sabía, pero estaba claro que podría no haber sido el primer polvo en nuestra cama de matrimonio.

Aunque volví al salón y sí que vi algo, una nota escrita por Ricardo:

“Por fin has venido. Lara tenía razón con los horarios jajaja. En fin, he ganado y lo sabes. Solo quería decirte que con lo de hoy culmino la humillación. Ya eres cornudo en tu propia casa jajaja y por la puerta de atrás jajajajaja. En fin, sin rencores, necesitabas verlo de primera mano. Pero igualmente llevamos unos días que… uff. Aina necesitaba liberarse un poco, tenía esa sed de sexo en su interior. Se la he sacado a pollazos jajaja. Pero te sigue queriendo, no pretendo tampoco destrozar una bonita historia de amor. Está arrepentida, así que creo que lo mejor es quedar los tres y hablar las cosas con calma. Llámala, si aún deseas perdonarla. Si no… pues me la seguiré follando”.

Estaba derrotado, como bien decía Ricardo. Y lo peor de todo, es que iba a hacerle caso. Pese a la sauna, pese al chalé. Pese a verla enculada en mi propia cama. Pese a todo, tenía fe en que realmente Aina hubiera follado ya lo suficiente para dejar atrás esas necesidades… y por fin volver a la normalidad. También en que viera qué tipo de persona era Ricardo. Que abriera los ojos. Pero como en nuestra habitación un rato antes, Aina seguía con los ojos cerrados. Así de gilipollas era yo, así de cruel puede ser a veces el amor.

Así que llamé a Aina y le dije:

-Hola… necesitamos hablar.

-Sí… supongo que Ricardo te he enviado algún mensaje…-Respondió ella.

Iba a decirle que no, que no fue necesario. Que cuando vino a mi casa a encularla ya me había dejado escrita una nota. Pero simplemente quedé con ella para vernos por la tarde del día siguiente.

Pero por si no había habido suficiente dolor ese día, a los pocos minutos mi móvil empezó a vibrar sin pausa. No pude ni contar cuantas veces, vibró durante un montón de segundos. Miré la barra de notificaciones y vi que eran mensajes de Ricardo. Muchos.

Abrí, sin pensar en el contenido. Y lo primero que vi fue el último mensaje de mi enemigo:

-Ey Mario, ahora que todo habrá terminado y haremos las paces, quería que vieras algunas cosas de las que Aina es capaz. Considéralo un regalo, no pretendo humillarte más. Pero así aprendes a darle caña tú también jajaja. De nada.

Fui subiendo y había varios vídeos adjuntados que se iban cargando. Por las miniaturas no podía apreciar el contenido de ellos, pero cada cual tenía su descripción:

“Grandes tetas para grandes cubanas”, “La de Peter Pan”, “Le ofrecí un delicioso vaso de leche y no dejó ninguna gota”, “Me la follo con anillo que da más morbo”, “¿Mario qué será lo que tiene el negro?”, “Sin armario se disfruta bien de como mis amigos le hacen una dp”, “Si un squirt le quieres sacar, el clítoris y el ano le deberás estimular”, “El Bukkake le ha sentado genial a su piel”, “Roberto y Rafa están alucinando”, “Tu mujer me ha dejado el ano más brillante que la cabeza de Roberto”, “Rafa dice que folla mejor que una estrella del porno”, “Que esnife en mi polla es brutal”, “Aina la multiorgásmica, vaya máquina de follar”.

Ahí paré de subir por el chat, aunque seguro que aún había más vídeos con más descripciones. No leí ninguna más, ni mucho menos abrí ningún vídeo de esos. Ya ni cerré el móvil, lo dejé caer al suelo mientras yo me dejaba caer en la cama, derrotado. Ricardo me quería hundir hasta el final, sin importar las consecuencias. Seguro que quería evitar la quedada, quería que me rindiera y no fuera al rescate de mi mujer. Pero estaba equivocado. Ni toda esa mierda me detendría ya. Una pequeña luz me decía que pasara ese trámite y por fin podría vivir en paz. Con o sin Aina.

Así que por la tarde siguiente quedé con ellos dos en una cafetería. Me fui acercando a la puerta y ahí estaban. Con Aina me di dos fríos besos en las mejillas, para después situarme delante de Ricardo. Entonces le escupí a él en la cara, impactando mi rabia y mi saliva en buena parte de su rostro.

Ricardo no dijo nada, se sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió. Entonces habló:

-A ver, supongo que quieres algo rápido. No estaremos de cháchara. Los tres somos conscientes de lo ocurrido… en mayor o menor medida. Sé que es duro para ti Mario, pero era algo necesario. Aina se ha incorporado recientemente a la empresa. No te preocupes, yo ya lo hago casi todo desde casa así que ni me la cruzaré. Pero ella es un activo importante, la tienen en consideración los jefes de arriba y la han admitido de nuevo.

-Brinco de la alegría- Dije secamente, mientras Aina se mantenía en silencio, con la cabeza agachada.

-El caso es que, por todo el daño causado… o sea Aina me dijo que te echaron del curro por tus ralladas con lo mío y tal… en fin, que quiero ofrecerte un puesto también. Sin rencor, sin malas intenciones. Se lo prometí a ella y yo siempre pago mis deudas. Ganarás un buen dinero y estarás cerca de tu mujer- Dijo él.

-Es una broma…- Dije.

-No no, totalmente en serio. Tú ve cogiendo sitio y te lo piensas, yo voy un momento al baño. Acompáñame Aina por favor- Tras decir eso, Ricardo se fue al baño y Aina la siguió.

Yo fui a coger sitio en la cafetería, mientras seguía sin entender nada. Que le diera trabajo a Aina era más normal, pero a mí no. Y aún así, si yo quería rehacer mi vida con Aina… la única condición era precisamente no volver a tener contacto con Ricardo.

Pasaron unos minutos y volvieron. Ricardo se sentó y miró a Aina. Ella no se sentó, se me acercó antes de eso y me dijo:

-Es… es una buena oportunidad Mario.

Entonces acercó su boca a la mía y me besó. Me pilló con tanta sorpresa que no supe reaccionar. Lo único que noté, fue un extraño gusto salado en sus labios.

Ahí cambié el chip.

-Claro, imagino que no queda otra. Acepto- Le dije a Aina, con intención de ganar por fin a Ricardo.