Producto de mis decisiones (Parte 3): Cap 88 y 89
Ricardo consigue finalmente follarse a Aina delante de Mario.
Capítulo 88
Le metí entonces un gancho de derecha a Rafa, impactando de lleno en su mandíbula.
Él se quedó unos segundos quieto, solamente tocándose la mandíbula. Entonces me miró y me dijo:
-Me lo tengo merecido. Por el otro día y por hoy. Pero por muchas ostias que vayas dando, no evitarás lo tu esposa.
-Sois todos unos malnacidos, unos cerdos hijos de puta- Dije.
-Mira Mario, yo no te deseo ningún mal. Riqui está obsesionado con Aina, es cosa suya y vuestra- Respondió él.
-Por eso le ayudas…
-Mi ayuda no es determinante. Te diré más, Riqui me propuso algo muy fuerte, convencerla de entrar de lleno en el porno y aprovecharme así de sus dudas contigo y vuestra crisis matrimonial. Y no acepté. Tengo unos principios. Si luego yo entablo amistad con tu esposa, le doy algún trabajo, le invito a fiestas… no creo que esté haciendo nada malo- Seguía diciendo Rafa.
-Me estáis jodiendo la vida- Respondí.
-Yo no te quiero joder nada. Tampoco te voy a retener aquí, ni a obligar a que veas nada. Aunque Riqui lo está deseando. Tú eres libre de decidir, mi habitación es la primera a la derecha cuando subes. La salida ya sabes donde está…
Tras decir eso, Rafa se fue de esa sala y me dejó, solo, con mi incertidumbre. Pulsar el 3 y ver qué estaba ocurriendo en esa habitación. Ir directamente e interrumpir lo que estuviera pasando. O irme de ahí para no volver. Estaba entre la primera y la última opción. La segunda, de colarme en la habitación sin ver nada antes, solamente me convencía por un motivo. Porque con mi mala suerte, seguro que no estarían haciendo nada… y sumaría una cagada más a mi lista infinita. Podría usar el contra gafe para eso, pero era ciencia ficción. La realidad es que algo estaba pasando ahí dentro. Y entrara yo o no, seguiría pasando.
Así que mi curiosidad ganó de nuevo, como siempre. Iba a pulsar el botón, iba a visionar qué estaba ocurriendo en la habitación de Rafa. En teoría, con Aina dentro rendida ya ante Ricardo. Pulsé el botón y lo vi.
Ricardo estirado boca arriba en la cama, totalmente recto. Con Aina enterrando su cabeza entre las piernas de su amante. Se repetía el sexo oral, se repetía mi pillada a través de una pantalla. Y se repetía el dolor, mi fuerte dolor en el pecho tras ver en seco aquella imagen. Más dolorosa incluso que el día en que vi el 69 a través del cristal de la sauna.
Y es que esta vez ya no era un desliz. Ya no eran un cúmulo de acontecimientos, donde mi mujer se fue calentando poco a poco por culpa de Ricardo. No, esta vez ella había provocado todo eso. Yo me había ido, dejándola ahí con su elección. Una elección que estaba descubriendo desde esa cámara de seguridad,
Una cámara de seguridad situada en una esquina de esa habitación. Con una Aina que chupaba y chupaba, sin darse cuenta de que había una cámara que lo estaba grabando todo. Y sin darte cuenta tampoco que aquella polla no le cabía entera.
Ella seguía a lo suyo, cogiendo aquel aparato con su mano derecha e intentando abarcar lo máximo posible con su boca. Vi como incluso apartaba un poco la polla hacia el vientre de Ricardo y daba un lengüetazo por todo el tronco del rabo, de forma muy sensual. Estaba desatada, ya no era Aina. Por lo menos no la que yo conocía.
La cámara no debería registrar audio, o por lo menos yo no sabía cómo funcionaba. Pese a eso, podía ver a Ricardo haciendo movimientos con la boca, seguramente gimiendo del gusto. No era para menos, Aina seguía turnando la mamada con pequeñas sorpresas. Tras el lengüetazo por todo el tronco, vi como se introducía ambos huevos en la boca… para luego darles también un buen repaso con la lengua.
Ya era suficiente. Para qué seguir torturándome. Ya mi única duda era si irme o si entrar a la habitación a liarme a ostias con ese tío. Podría evitar que se tirara a mi mujer… pero solamente sería algo momentáneo. Porque estaba convencido que caería. Aún así, una pequeña parte de mí quería resistir. Quería creer a Marcos y pensar que si podíamos esquivar ese temporal, ya nada nos pararía.
Pero el temporal llegó, ya era demasiado tarde para esquivarlo. No pude ni reaccionar cuando Ricardo se levantó, al igual que Aina que fue a buscar su bolso. De ahí sacó un condón. No iban a hincharlo para jugar a los globos, eso estaba claro. Ricardo se lo cogió a Aina y se lo puso rápidamente. Y vino de nuevo mi duda, si seguir martirizarme o irme ya de ahí.
Pero como buen mirón, me quedé. Aunque no por placer, todo lo contrario. Tenía aún un 1% de esperanzas de que algo ocurriera. De que Aina se lo pensara en el último momento. De que Ricardo se tropezara con la mesilla de noche y no pudiera follar. Cualquier cosa me valía para evitar ese polvo.
Pero no. Ricardo hizo tumbar a mi mujer a cuatro patas en la cama, para situarse justo detrás de ella. Me pareció que le dijo algo a ella en el oído, para acto seguido apuntar aquella enorme polla hacia su estrecha vagina. Una polla que Ricardo restregó unos segundos arriba y abajo, por toda la longitud del coño que tanto ansiaba. Vi como después agarraba a Aina de las caderas e introducía la puntita en su interior. Pero no, su intención no era meter solo la puntita. Fue empujando lentamente, introduciendo ese aparato poco a poco en el interior de mi mujer.
Tenía la cámara en horizontal en la pantalla, por lo que podía ver tanto ese trozo de carne ir entrando poco a poco en Aina. Como su cara, desencajándose por momentos. Cuantos más centímetros entraban, más muecas hacía Aina. No podía escuchar, pero en mi cabeza retumbaba la voz imaginaria de mi mujer gritando ante tal profanación.
Pero todo tiene un final. Aunque no del polvo, sino de la ensartada. Y es que Ricardo se la introdujo entera. En un proceso lento, o por lo menos a mí se me había hecho eterno. Pero ya tenía toda su polla dentro de mi chica. Yo de nuevo me fijé en la cara de ella. Era un poema, como la mía tras ver todo eso.
Y peores fueron nuestras caras cuando Ricardo la empezó a sacar, también lentamente. Las muecas en Aina volvieron, cerrando los ojos, sin saber dónde agarrarse. Me pareció ver incluso como se mordía los labios. No sé si de dolor o de placer.
Tras sacar más o menos la mitad de su polla del interior de Aina, Ricardo volvió a introducirla con un poco más de ritmo. Y de nuevo la sacó… y la metió… y la sacó y la metió. Y así siguieron unos segundos, follando ya con todas las letras, mientras yo me sentaba en una silla derrumbado aunque sin llorar.
Ese dolor era extraño, indescriptible. La imagen era mucho más dura que la vivida en la sauna. Pero por algún motivo, mi sensación era distinta. Medio yo estaba angustiado. Y el otro medio calmado, en paz. Estaba ocurriendo lo inevitable, lo que se había cocinado en los últimos meses. Lo de la sauna solo fue el aperitivo. Ahora estaba viendo el primer plato. Y lo peor es que no sabía cuando terminaría ese banquete. Ricardo y Aina parecían hambrientos, así que nadie lo podía saber. Seguramente ni ellos mismos.
Tras unos segundos con la vista perdida, miré de nuevo a la pantalla. Ahí seguían ambos, follando cada vez con más ritmo. Me iba a ir a casa, pero hubo algo que me hizo cambiar de opinión y seguir mirando unos segundos. Y es que pese a la gran follada, me fijé en que Aina parecía no emitir demasiados sonidos. Yo no podía escuchar nada, pero veía como apenas abría la boca. Cerraba y abría los ojos, se agarraba con fuerza a las sábanas. Incluso apretaba los dientes, pero no gemía. Hasta que el hijo de puta de Ricardo cambió hasta eso.
Él vivía en un videojuego y se sabía todos los trucos. Si algo no le salía como quería, lo cambiaba a su antojo. El nivel de follarse a mi mujer le había costado, pero se lo estaba pasando. Y se lo quería pasar a lo grande. Por eso pegó de nuevo su boca al oído de Aina. Una Aina que tras escuchar lo que le dijera su amante, empezó a abrir la boca.
Y si tenía dudas sobre si realmente estaría gimiendo, al momento se me disiparon. Apagué la pantalla (tampoco quería que nadie entrara y viera ese espectáculo), salí de la sala y me dirigí al salón. Ahí ya tenía tan cerca el piso de arriba como la salida. Pero tras mirar un poco hacia arriba, vi que mi gesto de apagar la pantalla de la sala de vigilancia fue tan inútil como ingenuo.
Subí lentamente, viendo como el pasillo estaba abarrotado. Había gente que subía detrás de mí, otra que salía de las demás habitaciones. Y otra que ya estaba ahí. Casi todos ellos y ellas concentrados justo delante de la primera habitación a la derecha. La de Rafa, la de la infidelidad de mi mujer con Ricardo.
Me planté ahí delante y pude escuchar claramente los gemidos de mi mujer:
-AHHHH… AH AH AH AH. SIII SIGUE SIGUE AHHH AH AH AH…
Más que gemidos, eran gritos. Seguramente se sentía liberada tras tantos meses de tensión. Al igual que yo, aunque terminando de distinta forma. Los gemidos de Aina seguían:
-VAMOS AHHHH AH AH AH… DAME MASSS AH AH AH…
No reconocía tampoco a mi mujer en esos gemidos, era otra persona. Pero lo peor de todo, fue escuchar los comentarios a mi alrededor:
-Joder vaya polvazo eh- Decía un chico a su amigo, que le respondía:
-Vaya follada jajaja.
Una pareja también comentaba la situación:
-Como chilla la guarra.
-Se estará muriendo del gusto, ni tú armas tanto jaleo.
Escuchaba murmuros, veía las caras de impresión de la gente, alucinando ante tantos chillidos. Tampoco es que hubiera tanta multitud, pero una decena de personas podía haber perfectamente y a mí se me caía la cara de vergüenza. Y eso que no sabían que yo era el marido de esa tía que gritaba, siendo follada por Ricardo.
-Le está partiendo el coño… pobrecilla- Decía el primer chico, a lo que su amigo añadió:
-O el culo jajaja vete tú a saber.
Yo estaba empezando a sentirme mareado. Estuve unos segundos sin pensar en nada, con la cabeza ida. Definitivamente estaba perdido, en todos los sentidos. De nuevo un comentario, en este caso de una chica, me devolvió a la realidad:
-Uf… qué envidia.
Y otra chica le respondió:
-Yo me lo tiré hace un tiempo por primera vez… y te digo yo que no vuelves a ser la misma jaja.
Entonces decidí irme, pero de nuevo cambié de opinión por enésima vez. Y fue al escuchar un último comentario de un hombre:
-Mira que he venido a fiestas, mira que ha follado aquí gente… pero nunca había visto tanta expectación jajaja. La afortunada debe estar tremenda y Riqui le está dando un repaso… menuda follada. Pobre el cornudo, cuando vea a su pareja llegar a casa rellena como un pavo jajajaja.
Varias personas rieron ante tal comentario. Yo lo que hice fue abrirme paso y abrir la puerta. La escena, aunque imaginable, era mucho más impactante. Mucho peor que escucharla, mucho peor que verla en el monitor. Mucho pero que lo visto en la sauna, tanto en directo como en la tablet.
La cama estaba vertical hacia mí, con una Aina también mirando hacia mí. Mirando pero sin verme, ya que tenía los ojos totalmente cerrados. Seguía a cuatro patas, aunque no estirada del todo, sino ligeramente levantada por Ricardo. Un Ricardo que la seguía penetrado con un ritmo frenético, mientras ella soltaba ligeros bufidos. Él tenía su mano izquierda en la cadera de mi mujer, mientras que con la derecha amasaba su enorme pecho derecho. Eran demasiados estímulos en pocos segundos.
La cara desencajada de Aina, con los ojos cerrados pero haciendo unos gestos que nunca le había vistos. Unos gestos de puro placer, de éxtasis. Un Ricardo también con los ojos cerrados, moviendo las caderas con cadencia para penetrarla. El pecho derecho de mi mujer, siendo amasado por él a la vez que iba pellizcando el pezón. Y un pecho izquierdo que se movía libremente, por efecto de la gravedad y de tales sacudidas. Lo único que no veía desde mi posición frontal era la penetración en sí, aunque sin duda sería más impactante si cabe que todo eso.
No sabía si la gente estaría viendo el mismo espectáculo que yo, les debería tapar bastante. Pero si se asomaban un poco por la puerta, algo verían sin duda. Fueron pocos segundos pero de nuevo el tiempo se me había parado. Aunque Ricardo volvió a poner en marcha el reloj.
Vi como de repente abría los ojos, viéndome claramente. Y a la vez que esbozaba su eterna sonrisa, esa vez definitiva, empezó a imprimir aún más ritmo a su penetración. Ya directamente la estaba reventando, la follaba lo más duro que podía. Aina chilló, no sé si de dolor o de placer.
¡¡¡AHHHHHH ANIMAAAAAAAAL… AHHHH JODERRR AHHH AHHHH AHHHH!!!
Capítulo 89
Tras soltar esos gritos y desencajar aún más su rostro, Aina abrió los ojos.
Al principio ni se percató de mi presencia. Parecía tener los ojos en blanco del placer, no veía nada. Estaba ida. Pero instantes después ya sí que me vio, ahí delante plantado, observando la culminación de su infidelidad. Observando como no solamente era follada por el tío que más odiaba en el mundo, sino como la sometía a su antojo, matándola del gusto.
Aina intentó recomponer su rostro como pudo, a la vez que decía:
-Joder Ricaaaardo… parah… parahh…
Hablaba y gemía a la vez, se dirigía en ese tono a un Ricardo que disminuyó el ritmo… aunque sin parar de follarla. Entonces Aina se dirigió a mí, aunque mirando hacia abajo:
-Maario…. veteee… ah… no quiero hacerte daañoh…
Yo estaba mudo, ahí de pie mirándola. Cuando Ricardo quitó su mano derecha del pecho de mi mujer y la agarró del pelo. Tiró hacia atrás su pelo y su cuello, haciendo que Aina me mirara fijamente y dijera:
-Paraaa Riquiii…. joderrr…
Pero Ricardo hizo caso omiso, todo lo contrario. Usó entonces su mano izquierda para cambiar la postura de Aina, que quedó algo más levantada. Ya no estaba recostada, sino recta, de rodillas en aquella cama y con Ricardo follándola desde atrás. Pero no terminó ahí la cosa. Acto seguido empezó de nuevo a follarla duro, no tanto como segundos antes, pero con una gran cadencia.
Y esa imagen era mucho más dura. El doble, el triple… mil veces más. Veía a Aina de rodillas, mirándome, con su coño siendo brutalmente penetrado por la polla de ese indeseable. En esa posición la veía perfectamente entrar y salir del coño (en esos momentos con bastante vello anaranjado) de mi mujer. Sin pausa, sin apenas dificultad… y sin condón.
No sabía cómo ni cuando, pero en algún momento de ese polvo se lo habría quitado. Era la guinda. Aunque para guinda, ver como Aina intentaba resistirte a gemir ante mi presencia. Intentaba también no mirarme, pero entonces Ricardo pasó su mano del cabello a su cuello, estrangulándola y dirigiendo su mirada de nuevo hacia mí.
Y ahí sí que Ricardo aceleró brutalmente el ritmo, como segundos antes. Aina no pudo resistir el gemido, pese a estar en contacto visual conmigo:
-AHHHHHHHHHH…. JODERR PARAAAAAHHH… AHHHH.
Pese a esa súplica, Aina no quería o no podía hacer nada para evitar toda esa situación. Algo que ocurrió en apenas segundos, pero que para mí fueron eternos. Fui dando entonces pequeños pasos atrás, sin atreverme a mirar toda la gente que habría detrás de mí. Observando tal espectáculo seguramente. Alucinando ante esa escena digna de una película porno, mucho más cruda que lo grabado antes en la piscina con Rafa.
Pero grave error el mío, uno más. Ricardo empezó a bufar también… y eso significa una cosa bien clara… que se iba a correr dentro de mi mujer, sin condón. Yo estaba ya en la puerta, a punto de girarme e irme, pero tuve que verlo.
Ver como Ricardo paraba en seco, con su enorme polla introducida por completo en el coño de Aina. Una Aina que me seguía mirando, aunque no sabía si realmente me veía ya. Lo único que hizo ella fue correrse, al unísono con Ricardo. Este la ayudó, poniendo su mano izquierda en su clítoris para ayudar a tal tarea. Era un maestro del sexo.
Y esa fue la penúltima imagen que vi. La polla de Ricardo completamente ensartada en Aina, convulsionando, expulsando todo el semen que tendrían esos enormes cojones. Con una Aina ya totalmente fuera de sí, desencajada, corriéndose a la vez que su amante. Tan siquiera escuché su orgasmo, mis oídos empezaban a pitar.
Ricardo fue sacando entonces su polla, lentamente. Centímetro a centímetro, veía aquella polla abandonar el maltrecho coño de mi chica. A la vez, veía como iba cayendo un pequeño reguero de líquido blanquecino. Algo que se hizo más abundante aún cuando terminó de sacarla entera y se vio su capullo brillante, aún con semen en él. No quise ni fijarme en el coño de Aina, que seguramente estaría irritado y más abierto que nunca. Solo vi que por sus muslos caía ese mismo líquido. Esa fue la última imagen.
Me giré y en efecto había bastante gente, todos ellos mirándome con distintas caras. Algunos con media sonrisa, otros perplejos. Algunos incluso con pena. Fui cruzando el trozo de pasillo que había y bajé las escaleras. Escuché varios murmuros, que por suerte no pude interpretar. Escuché incluso alguna risa. Me estarían llamando cornudo, estarían llamando guarra a Aina… o campeón a Ricardo. Algo del estilo, incluso alguno sentiría pena. Aunque para pena la mía.
Crucé la puerta y me dirigí a mi coche. Quería irme de ahí a toda prisa, como en el día de la sauna. Aunque la sensación era muy distinta, estaba directamente derrotado, sin saber qué pensar. En mi mente ya no había pasado, presente ni futuro. Solo se repetía en bucle lo que había presenciado en directo.
Algo que había durado unos pocos segundos, pero que se me hizo eterno. Un Ricardo follándose a Aina, ambos abriendo los ojos y viéndome. Ella intentando no mirar y pidiendo a Ricardo que parara. Un Ricardo disminuyendo el ritmo, pero obligando a Aina a mirarme. Una Aina pidiéndome entre gemidos que me fuera, mientras Ricardo cambiaba la postura para que yo pudiera ver bien como se follaba a mi mujer. Finalmente, un Ricardo penetrándola a toda máquina, arrancándole un tremendo gemido y posterior orgasmo mientras mi chica me seguía mirando. Y un Ricardo corriéndose dentro de ella.
No sabía si todo eso había ocurrido en un minuto o incluso menos. Fue todo muy rápido, pero en mi cabeza se repetía en bucle y en cámara lenta. Eso sí que era una pesadilla.
Y yo no estaba para conducir, pero de nuevo y por segunda vez como en la sauna… apareció mi ángel de la guarda. Marcos, consciente de lo ocurrido antes en la fiesta, me había llamado varias veces.
Así que devolví la llamada:
-Hola Marcos…
-Mario, ¿Qué tal? ¿No contestabas y estaba un poco preocupado por ti y por Aina.
Tras decir eso mi amigo, me derrumbé. Estuve unos segundos llorando como un niño, soltando toda la tensión acumulada. Intenté recomponerme y explicarle la situación a Marcos. Sin entrar en esos bruscos detalles, le dije que Aina finalmente me había sido totalmente infiel con Ricardo, pudiéndolo observar yo mismo.
-Ostia puta… cojo un taxi que me lleve ahí y conduzco yo tu coche de vuelta, que Núria está fuera. Voy ya, no hagas ninguna locura por favor Mario…
Marcos era consciente que si conducía podía terminar mal, así que decidió de nuevo venir en mi búsqueda. Estuve un rato esperando hasta que vi llegar a Marcos en el taxi. Salí del coche y nos abrazamos durante unos instantes.
-Venga vámonos- Me dijo.
Condujo hasta casa y apenas hablamos durante el viaje. Él debió ver mi cara de agotamiento, sobretodo mental. Tampoco quiso molestarme. Solamente se preocupaba de vez en cuando por mi estado, ya que me sentía un poco mareado.
Pero llegamos finalmente a su casa. Subimos al piso y me dijo:
-Túmbate un rato, duerme. Cuando tengo un mal día es lo que hago. Los problemas no se van, pero puedes relajarte un poco. Es la mejor forma de olvidar… sin tener que recurrir a otras cosas. Ya luego hablamos.
Así que le hice caso y me tumbé en la cama de la habitación de invitados, como semanas antes. Aunque esta vez me dormí del tirón, el cansancio era demasiado grande.
Me desperté y ya era de noche. Fui al salón y estaba ya Núria, que vino a abrazarme al verme. No dijo nada, seguramente tan poco acostumbrada a esas situaciones como yo. Marcos nos miraba, también sin saber qué decir.
Me senté al sofá y entonces el anfitrión sí que habló:
-Tienes que decidir. Por nuestra parte puedes quedarte el tiempo que quieras, no molestas. Pero creo que esta vez la cosa es grave ya… y tú no has hecho nada malo. No sé si me explico.
-Sí Marcos… creo que sí- Respondí.
-Tú descansa y te lo piensas. Es tú casa, si Aina la ha cagado que se vaya. Es duro pero es así. No puedes estar escapando de tu propia casa por su culpa. Si no tienes dinero para el alquiler yo te ayudo, no te preocupes- Me dijo mi amigo.
-Bueno… me lo pienso y mañana vemos- Respondí.
Cenamos y me fui temprano a dormir. Esa vez, a diferencia de unas horas antes, no pude conciliar el sueño con facilidad. En mi cabeza se seguía repitiendo en bucle la follada que le había pegado Ricardo a mi mujer. No era justo para por eso. No era justo tener que vivir toda esa situación. Me preguntaba qué había hecho mal. Porque la vida me trataba así. Me puse de nuevo a llorar, aunque tras eso ya sí que me dormí.
Por la mañana el día siguiente, domingo, desayunamos los tres y hablamos un poco sobre la situación. Me preguntaron qué quería hacer, cuál era mi plan para el futuro. Y la verdad es que no tenía ni idea. Marcos me dijo:
-Bueno… luego por la tarde vamos a tu casa a por cuatro cosas. Te vienes aquí unos días si no estás preparado para estar en casa. Y ya con calma te decides. Pero como te dije ayer… no te aconsejo huir de tu propia casa, no has hecho nada malo.
-Es que la idea de verla… de encontrármela… no puedo Marcos… no puedo- Dije.
-Algún día habrá que hablarlo… no entiendo qué pasa por su cabeza para hacer algo así. Aina no es de esas…- Dijo Núria, sin querer hacer daño, aunque expresando que Aina se había comportado como una fulana.
Comimos y ya por la tarde fuimos a mi casa. No tenía ninguna llamada de Aina, tampoco mensaje. Ni Marcos o Núria. Esta vez era distinto, mi mujer era plenamente consciente de su error y que ninguna disculpa surtiría efecto.
Llegamos Marcos y yo a mi casa, para coger lo imprescindible para una semana. Pese a que el día siguiente era lunes, era un parado. Otra gran “suerte” en mi vida. Por lo menos podría pasar mis penas en un sofá y no perdiendo el tiempo en la oficina, entorpeciendo a los demás.
Empecé a recoger algunas cosas cuando, como en la última vez, escuché el ruido de la puerta. Dirigí rápidamente una mirada asesina a Marcos, que dijo:
-Te prometo que no sé nada esta vez.
Entonces entró Aina, que nos vio a ambos y miró al suelo. Marcos dijo:
-Os dejo solos… pero quiero decirte algo Aina. Nadie se merece lo que está pasando Mario. Nadie. La puede cagar las veces que quieras, pero nunca te ha herido. Creo que eres lista para entenderlo.
Tras eso y sin tan siquiera mirarla, Marcos cruzó la puerta y se fue, cerrándola a su paso. Nos quedamos Aina y yo solos… y esta vez sí que levantó la cabeza para mirarme. Vino hacia mí pero me aparté de golpe.
-Mario… no sé qué decir.
-Nada. No digas nada.
-Tendríamos que haberlo hablado… todo… desde un principio- Dijo ella.
-No sé hasta qué punto ha sido todo premeditado, pero me has hundido- Contesté.
-No… no era premeditado. Solo lo de probarte con Lara, a ver como reaccionabas… Ricardo me prometió trabajo para los dos a cambio de esa pequeña prueba… te lo juro…
Empezó ahí mi cuestionario:
-Aina, te voy a hacer unas preguntas. Como me mientas en una sola, no me verás nunca más. Me da igual que me duela, no puedes seguir engañándome.
-Dime…
-¿Desde cuándo te atrae Ricardo?
-No es que me atraiga… pero con lo de la sauna me liberé y desde ahí no he sido la misma… como que necesitaba quitarme esa duda- Me respondió Aina, a lo que volví a preguntar:
-¿Qué puta duda?
-Follar con Ricardo… poder experimentar eso. Carla me comió el coco durante meses… luego sabía las experiencias de compañeras… y él que es así guapo, está bueno y tiene… joder Mario lo necesitaba.
-¿Y desde cuando te lo quieres tirar? ¿Habéis hecho algo más antes?
Tras esa pregunta, Aina me dijo:
-No, te juro que no. Todo lo que te dije es cierto. Le quise apartar, volver a estar normal contigo… pero algo no funcionaba. Tú ya no confiabas en mí y te entiendo… pero nunca ha pasado nada más con él... ni con nadie. Créeme Mario.
-¿Y lo del dinero de Rafa?- Pregunté entonces.
-Ahí te mentí… Rafa me dijo lo del dinero pero que tendría que ayudarle con algunas cosillas suyas. Pero nada de sexo. Solo eso del doblaje, figuración… lo que pasa es que no sabía cómo decírtelo. No podíamos pedir dinero a nuestros padres, tampoco tenemos demasiadas amistades… de verdad que lo hice por nosotros. Pero no sabía cómo decirte eso- Me comentaba Aina, a lo que le dije:
-Podíamos devolver uno de los coches… pedir dinero a Marcos incluso. Joder, hasta yo estaba a punto de elegir un trabajo. Tendrías que habérmelo dicho antes.
-Lo sé Mario… pero temía tu reacción. Desde la sauna que no hemos sido los mismos.
-Pff… no sé qué decirte Aina. Y aún no me has respondido desde cuando te lo quieres tirar- Le dije a mi mujer.
Ella se quedó unos instantes en blanco, al borde del llanto. Hasta que dijo:
-Yo no quería… no quería hacerte daño. Nunca he querido. Tras lo del dinero Rafa me dijo que Ricardo quería hablar conmigo para aclarar un poco el tema. Me fié… y por mensajes estuvimos hablando de lo sucedido, de cómo afectaría eso a nuestro matrimonio…
-Y te convenció para follar, bueno para que me convencieras de que aceptara ser una pareja abierta o algo así… hijos de puta- Dije.
-No… Joder Mario no. Me dijo que la confianza no volvería a ser la misma, que hacía falta algo. Que yo le atraía mucho pero tampoco nos quería joder… y que quería probar algo simplemente.
-¿Lo del intercambio en la fiesta no?- Adiviné, ya que ella me dijo:
-Sí… me dijo que fuéramos ahí sin miedo, que no pasaría nada raro. Que si íbamos nos podía conseguir trabajo a ambos juntos, sin intervención suya. Y que quería probar algo con Lara, que se te insinuara o algo así para demostrarte que tú eres igual que todos.
-Claro, porque Lara esté buena y sea mi amiga, me la quiero tirar pese a estar casado… No Aina, no todos somos como Ricardo. No todos queremos destruir matrimonios. Propios o ajenos.
-Lo siento…- Dijo Aina.
-¿Y el tema intercambio surgió ahí en serio? ¿Y pretendías tener una vida liberal o que fuera un consentidor de mierda?-Pregunté de nuevo.
-Sí… surgió ahí te lo prometo. Ahí me dijo de probar eso en la habitación… él decía que estaba seguro que tú no te resistirías a Lara… y en fin que él y yo podíamos probar algo según tu reacción… pero no te quería hacer daño de verdad. No quería apartarte ni que fueras consentidor de nada. Tampoco quería que tuvieras sexo con Lara… ni pensé en cómo reaccionaría yo en ese caso. No quiero esa vida para nosotros… solamente quería… ya sabes. Pero sin hacerte daño… lo siento… joder lo siento.
Aina no pudo terminar la frase y empezó a llorar desconsoladamente, poniéndose las manos en su rostro.
Yo no dije nada, aunque Aina repetía una y otra vez:
-Lo siento… lo siento de verdad. Mario lo siento. Yo te amo, quiero una vida contigo.
-Deja de decir lo siento… ¿Me juras que nunca más me has sido infiel?- Le dije.
-Sí.
-¿Me juras que nunca más me serás infiel?
Ante mi segunda pregunta, Aina me miró aún llorando, sin responder. Entonces le dije:
-¿Cuántas veces?
-¿Cuántas veces qué?- Decía Aina, sin entender mi pregunta.
-¿Cuántas veces más habéis follado después de irme del chalé- Solté.
-Qué importa eso Mario…- Dijo Aina.
-He dicho que cuantas veces más hab…
-Tres…. tres veces más me ha follado- Dijo, cortándome.
Entonces me acerqué a ella y aprovechando que llevaba su mini falda, metí mi mano por debajo de ella. Mi intención era apartar sus bragas, pero no hizo falta porque no llevaba. Así que pude palpar directamente su coño, metiendo incluso un dedo… y comprobando como había humedad aún en él.
-Así que vienes recién folladita eh… fuera de mi casa puta asquerosa.