Producto de mis decisiones (Parte 3): Cap 72 y 73
Tras el 69 entre Aina y Ricardo, Mario necesita ver en la tablet la grabación sobre lo ocurrido. La infidelidad de su mujer puede ser aún mayor...
Capítulo 72
-Bueno… te dejo solo. Cualquier cosa me avisas… y en serio no te comas más el coco.
Marcos me dijo eso y me dejó solo en la habitación, cerrando la puerta. Lo que iba a ver en esa tablet era íntimo y podía causarme mucho dolor. No entendía qué había podido pasar entre el momento que Aina decidió irse de la sauna, hasta que yo llegué a los pocos minutos y estaban ambos comiéndose mutuamente.
En esa tablet también estarían capturados los momentos después. Desde ese 69 hasta que la paré yo mismo al escuchar los gemidos de Aina más tarde. No sabía si estaba preparado para ver eso… aunque necesitaba verlo también.
La encendí y me puse a navegar por el menú, buscando los archivos. Estaba prácticamente vacía, más allá de los programas básicos. El hijo de puta había comprado una tablet nueva solo para humillarme, para que viera su conquista sobre mi mujer. Tan siquiera sin saber el resultado final, se la había jugado y había ganado. Todo o nada.
Entré en los vídeos y en efecto ahí estaba la grabación de pantalla. Duraba muchos minutos y ocupaba muchísimo espacio. Aunque siendo nuevo ese aparato, cabía de sobras. Le di al “play” al vídeo y se vio la sauna, justo en el momento en que yo empecé con esa captura. No necesitaba volver a ver eso, así que fui avanzando la línea de reproducción con el dedo, pasando las imágenes a cámara rápida. De repente llegué al punto en que Aina ya no aparecía en pantalla. Tiré un poco para atrás, justo cuando mi mujer había desaparecido de escena. Justo cuando guardé la tablet y me escapé del trastero.
Ahí estaba Ricardo en pantalla, esperando sentado en el banco de la sauna, sin saber qué hacer. Igual que estaba yo en esa cama, esperando para saber qué había ocurrido en esos minutos en los que corría como un loco buscando a mi mujer por el recinto. Entonces vi como Ricardo se levantaba y desaparecía también de escena aunque poniéndose de nuevo la toalla en sus partes bajas. Tras unos segundos sin verse ni escucharse nada, aparecieron de nuevo ambos. Él tenía su brazo derecho apoyado en el hombro de Aina, como buscando complicidad.
Fue entonces cuando el propio Ricardo rompió el silencio:
-Ya te he dicho que estos suelos resbalan. Y más así corriendo. Casi de abres la cabeza joder…
-Pff me duele mucho el muslo…- Respondió Aina.
-Ven aquí anda, siéntate- Le decía él.
-Pero solo descanso un par de minutos y me voy…
-Que sí, tú tranquila- Le decía Ricardo, Aunque Aina se seguía quejando:
-Joder qué caída más tonta… soy imbécil. Puta alarma.
-Jajaja no pasa nada joder… aunque ha sido un poco tonta sí jajaja. La alarma ya ha parado así que habrá sido un error. Si no hubieran venido los vigilantes. Venga que te toco un poco. Ahí hay aceites creo- Dijo Ricardo, levantándose y yendo hacia el armario de las toallas, donde estaría el móvil en la parte superior grabándolo todo.
Pese a eso, Ricardo ni se inmutó. Tenía su rostro muy cerca de la cámara (aunque algo por debajo) pero tan siquiera miró un segundo al móvil. Yo no entendía donde estaría escondido exactamente. Seguramente cubierto por las propias toallas.
Ricardo volvió al banco, con un bote de aceite en la mano. Aina le dijo:
-No es buena idea…
-No es lo mejor, ya lo sé. Pero es lo único que hay. Ni cremas ni nada, pero bueno algo te aliviará. Recuerda que tengo unas manos mágicas jajaja- Le dijo Ricardo.
-Venga… échame un poquito aquí solo, ya me toco yo- Dijo mi mujer.
-Tócate lo que quieras, no te juzgaré jajaja.
-Pff qué pesado…- Dijo mi chica, aunque sin sonar a reproche. Parecía que incluso le hizo gracia.
Ricardo se echó un poco de aceite en la mano izquierda, se lo repartió en ambas manos tras dejar el bote al suelo y lo empezó a extender por el muslo derecho de Aina.
-Ya lo hago yo…- Decía Aina, aunque sin demasiada convicción.
-Tranquila… relájate. En dos minutos estarás como nueva. Tú déjame.
Tras decir eso, Ricardo empezó a masajear el muslo de mi mujer con más intensidad. Hacía movimientos circulares y lentos. Aunque parecía que apretaba bastante. Era casi como un masaje. Como en mi sueño. Aunque en circunstancias muy distintas.
Ricardo estuvo masajeando la zona durante unos segundos hasta que se levantó. Cogió una toalla también del armario y la estiró en el banco. Entonces dijo:
-Así estaré más cómodo.
-Pero si ya tienes tu toalla- Dijo Aina.
Entonces Ricardo le respondió pero sin palabras. Se quitó la toalla, la única prenda que llevaba y que le tapaba su enorme mástil. De nuevo, se quedaba desnudo. Como unos minutos antes en esa sauna, cuando yo lo estaba viendo en directo.
Pero habían cambiado dos cosas. Primero el estado del miembro de Ricardo, que ya no estaba en semi-erección. Estaba directamente empalmado, mostrando con orgullo su erección. Y también había cambiado la reacción de Aina. Esta vez no hubo reproche, no hubo ninguna mención a mi persona. Aina simplemente miraba ese rabo, embobada. Sin saber qué decir ni qué hacer. Así estaba yo también.
Ricardo se sentó encima de la toalla, ya extendida en el banco. Le dijo a mi mujer:
-Vente tú también que estarás mejor.
Aina no rechistó, se acercó y se puso encima de la toalla, quedando sentada en paralelo a Ricardo, ambos pegados. Entonces él, sin previo aviso, se puso a reanudar su masaje al muslo derecho de mi mujer.
Estaban pegados, ella sentada de forma normal en ese banco. Mientras que él estaba ligeramente girado hacia su izquierda, donde estaba Aina. Masajeaba con intensidad ese muslo, a la vez que la miraba a ella fijamente a los ojos.
Ella apenas le podía aguantar la mirada, aunque de repente cerró los ojos. Yo dejé de fijarme en sus caras y volví a fijarme en sus cuerpos. Ricardo ya no masajeaba simplemente el muslo de Aina, había subido su mano hacia el interior de la toalla. Le estaría rozando casi el pubis.
Pero entonces paró, retirando la mano. Aina abrió los ojos y le miró fijamente, como pidiendo explicaciones. Ricardo se las dio, aunque de nuevo sin necesidad de hablar. Usó su mano derecha esta vez para coger la toalla de Aina y retirarla con todas sus fuerzas. La lanzó hacia un lado, quedando fuera del alcance de ella.
Aina se tapó su cuerpo como acto reflejo. Con su mano izquierda el pubis, mientras que con la derecha los pechos, aunque apenas tapada los pezones con dificultad, viéndose casi enteros esos enormes pechos aplastados por sus manos.
Ambos se miraban fijamente, en silencio. Fueron apenas unos pocos segundos, que se me hicieron eternos. Seguramente igual que a ellos, donde el tiempo parecía haberse detenido por completo. Parecía un juego donde perdía el primero en moverse.
Y “perdió” Ricardo, ya que se abalanzó a besarla. Un beso que muy a pesar, fue correspondido. Ya me lo imaginaba, al fin y al cabo les había pillado luego comiéndose sus partes. Pero no por eso era menos doloroso.
Estuvieron besándose apenas medio minuto, cuando Ricardo le acarició el cuello a mi mujer. También le retiró un poco el pelo hacia un lado y empujó su cabeza ligeramente hacia abajo. El motivo era más que evidente.
Aina se encorvó y se quedó a escasos centímetros de la polla de ese animal. Estaba a punto de presenciar lo inevitable. El momento exacto en el que empezó la infidelidad carnal de mi mujer. Lo podía haber dejado así, ya había visto todo lo necesario. Pero necesitaba saber si hubo algún atisbo de culpabilidad en ella.
Nada más lejos de la realidad. Ricardo parecía un experto en ese tipo de situaciones, donde la línea que separaba el éxito del fracaso era muy fina. Tenía a Aina prácticamente a sus pies, pero cualquier duda de ella o error de él, podían tirar todo el trabajo por la borda.
Así que Ricardo aprovechó esos segundos donde Aina dudaba, mirando su enorme polla, casi rozándola con su pequeña nariz. Alargó su mano izquierda hacia el trasero de mi mujer, donde pareció dar con la tecla, literalmente.
Desde la posición del móvil no podía ver que estaba haciendo exactamente Ricardo con su mano ahí detrás. Pero la movía suavemente, subiendo poco a poco el ritmo hasta hacerlo de forma frenética en apenas segundos. Aina seguía encorvada, con los ojos cerrados, aunque parecía jadear ligeramente. Por lo menos abría y cerraba ligeramente la boca, aunque sin yo escuchar ruido alguno.
En una de esas aperturas de boca, Ricardo terminó de empujar con su mano derecha la cabeza de Aina, hacia su gran pene. Ella casi ni se inmutó, cuando abrió los ojos ya tenía el glande de ese tío en los labios. Y entonces sí que pasó lo inevitable.
Aina apretó sus labios, rodeando ese glande. Movió su mano izquierda hacia esa polla, sujetándola por primera vez. No dijo nada, seguía con el glande entre sus labios, pero parecía que ese tamaño le impresionaba. Era similar al tamaño del dildo que él mismo le regaló. Pero obviamente no era lo mismo tocar uno frío de plástico, que ese caliente de carne.
Mi mujer empezó a agitarlo. Arriba y abajo. Tenía bastante espacio para realizar la maniobra, ya que el pene era largo y ella apenas se estaba comiendo su glande. Pero Ricardo, al ver que la cosa no avanzaba, dejó de masturbar a Aina.
Se terminó de recostar en la toalla, mientras acomodó también a Aina. Ella estaba en una posición extraña, como sentada pero sin estarlo. La masturbación de Ricardo desde atrás la había dejado en esa postura poco ortodoxa. Así que él, como buen macho alfa, se puso a reconstruir la escena para que ambos estuvieran lo más cómodos posibles.
Hizo girar a Aina, que se situó encima de él. Ya por fin, estaban en la posición del 69 de cuando les pillé. Aunque aún no hacían nada, esa pequeña pausa para cambiar de postura parecía haber hecho que mi chica pensara por primera vez con el cerebro.
Estaba ahí, encima de Ricardo. Yo apenas podía ver su cara, ya que desde mi perspectiva lo que más veía era la cabeza de él con el coño de ella apenas a unos milímetros. Parecía dispuesto a atacar, aunque no hacía nada.
Yo veía el coño de Aina, desde lejos, pero seguramente con muestras de excitación. Lo corroboró Ricardo desde su mejor posición:
-Joder… como estás de mojada cabrona.
Fue lo primero que dijo alguien en esa sauna en un buen rato. Desde que habían empezado la acción de verdad. La contestación de Aina era clave. Y seguramente dejó muy satisfecho a mi enemigo:
-Me llevas calentando todo el rato hijo puta…
-Es que yo soy… inevitable jajaja- Respondió Ricardo.
-Y yo soy... una guarra.
Tras decir eso, mi mujer bajó de forma abrupta su cabeza, engullendo seguramente buena parte de esa polla. Ricardo se quedó sin palabras, solamente vi como echaba su cabeza para atrás, separándose un poco del coño de mi mujer.
Pero ese gesto de placer, producido también por la acción de Aina que le pilló de imprevisto, pasó a ser un gesto de caníbal. Ricardo se incorporó un poco para llegar al coño de mi mujer. Y una vez teniéndolo accesible y teniendo a Aina a su entera disposición, se pudo a comérselo rápidamente.
Ya estaba hecho. Ella, subiendo y bajando la cabeza. Él, degustado ese manjar que hasta el momento era solo mío. Daba lengüetazos, se separaba unos instantes para coger aire y seguía. Era muy impactante… y eso que no veía con demasiada claridad los gestos de ella.
Solo la con su movimiento de cabeza, intentando tragar ese monstruo. No veía sus gestos, pero estaba convencido que estaría en la gloria. Con los ojos cerrados, entreabiertos… no lo sabía. Con la mandíbula desencajada quizá, incluso babeando. Lo que sí babeaba era su vagina, a la que Ricardo estaba dando un buen repaso. Eso sí que lo veía bien. Demasiado bien.
Ricardo se quedaba unos pocos segundos haciendo sus trabajos bucales sobre el coño de mi mujer, para luego despegarse ligeramente, coger aire y darle un lengüetazo de abajo a arriba. Como chupando la tapa de un yogur. Repetía ese movimiento 4-5 veces, como si quisiera encontrar el premio que a veces había en esas tapas.
En ese caso el premio era la propia Aina… Y Ricardo le estaba dejando el coño brillante y reluciente. Yo ya tenía bastante, había visto todo lo necesario.
Capítulo 73
Le di al botón de pausa y dejé la tablet encima de la cama. Paré la pantalla por si acaso, tampoco sería agradable que entraran Mario o Núria y vieran a mi mujer ahí espatarrada con el coño más brillante que el Sol.
Pero aunque no lo vieran, debía contárselo. Por lo menos a Marcos, sin entrar en detalles… pero tenía que decirle lo del 69 de esos dos. Era una losa demasiado grande como para soportarla solo. Confiaba en él, seguramente más que en nadie en esos momentos. Me costaba horrores tener que decir lo que había presenciado. Tanto en directo en la puerta de la sauna como en la tablet. Pero necesitaba echarlo.
Le llamé para que entrara conmigo en la habitación y entonces le dije:
-A ver… es complicado todo esto… no sé por donde empezar.
-No temas. Normal que sea complicado. Lo que quieras contarme dímelo que de aquí no sale- Me dijo mi amigo.
-Pues he estado mirando y no sé… sinceramente no entiendo qué pudo pasar. Aina se fue de la sauna, fue cuando me escapé del trastero y tal…
-¿Pero qué pasó luego? Supongo que volvió por algún motivo- Preguntaba Marcos.
-Sí… se resbaló o algo en el pasillo y se hizo daño en un muslo. Ricardo fue en su ayuda y volvieron. Entonces le empezó a masajear la zona… y lo siguiente es historia- Le dije.
-Pero es muy fuerte… no sé Mario. Aina es sensata como tú, que le entre un calentón así de repente… ¿En serio no iría drogada o algo?
-Qué va, no lo parecía ni mucho menos. Les estuve viendo en directo por la tablet y hablaron durante bastantes minutos. Ella no parecía decir nada raro, ni estar bajo ninguna sustancia…
-No sé qué decir… me parece muy raro todo- Se limitó a decir Marcos.
-Es que son muchas cosas… no la justifico pero claro, tú no estuviste en el viaje. Tampoco en las quedadas de antes. No estás en casa cuando ella me habla de él. Tampoco estamos ni tú ni yo en el gimnasio o en el trabajo… eso de la sauna fue el último empujón supongo.
-Cada mente es distinta… a veces no somos nada racionales. Tiramos por la borda cosas importantes por algunas pequeñas y malas decisiones- Dijo él, a lo que respondí:
-Han sido mis decisiones… pequeñas y malas, pero no algunas. Demasiadas.
-No te culpes Mario, el único que no tiene nada de culpa eres tú.
-No Marcos, eso sí que no te lo consiento… tú mismo lo dijiste. No fue acertado meter en mi vida a un enfermo del sexo…- Le dije.
-Pero que Ricardo y Aina hagan algo, es culpa suya no tuya…
No dejé terminar a mi amigo, estaba furioso por todo lo que acababa de ver y por ser consciente que mis decisiones me habían llevado hasta ese punto sin retorno:
-¡NO! No joder no… si no le llamo a él ese día… si no le invito a casa…. si no convenzo a Aina para trabajar con él, para ir de viaje… joder…
No podía más, me eché a llorar como un niño pequeño. Un niño que no llora por una pérdida solamente, si no porque sabe que ha hecho algo mal. Sabe que sus actos han ocasionado un mal y han traído un castigo.
Marcos me abrazó y me dijo:
-No ganas nada con eso, nadie se imagina que por buscar el bien para tu familia, venga un tío a querer dinamitarlo todo por los aires.
-Es que no puedo más...he intentado de todo Marcos… todo. Una cosa y otra radicalmente opuesta. Y luego otra entre medias. Y tampoco, nada de nada. Todo lo que haga es aprovechado por ese tío, sea lo que sea- Le dije, aún con lágrimas en los ojos.
-La vida es una mierda. Es de todo menos justa. Pero no te culpes. Es cosa suya, no tuya.
Aunque Marcos me quería aliviar, convencer de que yo no tenía culpa, no era así. No tenía razón. Eran demasiadas cosas. Me terminé de desahogar contándole más detalles sobre los últimos meses. No solamente como empezó a entrar Ricado en nuestras vidas, sino como nos convertimos en enemigos. Lo ocurrido en el viaje, mis falsas sospechas sobre Raquel que originaron esa estúpida apuesta y esa discusión. La pillada de Raquel y todo lo ocurrido tras el viaje con Rocío y mis intentos de pillar a Ricardo en el tema del cristal espía.
Muchas cosas a las que les daba vueltas desde hacía tiempo. Que por fin pude sacar al contárselas con más detalle a mi amigo. Y es que era mi gran duda, si realmente todas mis meteduras de pata habían ocasionado aquello. O por el contrario, si hubieran ocurrido igualmente, antes o después.
No podía tener respuesta para aquello, no tenía una bola de cristal. Solo podía hacer caso a Marcos:
-Tú descansa un poco hoy. Mañana vuelves al trabajo y a ver con la rutina si puedes desconectar un poco de esto. Ya sé que es fácil decirlo, que si me pasara a mí estaría igual de jodido que tú… pero es la verdad, la vida sigue Mario. No le des más vueltas, ya habrá tiempo para hablar y decidir.
Pasé el resto del día hasta llegar a la tarde con la pareja, aunque estando la mayor parte del tiempo en la habitación de invitados, encerrado en mi soledad. Intentando no pensar en el tema, de hecho Marcos me dejó algunos libros para distraerme. Pero era inevitable. Demasiadas dudas en mi cabeza. Tanto en si era yo el gran culpable de todo eso, o si Ricardo hubiera intentado igualmente algo. En si sin mi metedura de pata con Raquel, él se la hubiera follado o no. Si hubiera podido avisar a Mauri y terminar con aquello. O con Rocío, si él se la hubiera follado si yo no hubiera aceptado la petición de Miguel. Si no les hubiera podido parar también en el acto… o hacer algo. No sabía donde había empezado todo aquello, donde Ricardo se mentalizó en poseer a mi mujer.
Si fue al verme el primer día en aquel antro, o la primera vez que la vio en persona unos días después. O si le gustó al tener más contacto en el trabajo… y en el gimnasio. O al verle su hermoso cuerpo en la playa. Era algo premeditado de Ricardo… o algo ocasionado por mi torpeza ante él. También ante Aina… no sabía si ella hubiera sucumbido también de no ser por mis cagadas. Mis celos, mis críticas y sospechas hacía Ricardo…
Había cambiado eso y tampoco había funcionado. A lo mejor debería haber seguido criticando a Ricardo delante de mi mujer. Plantarme y contar toda la verdad. Si me creía o no, ya dependía de ella. O por el contrario, dejar el tema de lado y centrarme simplemente en ser feliz con ella. Al final habido adoptado una táctica intermedia. Mis verdades contra Ricardo no habían hecho efecto, así que intenté pillarlo por detrás. Pero me fie de Lara, otra gran cagada. Al final estuve meses perdiendo el tiempo, dejándome engañar por Ricardo, Lara y Carla. Perdiendo el tiempo en falsas estrategias, dejando un poco de lado a mi mujer que incluso pareció tontear con Roberto… con quien casi se lía precisamente tras culminar mis enemigos su elaborado plan.
Era yo contra el mundo… y encima estaba tomando muy malas decisiones. No podía saber si estas decisiones habían originado la infidelidad de Aina, pero estaba claro que no habían ayudado a evitarla. MI cobardía, mis medias tintas… incluso mi confianza en quien no debía, habían sido mi perdición. Tendría que haber hecho como me dijo Marcos, centrarme simplemente en mi mujer. O ir a por todas y destapar toda la mierda. Pero no supe como actuar ante esas situaciones.
Por la tarde, hablé con la pareja de anfitriones sobre qué hacer para ir a buscar mis cosas. Fue cuando Núria dijo:
-A ver he hablado con Aina. Solamente le he dicho que estás aquí y que hoy querías ir a buscar algunas cosas. Me ha contestado hace un rato… dice que no estará hoy así que cuando quieras sin problema. No sé si quieres que te diga lo demás Mario…
-Adelante Núria, por favor- Le dije.
-A ver… es cosa vuestra Mario. Yo no soy nadie para meterme ni mi marido tampoco. Es cosa tuya y de Aina. Pero estaba muy afectada cuando he hablado con ella. No sé qué es lo que sabe, pero está muy muy afectada… Se debe imaginar que sabes, de una forma u otra, lo que pasó entre ella y Ricardo. No me lo ha dicho explícitamente, pero entiende que necesites un tiempo- Me dijo Núria.
-Gracias… de verdad- Respondí.
-Ya digo que no es cosa mía… pero no tomes decisiones en caliente. Deja pasar los días y a ver qué tal. Os merecéis estar bien ambos, sea juntos o por separado…
Tras decirme eso Núria, me fui con Marcos hacia mi casa para recoger mis cosas. No sabía cuando tiempo estaría ahí, pero tenía la idea de coger por lo menos ropa para una semana.
Llegamos a casa, subimos al piso y todo estaba igual. Fue una sorpresa, ya que me pensaba que Aina ya habría venido para coger también sus cosas e irse. Aunque a lo mejor, al marcharme yo, ella pretendía quedarse ahí. No tenía ni idea, pero seguía siendo raro que no hubiera pisado la casa aún. No podía haberse ido a un hotel sin sus cosas de casa, a lo mejor estaba con Carla… o con ella y Ricardo. Decidí dejar de pensar en el tema y ponerme a lo mío.
Cogí todo lo necesario y volví con Marcos a su casa. En ese viaje de vuelta volví a pensar en donde estaría Aina. Cabía la posibilidad que incluso estuviera aún en ese complejo. El caso es que me la imaginaba follando con Ricardo, fuera en el complejo o en su casa. Y Carla como cómplice…
Esa idea me despertó otra duda. La intención de Carla en todo aquello. Qué ganaba realmente. Se lo pregunté a Ricardo en la sauna y me dijo que me pondría cachondo si lo sabía… Podía ser algún interés oculto de Carla hacia Aina, pero sería muy extraño. Nunca había dado signos de nada sobre el estilo. Y destruir un matrimonio simplemente por acostarte con alguien era muy maligno, aunque al fin y al cabo era lo que estaba haciendo Ricardo. Demasiadas nuevas dudas me surgían y mi cabeza no podía aguantar más.
Ya de noche tras cenar, pude empezar a conciliar el sueño por fin tras tomarme algunas pastillas. Me había tomado infusiones durante el día pero apenas me dieron efecto. Necesitaba levantarme pronto el lunes para trabajar, así que finalmente me decidí por algo más fuerte.
El lunes me dispuse a ir a trabajar y dejar momentáneamente todo ese caos que tenía en mi interior. Seguía teniendo muchas responsabilidades laborales y no podía distraerme demasiado. Encendí mi móvil antes de irme hacia la oficina y empezó a vibrar enérgicamente. Había varias llamadas y mensajes de Aina, que ignoré. Fui a su chat y directamente lo borré todo, sin querer leer absolutamente nada. Núria ya me había comentado que ella parecía arrepentida, así que ya lo hablaríamos en persona cuando tocara. En caliente, como también me había dicho la esposa de Marcos, no arreglaríamos nada. Leer esos mensajes, seguramente llenos de súplicas o incluso reproches, no me harían ningún bien.
Estuve trabajando de forma más o menos normal. Por suerte no había ninguna tarea que requiriera un esfuerzo extra. Aún así (o debido a ello) yo seguía pensando demasiado en mi situación sentimental. Aunque en ese caso en algo incluso peor. Una duda que me había quedado tras borrar los mensajes de Aina. Desconocía si había pasado algo más. Ese 69, ese sexo oral, ya era una infidelidad en toda regla. Pero no sabía si incluso habían llegado más lejos. Cuando paré la tablet, recién escuché unos gritos de placer de mi mujer. Podían ser del propio sexo oral… o directamente de una penetración.
No debía seguir pensando en aquello, pero era inevitable. Aunque técnicamente fuera parecido, no era lo mismo. Por no menos no para mí. A lo mejor Aina se había arrepentido a tiempo, había podido parar a Ricardo y sus propios deseos. A lo mejor había podido evitar caer totalmente y dejarse follar por aquel malnacido. O quizás no hubo arrepentimiento ni atisbo de ello. Se había corrido como una perra en la boca de Ricardo, para dejar paso a un sexo salvaje. En la propia sauna… o quizás luego en el bungalow. O en ambos sitios. Incluso podían estar follando en esos momentos en otro lugar. Eso no podía saberlo, pero necesitaba saber si habían hecho algo más antes del momento en el que paré la grabación.
Llegué a casa de Marcos y Núria. Estaban ambos en casa, ya que ella no trabajaba y él terminaba su jornada como yo más o menos. Comimos los tres, tras preguntarme ellos como estaba y decirles yo que bien, intentando disimular mis pensamientos.
Ya por la tarde fue el momento de la verdad. Estaba en la habitación con la tablet en la mano, pensando en si era conveniente o no mirar aquello. Me podía traer mucho dolor, pero a la vez un pequeño rayo de esperanza si finalmente no había habido penetración. La infidelidad ya estaba consumada, incluso el hecho de volver o no con Aina dependía de otras cosas. No solamente de si Ricardo le había metido el pene. Pero necesitaba quitarme de esa duda, por lo menos terminar de ver la grabación de pantalla.
Existía la opción también de quedarme a medias. De que yo hubiera parado el vídeo en medio del 69 y no supiera qué hubiera pasado después. Pero eso por lo menos me daría la pequeña esperanza de que Aina no se hubiera dejado follar. Aún así, era consciente que lo más probable, apareciera en ese trozo de grabación o no, es que Aina y Ricardo hubieran hecho algo más que ese sexo oral mutuo.
No podía seguir con la duda, así que encendí la tablet (que había cargado la noche anterior) y me fui de nuevo a los archivos, encontrado el único vídeo existente. Un vídeo que tenía que reproducir de nuevo hasta el momento del 69.
Lo fui avanzando hasta llegar más o menos al momento en que lo dejé en la anterior visualización. Tampoco quería ver muchos más detalles de eso, así que fui avanzando en cámara rápida, con la esperanza de finalizar el vídeo sin que cambiaran de postura.