Producto de mis decisiones (Parte 3): Cap 70 y 71
Mario va a la desesperada en busca de su mujer.
Capítulo 70
-Que sí joder, es una orden.
Tras escuchar aquello, se abrió la puerta de repente y apareció otro hombre alto y musculado, que debería ser el jefe del segurata.
Yo quería contarle lo que su empleado me había hecho, pero no tenía mucho tiempo así que le dije:
-Este hijo de puta me ha encerrado aquí, yo me voy.
No les di tiempo ni de preguntarme nada, ya que salí escopeteado de ahí aprovechando que ambos empezaron a discutir. Fui en dirección al vestuario para cambiarme y coger mis cosas. Miré para atrás y por suerte esos dos deberían seguir discutiendo porque no me seguían.
Entré al vestuario, donde había varios chicos que no sabían muy bien qué hacer tras el sonido de la alarma.
-Ha sonado pero ya ha parado, no creo que pase nada.
-Ya pero a lo mejor hay fuego o algo.
Guardé la tablet en mi bolsita de ropa, que había traído para conservar mi móvil, cartera, etc y les expliqué que no pasaba nada, que la alarma había saltado por error. Y tras esas explicaciones me cambié lo más rápido posible. Salí corriendo hacia fuera, aunque no sabía donde ir.
Aina había salido de esa sauna, seguramente hacia nuestro bungalow. Sería lo más razonable así que ahí me dirigí. Estuve unos minutos andando hasta llegar, entré y miré por toda la estancia pero nada. No había nadie. No sabía qué hacer, donde ir…
Dejé mi bolsa escondida detrás de mi litera y me dirigí de nuevo al sitio de las saunas. Ricardo seguramente estaría aún ahí, se habían acabado las bromas. De camino puse la grabadora del móvil, para así poder pillar cualquier palabra de Ricardo. Aunque con todo lo que yo acababa de ver, ese tío tendría nula credibilidad ante mi mujer.
Me habían encerrado en un trastero, me habían dejado ahí una tablet en videollamada con un móvil que espiaba a Ricardo y Aina. Claramente para que viera como él ganaba, como se hacía con mi mujer. Pero no fue así, Aina se pudo resistir. Y esta vez sí, yo me podía enfadar con ella con razón. Tenía muchos motivos. Tanto en los hechos que había visto y le podía relatar, como con la tablet que tenía escondida en mi bolsa.
Me la hubiera llevado conmigo, pero sabiendo como era Ricardo y lo que hizo con mi móvil, lo mejor era dejarla ahí escondida. Ese tío estaba bien jodido, había intentado un ataque demasiado directo y no contaba con que si fallaba, todo se le iría al traste. Aina había podido ver su cara más seductora, intentando cazarla a ella pese a estar casada y encima conmigo… en teoría su amigo. Entre ese intento frustrado, mi testimonio y la tablet… Ricardo no tenía escapatoria. Por ese motivo, aunque aún estaba con los nervios a flor de piel, iba corriendo como un cohete hacia las saunas. Ahí debería encontrar a Ricardo, en los vestuarios ya seguramente.
Entré en la instalación y me dirigí hacia los vestuarios, aunque aún seguía el “segurata” que me había encerrado ahí. Pero ya no estaba hablando con su jefe, si no con Carla. Estaba claro que estaban compinchados. Entré al vestuario sin que me vieran pero no estaba Ricardo. Así que sin pensar, volví a fuera, exactamente donde estaba Carla con ese tipo.
-¿Dónde está ese hijo de puta?
-Ehh no sé Mario… estoy hablando con Beto que nos conocemos y…
-Bah que os follen- Le dije a Carla y me fui a buscar a Ricardo por la instalación.
Había pasado poco tiempo y si aún no estaba en los vestuarios, estaría aún en la sauna. Mi mujer estaría a lo mejor aún en los vestuarios femeninos, pero ahí no podía acceder ni quedarme fuera esperando sin parecer un voyeur.
Así que fui recorriendo el lugar hasta llegar a una puerta que ponía “Acceso exclusivo VIP”. Tenía que estar ahí, estaba a punto de entrar cuando escuché la voz de Carla:
-Tío eres el puto segurata, tienes que impedir que entre ahí que él no tiene permiso.
-Ostia qué pesada coño… ya me he ganado suficientes broncas hoy, lo paras tú si quieres, yo me voy a la entrada.
Dejé de escuchar y crucé la puerta. Una vez dentro, había otro pequeño pasillo. Lo crucé en apenas unos segundos y vi la puerta de la sauna privada. Vi también una escoba a un lado y la cogí. No era mucho, pero si aquel hijo de puta intentaba algo le daría en la cabeza. La puerta tenía un cristal que ofrecería seguramente la imagen del interior de la sauna, así que podía aprovechar eso para saber donde estaba Ricardo y pillarlo por sorpresa. Llegué a la puerta y miré por el cristal.
Tenía la visión total del banco de la sauna, que estaba en la pared paralela de la puerta. Y en ese banco estaba Ricardo, estirado boca arriba en una toalla. Con Aina estirada encima de él, boca abajo. En posición inversa, haciendo un 69.
No veía la cara de Ricardo, pero le estaría haciendo un buen trabajo con su lengua al coño de mi mujer. Y lo sabía precisamente por la cara de ella. Tenía los ojos cerrados, aunque iba haciendo pequeños gestos de placer con su cara. A su vez, sujetaba aquella enorme polla con su pequeña mano izquierda, mientras intentaba introducirse esa barra de carne todo lo que podía en la boca.
Parecía engullir apenas el glande, aunque con un vaivén frenético de su cabeza. El mismo frenetismo que usaba con su manita para masturbar aquel bicho. Mientras el dueño del bicho, estaría en la gloria dejándose hacer aquello mientras le proporcionaba el mismo placer o más a Aina.
Lo había conseguido. No sabía si habían follado, pero Ricardo y Aina estaban teniendo sexo oral. Eso era una infidelidad. Ya de nada valía mi testimonio, ni la tablet.
Solté de golpe la escoba y dejé de mirar. Solo puede aguantar unos segundos viendo esa doble succión, que se me hicieron eternos. El tiempo se había parado… y casi mi corazón.
Salí de nuevo corriendo de esa estancia, ya con lágrimas en los ojos. No sabía si seguía Carla por ahí, o el segurata. Corría mirando al suelo. Solo quería llegar al bungalow, coger mis cosas e irme para casa. Quería morirme.
Llegué y recogí todo, poniéndolo en la maleta. También cogí la bolsa de ropa para guardarme mis llaves de casa y ya dejarla en la maleta. Aunque al abrirla, vi la tablet. Una tablet aún con la pantalla encendida y reproduciendo lo que estaba pasando en esos precisos momentos en la sauna.
No me atreví a mirarla, simplemente busqué con mis manos el botón del sonido. Lo logré subir y escuché algo que me volvió a parar el corazón:
-AH AH AHH AHHHH SIII UFFF SIII AH AH AH AHHHH…
Era la voz de Aina. Los gritos de placer de Aina. Ya era suficiente, intenté bajar el volumen de la tablet pero de di al botón de encender y apagar. El aparato vibró. Miré al notar esa vibración y en efecto estaba ya la pantalla en negro.
Terminé de guardar todo y me fui del lugar. Si Aina quería volver, que la trajera Ricardo en su coche, en brazos o ensartada en su polla, como mejor les fuera a ambos. Aunque tampoco haría falta que Aina volviera, mi intención era cambiar la cerradura.
Hacer lo mismo que Ricardo en su día, aunque en este caso para no tener que ver a esa mujer que me acababa de traicionar. Ya le devolvería sus cosas, se las lanzaría desde el balcón o las quemaría. Lo único que quería era llegar a casa y acostarme. Quizás esperando que todo aquello fuera, de nuevo, un sueño. Aunque esta vez era real.
Me fui al parking, subí al coche y aceleré al máximo, queriendo llegar lo antes posible. Intentaba no pensar en todo aquello, pero era inevitable. La imagen de Aina intentando tragar esa polla, mientras Ricardo le comía la entrepierna. Todo eso tras el rechazo de Aina, que parecía haber conseguido zafarse de ese tío que llevaba meses tras ella. La vida, de nuevo, me cambiaba en cuestión de segundos.
Seguía con el acelerador a tope por la carretera, en zonas con bastantes curvas ya que ese recinto estaba en el monte. Pero me daba igual, tanto por cualquier infracción como por mi vida, me daba absolutamente igual. Nada podía superar esa sensación de haberlo perdido todo. De luchar y luchar, para terminar muriendo en la orilla.
Por suerte o desgracia no llovía, si no la opción de salirme de la carretera hubiera sido muy factible. Tampoco estaba bebido ni drogado, pero ese cóctel de emociones vividos tanto en esas horas como en los últimos meses, hacían que mi situación no fuera la idónea para conducir.
Pasé la peor zona de curvas y apreté aún más, pese a que la carretera era de doble sentido. Cualquier mínimo despiste me podía hacer colisionar y en mi interior pensaba que quizás era lo mejor, desaparecer. Solo Aina me hacía feliz en la vida. Ni mi família que apenas veía, ni los amigos que apenas tenía. Ni un trabajo totalmente rutinario y sin emociones, tampoco alguna hobyy que pusiera algo de picante en mi vida. No, solamente Aina me llenaba. Y a ella la estaba llenando Ricardo, de otra forma.
No podía de dejar de pensar en esas imágenes, a la vez que pensaba en qué hubiera ocurrido si nunca me hubiera reencontrado con Ricardo. Si no lo hubiera metido en nuestras vidas. Seguiríamos ambos unidos, sin discusiones, sin fisuras. Con una vida más o menos emocionante, pero nuestra vida. De Aina y mía. Sin terceras personas.
Había recorrido un buen trozo pero aún me quedaba más de la mitad. La vuelta se me estaba haciendo eterna, mientras que la ida se me hizo corta al estar hablando con Aina. Una Aina que debería estar ahí en el coche… y no en la sauna.
Pero entonces sonó el móvil. Aina seguramente. O preguntando donde estaba, o disculpándose por lo sucedido. O a lo mejor era Carla, restregándome que todo el plan había funcionado. O el propio Ricardo, llamándome para que escuchara en directo como se follaba al amor de mi vida.
La llamada terminó, pero a los pocos segundos volvió a sonar mi móvil. De nuevo paró… y de nuevo sonó. Estaba harto así que en esa tercera oportunidad terminé cogiéndolo, esperando la respuesta de quien me estuviera llamando:
-Joder Mario por fin lo coges. Núria ha llamado a Aina y no responde.
Era Marcos, aunque no entendía el motivo de su llamada. Le dije:
-Ya… tiene la boca ocupada.
-¿Cómo dices?- Preguntó mi amigo.
-Que se la está chupando a Ricardo, no creo que pueda contestar.
-Así me gusta jaja que te tomes el tema con humor. Pero en serio ¿Dónde estáis?- Preguntó él.
Ahí ya no pude decir nada, se me escapó un pequeño llanto que sin duda escuchó mi amigo, que me dijo:
-Tío no me jodas… dime donde estás.
-En… en la carr… carretera- Dije temblando.
-Tío no sé qué está pasando, pero no estás en condiciones de conducir. Para ya y mándame ubicación.
-Que no, que ojalá me estrelle- Dije.
-Tío en serio para ya, me cago en la puta. Para donde sea y vengo a buscarte- Me decía Marcos.
Estuve unos segundos con la mente en blanco, sin saber qué hacer. Sin pensar en nada, simplemente viendo los coches pasar, con mis ojos llenos de lágrimas. Marcos me despertó de ese estado:
-OSTIA PUTA QUE PARES TE HE DICHO.
-No Marcos, me da igual todo. Llegar a casa o reventarme, me da igual. Ese desgraciado ha conseguido lo que quería. Tenías razón, lo mejor era dejarlo todo pasar. Total tanto luchar para nada- Dije con la voz entrecortada.
-En serio para. Tienes que parar. Me mandas la ubicación y te vengo a buscar, así hablamos con calma.
-Lo siento amigo, adiós.
Y tras decir eso, colgué. Me estaba despidiendo de él, quizás para siempre.
Seguí mi camino, sin importarme qué pasaría en él. Mi vida no tenía sentido, estaba ya vacía. Ricardo me había arrebatado a Aina. Quizás también a Marina. Y a lo mejor Marta caería algún día.
Sentí un dolor en el pecho, mis ojos estaban cada vez más llorosos. Estaba todo bastante oscuro y tenía unas ganas enormes de dar un volantazo y terminar con todo. Aunque de nuevo, el móvil sonó.
No lo cogí pero volvió a sonar. Y así una tercera vez, que de nuevo cogí. Aunque esa vez no era Marcos, la voz era femenina.
Capítulo 71
-Por favor Mario, tienes que parar.
Era Núria, que habría sido informada de la situación por su marido.
-Dejadme en paz, no me tendríais ni que hablar con lo que os hice- Respondí.
-Haya pasado lo que haya pasado, no es tu culpa. De verdad para. Tienes a Marcos, me tienes a mí. Piensa en tu familia… en Marta y su hijo, tu sobrino.
Núria dio en el clavo. Recorrí un poco más viendo una señal que indicaba que cerca había una gasolinera y le dije:
-Ahora os mando ubicación… gracias.
Llegué a la gasolinera y aparqué a un lado. Me quedé ahí dentro del coche, llorando desconsoladamente, dando pequeños golpes a mi alrededor. Estaba viendo mi vida desvanecerse, aunque aún había cosas por las que vivir.
Al cabo de unos minutos llegó el deportivo rojo de Marcos. Aparcaron también a mi lado y bajaron ambos. Yo bajé y me di un fuerte abrazo con él, para hacerlo acto seguido con ella. Marcos me dijo:
-Núria se lleva nuestro coche para casa. Yo conduzco el tuyo hacia allí y así me cuentas.
Y eso hicimos. Núria se subió al deportivo rojo, mientras yo me puse de copiloto en mi coche con Marcos de piloto. De camino, empecé a contarle todo. Lo de la escapada al complejo ese, mi charla con Ricardo en la sauna, la posterior encerrona en el trastero… y lo que había visto en directo a través del cristal de la sauna privada.
Marcos estaba sin palabras, sin saber qué decir. Solamente me intentaba tranquilizar, aunque yo apenas escuchaba. Tras tanta tensión acumulada, desfallecí un poco y me dormí o me desmayé.
El propio Marcos me despertó, a punto de llegar a su casa:
-Venga que ya llegamos.
Aparcó mi coche en su gran garaje, entre su deportivo rojo italiano que había llevado Núria y otro negro de marca alemana. Llegamos hasta el salón y Marcos me dijo:
-Ven sígueme.
Le seguí hacia una habitación y dejé ahí mi maleta. Marcos siguió diciendo:
-De momento estarás unos días aquí. Creo que es lo mejor.
-Quiero ir a casa… cambio la cerradura….
-No joder Mario. No puedes hacer eso en caliente. Tú tranquilo, esta es nuestra habitación de invitados. Tú descansa un rato. Te daré un pijama que tenemos una talla parecida. Y ya otro día piensas qué hacer. Voy a preparar la cena con Núria.
Se fue a la cocina y yo me quedé ahí en la cama, tumbado. Sin pensar en nada, pero aún con la imagen de Aina y Ricardo haciendo el sexo oral mutuo. No era un sueño, pero me haría tener seguramente muchas pesadillas.
El propio Marcos me avisó que la cena estaba lista, mientras yo seguía ahí tumbado. Cenamos los tres y al acabar, empecé a contarles todo lo ocurrido con todo lujo de detalle. Estaban ambos boquiabiertos, sorprendidos tanto por la maldad de Ricardo y Carla, como por la infidelidad de Aina.
Núria fue la primera en hablar:
-Pff Mario… lo siento de verdad. No me esperaba para nada esto de Aina. No lo entiendo, no me entra en la cabeza.
-¿No la habrá drogado o algo?- Preguntó Marcos.
-No no, para nada. Ya os digo que estuve escuchando y viendo todo en la tablet… y Aina estaba al 100%, sin síntomas de nada- Respondí.
-Y luego… a ver si no quieres no hablamos de esto no te preocupes- Dijo Núria.
-No no, no importa. Pero vamos no sé nada más. Aunque en la tablet habrá cosas.
-No creo que debas ver nada de ahí. Lánzala, o borra todo… - Dijo Marcos, a lo que respondí:
-Necesito verlo. Necesito saber porque se fue de la sauna… y de repente estaban dándole al tema. Todo en cuestión de minutos. Ahora no estoy preparado, pero necesito saberlo.
-Bueno tómate tu tiempo- Dijo Núria, mientras Marcos asintió.
-En fin… muchísimas gracias de corazón. Ya os lo dije la última vez, sois los únicos que realmente me estáis ayudando.
Tras decirles aquello, Marcos me respondió:
-No te preocupes. Hay mucha gente que te quiere. No te olvides a tu familia. Ellos son lo más importante. Tú ahora descansa, mañana es domingo y ya tendrás tiempo para pensar. Y el lunes a seguir con la rutina, debes ser fuerte.
-Pues sí… voy a intentar dormir. Y me quedaré el tiempo justo…
-No te preocupes por esto ostras- Me interrumpió Núria, a lo que Marcos añadió:
-Todo el tiempo que necesites. Esto no es fácil así que paciencia.
Marcos tenía razón. Aquella situación era de todo menos fácil. Necesitaba descansar y reflexionar, aunque también necesitaba mis cosas para seguir con mi vida. Y estaban en casa. Sobre eso fue el siguiente comentario de mi amigo:
-Mañana también deberíamos ir a tu casa a buscar algunas cosas que necesites para la semana. Y en ese sentido… con Aina…
-No sé qué hacer…
-¿Te ha llamado o algo?- Preguntó Núria.
-No lo sé, cuando me vinisteis a buscar ya paré el móvil. Necesito desconectar aunque sea hasta mañana.
-Pero estará preocupada- Dijo ella.
-Bueno amor, que Aina se preocupe de sí misma que bastante ha hecho. Ahora que Mario descanse y ya mañana pensamos- Le dijo su marido.
Tras eso me fui finalmente a mi nueva habitación temporal, para intentar descansar. Aunque tras todas esas emociones, sería complicado. Daba vueltas y vueltas a la cama, sin poder dejar mi mente en blanco.
Aunque tampoco me hubiera servido de mucho conciliar el sueño, porque al rato vino Marcos y me dijo:
-Veo que aún estás despierto… Aina me ha llamado. A mí y a Núria también. Debe estar preocupada. Antes he dicho que no haría falta decirle nada… pero es decisión tuya.
-Si queréis decidle que estoy aquí. Y que mañana por la mañana no se pase por casa, que iré yo a buscar mis cosas. Aunque no creo que esté aún por ahí, estará en el camping follándose a Ricardo…
-Bueno Mario… Le diré solo la primera mitad de todo esto… tú ahora descansa. Ya habrá tiempo de pensar, hablar y discutir si hace falta- Me dijo Marcos antes de irse.
Yo seguí dando vueltas en la cama. Vueltas y más vueltas. Mirando al techo, a la nada. Intentando no pensar en nada, pero con los recuerdos de lo vivido unas horas antes en la puerta de esa sauna. Aunque ese no era el problema. Solo era la culminación de todo ese proceso que duraba ya meses y meses. El proceso por el que Ricardo hizo suya a mi mujer. No sabía que pasaría entre nosotros ya, no lo quería ni pensar.
Tras algunas largas horas con distintas comidas de cabeza, pensando en qué había hecho mal, en porque Aina había sucumbido finalmente a los encantos de Ricardo, por fin me dormí. Hubiera dado cualquier cosa por despertar y que, como en verano, estuviera simplemente en mi cama de matrimonio con Aina.
Pero no, me desperté y ahí estaba, en la cama de la habitación de invitados de Marcos y Núria. Miré la hora y era casi mediodía. Fui hacia el comedor y ahí estaba el matrimonio viendo la televisión.
-¿Qué tal la noche?- Preguntó Núria.
-Bueno… al final pude dormir- Respondí.
-Venga come algo, ahí en la cocina hay café y algunas pastas, pan y demás- Me ofreció Marcos.
Desayuné y volví al comedor donde ya no estaba Núria. Su marido me dijo:
-Núria está en nuestra habitación haciendo algo de ejercicio. Siempre aprovecha las mañanas de los domingos para eso. Mientras yo me vicio jajaja.
Y es que Marcos estaba con la consola encendida, jugando a un videojuego de disparos. Le dije:
-Joder que tenemos una edad…
-Vamos coño, que esto no hace daño a nadie. Le damos o qué. Así desconectas.
-Mmm no estoy de mucho humor…- Respondí.
-Tengo también de fútbol, baloncesto, carreras… incluso sobrevivir contra otros jugadores en una isla jajaja algo te gustará- Me dijo mi amigo.
-Tenemos que hablar de lo de ayer.
-Venga coge un mando mientras coño, así se nos hace más ameno.
Hice caso a mi amigo y cogí otro mando. Empezamos una partida donde teníamos que matar a los jugadores del equipo rival. Marcos me dijo:
-Venga amigo, el deber nos llama.
Nos pusimos a jugar unos minutos y la verdad es que me sentía algo mejor. Por lo menos más relajado. Fue entonces cuando me solté y empecé a contarle como me sentía:
-Es todo muy extraño… llevo meses luchando y luchando para evitar justo lo que acaba de pasar…
-A veces las cosas no tienen ni pies ni cabeza. Tampoco son justas. Las cosas son, sin más- Me dijo.
-Pero no es fácil joder, no es justo…
-Es lo que digo, la vida no es justa. En caliente no arreglaréis nada. Si al final seguís juntos o no, el tiempo lo dirá- Me decía Marcos.
-Pero ya no es solo eso… más allá del futuro, me preocupa el pasado- Le dije, a lo que él me respondió:
-Pero eso ya no podemos cambiarlo. Estate tranquilo unos días, creo que ambos necesitáis un tiempo. Aina te quiere y tú a ella. Si recapacita y la perdonas pues genial. Pero no es cosa de dos días.
-Pero necesito saberlo…
-¿Saber qué?- Preguntó Marcos.
-Porque cayó en sus brazos…
-No te ralles más en serio, no vale la pena.
-Ya te dije que puse la tablet en grabación de pantalla… que me la llevé- Empecé diciendo, aunque Marcos me cortó:
-No, en serio no. No te hagas más daño. Eso lo tienes como prueba para casos extremos pero no ganas nada.
-Lo necesito Marcos… necesito saber el motivo. Qué pasó en esos minutos que me escapé del trastero y me puse a buscarlos.
Tras decir aquello, dejé el mando de golpe y me fui a la habitación de invitados. Me puse a buscar en la maleta, donde saqué la bolsita de ropa. Y de la bolsa, saqué la tablet.
-No sé si es buena idea- Me dijo Marcos al seguirme, a lo que respondí:
-Necesito saberlo.