Producto de mis decisiones (Parte 3): Cap 69

Capítulo 69.

Capítulo 69

Una mierda descansando.

Estaba encerrado en ese trastero viendo como el tío que acababa de amenazarme con follarse a mi mujer, estaba a solas en una sauna con mi mujer. Casi en bolas ambos. Estaba de todo menos descansando.

Subí el volumen para entender mejor que lo decían, a la vez que intentaba hablar por si me escuchaban. Pero lógicamente habrían silenciado el otro aparato, el que grababa todo. Dejé unos segundos de mirar la tablet para buscar una salida de ahí.

Tenía que intervenir, aunque Aina se enfadara, aunque se fuera unos días de casa como las demás veces. Pero eso se estaba saliendo ya de madre. Aunque no hicieran nada sexual, estar con ese tipo ahí a solas no era ni medio normal.

Miré por la sala si había alguna otra salida de emergencia tras unos tratos enormes, pero nada. La única salida estaba cerrada y vigilada por aquel capullo, que como no estaría aliado con Ricardo. Tenía a medio mundo de su lado.

Lo que no sabía es como pretendía salir airoso de aquello. Era un ataque directo, sin vuelta atrás. Aunque yo no llevaba móvil y no podía grabar nada, las imágenes eran las que eran. A no ser que ese malnacido contratara a alguien para borrarme la memoria o matarme, yo le podría contar a Aina lo que había visto.

Y ahí en efecto, no había opciones de grabaciones de ningún tipo. Yo no conocía esa sauna privada, si alguien grababa algo sería de parte de Ricardo… aunque sabiendo lo listo que era para esas cosas, seguro que tendría algo pensando.

A mí no me quedaba otra que intentar escapar y evitar aquello, aunque tras un par de minutos de silencio, otra vez la voz de Aina me paró el corazón:

-Joder se me ve todo.

-Que no mujer jajaja no te preocupes. Hacen las toallas un poco enanas eso sí- Respondió Ricardo.

-Claro, las saunas no son unisex… no sé porque me has traído- Decía ella.

-Ya te lo he dicho, estaremos más tranquilos. A estas horas hay mucha gente en las saunas… ahí con las gordas sudando jajaja ya me ha contado Carla.

-Bueno… quieren adelgazar jajaja- Dijo mi mujer.

-Claro que sí. Pero venga Aina, no me digas que no estamos mejor aquí, en intimidad.

-Si mal no estamos… pero no está bien- Respondió Aina.

¿Por?- Preguntó Ricardo, a lo que Aina contestó:

-No sé… aquí en pelotas tú y yo… con nuestras parejas por ahí fuera…

-No estamos haciendo nada malo… ambos lo saben, no pasa nada. No son celosos, por lo menos Carla no lo es. Tú la conoces bien- Dijo él.

Aquel hijo de puta ya empezaba a despotricar sobre mí, aunque fuera sutilmente. Yo ya había abandonado temporalmente las esperanzas de salir, me limitaba a mirar la tablet con la esperanza de que eso terminara.

Pero no, ahí seguían ambos mirándose fijamente. Ya sentados, en paralelo, pero ligeramente girados para poder mirarse cara a cara.

Aina estaba brutal. Sudaba con facilidad, estando en esa sauna directamente se le caía el sudor por todo el cuerpo a chorretones. Tampoco parecía del todo cómoda, ese nerviosismo seguro que le generaba aún más sudor.

Y solamente cubierta por esa toalla blanca, que así sentada le cubría lo justo para no enseñar la entrepierna a Ricardo. Por arriba, estaba bien cubierta aunque el escote se le veía claramente. Y eso que la visión desde la tablet era regular. Se veía toda la situación perfectamente, desde ese ángulo prácticamente en una esquina de la sauna y desde bastante arriba.

Esa altitud también favorecía que yo le viera el escote a mi mujer… aunque Ricardo estando delante de ella seguramente se lo viera igual. Lo que yo no podía comprobar tan bien esa la parte baja de la toalla, parecía todo bien cubierto… pero con cualquier movimiento Aina podía dejar ver su pubis.

De nuevo estuvieron un par de minutos en silencio. Ella mirando a la nada y él mirándola a ella. La tensión era palpable. Mi mujer parecía buscar que pasara el tiempo y largarse, mientras Ricardo la observaba y maquinaba algún plan.

-Estás preciosa- Soltó él de repente.

-Gracias… supongo. Aunque debo estar horrorosa más bien jajaja.

-¿Por qué dices eso?- Le preguntó Ricardo.

-Joder tío. Aquí sudando, casi en pelotas.

-Sigues estando preciosa- Dijo él.

-Jajaja lo que tú digas…

Y la verdad es que estaba preciosa, siempre. Era preciosa. Y aunque no estuviera maquillada, peinada… tan siquiera vestida, estaba igual de radiante. Daba incluso más morbo, con su piel un punto más rosada y brillante, con el sudor bajando por su piel. Su rojiza melena despeinada, empapada del mismo sudor.

Estaba increíble y Ricardo lo sabía:

-Lo importante es la percha…

-Habló jajaja- Respondió ella.

-Bueno yo no tengo tu falsa modestia. Yo estoy bueno con y sin ropa… y lo admito jajaja.

-Que creído te lo tienes jajaja- Dijo Aina, aunque sin sonar a reproche, sino más bien siguiendo ese vacile de Ricardo.

Ese cabrón lo estaba consiguiendo, estaba haciendo que mi mujer se sintiera cómoda, pese a las dudas iniciales que ella tenía. No estaban ni mucho menos cerca de hacer algo… pero por lo menos había conseguido mantenerla ahí dentro con él.

Yo también estaba dentro, pero de aquel trastero de mierda. Con la vista fijada en la pantalla de la tablet, viendo y escuchando todo lo que pasaba en la sauna privada. Me moría de los nervios, lo único positivo es que si finalmente Aina se iba y no pasaba nada… tendría muchas explicaciones que darme.

Porque ahí ya sí que no me callaría, ahí la liaría bien gorda. Le contaría con pelos y señales mi conversación con Ricardo unos minutos antes, así como todo lo que estaba presenciando en esos momentos. Aunque no hicieran nada, esa actitud no era normal y menos tras lo sucedido con Roberto.

Eso era lo único positivo, que en caso de “rechazar” a Ricardo, Aina abriría posiblemente un poco los ojos. Y vería las intenciones de éste. Era el riesgo del plan de ese tío, que si salía mal… todo el trabajo de esos meses se podía ir por el retrete.

Aunque visto lo visto, él también tenía un plan dentro de ese plan:

-Ves como estamos bien a gusto aquí solos.

-Se está bien claro que sí… pero ya te digo que no deberíamos- Respondió mi mujer.

-No hacemos nada malo… somos dos adultos en una sauna, las hay a montones unisex por el mundo, deberías viajar más jajaja.

-Si ya… si me encanta viajar pero a Mario no le va tanto…

-Joder… yo he estado en todos los continentes… te hace abrir la mente- Decía Ricardo.

-Y por ahí habrás abierto otras cosas a parte de mentes…

-Jajajaja joder Aina. Desconocía esta faceta tuya.

Y yo, al igual que Ricardo, también la desconocía. Me sorprendía esa Aina tan liberada, haciendo incluso bromas sexuales. Ese tío se estaba ganando su confianza, mientras yo seguía siendo un saco de nervios. Ambos seguían sentados en la misma postura, mirándose y hablando de forma distendida.

Ante el silencio de Aina, Ricardo siguió:

-Sabes que sí… que me gusta follar. ¡Joder y a quién no! Pero ahora estoy con Carla muy a gusto.

-Claro y lo de Núria… o Alba- Dijo mi mujer.

-Ya te conté lo de Núria, fue un malentendido. Y con Alba no he hecho nada más. No te creas que es una costumbre follarme a empleadas jajaja.

-Bueno… Susana, Dolores, Anabel…- Enumeraba mi chica.

-Bah pequeños deslices jajaja- Dijo Ricardo quitando importancia al asunto.

-Claro… y todas con pareja.

-Eso no es cosa mía… yo no obligo a nadie ya lo sabes.

-¿Pero te da morbo no?- Preguntó Aina de repente, tras unos segundos de silencio.

-A ver… los humanos somos así. Lo difícil atrae, al igual que lo prohibido. Acostarse con una persona comprometida es ambas cosas… es algo prohibido y suele ser difícil… para la mayoría jajaja. Y entonces la satisfacción es mayor- Decía él, aunque Aina siguió preguntando:

-Pero aparte de eso… ya en plena faena. ¿Te excitas más?

-Joder Aina jajaja y esas preguntas.

-No sé… hace tiempo que nos conocemos, pero a la vez siento que no te conozco. Siempre estás de broma, con tus tonterías. Sé que eres así, te va el vacile. Pero a la vez sé que eres sexualmente activo… que has tenido tus cosas- Decía Aina, a lo que Ricardo preguntó:

-¿Mis cosas? ¿Qué sabes?

-No o sea nada especial… por Carla más que nada. Y alguna compañera de trabajo. Tienes tu fama de conquistador, también de liarte con mujeres casadas… no sé.

-¿Eso te dice Carla?- Preguntó él.

-No a ver jajaja. Siempre me ha hablado maravillas de ti, pero a la vez que eres muy activo sexual… incluso que tenéis como una relación abierta…

-Bueno… un poco sí. Estamos juntos y nos queremos, pero somos jóvenes. A mí me gusta experimentar y Carla lo necesita también. Está todo hablado, no nos queremos hacer daño. Lo que hagamos fuera de la pareja es solo sexo- Decía Ricardo.

“Solo sexo”... claro. Así justificaba Ricardo sus aventuras, en lugar de decir que era un enfermo del sexo y que le ponía cachondo follarse a mujeres con pareja.

-No sé… es extraño- Dijo ella.

-Tienes que viajar más Aina, abrir la mente… y lo que no es la mente jajaja.

-Oye no me copies jajaa- Dijo ella, divertida.

-Es verdad. Mira a Carla. Amaba a Javi con locura, pero las relaciones desgastan. Ella es ninfómana, ya lo sabes. Él no la podía llenar… literalmente jajaja. Entonces lo mejor hubiera sido encontrar una solución- Dijo Ricardo.

-Pero no es tan fácil…

-Sí que lo es Aina. Hablar las cosas, intentar hacer algo. Si ella debe tener sexo… ¡Pues es una necesidad como cualquier otra! Hay profesionales del sexo, o meter a algún conocido- Dijo él, a lo que Aina añadió:

-Claro a ti.

-A mí o a quien sea. Al final mira qué pasa por no hablar. Ambos haciendo sus cosas por su lado y al final se separan. Carla conmigo no tendrá ese problema. Primero porque me la follo siempre que quiere… y segundo porque si se diera el caso, la dejaría follar con otro.

Ambos seguían hablando en esa postura, sentados. Aunque Ricardo parecía que iba acercándose poco a poco a Aina. Se iba desplazando lateralmente, muy despacio, hasta quedar prácticamente pegado a ella.

Estando así de pegados, él siguió su discurso:

-Javi debió aceptar la situación, comprender las necesidades de Carla. Lógicamente que de primeras choca, que tu chica se folle a otro. Pero se lo ganó. No quería aceptar la realidad. Y tras eso, en lugar de aceptar que Carla simplemente satisfacía su necesidad… aún montaba pollos.

-Es que Riqui tío… es una infidelidad- Dijo Aina.

-Infidelidad es una palabra. No estamos hechos de palabras, si no de sentimientos. Carla y Javi podrían seguir juntos y felices. Pero él tenía que ceder un poco y asumir esas necesidades de su pareja.

-No lo veo…

-Que sí Aina… es así. La rutina cansa, desgasta. No soy ningún salvador, pero he tenido sexo con mujeres que luego han estado mucho mejor con sus maridos. Necesitaban ese pequeño revulsivo en sus vidas. Algunas han repetido, otras no. Yo no obligo a nadie. Incluso algunos maridos me deberían dar las gracias jajaja pero el tema ese… poder aceptar en tu mente que tu mujer se ha follado o se está follando a otro. Entiendo que no es fácil… pero es solo sexo.

Eso dijo Ricardo, prácticamente lo mismo que en Menorca meses atrás. Que el hecho de follarse a tías casadas era hasta positivo para ellas.

Pero tras callarse unos segundos, Ricardo acarició la mejilla derecha de Aina con el exterior de su mano derecha. También le apartó el pelo, mientras siguió hablando:

-Aina… son cosas que pasan. De verdad que esta sociedad tiene la mente muy cerrada… el sexo nunca es algo malo.

Si mi mujer ya estaba roja entre el calor, el sudor y los nervios, esas pequeñas caricias de Ricardo la pusieron incandescente. Él seguía subiendo y bajando el exterior de su mano por la mejilla de Aina. Una Aina que miraba al suelo, sin atreverse a mirar a los ojos a aquel desgraciado.

Y no solo se dejaba hacer, ya que a los pocos segundos ella correspondió esas atenciones, poniendo su mano izquierda en el muslo derecho de Ricardo, justo donde terminaba la toalla. Ricardo debió interpretar eso como un “OK, por lo que desplazó su mano derecha de la mejilla de Aina a su muslo izquierdo, también al borde de la toalla. Entonces usó su mano izquierda para seguir rozando la mejilla de Aina, aunque esta vez con su palma.

Yo estaba al borde del ataque de pánico. Ricardo se estaba saliendo con la suya, había bajado totalmente las defensas de Aina con ese ambiente y su pico de oro. Tuve una idea, que aunque no me salvaría de esa infidelidad, podía ayudarme en un futuro. Desplacé una barra de la tablet buscando si había capturadora de pantalla y en efecto la había. Así que empecé a grabar la pantalla… por lo menos tendría una prueba para el día de mañana.

Y también me serviría para saber qué pasaba concretamente y verlo quizás algún día. Porque en esos momentos no quería mirar más. Solamente las dudas de Aina me mantenían a la expectativa:

-Qué estamos haciendo…

-Nada cariño… relájate. Sé que estáis pasando por algunos baches- Decía él.

-Pero no se merece esto… no así- Decía ella, con la voz entrecortada y masajeando levemente el muslo de Ricardo.

Ricardo usó esta vez su mano izquierda para apartarle un poco el pelo de la frente a Aina, mientras que le dijo:

-Pero tú te mereces esto…

Y tras decir aquello, Ricardo dejó caer su toalla, mostrándole a mi mujer su polla. Una polla que aún apuntaba hacia abajo, pero que tenía un estado de semi-erección que aumentaba aún más su tamaño normal.

-Joder no…- Se limitó a decir Aina, mientras Ricardo respondió:

-Esto nunca lo disfrutarás en la vida, nunca tendrás esta experiencia. Tan siquiera con el de plástico, que no te atreves por tu marido.

-Es que Mario…

-Ni Mario ni nada. Sé que le quieres con locura. Lo que pase aquí no saldrá de aquí a menos que tú lo quieras- Mintió Ricardo.

Y es que todo lo que estaba pasando en esa sauna, no solamente estaba siendo visto por mí, sino que lo estaba grabando con la propia tablet. Luego a lo mejor el segurata me la quitaba, pero de momento lo grababa por si las moscas.

Lo que no me podría quitar el segurata ni nadie era el nudo que tenía en el estómago. Aina y Ricardo seguían con esas tímidas caricias, aunque ya sin toalla de por medio. Ella sí que la tenía, aunque era cuestión de tiempo que también se la quitara. También le miraba ese enorme pollón, aunque con disimulo. Y eso que yo no podía observar todos los detalles de sus rostros, aunque por los movimientos de cabeza de Aina estaba claro que también era un saco de nervios, al igual que yo.

Si podía resistirse a eso… Aina tenía el cielo ganado. Pese a ir ahí con él, pese a todo lo sucedido esos meses. Pese a la bronca que le echaría. Pero me seguiría siendo fiel. No sabía su sudaba más yo o ella dentro de esa sauna.

Ricardo era consciente de ese calor abrumante, ya que se levantó y dio la espalda a Aina, mostrándole su tonificado trasero y seguramente una poderosa vista de sus atributos desde atrás. Se fue al regulador de temperatura y lo bajó, para luego volver al lado de mi mujer y decirle:

-Así estaremos mejor… tú tranquila.

Tras esa “bajada de temperatura”, Ricardo decidió que él la subiría. Empezó a subir y bajas sus dos manos por los laterales de los brazos de Aina, rozando a la vez la toalla.

-Que se me cae…

-Tranquila, así estaremos en igualdad- Le dijo él, aunque Aina respondió rápidamente:

-No no… por favor.

-Vale vale, no pasa nada.

Tras esas palabras, Ricardo cambió de movimiento. Se acercó aún más a Aina. Parecía que incluso se rozaba con la polla en su pierna, aunque no podía verlo con exactitud. Lo que sí veía claramente es como aquel desgraciado le echaba de nuevo el pelo para atrás, acercando su boca al cuello de mi mujer.

Pareció decirle algo al oído aunque no lo escuché… y acto seguido le dio un beso en su cuello. Aina cerró los ojos, muerta del gusto, aunque para sorpresa mía y de Ricardo de apartó de golpe.

-No… no podemos en serio. Ya está llegando todo demasiado lejos- Dijo ella.

-Vale… solo siéntate. No pasa nada…

Aina le hizo caso y se sentó de nuevo, aunque algo más separada de Ricardo. Un Ricardo que se levantó y se acercó a ella. Usó sus dos manos para acariciar suavemente la mano derecha de Aina, como pidiendo perdón.

Pero a los pocos segundos, fue acercando esa mano de mi mujer hacia su miembro. Aina se dejaba hacer, estaba a punto de tocarla. Pero de nuevo, tuvo como un acto reflejo y se apartó.

-Que te he dicho que no joder… pff me voy.

Aina se levantó, dejando a Ricardo con la polla ya prácticamente erecta pero sin haberla tan siquiera tocado. Se acomodó bien la toalla y desapareció de pantalla, cruzando escuchándose el ruido de una puerta. En pantalla seguía Ricardo, desnudo, sin saber qué hacer.

El que tenía que hacer algo era yo, salir ya sí o sí. Me volví loco rodeando de nuevo la sala, buscando algo, pensando algún plan. Y de repente me topé con la única opción posible para salir: Una alarma de incendio detrás de unas sillas. La pulsé con todas mis fuerzas, a la vez que silenciaba el volumen de la tablet y la cogía.

Esperé unos segundos y escuché unas voces que venían de fuera:

-Tenemos que entrar que está sonando.

-Que no coño… que no pasa nada no lo ves…