Producto de mis decisiones (Parte 2): Cap 49 y 50
Aina y Mario descubren los regalos de Ricardo, mientras que Marta les tiene preparada una importante sorpresa.
Capítulo 49
Tras abrir el envoltorio, la cara de Aina era un poema. Igual que la mía.
El regalo seguía en su propia caja, pero era transparente y dejaba ver claramente su interior. De hecho, una parte de la caja se adhería al contorno del regalo y lo hacía aún más llamativo. Si ella había expresado con dos frases su sentimiento al ver eso, yo directamente no sabía qué decir.
Y es que el regalo de Ricardo a mi mujer era, nada más y nada menos… que un dildo gigante. Un pene de plástico, pero no uno cualquiera. Uno enorme. De hecho en la caja ponía que medía 10 pulgadas… prácticamente 25 centímetros y medio.
No entendía muy bien la intención de ese regalo, en esos momentos solo tenía ojos para mirar ese juguete y la cara de Aina viendo ese juguete. Ante mi silencio, ella dijo:
-Bueno… no lo veo muy apropiado la verdad. Se agradece el detalle pero joder… que eso no me entra jajaja.
Ante esa declaración, me quedé un poco flipado. Pensaba que se refería a que ese tipo de regalo (una polla de plástico) no era apropiado para hacer a una amiga, encima casada. Pero no, parecía que eso le daba igual. Que el problema era simplemente el tamaño de esa cosa.
-Ya… pues no sé. Pídele el ticket y lo cambias por otra cosa… dildo ya tienes, a lo mejor un succionador de clítoris jaja- Le dije.
-Uff no va mucho a mí eso jajaja. Bueno mi juguete tiene años ya, le puedo decir que me lo cambie por otro más pequeño, que esto es enorme joder…
No me pareció demasiada buena idea eso. Sería confesarle que ese tamaño le impresionaba… y que por consecuencia, estaba acostumbrada a algo mucho inferior. Ricardo conocía el tamaño de mi pene, pero era distinto a que Aina directamente dijera que esos 25 cm y pico eran demasiado.
Encima Ricardo tendría que volver a elegir y traernos el regalo, Aina mirar si le gustaba… mucho follón. Le dije que por el momento lo guardara y ya veríamos qué haríamos. Era el turno de mi regalo.
-Venga cari a ver que te ha dado a ti. ¿Otra polla? Jajaja- Me dijo riéndose.
-Ja ja ja… muy graciosa. Voy a abrirlo a ver…
Abrí el papel de regalo bruscamente y vi la caja. Me quedé igual o más parado que con el anterior regalo. No vi la cara de Aina, pero debería estar tan sorprendida como yo. De nuevo venía en una caja donde se transparentaba su interior. Y de nuevo era un juguete sexual. Aunque en este caso la sorpresa no fue el tamaño… sino la utilidad del juguete.
Se trataba de un plug anal. Un plug anal gris metálico, en este caso con una base de color roja intensa. Aina fue la primera en reaccionar, ante mi sorpresa:
-JAJAJAJA madre mía.
No sabía como tomarme aquella risa, simplemente respondí:
-Este tío es gilipollas…
-Oye un juguete para cada uno, no te quejes cari jajajajaja- Aina seguía descojonándose, mientras yo no sabía donde meterme.
Si no entendía la intención del primer regalo, mucho menos del segundo. No me iba a meter eso evidentemente, ni por todo el oro del mundo. Tan siquiera Aina lo usaría, así que era bastante inútil.
-Lo pondremos en el salón de decoración...o en la basura directamente- Dije.
-Jajaja joder… no entiendo en qué estaría pensando este chaval. Como se nota que le sobra la pasta, vaya tela.
Y pensé que sí, que ese era el motivo. Más allá del uso en sí de los regalos, simplemente era como una especie de broma. Un enorme pollón para mi chica y un penetrador de anos para abrirme el culo. Genial.
-En fin, si quería que nos echáramos unas risas lo ha conseguido, los regalos a la basura y a tomar por culo- Le dije a Aina.
-¡No joder! Nunca se sabe… mi dildo tiene tiempo ya jajajaja y tú… nunca has probado el tras tras jajajaja.
-Pues lo pruebo contigo no te jode…-Le dije.
-Jajaja no te enfades anda… mi culo es sagrado jajaja yo ya tengo otro agujero. Deberías probar tú a ver qué se siente- Me contestó.
Y aunque sabía que lo decía en coña, me fui a la habitación a estirarme, pasando del sexo que teníamos en teoría planeado. No me apetecía en esos momentos. No tenía dudas de mi sexualidad ni de lejos y sabía que Aina hablaba en broma… pero insinuar que me metería algo por el culo no me había hecho ni pizca de gracia. Pensaba lo mismo que le acababa de decir, que si quería lo probara ella. Aunque por su puerta trasera nunca había entrado nada. Realmente no había surgido, ni ella ni yo lo habíamos puesto encima de la mesa y era un tema olvidado. A lo mejor algún día se animaba, a mí me era indiferente.
Sabía que el sexo anal podía ser muy excitante, pero mi sexo con Aina ya era satisfactorio. De hecho tampoco solíamos usar juguetes. Ella tenía un pequeño dildo rosa que había usado en contadas ocasiones, que yo supiera. Y es que tampoco la había visto masturbarse nunca a solas, aunque imaginaba que alguna vez lo habría hecho. En ese sentido, más de una vez pensé en regalarle un succionador de clítoris, que tan de moda estaban y que podían hacerla correr en muy poco tiempo. Ella solía tardar bastante y junto a mi facilidad para correrme… podía resultar muy útil para compensar esas diferencias cuando me corría antes que ella. Pero la idea quedó ahí perdida y no llegó a materializarse.
Aina vino al poco rato a la cama también, me abrazó como pidiendo disculpas y nos dormimos. Era consciente que sus comentarios me habían dolido. A veces era demasiado bromista y yo no lo encajaba del todo bien.
Pasaron los días hasta llegar a Noviembre. Nada había cambiado, ambos seguíamos bien en el trabajo e íbamos quedando de vez en cuando con nuestras dos parejas de amigos. Con Lara quedaba alguna vez en el parque de siempre, con la excusa de ir a comprar, también como siempre.
Su vida también seguía igual, aunque la notaba algo apagada. No estaba llevando del todo bien la ruptura con Juan Carlos. Llamé un par de veces también a Miguel, aunque no obtuve respuesta. Mientras que con Mauri sí que logré hablar, aunque me dijo que se estaba dando un tiempo con Raquel y necesitaban descansar de todo lo ocurrido. Ricardo seguía sin aparecer ni en el gimnasio ni en el local. Aina le veía de vez en cuando en el trabajo pero seguía bastante liado al parecer, sin ir mucho por la oficina. Era un alivio para mí ese distanciamiento y por fin veía la luz al final del túnel. Una calma deseada y ansiada después de tantos meses de sufrimiento.
De hecho yo también fui abandonando el gimnasio poco a poco. De ir dos veces por semana a ir solamente una, alegando a mi mujer cansancio por el trabajo. Nada más lejos de la realidad, simplemente estaba tranquilo sin la presencia de Ricardo así que no era inconveniente dejarla sola.
Esa tranquilidad se rompió relativamente a mediados de mes. Mi hermana Marta nos llamó por si Aina y yo podíamos ir a verla a casa de mis padres y pasar el fin de semana, como tantas veces habíamos hecho. Fuimos ese mismo domingo a comer y pasar la tarde, pero no era una visita normal.
Marta soltó la noticia:
-¡¡¡Estoy embarazada!!!
Lo celebramos todos con alegría, sobretodo mi padre a quien le encantaba la idea de ser abuelo. Sabía que Aina y yo no teníamos prisa para tener hijos y de Marta no esperaba esa noticia ni mucho menos. Así que fue una gran sorpresa, para todos.
-¿Y desde cuando lo sabes?- Preguntó Aina.
-Bueno hace un tiempo ya, pero no sabía como decirlo…- Respondió la aludida, mientras que mi madre añadió:
-Ya la notaba yo rara hace días… al final ha tenido que confesarlo.
Imaginaba el motivo. Apenas veíamos a su pareja con sus viajes de negocio, tampoco era la vida que deseábamos para ella. Aunque él era un chico de éxito, la arrastraría a irse al extranjero seguramente y ya tampoco la veríamos apenas a ella. Tener ambos un hijo significaba que ese adiós podía estar más cerca. Podía sonar egoísta, pero nuestra familia estaba muy unida.
-Se te ha adelantado eh jajaja- Me dijo mi padre, provocando la carcajada de todos los presentes menos la mía.
Era un tema relativamente tabú. Nunca lo habíamos hablado de forma explícita, pero Aina tenía sus deseos en ser madre algún día. Yo también por supuesto, pero no me veía preparado a corto plazo. Era una gran responsabilidad y aunque tenía ya la vida asentada y medio asegurada, no me veía de padre aún.
-Hace unas semanas vino Michael a pasar el fin de semana… y aprovecharon el tiempo- Dijo esta vez mi madre.
¡Mamá! Jajaja- Dijo Marta partiéndose.
Tras hablar otro buen rato, mi hermana añadió finalmente:
-Sí… de hecho hace tiempo os dije de venir también apresuradamente porque os quería dar la noticia, pero al final era una falsa alarma. ¡Pero ahora sí que sí seré mami! También quería esperarme ya a Navidad para dar la sorpresa pero no podía callarme más.
Terminamos el domingo y ya casi por la noche nos fuimos a casa, a descansar un poco para tener las pilas cargadas en la nueva semana. Se acercaba el final de año y había que apretar en nuestras empresas, al tener que presentar varias cosas tanto internas como externas. Me pasaba tanto a mí como a Aina, aunque en mi caso tenía bastante más responsabilidad.
A mediados de Diciembre dejé definitivamente el gimnasio. Ahí mi trabajo ya no era una excusa, sino una realidad. Y lo último que me apetecía era perder horas y cansarme aún más. Se lo comenté a Aina y lo entendió a la perfección. A la siguiente semana iría por última vez y me daría de baja, así en Enero no debería pagar ya nada.
Llegó el ansiado día y ahí me encontraba, pisando el gimnasio que con suerte no pisaría en bastante tiempo. Yo con la camiseta típica que tenía por casa de alguna promoción, mi pantalón de chándal desgastado y mis bambas pasadas de moda. Aina por su parte, iba con unos leggings lilas que le hacían un trasero espectacular. Nunca le recriminé nada, no quería parecer un celoso de nuevo, pero la verdad es que ese culo en esas mallas deportivas le quedaba increíble. Por suerte la mayoría de veces simplemente llevaba un pantalón de chándal como yo u otras mallas que se le ajustaban menos. Y había poca gente, mayoritariamente chicas, así que mi preocupación era casi nula.
Tras los ejercicios pertinentes, me fui a duchar y luego rápidamente a recepción, a terminar con mi cuota. No me atendía nadie, así que Aina llamó a Roberto (que estaba como siempre ocupado dando clases en otra sala).
-Ostia perdona tío, que la Vane se encontraba mal hoy. Ya te atiendo yo, dime.
Me daba un poco de corte darme de baja ante Roberto y no ante cualquier secretaria desconocida, pero no me quedaba otra:
-Bueno… es que tengo mucho trabajo últimamente… y estas semanas he venido poco…
-Ya te entiendo, te quieres dar de baja. No te preocupes tampoco me cuentes tu vida jajaja- Me dijo, sin maldad pero tocándome un poco las narices.
Ante mi cara de enfado, me dijo:
-Es broma joder. Claro ahora te doy de baja. No temas que si algún día estás de ánimo y quieres fortalecer ese pechito, vuelve que no te cobraremos matrícula. Si te esfuerzas seguro que llegas a estar casi tan mamadísimo como yo jajaja.
Le seguí ignorando hasta que terminó de darme de baja. Menos mal que no tendría que aguantarle más, aunque de normal tampoco le veía demasiado en el gimnasio. Él estaba con sus clases y por ese motivo tenía la suerte que cruzármelo poco, ya que Aina y yo íbamos a nuestro rollo.
Nos fuimos de ahí, le abrí la puerta a Aina para que saliera y cuando me disponía a cerrarla, pillé a Roberto mirando descaradamente el culo de mi mujer. No era nada del otro mundo, con ese cuerpazo, ese culo y esa prenda… pero aún así me molestó un poco. Ese chaval, del cual desconocía la edad aunque era mucho más joven, tenía bastantes similitudes con Ricardo y solo me faltaba una preocupación más.
Camino a casa le pregunté algunas cosas a Aina sobre ese tipo. Sin parecer celoso, simplemente para “hablar de algo”:
-¿Y qué tal te cae Roberto? No lo vemos mucho pero es un poco déspota.
-Ya… bueno es un crío no le hagas caso. Se cree la ostia por tener un cuerpo de culturista- Me dijo Aina, a lo que seguí preguntando:
-¿Qué edad tiene?
-Pues diría que 20… Sí sí 20. Ricardo me comentó hace tiempo que lo celebraron a lo grande.
-Pues sí… un criajo. Pijo y mimado, ha heredado el negocio y solo tiene intentar no cagarla y arruinarlo. Aunque tiempo al tiempo porque mucha gente no hay…-Le dije.
-Joder que simpatía jajaja. A ver es un gimnasio humilde. Y supongo que tendrá su dificultad como cualquier negocio, más en estos tiempos.
-No sé yo… no tiene pinta de tener muchas luces. Su máxima aspiración será que no se le atrofie la polla con tantos batidos de proteínas- Contesté.
-Qué va, de eso va bien servido….ups.
Capítulo 50
Aina se dio cuenta rápidamente de su error, aunque ya era tarde.
Ni ella ni yo sabíamos como salir de ese jardín. Yo no quería enfadarme ni parecer celoso, pero por sus palabras era evidente que le había visto la polla.
Por suerte, Aina rompió el incómodo silencio:
-A ver… no te imagines cosas raras. Ya sabes que el gimnasio es pequeño. Y que apenas hay tíos. Pues un día no me quedaba jabón y tampoco había nadie en recepción, como hoy. Así que fui un momento al vestuario de tíos a coger algún bote. Estaba al 100% segura que no había tíos… pero estaba Roberto duchándose.
-¿Y te vio?- Le pregunté.
-No... o sea no sé. Supongo que no. Se estaba enjabonando la cabeza y apenas estuve ahí un par de segundos. Pero bueno que eso, le vi la pilila jajaja. Pero ya está, sin más.
-Vale vale… si no pasa nada pero joder no me esperaba esa respuesta- Le dije para zanjar definitivamente el asunto. Sentía también curiosidad por el tamaño de ese pene, pero lógicamente tampoco me quitaba el sueño y podría vivir sin saberlo.
El tamaño de los penes, del mío básicamente, siempre había sido como un tabú. Algo de lo que no quería hablar demasiado, pero me causaba curiosidad. Las comparaciones habían sido inevitables a lo largo de mi vida. Y aunque no consideraba que mi pene fuera enano, esos 13 centímetros en erección quedaban bastante lejos de otros. También sin erección, siendo inferior a los 10 y que al lado de otros chicos, sí que resultaba bastante inferior.
Entonces me vino la cabeza el pene de plástico, el regalo de Ricardo a Aina para el aniversario de bodas. Lo teníamos en casa guardado, no habíamos hablado más de eso. Y menos mal. Porque no sabía qué podría pasar si Aina lo probaba… y le gustaba. Esa bestia duplicaba el tamaño de mi pene… en cuanto a longitud. En grosor no tenía ni idea, pero era también una bestialidad. Mi pene podía asemejarse a un rotulador permanente. Ese juguete… ese juguete no cabía en un vaso de tubo. De hecho podía acercarse incluso a una lata, aunque para comprobarlo habría que abrirlo. Y eso me dispuse a hacer al llegar a casa.
El morbo había vuelto a ganarme. Estaba convencido que tras tantas semanas sin mencionar al juguete, Aina se habría olvidado de él. Así que mi intención era abrirlo y comprobar el tamaño, hacerme una idea del grosor de semejante bicho. Y es que no era ningún tema homosexual. No se me pondría dura por tocar ese pene de plástico. Era simplemente curiosidad. Que se podía sentir al tener algo así en la mano. Evidentemente nunca lo habría probado en un pene real ni lo haría, pero tener algo así en mis manos me despertaba muchas preguntas.
Aina se quedó en la cocina haciendo tareas, así que vi el momento perfecto para abrir el juguete. No sabía qué haría luego con eso. Podía decirle a Aina que lo había regalado, vendido… o simplemente lanzado. Estaba seguro que Aina no lo querría para nada, así que tampoco le importaría demasiado. Fue un regalo chorra de Ricardo y ahí quedó la cosa. Por supuesto no le diría que lo había abierto, ya que sonaría bastante extraño.
Era el momento, ella solía tardar bastante en arreglar la cocina así que tenía vía libre. Lo cogí del fondo del armario, rompí la caja con unas tijeras y ahí estaba, el enorme aparato del placer en mis manos. Era bastante simple, un pene sin más. Bastante realista eso sí, a diferencia del pequeño dildo rosa de mi mujer. Tenía una baldosa en la base para pegarlo a cualquier sitio y tocándolo vi que en efecto, era muy realista. Con sus venas, su forma algo irregular. La verdad es que impresionaba al tenerlo en las manos.
Hasta los huevos parecían reales, dentro de estar limitados por la base. Estaba muy bien hecho y el tamaño daba ese punto extra de morbosidad. Aún así, me preguntaba qué chicas usarían tal cacharro. Lógicamente que el tamaño importa, lo sabía y era consciente de ello. Tanto longitud como sobretodo grosor. Pero eso era otro nivel, esos casi 26 cm tenían que ser demasiado para cualquier chica. Podían hasta hacer daño según quien lo usara y si no tenía experiencia con esos tamaños. Tras esa inspección de pene, me dispuse a guardarlo dentro de la caja de nuevo. Lo dejaría momentáneamente en el armario otra vez y ya lo lanzaría en otra ocasión. Pensé incluso en dárselo a Lara, que ella no le hacía ascos a ningún rabo…
Fue entonces cuando me vino otra cosa en la mente, relacionado con Lara. Sabía que en efecto si le daba ese juguete lo usaría. Y no le daría daño, ni mucho menos. La había visto follar con varios tíos, más lo que no habría visto obviamente. Jairo, sus hijos, Juan Carlos… había visto de refilón sus herramientas y no estaban nada mal. De hecho, parecía como si Lara solo buscara eso, una polla bien grande. Y aún quedaba otro en la lista, a parte de algunos anónimos. Ricardo.
Se lo había tirado varias veces, algunas de las cuales yo estuve presente. Conocía bastante bien su polla, por desgracia. Tanto en reposo como en erección tras tantas aventuras que le había visto. No solamente en esos últimos meses, sino también en la época universitaria. Y concentrándome en el pene de Ricardo, comparándolo con este dildo… no podía ser. Eran muy parecidos. Desconocía el tamaño exacto del de Ricardo, no le había medido su cosa con una regla obviamente. Pero no sería muy distinto al juguete. No había caído en eso… hasta ese momento. ¿Era una indirecta? Una especie de mensaje hacia mí, diciéndome que seguía pensando en Aina como su objetivo…
Entonces pensé también en el significado del otro regalo, el que me dio a mí. El plug anal. Podía esconder también un mensaje… que le querría dar por culo. A ella y a mí, aunque de formas distintas. Mi cabeza era un lío, no sabía exactamente si todo eso era a propósito, si eran cosas mías… pero tenía que deshacerme de ese par de juguetes.
Por desgracia, después de varios minutos con eso en la mano, tras mis ralladas… no me di cuenta que había pasado demasiado rato ya. Y vaya suerte la mía, que entró Aina en nuestra habitación:
-¿Pero qué haces? Jajajaja. Desconocía esa faceta tuya. Tranqui que no me pongo celosa.
-Calla coño… estaba… estaba aquí mirando…- Le dije con mi voz entrecortada.
-Ya ya… ya veo que lo miras bien mirado jajaja- Me respondió siguiendo con su burla.
Vi que no tenía escapatoria posible, no había para tanto así que le fui sincero:
-A ver, no te voy a engañar. Ese tamaño me sorprendió. Ya sabes que tengo un poquito de complejo con… ya sabes. Y quería ver como era algo de este tamaño.
-Tranqui cariño. Primero de todo no digas nada de complejos. Me encanta tu polla, me la como y me la follo jajaja. Así que no digas chorradas.
La interrumpí brevemente:
-Ya… pero siempre hay comparaciones…
-Lo sé Mario. Yo también quisiera estar más delgada muchas veces, cuando veo a las chicas de la tele… bueno y sin ir tan lejos. Veo a Lara, Raquel, Núria… a veces deseo ese cuerpo- Me confesó.
Sí… pero es diferente.
-¿Por qué es diferente?- Me preguntó.
-A ver, no digo que sea más o menos importante… pero es diferente. Obviamente nos queremos ver bien, yo también querría estar más en forma. Pero tu cuerpo sabes que está genial, que me encanta. No te quitaría ni un quilo, encima ahora con el gimnasio estás igual de buena pero con todo más firme- Le dije a mi chica.
-Jajaja ya era hora que lo dijeras… no pero en serio. Aún no sé porque dices que es distinto.
-Pues por eso mismo, tu cuerpo podría ser distinto claro, pero tal como es me flipa-Le continué explicando.
-Claro y a mí me gusta tu polla, sigo sin ver la diferencia- Me dijo Aina, sin entenderme demasiado, así que le dije definitivamente y sin tapujos:
-A ver… no digo que no te guste mi cuerpo… mi pene. Pero te gusta a ti. Porque eres mi mujer, mi pareja desde hace años. Nos conocimos así y no creo que las parejas rompan por una polla… pero sigue siendo la que es.
Aina empezó a entender el asunto, aunque me dijo:
-Sí, pero no estoy del todo de acuerdo. Me la suda el tamaño, de verdad. Ya lo sabes. Y aunque no entienda mucho del tema, no considero que la tengas pequeña. No es algo de lo que me guste hablar y estoy segura que a ti tampoco, pero seamos claros ambos. Tu polla es de tamaño normal. No es el mayor pollón del mundo ni tampoco una mierda. Y repito, aunque fuera distinta, no me importaría.
-Pero a eso me refería justamente. Mi pene te gusta porque es mío, sin más. Porque es el pene de tu marido. Igual con mi cuerpo, que no es nada del otro mundo. Fuera de eso, en el hipotético caso que tú y yo lo dejáramos… difícilmente otra chica se fijaría en mí por el físico… o por la polla. En cambio en tu caso, tienes un cuerpazo, culazo, esas tetas…
-Me vas a poner roja jajaja. Reconozco que no estoy mal pese a que hay días que cambiaría muchas cosas de mí. También soy consciente de mi pecho y que sois tan básicos que eso tira mucho. Pero es que me da igual. Tú y yo no vamos a cortar, no vamos a estar con otro u otra. Yo voy al gimnasio porque quiero verme mejor a mí misma. No lo hago por ti, no te ofendas jajaja. Y tú debes pensar igual. Nos queremos tal como somos, creo que no es necesario tener complejos a estas alturas… y menos con tu polla- Me dijo Aina.
-Ya… ¿Pero me entiendes no?- Le pregunté.
-Claro que te entiendo, sé a qué te refieres. Ya te digo que yo quisiera estar más en forma, también más delgada. Incluso a veces tener menos pecho. Pero eso para sentirme mejor conmigo misma… incluso para que la gente me vea mejor. Pero no por ti, sé que me querrás igual.
-Cierto. Pero en mi caso bueno… me viene a la cabeza el viaje del verano… en playas nudistas y tal lo pasé mal- Le confesé.
-Ya te dije tiempo atrás que te pusieras en forma y ni caso jajaja.
-No no, o sea también por eso. Pero lo digo más que nada por el pene.
-Joder y dale… No pienses más en eso. Eso de la playa nudista fue un día aislado, no es lo habitual. Espero que no vayas enseñando tu pollita por ahí jajaja es solo mía- Me dijo Aina, sin caer en que había usado un diminutivo para nombrar a mi pene… siendo bastante desafortunado por su parte.
No sé si se dio cuenta, pero terminamos ahí la charla sobre nuestros cuerpos y complejos y nos empezamos a besar apasionadamente, dejando yo el juguete a un lado de la cama. Me quitó los calzoncillos y me la empezó a tocar rápidamente, demostrando sus palabras anteriores de que esa polla era suya y le gustaba.
Yo hice lo propio con sus pechos, tras retirar su camiseta y sostén. Aunque en su caso, era plenamente consciente del deseo que yo sentía hacia sus atributos. Como bien me había dicho antes, me encantaba su cuerpo y sus curvas. Me encantaba jugar con sus dos enormes peras que no me cabían en la mano. Era como un niño con plastilina nueva.
Empecé a besarlos y ella hizo lo propio con mi pene, ya duro tras sus atenciones. Tras un rato, dejé sus pechos libres y me dirigí al plato siguiente… su vagina. Se la comí con cuidado, como siempre hacía. Aina no gemía demasiado nunca, pero por sus suspiros sabía que le estaba dando placer. No era un gran experto en el sexo, ni vaginal ni oral. Pero conocía de sobras a mi mujer y sabía como complacerla.
Ella hizo lo propio y me empezó a comer ese pene que tanta charla nos había dado minutos antes. Eso se convirtió en un 69 y ambos suspirábamos de forma leve, expresando nuestras sensaciones. Notaba que me iba a correr así que la hice parar. Descansé unos segundos y fui a buscar un condón para pasar al acto final de esa función llamada sexo.
Ya con el condón puesto en su sitio, me puse encima de ella (que estaba tumbada boca arriba en la cama) y la empecé a penetrar suavemente. Así era nuestro sexo, suave pero pasional. La seguía penetrando en esa postura, la veía disfrutar mientras ella cerraba y abría los ojos a ratos. Me daba mucho morbo su gestualidad follando, era expresividad pura.
Yo también iba cerrando los ojos por la tensión de vez en cuando… y una vez que los abrí vi que Aina estaba tocando ligeramente el pene de plástico, situado en el borde de la cama ya que no lo había guardado aún. No entendía nada, pero ella seguía tocándolo cada vez con más intensidad, hasta que dijo:
-Uff… aún no lo había tocado… parece de verdad… me gusta.