Producto de mis decisiones (Parte 2): Cap 33 y 34

Mario empieza a pensar fríamente para intentar arreglar sus meteduras de pata de los meses anteriores.

Capítulo 33

¡Cuantos más seamos, más reiremos!

Ese era mi lema a partir de ese momento. Necesitaba más aliados para destruir la imagen de Ricardo, a ojos de Aina. No valía mi simple opinión, era un riesgo que no podía asumir. No en ese momento. Así que mi única salida era reunir aliados, mientras jugaba al despiste con Ricardo.

Y ese era mi primer paso, quedar con él para aparentar normalidad. Ir preparando el terreno para que el día de la boda todo estallara. Eso arruinaría uno de los días más especiales de Miguel… pero poco me importaba. Lo veía más cercano a Ricardo que a mí, con sus aires de superioridad, creyendo que lo sabía todo. Solo me importaba Aina… y un poco Mauri.

Él sí que era un buen tipo, no entiendo como pude creerme el sueño, donde él era cómplice de Ricardo y hacía todo eso conmigo al lado atado por ellos mismos. Él sería incapaz de algo así, pero no Ricardo. Así que se lo haríamos pagar.

Era mi segundo paso y era vital, aún más que el primero. Esa charla con Mauri debía hacerse antes de la boda. Porque aunque había sopesado la opción de engañarle, no era justo. No podía engañarle de nuevo, hacer como que no había nada. O incluso usar la infidelidad de Raquel a mi favor. Era mi primera opción para usar en la boda, pero no era justo. Mis opciones de pillar a Ricardo se verían mermadas… pero ganaría un aliado y sobretodo mantendría una amistad. Si todo salía a pedir de boca, que no era fácil.

Pero lo primero era lo primero. Aina y Ricardo, en ese orden. Debía aparentar normalidad con ambos .y aunque con ella podía resultar más sencillo, con él sería todo lo contrario. Había tapado el espejo, había cambiado la cerradura… de la llave que me había dado Miguel. Tenía dudas sobre él también, quien sabe si fue su cómplice. Aún así me extrañaba que dejara a Ricardo follarse a su prometida. Puede que Ricardo jugara a dos bandos, haciendo de Miguel su cómplice a la vez que le jodía… bueno joder joder, a su chica.

Pero no era vital en ese momento, no tenía intención de saber porque Ricardo hizo todo eso, si sabía que yo iría o le diría a Aina que buscara el espejo. Lo único cierto es que estaba previsto para esas situaciones, sabía que yo iría contra él y todo eso surgió en el viaje, con nuestra discusión sobre Raquel. También tenía dudas ahí, sobre si Ricardo hubiera hecho algo con Raquel si yo no me hubiera enfrentado a él. ¿Fue ese el detonante de todo? ¿Hubiera roto igualmente Ricardo el “pacto entre amigos”? No podía resolver esa duda en ese momento, era una mochila que llevaría siempre a mis espaldas, más pesada que la mochila de ese día en la excursión.

Pero antes de Ricardo, Aina:

-Oye Aina… sé que estuve fatal durante el viaje. Lo de las playas, lo de las sospechas en Ricardo… y luego lo de su casa.

-Ya está cari, no pasa nada. Yo me flipé también esos días. Me descontrolé un poco y no sabía que era bañador sería tan transparente… joder que vergüenza.

-Es que se te veía todo… jaja- Le dije intentando quitar hierro al asunto.

-Ya… a ver no lo sabía. O sea el de color negro que me probé no era así, no pensaba que cambiaría tanto por el color. En ese momento ni pensé que se podía ver algo. O sea vi que mis pezones se me marcaban un poco pero sin más, no lo veía nada serio. Luego hablé con Raquel y me dijo así en privado que se me marcaba también un poco ahí abajo… no veas que corte.

-Es que vaya espectáculo jaja, lo pasé un poco mal no te voy a mentir. Pero al final es tu cuerpo y tampoco hay para tanto- Seguía yo con mi táctica.

-Qué va, si tienes razón. No me fijé en la parte de abajo y claro una cosa es el pecho y otra… el conejo jajajaja.

-Jaja sí, es que con la línea de vello y tal pues se marcaba un poco.

-Pff vaya tela… nunca mejor dicho jajaja. Es que jugando y todo pues tampoco sabía que se marcaba tanto- Se la veía avergonzada tras decir aquello, el plan iba según lo previsto, así que seguí por esa línea:

-Bueno no pasa nada, ya digo que es tu cuerpo. Luego en el barro pues es lógico echárselo por el pecho y eso. Para una vez que vamos a un sitio así no sería lógico no hacerlo y estando con amigos.

-Ya… A ver ya digo que fueron unos días un poco locos, no parecía yo.

-Ay amor… tú sí que me traes un poquitico loco- Y tras decirle aquello, me abalancé encima de mi chica para empezar a besarnos con pasión.

Siempre lo he dicho y lo he pensado. Pese a no tener la mejor herramienta, el mejor físico o la mejor imaginación el la cama, nuestros polvos no estaban nada mal. Aina me ponía a mil tanto por su físico como su carácter. Mientras que yo no podía entrar en la cabeza de Aina, pero si se enamoró de mí y seguía conmigo, no era precisamente por dinero. Así que mi personalidad y mi físico “estándar” tampoco le deberían desagradar tanto.

Donde sí podía entrar era en su cueva para buscar el tesoro, así que nos desnudamos rápidamente y empezamos a liarnos en la cama. Besos, carícias… los preliminares con Aina eran estupendo. Ahí no entraba en juego mi polla ni apenas mi físico, simplemente éramos dos personas que nos queríamos y deseábamos. Ese tipo de sexo, de preliminares o como se quieran llamar, esas caricias con amor tocándonos las cabezas, besándonos, mirándonos a los ojos con deseo… eso nunca lo tendría Ricardo con nadie.

Es lo que diferencia el amor al sexo. Ya se podía tirar a media España, que difícilmente nunca sentiría el amor por ninguna chica. Y aunque llegara ese día, que llegaría seguramente, no sería recíproco y se sentiría en la mierda. En la misma mierda que se deberían sentir algunas chicas que se calzaba. Porque sí, algunas iban a lo que iban. Algunas no tenían compromiso, otras lo tenían pero necesitaban ser infieles. Incluso las habría (como comentó Ricardo a Jairo en el viaje) que verían reforzado su matromonio tras eso, sea por sentirse saciadas y poder mantener las rutinas, o incluso por hacer partícipes a sus maridos de esas aventuras.

Pero también había un tanto por ciento, más grande o menos, que no. Entre ellas, Carla o Raquel. Ambas estaban bien con sus parejas y no necesitaban aparentemente nada más. El futuro nadie lo sabe, podían haber caído en manos de otros. Pero hasta ese día, Ricardo se había aprovechado y podía haber destrozado sus relaciones.

Tras esos pensamientos y esas caricias que duraron varios minutos, Aina me terminó de quitar mi ropa interior para comerme el pene como ella bien sabía. Sus mamadas eran magistrales, sin dudo mucho mejores que cuando la conocí. Era una autodidáctica del sexo, mejorando día a día en todas las facetas. Iba alternando un ritmo suave con otro más rápido, incluso a ratos frenético. Alguna vez incluso, deslizaba ligeramente su lengua por mis testículos, aunque no me gustaba especialmente.

Lo que sí me gustaba, me encantaba, era cuando cuando se la sacaba de la poca toda mojada por sus babas y empezaba a masturbarme con su pequeña manita derecha. También alternando ritmos, hasta que yo estaba a punto de explotar. Por desgracia no duraba mucho (aunque mejor eso que los gatillazos) pero la avisaba y nos disponíamos ya al siguiente nivel.

-Ostia que gustazo… Me voy a correr ya como sigas así.

-Tranquilo vaquero, ahora te toca a ti- Me dijo Aina antes de quitarse también la ropa interior.

Me puse el condón reglamentario y la puse a ella a cuatro patas contra el cabezal de la cama, metiéndosela lentamente y agarrándola por las caderas.

-Uff qué bien, entera enteraaaah ah ahhh…

Empecé un ritmo más ágil y ella empezaba a gemir de forma bastante ágil también. No era especialmente gritona, sobre todo si la comparaba con Rocío cuando la vi follar con Ricardo. También podía comparar con otras tías que había espiado en la sala X… y vaya conciertos. Aina gritaba menos, pero con más pasión a mi modo de ver. Se notaba que no fingía, que no sobreactuaba. Si algo era suave simplemente suspiraba, si el ritmo ascendía, sus decibelios también.

Cuando sí gritaba bastante pero, era cuando se corría:

-¡Ah Ah Marioooo ahhh! Joder ahh ¡Vamossss! OH OOH OOH ufffff….

Di mis últimas estocadas para dejarla plenamente satisfecha, estando yo al borde del orgasmo también. Algunas veces si el control me lo permitía, intentaba correrme junto a ella. Pero otras veces (como esa), me quitaba el condón y terminábamos la sesión de sexo con una paja que ella me hacía. Me solía correr en su mano, sin demasiado misterio. No le gustaba que me corriera en su cuerpo y mucho menos cara. Aunque lo probamos alguna vez, le daba un poco de cosa. Por ese motivo solíamos terminar con su paja y no con otra mamada.

Nos aseamos tras el coito y de nuevo entraba en acción mi plan. Con un ambiente más calmado, ambos en la cama ya relajados, podía zanjar otro de los temas: La sala X.

-Cielo… Ya hemos hablado de mi ataque de celos, de la playa… pero aún quedan cositas.

-Ya ya… lo de Raquel en el bosque, Rocío a través de la sala imaginaria… Joder da para un libro jajaja- Me dijo.

-Sí jeje…- Deseaba contarle la verdad, insistir en eso, pero sería cagarla de nuevo. Así que seguí mi plan, que no era otro que seguirle el rollo. Aina siguió diciendo:

-Es que cari… vaya imaginación. Sobre todo lo del cristal espía ese, te prometo que me lo creí. Parecías tan convencido de todo… joder pensaba que podía ser real.

-Bueno jaja es que vi a Raquel y Ricardo ahí solos por la montaña y yo que sé… paranoias mías- Le dije intentando quitarle importancia.

-Sí, eso lo puedo entender. No lo justifico pero con el calor y todo pudiste tener alguna alucinación jajaja pero lo del cristal… pff es muy heavy eh.

-Ya…- Ahí venía mi bomba, pero necesitaba que Aina me diera pie a que la lanzara. Como me imaginaba, no tardó en darme esa oportunidad:

-Joder es que todo tan elaborado, que si se podía espiar desde ahí… que si se tira a las chicas de los masajes y sesiones… ¿De dónde sacaste eso y porque?

-Fue cosa de Miguel. Cuando me contaste que Ricardo le haría las fotos a Rocío con el vestido de novia y tal, me llamo él también. Estaba preocupado por si podían hacer algo y me contó todo el rollo de la sala y el cristal.

-Joder… ¿En serio?- Aina flipaba, mientras yo seguía con mi plan:

-De verdad… Y me dio esa llave de su puerta, la que te di a ti y la que intentamos usar luego en su casa.

-Pfff en fin… no sé jajaja es muy raro todo.

-Tranquila te entiendo, ya otro día te lo cuento todo con más calma- Le dije eso, a lo que Aina respondió:

-¿Todo? ¿Cómo que todo?

-Nada jaja vamos a dormir anda- La abracé un poco y no tardamos demasiado en dormir.

Y sí, todo. Porque si quería demostrar algo, debía ser con pruebas. Rocío y Raquel me mentirían. Las palabras de sus maridos no valdrían nada para Aina, es algo que había pensando pero no. No podía cagarla ni una sola vez más. Aunque grabara alguna conversación con ambos, hablando de la sala X y demás, Aina siempre podría pensar que era algo preparado… ya que éramos amigos de toda la vida. A lo mejor teníamos un ataque de celos los tres e íbamos contra Ricardo.

Pero había algo innegable: Las llaves. Por suerte aún no se las había devuelto a Miguel. Y tenía mis dudas sobre él. No me encajaba que permitiera el sexo de Ricardo con su prometida… pero no era trigo limpio. El caso es que tenía que ir con sigilo, hasta el día de su boda. No podía decir nada de lo que había visto, o la boda se iría a la basura. Pero tampoco podía fiarme de él ya que podía estar compinchado con Ricardo.

La única opción: Entregarle las llaves a su buzón y esperar su llamada. Una llamada que “casualmente” me pillaría con Aina. Y también “casualmente” en una situación donde debería poner el manos libres para que ella escuchara todo. No sería una grabación, así que me guardaba esa carta en la manga. Y tampoco hablaríamos mal de Ricardo, así que Aina no pensaría que fuera un complot contra él.

Simplemente sería la llamada de Miguel dándome las gracias por devolverle las llaves de la casa de Ricardo. Tenía que ser una conversación escueta y precisa, solamente el agradecimiento y algún comentario favorable sobre Ricardo. Aina no sospecharía nada y se confirmaría que “el loco que habla de espejos” es Miguel. Yo… simplemente un amigo que se creyó esa historia y quiso ayudarle.

Y el último gran detalle, el pegamento a todo esto. Esperar la llamada en horario del gimnasio. Miguel sabía que Aina iba, pero no que yo estaba recién apuntado. Le debía dejar las llaves ese día y esperar a que seguramente llamara en esa tarde, cuando mi mujer estaría lejos de mí y no podría escuchar nada.

Solo faltaba un detalle, el único que podía joderme de nuevo… Ricardo.

Capítulo 34

Si Roberto había avisado a Ricardo y éste a Miguel, yo estaba jodido.

Era una opción, si Miguel y Ricardo tenían algún tipo de alianza, ambos podían saber de mi incorporación al gimnasio. Solo me quedaba esperar que Roberto no hubiera dicho nada (aún) a Ricardo… o en caso que sí, que no hubiera llegado a oídos de Miguel.

Era una opción y haría que Miguel no me llamara en esos momentos… pero quien sabe. Era mi única salida para deshacerme de esa mala imagen de loco posesivo que había dado a Aina. A malas, simplemente me llamaría en otro momento o iría más precavido Miguel al saber que podía estar Aina escuchando. Pero quedaría en tablas, tampoco perdía.

Así que eso me dispuse a hacer. El siguiente día que nos tocaba gimnasio, dejé las llaves en el buzón de Miguel antes de irme a trabajar y me fui, rezando para que el plan funcionara. Durante el trabajo me surgieron otras dudas: Qué pasaría si encontraba las llaves Rocío… o si Miguel me mandaría un mensaje (podía valer como prueba pero no quería enseñarle nada explícito a Aina, sino provocar que la situación fuera aparentemente casual). También existía la opción que Miguel no me dijera nada… demasiadas variables.

Y aunque sea difícil de creer, la suerte parecía estar esta vez de mi parte. Porque estando en el gimnasio, yo a solas con Aina como el día anterior en las bicis estáticas… me llamó Miguel. Puse el altavoz ya que no podía sujetar el móvil…. “¡Que pena!”

-Hola Miguel qué dices…

-Ey Mario. Nada tío he llegado hace un rato a casa y ya he visto las llaves. Joder que casi las pilla mi piba jajaja suerte que nunca mira el buzón la tonta del culo.

-Ya… jaja. En fin me había olvidado hasta ahora así que nada ahí las tienes. Aunque deberías deshacerte de ellas…

-Tienes razón Mario, total con lo que me dijiste de Ricardo ya me quedo más tranquilo, es buen tipo al fin y al cabo.

Ya tenía lo que necesitaba, no quería ninguna metedura de pata, ni alguna palabra que pudiera joderlo todo, así que me despedí secamente:

-Sí sí jaja en fin estoy un poco liado venga hablamos otro día adiós adiós.

Y colgué, sin esperar respuesta alguna. Aina no estaba pegada a mi lado, yo tampoco la miraba y parecía una llamada casual. Pero en efecto, nos escuchó:

-Joder con Miguel, si que trata bien a su futura mujer jajaja joder.

-Bueno es un poco mal hablado ya lo sabes cariño.

-Ya ya jajaja. Perdona que sea cotilla, pero ya he escuchado que le has devuelto las llaves. ¿Eso de que se queda más tranquilo con Ricardo qué significa?

Y ahí concluía mi plan, que por primera vez en mucho tiempo, me salía redondo:

-Nada, o sea eso que te conté. Hizo una copia de sus llaves no sé como y me pidió que fuera a espiar la sesión de fotos con Rocío a través del espejo… todo lo que te dije.

-Ya, pero aún no me has dicho qué hiciste…

-Pues no hice nada, no me creía eso del cristal pero tampoco dudaba de Ricardo ni Rocío. Le dije a Miguel que no había pasado nada y ya.

-Ostia… ¿Pero entonces él cree que fuiste y que les espiaste no? Y que existe eso del cristal…- Me preguntó mi mujer.

-Sí… supongo jaja. Me da igual, yo confío en Ricardo. Bueno sobretodo en tí. Él es solamente un amigo de años atrás. Tú eres mi mujer. Si dices siempre que es buen tipo, es que lo es.

Dos en uno. Culpaba a Miguel de todas esas historias sobre el cristal, a la vez que mandaba la pelota al tejado de Aina. ¿Que ella confiaba en Ricardo? Perfecto. Pues yo también. Ya cuando hubiera la gran pillada, que el sentimiento de culpa fuera para ella. Era un poco egoísta, pero nada bueno me había traído ser buena persona. Cagadas y más cagadas. Mi prioridad era la misma: mi relación con Aina. Y haría todo lo posible por enmendar mis errores y recuperar su confianza, aunque ella se pudiera sentir culpable algún día.

Mejor un sentimiento de culpa de Aina hacia ella misma que le duraría unos días, mientras seguía conmigo… que no la situación a la que estaba yendo todo: Una Aina culpándome de todo y que cuando la verdad saliera a la luz, ya estuviera perforada por Ricardo. Porque no tenía ya dudas del objetivo de Ricardo. Hacerme lo mismo que a Miguel y Mauri. Podía entender que yo la había cagado en el viaje con Raquel… pero eso no era motivo para tirársela. Y con Rocío directamente no hice nada malo. Si Miguel era cómplice de Ricardo, era un polvo ya previsto. Si no, Miguel era el culpable, el que me había enviado ahí a espiarles. Podía haber parado las cosas claro, pero la infidelidad era la misma.

Así que por el momento todo iba a pedir de boca. También empezaba a creer un poco en Miguel, ya que si estuviera “compinchado” con Ricardo hubiera sabido de mi presencia en el gimnasio y no hubiera llamado en esos momentos, donde él pensaba que yo estaba solo en casa y podíamos hablar en privado. Pero tenía aún dudas, así que el siguiente paso era averiguar algo sobre el eslabón más débil: Mauri.

Y ahí me surgió la gran duda, si confiar o no plenamente en él. Era mi mejor amigo, la persona más leal y sincera que conocía. Pero yo le había fallado con la infidelidad de Raquel. No sabía si en esos momentos él era conocedor de sus cuernos. En caso negativo, no sabía si contárselo o esperar a la boda. En caso afirmativo… mi gran amigo podía no verme de la misma forma. Descartaba una alianza de Mauri y Ricardo, pero todo era posible ya. Y aunque el sueño fue eso, un sueño… había contemplado a un Mauri vengativo y lleno de ira por esconderle el tema de su mujer.

Ese fin de semana había la despedida de soltero de Miguel, así que sería el momento perfecto para estas a solas con ambos y poder actuar. Encima sin sus parejas, que estarían en la despedida de Rocío, así que era el momento clave.

Había tardado un poco en llegar, entre las vacaciones y el estrés posterior de Ricardo, pero eso me podía beneficiar ya que tenía más tiempo de pensar en algo. Pero un comentario de Aina en casa me hizo ver la luz:

-¡El sábado despedida eh! Joder necesitaba un poco de marcha ya jajaja.

-Ya ves cielo jaja, nosotros no somos muy fiesteros pero Ricardo seguro que anima el tema.

-Ostras me olvidé decírtelo, Ricardo al final no podría ir con vosotros. Pensaba que Miguel te lo habría comentado- Me dijo ella.

Ricardo no iba… pero Miguel había atrasado la despedida precisamente para que Ricardo pudiera ir tras los días de trabajo intenso… algo no encajaba. Le seguí el rollo:

-Vaya que pena… bueno seguro que lo pasamos bien jaja.

-Sí… supongo jajaja. Marcos tampoco podrá venir. En parte el atraso fue por él, por su trabajo… pero bueno no nos perdemos nada- Dijo Aina.

Ostia, Marcos. En mi sueño, recordaba de Mauri lo había nombrado. Nos había puesto a los tres en el mismo saco. Era un amigo también de la época universitaria. Éramos parecidos en muchas cosas la verdad. Y también era verdad que por motivos de trabajo apenas nos veíamos ya. Aunque como bien decía mi mujer, tampoco era precisamente el alma de la fiesta.

Por su parte Ricardo, había “pedido” ese atraso, pero luego se bajaba del barco… ¿Blanco y en botella? Leche, la que Ricardo quería repartir en la despedida de Rocío. Eso estaba claro, al igual que Ricardo sabría de mis sospechas. ¿Me esperaría ahí? Si no iba a la despedida de Miguel (me podía inventar cualquier excusa) tanto mis amigos como Aina lo sabrían y Ricardo se enteraría que iría a pillarle.

Me parecía claro que había algún topo. No podía ser que Ricardo sacrificara su querido espejo, o que cambiara la cerradura justo ese día… Aunque él sabía que yo tenía mis dudas tras lo ocurrido en el viaje, era jugársela mucho hacer todo eso por unas simples sospechas. Así que no, no podía ir. Me importaban poco en esos momentos las chicas de mis amigos. Me preocupaba la mía y confiaba en ella. No hizo nada en casa de Ricardo a solas así que no haría nada ahí. Porque no había hecho nada… ¿No?

Que yo hubiera soñado eso, no quitaba que Aina había pasado esas horas con mi enemigo. No noté nada raro en ella… pero Mauri y Miguel tampoco y buenos cuernos que llevaban. El tiempo solo me añadía más y más duda. Una llamada, de nuevo, me salvó:

-Oye Mario, tenemos que hablar.

-Ey Lara, claro dime.

-No… pero en privado. Quedamos por la tarde en ese parque cerca de tu casa.

-Mmm vale… llámame cuando estés llegando y voy- Le dije aún extrañado.

-Perfecto, un beso.

¿Qué narices quería Lara ahora? Esa tarde no tenía gimnasio así que podía escaparme un rato. Le diría a Aina que iba a comprar cualquier cosa. Pero me temía lo peor con Lara, podía ser algo sobre Ricardo...o alguna trampa. Llevé el móvil con una app para grabar la conversación, necesitaba pruebas.

Lara me avisó esa misma tarde y hacia el parque que me fui. Llegué ahí, nos saludamos y nos sentamos en un banco, cuando Lara me dejó en fuera de juego:

-Dame el móvil por favor.

-¿Por? Es mi… mi móvil jaja.

-Ya, imagino que no lo has robado. Pero te voy a contar algo importante y no quiero salir perjudicada.

Estaba claro que era algo sobre Ricardo y que quería evitar ninguna prueba. No me quedaba ninguna opción más así que se lo di sin mediar palabra.

-Gracias por entenderlo. A ver, por donde empiezo…

-Podrías empezar por el principio creo- Le dije intentando romper el hielo.

Ya, gracias Mario. No sé qué haría sin ti… a ver, te cuento. Sé que Ricardo se tiró a Rocío en la sesión que le hizo pre boda. Y sé que Miguel de pidió que fueras. También conozco la historia del espejo espía. Me da bastante asco que me hubierais visto ahí con Ricardo pero el caso, hay un topo.

Estaba pálido, más blanco que Aina en invierno. Pero todo encajaba. Lara siguió ante mi silencio:

-Por eso Ricardo sabía que iríais, por eso se tiró a Rocío igualmente y por eso luego tapó todo y cambió su cerradura.

-Pero podía haber hecho fotos ese día y arruinar todo. Fui tonto de no hacerlas, pero estaba la opción…- Le dije.

-Ya, pero supongo que sabía que no tendrías valor para hacerlas. Ni te esperabas eso ni querías destruir nada. Igual que con Raquel y Mauri.

¿También sabes eso?- No entendía nada.

-Sí… Me lo ha estado contando todo Ricardo. El próximo objetivo es Aina, por eso te lo cuento. Eres un gran amigo y no sería justo- Me dijo ella.

-O sea que el topo eres tú Lara… ¿O Miguel? Solamente él sabía que yo iría a espiar la sesión.

-No, el topo es Carla- Me soltó la bomba.

-¿Cómo dices? ¿Y tú… y Miguel?

No estaba entendiendo nada. Lara era cómplice de Ricardo en cuanto a sexo y secretos, mientras que Miguel era el único que podía chivarse de mi visita. No entendía qué pintaba Carla en todo eso.

-¿Pues recuerdas el día de los hielos en el local? Hace meses, antes del viaje. Que estabas muy nervioso y tal.

-Sí sí Lara… lo recuerdo.

-Pues yo ya sabía lo que estaban haciendo Ricardo y Carla ahí dentro… Por eso me sorprendí al verte. Quería que alguien los pillara, pero no tú- Decía Lara.

-¿Porque?

Lara siguió con su relato:

-Pues porque tenía celos. Ya sé que Ricardo es así y se tira a todo lo que se mueve. Pero Carla me caía como el culo y ahí en el local pff. Y bueno, sabía que tú no harías nada aunque les vieras. Tampoco quería interrumpir nada yo y quedar como una celosa loca, así que lo dejé pasar al ver que nadie me hacía caso.

-Vale, hasta aquí bien… Pero me faltan cosas- Le dije a mi amiga.

-Lo sé. Eso es solo el principio. Unos días después, llamé a Carla. La quería alejar de Ricardo, me seguía cayendo mal. Pero con esa charla conocí a una Carla menos prepotente y más vulnerable. Con muchas dudas sobre lo ocurrido y sobre qué pasaría.

-Así que os hicisteis amiguitas...- Le dije.

-Tampoco es eso Mario, pero se le escapó que no solamente se había tirado a Ricardo, también a otro amigo tuyo…