Producto de mis decisiones: Cap 7 y 8

La relación y confianza entre ambos amigos es cada vez mejor, mientras que las aventuras sexuales de Ricardo no tienen tregua.

CAPÍTULO 7

A partir de ese día, nuestras quedadas fueron bastante habituales.

No tanto en el chalé, casi siempre ocupado por sus padres, pero si en cualquier otro contexto. Mayormente en locales tomando algo por las tardes.

Pasaron un par de semanas donde estrechamos lazos y recuperamos la confianza perdida tras los años, hasta que nos invitó de nuevo, aunque esta vez a su casa. Era buena idea, ahí estaríamos más tranquilos y también podía ser buen momento para plantearle la idea a Mauri, al que habíamos dejado un poco de lado esos días.

En el trabajo, tras darle un par de vueltas a la idea, pensé que en lugar de quedar en la casa de Ricardo, podríamos hacerlo en nuestro piso, aprovechando la excusa de enseñárselo a Ricardo.

Miguel, Mauri y sus respectivas parejas ya se habían pasado durante los primeros días, pero ahora ya estaba todo amueblado. Así también Mauri se sentiría más cómodo, en lugar de estar en la casa de Ricardo que tantos recuerdos le traía. Se lo comenté a Mauri y aunque al principio no estaba muy convencido, acabó aceptando. Los demás estuvieron también de acuerdo así que el viernes por la noche vendríamos todos a mi casa a tomar unas copas después de cenar.

Llegó el día y ahí estábamos Aina y yo, terminando de arreglarnos. Yo con una camisa y pantalones tejanos, ella con una camiseta azul estampada y unos shorts.

-Cari, tendríamos que arreglar nuestra habitación, que mira como está- La verdad es que Aina tenía razón. Yo era un poco vago para el orden y ella llevaba unos días muy estresada por el trabajo. Junto a las salidas con nuestros amigos, apenas habíamos tenido tiempo de arreglar la habitación.

-No te preocupes, si tampoco tiene que entrar nadie. Ya lo hacemos otro día- Yo como siempre, con alergia al orden y a la limpieza. Por suerte sin alergia al polvo.

A los pocos minutos llamaron al timbre y ahí estaban los primeros invitados en llegar, Ricardo y Lucía. Seguía recordando la escena del otro día, el descubrimiento de que realmente no eran pareja, que Lucía tenía novio y le estaba engañando con Ricardo. No entendía cómo no se daba cuenta, con tantas escapadas. Lucían bastante discretos ambos, la velada era muy informal.

-Oye tía. ¿Dónde dejo el bolso?- Le preguntó Lucía a mi mujer.

-Puesss, espera aquí mismo en el sofá- Le contestó antes de ser interrumpida por mí:

-Puedes dejarlo en nuestra habitación no te preocupes, así tenemos más espacio.

Aina me miró con cara rara, posiblemente no quería que los invitados vieran el desastre de habitación que teníamos en ese momento. Yo le quitaba hierro al asunto, seguro que ellos la tenían igual o peor.

-¡Joder! Menuda pocilga jajajajaja oye es coña pero joder que desastre jajaja- Se cachondeaba Ricardo con su típico sentido del humor, sin filtro.

-Sí bueno….si es que... vamos mal de tiempo estos días… y bueno ya sabes- Balbuceaba Aina hasta que quise salir en su ayuda:

-Bueno es que Aina está pasando por unos momentos algo delicados en su empresa. Llega con estrés, se pone a descansar, luego salimos… tenemos poco tiempo y pocas ganas.

Aina me miró con cara de enfado ahora sí. Era bastante cerrada en cuanto a temas personales o laborales. Y sobre todo era muy orgullosa, no quería mostrar ninguna debilidad ante nadie.

-Vaya que putada… ¿Y donde curras?- Preguntó Ricardo y enterrando las opciones de dejar el tema que tanto incomodaba a mi mujer.

Estuvimos hablando del tema, que la empresa de Aina estaba en una crisis interna y que el futuro de los empleados estaba en el aire, sobretodo de los cargos medios. Ricardo por su parte comentó su situación en su trabajo, así como las amistades que ahí tenía. Y lanzó a Aina una propuesta:

-Oye, vente. En serio vente, necesito gente cualificada en mi departamento. Se te nota que eres una currante y podría hablar con mi amigo para incorporarte. Vamos algo justos en el departamento y nos vendría bien tu ayuda.

Me pareció una gran idea. Aina necesitaba un cambio de aires sin duda, a parte que el futuro en su actual empresa era incierto. Tras esos días juntos, confiaba plenamente en Ricardo (pese a sus aventuras sexuales) y podía ser un buen jefe para Aina, no muy estricto y facilitándole las cosas.

-Bueno, me lo pensaré. La verdad es que estoy muy bien donde estoy... es una mala racha pero confío en que todo vuelva a la normalidad… aún así gracias- Le respondió mi mujer.

-Vale vale, tú te lo piensas y en unos días me dices algo, sin compromiso- Y Ricardo le guiñó un ojo, a lo que Aina contestó con una media sonrisa.

Al poco rato llegaron los demás invitados. Primero Mauri con Raquel y por último, como siempre impuntuales, Miguel con Rocío. La noche transcurrió con normalidad. Al ser tantos, tampoco entramos en temas muy personales. Hablamos mayormente de tonterías, bebimos un poco y hacía las 2 de la madrugada ya nos estábamos despidiendo.

Los últimos en irse fueron los primeros en llegar, Ricardo y Lucía. Un Ricardo que seguía insistiendo en el tema del trabajo:

-Bueno tíos, muchas gracias por todo y Aina. ¿Piénsate lo del curro vale?- Se dieron dos besos, a mi la mano, y Ricardo se fue junto a su novia, amante… o lo que fuera Lucía.

Cerramos la puerta y Aina soltó la ira que llevaba acumulada dentro desde la primera conversación de la noche con mi amigo:

-Pero Mario joder, ya sabes que no me gusta que airees mis cosas. Es mi vida, ya me apaño yo y en todo caso me ayudas tú, pero ese tío no pinta nada.

No solíamos discutir y cuando lo hacíamos, era en un tono bastante calmado. Aina tenía carácter pero yo era mucho más tranquilo, hecho que hacía que ella no se quisiera sobrepasar para no herirme.

-Si ya lo sé cielo, pero que quieras que te diga... ha surgido así y realmente es buena oferta.

-Pero joder… que no le conozco apenas y…- Aina parecía no saber qué decir.

-¿Y? ¿No te cae bien?- Di en el clavo.

-A ver Mario… sí me cae bien. Pero ese tío es como es. He conocido docenas en mi vida. Se ve a simple vista y con algunas conversaciones aún más.

-¿Y cómo es?- Pregunté haciéndome un poco el tonto.

-Joder Mario eres su puto amigo. Es un vividor, un mujeriego. Se ve a leguas. Para tenerlo de amigo y salir en grupo genial que estamos todos, pero como jefe… no lo veo. No sé si estaría por la labor o sería un jodido baboso.

Su confesión me sorprendió. En ningún momento me había dicho eso. Siempre estaba animada a salir con ellos. Aunque como dijo, una cosa era salir en grupo y otra estar bajo sus órdenes.

-Y tampoco sé si es cosa mía... pero me mira mucho. A ver tú le conoces mejor que yo, pero esas bromas que gasta, esas miradas con su sonrisa... contigo delante, con su novia- Continuó Aina con sus confesiones sobre Ricardo.

-No es nada personal cielo. Será mujeriego pero tiene novia ahora mismo y aún así, le conozco de hace años. Nunca haría nada raro- Mentí a medias. Nunca haría nada a raro a sus amigos, pero se follaba todo lo que se movía sin importarle las parejas. Continué convenciéndola, tanto de la bondad de Ricardo como del trabajo:

-Él es así, no se da cuenta. Es muy bromista y algo empalagoso pero de verdad cielo no te preocupes. Y piensa que como jefe tendríais confianza y no habría las broncas que tienes ahora- Ese último argumento pareció convencerla.

La oportunidad que se le brindaba era muy buena y ante mi visto bueno en cuanto al tema Ricardo, Aina me dijo que se lo pensaría y en un par de días me diría su decisión.

Transcurrieron esos dos días y la respuesta fue la que esperaba: Aina aceptó. Se lo comuniqué rápidamente a Ricardo, no fuera a dar la plaza a otra persona. Y la respuesta no se hizo esperar:

-Estupendo tío, hablaré con el gran jefe y en una semana ya podría empezar. No te preocupes que la trataré bien jajaja hablamos.

Yo estaba feliz y parecía que Aina también. Al final era un cambio en su rutina, que la tenía absorbida en una mala dinámica. Aquella oportunidad, pese a la primera opinión de mi mujer, era realmente buena para estar más tranquilos y felices ambos.

Recibimos el visto bueno de Ricardo, Aina se fue de su empresa y el lunes siguiente ya estaba lista para su nuevo trabajo. En este caso su turno era como el mío, empezando por la mañana y acabando a media tarde. Llegué yo antes, ya que mi trabajo estaba bastante más cerca de casa. Y al rato llegó Aina, ansiosa por contarme sobre su primer día:

-¡Cariñoooo! ¡Qué buena idea tuviste joder!- Y me plantó un morreo impresionante, antes de seguir:

-Me encanta este nuevo horario, me quedo ahí a comer y no tengo que cocinar. Las compañeras genial, súper simpáticas. ¡Me gusta más lo que hago y sin estrés! ¡Ni broncas! Y Ricardo joder, las apariencias engañan.

-¿Pero no te caía mal?- La piqué recordando la conversación de días atrás.

-¡Que no tonto! A ver que tampoco me cae de cine, pero claro una cosa es conocerlo así como amigo y con su prepotencia y otra en el ámbito laboral. ¡Cómo jefe es un sol!- Se la veía muy ilusionada y con otro punto de vista hacía mi amigo.

-Ya te lo dije, es muy buen tío y aún más con confianza- Le respondí orgulloso de la decisión que había tomado, animándola a aceptar ese trabajo.

-Ni que lo digas, tengo la sensación que siempre le habría visto con malos ojos, con recelo. Pero en este entorno laboral he conocido un poco su faceta más profesional, que ni de coña hubiera conocido en las quedadas. Por cierto me ha enviado un mensaje Lara, que ya podemos pasarnos por el local el finde.

Aina tenía razón, durante esos días habíamos dejado de lado a nuestros otros amigos. Habíamos quedado un par de veces con Carla y Javi, mientras que no habíamos visto más a Lara desde ese día en el antro donde nos reencontramos con Ricardo.

Bueno, yo sí que la había visto, siendo brutalmente follada por Ricardo contra el espejo espía. Pero evidentemente ni ella ni Aina sabían ni debían saber nada. Quedamos en ir el viernes, ya que según Lara ya estaba reabierto a partir de ese día tras recibir fondos y contratar a dos empleados más. Un chico y una chica.

La semana transcurrió con total normalidad, Aina encantada de su nuevo trabajo y hablando maravillas de su jefe y sus nuevas compañeras. Mientras yo en la rutina, tanto en el trabajo como en casa, donde los polvos con mi mujer seguían la tónica habitual, aunque con más frecuencia, ya que ella estaba más animada y con menos estrés.

Llegó el viernes y nos dirigimos al local, donde habíamos quedado con Carla y Javi. Entramos y Lara nos presentó a su nueva compañera. Se llamaba Daniela y aunque no era fea, tenía una cara algo basta. De cuerpo eso sí, un diez. Tremendos pechos, posiblemente operados y con una figura envidiable. Era rubia (se notaba que teñida) y muy simpática.

La sorpresa, para mí, vino al presentarnos al nuevo empleado, Ricardo. Sí, el de siempre. Cuando algo está de moda, parece que está en todas partes.

-¿Pe… pero... qué haces aquí? ¿Ya te da la vida? -Le pregunté extrañado, tanto por su sonrisa como porque sería compañero de Lara… que no sabía si le odiaba, si le quería o qué narices pasaba, pero algo había entre ellos. Mi sorpresa aumentó cuando las explicaciones las dio mi esposa Aina:

-Era una pequeña sorpresa jajaja. El lunes hablando en el curro, salió el tema que aquí buscaban alguien para los findes, sobretodo ahora en verano... y le debía una a Ricardo… ¡Y aquí está! Jaja le comenté el tema a Lara y ella me dijo que vale, sin problema, que preguntaría a la jefa y nos diría algo.

-Se lo pregunté y como aquí prima el físico y nuestro amigo no está nada mal… aquí está- Respondió Lara, con una actitud muy distinta a la del día del reencuentro. Previo polvo claro está... y quién sabe si algunos más.

Ricardo, Lara y Daniela volvieron a currar, mientras que Aina, nuestros amigos y yo seguimos por ahí pidiendo unas copas, bebiendo y charlando. Fui a pedir otra copa para Aina a la barra donde estaba Lara y aprovechando que no había cola, le pregunté:

-¿Oye y ese cambio de actitud? Hace unas semanas casi me matas por saludar a Ricardo.

-Ya… A veces son temas que dan pereza pero al final pasado pisado. Ricardo es buen tipo, pasó lo que pasó pero fue culpa de ambos y ya está. Somos adultos, tema aclarado.

-Pues me alegro la verdad, que todo esté aclarado y así se cierran heridas del pasado- Le comenté, intentando que me confesara su nueva o nuevas aventuras con Ricardo.

-Así es, tu chica me comentó el tema de que viniera aquí, andamos cortos de personal ya lo sabes y las exigencias de Ricardo fueron una ganga. Eso y su físico enamoraron a la jefa así que nada, aquí le tenemos- Acabó diciéndome Lara, sin atisbo alguno de confesar lo ocurrido en casa de nuestro amigo en común.

“Madre mía con Ricardo” pensé. No tenía suficiente con su trabajo y sus hobbies que ahora esto… y cobrando poco según lo que me había dejado caer Lara.

Recordé que en la época de la universidad también estuvo trabajando en un local, según él, porque así se ligaba mucho. ¿Sería esa su intención también en este caso? La verdad es que podía conocer a bastantes chicas de la zona y sus compañeras tampoco estaban nada mal. Al igual que la jefa, Esther. Una madurita rozando los 40 años que controlaba el local, propiedad de su marido.

Esther estaba de muy buen ver, algo gordita pero lógico en esa edad si no te cuidas demasiado. Aún así, era preciosa de cara y sus pechos eran enormes. Con el pelo corto, teñido de distintos colores según la época (en ese momento rubio platino), tenía mucho atractivo.

El local se vaciaba y llegaba el momento de irnos. Tenía bastantes ganas de ir al baño y pese a que en esos momentos ya estaba cerrado, me colé. Total, conocía a media plantilla, que me iban a decir. Me encerré en mi compartimento, soltando todo el líquido acumulado, cuando sentí leves gemidos. ¿En serio? ¿Alguien magreándose a esas horas y con el baño cerrado? Terminé de mear, bajé la tapa. Me puse encima de ella para ver con claridad que pasaba en el otro compartimento y como no.

Ricardo sentado en la taza con Esther, su jefa, practicándole una mamada de campeonato. Debían llevar ya un rato, ya que justo en ese momento Esther le levantó y se incorporó encima de Ricardo, que la ensartó de golpe, dejando escapar ella un grito que si no se escuchó fuera sería por el volumen de la música que aún sonaba.

Ahí estaba ella, subiendo y bajando por el enorme tronco de Ricardo, que le agarraba las caderas a la vez que le comía una teta, ya fuera del vestido.

CAPÍTULO 8

Salí de mi compartimento y del WC, encontrándome con mi mujer y amigos.

-Ey Mario, que Ricardo está arreglando unas cosas de la despensa, dice que un saludo y que ya os veis pronto- Lara hizo de mensajera.

Nos fuimos hacia fuera en busca del coche tras despedirnos, pero algo me seguía oliendo mal. Ricardo había engañado a Lara con esa excusa para tirarse a la jefa… ¿O Lara estaba al corriente? No era asunto mío, pero quería saber si mi amiga Lara era realmente tan hipócrita.

-Un momento perdonad, que me he dejado una cosa en el baño- Me inventé.

-¿Te acompaño tío?- Se ofreció Javi, pero evidentemente yo quería ir solo.

-No no tranqui, vuelvo en dos minutos- Salí disparado hacia dentro.

No quedaba nadie, silencio absoluto. Me dirigí de nuevo hacia el baño con el máximo sigilo posible. Antes de entrar, ya se oían gemidos, gritos. No tuve que entrar, desde la puerta lo vi.

Ricardo tumbado en el suelo (encima de una toalla), comiéndole el coño a Lara y con la polla ocupada penetrando a Daniela, que botaba sin parar. Por suerte ambas me daban la espalda y Ricardo estaba ocupado comiéndose a Lara. Si no, hubieran visto mi cara de estupefacción.

En apenas diez o quince minutos había visto a Ricardo follándose a su jefa y a dos empleadas. Una de ellas antigua amiga que se había follada días atrás y la otra, la acababa de conocer. Me surgían mil dudas. Cuantos polvos habrían echado Ricardo y Lara tras el reencuentro. ¿Era Lara bisexual? ¿Tendría algo con Daniela también? Y el pobre novio de Lara… si viera la escena.

Tras un par de minutos viendo esa intensa escena sexual y con la polla bien tiesa aunque intentando que bajara, me dirigí ahora si a marcharme definitivamente. Llegamos a casa y esta vez no follamos. Era viernes, entre todo el agotamiento de la semana y la salida, estábamos algo cansados (sobretodo yo, pese a la excitación). Ya tendríamos el fin de semana para nuestras cosas.

Me desperté temprano el sábado. Aina seguía durmiendo, como siempre apurando todo lo que podía y aprovechando la falta de despertador en sus días libres. Eso sí, cuando se despertó, lo hizo a tope. Ya se podía quedar durmiendo un rato más pensé.

-Cariiii. ¿Oye por qué no aprovechamos para hacer deporte?- Me dijo aún quitándose las legañas.

-Sí claro, en eso estaba pensando. Eso o pegarme un tiro- Yo seguía arreglando un poco la cocina.

-¡No seas tonto! Abril ya termina y empieza el tiempo de playa.

-Si, a mí también me encanta la playa de Madrid- Le dije picándola.

-Eres gilipollas jajajaja seguro que vamos como cada año por la costa andaluza o valenciana y tenemos que estar bien físicamente. ¡Mira si tienes barriguita!- Lo decía mientras me empezaba a pellizcar algún michelín de la barriga.

No le faltaba razón, ella estaba muy bien pero en baja forma. No necesitaba tampoco un gran ejercicio pero a las mujeres siempre les gusta estar más planas en verano supongo. En cuanto a mí… Siendo de constitución delgada como era, Aina tenía razón en que se me notaba algo de barriga. No mucho, pero el día en la piscina de Ricardo realmente me di cuenta que podría estar mejor.

-Pues yo que sé. ¿Tienes alguna idea? ¿Running?- No era muy amigo del deporte, pero alguna vez íbamos a correr por ahí o cogíamos la bici.

-¡Sí! Aunque me gustaría hacer algo más... no sé, más de máquinas en plan pesas y demás. Tengo una amiga que compró por internet un pack de máquinas bastante completo y molaría- Me dijo, cogiendo el móvil para enseñármelo.

Mientras veía el kit en su móvil, pensé que no sería necesario. Aina no era despilfarradora, pero cuando se encapricha en algo era difícil quitárselo de la cabeza:

-A ver cielo... para tres o cuatro veces que lo usarás… no lo veo. Casi que sale más a cuenta ir a un gimnasio algún día suelto. Más barato y así si te cansas... no vas y punto. No hará falta tirar a la basura todas las máquinas esas.

-Ya… pero no conocemos gimnasios por la zona y tendrán tarifas mensuales caras, no eso de ir por días.

Entonces se me iluminó la bombilla:

-Ostia Ricardo era monitor del gimnasio donde iba siempre, le preguntaré que tal es. No está demasiado lejos y siempre hablaba maravillas. Encima seguro que puedes hacer lo de ir días sueltos, por lo menos preguntar.

-¡Wow genial! Pues claro, pero si no está por aquí me tendrías que llevar.

-No te preocupes, por ti lo que haga falta- Le di un pico y busqué el número de Ricardo en mi agenda.

-Ey Ricardo que tal, nada que estaba hablando con Aina para hacer deporte y tal y me acordé de tu gimnasio. ¿Cómo está actualmente, sabes algo?

-¡Ey sí claro! Está de fábula. De hecho sigo dando clases de vez en cuando.

-¿Aún? Y con todo el curro? Madre mía no sé cómo tienes tiempo.

-Jajajaja el secreto es la organización. Trabajo ocho horas seguidas en el curro de lunes a viernes. Tengo las tardes libres, entre dos y tres de ellas las dedico al gimnasio, tanto a dar clases como a hacer un poco de cardio o pesas. Aún me quedan dos tardes libres para hacer masajes. El viernes noche ya sabes que he empezado en el local, igual que el sábado noche. Luego todo el sábado y domingo para mí, para mis sesiones y los masajes restantes.

En un momento me había contado todo su planning de la semana e increíblemente, tenía razón y los números salían. Cinco curros. También me contó que sólo cotizaba en el normal de oficina y el nuevo que recientemente había cogido en el local. Del gimnasio no cobraba, conocía a los dueños y simplemente estaba por ahí ayudando un poco a cambio de tener acceso gratuito. Siempre pensé que lo hacía para conocer aún más tías, porque dinero no le faltaba. Lo mismo con las sesiones y los masajes. Las sesiones de fotos no las cobraba, era puro hobbie. Mientras que en los masajes era bastante selectivo y las clientas solían venir por el efecto boca-oreja. Solía salir de ahí muy satisfechas y en muchos sentidos.

Sí, Ricardo tenía un trabajo “real” para ganarse la vida, otro para entretenerse los findes y tener algún ingreso extra… y tres “trabajos” para follarse a las tías. Como dije, tonto no era.

-Bueno tío, pues os pasáis una tarde de estas y veis que tal es el gimnasio. Yo suelo ir lunes, martes y jueves.

-¡Venga genial! Muchas gracias, vamos hablando-Le colgué e informé a Aina del asunto, estuvo súper encantada.

El fin de semana pasó sin demasiadas cosas a destacar. Como la mayoría de findes, pasar el rato en casa, salir por ahí con Carla y Javi o visitar a mis padres y a mi hermana que vivía aún con ellos.

Llegó la nueva semana y decidimos ir ese mismo lunes por la tarde al gimnasio, a ver qué tal estaba el lugar, así como el ambiente. Debíamos ir en coche y solo teníamos uno, así que la tendría que llevar yo cada vez. Me empecé a arrepentir un poco de mi propuesta pero estaba convencido que en un par de semanas máximo, Aina se cansaría.

Entramos dentro y ahí estaba Ricardo junto a Roberto, uno de sus mejores amigos de la infancia y dueño del gimnasio, herencia de sus padres. Ambos nos hicieron un tour por las instalaciones. Era un sitio bastante pequeño y modesto, sobretodo muy tranquilo. Aina prefería los ambientes menos estresantes, así que eso fue un punto a favor sin duda. Finalmente decidió hacerse socia durante un mes como prueba, el precio era muy económico y se ahorró la matrícula al conocer a Ricardo. La opción de días sueltos no le terminó de convencer y con tres o cuatro días ya le salía igual que todo un mes.

Volvimos hacia casa y mi mujer me comentó sus impresiones ya en privado en el coche:

-¡¡Que ilu!! Joder es súper mono- Imaginaba que hablaba del local, aunque Roberto no estaba nada mal y podía encajar en ese adjetivo. Aunque más que mono, sería toro. Era parecido a Ricardo, pero mucho más fuerte, con mucha más espalda y algo más alto.

-Sí sí jaja la verdad que está muy bien y con poca gente. Estarás súper bien ya verás- Me encantaba verla feliz.

-¿Y tú por qué no vienes algún día? Ya que me tienes que traer, no te costaría nada hacerte socio para probar como yo- Me dijo Aina con toda la razón del mundo.

-No sé cielo… no soy mucho de gimnasios ya lo sabes. Y en cuanto a llevarte, he pensado que podría hacerlo Ricardo si no es molestia para él- Se me ocurrió eso de golpe, así mataba dos pájaros de un tiro. Me ahorraba el viaje y sobretodo, tener que hacer ejercicio.

-Bueno... no es mala idea. La verdad es que le pilla de camino. Mañana se lo comento en el curro a ver qué dice.

Al día siguiente, al llegar del trabajo, Aina me confirmó que a Ricardo le pareció bien y que así irían los mismos días: lunes, martes y jueves. Aunque no todos claro.

Era martes, así que Ricardo pasó a buscar a mi mujer para pasar el primer día de gimnasio. Yo mientras aprovecharía para mirar un poco la tele y seguir haciendo el vago, rutina en muchas de mis tardes ya que era un apasionado de las series de ficción. La experiencia de Aina en el gimnasio fue muy bien. El jueves repitió y la verdad que se la veía con muchas ganas. Por una parte prefería que se cansara ya del tema y lo dejara, pero por otra me hacía muy feliz verla tan animada.

Ese mismo jueves por la noche, acurrucados en el sofá, Aina empezó sus típicas señales para pedir un polvo. Que si caricia en la mejilla, que si besos en el cuello, que si sobada del paquete disimuladamente. Poco más faltó para que me quitara la parte de abajo y ella se lanzara a comérmela.

Subía y bajaba la cabeza con su habitual ritmo. No podía comparar mucho, solo había estado con dos chicas antes que Aina. Pero sin duda era la que mejor la chupaba. Tras eso, el típico 69 y la no menos típica cabalgada que hizo correrme. Mientras, contemplaba el explosivo cuerpo de mi mujer y bendecía a los dioses por la suerte que tenía.