Producto de mis decisiones: Cap 3 y 4

Tras el encuentro con Ricardo, Mario decide volver a contactar con él pensando que podría haber cambiado. Pero la gente no suele cambiar.

CAPÍTULO 3

Ese morbo era superior a mí.

El morbo que me había producido siempre ese tío con sus conquistas. Dominando a cualquier chica que se le metiera entre ceja y ceja, haciendo de ellas sus presas. Que pese a una resistencia inicial, mayor o menor, terminaban siendo cazadas por ese depredador sexual llamado Ricardo.

Realmente no había ningún riesgo. Aunque a Lara no le hiciera gracia y posiblemente a los demás amigos de ese antiguo grupo tampoco, seguía siendo una parte de mi vida. Era mi decisión y así podríamos aprovechar para reencontrarnos varios, los que no estuvieran cabreados ya con él o simplemente les diera igual.

Luego estaba el tema de mi chica. Aina me había dicho de conocerlo en el local. No sé si fue lo primero que se le pasó por la cabeza o realmente tenía curiosidad por conocer un antiguo amigo mío. No es muy abierta a conocer gente, a no ser que haya algún vínculo de por medio, algo que la haga sentir segura. Y en ese caso al ser mi amigo, seguramente se sentiría con ilusión de conocerle y charlar.

Y por último estaba el gran error de Ricardo, si realmente había cambiado y si merecía el perdón. Yo no era nadie para juzgar su vida, tan siquiera me afectó directamente y Lara tenía su gran parte de culpa... pero al final fue un pacto que rompió.

Aún así, no me tocaba a mí juzgarlo y en todo caso si nos juntábamos, veríamos si realmente estaba arrepentido y sobre todo si había cambiado. Sexualmente estaba claro que no, no lo hizo durante esos cuatro años ni creo que ahora, visto lo visto en el local. Pero por lo menos esperaba que hubiera madurado lo suficiente para no caer otra vez en ese error.

-Buenos días cielo- Desperté a Aina, que dormía plácidamente.

-Mmm déjame cinco minutos más...

-Vaya si que te afectó el alcohol. ¿Tanto bebiste?

-No joder cari… pero ya sabes que bebo poco y llevamos unos días a tope con la mudanza... te prometo que en cinco minutos me preparo.

-Vale vale, si te echan no me des las culpas jeje- Le dije mientras me disponía a arreglarme para ir a trabajar.

Ambos habíamos estudiado carreras parecidas y de hecho nos conocimos en el trabajo, pero a ella la echaron al cabo de poco y en unos meses me tocó a mí, con la imposibilidad de hacernos fijos ni quedarnos con contrato temporal.

Después de eso, ambos encontramos trabajo rápidamente. Dos empresas distintas esta vez, pero de sectores parecidos y cargos idénticos relacionados con la gestión. La verdad es que estábamos muy a gusto, ocupados en algo que nos gustaba y algo de lo que habíamos estudiado y queríamos dedicarnos.

De camino a mi trabajo, estuve pensando de nuevo en Ricardo. Esta vez en su trabajo, en sus múltiples aficiones… no sabía cómo llamarlo realmente. Porque en efecto, no era tonto y tenía dotes para muchísimas cosas.

A parte de estudiar la carrera conmigo, Ricardo se mantenía ocupado con varios hobbies que encima le hacían ganar dinero. Cuando le conocí trabajaba los findes en la barra de una discoteca. Pero durante los cuatro años que coincidimos, estuvo alternando eso con su pasión por la fotografía, que se le daba bastante bien. También hizo algunos pinitos como monitor del gimnasio donde iba, aunque durante menos tiempo.

Por último y no menos importante, los masajes. Antes de llegar a mi facultad, estuvo un año en la de fisioterapia. Y no sé si un año da para mucho y menos el primero que suele ser más teórico, el caso es que aprovechó esa experiencia y su cara dura/bonita para montar un pequeño salón de masajes en su casa. Ahí también aprovechaba para hacer alguna que otra sesión de fotos, ya que tenía bastantes materiales y recursos para no tener que alquilar ningún estudio.

Finalmente llegué al trabajo, puntual como siempre, y maldiciendo en voz baja al cabrón de Ricardo:

-Yo levantándome cada día temprano para ganar lo justo para vivir y para el alquiler… y otros sin dar un palo al agua.

Ya que efectivamente, más allá de esos hobbies, Ricardo no necesitaba trabajar. No conocía su situación en ese momento, pero venía de una familia con mucho dinero. A los 18 le compraron una casita y ahí que se fue rápidamente, montando después su estudio y salón de masajes en su ya famosa “sala S”.

¿Sala de sesiones? Más bien de sexo. En todo caso, estaba muy bien equipada. Era amplia, con sus reflectores y demás elementos de utilidad para hacer las fotos, así como la camilla de masajes y un biombo para que se cambiaran las chicas. Yo empecé a currar pero mi cabeza seguía obsesionada con Ricardo, al acordarme de la sala S, me vinieron demasiados recuerdos.

Ya que más allá de masajes y fotos, la S era de sexo y no en vano, ahí se podía vivir de todo. Pero claro, un tío que se folla a modelos, a chicas a las que hace masajes... demasiado irreal, sino fuera porque lo vi con mis propios ojos. Y es que la característica que hacía especial aquella sala, más allá del equipamiento, era sin duda el espejo espía.

Según me comentó Ricardo, al llegar a esa casa hizo varias reformas. Tiró algunos tabiques para hacer la sala más espaciosa pero a la vez dejó un pequeño espacio donde puso, bautizada por él, “la sala X”.

Nunca me contó el motivo de la X ni tampoco me importaba demasiado, lo único que sabía es que era una pequeña sala, en teoría a modo de trastero. La diferencia estaba en que tenía ese espejo espía, gracias al cual se podía ver perfectamente y en su totalidad la sala S, con la diferencia que desde esa sala no podían ver nada de la X, simplemente un espejo normal y corriente.

Había gente que lo sabía y otra que no, había gente que lo veía algo inútil y otra que se imaginaba alguna posible utilidad. Su versión oficial entre colegas es que era algo que le parecía curioso sin más, incluso para invitar a familia o amigos de las modelos y que pudieran ver el transcurso de la sesión sin molestar. Pero cuando nos empezó a invitar para ver cómo se follaba a las tías que iban pasando por ahí… se veía la utilidad real.

¿Por qué crear expresamente esa sala? ¿Solo para fardar de sus conquistas ante sus colegas? ¿Le molaba el tema voyeur? Realmente creo que fue un capricho, se lo podía permitir y lo hizo. Lo que está claro es que le sacó mucho rendimiento. La primera vez que me invitó flipé bastante, no entendía muy bien el tema del espejo espía ni me hacía mucha gracia estar ahí mientras él follaba.

Pero como casi siempre, el morbo era superior a mí razón y acepté. No recuerdo exactamente la primera experiencia que viví ahí dentro, tan siquiera a cuantas se había trincado en mi presencia. Solo sabía que eran muchas, muchísimas. Ante cualquier situación o contexto. Y que no solo me invitaba a mí, aunque conmigo sabía que su pequeño secreto estaba seguro al 100%.

Terminé mi jornada de trabajo y me dirigí hacia casa. Yo solía terminar por las tardes mientras que Aina terminaba de trabajar al mediodía, así que llegué y rápidamente la besé con ansia. Posiblemente fruto de la excitación por los recuerdos en el trabajo, reprimidos y haciendo aumentar un calentón que era más que visible en ese momento. La cogí y la arrastré hacia la cama, quitándole la ropa con brusquedad y comiéndole la boca con pasión.

Nuestros polvos no eran nada del otro mundo. Los preliminares eran escasos, solían terminar en una mamada suya o un 69 y finalmente me disponía a penetrarla. A ella le encantaba estar arriba y dominar un poco la situación, aunque algunas veces también la ponía a cuatro aunque parecía no disfrutarlo tanto.

Pero en esa ocasión fui yo quien me lancé a sus partes bajas, acariciando sus muslos y arrancándole las braguitas para empezar a lamer su coño. Lo hacía con ganas, con más ganas de lo habitual. Como alguien que lleva días sin comer, atrapado, y que de repente tiene ante sí un manjar. Eso era el coño de Aina, un manjar que devoraba sin piedad.

-Madre mía cari ahhh no has comido hoy en el curro o que mmm madre mía cuánto hacía que no me lo comías así ufff- Empezaba a gemir ella mientras yo seguía a lo mío.

Sin dejar tan siquiera que me la chupara, la tumbé boca arriba y me tiré encima para besará y con intención de penetrarla.

-No sé qué me pasa pero ha sido verte y querer hacerte el amor- Le dije mientras me ponía el condón y la empezaba a penetrar con mi polla, no demasiado grande, pero que tanto le gustaba.

-Oh diosss si sii siiii ¡Venga dame más así!- Seguía gritando ella mientras me la follaba en la postura del misionero con una cadencia aceptable.

Agarrando un pecho con la mano izquierda y su cadera con la derecha. La sujetaba con fuerza para controlar esas embestidas a la vez que veía su carita gozando.

Y a los pocos minutos me corrí. Hubiera preferido aguantar un poco más, estaba en la gloria y realmente se me había pasado volando el polvo. Pero no pude más y me corrí, como siempre en el condón ya que Aina no quería tomar pastillas y mucho menos sustos innecesarios con ojos y patas.

Aina estaba rendida en la cama, con cara de querer más. No hacía falta que dijera nada, su excitación en ese momento era máxima y tras un intenso polvo, posiblemente se quedó con ganas de seguir dándole al tema. Su barriguita que tanto me gustaba y que la hacía una tía natural, sin necesidad de gimnasios. Sus pechos ligeramente caídos hacia los lados... me flipaba toda ella.

-Ha estado genial Mario, has venido como un toro jajajaja- Me dijo mientras se recomponía y se empezaba a vestir.

Tras relajarme un rato mientras veía la tele, vino Aina de la cocina y me recordó el tema de Ricardo, si al final le llamaría.

-Sí sí, lo que pasa que no he tenido tiempo. Luego le llamo y a ver si quedamos para algún día.

-¡Eso es! Nunca me has hablado de él, seguro que es muy buen tipo como todos tus amigos- Y volvió hacia la cocina mientras yo pensaba que decir a Ricardo.

Me decidí finalmente a llamarle, sin pensar demasiado y esperando a que la conversación fluyera.

-¡Ey que paso Mario! Joder pensaba que ya te rajabas.

-No tío que va, es que he tenido mucho trabajo hoy y bueno…

-Venga pásate un rato por casa esta noche con tu mujer y tomáis algo.

-Bueno... ahora le pregunto a ver...- Le dije mientras intentaba pensar alguna excusa.

Le quería presentar a Aina, pero no justamente ese día. No sin antes retomar un poco el contacto con Ricardo y confirmar que seguía siendo un buen tipo y que lo de la graduación fue un mal día que tuvo.

-Venga tío, las once es una buena hora, os invitaría a cenar pero he quedado jajajaja venga nos vemos donde siempre- Y colgó.

Y ahí me quedé, mudo, sin tiempo a pensar ni a responder. Le comenté el plan a Aina y estuvo encantada.

-¡Claro! Pensaba que quedaríamos con más gente pero bueno así le conozco mejor jajaja- Y se puso a arreglarse con una camiseta negra con ligero escote y unos tejanos que marcaban su precioso trasero.

Llegamos al rato a su casa en coche. Estaba en otro barrio, no muy lejos pero si lo suficiente como para no ir precisamente de paseo. Aparcamos y llegando me vino un recuerdo realmente especial de esa época y de la famosa sala S.

No sabía si aún estaría el espejo espía y en caso de estarlo, si nos lo enseñaría, delatando su secreto ante Aina… y a saber cómo se lo tomaría. Me siguieron viniendo recuerdos, justo antes de llegar a su casa. No recuerdo exactamente el primer polvo que observé, pero hay uno que nunca olvidaré.

No sé si se puede explicar con palabras, la sensación de ver a tu profesora de contabilidad. Botando y botando encima de Ricardo dándole la espalda y a un metro del espejo. Ellos deleitándose de su propio polvo, yo con la polla en la mano viendo a esa madurita que tan buena estaba, siendo empalada por mi amigo y a la vez alumno suyo.

CAPÍTULO 4

Ahí empezó todo.

Tras algunas decisiones discutibles y más consciente que nunca del pasado de mi amigo, tenía que llamar o no a ese timbre. Hubiera sido ridículo rajarme en ese momento, a escasos metros de la puerta. Pero era tan fácil como fingir un pequeño mareo o malestar y decirle a Aina de dejarlo para otra ocasión.

Evidentemente no, no tenía huevos para eso y muy dentro de mí sabía que el morbo empezaba a superar a la razón.

-Venga cari, no querrás que llame yo también a la puerta jajaja- Se partía Aina mientras yo estaba con sudores fríos recordando tantas cosas.

Llamé y a los pocos segundos aparecía Ricardo. Sabía que veníamos. Sabía que venía yo con mi mujer. Y ahí estaba él, con una camiseta blanca marcando sus pectorales y un pantaloncito corto. Era su casa, podía estar como quisiera... pero se podía haber arreglado un poco, pensaba mientras nos invitaba a entrar.

-¡Que bien que estéis aquí parejita! Ya pensaba que no veníais- Y se plantó delante de mi mujer, dándole dos besos muy cordialmente. A mi me dio la mano y nos dispusimos a entrar y sentarnos en el sofá del comedor.

-Así que tu eres el famoso Ricardo... bueno famoso tampoco, Mario nunca me había hablado de ti- Dijo Aina mostrando un gesto de perspicacia.

-Ya bueno… perdimos el contacto después de la carrera ya te dije cielo.

-Exacto. La verdad es que pasamos unos años muy buenos pero al final el tiempo pasa y algunas relaciones se olvidan- Dijo Ricardo, mostrando sensatez por primera vez desde el reencuentro en el local.

Estuvimos charlando varios minutos, nada de relevancia. A qué nos dedicábamos, como nos habíamos conocido, que era de su vida. Se ve que tras sacarse la carrera, Ricardo fue directamente enchufado a una empresa de un socio de su padre, donde también trabajaba un amigo suyo.

“Vaya… con dinero y con enchufe, que mal repartido está el mundo”. Solamente lo pensé aunque me hubiera gustado tener valor y decírselo en toda su cara. Pero no, la valentía no era mi mayor virtud. Al rato el anfitrión se levantó a por una botella de vino, aunque yo le dije que prefería un refresco ya que tenía que conducir de vuelta.

-Joder hay cosas que no cambian eh. ¿Tú qué quieres Aina?

-Pues… lo mismo que él va.

-Vaya par, sois el alma de la fiesta jajajaa bueno traigo también la botella por si os animáis- Y se fue a servirnos el par de refrescos y la botella de vino.

Estuvimos charlando un rato sobre banalidades. Aina finalmente se animó a probar el vino ya que no tenía que conducir, mientras que yo me tomaba mi refresco. Al poco rato ella se fue al baño y en ese instante Ricardo me hizo levantar y me dijo:

-Bueno tío... cuanto tiempo que no te tenía aquí… ¿Quieres verla?

No sabía muy bien a qué se refería aunque rápidamente me resolvió la duda al ver mi cara de estupefacción.

-La polla no eh maricón jajajajajaja la sala, la jodida sala… bueno ambas salas- Me guiñó el ojo al decir ambas e hizo levantarme.

Tras unos pasos ahí estaba, la sala que tantos recuerdos me traía. Seguía con varios aparatos de fotografía desperdigados, así como una camilla y el biombo.

-Para tener tanta pasta… ya podías cambiar el biombo tío.

-Ya... pero lo que es importante y que más uso tiene es la camilla y vaya si la cambio jajajaja- Me puso un brazo alrededor de mi hombro y me acompañó hacia dentro, acercándonos al famoso espejo.

-Y el espejo... tampoco lo cambias imagino- Le dije con voz nerviosa.

-Que va tío, me salió de muy buena calidad y como bien sabes, es mágico jajaja.

-¿Mágico? ¿Qué tiene de mágico? -Nos interrumpió Aina que había vuelto ya del baño.

En ese instante pensé en contarle la verdad. Era mi mujer, no había necesidad de ocultarle nada. Pero el miedo a que se destapara ante ella esa parte mía voyeur, hizo que prefiriera esperar a la respuesta de Ricardo.

-Verás Aina... como te lo cuento- Le dijo mientras la cogía sutilmente de la mano y la acercaba hasta nuestra posición.

-Este espejo es mágico, tiene un secreto oculto… Y es que resalta la belleza de las mujeres guapas que se proyectan en él… como es tu caso- Le dijo a mi mujer mientras la miraba con su típica sonrisa.

-Serás gilipollas jajaja gracias por el halago, en fin vámonos Mario que mañana tenemos que levantar España.

-Sí sí... vámonos jeje- Le contesté intentando disimular mis sudores.

-En fin parejita, un placer reencontrarme contigo tío y un placer presentar a otra bella mujer a mi espejo mágico- Le dio dos besos a Aina, más despacio aún que en la presentación, me dio dos golpecitos en el hombro y se fue para dentro cerrando la puerta.

No sé si fue sensación mía o Aina estaba como embobada. Estaba habituada a halagos de ese tipo. De ese tipo y mucho peores y sobretodo más guarros. Pero ella siempre cortaba esas situaciones de raíz, para suerte mía.

No me consideraba demasiado celoso...pero mi autoestima tampoco era la mejor y Aina era una mujer espectacular. Confiaba en ella al 100%, pudo elegir a cualquiera y yo fui el afortunado, no tenía que traicionarme tras tantos años de noviazgo e incluso una boda.

Pero aún así, aunque fuera de forma superficial, seguía teniendo mis miedos. Aunque Aina siempre había sido ejemplar en ese sentido y cortaba cualquier intento de cortejo.

-¿Que majo no tu amigo?- Rompió el silencio mi chica mientras bajábamos las escaleras.

-Si... a ver es un poco... como decirlo…

-¡Excéntrico! ¿Has visto la de mierdas que tenía en ese cuarto? Jajaja hasta un biombo- Me dijo Aina partiéndose.

-Sí jeje es que antes daba masajes... bueno y visto lo visto debe seguir en ello. Y también hace fotos, de ahí todo ese pequeño estudio.

-Mmm sí que es verdad que había flashes… y no es por nada pero me duele la espalda eh jajaja- Me dijo Aina como siempre picándome con cualquier chorrada.

-Jajaja que cosas tienes, ahora te hago un masajito... y lo que surja.- Le guiñé un ojo y nos dirigimos hacia casa.

Aina tenía un carácter especial. Por lo general responsable y más o menos seria, pero es verdad que a veces se dejaba ir y hacía bromas. Cuando empezaba, no paraba. Y sobre todo cuando bebía, no controlaba demasiado y le afectaba. Hecho que acentuaba su lado más cómico o canalla.

Llegamos a casa y me repitió el tema del masaje. Acepté su oferta y rápidamente se quitó la ropa, se estiró boca abajo en la cama y me metió prisas para empezar mis manualidades.

Empecé masajeando su espalda, observando su esbelta figura. Fui bajando con mis manos hacia sus caderas, recorriendo sus “anchas” curvas con la máxima sensibilidad posible. No era yo ni mucho menos un experto, pero Aina tampoco se hacía masajes profesionales así que poca presión tenía en mi trabajo manual.

Y así fue, a los pocos minutos se me abalanzó y me devoró la polla con esa ansia que tenía desde hacía unos días. Yo me dejaba hacer, pensando que efectivamente ese pequeño cambio en nuestras vidas, al vivir en ese piso, había despertado un poco nuestra vida sexual.

El polvo no tuvo ningún secreto, lo de casi siempre. Mamada, rápido 69 y cabalgada suya para terminar corriéndome en el condón. Aina se corría con bastante facilidad por suerte mía. Por lo que solía quedar satisfecha en pocos minutos y a malas, siempre podía terminar la faena con mi boca o dedos. No era mi especialidad, pero era lo menos que podía hacer.

Al día siguiente recibí un mensaje de Ricardo, sugiriéndome que avisara a los demás miembros del antiguo grupo para reencontrarnos también. Con la mayoría había perdido el contacto pero aún conservaba muy buena amistad con un par de chicos.

Ellos eran Miguel y Mauri. En efecto, las tres “M” éramos. El caso, nombres a parte, es que siempre habíamos estado muy unidos y aunque por temas laborales y de familia la relación se había distanciado un poco, aún charlábamos bastante y quedábamos cuando podíamos.

Evidentemente tenía relación con más gente de la carrera. La propia Lara, su ex Fidel y varias chicas y chicos más... pero sólo Miguel, Mauri y yo conocíamos (que yo supiera) la existencia de la sala X y sus secretos.

Mis dos amigos eran bastante similares en lo físico, algo más altos que yo, delgados y morenos. Mauri había ganado un poco de peso en los últimos años y tenía un aspecto más descuidado. Pero donde realmente eran distintos era en el carácter, donde yo era un punto medio.  Miguel siempre de guasa, a veces hasta impertinente. Mauri todo lo contrario, súper callado y con miedo hasta de respirar.

El descubrimiento de la Sala X por parte de los tres no fue nada especial. Yo había visto la escenita de Ricardo con la profe y no pude reprimirme de contárselo a Miguel. El tío de fue de la boca, se lo contó a Mauri… que a su vez me lo contó a mí para parar el tema.

Y suerte que fue así, ya que finalmente solo nosotros tres del grupo supimos el secreto. Ricardo se enteró que lo sabían ellos dos también, en teoría solo lo debía saber yo pero por un par de personas no pasaba nada. Y de hecho nos invitó a los tres juntos a comprobar que era verdad. Evidentemente, Miguel estaba como loco por ir mientras que Mauri todo lo contrario. Finalmente acabamos yendo al dia siguiente.

En ese caso el polvo no tuvo mucha historia. La tía a la que se estaba follando Ricardo, en este caso en una alfombrilla del suelo, se ve que era modelo. No la conocíamos de nada, pero era impactante ver como la sometía con esa brutalidad. Otro detalle importante y raro, estaba soltera.

Y esa fue nuestra rutina, previo aviso de Ricardo, para que fuéramos a la sala a observar sus peripecias. Confiaba tanto en mí que me dejó la llave de su casa, para facilitar nuestras incursiones. La distribución de la casa hacía que pudiéramos entrar en la “X” sin levantar sospechas. Ricardo también nos avisó que si al entrar hacíamos algún ruido o la chica notaba algo, se acababa todo.

Y entre esos pensamientos, escribía un mensaje a mis dos colegas para decirles mi reencuentro con Ricardo y si querían verle también. Miguel no dudó ni un segundo y aunque con Mauri costó un poco más, al final aceptó a regañadientes. Sobre todo para no ofendernos a Miguel y a mí.

Le comenté el tema a Ricardo y me dijo que esa misma tarde sobre las siete podíamos pasar. Así que llegada la hora y tras descansar un poco del trabajo, les pasé a buscar para dirigirnos hacía su casa.

Estábamos algo nerviosos a decir verdad, aunque con ganas de charlar con Ricardo después de tantos años. Aunque ellos se habían quedado durante toda la fiesta de graduación y hasta el día siguiente, se enteraron al cabo de pocos días del tema de Lara y el contacto también se enfrió, junto a la marcha de cada uno a los distintos trabajos. Aparcamos y mientras llegábamos, ambos empezaron a discutir. Yo les seguía.

-No sé si es buena idea… ese tiempo ya pasó y estamos todos muy bien- Comentó Mauri, a lo que Miguel saltó:

-Que no pasa nada tío, siempre rallado. Charlamos un rato con él a ver que se cuenta.

Continuamos avanzando hasta llegar a su puerta, que estaba medio abierta.

-Bueno mejor llamamos por si acaso- Les dije pero no me dio tiempo.

Miguel se precipitó hacia dentro, aunque sin hacer ruido. Mauri y yo no tuvimos otra que seguirle.  Se oían gemidos, no podía ser. La puerta de la Sala X estaba medio abierta, como invitándonos a entrar.

Miguel volvió a tomar la iniciativa. Le seguimos y al entrar vimos dos cosas. Primero a Miguel con cara de estupefacción. Y después a Ricardo, follándose a Lara contra el cristal.