Producto de mis decisiones: Cap 29 y 30 (Final)

Fin del relato.

CAPÍTULO 29

¿Le acababa de preguntar a mi mujer si quería tocarle la polla?

Ella, no respondió. Se limitó a seguir recibiendo el cálido masaje. Él tampoco dijo nada más durante un buen rato, en el que fue pasando de la espalda hacia los laterales. La toalla dejaba entrever el principio del culo de mi mujer. Por el otro lado, asomaba también una nalga. Pero lo más sensual eran sus pechos, aplastados en esa postura y sin tela de por medio. Caían enormes, expandidos al estar ahí apretados contra la camilla.

Yo la veía de lado, por lo que esa visión era infartante. Sobre todo para Mauri, que ahí seguía también sin mediar palabra. Estaba en teoría ahí para controlar la situación, pero por su casa, parecía más que nada un espectador de lujo de aquel show tan sensual.

Durante esos breves minutos, pude fijarme en el cuerpo tonificado de Ricardo. Ya lo había observado montones de veces, pero seguía alucinado en lo fuerte que estaba, en los abdominales bien marcados, en esa ancha espalda. No tenía cuerpo de culturista. Parecía un atleta olímpico, como un nadador por ejemplo. Y en esos momentos estaba nadando por el cuerpo de mi mujer, que aunque algo más tonificado que meses atrás, seguía siendo de porcelana a su lado. Con su tenue color de piel, sus anchas caderas que cada vez estaban más al descubierto.

Y entonces llegó otra pequeña trampa de Ricardo, al derramarse “sin querer” aceite por el pantalón y seguir el numerito con sus palabras:

-Joder que torpe, encima es el que uso en el gym.

-Vaya… bueno quítatelo si quieres, ya no viene de aquí jajaja. Que si no aún lo mancharás más- Ricardo hizo caso a esas palabras de Aina y se lo quitó de golpe.

Pero con lo que ella no contaba y así se lo hizo saber, es que no llevaba calzoncillos:

-¡Joder Ricardo! Ya podías avisar. Si lo sé no te digo nada.

-Por eso no te lo he dicho- Y la miró con deseo, a la vez que seguía bajando sus grandes manos por los laterales de su espalda, rozando incluso sus pechos en alguna ocasión.

Aina no quitaba ojo de ese rabo, que tenía a escasos centímetros. Ricardo iba de lateral a lateral de la camilla, intentando dar su masaje por toda la espalda. Aprovechó también esa situación para proponer otra cosa:

-Si no es molestia, me pongo encima y así llego a todo. Como cuando te puse protección solar en la playa.

¿Le había puesto crema en la playa? Ni me había enterado. Aunque eso no importaba ya, lo que me preocupaba es que mi mujer aceptara esa tontería.

-Sí claro, tú eres el que entiende. Pero cuidado con tu “cosita” que es muy larga y no quiero que roces nada- Terminó aceptando, pese a poner esa condición.

-Claro tranquila, solo faltaría jajaja la intentaré controlar- Y sin decir nada más, se subió ahí, apoyando primero un pie al otro extremo lateral de la camilla. Dejando durante unos segundos su larga polla casi en la cara de Aina, que por acto reflejo o no, la estaba mirando embobada.

Subió entonces el otro pie, poniéndose ya bien encima de ella, que apartó la mirada para seguir con la vista al frente, como durante casi todo el rato. Estaba de cuclillas, aunque lo suficientemente separado de la toalla para no rozar nada de Aina. Prosiguió con su masaje, esta vez pudiendo abarcar toda la espalda. Y pese a estar separado de esa toalla, Ricardo dejó de hacer fuerza para descender un poco, muy poco. Pero lo suficiente para que su polla entrara en contacto con la toalla que le separaba del culo de mi mujer.

La imagen era impactante. Podía ser perfectamente una posición sexual. La polla se le había encajado en un pequeño hueco entre las nalgas de Aina, que se formaba pese a la presencia de la toalla. Sus huevos hacían tope con la terminación de esta, no sabía si incluso habría rozado sus nalgas con ellos. Y lo más impactante, con la polla ahí encajada, era la longitud de esta. Pese a estar en reposo, pese a que mi mujer tenía un trasero no precisamente pequeño... esa polla ocupaba toda la longitud del propio culo.

Aina lo notó, lo notó por fuerza. Y no se quedó callada, aunque tenía la voz algo más frágil, como entrecortada:

-Esto parece otra cosa Ricardo. Noto tu polla en mi culo… ¿Podrías apartarla?

-Claro, no hay problema- Y Ricardo la apartó, aunque posiblemente eso era aún peor.

Ya no estaba encima de su culo, cubierta por la toalla. Ahora estaba justo por debajo, mirando abajo pero rozando sus nalgas, cada vez más descubiertas. Con cualquier movimiento, con un mínimo empalme, esa polla podía rozar también su sexo.

Yo no podía ni mirar, aunque no tenía otra opción. Bueno sí que la tenía, mirar fijamente a Mauri, a ver si entendía que debía parar esto. Entendió mi mirada desesperada, mi súplica. Pero no me ayudó en absoluto:

-Lo siento Mario… es duro pero bueno son cuatro roces. Mañana nadie se acordará.

Aún le estaba mirando tras esas duras palabras, cuando un gemido hizo girarme de nuevo hacia el cristal:

-Ahhh cuidado que las tengo muy sensibles.

Aina se refería a sus tetas, a las que Ricardo había sujetado por abajo. Se quedaron ahí unos segundos, totalmente quietos en esa postura. Se me hizo el tiempo eterno, hasta que Ricardo rompió el silencio:

-Es para que te relajes un poco, tanta presión de tus bonitos pechos contra la camilla no es buena.

-Ya ya… ¡La cuestión es tocarme! Y gracias por lo de bonitas jajaja.

-Ya las había visto, faltaba palparlas- Decía Ricardo, mientras mantenía las manos ahí abajo, aunque hacía un leve movimiento circular, como amasándolas.

-¿Así que eres el único que puede tocar eh?- Preguntaba ahora mi mujer.

-Tranquila, en seguida la notarás.

-¿Cómo dices? Que es coña jajajaja como antes me has dicho que tenía que verla y tocarla jajaja no me hagas caso, estoy embobada con tanto masaje- Decía ella.

Y era bien cierto. No reconocía a mi mujer en esos instantes. Entendía que estuviera relajada, con las defensas bajadas. Pero Aina era extremadamente pudorosa, nunca se había dejado tocar ni un pelo. Eso estaba fuera de cualquier lógica.

Lo que si entraba en la lógica era lo que pasó a continuación. Fruto de esos tocamientos, su polla cogió un poco de volumen. No demasiado, no estaba totalmente empalmado, pero esa semi erección fue suficiente. Fue la gota que colmó el vaso. Un vaso que Aina quería mantener vacío, pero que se fue llenando días y días, semana tras semana. Con vacaciones incluidas, discusiones conmigo y finalmente ese masaje.

Esa polla ya le rozaba su entrepierna. Fueron unos segundos interminables, donde vería de perfil la cara sonrojada de mi mujer. Consciente que eso no estaba bien, pero seguramente sin saber cómo pararlo. Entonces, para la sorpresa de todos los presentes, Ricardo se levantó de golpe. Abandonando esa posición encima de Aina, se fue a buscar algo. Un condón pensaba yo… se la quería follar.

Pero no, simplemente fue a buscar más aceite, a la vez que decía:

-El masaje ya está, en pocos días verás cómo estás mucho mejor de la espalda. Eso sí, si quieres y ya que estamos, te puedo trabajar los muslos.

-¿Los muslos? Preguntaba Aina, aún medio embobada.

-Sí, bueno y las piernas en general. Al estar tantas horas sentada, un masaje corto ahí también te vendría bien.

-Vale… porque no… ¿Qué hacemos entonces?

-Túmbate boca arriba- Le ordenó ese cabrón mientras volvía con otro bote de aceite.

-¿Boca arriba? Se me verá todo.

-¿Te crees que estás en un reality? Jajajaja por mí no temas anda, te he visto todo lo posible… y hasta tocado.

Aina terminó haciéndole caso, quedando boca arriba, solamente con el pubis tapado con la toalla y con los pechos al aire.

Yo definitivamente no era consciente de todo aquello. O no quería serlo. Hacía unos días me molestaba que hablaran demasiado, que ella hablara bien de él. Y ahora estaban ambos desnudos, separados por un trozo de toalla. Repitió el gesto de subirse en la camilla, aunque esta vez su polla descansó encima de la entrepierna de mi mujer, separados por la toalla claro. Y la otra diferencia, era el considerable tamaño extra que había tomado la herramienta de Ricardo. Y no, no me refiero al aceite, o algún utensilio de masaje.

Las mejillas de Aina estaban cada vez más rojas y ella más acalorada, pese a la nula ropa que llevaba. En su blanca piel y su transparente sonrisa, se podía observar todo aquello. Ricardo extendió ambas manos por las caderas de ella, subiendo y bajando. Sobretodo bajando, hacia sus muslos. Le bajó aún más la toalla… hasta que se vio el pubis de Aina, totalmente depilado pese a que no solía llevarlo así.

Y pasó lo que tenía que pasar. Si había un momento para parar eso, era ese. Fuese Mauri, si aún le quedaba vergüenza con todo lo que estaba viendo en primera fila. O Ricardo, si aún le quedaba atisbo de humanidad. O Aina… si no quería romper nuestro matrimonio. La única persona que realmente quería detener aquello, estaba atada.

Y lo que pasó fue que Ricardo metió su mano debajo de la toalla. Pero esta vez no había nalga o pecho. Estaba el coño de mi mujer, que por su cara, debía estar tocando con destreza. Aina lo confirmó con sus palabras:

-Ricardo por favor no. No podemos… no puedo… ¡Ahhh!

-Relájate, es un pequeño favor por tu bondad y simpatía hacia mi persona- Y tras decir eso, Ricardo retiró definitivamente la toalla.

Y cómo me imaginaba, tenía un dedo entero dentro de su coño, mientras movía sin parar su mano, masturbándola directamente.

-Joder no no ahhh no podemos en serio ahh dios- Decía Aina, intentando contener sus suspiros.

-Shhh tranquila, es un regalo. No tienes que devolvérmelo… si no quieres.

Mientras seguía con aquel “regalo”, Ricardo usaba la mano que tenía libre para masajearle un pecho, un enorme pecho que superaba con creces el tamaño de la robusta mano de ese hombre que la estaba magreando. Pero no menos impactante fue girarme y ver a Mauri, polla en mano. Definitivamente, aquel día cambiaría muchas cosas en nuestras vidas.

-Uff no sé qué me pasa... ahh no entiendo nada. No podemos seguir porfaaah.

Pese a las “súplicas” de mi mujer, Ricardo seguía masturbándola y diciendo cosas que aún me cabreaban más:

-Lo que pasa es que necesitas un buen orgasmo. Mario es una delicia de persona, pero con ese carácter y esa… pollita… Entiendo tu necesidad.

-Qué no ahh joder, que el tamaño no importaaah y no me hables de pollas joder.

-Jajaja tranquila, aquí mandas tú- Le decía Ricardo sin cesar en sus movimientos manuales.

-Me das el puñetero orgaaaaasmo y ya. Y aquí no ha pasado nadaaah. Y la polla bien lejos.

-Claro claro, bien lejos jajaja- Ricardo no perdía su sonrisa ni en un momento así.

Aina emitió otro suspiro, aunque mucho más fuerte. Entendí el motivo por sus palabras:

-Joder dos dedos… ufff ahh.

-Si estás así con dos dedos… jajajajaja probemos con el tercero.

-Dioooooss animal ahhhh por favor.

Entonces, para mi sorpresa y más aún la de Aina, Ricardo paró. Como la vez que paró el masaje, pero esta vez en medio de la masturbación.

-Bueno pues ya estaría. Seguiría pero creo que yo merezco alguna recompensa también- Decía aquel hijo de puta.

-Pfff no puede ser… venga te hago una paja, te corres y me terminas esto.

CAPÍTULO 30

Una paja, ojalá fuera solo eso.

Dentro de todo lo malo que estaba pasando, lo que podía llegar a ocurrir, rezaba porque todo terminase en una paja mutua. Hasta yo hubiera pajeado a Ricardo hasta correrse si con eso, todo terminaba. No sabía que pasaría luego, pero en ese instante Aina se la cogió y empezó a subir su mano arriba y abajo.

-Joder…-Se le escapó a mi mujer.

-¿Grande eh?

-Sí… la había visto pero tocarla es otra cosa. Y no para de crecer.

-Cierto, tengo buena herencia y no solo económica jajajaja- Decía Ricardo mientras mi mujer subía y bajaba ya sus dos manos para abarcar aquel bicho.

-Nunca habías visto una así, nunca la habías tocado hasta ahora... ¿Sabes que puede ser que nunca más puedas probar una así verdad?- Le retaba él.

-Si no voy a África seguro que no jajaja- Aina mantenía el humor pese al momento.

-Venga, solo probar la punta, un lengüetazo.

-Que no, te masturbo, te corres y vuelves a lo mío- Decía todo lo digna que podía.

-Es que verás… tengo mucho aguante. Por muy buena que estés, pese a ese par de tetas…-Pero Aina no le dejó terminar.

Se levantó un poco hasta encajar ese enorme falo entre sus no menos enormes tetas. Ricardo estaría alucinando, como Mauri y yo.

-No necesito la boca, tengo este “par de tetas” jajaja- Y tras decir eso, empezó a hacerle una cubana… que si me la hacía a mi no duraría ni dos minutos sin correrme.

Pero Ricardo no mentía con su aguante. Aina llevaba más de tres minutos haciendo ese movimiento, cada vez más rápido… pero no había atisbo de corrida.

-Ya te lo he dicho… venga pasa un poco la lengua y seguro que me excito mucho.

-Vale… solo la lengua- Mentía Aina. Mentía porque si había un mínimo contacto boca-polla, eso terminaría en mamada.

No hacía falta tener una carrera, era demasiado típico. Y para mi desgracia, no me equivoqué, no hubo ningún giro esta vez.

Aina empezó lamiéndole ligeramente el capullo… a aquel capullo. Al principio solo la lengua, hasta que empezó a usar toda su boca y a los pocos segundos tenía medio rabo dentro. Entonces Ricardo tomó el mando, sujetándola del pelo y acompañando el movimiento, suavemente.

Se la estaba chupando, le estaba practicando sexo oral. Mi fiel mujer, que en ese instante pasó a infiel. Mientras lo hacía, mientras se la chupaba, le miraba fijamente a los ojos. Quería que se corriera, aunque fuera ahí mismo dentro de su boca. Y aunque parezca un sinsentido, quizá lo sea, Aina terminó de incorporarse en aquella camilla. Quitándose esa polla de la boca, para juntarla con la boca de aquel hijo de puta que me estaba robando a mi mujer en mis narices.

Hacía un buen rato que no se decían nada. Ni palabras, ni suspiros, ni gemidos. Se besaban con pasión a la vez que él le amasaba las tetas. Y Aina fue quien rompió ese silencio:

-Fóllame… fóllame Ricardo.

Él no dijo nada, simplemente acentuó aún más su sonrisa a la vez que echaba una rápida mirada hacia donde yo estaba. No necesité esperar a la penetración para saber que se la follaría. Si aún tenía alguna esperanza, esa mirada la rompió.

Ricardo estaba entonces sentado, con Aina sentada encima suyo. La polla de él, siendo masturbada por ella, rozando su pubis. Quería regodearse:

-Qué pensaría Mario de su dulce esposa fiel jajaja.

-No lo hagas más difícil por favor…

-Tranquila, es bien fácil- Y tras decir eso, Ricardo la cogió de las caderas y la giró boca abajo de la camilla. Se puso encima sujetándose la polla y dijo unas últimas palabras:

-Me encantaría verte botar sobre mi polla, llevo semanas queriendo ver esa imagen. Pero no puedo, lo siento.

¿De verdad la iba a dejar ahí? Así… ¿Con ese calentón? ¿Había terminado ese “juego”, esa especie de prueba o castigo hacia mi persona?

Y entonces se la clavó. Hundió casi media polla en el coño de mi mujer, que nunca antes había recibido algo así. Y sin condón.

-AHHHHHHH DIOSS AHHHHHHHHHHH.

-Ya habrá tiempo para que botes, pero primero te debes adaptar a mi cosita- Ricardo empezó entonces a meterla y sacarla lentamente. Aina seguía con sus gemidos:

-JODER NO AHHH NO PUEDO ¡¡¡AHHHH POR FAVOR!!!

-Tranquila todo va bien- Ricardo seguía con ese ritmo pausado, hasta que se la sacó entera.

-Ufff… nunca… nunca me he sentido tan llena… y ahora tan vacía.

-Tranquila amor, necesitas adaptarte ya te lo he dicho- Y se la volvió a clavar, provocando en Aina el mismo gemido que segundos antes.

Esta vez el ritmo era algo más rápido, mientras que los gemidos de Aina no cesaban. Como tampoco cesaba la paja de Mauri, que estaba sudando como el cerdo que era. Ricardo no solamente aumentaba el ritmo, sino que también iba introduciendo cada vez más cantidad de su polla dentro del coño de mi mujer. Ella, llevaba ya varios minutos gimiendo como una loca.

Él le amasaba siempre que podía alguna teta, mientras que con la otra mano le sujetaba las caderas. Se acopló aún más y entonces le besó el cuello durante unos segundos hasta que se fundieron en un cálido beso. Entonces los gritos de Aina eran más ahogados, nunca mejor dicho. Aunque tampoco cesaban. Se la volvió a sacar y la cogió en brazos, hasta llevarla al sofá de al lado. Estaba bastante más cerca del cristal, por lo que el gran beneficiado sería Mauri de esas mejores vistas.

Se estaban revolcando como si se barro se tratase. Besándose, tocándose. Se pusieron entonces en posición de 69 y la imagen era brutal. Él tumbado boca arriba y ella encima, con su polla ya en la boca. Esa enorme polla. Y por casualidad o no, en esa escena me había tocado el peor ángulo. Tenía la cara de Aina mirando hacia mi, incluso entre chupada y chupada, parecía mirar hacia el cristal, contemplando lo que estaba haciendo.

Su cara era un poema, intentando tragar parte de esa monstruosidad. Hacía gestos de placer con la cara, que desde esa posición se veían totalmente ridículos. Eran fruto de la comida de coño que le estaba haciendo aquel tío.

-Joder que bien la chupas- Decía de vez en cuando Ricardo, entre lamidas de coño.

-No te quedás ahhh atrás jajaja ahhh me corro pff AHHHH SII- Contestaba ella, corriéndose.

Era el primer orgasmo de esa sesión salvaje de sexo. Ricardo se apartó y la dejó descansar un par de minutos, momento en el que volvió a la acción. Ahora era ella la que estaba tumbada boca arriba y el cabrón se puso encima, metiéndole la mano en el coño y empezando una masturbación brutal, sin previo aviso.

-AH AH AHHH PERO AHHH PERO QUE ME HACESSSS AHHH...

-Joder que gritona, no te imaginaba así jajaja- Decía él mientras aumentaba más el ritmo.

La verdad que no era gritona, aunque tampoco demasiado silenciosa. Me la imaginaba como en la media. Lo que estaba claro, es que conmigo nunca había gritado así:

-DIOSSSS QUE ME CORROO AHHH ¡¡¡QUE ME VUELVO A CORREEEEER!!!

-Tampoco sabía que eras multiorgásmica- Y en apenas unos segundos, Aina emitió un último chillido, haciendo que Ricardo se detuviera, así como sus gemidos.

-Joder esto es increíble…-Decía mi mujer extenuada.

-Estás chorreando jajaja pedazo orgasmo. Pero como dicen, no hay dos sin tres.

Y tras decir aquello, Ricardo la apartó de aquel sofá y se tumbó él, boca arriba como estaba en el 69. Con la cabeza apuntando al otro extremo de la sala, con sus pies y sobretodo polla apuntando hacia el cristal, hacia mi posición.

-Venga sube.

Y no, no lo dudó ni un segundo. Pese a los ya dos orgasmos (yo nunca le había sacado más de uno en un mismo polvo), pese a esa locura que estaba haciendo y pese al cansancio… quería más. Quería más ración de polla de Ricardo. Así que se subió encima, mirando hacia él y dándome la espalda a mí. Y empezó a bajar lentamente, encajando su coño en ese mástil.

Antes de que hubieran entrando en contacto, había podido percibir que ya lo tenía bastante rojo... no sabía cómo terminaría su coño tras aquel nuevo asalto. Aina bajó aún más, llegando esa polla donde nadie había llegado jamás antes. Aina estaba en un sueño:

-Uffff me matas. ¡Me vas a partir joderrr!

-Ya te dije que necesitabas preparación para esto jajaja venga baja más, sin miedo- Y Ricardo empezó a comerle las tetas. Lo veía algo mal, la espalda de Aina me tapaba, pero veía el movimiento de sus tetas aunque fuera de perfil.

También veía como aquella polla entraba y salía del coño de mi mujer, cada vez con menos resistencia. Ella seguía gimiendo sin parar, libre. Sin remordimiento alguno, sin tener que esconder nada. Era una bomba sexual y había estallado.

Ricardo acompañó luego esa cabalgada con sus manos, agarrándole las nalgas. También las azotaba con bastante violencia, que unido al pálido color de piel de Aina le creaban unas marcas que tardarían días en irse. Pero no se limitó a eso, también vi como hurgaba disimuladamente su ano con un dedo. Aina ni protestó, a diferencia de conmigo cuando rozaba esa parte sin querer. Aina seguía subiendo y bajando, gimiendo. O no se había enterado o simplemente le daba igual.

Ricardo dijo algo que me terminó de matar:

-Hoy no, que se hace tarde. Pero te prometo que un día te estrenaré este precioso culazo.

Entonces la levantó y la giró, imitando la postura pero con ella mirando hacia el cristal. Volvió a introducir media polla en su coño, que ahora yo veía con total claridad. Esa imagen nunca me la podría a quitar de la cabeza, como tantas otras de esa jornada.

Empezó de nuevo a follarla brutalmente, en esa posición donde veía como la taladraba sin compasión alguna. A veces le sujetaba las tetas, que ahora veía con total claridad también. Mientras que a ratos la sujetaba por las caderas. Lo que no cambiaba, la penetración. Él hacía un fuerte movimiento pélvico, pero lo aún más impactante fue ver cómo se detenía unos segundos, pero ella botaba y botaba igual. Estaba sedienta de polla.

-Avísame cuando te corras- Le dijo él.

-YAAAA AHHH UFFF YAAAAA NO AGUANTO MASS ¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!

Era su tercer orgasmo. Sin duda el máximo que había alcanzado nunca. Mientras que en Ricardo era el primero. Lo supe no por sus bufidos, que también. Si no por haber parado esa percusión y sacar la polla de ese coño, del que manaba su semen recién ordeñado.

-Venga límpiate un poco, aunque sea con tus bragas- Le dijo aquel cabrón.

-Lo siento amigo, la gente tímida como tú, Marcos o yo estamos destinados a esto- Fue lo último que escuché antes de recibir un duro golpe de Mauri con un bate.

Abrí los ojos. No sabía dónde estaba. ¿Aún en esa sala? No. Era mi habitación, mi cama. Estaba tumbado en mi cama… con Aina al lado.

No entendía nada, qué cojones había pasado. Miré la hora: Las 6 de la mañana del domingo. Aina estaba dormida, vestida con bragas y un camisón. Yo, camiseta y pantalón de pijama.

Me levanté, yendo hasta el lavabo para refrescarme. Mi mente barajaba una opción… pero no podía ser. Había sido demasiado real, no podía tratarse de un sueño.

Estaba sudando, chorreando. Me lavé un poco la cara pero no era suficiente, necesitaba una ducha fría. Me quité la ropa, dejando los calzoncillos en el cesto de la ropa interior sucia que ahí teníamos. Me vino un flashback, la última frase de Ricardo diciéndole a Aina que se limpiara con sus propias bragas.

Necesitaba que hubiera sido todo un sueño, una pesadilla. Era todo tan real… pero a la vez no recordaba que hacía aquí ni cómo había llegado a casa. Vistiendo la misma ropa que cuando me había quedado dormido… A lo mejor Aina me había vestido, a lo mejor Ricardo o Mauri. O no me había movido de ahí y todo era fruto del alcohol y mi imaginación, una especie de trauma.

Lo único claro, es que la respuesta se hallaba en las bragas de Aina. Evidentemente no se me pasaba la cabeza la idea de preguntarle nada, así que volví a nuestra habitación y busqué en su maleta.

En efecto, aún tenía sus cosas ahí, así que solamente tenía que encontrar sus bragas y comprobar si estaban limpias o sucias. Sueño... o realidad.

¿Fin?