Producto de mis decisiones: Cap 23 y 24

Final del viaje y vuelta a la rutina. Una rutina que Mario ansía y teme por partes iguales.

CAPÍTULO 23

Solo me quedaba confiar en que Ricardo no fuera tan hijo de puta.

Fui camino arriba aún más rápido que la primera vez, esperando que no estuvieran demasiado lejos y que no se terminara el camino. Por suerte era bastante largo y empinado, por lo que les tenía que alcanzar por narices si corría un poco.

Pero el camino terminó y volvíamos al campo a través, lleno de árboles. Sería mucho más complicado verles por ahí. No me quedó otra que seguir el mapa y avanzar, a ver si había suerte. De repente, recibí un mensaje. Era de Ricardo:

-10 arboles dsd el principio d la arbolada. Luego 100 metros derecha dnde la pendiente. Hay que saber subir y bajar hermano jajajajaja.

Me temía lo peor, pero podía ser otra broma de las suyas. Él sabía tanto como yo que iría, así que fui. Conté los diez árboles desde el inicio, tal como me dijo. Luego fui hacia la derecha durante esos cien metros hasta ver en efecto una pequeña bajada. Era de difícil acceso, seguramente me enviaba ahí para tocarme los cojones. Pero tenía que ir, tenía que descartar mis malos pensamientos. Tropecé por la maldita pendiente y caí rodando hacia abajo. Si ese cabrón quería joderme, ya lo había conseguido. Debía ser su único objetivo, porque por ahí no bajaba Raquel ni loca.

Pero para mi desgracia y sobre todo para la de mi amigo Mauri, esta vez no era un farol, ni una broma de mal gusto de Ricardo. Avancé para contemplar mejor la escena, ya que con tantos árboles no lo veía bien. Pero ahí estaban ambos.

Raquel, de pie. Apoyada y prácticamente agarrada a un árbol, dándome la espalda. Con los pantalones y bragas por las rodillas, con Ricardo detrás besándole el cuello. También me fijé que con la mano derecha, ella le estaba haciendo una paja. Mientras que él tenía también su mano derecha en su coño, frotándolo.

Me acerqué un poco más, atónito por la escena. No sabía si pararlos. No hice apenas ruido, pero Ricardo se giró y me vio. Pese a estar relativamente lejos, vi con mucha claridad cómo volvía a esbozar esa sonrisa. Se volvió a girar esta vez hacia Raquel y sin mediar palabra, simplemente apartando la dulce mano de la chica de su pene, se lo agarró él para metérselo sin contemplaciones.

-Ahhhhhhhhhhhh- El grito de Raquel de debió escuchar hasta en Ibiza… y apenas le había metido la punta.

Algo le dijo Ricardo en la oreja, seguramente para tranquilizarla. Así fue ya que dejó de chillar, mientras que él la seguía metiendo. Impresionaba ver esa anaconda desaparecer poco a poco dentro del pequeño cuerpo de la mujer de Mauri.

Ricardo se la sacó de dentro y le quitó por completo el pantalón y las bragas, para subirle la pierna derecha y facilitar la penetración. La volvió a penetrar y esta vez Raquel no chilló tanto, aunque se notaba que era demasiado grande para ella.

Ricardo la logró introducir hasta la mitad más o menos, y empezó un mete-saca lento, que hizo gemir a la “afortunada”:

-Ahhh ufff no puedo… ¡No puedo!

-Si quieres paro, no quiero hacerte daño- Logré escuchar de Ricardo ya que me había acercado un poco más.

-No… ahhh no no por favor… sigue ahhh dioss pero termina pronto- Decía ella con dificultad.

-Jajaja yo aguanto lo que quieras, hasta que no te corras no nos vamos.

-Uff ah ah ah, me falta poquito ahhhhh uff- Gemía Raquel, aunque intentando contenerse.

No había demasiada complicidad en el polvo. Ni besos, ni caricias apenas. Ricardo mantenía el ritmo del bombeo, esperando a que ella se corriera. Y Raquel seguía sujeta al árbol, recibiendo como podía esa enorme polla, pese a tener solo la mitad dentro.

Las embestidas tampoco eran demasiado fuertes, pero mantenía un ritmo constante. Le sujetaba las caderas con ambas manos y apenas emitía ningún sonido, acostumbrado seguramente a esos esfuerzos. Encima iba “a medio gas”.

Lo que me traumó fue su inesperado giro de cuello, mirándome fijamente mientras la seguía penetrando. Vaya susto me llevé, parecía una peli de miedo eso. Pero lejos del miedo, Ricardo mi guiño un ojo y articuló algo con los labios, muy lentamente pero sin hablar. Pese a eso, lo entendí a la perfección: “LA PRÓXIMA, TU MUJER”.

Pensaba que me desmayaba en ese mismo instante. Ojalá hubiera sido una peli de terror, una pesadilla. Pero no, era la realidad. Los gemidos de Raquel me devolvieron ahí:

-Ahhhhh ya me vengo ahora si ah ah… ¡Ahhhhhhh!

Su aguda voz se me clavaba igual que se me había clavado la frase de Ricardo. No podía aguantar más, me tenía que ir. Lo hacía despacio, aún en shock. Miré una última vez hacia atrás, viendo como Ricardo ya se la había sacado de dentro a Raquel y apuntaba a sus nalgas para correrse… como hiciera Jairo días atrás.

Seguí definitivamente mi rumbo. A diferencia de otras veces, no pensaba en nada ya. Ni remordimientos, ni tristeza. Tan siquiera algún ápice de preocupación. Simple indiferencia, una especie de bloqueo mental. Posiblemente eso trascendía más allá de una metedura de pata o de una situación complicada. Eran demasiadas cosas. Y todas querían entrar a la vez en mi cabeza, creando una especie de cuello de botella que impedía flujo alguno.

No recuerdo ni cómo pude subir la cuesta de la que había caído, sin apenas dificultad. Deambulé como un fantasma por donde había venido, queriendo encontrar a alguien que me guiara hacia el final. Sólo, no llegaría ni en tres días. Pero no, no encontraba a nadie, así que simplemente me senté en medio de un camino. Debería pasar alguien por ahí en algún momento. Y si no… mala suerte. Seguía con mi mente en blanco, con los ojos abiertos pero sin mirar, cuando una pareja desconocida se preocupó por mi estado y me ayudaron a recuperarme un poco.

Les dije que simplemente tenía un bajón. Vaya, como Mauri. Y entonces se reactivaron mis sentidos, volvieron mis pensamientos aunque a cuentagotas. La amable pareja me acompañó hasta el final del trayecto que estaba ya cerca, mientras yo intentaba buscar alguna respuesta a lo que había pasado escasos minutos antes. No la encontré, había metido la pata hasta un poco más allá del fondo. La relación con Ricardo estaba rota, a Raquel no podría mirarle a los ojos. A Mauri seguía sin saber qué decirle… o si decirle algo. Hasta tenía dudas con Aina, por la última “frase” de Ricardo.

Llegué con la pareja al final, donde había ya varios grupos, entre ellos mis amigos. Repetí la excusa del bajón, era lo más creíble y realmente parecía un muerto por mi cara y mis sudores. Fue el detonante, silencioso pero definitivo.

-Es que es normal con esta maldita calor… me ha pasado a mí, imaginad a Mario con su débil complexión… ¡No te ofendas eh! Pero seguro que te afecta más- Dijo Mauri, a lo que Raquel, disimulando bastante bien lo que había pasado, contestó:

-Amor… ¿Te ha pasado a ti también?

-Sí sí, pero no temas. Ha sido un pequeño mareo. La delgadez no creo que ayude… pero los quilos de más tampoco jaja. Aquí solo se salvan Ricardo y las chicas. Qué por cierto, suerte de Lara que es un amor y me ha ayudado en todo momento- Dijo Mauri, inocentemente.

Raquel tenía cara de no entender nada. Lógico. Le había enseñado una foto donde parecía que su marido y Lara se estaban liando… y ahora el tío decía que Lara era un amor. O Mauri no sabía disimular, o la estaba vacilando… pero no. Simplemente no había pasado nada.

Para mi suerte el tema quedó ahí zanjado y nos fuimos a unas sombras para descansar antes de comer algo. Ahí venía mi dilema. Contarle a Raquel que todo había sido una confusión, ¿Que realmente no se liaron? Añadir el detalle que la había pillado follando con Ricardo… ¿Y respecto a Mauri? Dijera lo que le dijera… estaría mal.

No hablamos demasiado, debido al esfuerzo. Las chicas habían aguantado bien, pero el esfuerzo realizado estaba latente. El resultado lo de menos, pero había ganado la pareja formada por Aina y Miguel. Él no estaba cómo Ricardo, pero sin duda nos goleaba a Mauri y a mi. En cuanto a Aina, estaba mucho más en forma que las demás. Se notaba el gimnasio de las últimas semanas. En inteligencia, también era la mejor.

Comimos algo ligero para reponer fuerzas e hicimos la última parte de la ruta. Esta vez en grupo y descendiente de vuelta al sitio donde empezamos. Tampoco hablamos demasiado, nos pesaban las piernas y el alma tras tanto esfuerzo. Mejor para mí, me salvaba de momento de tener que decir o escuchar algo en relación a lo ocurrido.

Poco más pasó en ese miércoles. Llegamos a casa rendidos. Nos duchamos y cambiamos para quedarnos ahí mismo lo que quedaba de tarde y terminar pidiendo comida a domicilio de nuevo. Solo nos quedaba la mañana siguiente antes de coger el vuelo. Era relativamente temprano, así que decidimos comprar los cuatro souvenirs en el mismo aeropuerto.

Dormimos como troncos esa noche, con un cansancio terrible. Por la caminata de ese día, por recoger todo para hacer las maletas… y por esos diez días intensos que habíamos vivido y qué cambiarían nuestras vidas para siempre. El único consciente de eso era yo… y posiblemente Ricardo. Ni él ni yo diríamos nada, nos conocíamos lo suficiente. Yo quería, pero no podía. Mientras que él podía, pero no quería. Por su parte Raquel, era una bomba de relojería.

No sabíamos si iba a explotar, pero el miedo siempre estaría ahí. Sólo había una cosa que me planteaba decir y precisamente a Raquel. Que lo de Mauri era un error y no había pasado nada. Eso podía arreglar su matrimonio… pero también la podía hundir definitivamente. Demasiadas incógnitas, para un chico poco acostumbrado a esas movidas como yo.

Ese fue el pensamiento que me ocupó durante todo el el rato en la terminal. Ese jueves tampoco tuvo demasiados secretos ni sobresaltos, algo poco habitual últimamente. Nos levantamos temprano y fuimos al aeropuerto, donde devolvimos el par de coches alquilados, desayunamos un poco y esperamos a que fuera la hora del vuelo. No charlamos mucho, aún cansados y con ganas de llegar a casa. Una llegada que fue tan celebrada como esperada, tras el vuelo que se nos hizo bastante corto. Por fin estábamos en la capital de España y tras unos pocos minutos, en casa.

Y ahí volvía a la realidad, a la rutina de pareja. El tema de Raquel con Ricardo no era el único sobre la mesa. Mi mujer era Aina y aunque no hubiera pasado nada, nuestra relación había vivido algunos baches importantes en ese viaje. Lo pude comprobar nada más llegar, al cambiarnos y ponernos cómodos, abracé a mi mujer en el sofá. Le acaricié el pelo, las mejillas, para ir bajando hasta el cuello que terminé besando.

Las intenciones eran claras, solo me faltaba un cártel en la frente que pusiera “FOLLEMOS”. Pero no, no follamos. Aina no estaba por la labor:

-Ahora no cari… plis. Estoy súper cansada. Tenemos todo el finde antes de volver a la rutina, hay tiempo de sobras.

No recordaba la última vez que Aina me había dicho que no a un polvo. El problema no era por el polvo en sí. Estaba caliente como un mono pero siempre podía tirar de mis trabajos manuales. El problema era la sorpresa. La sorpresa de que una chica tan activa sexualmente como Aina, me rechazara pese a estar más de diez días sin follar.

Tras mi gatillazo, tras mis ganas locas de hacer el amor con ella. Quedaban claras dos cosas. Que seguía disgustada por mi comportamiento de los últimos días… y que se había tocado. Antes o después del momento ducha. O ambas. No lo sabía, pero no la veía aguantando tanto tiempo sin actividad en su vagina. No me molestaba que se tocara, de hecho en casa lo hacía de vez en cuando y me lo contaba. Y ahí estaba el problema, que siempre me lo contaba. Tanto para excitarnos como para no “traicionarme” ni hacerme sentir menos porque ella jugara sin mí.

Pocas veces era consciente del tesoro que tenía entre mis manos. Esa vez era una de ellas. No quería torcer mi relación con Aina ni un centímetro, mucho menos por ese gilipollas. Ella era mi prioridad y pese a cagarla, pese a poder perder mi amistad con Mauri, lo que me importaba era estar bien con mi mujer.

Somos el producto de nuestras decisiones y la mía, mi decisión principal, estaba clara: volver a estar bien con mi mujer.

CAPÍTULO 24

El fin de semana antes de la vuelta al trabajo pasó volando.

Apenas salimos, nos quedamos apalancados en casa. La rutina estaba en la vuelta de la esquina y por suerte la normalidad con mi chica también. Pese a mis miedos, Aina seguía siendo Aina y era demasiado buena para tener un rencor prolongado.

El sábado volvimos a hablar con naturalidad y el domingo follamos, después de casi dos semanas de sequía. No fue el mejor polvo de la historia, simplemente un polvo necesario y muy esperado por ambos. Y sobre todo, fue un polvo posible por la falta de gatillazos esa vez. El cowboy volvía al ruedo.

Lo malo de la llegada de la rutina, eso sí, era todo lo que conllevaba. Pese a estar momentáneamente bien con Aina, ella seguía trabajando con Ricardo. Seguía yendo al gimnasio con él. Y nosotros seguíamos siendo amigos… en teoría.

Esa primera semana tras las vacaciones finalizó con total normalidad. Se acercaba agosto y en mi oficina se notaba que había menos estrés. En cuanto a Aina, seguía muy integrada en su puesto de trabajo, aunque también seguía por desgracia integrada en el gimnasio. En ambos sitios compartía espacio y tiempo con Ricardo, pero mientras en el trabajo sabía que no habría ningún acercamiento, no podía pensar igual de lo que podía ocurrir en el tiempo de actividad física.

La calma se rompió el viernes, cuando Lara nos comunicó que Ricardo había dejado de forma repentina el trabajo en el local. Aún quedaba verano por delante, pero visto lo visto estaba algo estresado con el otro trabajo y prefirió dejarlo ya.

“El otro trabajo pensé…” el de follar será. Pero Aina me confirmó la situación:

-Llevamos una semanita que tela… joder puto verano.

-¿Si? Pues mira que nosotros estamos tranquilos, hay menos trabajo. Y no me habías dicho nada cielo- Le comenté a mi mujer.

-Ya… bueno tampoco me gusta hacerme la víctima ya lo sabes. Es lo que toca. Ricardo sí que lo está sufriendo un poco más pero bueno, saldremos adelante.

Pasaron los días hasta llegar a Agosto. Seguíamos sin apenas noticias de Ricardo. No solamente había dejado el trabajo en el local, sino que tampoco salía ya con el grupo de amigos. Por supuesto tampoco nos invitaba a sus “shows”, pese a que tenía claro que no volvería.

Sólo tenía noticias de él por Aina. Que seguía estresado en el trabajo, que incluso la venía a buscar para el gimnasio simplemente por hacerle un favor, que él no tenía ni ganas de ir… No sabía si era simplemente para informarme, si lo hacía para quedar bien o yo tenía demasiados celos, pero Aina tenía a Ricardo en la boca todo el día y me empezaba a mosquear.

El tema de Raquel parecía olvidado también. Se comportaba de forma normal con nosotros y no había signos de nada raro. Quedaría como un secreto, para suerte mía y de Mauri. Nunca había adorado tanto la rutina, volver a estar tranquilo sin problemas demasiado importantes.

La rutina no se rompió, pero sí la calma. En la segunda semana de Agosto, un sábado concretamente, recibí por primera vez tras el viaje una llamada de Ricardo:

-Ey tío. Seguramente no sea la persona que más te apetezca ver, pero necesito hablar contigo.

-No, no nos vamos a engañar… pero bueno dime- Contesté lo más cordial que pude.

-Es un tema delicado, ya te debes imaginar cuál. Prefiero hablarlo en persona, vente a mi casa luego por la tarde.

-Tío es sábado… estoy con Aina y... - No me dejó terminar:

-Ya le he dicho a Aina que venías a verme, a preocuparte por cómo me encontraba con tanto estrés y tras días sin verme. No me des las gracias, simplemente ven.

Y me colgó. ¿Desde cuándo Aina tenía tanto contacto con Ricardo? En fin, no me quedaba otra que ir. A lo mejor sí que era buena idea. Aclarar el tema, zanjarlo de una vez. Ricardo no desaparecería de nuestras vidas, era demasiado tarde para eso. Así que pese a cerrar los ojos, pese a que pudiera escabullirse por el momento, no veríamos todos de nuevo.

Al llegar a su casa, confirmé mis sospechas. Tras un frío saludo, me comentó que estaba arrepentido de todo lo sucedido, que realmente no quería hacer nada con Raquel… pero con todo lo ocurrido no quedó remedio. Me lo dijo eso sí, con otras palabras:

-Si esa a mi ni me pone… joder. Ya conoces mis gustos, me muero por las tetas grandes. Y con esa necesitaba un microscopio. Ni la toqué apenas, ya lo viste.

-Sí… tras avisarme que fuera ahí, tras querer restregarme que habías ganado y que te estabas follando a la mujer de nuestro amigo.

-Joder Mario, ya te he dicho que lo siento- Seguía intentando disculparse Ricardo.

-No es a mí a quien tienes que pedir disculpas…

-¿Por Mauri no te preocupes vale? Lo hablé con Raquel y no dirá nada. Fueron unos días muy locos, la terminaste de encender con la foto esa… que por cierto vaya cagada.

-¿Sabes que no pasó nada entonces?- Dije, pensando que ya habría hablado con Lara.

-¡Coño claro! Cómo va a serle infiel Mauri a Raquel. Es gilipollas pero no tanto.

-Oye no te pases…

-¡No pero ya me entiendes! Raquel está follable aún. Mauri no encontraría nada parecido en el mercado… está más gordo cada día que pasa- Seguía Ricardo hablando tranquilamente mientras yo era un saco de nervios:

-Es que… les vi ahí tan pegados en el suelo… y ella me había dicho que tenía sospechas de Mauri, que no se sentía deseada...

-Tienes mucho qué aprender de las tías Mario. Todas tienen dudas, todas tienen malas rachas y malos momentos. Todas quieren más atención. Mauri es un poco calzonazos a veces y simplemente necesitaba un macho de verdad- Decía ahora Ricardo, con un tono algo soberbio. Siguió su discurso:

-No te ofendas, pero ya te lo dije cuando estaba Jairo delante. A veces necesitan algo así como revulsivo. Ya verás como ahora esas dudas desaparecen. Mauri no se entera de nada, sigue feliz. Y ella, con dudas o sin, se ha follado a otro así que no tiene nada que reprochar.

-Pero le ha puesto los cuernos tío…

-Le das demasiada importancia a la fidelidad amigo mío. Hablé con ella y tiene claro que fue un desliz. Muchas cosas acumuladas. Sus dudas, el calentón con Jairo, la foto de Mauri con Lara… al final pasó. Si no era conmigo ese día, sería con otro en otro momento.

Ante esa frase de Ricardo, insinuando que Raquel se hubiera follado a cualquiera, no pude callarme:

-Estás enfermo tío. Sólo existe el sexo en tu triste vida.

-Te recuerdo que la cagaste tú, retándome y viendo un beso donde no había nada. Y da gracias que te considero mi hermano y Aina es intocable.

Ese era el tema que faltaba, lo que me dijo sobre Aina. Y ahora era el momento de resolver otra de mis dudas:

-¿Qué me dijiste cuando te miré, antes de irme?

-Jajajaja. ¿No lo sabes? La próxima, únete. Jajajaja era coña joder…. Pero vamos, Raquel estaba tan caliente que no te hubiera dicho que no.

La confesión me dejaba tranquilo en cuanto a Aina, había tenido otro error de interpretación. Pero reforzaba aún más la idea de que Ricardo era un gilipollas integral.

Antes de irme, le pregunté lo que realmente venía a preguntarle en teoría:

-Y todo esto del estrés, de desaparecer estos días…

-Pues tal cual te lo habrá contado Aina. El trabajo sigue y mucha gente se va de vacaciones. Tengo mucho trabajo acumulado y tampoco soy una máquina. No hago ni sesiones, algún masaje y gracias. A ver si terminamos un proyecto que estamos haciendo para octubre máximo.

-Hablando de eso… no voy a venir más a ver… ya sabes- Le dije refiriéndome a sus shows sexuales durante sus sesiones de fotos y masajes.

-Bueno estoy un poco de sequía, por eso no os he llamado. La pesada de Lucía está enchochada de mí tras tantos días jajaja pero bueno en unas semanas tendré menos curro y ella estará más tranquila así que podré volver a ser un vividor follador jajajaja.

Tras esas palabras de mi “amigo”, me despedí finalmente de él. No sabía con qué sensación salir de esa charla. Realmente me había tranquilizado con los temas de Aina y Raquel. ¿Pero de verdad podíamos volver a nuestras vidas? Como si no se hubiera follado a Raquel… ¿Y quedar todos juntos sin tener ningún remordimiento?

Yo no estaba acostumbrado a algo así, pero Ricardo parecía que sí. Su éxito sexual, sobre todo con mujeres comprometidas, habían hecho de él un farsante muy completo. Capaz de sonreír a Mauri pese a la cornamenta que le había puesto. Pero mi prioridad seguía siendo Aina, así que me convencí que la charla había ido bien. Que Ricardo no tenía ningún interés en mi mujer. Pese a no tener dudas sobre ella, siempre hay que tener respeto a un depredador.

Pasó ese fin de semana, uno más, para dejar paso de nuevo a la rutina. Ya con Ricardo algo más animado según mi mujer, que seguía hablando de él demasiado frecuentemente para mi gusto. Queríamos visitar a mis padres, pero lo haríamos el finde siguiente aprovechando la vuelta de mi hermana Marta también de un viaje.

Esa semana yo seguía con menos trabajo de lo habitual, mientras que Aina parecía más tranquila también. Ese mismo viernes salimos todo el grupo por la noche con normalidad, Ricardo incluido. No hubo ningún tipo de mal rollo, ni tan siquiera algún gesto de Raquel que pudiera reflejar nada. Parecía que había pasado página. Pero para mí era inevitable pensar en lo ocurrido. Sobretodo al verla a ella, cerca de Ricardo. Las imágenes de ese cabrón sujetándole la pierna y dándole… y ahora les tenía ahí delante charlando como si nada.

Volvimos a casa y Aina tenía unas ganas locas de follar. Apenas nos quitamos la ropa que nos tiramos abrazados en la cama, comiéndonos a besos. Vaya cuerpazo, empecé a acariciarle las nalgas, llegando a su ya húmeda vagina. Rocé demasiado su ano y lo comprobé sobretodo con su mirada asesina. Era un rincón prohibido, que ni yo ni nadie había visitado. Le daba demasiado respeto, por no decir miedo. Y yo no tenía problema en ello, disfrutaba de su coño.

Buscó un condón para que la penetrara, pero mi cosa no subía. Ya llevábamos un rato con los preliminares, pero necesitaba algo más:

-Chúpamela un poquito, que coja volumen.

Eso hizo, pero la cosa seguía prácticamente igual. La palabra prohibida salió de su boca:

-Joder… ¿No será otro gatillazo?

-Gatillazo… otro… Tenía pinta y con esas palabras solo lo había empeorado. Empecé a pajearme pero no había manera, ella desistió:

-Da igual, ya mañana.

Pero en lugar de acostarse para dormir, se fue al baño. Mi mente se imaginaba el motivo y sus leves gemidos a los pocos minutos me lo confirmaron. Me dolía, por todo lo que conllevaba eso.

Ya no solamente el gatillazo en sí, el hecho que mi mujer se tuviera que masturbar porque su marido, yo, no le daba placer. Sino porque tan siquiera disimulaba. Alguna vez había quedado insatisfecha por lo contrario, por correrme pronto. Pues usaba mis manos, mi lengua. O si se masturbaba en el mismo baño, encendía la ducha para disimular. Esta vez no, esta vez o le daba igual o quería que lo escuchara bien. Que escuchara bien esos gemidos entrecortados que emitía mientras hacía lo que le tendría que estar haciendo yo con mi polla.

El sábado lo dedicamos a visitar a mis padres y a mi hermana, que solía viajar mucho y la veíamos poco. Vivía con ellos cuando no estaba fuera, recorriendo mundo mantenida por su novio americano. A los padres de Aina los veíamos aún menos, apenas en las comidas típicas en épocas navideñas.

Por la noche ya en casa, me encontraba con ganas de sexo. Pese a lo del día anterior, pensé que sería una mezcla de emociones por volver a ver a Ricardo y Raquel juntos. Que mi mente, de forma inconsciente, me habría jugado una mala pasada. Pero al igual que en el anterior y primer gatillazo, me podría recuperar enseguida, que mejor que con un buen polvo con Aina.

Estaba con el móvil estirada en el sofá, fui hacia ella repitiendo mis rituales de apareamiento: Caricia en el pelo, en las mejillas, para ir descendiendo…

-Ahora no Mario, estoy hablando con Ricardo. Me dice que estas dos últimas semanas de Agosto tendré que quedarme a dormir a su casa para avanzar un proyecto del trabajo.