Producto de mis decisiones: Cap 19 y 20

Mario saca su carácter, aunque a destiempo, mientras el futuro de Ricardo y Raquel sigue siendo una incógnita.

CAPÍTULO 19

Confiaba en Aina, pero igualmente ella podía suavizar las cosas.

No pensaba que hubiera hecho nada extremo, pero un ligero rozamiento, un pequeño beso en alguna parte del cuerpo… son cosas que me podía ocultar por su nula relevancia pero a las que yo daba mucha importancia.

Nunca había demostrado ser celoso porque Aina nunca dio pie a ello. No sabía si por esa misma razón o simplemente por ser parte de mi ser, tenía mucho miedo a cualquier pequeña cosa que hubiera podido pasar con ella. Nunca me hubiera imaginado verla transparentando pezones y prácticamente el coño. Mucho menos quedarse en topless y delante tanto de amigos como de gente que habíamos conocido hace nada. Se habían sobrepasado demasiadas barreras que veía impenetrables, sobretodo por el introvertido carácter de mi mujer.

Finalmente todos se despertaron y Aina no tardó en venir hacia mí a darme un beso:

-Cariii pff qué dolor de cabeza. ¿Por qué me dejaste beber tanto?- No había reproche en sus palabras, lo decía dulcemente mientras me abrazaba.

-Estabais tan metidos en el juego, riendo y tal que preferí no meterme.

-¡Pero si te dormiste! Jajaja es normal… vaya aburrimiento vernos jugar. En fin vamos a desayunar algo- Dijo mientras iba a la cocina donde ya se encontraban los demás.

Ricardo también hizo acto de presencia poco después, despertado seguramente por nuestro ruido. Nos informó a todos de la situación:

-Bueno amigos, me dijo Jairo antes de pirar que podemos estar todo el día. Hasta la noche no vuelven sus hijos y viendo la hora que es… no sé qué planes tenéis.

Por primera vez en el viaje, cedía la iniciativa sobre las actividades. Fue Miguel quien tomó su relevo:

-Ahí está el tema, es demasiado tarde y encima domingo. Yo me quedaría aquí haciendo el perro hasta media tarde y luego ya vamos a comer algo por ahí.

-Bueno amor, a cenar más bien jajaja por mí bien. Creo que todos estamos muertos- Añadió su mujer.

Estuvimos de acuerdo. Yo no estaba cansado físicamente, pero mentalmente estaba destrozado. Mauri era el único que estaba fresco como una rosa, pero tampoco era un muchacho con demasiada iniciativa, así que no hubo discusión. También quería aprovechar para pasar más tiempo a solas con Aina… o por lo menos fuera de playas, excursiones o paseos, donde hablábamos poco. Necesitaba desahogarme de alguna forma, tenía demasiadas cosas dentro acumuladas. Y también quería pillar en banda a Miguel, a ver si descubría algo más sobre el juego de anoche.

Tras comer un poco, Aina y yo estábamos tranquilamente tumbados en un sofá. Ella con el móvil y yo viendo la tele. Los demás estaban fuera en las hamacas. No sabía cómo iniciar la charla con ella. No quería recriminarle nada… al contrario. Pese a estar molesto por su topless, prefería zanjar el tema y decirle cuánto la quería y cuánto confiaba en ella.

Pero entonces entró Miguel, aunque sin hacernos caso y yendo directo a la cocina. Era el momento perfecto para quedarme a solas con él e iniciar mi pequeño interrogatorio. Salí como un cohete hacia allí para empezar mis preguntas, rompiendo el hielo primero:

-Ey tío. ¿Buscas algo?

-Ey Mario, nada que hemos sacado bebidas pero nos falta hielo y quería pillar una bolsa.

-Ah vale, yo venía a por algo de beber también- Le dije para disimular.

-Pues pilla hielo también que con este calor anda que no ayuda.

-Ya ves tío jaja bendito hielo lo bien que va en verano- No sabía porque me estaba enredando en hablar del maldito hielo, si quería preguntarle por el juego.

-Si yo te contara… este hielo es multiusos jajajaja- Empezó a descojonarse mientras yo no entendía nada:

-¿Y eso? ¿Aún te dura el pedo o qué? Jaja.

-Que va, ahora resaca. Es que el puto juego… entre beber, tocar, el hielo…

-¿El hielo?-Pregunté.

-¡Sí Mario el hielo! El bendito hielo jajaja anda que no lo pasamos bien ayer con él, sobretodo Aina.

Se le había escapado, ya que justo al decir eso cambió su risa por un silencio sepulcral. No necesitaba saber más, ni preguntarle ni nada. Había querido romper el hielo, pero el hielo me había roto a mí.

Me fui de allí directo al sofá, a preguntarle a Aina. Otra vez como esa misma noche, sin poder controlar el caballo desbocado en forma de celos que tenía en mi interior:

-Qué Aina. ¿El hielo bien no?

-¿Hielo? ¿Qué dices ahora cari?- Estaba lógicamente perpleja tras mi pregunta, que vino de sopetón.

Me callé unos segundos al ver a Miguel pasar por ahí antes de salir a fuera. Una vez cerrada la puerta, proseguí:

-Que ya me ha contado Miguel lo del hielo. Te compras un puto bikini transparente sin probártelo siquiera. Te lo pones y te quedas medio en bolas delante de todos. Y luego ya directamente con las peras al aire. Ésta no es la Aina que yo conocí.

Habíamos tenido, como toda pareja, muchas discusiones durante nuestra relación. De todo tipo, a veces por cosas importantes y a veces por chorradas. Pero eso era distinto, era un ataque de celos en toda regla. Me esperaba una respuesta dura de Aina, que siempre tenía argumentos, aunque esta vez también fue distinto:

-No sabes nada Mario… no sabes nada.

-¿Que no sé nada? Sé que mi mujer va enseñando las tetas, casi el coño, bebiendo y jugando con hielo con desconocidos como una zorra- Al escuchar eso, Aina rompió definitivamente a llorar mientras intentaba hablar:

-Tú sí que no eres el Mario que yo conocí… nunca, nunca te he dado motivos para desconfiar- Le costaba seguir hablando, mientras le caían las lágrimas.

-Mira tú móvil.

No entendía a qué venía eso, pero la pobre estaba llorando desolada. Miré mi móvil y tenía un Whatsapp suyo, de hacía cinco minutos:

“Mario, te envío esto para pedirte perdón. Te tengo aquí al lado, pero sabes lo vergonzosa que soy para estas cosas y más tras todo lo ocurrido. No debí comprarme ese bañador ni ignorarte cuando me avisaste de las transparencias. Tampoco debí jugar a ese juego al igual que tú. No pasó nada, pero no debí dejar que Darío me pasara hielo por el cuello. Me daba mucho corte contártelo, por eso prefiero escribirlo.”

-No entiendo nada Aina… ¿Por qué un mensaje?- Le pregunté aún alucinando. Ella ni me miraba a la cara. Secándose las lágrimas me dijo algo más tranquila:

-Mario, ya te lo he dicho. Sabes lo tímida que soy. Alguna vez te he mandado mensajes también en lugar de decirlo a la cara… encima aún estoy un poco aturdida para hablar demasiado. Me siento fatal por todo y lo del juego fue la guinda… pero no me merezco que me grites y me llames zorra.

Aina tenía razón. En todo. Era una persona bastante reservada. A veces se soltaba, estando con amistades cercanas o conmigo sobretodo. Pero había situaciones que seguían siendo pequeños tabús.

Recuerdo la última vez que como en esa confesión, me escribió un mensaje pese a estar juntos. En un restaurante, me puso que un hombre de otra mesa no paraba de mirarla y que se sentía incómoda. No se atrevía a decírmelo a la cara, prefería escribirlo. No era lo habitual ni mucho menos, pero algunas veces esporádicas lo había usado para expresar algo que hablando no se hubiera atrevido. Por mi parte, no había prestado atención al móvil pensando en que decirle para aclarar el tema. Encima aparqué ahí el tema para preguntarle a Miguel en lugar de hablar con mi propia mujer.

-Cielo… es que… joder es que Miguel me dijo algo de unos hielos y ya empecé a imaginar lo peor con esos críos de por medio- Me había delatado, cagándola de nuevo.

-¿Miguel? Ah por eso has salido disparado cuando ha entrado… en lugar de preguntarme a mí por lo que pasó. En lugar de mirar el móvil… joder Mario- Decía ella, pasando de triste a enfadada, pero aún con lágrimas en los ojos.

No sabía qué decir. La había cagado. Y me intenté justificar de nuevo, esta vez apuntando a Ricardo:

-Es que Ricardo es como es... y ahí en ese juego, con esos críos…

-Ricardo no pinta nada en esto. Es un chulo, ya te lo dije hace tiempo. Pero es buen tipo. Me ha dado trabajo, me lleva al gimnasio. Nos invita a su casa de Menorca y su amigo nos guía gratis. No entiendo qué coño te pasa ahora con él.

Aina tenía razón de nuevo, Ricardo se había portado muy bien con nosotros. No quería decirle nada del tema de Raquel, ya que Ricardo no había hecho nada realmente, así que cambié de estrategia:

-Tienes razón amor… A veces mi mente me juega malas pasadas, pero Ricardo es un buen hombre y tú la esposa perfecta. Siento mucho dudar de ti… ya sabes que yo también soy muy inseguro.

-Lo sé, pero las cosas mejor hablarlas ambos. Por eso siempre seguimos adelante cari.

La terminé de tranquilizar y nos besamos. Aina aún no había dicho la última palabra, aunque esta vez eran noticias mucho mejores:

-Por cierto, desde que vinimos que no hemos… ya sabes. Y por fin tenemos un poco de intimidad y espacio. ¿Nos damos una ducha?

Había pillado la indirecta de mi mujer. Y aunque ese baño no me trajera demasiados buenos recuerdos, estaba demasiado ansioso por hacer el amor con ella. Así que nos fuimos al baño directamente, para matar dos pájaros de un tiro. Con ese calor apetecía enormemente darnos una ducha. Y por fin tendríamos intimidad y tiempo para jugar. Nos desnudamos rápidamente y me volví a fijar en su preciosa piel, algo más morena aunque siguiendo su tono blanquito. Se le notaba un poco la marca del bañador, aunque arriba lucía los pechos algo más morenos gracias a la sesión de topless en la playa.

Por fin una buena noticia. Por fin mis actos, pese a cagarla tanto últimamente, conducían a algo positivo. Me moría por follarme a Aina tras tantos días seco. Me masturbaba cada mañana en el baño. Algo rápido, apenas cinco minutos, para saciarme un poco. Pero seguía necesitando contacto carnal. Nos metimos ambos en la ducha y mientras caía el agua, nos besamos con pasión. Me daba igual ponernos jabón que no, solo quería disfrutar con mi mujer. Nos seguimos liando hasta que eché un rápido vistazo fuera de la ducha, instintivo, inconsciente.

Y grave error, ya que ahí estaba el albornoz de Jairo. El que lucía Raquel cuando la pillé esa misma noche. El albornoz que el propio Jairo le dejó después de lo ocurrido. Mi mente estaba ya en otra cosa, pensando en cómo había podido hacerle eso a Mauri… en por qué había sido yo tan estúpido de no contarle nada, ni antes ni después. Y encima apostando su fidelidad con Ricardo.

También de forma inconsciente, mi pene perdió forma pese a las caricias de Aina, quien no pasó por alto el tema:

-Cari… hmmm ¿Pero qué te pasa? Espera que te toco a ver si esto sube.

Empezó a hacerme una paja, pero mi pene estaba ya totalmente flácido y sumando a eso su pequeño tamaño, se hacía muy complicado maniobrar demasiado. Mi problema solía ser que me corría algo pronto… y ahora me veía en el otro extremo. Algunas veces me evadía del polvo para precisamente conseguir ese efecto y retrasar la eyaculación, pero ahora era algo involuntario y que directamente me impedía empalmarme.

Aina nunca me había recriminado nada en el plano sexual, la podía notar molesta algunas veces, son ganas de más. Pero siempre me respetaba, aunque esa vez, quizás sorprendida por verme en el otro extremo o quizás aún enfadada por todo lo ocurrido, me dijo:

-Joder Mario. ¿Ya no te pongo? Con las ganas que tengo de follar y me dejas así...

Hubiera podido meterle los dedos, hubiera podido comerle el coño. La podía satisfacer de más formas como hacía otras veces. Pero no tenía ganas de nada en ese momento, solo pensaba en Raquel, Mauri y Ricardo.

CAPÍTULO 20

Era el primer gatillazo de mi vida y en uno de los peores momentos posibles.

Ni escrito por el peor guionista del mundo, ese gatillazo llegaba tras una vital reconciliación con Aina, después de mis múltiples cagadas. Hasta un polvo rápido la hubiera satisfecho. Hasta comerle el coño. Pero es que pensaba en eso y me venía de nuevo la imagen de Jairo y Raquel. Era como un pequeño trauma y justamente en ese momento.

No quedó otra que terminar la ducha y vestirnos, para volver al comedor donde ya habían entrado nuestros amigos. Miguel puso la puntilla:

-Qué parejita… ¿Aprovechando la ducha eh? Ahora vamos Rocío y yo también jajaja

Pedazo de hijo de puta. Ambos habían tenido la suerte de tener una habitación para ellos solos, pudiendo disfrutar de una intimidad que ni yo ni Mauri teníamos. Algún que otro gemido había escuchado en las últimas noches en la casa de Ricardo, aunque ya no sabía si también serían alucinaciones u otros ruidos.

Lo que estaba claro, es que ahora iban a follar en el baño. Serían los únicos en hacerlo, ya que Lara seguía sin dar señales de vida mientras que dudaba que Raquel tuviera ganas de hacer nada más en ese espacio. Mauri tampoco era de insistir, así que no habría problema. Y aún pensando en ese tema, tenía mis miedos en como disimular estando Raquel por ahí. Quedaban aún varios días de viaje y no solamente sabía lo de Raquel, sino que ella me había visto mientras salía de la habitación de Ricardo, medio desnuda.

Ella se podía pensar que yo pensaba lo que inicialmente pensaba: Que había follado con Ricardo. Demasiado rocambolesco, pero la primera impresión de cualquier ser humano ante esa escena era esa. Tras volver a darle demasiado al coco llegué a la conclusión de siempre, que no era otra que escurrir el bulto y dejar que el tiempo pusiera todo en su sitio.

-Amigos, pequeño cambio de planes. Los hijos de Jairo no pasarán la noche aquí y él en principio no viene tampoco, así que nos podemos quedar una noche más. Estamos bastante apalancados y hay más espacio que en mi casa, si queréis pasamos otra noche.

No hubo debate, la mayoría ya estábamos algo cansados por la ruta en bici, las caminatas por la isla, así como la playa. La puntilla era la noche anterior con la fiesta y el juego, así que todos estuvimos de acuerdo en pasar el día vagueando y coger fuerzas para lo que quedaba de viaje. Llevábamos ya seis días en la isla, quedaban cuatro. El último sería inútil ya que teníamos el vuelo por la mañana, así que realmente teníamos tres días útiles.

Aprovechamos ese domingo no solo para tocarnos los cojones, sino también para organizar un poco lo que quedaba de viaje. Queríamos pasar un día entero en la Ciudadela, que tantas buenas críticas tenía. También teníamos reservada otra ruta, aunque esta vez de senderismo. Era el miércoles y también nos ocuparía prácticamente todo el día.

Nos quedaban por organizar un día más. La playa era una apuesta segura, aunque esta vez estuvimos de acuerdo en ir a las más conocidas de la zona. Las chicas hacían especial hincapié en hacer los típicos baños de barro, así que ya teníamos otra actividad que hacer. Lo que quedase libre, lo dedicaríamos a pasear, comprar algún suvenir y descansar.

Llegó rápidamente la noche y pedimos comida por encargo. De ahí ya no nos íbamos ni con agua caliente. La ausencia de Lara no pasó desapercibida y fue Rocío la primera en preguntar:

-¿Y Lara? ¿Alguien sabe dónde está la chiquilla?

-No os preocupéis, ha ido a visitar a un amigo. Luego vuelve- Contestó Ricardo.

Tras la cena, nos pusimos en el jardín tumbados. Algunos suertudos en las hamacas y otros en la hierba. Hasta que llegó Lara, acompaña de Jairo.

-¡Ey chicos! Perdonad que no dijera nada, es que estabais pedo jajaja ya informé a Ricardo. Y suerte que Jairo es un amor también y me ha traído en su coche.

-Ninguna molestia ya lo sabes. Bueno Riqui ya os ha dicho que os podéis quedar otra noche supongo. Por mi ningún problema, yo me quedaré un rato a descansar y luego ya me vuelvo a currar cuando salta el sol.

Otra vez tocaba aguantar a ese gilipollas… y su complicidad con Lara no me gustaba nada. ¿Se la habría follado también? ¿Cómo sus hijos? ¿Cómo tantos otros?

Y como buen gilipollas, no tardó en decir una gilipollez:

-¿Hoy bebemos un poco no? Que ayer os lo pasasteis muy bien sin mí, pero yo también quiero ponerme morado.

-¡Que mañana curras hijo puta! Jajaja- Le dijo Ricardo partiéndose.

-¡A los guiris les da igual que vaya to’ ciego!- Contestó el subnormal.

-Pero sin juegos ni ostias. Quien quiera beber bebe y quien no pues nada- Mauri puso un poco de orden y por suerte, le dieron la razón.

Era lo mejor, beber lo que quisiéramos y cuando quisiéramos. Así que eso hicimos. Estuvimos bastante animados, sin necesidad de estúpidos juegos. Hasta yo bebí un poco, sin pararme. Jairo también estaba más relajado y menos chulo de lo habitual, mientras que Ricardo seguía con sus típicas coñas pero sin pasarse, así que tuvimos una velada tranquila.

La primera en retirarse fue Lara, que entre la noche anterior (trío incluido) y ese día visitando a su amigo desconocido, estaría bastante más cansada que los demás. A los pocos minutos también se retiró Jairo, que se despidió de todos nosotros antes de irse a una habitación a dormir. Con los antecedentes de ambos, mi cabeza se imaginaba qué podían estar haciendo ese par ahí dentro solos. Y aunque no era de mi incumbencia, fui al lavabo como excusa para cotillear un poco.

En el salón evidentemente no estaban así que seguí hacia el pasillo. Si querían hacer algo, lo lógico era en la habitación donde la noche anterior estuvo Ricardo, ya que era la más alejada del comedor. No me equivocaba, estaba cerrada y al pegar mi oreja escuché claramente unos gemidos. Eso sí que eran gemidos y no los pequeños gritos o llantos de Raquel de la noche anterior. Qué estúpido había sido, mi corazón había engañado a mis sentidos.

El caso es que tras esa puerta estaban los dos que minutos antes se habían retirado del jardín. Jairo y Lara, que si la noche anterior se había follado a dos hermanos, ahora culminaba su putería con el padre. Lara había venido a la isla a follársela, literalmente. Y su escapada dominguera para ver al amigo… seguramente fuera algún “amigo con derechos” también.

Tras varios segundos de gemidos, escuché la primera frase, en boca de Jairo:

-Joderrr Lara como te mueves así suavecito… la mamada del coche fue increíble pero esto… uff acabarás conmigo ahh.

No tenía ganas de escuchar mucho más, tampoco quería exponerme a otra pillada así que me fui rápidamente de allí para volver con mis amigos.

Ahí seguían, charlando y bebiendo a partes iguales. Los que más alcohol consumían como siempre, Miguel y su futura mujer Rocío. Raquel ni lo probaba, lógico tras lo ocurrido. Mauri y Aina daban algún trago mientras que la sorpresa me la llevé con Ricardo, al que tampoco había visto beber ni un chupito.

Me uní en la charla y el tiempo pasó volando. Pese a no probar después ya demasiado alcohol, me divertía con las transitorias conversaciones con mis amigos. Me hacía estar en paz, volver a las reuniones de siempre en la península. Encima Ricardo estaba liado con el móvil, así que volvíamos definitivamente a las tranquilas charlas de antaño.

Pero tras la calma, llega la tempestad. Y como si de un plan maestro de tratara, Raquel se empezó a sentir indispuesta. Sería de la cena, ya que no probó el alcohol. Y pensé que era algo premeditado al escuchar a Ricardo, que pese a estar a lo suyo con el móvil, no perdía detalle:

-Te debe haber sentado mal algo, en casa tengo unas pastillas que te irán genial. Llevas desde la otra noche regular, lo mejor es que te lleve ahí, te las tomes y descanses.

Los demás habían bebido lo suficiente para no poder conducir, así que solo podía llevarla él… o yo. Pero como siempre en esas situaciones espontáneas, donde tienes que pensar y actuar en décimas de segundo, me quedé en blanco.

-Muchas gracias Ricardo amigo… yo también vengo eh- Dijo Mauri, algo tocado por el alcohol.

-Claro, vamos los tres- Le contestó Ricardo, no considerando seguramente a Mauri como una amenaza en ese estado.

Se fueron y me quedé ahí parado, impotente. Se la iba a follar. Le debió meter algo en la comida, no podía ser casualidad. Y la tendría en casa a su entera disposición, con el cornudo de Mauri por ahí medio borracho. Seguramente lo apalancaría en la otra habitación mientras él se trincaba a su mujer. Tenía que hacer algo, impedir aquello. Raquel se podía resistir claro… pero era demasiado riesgo.

-Aina… tengo que irme- Le dije a mi mujer a los pocos minutos.

-¿Pero qué dices cari?

-Qué me voy a casa de Ricardo también, que estoy algo cansado- Mentí.

-¡Pero si se acaban de ir! ¿Por qué no te has ido con ellos? A parte que puedes descansar aquí también, que tú no necesitas ninguna pastilla- Aina me dejaba entre la espada y la pared. No podía seguir mintiendo, no del todo:

-Es que verás… Ricardo es como es… Mauri está pedo y Raquel no está al 100% tampoco. No me gusta dejarlos solos y…- Aina me interrumpió, viendo por donde iba:

-¿En serio? ¿Ya vuelves con los celos? ¿Ahora Raquel? Pero qué te pasa Mario… Ricardo es vuestro… nuestro amigo. No entiendo la obsesión que tienes con él en este viaje. Me lo presentaste tú, me dijiste lo bueno que era pese a las apariencias y nos ha ayudado en todo… joder que esto ya lo hemos hablado, no te ralles más anda.

-Que no me fio lo siento, tengo una corazonada. Si quieres vente y lo compruebas tú misma porque tampoco me creerás- No le podía contar el “affaire” de Raquel con Jairo ya que podía no creerme, así que lo mejor era llevármela conmigo y pillarlos con las manos en la masa.

-¿Comprobar qué? Joder que tozudo eres a veces cari… venga vamos pues, si así te quedas más tranquilo...- Terminó diciendo Aina, ya rendida ante mis palabras.

Avisamos a los demás que nos íbamos, aunque entre su pasotismo y el ciego que llevaban tampoco nos hicieron demasiado caso. Cogimos el otro coche alquilado para ir hacia la casa de los padres de Ricardo, que no estaba demasiado lejos. Ambos permanecimos mudos durante el trayecto. Ella seguramente expectante, sin entender demasiado. Yo con ganas de reventar la burbuja de una vez por todas, pese a poder reventar también el matrimonio de Mauri.

Estábamos ya llegando y empecé a pensar un pequeño plan para no llamar la atención, que comuniqué a mi mujer:

-Cielo, tenemos que entrar sin hacer ruido. Yo me encargo de abrir y no enciendas ninguna luz. Seguramente esté todo apagado y en silencio. Mauri estará durmiendo en nuestra habitación, mientras que los otros dos…

-Joder que pesado. Qué sí, yo te sigo como si fuera un fantasma- Decía Aina resignada.

Llegamos y abrí la puerta con el máximo cuidado posible. Al entrar, mi primera “profecía” se había cumplido, ya que estaba todo a oscuras. Usé solamente la linterna de mi móvil para guiarnos. La siguiente parada era el cuarto que compartíamos con Mauri y Raquel.

Abrí cuidadosamente y en efecto, lo volví a adivinar. Mauri estaba dormido plácidamente, mientras que no había nadie más en esa habitación. Nos miramos al instante, Aina creyendo por primera vez que lo que dije a lo mejor no era tan disparatado. Ya solamente quedaba la habitación de Miguel y Rocío, donde estarían Ricardo y Raquel. La habitación estaba un poco más alejada por lo que desde ahí no se escuchaba nada. Apenas había podido escuchar leves gemidos de Rocío en noches anteriores… con lo gritona que era esa tía.

Nos acercamos sigilosamente ahí y Aina se me avanzó, muerta de la curiosidad. Pegó la oreja a la puerta y se le abrieron los ojos como platos. Imité su pose y se me abrieron también, aunque mi sorpresa no era tan grande. De hecho, era por desgracia la tercera cosa que adivinaba y que confirmaba mis sospechas.

-Venga vámonos… Es cosa suya- Me susurró Aina.

-Lo siento, no hemos venido para escuchar como Ricardo se folla a la mujer de mi mejor amigo- Le contesté, con la clara intención de abrir esa puerta para dejar en bragas a Ricardo… aunque de bragas pocas en ese momento.

Así que sin pensar nada más, pese a los gestos de contrariedad de Aina con su cabeza, abrí de sopetón esa maldita puerta.