Producto de mis decisiones: Cap 1 y 2

Mario relata las experiencias y sensaciones de como va cambiando su vida y la relación con su mujer Aina a raíz de la aparición de Ricardo, un amigo del pasado.

PRODUCTO DE MIS DECISIONES 1 (DETALLES QUE CAMBIAN VIDAS)

CAPÍTULO 1

-¡Joder sí! Así sí Mario… ¡ASÍ SÍ!

Así gemía y gritaba Aina mientras me cabalgaba en nuestra cama. Nuestra recién estrenada cama de matrimonio, del piso que tanta ilusión nos hacía compartir. No era nuestro en propiedad ya que no era posible algo mejor a un alquiler, pero era un paso más en nuestra relación, casi tan importante como la boda de unos meses atrás.

Pero no era lo único especial del polvo, más allá del contexto. Influenciado por este hecho o no, era la primera vez en mucho tiempo que veía a Aina disfrutar de verdad. ¿El motivo? A saber. Nuestra vida sexual nunca había sido mala, pero tampoco se podía decir que fuera algo espectacular. Nos limitábamos a tres o cuatro polvos por semana, variando según la época del año y la situación de ambos.

Y sí, polvos, sin más. Porque pese a no ser cortos ni malos, tampoco eran largos ni buenos. Polvos, sin más. Así me iba rayando yo la cabeza mientras ella seguía a lo suyo, gritando como hacía tiempo que no lo hacía y expresando una satisfacción igual de inusual.

-¡¡Ah ahh Mario!! ¡Esta cama está poseída jajaja ahhhh!- Ella seguía botando mientras yo le daba vueltas una y otra vez al asunto. Por qué ahora, por que tan distinta a las demás veces y por qué justamente en esta postura… ¿En la que yo apenas hacía nada?

Al igual que nuestros polvos, conmigo pasaba parecido. Soy alguien normal. Más bajo que alto, más flaco que gordo. Rozando el 1,75 y con un peso medio, sin hacer demasiado deporte pero cuidando mínimamente la línea. Ojos marrones, al igual que mi pelo, largo aunque sin melena y con barba siempre arreglada.

Nada fuera de lo común, lo extraordinario estaba en ella. Mientras botaba y botaba, disfrutando ambos, yo también tenía tiempo para seguir pensando aunque esta vez en su físico.

Yo, un tío normal, con una semidiosa. Sin ser modelo de pasarela, Aina lucía un tipazo espectacular. Delgada pero con curvas, con unas caderas perfectamente proporcionadas y unas pequeñas piernas, que la hacían un poco más bajita que yo. En cuanto al culo, destacaba dentro de esa figura perfecta y era sin duda otro punto fuerte que poseía.

De piel blanca, sin tatuajes, tenía unos pechos realmente grandes para ese cuerpo. No eran tampoco desproporcionados, pero evidentemente al igual que con el culo, no pasaban desapercibidos a los ojos de la gente… y míos.

Eran extremadamente suaves y sensibles. Ligeramente caídos y no demasiado rígidos, hecho que los hacía muy manejables y juguetones en mis manos. Y mientras le cogía esos pechos de grandes y rosadas aureolas, intentando apaciguar su fiereza entre bote y bote, me fijaba en lo más destacable de ella. Por encima de ese cuerpo, de esos pechos... estaba su rostro. Ya de por sí era angelical, pero con unos detalles particulares.

Unos rasgos muy marcados pero sutiles, con unos ojos pequeños de forma alargada y color miel, una sutil nariz y unos gruesos labios. Todo esto culminado por una media melena pelirroja oscura que le daba a Aina un rostro que ni en sueños. Y sin duda, follando era otro nivel.

Sumar a ese rostro su expresividad, sus ojos medio cerrados del placer, mordiéndose los labios y con las mejillas sonrosadas… Dejé entonces de manosear sus pechos para poder lamerlos, al ver mis intenciones se encorvó un poco y la gravedad hizo el resto. Y volví a pensar en sus increíbles pechos.

Y es que esa era otra de las características de sus pechos, ella decía que caídos, pero realmente tenían una forma muy sensual en esa posición, cayendo en una forma algo alargada. Podría estar horas y horas así, cambiando entre la succión con mi boca que apenas abarcaba su enorme areola, con el manoseo de esos manjares que parecían de plastilina y que tampoco llegaba a abarcar totalmente con mis manos

Fue entonces cuando, dentro de ese polvo mágico y pese a mis intentos de aislarme, me corrí. ¿Qué tiene de malo correrse? Nada, si le quitamos el hecho que apenas llevábamos unos minutos y que ella estaba bastante menos satisfecha que yo.

-No te preocupes cari, llevamos casi una semana sin hacerlo y es lógico esto... tú no te preocupes que ha estado genial- Y tras desincorporarse, mirar de reojo mi condón lleno de esperma y darme un beso, se quedó un par de minutos estirada en la cama con el móvil.

Me fijaba de nuevo en su cuerpo espectacular, en la suerte que yo tenía. En la posición de sus pechos con esa postura estirada boca arriba en la cama, cayendo ligeramente por sus costados. Su pubis, arreglado aunque sin depilar, pedía guerra de nuevo.

Y ahí volví a mi pensamiento inicial, después de recrearme en su cuerpo (intentando volver a empalmarme ya que cuando me corría tardaba mucho en recuperarme) estaba pensando en si estaba realmente satisfecha.

Mis dotes en la cama eran otro factor “vulgar” que tenía en común con la media de tíos. Mi pene no era nada del otro mundo, apenas trece centímetros empalmado (bastante menos en reposo) y con un aguante también normal, pero ante una tía con este cuerpo y actitud, sumando los días de inactividad por la mudanza... acabé pensando que sería algo normal correrse pronto, como bien me dijo mi recién esposa.

En cuanto a la fogosidad de ese polvo, esa intensidad que no había visto en ella prácticamente desde nuestros primeros años de novios, lo excusé también al tiempo sin hacerlo y al nuevo contexto de casa nueva y la excitación que eso podía conllevar. Una casa que tanto queríamos y que tan felices nos hacía.

Lo que estaba claro es que entre la naturaleza de mi cuerpo y mis pensamientos, no me iba a empalmar de nuevo. Me lo notó mi chica en la mirada (que me estuviera tocando también era una señal) y se fue a la ducha sin decir nada más. Estaba un poco impotente con esa situación, ya que aunque ella nunca se había quejado del tema, estaba claro que a veces se quedaba a medias.

-¡Vamos cari! Que el agua no es gratis- Aina me despertó de mis pensamientos a los pocos segundos y me fui a ducharme rápidamente con ella, ya que esa noche queríamos celebrar el estreno del piso en el local donde siempre íbamos, relativamente cercano al centro de la ciudad.

La estaba enjabonando desde atrás, contemplando su hermoso cuerpo como lo hacía siempre que podía. Eso compensaba de sobras lo anterior. Donde no llegaba la fogosidad, llegaba siempre mi amor por ella. Aunque está claro que eso es cosa de dos y Aina no se quedaba tampoco atrás.

Y es que mi querida Aina, aunque tenía su carácter y prontos como la mayoría, era el 90% del tiempo una chica muy dulce, siempre dispuesta a ayudar y sin buscar problemas. Su cara de niña buena en este caso sí que iba acorde con su personalidad.

Muy culta también, de hecho había estudiado una carrera muy parecida a la mía y el trabajo fue precisamente lo que nos unió. Una breve estancia en una empresa donde no me llevé demasiadas cosas buena excepto la mejor, Aina. El roce hace el cariño y fue exactamente lo que pasó, sin buscarlo.

Y ahí recordé el motivo por el cual estábamos juntos tras tantos años, por qué una tía que podía ligarse a cualquiera me eligió a mí. Y era porque yo también era buena persona y eso, para ella, era lo más importante por encima de físicos. También yo era humilde y trabajador, con pegas como todo el mundo pero en resumen buen tío.

Ya duchados y vistiéndonos para la ocasión, Aina recibió una llamada de nuestra amiga Lara, camarera del local donde queríamos ir junto a unos amigos en común.

-Venga no me jodas. ¿Justamente hoy? Bueno… y ellos que hacen… ¿Tampoco? ¡Putos sosos! No claro no podemos hacer nada… pues ya mañana miramos algo… no pasa nada besooos, adiós adiós.

-¿Qué pasa cielo?- Le pregunté, aunque por sus palabras y su cara ya me imaginaba por donde iban los tiros.

-Pueeees… que hoy no abren el local, la compañera de Lara… la gorda esa, se ha puesto enferma y encima ya tenían a la otra de baja…

-Joder vaya putada, ya hace tiempo que van cortos de personal… no entiendo porque apuran tanto- Le dije mientras me terminaba de colocar el pantalón.

-Pues sí pero qué le vamos a hacer, encima ya ha llamado a Carla y Javi para informales así que no hay salida- Me dijo mientras se quitaba el vestido veraniego granate que había elegido para la ocasión.

-Oye oye- le dije mientras la agarraba de la mano, evitando que se quitara el vestido- Que podemos salir igual, que no estamos confinados por algún virus ni nada de eso jeje. Anda llama a Carla y a Lara que estará libre, yo me encargo de buscar otro local.

-Sí, en cuarentena jajaja que cosas tienes… ¿Y otro local? Pero si solo vamos ahí Mario jajaja y estarán a tomar por culo y lleno de canis, por un día no pasa nada.

-Tú hazme caso, llámalos y yo miro en Google que seguro hay algo.

-Bueno... pero que sea algo tranquilo ya sabes- Me dijo Aina mientras se disponía a llamar

Empecé a buscar en Google, muchos locales ya los conocía y la verdad que eran todo lo contrario a lo que buscábamos. No las tenía todas conmigo, me había precipitado al querer salir sí o sí, pero tampoco quería defraudarla ahora, así que seguí buscando.

-Siiii dice Mario que ha encontrado otro local... que sí que sí, que estaremos súper a gusto jolín- Y Aina me dijo el gesto de “ok” con el pulgar, mientras yo seguía buscando y buscando.

Y dentro de lo malo, encontré lo menos malo. Un local apartado cerca de un polígono, que pese a la localización, se veía bastante moderno y con buenas críticas.

-Mira cielo iremos aquí. ¿Qué te parece?

-Bueno, no me suena y está lo que va siendo lejos jajaja pero confío en tu criterio. Venga ponte la camisa que estos están ya casi aquí- Me dijo Aina mientras se dirigía a maquillarse.

Tras estar ambos listos, recibimos a nuestros amigos a quienes enseñamos el piso unos minutos para después dirigimos los cinco en el mismo coche hacia el local. Yo no suelo beber, cosa que los demás sí, así que me solía tocar conducir.

Una vez allí, aparqué y andamos hacia el local nuevo, expectantes. Íbamos Aina y yo detrás, acaramelados, observando delante a Javi y Carla, mientras Lara estaba por un lado hablando por el móvil, con cara de preocupación.

Javi es parecido a mí, algo más alto y fuerte, pero sin destacar demasiado. En cuanto a Carla, amiga desde hace mucho tiempo de mi mujer, algo más bajita y con más cadera, pero con un gran atractivo entre otras cosas por su pelo castaño y ondulado que tanto le favorece.

Lara, que seguía hablando por el móvil, es súper delgada, de altura similar a Aina, pero con el pelo corto, liso y negro, negrísimo. En este caso, ella era amiga mía de la universidad y siempre hubo muy buen rollo.

-Perdonad chicos, que estaba hablando con mi novio- Nos dijo Lara justo cuando nos dispusimos a entrar.

Una vez dentro, me arrepentí un poco de mi elección. Pese a que el local en sí estaba bien, la verdad que estaba demasiado lleno y con gente mucho más joven que nosotros.

No éramos unos jubilados, pero evidentemente tanto los 28 míos y de Lara, como los 27 de Aina, Javi y Carla, destacaban por encima de un local donde la media sería de 19-20 máximo.

Aún así, pedimos en la barra unas copas y nos dispusimos a pasarlo lo mejor posible, obviando el entorno, centrándonos en nosotros y nuestras charlas.

Pasó el rato volando, estábamos ya algo cansados así que era buen momento para la retirada, aunque Lara quería una última copa y le pidió a Aina que le acompañara a la barra.

-Espera tía, ya te acompaño yo, que mi chica no está para muchos jaleos- Le dije mientras Aina decía que sí con la cabeza.

No estaba borracha, pero como yo nunca bebía, ella tampoco mucho por inercia... lo que hacía que en ocasiones especiales como esa, se pusiera a tono con muy poco. Acompañé a Lara hasta la barra, haciéndonos paso entre la multitud de ese local, no muy grande y demasiado lleno. A punto de llegar, Lara me pisó.

-Joder Lara cuidado jaja que tampoco vas tan mal, aguantas menos que Aina o qué- Y me volvió a pisar.

-Vaya pues sí que estás torpe- Le dije mientras ella me agarraba y arrastraba hacía donde habíamos venido.

-¿Pero no querías la última?- Lo dije alto, más alto de lo normal, lo suficientemente alto como para que la gente cercana escuchara el grito, pese al ruido de la música.

-Ostia Mario. ¡Cuánto tiempo amigo!

Me giré un poco y le vi, a Ricardo (uno de mis mejores amigos en la universidad) saludándome. Me volví a girar y observé el rostro de Lara mirando al suelo avergonzada.

Todo eso me llevó a años atrás. A algo que tenía olvidado, un fragmento de mi pasado que inconscientemente tenía enterrado pero que ante esos estímulos, salió a flote.

Varios años atrás, concretamente a la fiesta de graduación de la universidad. Todos mis amigos y amigas de la facultad estábamos en un hotel donde nos quedamos a dormir tras la fiesta. Entre ellos Ricardo, Lara y su novio de entonces, Fidel.

Y así, en cuestión de décimas de segundo, me vino a la mente la imagen de la última vez que vi a Ricardo hasta ese momento, en una habitación del hotel. Estaba la puerta sin cerrar y yo tenía su pañuelo de seda que había perdido horas antes. No debería haber entrado a esas horas pero así se lo devolvía y me lo quitaba de encima. Me asomé abriendo un poco la puerta y ahí le vi en la cama.

Follándose salvajemente y sin parar el coño de Lara, en teoría propiedad de un Fidel que estaría en otra habitación medio borracho o dormido.

CAPÍTULO 2

El tiempo se había parado.

Yo seguía visualizando en mi cabeza a Lara, a cuatro patas en la cama, apoyando su cabeza en las sábanas y gimiendo mientras Ricardo la perforaba una y otra vez, ajenos ambos a nada más.

Fue la última vez que vi a Ricardo. La última vez que se giró y me miró, con una sonrisa de oreja a oreja mientras se follaba a la novia de nuestro amigo, antes de irme de ese sitio en busca de mi novia de esa época para decirle que me encontraba mal y que nos teníamos que marchar a casa.

La misma sonrisa que tenía ahora, aunque en otro contexto.

-Joder cuanto tiempo tío- Fue lo único que acerté a decir, mientras Lara, por obligación, levantaba la mirada a nuestro lado y nos observaba.

-Pues sí, han pasado ya unos años desde... bueno desde la última vez que nos vimos... los tres- Acentuando ese “tres” mientras dirigía por primera vez la vista a Lara.

-Bueno un placer verte y saber que estás bien, pero tenemos que irnos- Dijo Lara bastante incómoda con la situación.

-Oye no sabía que estabais juntos, un amigo en común me dijo que tras dejarlo con Marina estabas con una pelirroja cañón que tiene un polvazo, me enseñaron una foto y vaya pinta de guarrilla, has tomado una buena decisión quedándote con Lara.

-Ahora es mi mujer y se llama Aina- Le dije, con una sensación entre vergüenza y cabreo.

Se quedó mudo, sin palabras. Pero como casi siempre, no se le borró la sonrisa de la boca.

Mi relación con Ricardo había sido siempre extraña, era como un hermano mayor. Le conocí en la universidad, él venía de hacer el primer curso de fisioterapia hasta que la abandonó y vino a nuestra facultad, y era el típico chulo con un físico espectacular e imán para las tías de esas edades.

Él en la universidad era como ver un pingüino en la playa, aunque claro, en esa playa había muchos peces.

Bastante más alto que yo, más de 1,80. Asiduo del gimnasio y sin necesitarlo. Ni se machacaba en exceso ni tomaba nada especial (que yo supiera), tampoco tenía el típico cuerpo de culturista. La naturaleza le había obsequiado con un cuerpo muy bien dotado, atlético… que él se encargaba de mantener en forma.

A parte de eso, su cara de macarra. Pero no de macarra de barrio, sino de macarra que una chica al verle se deja robar hasta el corazón. Todo adornado por un pelo bastante corto y rubio que acentuaba aún más su belleza. Los ojos, lo más “normal” que tenía, color miel. En cuanto a rasgos faciales, bastante marcados acentuando esa pinta de malote. De hecho aparentaba incluso más edad, pese a que tenía solamente 29, uno más que yo.

Ese era Ricardo, no estúpido, pero que destacaba sobre todo por su físico. Y no era tonto básicamente porque se follaba todo lo que se movía, sin prácticamente excepción. Difícilmente repetía con la misma, le daba a solteras, novias, casadas y alguna madura. La única excepción era, precisamente, las parejas de sus amigos. Esa actividad sexual la pude comprobar de primera mano en varias ocasiones, aunque eso es otra historia.

Eso fue algo que hizo que nunca le viera como un peligro, pese a que en la universidad yo tenía otra novia, anterior a Aina, que me dejó a los pocos meses aunque también es otra historia. Evidentemente, tras la graduación todo cambió. Antes de ese día ya veía a un Ricardo distinto, aún más obsesionado con el sexo. En ese último año de carrera estaba desatado, pero el colmo fue ya ese último día.

Y ahí estaba él, el que había considerado mi hermano, que tantos buenos ratos habíamos pasado en la universidad y fuera de ella. El tío que me había acogido dentro de su círculo de amigos y yo en el mío, pero que lo echó todo por la borda por un (o más de un) polvo.

-Bueno tío, las personas cambiamos, mírame a mí- Me dijo Ricardo con su permanente sonrisa.

-Ya bueno… ¿Has asentado la cabeza entonces?- Le dije, intentando ser educado.

-Qué va, día nuevo chocho nuevo jajajaja... pero hay barreras que nunca de deben traspasar y eso se aprende con la edad- Dijo, borrando por primera vez esa sonrisa y mirándonos a ambos, como pidiendo perdón.

-No te preocupes tío, al final son cosas que pasan y bueno… lo importante es aprender de los errores- Le dije siguiéndole la corriente.

-¡¡Eso es!!- Me dijo eufóricamente y dándome un abrazo- A ver si quedamos un día, ya sabes, por los viejos tiempos y así hablamos con calma… y me presentas a Aina.

Justo en ese instante volví a notar el pisotón de Lara, que pese a permanecer callada, estaba al corriente de toda la conversación. Esta vez sí sabía lo que significaba ese pisotón, pero casi inconscientemente, fruto de la situación y mis nervios… solo me salió asentir con la cabeza.

Charlamos dos minutos más, me comentó que vivía donde siempre, algo lejos del local (nuevo también para él) aunque un amigo le había convencido para ir y contemplar nuevas “presas”. Yo le dije que tampoco habíamos venido nunca aquí, que seguíamos en la ciudad pero solíamos ir a otro tipo de locales más céntricos.

Me dio su nuevo número, un abrazo de despedida y guiñando un ojo a Lara, se dio la vuelta y se fue. Nos quedamos Lara y yo en silencio. Yo con cara de tonto y ella con cara de querer decapitarme. Ella rompió el incómodo silencio.

-¿Pero tú estás tonto o qué te pasa?- Me dijo casi gritando.

-Oye cálmate… que sí que fue un cabrón, pero era como un hermano para mí… fue duro pasar de todo como si nada, por un error…

-¿Un error? ¿Eso soy yo? ¿¿UN ERROR??- Me dijo Lara, ahora sí gritando.

Me la llevé de ahí, de vuelta a donde estarían los otros tres, para evitar armar más jaleo.

-No pero joder, durante cuatro años éramos inseparables con el grupito... que sí que pasó eso y tal pero fue la única vez y bueno... pasó contigo y ya- Le dije intentando calmarla.

-Conmigo… y con otras...- Me dijo Lara, haciendo una especie de pausa, como no queriendo decir algo, pero que estaba a punto de salir.

-¿Cómo que otras? -Le pregunté sin entender nada.

-Nada… seguro que se ha tirado a otras novias de amigos, no lo sabemos.

-He vivido muchas cosas con él y sí, se ha follado a quien ha querido… pero ese día fue un calentón, un descuido de ambos y ya está. No creo que hubiera nada premeditado. Si se hubiera follado a alguna más de nuestro círculo, ten por seguro que lo sabría.

-Ya... bueno a ver si encontramos a estos y nos vamos de esta mierda sitio- Y Lara siguió abriéndonos paso hasta que por fin encontramos a Aina, Carla y Javi.

-¡Coño por fin! Suerte que estabas con Lara y no con mi chica sino estaría cabreado jajajajajaja- Dijo Javi, visiblemente afectado por el alcohol y partiéndose el culo.

-Ya, nada es que nos hemos encontrado con un viejo amigo de la uni y charlamos un poco- Les dije intentando quitar hierro al asunto.

-Sí, bueno más bien un conocido- Añadió Lara.

-¿Vaya y no le conozco a ese conocido? ¡Pues ya me lo presentarás!- Dijo Aina mientras Carla asentía con la cabeza.

-Sí bueno… ya veremos… vámonos a casa que es tarde venga- Y tras decir eso, me dirigí a la salida liderando el grupo, para terminar con ese día tan extraño.

Una vez en casa, con mi chica excitada por el alcohol y posiblemente por el polvo a medio terminar de la tarde, se me lanzó encima buscando el segundo asalto.

Poco duramos con ropa, se quitó el vestido de golpe, así como el sujetador granate a juego. Tenía los pezones tan duros como mi polla, la cual descubrió al momento y empezó a mamar con ansia. Así era Aina, una mezcla explosiva. Una chica dulce y con cara de buena niña que se desataba en la cama.

En otras circunstancias posiblemente me hubiera corrido solo con esa impresionante mamada, solo de ver su boca subir y bajar mi tronco, dejando todo un río de saliva... era para explotar ahí mismo.

Pero ya me había corrido unas horas antes y sobretodo, seguía rallado por el tema Ricardo. El destino había querido que nos encontráramos de forma casual, después de tantos años de ese desafortunado suceso.

Y ahí estaba yo, con la cabeza en ese local, en ese hotel de años atrás, cuando Aina se sacó la polla de su boca a la par que sus bragas y al igual que horas antes, me empezó a cabalgar con fiereza tras ponerme un condón.

Yo seguía pensando, demasiadas cosas y demasiado complejas para pensarlas en un momento donde la sangre no estaba precisamente en la cabeza.

¿Debía contactar con Ricardo? ¿Volver a establecer contacto? Aunque solo fuera tomar un café… ¿O incluso presentarlo a mi mujer? Sabía lo que había hecho, sabía su ambición sexual. Pero a su vez, sabía que fue un desliz, simplemente un mal día.

Que el pacto era sagrado, que se podía follar a muchas mujeres con pareja pero como bien nos prometió a todos los amigos, no teníamos porqué preocuparnos. El hecho de follarse a tantas mujeres y tantas con novio o marido, evidentemente no era algo agradable… pero realmente no afectaba a mi vida.

Ni en la mía ni en la del resto del grupo, por lo que no solo aceptamos esa fogosidad de Ricardo, sino que incluso nos aprovechamos alguna vez cotilleando más de la cuenta. Aina paró de botar y me besó

-Uff cariii, en serio que esta cama tiene algo especiaaaal… hmmmm- Y me la empezó a comer de nuevo al quitarme el condón, no con menos fiereza que antes.

Chupando y chupando, mirándome de vez en cuando con esa mirada viciosa, sin dejar de tragar en ningún momento. Ahí fue cuando, fruto de la excitación y de otro recuerdo, empecé a correrme fuertemente en su boca, sin tiempo ni de avisar. Una corrida provocada por ese recuerdo, que me vino tras una mezcla de sensaciones entre ese momento y esa noche.

La mirada de Aina chupando, la mirada de una perra en celo. La misma mirada que tenía Cris. La primera mujer que vi teniendo sexo con Ricardo.

Era el segundo año de carrera, ya que en el anterior apenas habíamos tenido relación. Pero en ese, teniendo más confianza, nos empezamos a conocer mejor. Yo me acercaba a su círculo, compuesto básicamente por dos amigos más de su edad. Y él al mío, con varios chicos y chicas que nos habíamos conocido en el primer año.

Era un tío cercano y divertido, pero le perdía la boca. Hablaba de más, alardeaba de más. El típico fantasma que hay en cada grupo… pero en este caso dejó de serlo a mis ojos cuando me invitó a su casa a ver como se follaba a Cris, la entonces tía más guapa posiblemente de la facultad, con un novio también cachas y unos años mayor.

Estaba flipando, ni de coña se podía follar a esa tía que no solo estaba en otra liga, sino que estaba con un novio espectacular. Encima en su casa y yo mirando... esa tía no podía ser tan gilipollas.

Me dio las llaves de su casa, me dijo que viniera durante esa tarde, sobre las siete. Que intentara no hacer mucho ruido y ya. Yo evidentemente flipé. Pensé que me gastaría una broma con sus amigos o algo, una especie de susto.

Y la verdad que sí que fue un susto. Entrar a su casa, oír gemidos. Avanzar por el pasillo con cara de incredulidad hasta llegar a una puerta medio abierta, abrirla y verla.

Ver a Cris engullendo ese pedazo de polla, que hasta el momento no había contemplado. Un pedazo de polla enorme de la que apenas podía acoger media la guapísima pelirroja que le miraba entregada, con una cara de vicio increíble.

Eso provocó mi corrida en la boca de Aina, el recuerdo de la primera visión sexual de Ricardo y que me hizo decantarme por aceptar su “oferta” y llamarle.