Producto de mis decisiones (3): Cap 92 y 93 (FIN)
Fin de la tercera parte y de la historia.
Capítulo 92
-¡Eso es! Mira traigo el contrato aquí mismo, si quieres lo firmas ya- Me dijo Ricardo.
Lo leí un poco encima y no estaba mal. También horario intensivo, con un buen cargo, en un departamento de contabilidad, cercano al de mi mujer. Era idóneo, si no fuera por la presencia por Ricardo. Pero ese beso envenenado me lo hizo ver todo bien claro.
Me quería seguir humillando. No había tenido suficiente con el 69 en la sauna, con follarse a mi mujer en ese chalé bajo la expectación de tanta gente. De encularla en mi propia cama y de todas las barbaridades que habrían hecho esas semanas. Pues no, quería también humillarme en el trabajo y follarla ahí, delante de mí. Estaba convencido de eso. Y por eso acepté.
Firmé el contrato y se lo devolví a Ricardo, que me dijo:
-Ya verás como estarás muy a gusto, es una empresa muy acogedora jajaja.
Tras decir eso me dio unos papeles y le dio un fuerte azote a Aina en el culo, para acto seguido cogerla de la cintura y decirme:
-En fin nos vamos… que tenemos que terminar una cosa que hemos dejado a medias… jajaja venga que vaya bien.
Tras la marcha de ambos, donde Aina ni se atrevió a mirarme, empecé a ojear esos papeles. Hablaban de mis nuevas tareas en esa departamento, al igual que explicaban un poco el plan que había para esos meses, con una importante labor en unos presupuestos.
Me fui entonces rápidamente a ver a Marcos. Ya me daba igual Aina, la había perdido. Todo lo anterior podía ser sin ser plenamente consciente. Eso no, ese beso envenenado era premeditado. Si al final arreglábamos las cosas, sería tras hacerlo volar todo por los aires.
Ricardo se pensaba que había vuelto a ganar, que había prolongado su humillación. En el terreno sexual yo no era rival. Pero me había metido en su propia empresa. En un departamento donde me movía como pez en el agua… y donde Marcos era una eminencia.
-Necesito tu ayuda- Le dije a Marcos, a llegar a su casa.
-A ver siéntate… y cuéntame- Me dijo.
-Ricardo me ha ofrecido trabajar en su empresa… cerca de Aina, que ha vuelto ahí. Dice que para compensarme por todo el sufrimiento… porque me despidieron por tener la cabeza en otras cosas por su culpa…
-¿No habrás aceptado no?- Me preguntó mi amigo.
-Sí.
-Me cago en la puta- Soltó él.
-Escúchame… es la mía. Es mi oportunidad. Se la quiere follar ahí, en el trabajo. Y hacer que los vea- Le conté a mi amigo.
-Ya… y tú vas y aceptas el trabajo.
-Pero no se puede hacer eso… en horario laboral… y siendo un abuso- Le seguía diciendo.
-Bueno… no creo que sea tan estúpido como para dejar que le grabes o que tengas alguna prueba. Y tampoco creo que Aina diga que sea ningún abuso- Me dijo Marcos.
-Me la tengo que jugar… Aina tiene que recapacitar y así le pillamos y le echan.
-No sé Mario… no lo veo. Aina te puede traicionar… no dudo de ella pero ostia… con todo lo que te ha hecho. E igualmente no sé qué pinto yo- Decía mi amigo.
-Necesito probarlo, es mi última opción para ganar a ese hijo de puta. Y a ti te necesito para unos presupuestos. Ricardo está como responsable del área. Seré nuevo, pero si me lo curro durante meses y hago cuadrar esos presupuestos de forma magistral… junto con un testimonio de Aina…-Le dije a Marcos.
-Quieres su puesto…
-Necesito tu ayuda… para intentar conseguirlo- Dije finalmente.
Era una idea arriesgada, podía salir bien o mal. Pero no perdía nada por intentarlo. Yo podría trabajar duro, se me daba bien la contabilidad. Si conseguía echar a Ricardo, su vacante estaría libre. Con la ayuda de Mario y sus amplios conocimientos, podría intentar quitarle el puesto a mi enemigo.
Me incorporé al trabajo el lunes de la semana siguiente. Mi puesto no estaba mal, la media de edad de los empleados era bastante baja. La empresa solía ir cambiando a sus empleados antes del año, para bajar los costes. No querían contratos indefinidos. Me lo dijo Aina la primera vez que entró ahí a trabajar. De hecho ella era de las pocas personas que habían seguido tras tantos meses.
Y esa fue una de mis motivaciones para intentar hundir a Ricardo. El contrato me garantizaba cierto liderazgo en el departamento. Tenía un buen currículum y experiencia, así que mi incorporación estaba bien vista por los jefes.
Y así me lo hizo saber Gerard, el director general:
-Bienvenido Mario. Ricardo me ha hablado muy bien de ti. Hace justo unos días tuvo que irse una gran trabajadora del departamento, así que nos vendrás muy bien.
-Muchas gracias… sí jaja qué casualidad.
A partir de ahí, empecé a trabajar duramente. Éramos diez personas en el departamento. Seis auxiliares, tres oficiales (entre los que yo me encontraba) y el jefe del departamento. Aina estaba en otro, siendo ella también oficial. En el caso de Ricardo, controlaba tanto ambos departamentos así como algún otro del área.
Entre las distintas tareas se encontraba sin duda la más complicada y la que podía darme la gran admiración entre los jefes. La tarea que ojeé en el folleto de Ricardo y que me hizo pedir ayuda a Marcos. Cuadrar unos presupuestos, algo nada sencillo y que implicaba horas y horas. Tenían que estar para antes de fin de año, sin dejar de lado otras tantas tareas.
Pasaron así los días hasta llegar a Octubre. Me pasaba las mañanas trabajando a tope, mientras que por las tardes seguía yendo a correr con mis amigos. Fui aceptando que mi relación con Aina no tenía ningún futuro, a la vez que iba estrechando lazos con Victoria, la vecina de Marcos y Núria.
Era de mi edad, delgada y bajita. Sin un gran cuerpazo, pecho mediano y un buen culo eso sí. Con las mallas que llevaba para correr, me daban pequeños infartos al ir detrás de ella. De cara era también normal, sin tener nada destacable pero siendo mona en general. Unos rasgos pequeños y sutiles. Aunque lo mejor era sin duda su personalidad. Tímida, amable y buena persona. Siempre amable conmigo desde el primer día.
Llegó Octubre, un mes con muchas fechas importantes. Aunque para mi desgracia, ese Octubre sería muy distinto al anterior… qué decir de dos años antes. Llegó el segundo cumpleaños de casado con Aina, aunque ni ella ni yo nos felicitamos. Apenas nos veíamos, tan siquiera en el trabajo. Nos podíamos cruzar alguna vez, nos decíamos hola y adiós. Esa era nuestra única relación.
Seguíamos casados, notaba que ella intentaba algún acercamiento en esos pequeños encuentros. Pero no le iba a dar ni agua. Llegaron también nuestros respectivos cumpleaños. Aina me felicitó en el trabajo en el mío, así que yo hice lo propio con ella una semana después. Ahí sí que hubo algo más de complicidad, aunque yo seguía siempre muy serio. Aproveché esas fechas para quitarme el anillo, pese a que Aina aún lo llevaba siempre puesto.
No quería entretenerme con ella, no quería pensar en nada que tuviera que ver con Aina. Solo quería trabajar duro y derrocar a mi enemigo. Un Ricardo que apenas se pasaba una vez a la semana por las oficinas. Se reunía con los jefes del departamento, con otros jefes superiores y para casa.
Yo seguía empeñado en los presupuestos, haciendo bien las cosas pero aún sin ver claros los resultados. Igual que no veía claro el plan de derrocar a Ricardo. No había intentado nada con Aina, no hubo opción de pillarles con las manos en la masa. También le bloqueé del móvil por si acaso, aunque no recibí ningún mensaje más por su parte desde esos vídeos que no me atreví a abrir.
Un día, aprovechando que mi relación con Aina era un poco mejor y la veía más centrada, le dije en uno de nuestros encuentros en el área de descanso:
-Aina… tengo que decirte algo.
-Dime Mario…
-¿Ricardo no te ha dicho nada de… follar?- Dije en seco.
-Joder Mario, no quiero hablar más de eso…- Decía ella, a lo que respondí:
-Por favor Aina…
-No Mario, créeme. Eso es pasado. No tengo nada ya con él. Supongo que crees que me quiere follar aquí delante de ti… pero no, le he parado los pies ya- Dijo.
-Ya… En fin, si llega a pasar algo… podrías decir que ha abusado de ti. Tipo chantaje para que tú puedas seguir trabajando- Respondí.
-Claro como en Hollywood… vaya tonterías dices Mario- Me dijo entonces ella.
-Ese hijo de puta debe pagar. Tú tienes la llave.
Yo no dije nada más tras eso, tan siquiera la miré. Volví a mi puesto, sin saber cómo reconducir la situación. Si meses atrás hubiera sabido que yo mismo estaría intentando que Ricardo se follara a mi mujer, me hubiera pegado un tiro. De hecho muy dentro de mí no, no lo quería. Pero era la única opción de ganarle.
Lo único que sabía es que, en caso de haber sexo entre ellos, sería algo discreto. Ricardo no se jugaría su puesto por un polvo. Y a parte de discreto, podría tener una única oportunidad así que me puse manos a la obra. Compré un móvil nuevo y recuperé la tablet de Ricardo, que conservaba en un cajón de mi mesilla de noche (no la había tocado desde mi última visualización sobre lo ocurrido en la sauna). Borré el vídeo y la dejé como nueva. Le quería devolver la jugada.
Y cosas del destino, a los pocos días sucedió. Estaba desayunando en el área de descanso, junto a Aina y otros empleados. Vino Ricardo de repente y dijo:
-Aina, ven a mi despacho por favor.
Ella le siguió hacia dentro y cerraron la puerta. No sé qué pensaban los demás, pero yo tenía claro lo que iban a hacer ahí. Esa era su humillación. No podría conseguir que los viera, pero se traía a Aina a su despacho como si fuera una vulgar fulana. Y Ricardo era conocedor que yo lo había escuchado y que en mi interior estaría de nuevo hundido, sabiendo lo que ahí dentro pasaría.
Y ahí por fin empezó mi plan. Fui a los pocos minutos hacia una zona tranquila, intentando que nadie me viera, que no hubiera cámaras. Encontré un botón de alarma de incendios y lo pulsé. Empezaron a sonar las alarmas y todo el mundo salió de las oficinas. También Aina y Ricardo del despacho de este. Entonces vi como ella se ponía bien la falda que llevaba al salir por la puerta.
Ante la multitud fui cruzando el pasillo hasta llegar al despacho de Ricardo. Con todo el caos no vieron como entraba en él. Una vez dentro cerré la puerta y mi cerebro empezó a ir a mil por hora, al igual que mi corazón. Necesitaba encontrar un lugar donde poner mi segundo móvil, para grabar lo que estaba seguro iban a reanudar en unos minutos. Y no tenía demasiado tiempo, si no quería que me pillaran.
Vi entonces un hueco entre varias figuras. Desde ahí, el móvil podía enfocar perfectamente la mesa de Ricardo. Si iban a follar en esa zona, quedaría todo grabado. Así que me la jugué poniendo el móvil ahí y empezando una videollamada con la tablet. Una tablet que tenía guardada en mi mochila.
Abrí la puerta y eché un ojo fuera. No había nadie, estarían fuera evacuados ante la alarma. Así que volví a mi oficina y acepté la videollamada en la tablet, proveniente del móvil que había escondido en el despacho de Ricardo. Salí entonces disparado hacia fuera con los demás. Por suerte pude colarme entre la multitud y nadie se percató de mi jugada.
Tras unos minutos nos dejaron volver a nuestros puestos. Yo estaba sudando como un cerdo. Necesitaba más que nunca que Ricardo quisiera follar con Aina. Algo que él mismo me confirmó cuando pasó delante de mí:
-Bueno, vamos a seguir con la reunión Aina y yo. Que nos hemos quedado a medias jajaja.
Nos fuimos colocando todos a nuestros puestos de trabajo y observé como en efecto, Aina y Ricardo entraban de nuevo en su despacho. Yo cogí mi mochila y me fui un momento al baño. Saqué la tablet y observé lo que se veía desde el móvil en el despacho.
Nada que no me esperara. Ricardo sentado en su silla, con Aina de rodillas comiéndole la polla. Entonces empecé a grabar la pantalla también, como hice el día de la sauna. Aunque mi plan iba un paso más allá. Esperé el siguiente movimiento, el sexo con penetración. Que por suerte se dio.
Aina se sentó encima de la mesa, quitándose el tanga. Ricardo lo cogió, lo olió unos segundos y lo dejó al lado en la mesa. Se puso de pie con los pantalones aún bajados, delante de Aina. Le apartó ligeramente la falda y encaró su polla hacia su vagina. Él puso sus manos en los hombros de mi mujer y la empezó a penetrar. Primero suavemente, para acto seguido aumentar el ritmo. Ahí Ricardo cogió de nuevo el tanga negro de Aina y se lo puso a ella en la boca, para ahogar sus ligeros bufidos seguramente. Ya tenía todo lo que quería. Solo quedaba la traca final.
Cogí mi móvil y escribí a Aina:
-Si de verdad me quieres y tienes una mínima estima por nuestra dignidad, recuerda lo que te dije el otro día… recuerda lo de Hollywood.
Tras enviar el mensaje, cogí la tablet y me fui hacia el despacho de Gerard. Piqué a la puerta y cuando me recibió, le dije:
-Hola Gerard… es que hemos vuelto después del tema de la alarma… he ido un momento al baño y me he encontrado esta tablet encima de un inodoro.
Entonces le enseñé la tablet, donde se veía claramente a Ricardo follándose a Aina encima de la mesa.
Capítulo 93
-¿Pero qué cojones?- Dijo Gerard.
Salió del despacho con la tablet en la mano, camino al despacho de Ricardo. Picó entonces a la puerta, que estaba cerrada con llave. El jefe dijo:
-Venga Ricardo, sal de una puta vez.
Pasó casi un minuto hasta que Ricardo salió y dijo:
-Muy buenas, que te trae por aquí… estaba en una reunión.
-Sí, en esta reunión- Dijo Gerard, enseñándole la tablet a Ricardo.
En esos momentos solamente se veía el interior de su despacho, con una Aina sentada en una silla esperando, mirando de lado a lado con nerviosismo.
-Hijo de puta…- Fue lo último que escuché de Ricardo, antes de que su jefe dijera:
-Vente conmigo Ricardo… con Aina ya hablaré luego- Tras decir eso, llamó también a Aina para que volviera a su puesto.
Gerard y Ricardo se fueron hacia el despacho del primero, mientras Aina salió sin saber qué había ocurrido. Antes que se fuera, le dije:
-Mira el móvil por favor… recuerda lo de Hollywood.
Aina me miró, sonrió por primera vez en muchos meses y se fue hacia su departamento. Yo hice lo propio, me fui al mío. Por primera vez, parecía que había derrotado a Ricardo. Parecía, porque aún quedaba mucho por hacer.
Tras todo lo sucedido hubieron varias reuniones. Finalmente Aina me hizo caso y habló en contra de Ricardo. Según cotilleos de la empresa, él había abusado de ella. Aina aceptaba sus peticiones sexuales para mantener el empleo, mientras Ricardo se aprovechaba de su rango superior.
Los cotilleos seguían, al igual que yo seguía a lo mío con los presupuestos. Mario pudo dar con la clave, tras semanas y semanas, pudo encontrar como rebajar varios costes sin verse la calidad afectada. Quedamos ambos varias tardes para terminarlos, a la vez que seguíamos yendo a correr de vez en cuando. Era mi único momento de desconexión, donde tenía cada vez una mejor relación con Victoria.
Llegamos a Noviembre y todo estalló. Ricardo fue despedido de forma fulminante. Su escasa presencia en las oficinas, sus pocas tareas asignadas, las pocas órdenes dadas… había muchos fallos en el trabajo de Ricardo, aunque pasaban desapercibidos. Ya no, cuando se destapó su incidente con Aina.
A partir de ahí se hizo un informe y se le despidió, sin apenas indemnización. La noticia corrió como la pólvora por los departamentos, siendo algo muy celebrado por la poca simpatía que despertaba ese ser. Más mujeres dieron también sus testimonios, sobre comentarios machistas e inadecuados de Ricardo en horario laboral.
Tanto el despido como sobretodo las distintas acusaciones de su abuso de poder, llegaron incluso a todas las redes sociales. Su cara estaba por todos lados, se creaban campañas masivas contra él y se pedía justicia. Aquello era imparable, más aún cuando salieron más testimonios contando la verdadera cara de Ricardo. Muchas más mujeres se atrevían a contar su trato vejatorio, a la vez que muchos hombres también denunciaban sus malas artes.
En esas fechas también pude explicar los presupuestos a Gerard, sobretodo los cambios que quería introducir para reducir los costes. La idea tuvo un éxito rotundo en el consejo de administración, ganándome un nombre ya en la empresa pese a mis pocos meses en ella. El jefe de mi departamento pasó a ocupar el puesto de Ricardo… mientras yo me convertía en el nuevo jefe del departamento. Un puesto idóneo, pudiendo trabajar con autonomía y con nueve personas a mi cargo. Y era solo el principio.
Pero a los días tuve una noticia inesperada. Mauri nos llamó a mí y a Marcos, para comunicarnos que Miguel estaba en el hospital. En una de las fiestas de Rafa en su chalé, había asistido con Rocío y todo se descontroló. Mauri nos lo comentó por encima, pero decidimos ir a ver a Miguel al hospital.
Llegamos ahí Marcos y yo. Buscamos donde estaba y vimos que fuera estaba Rocío sentada. Al vernos nos dijo:
-Por favor… decidle que necesito verlo… a ti te hará caso Mario, eres buen chaval.
-¿Pero qué pasó?- Le pregunté.
-Que to’ es una mierda. Eso pasa illo. Hemos jugado con fuego y nos hemos quemao. Un tal Roberto tenía muchas deudas por un negocio que abrió enredado por Ricardo… o eso me contaron. Y na’ estaba en la fiesta con Rafa. Viene muchas veces ese crío calvo. Y na’ eso, que vino el propio Ricardo con unos amigos a pedirle el dinero de vuelta y se armó ahí una batalla campal. A mi Migue le reventaron la rodilla al pobre… y Roberto le partió la cara a Ricardo que lo vi yo. Al que no vi más es a Rafa… aunque le dejaron la casita bien mona…
Dejé ahí a Rocío y entré a ver a Miguel. Al verme, me contó un poco más de lo sucedido:
-Estaba ya harto… te mentí. No puedo soportar que todo el puto mundo se folle a mi piba… Vi a Ricardo con sus amigos, se armó la pelea y me desaté. Todos sus amigos se la han follado alguna vez. Es un puto juguete sexual… terminará pillando algo, o en algún lío con gente peligrosa. Eso no es normal Mario… vete tú ahora que puedes.
-Tranquilo Miguel, tú descansa. Yo… en fin. Creo que estoy bien ya- Le dije, a lo que él respondió:
-Espero que sí… eres listo amigo. En cuanto a mí… tengo la rodilla muy jodida, no creo que pueda andar como siempre.
Me despedí de él y me fui con Marcos. Éste me contó:
-He estado hablando por teléfono un poco más con Mauri… le he dicho que hemos visto a Miguel y tal… le he comentado un poco lo del lío ese.
-¿Y qué dice?- Pregunté.
-Que todo lo que toca Ricardo… lo convierte en mierda. Mauri también me ha dicho que él sigue solo, pero bien. Sin querer contacto humano. Tiene un trauma demasiado grande. Y no quiere acabar en un loquero… como Raquel- Me dijo Marcos.
-Joder…
-Y en fin Roberto arruinado. Rafa con la cara y la casa destrozada, ha salido hasta en la tele lo de la pelea… vaya par de desgraciados. Hasta se rumorea que el niñato calvo tiene una enfermedad- Dijo él.
-Bien merecido se lo tienen, ambos- Sentencié yo.
Pasaron los días y la nueva normalidad volvía a mi vida. Mi nuevo puesto con más responsabilidad me venía como anillo al dedo. Me adaptaba a pasos agigantados y había muy buena relación tanto con los demás integrantes de mi departamento como con los otros jefes. Encima el sustituto de Ricardo tenía ya su edad, cercana a la jubilación. Así que el sueño de escalar aún más y ocupar el antiguo puesto de mi enemigo, era posible.
En cuanto a Aina, me la seguía encontrando de vez en cuando, sobretodo en el área de descanso. Pero nada era ya igual, menos cuando un día me dijo:
-Estoy embarazada…
-¿Pero qué dices Aina?
-Pues lo que oyes…
-Ostia puta… y ahora con Ricardo… imagino que no tienes contacto- Le dije.
-No, nada. No quiere verme ni en pintura… ni yo a él. Lo último que sé es por un mensaje suyo, diciéndome que su familia le repudia y que le han quitado toda la herencia tras enterarse de su escándalo y tras hablar ellos con Rafa. Este les dijo que su hijo se estaba sobrepasando con muchas chicas… que era como un violador. Y que había venido a su chalé buscando pelea. Sus padres ya tenían una mala impresión de su hijo así que con las noticias de la tele, las redes y el testimonio de Rafa… en fin- Me contó Aina.
-Madre mía…- Dije, eufórico por dentro.
-Y eso… que todo es mi culpa, que Rafa se enamoró de mí y me quiso proteger dice el muy cabrón. Que soy una puta por lo ocurrido en la oficina… y por lo de Rafa con sus padres. Y me dijo al final que yo le había destrozado la vida. Ahí le bloqueé- Me seguía contando ella.
-Pues ahora con el bebé en camino…
-Es que no sé si es de él…- Me confesó Aina.
-¿Cómo? ¿De quién es entonces?- Pregunté, a lo que ella me dijo llorando:
-No lo sé…
Fueron pasando las semanas y nada cambiaba, excepto el aspecto de Aina. Se había teñido el pelo a un pelirrojo más claro. El color que lucía cuando la conocí. A su vez, le pude ver un tatuaje extraño en el cuello, una figura que no reconocía. Había descuidado bastante su físico. Seguramente no haría ninguna actividad física, ni gimnasio ni nada. Y se notaba que estaba comiendo más. No estaba gorda, pero esos quilos de más y las primeras semanas de embarazo se le empezaban a notar.
También empezaba a vestir mucho más provocativa en la oficina, con faldas muy cortas y grandes escotes. A todo eso se le sumaba un excesivo uso de maquillaje y pintalabios morado oscuro. No sabía a qué se debía ese cambio de actitud.
El colmo llegó durante los primeros días de Diciembre. Aina seguía vistiendo provocativa, ayudada por al aire acondicionado caliente que teníamos y que le permitía no pasar frío. Pero es que a la vez, se le veían algunos tatuajes más, tanto piernas como brazos. Pequeños, pero que antes no tenía. También se puso de nuevo un pequeño septum en la nariz, algo que hacía años y años no hacía. Y para rematarlo todo, unos día después me fijé en que no llevaba sujetador y no solamente se le marcaban los pezones a través de la camisa, si no que en uno de ellos se marcaba también un piercing… el derecho en concreto. Aún lucía su anillo matrimonial eso sí. Nuestro anillo.
Ese día no puse más y le dije:
-¿Pero qué te está pasando Aina?
-Nada… no es de tu incumbencia...
-Seguimos estando casados- Le dije, a lo que Aina respondió:
-Y no sé por qué… si me has abandonado. No llevas ni el anillo.
-No te he abandonado… pero es que no entiendo tu actitud. Estás embarazada… de a saber quién. Cada día vienes con menos ropa, con más tatuajes… hasta con piercings. Algo está pasando…
-Estoy con Carla… no con ella como pareja, pero estamos muy unidas y viviendo juntas…- Empezó explicando Aina.
-Ay dios…
-Tiene muchos contactos… vamos a fiestas… vivo bien a su alrededor. Pero tengo que estar así, más moderna… para encajar en las fiestas. Y encima con el embarazo… y engordando cada vez más, joder necesito destacar en algo- Me decía ella.
-Tienes que alejarte de Carla… nunca ha sido buena influencia- Le dije yo.
-Pero es la única que ha estado conmigo… tras todo esto. Ricardo la mandó a tomar por culo… cuando…
-¿Cuándo qué?- Pregunté.
-Cuando hicimos el trío… fue cuando me distancié contigo, cuando me echaste de casa… en esa época pasaron muchas cosas Mario… lo siento- Dijo Aina, llorando otra vez.
Yo la abracé, a la vez que le dije:
-Tranquila Aina…
-Nos folló a las dos, nos hizo liarnos… y tras eso la envió a la mierda de nuevo. Y yo seguí con él… con sus juegos, sus fiestas, drogas y amigos. Y ahora con todo lo del trabajo… la única que me ha apoyado ha sido Carla pese a que pasé de ella- Me contaba mi aún mujer.
-Ya te lo he dicho… tienes que alejarte de todo esto- Le dije, mientras pensaba que eso no conducía a nada bueno.
-No es tan fácil Mario… no tengo donde ir. Mis padres no me quieren ver… les llamé tras lo ocurrido contigo y me dijeron que me lo merecía por egoísta y caprichosa. Me dijeron que siempre lo había querido todo y que ahora no tenía nada… no es justo Mario, no es justo- Decía ella, aún sollozando.
Había pensado mucho durante las últimas semanas. En si realmente Aina se merecía mi perdón. En si yo sería capaz de estar con ella tras todo lo que había visto… y lo que no. Si podría vivir con ella sabiendo que tendría un hijo indeseado, de alguien que ni ella conocía. Era un peaje muy grande, pero lo hubiera hecho por el amor de mi vida. Pero ya no. Ya no era Aina… y no parecía con intenciones de volver a ser la Aina de la que me enamoré. Pese a todos los baches, pese a las dificultades… con el despido de Ricardo todo podría haber cambiado. Pero ni Aina ni yo estuvimos preparados para dar el paso.
Durante esa época, también llegaban nuevas noticias sobre Ricardo en varias redes sociales. Un grupo de personas había entrado en su casa, destrozándola por completo. Le llegaron incluso a agredir. En una de esas redes, se llegaron a colgar fotos de tales desperfectos. Me fijé en una en concreto. Era el espejo, el famoso espejo espía. Fotografiado desde la “Sala X” y estando ya destrozado. Igual de destrozado que la vida de aquel malnacido llamado Ricardo.
Pasaban los días, Navidad y las demás celebraciones se acercaban. Tendría que pasar bastantes días con mi familia… sin Aina. En cambio, mi relación con Victoria era cada vez mejor. Si no llegó a pasar nada fue precisamente por Aina… por mi anhelo de llegar a recuperarla. Pero todo había terminado.
Tomé la decisión a finales de Diciembre, poco antes de las vacaciones. Presenté la solicitud de divorcio a Aina, que me dijo:
-Una última oportunidad… por favor.
-Lo siento Aina- Me limité a decir.
-Te quiero… te necesito en mi vida. Mis padres no me quieren ver. Tú me salvaste de la mala vida… tras años de locuras y adicciones tú me salvaste. Por favor…
-Lo siento… no eres mi Aina ya- Respondí.
Así que nos divorciamos, a la vez que yo empecé formalmente una relación con Victoria. En esas mismas Navidades la presenté a mi familia, al igual que ella me presentó a la suya. Cogí mis cosas del piso, di por finalizado el contrato de alquiler y me trasladé a vivir con ella, siendo vecinos de Marcos y Núria. Pasé unas muy bonitas vacaciones, liberado de estrés después de mucho tiempo. Pasaba tiempo con mis padres, mi hermana, sobrino… y también con mis amigos y vecinos, así como mi nueva novia.
Al regresar al trabajo ya en Enero, me percaté en que Aina no estaba por las oficinas. Me contaron que dejó el trabajo, sin dar motivos. En el fondo me daba pena, pero había tenido en su mano reconducir la situación un montón de veces.
Pero de nuevo no pude pasar unos meses tranquilos, ya que aún en Enero recibí un mensaje de Ricardo con otro número, pidiéndome quedar. Quería decirle a Marcos que me acompañara, ya que no me fiaba un pelo de ese tipo. Podría haber declinado la “oferta”, pero tenía curiosidad en como estaría ese hijo de puta.
Llamé a Marcos para pedirle ese favor y me dijo:
-Por supuesto Mario, será un placer. Me contaron hace poco que no sabe donde caerse muerto. Solo le queda su casa… y destrozada.
-Bueno y bastante dinero que habrá ganado estos años, aunque no tenga herencia- Le dije yo a mi amigo, que respondió:
-Precisamente me contaron todo lo contrario, que se volvió adicto a las ruletas y tragaperras. Y que ha terminado sin nada… y sin nadie.
No dije nada más, pero una sonrisa involuntaria adornó mi rostro.
Fui con Marcos durante una tarde al bar donde había quedado con Ricardo. Y ahí le vi sentado. Si Aina había cambiado durante los últimos meses, Ricardo no era una excepción. Estaba en los huesos, algo muy extraño tras verlo siempre en forma y con mucho músculo. Lucía una larga melena descuidada, así como barba frondosa. Vi que tenía unas grandes ojeras y el rostro demasiado pálido. Me posicioné delante de él y le vi, con la mirada perdida.
Entonces dijo:
-Has venido con tu novio eh… cagón. Venga sentaos.
Marcos y yo nos sentamos, entonces dije:
-¿Qué quieres?
-Decirte que he ganado. Te he quitado a tus amigos. Te he quitado a Aina. Te he destrozado la vida.
Marcos entonces intervino:
-Pues querido Ricardo, creo que te equivocas de la primera a la última frase. Yo soy su amigo y tiene otros también. Aina se ha apartado ella sola, con sus decisiones. Y la única vida destrozada es la tuya, por ti mismo.
Ricardo se quedó unos instantes callado, con cara de querer matar a Marcos. Pero solamente dijo:
-Contigo no hablo cara mierda. Escucha Mario… aún me debes una paja eh.
-Que te la haga tu puta madre. Ah no, que no te quiere ver. Como todo el mundo. Morirás solo como la rata que eres. La única duda es si en la calle desahuciado o en la cárcel violado. Y por tu aspecto, no falta mucho para que nos dejes definitivamente… así que haz un favor a tus padres y mátate tú mismo.
Tras decirle eso, me levanté y me fui. Marcos siguió mis pasos, aunque yo eché una última mirada a Ricardo. Estaba derrotado, apretando su mandíbula, buscando un pequeño clavo ardiendo de donde poder agarrarse y justificar su derrota. Yo no dije nada más, simplemente sonreí, me giré y me fui.
Pasaron varios meses, mi relación con Victoria ya estaba consolidada por completo. Mi hermana Marta se había ido a vivir definitivamente con Michael y su hijo, aunque venían a vernos a mí y a mis padres de vez en cuando. Michael ya trabajaba menos así que podrían disfrutar la vida juntos. Marcos y Núria seguían igual también, aunque con un pequeño cambio. Y es que iban a ser padres. Núria nos comunicó la noticia y lo celebramos el grupo de amigos, compuesto sobretodo por los vecinos vivíamos en la zona.
Tuve tras mucho tiempo noticias de Javi. Me dijo que se había ido a vivir con un chico, a la vez que me comunicó que Carla (su ex) estaba siendo usada como chica de compañía por una banda. Yo le pregunté por Aina, pero me dijo que no tenía que preocuparme, que se había apartado de todo eso. Y que precisamente él me llamaba para informarme del tema. Me quedé bastante más tranquilo, no quería tampoco nada malo para ella. Y menos estando embarazada. Javi también me dijo que Lara estaba en prisión, tras ser pillada traficando con droga.
Pasaron los meses hasta que Aina dio a luz. Ella misma me informó con un mensaje. Le dije para ir a verla y me mandó ubicación, en un barrio algo lejano aunque aún en Madrid. Quedamos en un bar, ya que me dijo que compartía piso con otra gente y estarían ahí. Así que llegué a ese bar y la vi.
Estaba aún más cambiada que la última vez. Y es que aunque ya no tenía la tripa del embarazo, parecía tener un peso incluso superior al de meses atrás. Lucía más tatuajes, más pequeños piercings en cejas y labio. Y vestía como si tuviera diez años menos y fuera a un botellón. Dejé de fijarme en ella y miré hacía el carrito. Ahí estaba su hijo, de color.
-Se llama Mario- Me dijo.
Yo no dije nada, pero por primera vez tras todos esos meses, lloré. Lloramos ambos y nos fundimos en un abrazo que duró minutos.
Volví a casa, destrozado. Tenía una buena vida, pero no era la vida que quería y merecía. No sabía si producto de mis decisiones, pero había perdido a Aina. Habíamos librado una guerra sin sentido, de eso estaba seguro.
Y como en todas las guerras , no había vencedores ni vencidos. Solo había víctimas.
Pasaron unos meses más y casi todo seguía igual. Casi, porque finalmente mi jefe se jubiló y yo fui el elegido para relevarlo. Había conseguido el puesto que tenía Ricardo antes de su despido.
Estaba también genial con Victoria, el sexo era maravilloso, nos entendíamos a la perfección. Lo hacíamos casi siempre a pelo… y queríamos tener un hijo en no mucho tiempo. Con Marcos, Núria y demás amigos iba todo muy bien también, con frecuentes quedadas en el vecindario.
Unos años después, un viernes por la noche, quería salir por ahí con Victoria como era habitual. Solíamos ir siempre al mismo local, pero no podían abrir ese día.
Ella me dijo:
-Bueno amor no pasa nada, ya si eso otro día.
-Qué va, no te preocupes. Busco algo en el móvil y pasamos la noche- Le respondí.
Encontré otro local cercano que nunca habíamos visitado y que por las fotos no estaba del todo mal. Así que le dije:
-Mira, podemos ir aquí. Llamo ahora a la niñera para que se quede esta noche con Marquitos y vamos un rato.
Allá que fuimos, entramos y aunque parecía más bien un antro de mala muerte lleno de yonquis, pasamos un buen rato tomando unos refrescos y charlando en un sofá.
Nos levantamos tras unas horas, ya para irnos a casa, cuando escuché una voz familiar:
-Ostia Mario. ¡Cuánto tiempo amigo!
FIN