Producto de la seducción

¿Quién imaginó que un simple juego de provación terminaría así?

Me llamo Natalia y tengo 19 años. Soy morena y tengo unos preciosos ojos verdes, pero los hombres casi no se fijan en ellos. Los hombres se fijan en mis pechos y en mi cuerpo, es más, se excitan con ellos. Siempre he sido popular en el instituto, la chica despampanante que tanto los más pequeños como los de cursos superiores han deseado tener entre sus piernas.

No soy una presumida, aunque lo pueda parecer en esta breve descripción, es que en mi corta edad me he dado cuenta de muchas cosas y soy consciente de esa excitación que provoco en la mayoría de los hombres. Además, me gusta mucho este vicio y por eso me visto lo más sexy posible, con grandes escotes y faldas muy cortas, pues me gusta ver cómo me comen con sus ojos, cómo me imaginan de mil maneras, me hago la estrecha pero por dentro me derrito con cada gesto hacia mí.

Estaba en una discoteca bailando con algunas amigas. Me fijé en un chico muy atractivo que estaba al otro lado de la pista. Ese era mi objetivo, él. Me acerqué disimuladamente y cuando me estaba asegurando que me veía comencé a bailar de la manera más provocativa. Me di cuenta que todos sus amigos me observaban, no me quitaban los ojos de encima, pero de él, salvo alguna furtiva mirada, no conseguía nada más.

Yo nunca me doy por vencida, he conseguido a todos los hombres que he deseado y he querido tener, todavía no he conocido la derrota en ese sentido. Esa no iba a ser una excepción. Me acerqué más todavía hacia su sitio y mis movimientos no podían ser más llamativos. Con picardía dejaba asomar mi tanguita por debajo de la falda, y no había otro grupo en la discoteca con mejor panorámica hacia mis pechos. Pero él seguía sin fijarse. Tuve que recurrir a mi última opción, me choqué con él haciendo que su bebida cayese sobre mí y me manchase la ropa. Me pidió disculpas y cuando me intentaba secarme con una servilleta, cogí su mano para ayudarle y con ella recorrí toda mi camiseta o mi tripa que estaba al descubierto. Con eso sabía que iba a rendirse a mí. Y así fue.

Acercó su cabeza y al ver que yo no retrocedía me besó apasionadamente. Recorrió con su lengua todos los rincones d mi boca de una sola vez mientras su mano ya iba explorando debajo de mi falda. Noté también la segunda mano y, para sorpresa mía, una tercera. Me giré y vi a uno de sus amigos mirándome con unos ojos cargados de morbo.

-A Carlos no le importa compartir, ¿a qué no?- me dijo.

Miré a Carlos, el chico en el que yo me había fijado, él me devolvió la mirada con una sonrisa pícara. Pero yo me negué rotundamente.

-Has estado excitando a todos con tus bailes ahora paga las consecuencias- dijo Carlos.- Y Manuel tiene razón a mi no me importa compartir.

Miré a mi alrededor, eran cuatro contando con Carlos y Manuel y no estaban nada mal, pero la idea de hacerlo con cuatro no me provocaba. Sin que me diese cuenta, se habían colocado haciendo un círculo alrededor de mí. Podían hacer lo que quisieran y seguramente que nadie se fijaría. La discoteca estaba llena y mis amigas no se preocuparían por mí pensando que me habría ido con algún ligue.

Carlos y Manuel volvieron a meter mano debajo de mi faldita. Mientras que los otros dos, todavía un poco cortados pero con unos bultos considerables debajo de sus pantalones observaban la escena. Uno de ellos se acercó a Carlos y le susurró unas palabras que yo no pude apreciar, después de eso, se fueron. Carlos y Manuel retiraron sus manos de mis piernas y de mi concha humedecida y me llevaron hacia la salida, yo me intenté resistir, pero todos mis intentos fueron en vano. Me subieron a un coche donde ya estaban los otros dos chicos, dentro del coche se me presentaron como Nacho y Javier.

Subimos a una casa, la de Javier y Manuel me dijo que no tenía escapatoria tenía que hacer lo que me pidieran. Dijo que esos bailes les excitaba muchísimo que les hiciese un strip-tease. Me subieron encima de una mesa pero yo estaba muy avergonzada y apenas me moví.

-Eres una putita muy mala, y lo sabes. Puede ser mucho peor para ti si no haces lo que te pidamos. Somos cuatro machos fuertes y con unas pollas que te pueden hacer mucho daño. ¡Baila!- me gritó Manuel con un tono que no incitaba a contradecirle.

Me puse a bailar, de un modo tranquilo, pero les bastó. Nacho me bajó de la mesa y me quitó la camiseta justificándose con que estaba muy caliente. El sujetador acabó en un rincón de la sala y yo recostada sobre una mesa con Nacho sentado sobre mi vientre sobándome las tetas. Javier pidió permiso a Manuel y se tiró hacía mis piernas, Manuel le pidió el tanga para quedárselo él de recuerdo, como trofeo.

-Esta guarra está muy cachonda, va a saber lo que es una buena polla dentro de ella- comentó Javier, y acto seguido me penetró.

Nacho dejó libre su lugar y comenzó a masturbarse, en su sitio se puso Manuel que me obligó a hacerle una mamada. Intenté resistirme hacia él sentía un rechado muy grande pero él me arreó una bofetada y me metió su polla en mi boca de un movimiento.

-Mmm… zorra con experiencia, lo haces muy rico, pero más te vale que no desperdicies ni una sola gota de mi semen.

Cambiamos de posición de manera que Carlos también me pudo dar por detrás, me sentía terriblemente excitada, pero no podía dejar ver ninguna debilidad hacia ellos, sobretodo por Manuel, no soportaba ver esa sonrisa de superioridad cruzando su cara.

Me sentía agotada, había tenido que hacer mamadas a cada uno de ellos sin derramar ni una gota. Me había penetrado por todos los agujeros y había tenido que soportar a Manuel… era demasiado hasta para mí. Lo que comenzó con un juego de seducción había terminado de esa manera. Pero, ¿había terminado?

Tuve que volver a mi casa sin tanga pero con una nota.

-Follas como ninguna, putita. Sabía que se te podía sacar provecho, no sabes cómo me has puesto. Seguro que cada vez que piense en ti se me empinará, no dudes eso.

Estaba firmada por Manuel y a continuación venía su número de teléfono al que no dudé en llamar días después. Me sentía humillada pero me masturbé varias veces recordando esos momentos. Pero eso ya es otra historia.