Problemas de pareja

Estaba tan absorto que no me di cuenta de que Pablo se había despertado. Él se sentó encima mía, poniendo su cabeza en mi hombro y abrazándome. Yo hice lo propio y dejé caer mi cabeza sobre su hombro mientras seguía reescribiendo.

Aquella mañana de agosto estaba arreglando un código imposible. Lo había escrito un tipo con poca idea de lo que hacía, y ahora, me tocaba a mi darle lustre a esa amalgama de código sin sentido. Llevaba un buen rato tecleando y corrigiendo errores.

Estaba tan absorto que no me di cuenta de que Pablo se había despertado. Él se sentó encima mía, poniendo su cabeza en mi hombro y abrazándome. Yo hice lo propio y dejé caer mi cabeza sobre su hombro mientras seguía reescribiendo.

Sentía su piel desnuda que se apretaba con mi cuerpo y me embriagaba con su olor. Quería dejar de escribir pero me obligué en seguir ignorándolo. Él en cierta forma respetaba mi trabajo y se quedó abrazándome sin decir palabra. Estuvimos así casi media hora, en la que dejé aquel código más o menos resuelto.

Aproveché para pasar mis manos por su espalda, sintiendo su piel erizarse al contacto con mis manos.

-¿Cómo te has levantado tan mimoso?- Le dije mientras mordía su oreja.

-Tengo que pedirte un favor.-

-Dime...-

Comenzó a besarme con lengua sorprendiéndome. Me agarró el pelo guió su lengua dentro de mi boca. Cuando me dejó respirar se quedó mirándome sin hacer nada.

-He quedado con Jaime y los chicos. ¿Te animas?- Fruncí el ceño de forma casi involuntaria.- Venga, tomamos una cerveza, charlamos y a casa.

Suspiré y le agarré por la espalda acercando nuestros cuerpos. No quería ir, pero tampoco darle el disgusto. Así que intenté pensar en qué hacer mientras disfrutaba del contacto con su torso desnudo.

-¿Esto qué significa?-

-Qué te quiero.-

-¿Y vas a venir?-

-Bueno.- Se levantó dando un salto y me dio un pico.

Se bajó los bóxers de un tirón y descapuchó su polla. Casi 22 cm duros como el acero, alimentados por una potente vena el lateral derecho y un capullo morado. Se subió de pie a la silla dejándola a la altura de mi boca y la metió de un golpe.

Hice un intento para reprimir arcadas mientras la silla se movía peligrosamente. Se bajó y yo hice lo propio. Busqué en la mesa un rotulador permanente y fui introduciéndolo por su ano mientras continuaba con la mamada.

-Cabrón, es muy gordo.-

-Ya te lo lubriqué anoche.-

A los pocos minutos su semilla acabó en mi boca. Me besó robándome parte de mi premio y se subió los bóxers.

Se fue a la habitación mientras yo miraba su culo prieto en unos CK verdes y pensé que para convencerme había hecho el numerito.  Se tumbó mientras miraba el móvil entre risas. Me acosté en mi lado de la cama, me quité las gafas y apreté los ojos que me molestaban por las horas delante de la pantalla.

Enseguida oí el sonido de un teléfono sonando pero lo ignoré. Él saltó para cogerlo porque es de esa clase de personas que no pueden evitar mirar quién. Lo escuché contestar con su tono de niño bueno pero no quise saber más. Después noté como se acurrucó a mi lado y puso mi brazo sobre él. Era muy temprano y aproveché para recuperar las horas de sueño.

Me despertó el ruido del secador del pelo. Estuve tentado en tirarle un zapato pero lo dejé estar porque me compensaba despertar así. Pablo se secaba el pelo mientras se arreglaba el pelo con un peine. Yo lo miraba deleitándome de su cuerpo solo tapado con una minúscula toalla.

-Eh, levanta de la cama y deja de comerme con los ojos.-

-Y si me quedo aquí y como de otras cosas.- Le guiñé un ojo.- Tengo ganas de descargar,

-Vete a la ducha y pórtate bien como me has prometido.-

Me puse detrás de él mientras se terminaba de peinar y empecé a morderle la oreja. Poco a poco mi polla iba creciendo entre sus nalgas.

-Cari, ya sabes que tenemos que irnos.-

-No has dicho nada de llegar tarde.- Acaricié con mis manos su esculpido abdomen.- ¿Puede ser uno rapidito?

-A la ducha, so salido.-

Desafortunadamente, no pude disfrutar de cuerpo de mi amante y tuve que acompañarlo a con sus estúpidos amigos. No tenía ganas de pasar el día con esos estirados, en especial con Jaime, que había sido mi amante años atrás. La única razón por la que iba era para hacer feliz a Pablo.

Tras salir de la ducha me di cuenta de lo estúpido que era la situación de ir a un bar con las mascarillas. Sin embargo, tuve la cortesía de no decirle nada a Pablo. Tampoco le dije nada sobre las pocas ganas que tenía de ir o lo cansado que estaba.

Las calles de Madrid estaban llenas a pesar del calor y los rebrotes. Imperaba un ambiente animado, incluso jocoso, que contrastaba con la ausencia de sonrisas por las mascarillas. Supuse que eso era la nueva normalidad. Había perdido el hábito de salir, pero me acostumbré rápidamente a pasear con Pablo, quien caminaba con aires de superioridad contento de poder convencerme.

Le cogí la mano hasta que llegamos al bar. Era una especie de taberna taurina, algo oscura, llena de fotografías y carteles de corridas. Caña tras caña nos fuimos animando con Jaime y su pareja, Marcos. La situación era un poco rara pero entre risas llegó a buen puerto.

Producto de la cerveza me levanté para mear. Me puse en un urinario para salir lo antes posible de aquel baño de suelo pegajoso. Alguien se puso en el contiguo, sin respetar la sagrada tradición de guardar el máximo espacio posible, o al menos, un poco la distancia de seguridad. Aquel tipo miró sin disimulo mi pene y me di cuenta que era Jaime.

-Joder tío, echo de menos tu puta polla. ¿Vamos dentro y te la chupo un poco?-

Me dejó sin habla. Sabía que no bromeaba y era capaz de eso y más. En otra época de mi vida no hubiera dudado pero intentaba no ser un promiscuo idiota. Me guardé el rabo y salí sin contestarle.

Volví a la mesa y continué conversando como si tal cosa. No iba a contárselo a Pablo, ellos eran amigos y no iba a hacer daño gratuito por una tontería. Al poco tiempo regresó Jaime y seguimos conversando como si nada hubiera pasado.

Me quedé a solas con Pablo cuando salieron a fumar y pensé en decírselo, pero no lo hice.

-¿Pillamos comida y vamos a casa?- Preguntó.

-¿Turco o chino?-

-Chino y siesta en casa.-

Nos despedimos y cumplimos nuestro plan. Estaba bastante incómodo con Jaime y la escena de los baños lo acrecentó más. Así que estaba deseando volver dentro de las murallas que formaban las paredes de casa.

Una parte de mi enterró todo aquello, y después de comer, estuve buscando algo en Netflix. Pablo seguía con sus risitas en el teléfono cuando lo llamé para ver una serie de esas de adolescentes salidas. Desafortunadamente, mi móvil empezó a sonar y pese a que le dije que lo dejara, fue incapaz de no contestar. Fue una llamada de mi madre para que fuéramos a comer mañana. Pablo, como buena cotilla, miró mis mensajes sin leer y  la mecha prendió.

-Eres un cabronazo. Si me vas a dejar ten cojones de decírmelo, o me vas engañar hasta que te canses.- Sus ojos se llenaron de lágrimas y yo me levanté del sofá con el corazón palpitando.

-Qué coño dices. Nunca te engañaría.- Intenté acercarme pero me alejó de un empujón.

-Te lo has tirado en los baños cabrón. En mi puta cara. Quería salir con mi novio y me pone la cornamenta.-

-Pablo joder. No me lo he tirado.- Me senté en el sofá algo mareado.- Mírame joder. Es un puto gilipollas salido, ni le he tocado.-

-¿Y te dice: tengo ganas de continuar lo de los baños y qué me hagas todo lo que quieras? Mira lo qué te ha mandado.- Giró la pantalla y lo vi con el culo abierto.- No me creo nada.

-Pablo, por favor, mírame.- Sus ojos estaban fijos en el suelo.- No he hecho nada, nunca lo haría. Te quiero a ti, solo a tí. Tú eres mi persona.-

-Antes él lo era.-

-No, nunca fue como tú.- Me estaba ahogando. Casi no podía ni hablar.

-¿Es un castigo por algo?-

-No, joder no. No he hecho nada, nunca lo haría.-

Ya no me dijo nada. Se encerró en la habitación dando un portazo y yo me quedé en el salón sin ganas de ver la tele, y aún menos, de intentar hablar con él. Estaba tan nervioso que no podía dejar las manos quietas y me costaba respirar.

Según pasaba el tiempo estaba algo más tranquilo, aunque seguía como si me estuviesen ahogando. Pensaba en Pablo y en lo mal que lo estaría pasando. Lo imaginaba recogiendo sus cosas y que se abriría la puerta para no volver nunca.

No sabía porque pero decidí que iba a esperar, esa estrategia tan pasada de moda de no hacer nada: laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même. Así que puse por enésima vez a El Caballero Oscuro y esperé en silencio que todo se arreglara. Afortunadamente, mi estrategia liberal dio sus frutos y a media película Pablo se sentó a mi lado.

-Lo siento. He sido un poco paranoico.- Sin mirarme se dejo caer apoyando su cabeza en mi hombro.

-Da igual.- Pasé mi brazo por su cintura y no me opuso resistencia.

-¿Le has contestado?-

-No. No sé ni donde está el móvil.-

Él se giró y sacó del bolsillo su móvil. Lo desbloqueó con calma, como si estuviese todo ensayado en su cabeza y me enseñó el chat con Jaime. Le había mandado un mensaje parecido al mío, con la misma foto de su culo abierto.

-Creo que pide un pollazo a gritos.- Dijo Pablo. - Su nuevo novio la tiene que tener pequeña porque esto no es normal.-

No le contesté. Prefería mirar a Batman que al culo depilado de mi ex. Hacía tiempo que había pasado página y no me importaban sus líos. Posiblemente ya no me interesaba nada de él. Me quedé absorto con Bruce Wayne...

-Cari, Lucas, ¿me oyes?- Me había quedado algo dormido.

-Umm.-

-Es muy tarde. Vente a dormir a la cama.-

Lo seguí como un zombi. Dejé la ropa en el suelo y caí en la cama. Tenía un cansancio mental acumulado que solo durmiendo de me podía quitar. Se me mezclaban las imágenes del baño del bar, a Pablo llorando, el culo abierto de Jaime y la sensación de ahogamiento.

Cuando me desperté pensé que todo aquello había sido un mal sueño. Pablo dormía con su cara de no haber roto un plato mientras le colgaba algo de saliva. Examiné detenidamente desde su flequillo hasta sus pies desnudos, y pensé una vez más que no merecía estar con aquel semental de gimnasio.

Fui a lavarme un poco la cara al baño. Mientras me echaba agua noté como mis boxers se bajaron de golpe. Después, sentí como una mano agarraba mis nalgas y otra mi dormida polla. Levanté la cabeza y vi el reflejo de Pablo.

-Me he despertado con ganas de jugar.- Sus dedos empezaron a invadir mi ano.- Vas a subirte a la cama a cuatro patas y te voy a llenar el culo.

Con sus palabras gemí.  Mi polla crecía con cada caricia y el número de dedos fue aumentando. Pablo comenzó a besar mi espalda bajando, sin dejar de masturbarme, hasta alcanzar mi ano. Escupió con fuerza y fue lubricándome con sus dedos.

-Pídeme que te folle.-

Su lengua sustituyó a sus dedos y los gemidos se amontonaban en mi boca. También se escuchaba como mi polla chocaba con el lavabo y su boca en mi culo.

-Sí, joder. Hazlo.-

Se levantó de un salto y me dio una fuerte cachetada. Acercó su polla a mi culo decidido, subiendo mi pierna izquierda que encajé entre el lavabo y la bañera. Con dos empujones la tenía dentro y me dolía a rabiar por su tamaño y la incomodidad de la postura.

Me miré al espejo y me sorprendió mi propio reflejo. Estaba sudoroso, con la cara muy roja y apretando los dientes. Detrás de mi Pablo parecía un dios griego. Cuando comenzó el mete saca tuve que agarrarme para no caer por sus embestidas.

De repente la sacó al completo y me arrodillé a su lado. Abrí la boca esperando su corrida mientras se tocaba gimiendo como un loco. La metió dentro donde se quedó el primer trallazo y el resto acabaron resbalando por mi cara.

Recuperamos algo el aliento unos minutos en el suelo del cuarto de baño. Después, señaló mi polla que todavía no había descargado. Se metió en la bañera y entendí que quería que me corriera encima como él había hecho. Me comencé a masturbar sobre él cuando me sorprendió el chorro de orina que salió de su polla en dirección a su boca.

De su boca salieron las palabras que más me podían haber dolido: "joder Jaime". Me corrí al instante ante esa imagen tan repulsiva como excitante.

Salí de la bañera de un salto, sintiendo de nuevo que me faltaba el aire. No sabía qué hacer, si vestirme o no, si irme o no, si pedirle una explicación o no. Solo pude correr al otro cuarto de baño y vomitar. Al terminar Pablo me esperaba en la puerta, visiblemente duchado con su minúscula toalla a la cintura.

-¿Estás bien?- Tuve la tentación de partirle su cara de chulo, pero ni siquiera lo miré.

Él cogió mi cabeza y me obligó a mirarle a los ojos. En sus ojos no veía nada de arrepentimiento, solo ese tono marrón que lo hacía misterioso, casi insondable, como el misterio de esas palabras.

-Lucas, ¿estás bien?- Ahora si que tenía que contestar.

-Has gritado el nombre de Jaime mientras follábamos.-

-No es lo que piensas. Ven mira.-

Me condujo de la mano hasta el salón y casi muero en ese momento. Estaba Jaime sentado en nuestro sofá, con un ojo morado.

-Es un voyeur a parte de un capullo integral.- Dijo Pablo entre risas.

-¿Qué cojones haces aquí?- Pregunté con el tono más seco posible.

-Lucas, Marc lo ha echado. No tiene trabajo, estamos en una pandemia y lo he invitado para que no esté en la calle.-

Me fui a vestirme. Tenía muchas cosas en la cabeza. Tal vez demasiadas. Solo sabía que aquello era un problema, Jaime siempre era un problema y yo estaba convencido que no podía acabar bien.

Pablo se puso a vestirse en paralelo. Estaba esperando que le dijese que estaba loco, qué echara a su amigo o los echara a ambos.

-¿Cuánto tiempo vamos a tener un huésped?- Pregunté siendo lo más sarcástico posible.

-Se va esta mañana.- Contestó Pablo con un tono calmado que me ponía de los nervios.

Me até los cordones pensando en qué decirle. Me había engañado, humillado y jodido en una relación más que tóxica, casi destroza mi relación con Pablo, y ahora estaba en mi sofá.

-¿Cuándo me enamoré de una madre Teresa con polla?-

No me respondió. Supongo que la imagen de una monja vieja con polla le molestó. Afortunadamente aquel día acabó ese capítulo de mi vida.