Probando un nuevo artículo.
A pedido de Néstor, el "señor" que exige continuaciones mas pervert.
Camila linda, ¿te quedarías después de hora? Necesito que me ayudes con la limpieza.
Bueno, Bea.
Yo puedo limpiar mañana temprano.
No, gracias, Sandra. Te ahorraremos la tarea. Si querés entrá dos o tres horas más tarde.
Ah, bueno, gracias.
No hay de qué.
Bea me guiñó el ojo, señal de que no nos quedaríamos despúes de hora para eso precisamente, limpiar. Hace tres meses que somos amantes secretas, Sandra y Micaela, las otras dos empleadas, no se imaginan las cosillas que hacemos en los probadores, y Dario, mi novio, todavía se cree el cuento de que algunos viernes salgo a bailar con las chicas y me quedo a dormir en casa de alguna. Me gusta el sexo con Bea, es distinto a hacerlo con Dario, porque el es hombre y porque el sexo entre mujeres, como lo he confirmado, me ha hecho alcanzar más orgasmos que los que he tenido con mi novio en un año.
Después de hora, esperamos a que Sandra y Camila se hubieran ido. Apagamos las luces de las vidrieras, dejamos encendidas las lamparitas de los probadores, y Bea me dijo que la esperara mientras pasaba al baño. Me metí en el sgundo probador, el del medio, me quité la ropa y quedé desnuda. Antes me hubiera dejado puesta la ropa interior pero Bea me ha dicho que prefiere encontrarme desnuda porque así me veo más linda. Me senté en el banquillo a esperar, me impacienté porque normalmente a Bea le lleva menos de dos minutos sacarse todo de encima.
Como estaba desnuda también, no la oí venir. Se apareció ante mí como Dios la trajo al mundo, apoyando los brazos en el marco sin puerta del probador.
¿Me extrañaste, linda?
Sí, algo así...
La miré de arriba a abajo, y cuando mis ojos se posaron en sus caderas, me sorprendí por lo que vi. Era un arnés oscuro que sostenía un consolador beige con casco rosado, largo y grueso, en medio de sus piernas. No podría decir con exactitu su medida. Quedé atónita, sé que Bea es una mujer de armas tomar y que es quien siempre toma la iniciativa, pero no me imaginé que llegaríamos a eso.
¿Qué haces con esa...cosa?
Es un nuevo artículo.
Ajá...
Pasé por un sex-shop, lo vi y creí que te gustaría que lo probaramos.
Bea se acercó a mí sosteniendo el falso miembro con su mano derecha, lo puso ante mi cara y no pude evitar reírme de los nervios.
- Es muy grande.
- Bueno, linda, es que, en este caso, el tamaño sí importa.
Bea acariciaba ese miembro viril como si de una mascota se tratara. Me daba morbo.
¿Podrías dejar de tocarlo?
Es que es muy suavechito.
Deberías dejar de ver las publicidades de Vivere (Suavisante para ropa).
Y vos no deberías comer tanto chocolate.
- Me gusta el chocolate.
- Okay, preciosa, como digas.
Se acuclichó ante mí, con sus manos en mis glúteos y su cara a la altura de mis senos. Me los acarició metiendo sus manos entre mis piernas, obligándome a separarlas. Me besó el bajo vientre y subió sus suaves manos por mi abdomen.
¿Ya te dije que te ves preciosa?
Me lo decís a diario.
Bueno, que te lo diga otra vez no te hará daño...Preciosa.
Me acaricó el seno izquierdo, besándolo, y se puso a lamerlo. En ese momento me olvido de lo que lleva entre sus piernas y me dejo llevar, como ya es mi costumbre. Me lame el otro seno, bien rico, y sube dando besitos a mi pecho y mi cuello. Me besa y nos abrazamos. Le acaricio la espalda, arañándola con mis uñas, ella me acaricia la cola y mete su cabeza en el hueco entre mi cintura y mi brazo para besar mis caderas. Me vuelve a lamer los senos, que delicia, y se aparta y separa un poco más mis piernas. Vuelve a abrazarme por la espalda baja, me besa los labios vaginales, me excita que lo haga tan largo e intenso, me los lame y me chupa el clítoris, declicioso, suave, apenas me lo presiona con sus finos labios y le da lamiditas con su lengua, y yo me retuerzo que parezco una oruga y gimo como una gata en celo. Me mojo toda, y ella sabe que cuando estoy bien lubricada puede meterme sus deditos y lo hace, me coge suavecito y después más rapido, y me estoy por venir, jadeo como si me faltara el aire, me vengo con un grito largo y ella para de penetrarme pero deja sus deditos ahí, se los aprieto y los suelto involuntariamente varias veces hasta que ella los retira y se los lame, me alaga que gima gustosa al probar mis jugos, dice que saben ricos.
Se pone de pie y entonces veo ese consolador beige con casco entre sus piernas, y tal vez haya sido por el buen sexo oral que me sabe practicar y lo caliente que estaba, que me dieron ganas de tener ese miembro dentro de mí.
¿Lo querés chupar?
¿Qué cosa?
- Chupar esto, linda.
Lo sacudió sosteniendolo con su mano, y eso me hizo acordar a cuando Dario me incita a que se la mame.
¿No sabrá a plástico o sí?
No, mi amor, te aseguro que no. Ademas, es suavechito, ¿lo querés tocar primero?
Bu...bueno...
Me paré del banquillo, me puse a su lado, cadera contra cadera, y con un poco de timidez, aproximé mi mano a ese falso pene erecto, refregué los dedos contra el casquito rosado, y en efecto, era suave. Bea me tomó de la muñeca y me guió acariciando el tronco del miembro. También era suave, mucho más suave, sin líneas de venas o pelos, realmente suave y agradable al tacto. ¿Lo sería también al gusto?
- Chupalo, linda.
Bea me acarició la cabeza, yo no me hice rogar y me arrodille ante ese miembro. Lamí su casco rosado un par de veces antes de comenzar a lamerlo, por unos segundos solo lamía el casco.
- Cerrá los ojos, e imaginate que le hacés una rica mamada a tu novio - me dijo Bea acariciando mi cabeza, como lo hace Dario para incentivarme a que se lo haga rico.
Cerré los ojos y engullí el miembro en mi garganta, cada vez un poco más adentro, lo sostuve con mi mano, y la oía a Bea gemir y me peinaba el cabello para que no se interpusiera entre el miembro y yo.
Sabe bien, ¿no?
Mjmmm...
Eso es...Chupalo, linda...Así, muy bien...Bien, bebé...Mmmhhh...
Seguí mamándolo, cada vez con más entusiasmo que Bea me proporcionaba con sus palabras. Hasta que por fin dijo basta, que ya era hora de probarlo de verdad. Se sentó en el banquillo, pero de inmediato se paró diciendo que era un poco chico y que no aguantaría nuestro peso. Nos dirigimos al mostrador, a la silla de escritorio que se esconde detrás. Bea tomó asiento, con las piernas un poco separadas, y me hizo señas con el dedo para que me montara sobre ella, con una sonrisa sugerente. Yo me le monté a horcajadas, y estaba tan acostumbrada a que nada estuviera entre nuestras piernas, que el miembro se me introdujo casi por completo. Pegué un gemido ahogado y Bea me sostuvo por la espalda. Cabalgué ese consolador como lo hacía con Dario, pero aquel no era un miembro real y se sentía mejor en mi interior. Lo cabalgué despacio, y luego más rapido, Bea me daba nalgadas para acelerar mis movimientos. Enseguida sentí que se aproximaba el orgasmo, me vine sobre ese miembro y me detuvé un poco exhausta y extasiada de placer. Me quité de encima, con las piernas flojas y la cabeza que me daba vueltas.
¿Que tal estuvo?
Es...tuvo...fabuloso...
Te dije que era suavechito.
Ajá...
Bea se sacó el arnés, lo tiró al suelo, se abrió de piernas y se acarició el cuerpo, mientras yo la admiraba.
- ¿No vas a agradecerme?
Le sonreí a modo de respuesta. Me arrodillé a sus pies, rodeándola con mis brazos, la besé un poco, chupé sus grandes senos de los que nunca me canso, le practiqué sexo oral, le hice un mete saca y recibí sus juguitos en mi boca, saben tan bien y huelen mejor. Nos acostamos en el suelo, yo sobre ella, e hicimos un 69, tijereamos un poquito, hicimos de todo un poco, hasta quedar exhustas y satisfechas. Nos quedamos dormidas y nos despertamos justo media hora antes de que Sandra llegara. Cuando ella entró y nos saludó, Bea me pisoteaba el pie a cada rato para que dejara de reírme.
Si Nestor no está conforme con esto dejo de llamarme Brasa.
Hasta la próxima!
- Brasa.